Patricio de Azcárate Noticias biográficas acerca de Platón IV |
Los documentos auténticos sobre la vida de Platón se reducen a los cuatro siguientes: 1º Diógenes Laercio, libro III; 2º Apuleyo, preámbulo del libro I. De dogmate Platonis; 3º Olimpiodoro, en su comentario sobre el Primer Alcibiades; y 4º, un fragmento anónimo publicado por la primera vez por Heeren, y que no difiere mucho de la biografía de Olimpiodoro. De estos cuatro documentos, el más antiguo, el más atendible, el más extenso, y el que quizá ha servido de base a todos los demás, es la biografía de Diógenes Laercio. Le seguiremos fielmente, completándolo sobre algunos puntos con las indicaciones tomadas de los otros tres biógrafos. Platón de Atenas, dice Diógenes Laercio, era hijo de Ariston; su madre, Perictiona o Potona, descendía de Solon, por Drópides, hermano del legislador y padre de Critias, que tuvo por hijo a Calleschrus. De este último nació Critias, uno de los treinta tiranos, y Glaucon; de Glaucon, Carmides y Perictiona madre de Platón. También era Platón descendiente en sexto grado de Solon, suponiéndose éste mismo procedente de Neleo y de Neptuno. Se pretende igualmente, que su padre contaba entre sus antepasados a Codro, hijo de Melanto, uno de los descendientes de Neptuno, después de Trasylo. Según un rumor acreditado en Atenas, y reproducido por Spensipe en el Banquete fúnebre, por Clearco en el elogio [XVIII] de Platón, y por Anaxílides en el segundo libro de los Filósofos, deseando Ariston consumar su unión con Perictiona, que era muy hermosa, no pudo conseguirlo; renunció entonces a sus tentativas, y vio al mismo Apolo en los brazos de su mujer, lo que le obligó a no unirse a ella hasta el fin de su matrimonio. Platón nació según las Crónicas de Apolodoro, en el primer año de la olimpiada 88, séptimo del Targelion, día en que los habitantes de Delos creen que nació Apolo. Murió en un convite de boda, según Hermipo, el primer año de la olimpiada 108 a la edad de 81 años. Neante pretende, que murió de edad de 84 años. Tenía seis años menos que Isócrates, puesto que éste nació bajo el arcontado de Lisímaco, y Platón bajo el de Aminias, el año mismo en que murió Pericles. Aureliano dice en el último libro de los Tiempos, que Platón era del barrio de Colito; pero otros sostienen que nació en Egina, en casa de Fidiadas, hijo de Tales. Favorino, en particular, sostiene esta opinión en sus Historias diversas; y dice que su padre formaba parte de la colonia enviada a esta isla, y que se trasladó a Atenas en la época en que los eginetas, auxiliados por los lacedemonios, arrojaron a los antiguos colonos. Atenodoro refiere en el libro octavo de los Paseos, que Platón dio en Atenas juegos públicos a expensas de Dion. Tenía dos hermanos, Adimanto y Glaucon, y una hermana llamada Potona, de la que nació Spensipe. Estudió las letras con Dionisio, que cita en los Rivales, y la palestra con Ariston de Argos. Alejandro dice en las Sucesiones, que fue Ariston el que le dio el nombre de Platón, a causa de su robusta constitución, y que antes se llamaba Aristocles, del nombre de su abuelo. Otros pretenden que se le llamó así por la anchura de su pecho, y Neante ve en esto una alusión a lo espacioso de su frente. Algunos autores, entre otros Dicearco en Las Vidas, han pretendido igualmente que disputó el premio de la [XIX] palestra en los juegos Istmicos.{1} Se dice que cultivó la pintura y compuso obras poéticas, primero ditirambos, y después cantos líricos y tragedias. Timoteo de Atenas dice en Las Vidas, que tenía la voz atiplada. Se refiere también con este motivo el hecho siguiente: Sócrates vio en sueños un cisne joven puesto sobre sus rodillas, que soltando sus alas voló al momento haciendo escuchar cantos armoniosos. Al día siguiente, Platón se presentó a él, y dijo Sócrates: he aquí el cisne que yo he visto. Platón enseñó por lo pronto en la Academia, y después en un jardín cerca de Colona, por relación de Heráclito, citado por Alejandro en Las Sucesiones. No había renunciado aún a la poesía, y se preparaba a disputar el premio de la tragedia en las fiestas de Baco, cuando oyó a Sócrates por la primera vez. Quemó en el momento sus versos, exclamando: Vulcano, acude aquí; Platón implora tu socorro.{2} A partir desde este momento intimó con Sócrates, contando entonces 27 años. Después de la muerte de Sócrates siguió las lecciones de Cratilo, discípulo de Heráclito, y las de Hermógenes, filósofo de la escuela de Parménides. A la edad de 28 años, según Hermodoro, se retiró a Megara cerca de Euclides, con algunos otros discípulos de Sócrates; después fue a Cirene a oír a Teodoro el matemático, y de allí a Italia cerca de los pitagóricos Filolao y Euritus. Pasó en seguida a Egipto para conversar con los sacerdotes. Se dice que Eurípides le acompañó en este viaje, durante el cual contrajo una enfermedad de la que le curaron los sacerdotes con el agua del mar. Esto le sugirió el verso siguiente: la mar lava todos los males de los hombres.{3} [XX] Y también le obligó a decir con Homero, que todos los egipcios eran médicos. Platón tuvo al mismo tiempo intención de visitar a los magos; pero la guerra que desolaba el Asia se lo impidió. De vuelta a Atenas, se puso a enseñar en la Academia; gimnasio plantado de árboles y llamado así del nombre del héroe Academus, como lo atestigua Eupolis en Los soldados libertados: «bajo los paseos sombríos del Dios Academo.» Timon, a propósito de Platón, dice también: «a su cabeza marchaba el más despejado de todos ellos, agradable parlante, rival de las cigarras que hacen resonar sus cantos armoniosos en las sombras de Academo.» Era amigo de Isócrates. Praxifano nos ha conservado una conversación sobre los poetas, que tuvieron los dos en una casa de campo, en la que Platón recibió a Isócrates. Aristoxenes dice, que tomó parte en tres expediciones: la de Tánagro, la de Corinto y la de Delis, en la que alcanzó el premio del valor. Algunos autores, entre otros Sátiro, pretenden que escribió a Dion en Sicilia, para que comprara a Filolao tres obras pitagóricas por el precio de cien minas. Entonces Platón estaba en la opulencia; porque Onetor asegura, en la obra titulada: Si el sabio puede enriquecerse, que había recibido de Dionisio más de ochenta talentos. Hizo tres viajes a Sicilia. La primera vez no llevó allí otro objeto que visitar la isla y los cráteres del Etna; pero habiendo exigido Dionisio el Tirano, hijo de Hermócrates, que fuera a conversar con él, Platón le habló de la tiranía, y le dijo entre otras cosas, que el mejor gobierno no era aquel que redundaba sólo en provecho de un hombre, a menos que este hombre estuviera dotado de cualidades superiores. [XXI] Dionisio, irritado, le dijo con cólera: «tus discursos se resienten de la vejez.» «–Y los tuyos, repuso Platón, se resienten de la tiranía.» Arrebatado Dionisio con esta respuesta, al pronto quiso hacerle morir, pero templado con las súplicas de Dion y de Aristodemo, se contentó con entregarle a Pollis, que se encontraba entonces cerca de él en calidad de enviado de los lacedemonios, para que le vendiese como esclavo. Pollis le condujo a Egina, donde en efecto le vendió. Pero apenas Platón estuvo en Egina, cuando Carmandro, hijo de Carmandrides fulminó contra él una acusación criminal, en virtud de una ley del país que mandaba condenar a muerte al primer ateniense que abordase a la isla. Esta ley había sido dictada a petición del mismo Carmandro, al decir de Favorino en las Historias diversas. Una chistosa ocurrencia salvó a Platón, porque habiendo dicho uno, como por irrisión, que era un filósofo y nada más, se le declaró absuelto. Según algunos autores se le condujo a la plaza pública, fijándose en él las miradas de todos; pero él, sin pronunciar palabra, se resolvió a sufrir cuanto pudiera sucederle. Los eginetas le concedieron la vida y le condenaron solamente a ser vendido como cautivo. Anniceris de Cirene, que se encontraba allí por casualidad, le compró por veinte minas, otros dicen treinta, y le envió a Atenas a sus amigos. Como estos quisieran reintegrarle el precio de la compra, Anniceris lo rehusó, y les respondió, que no eran ellos solos los dignos de interesarse por Platón. Otros pretenden que Dion dio a Anniceris la suma gastada, y que en lugar de rehusarla, la consagró a comprar a Platón un pequeño jardín cerca de la Academia. En cuanto a Pollis, Favorino refiere en el primer libro de los Comentarios, que fue vencido por Cabrias, que más tarde le tragaron las olas no lejos de las riberas del Helix, víctima de la cólera de los dioses, irritados contra él por su conducta para con el filósofo. Dionisio, inquieto por su parte, [XXII] escribió a Platón, luego que supo su libertad, suplicándole que no le maltratara en sus discursos, a lo que Platón respondió, que no tenía tiempo para acordarse de Dionisio. Fue por segunda vez a Sicilia, con ánimo de pedir a Dionisio el Joven tierras y hombres para realizar el plan de la república. Dionisio lo prometió, pero no cumplió su palabra. Se pretende al mismo tiempo, que Platón corrió entonces algún peligro, bajo pretexto de que excitaba a Dion y Feotas a dar la libertad a Sicilia. El peripatético Arquitas escribió en esta ocasión a Dionisio una carta justificativa, a la que debió Platón el verse sano y salvo en Atenas. He aquí la carta: «Arquitas a Dionisio, salud. El objeto del tercer viaje de Platón era reconciliar a Dion con Dionisio, pero volvió a Atenas sin haberlo conseguido. Platón vivió siempre extraño a los negocios [XXIII] públicos, aunque sus obras prueban una alta capacidad política. Daba por razón de su alejamiento de los negocios la imposibilidad de reformar bases de gobierno largo tiempo adoptadas, y que él no podía aprobar. Pánfila refiere en el libro 25 de las Memorias, que los arcadienses y los tebanos le reclamaron leyes para una gran ciudad que habían construido, pero que Platón se excusó porque supo que no querían establecer la igualdad. Se dice que fue el único que tuvo valor para encargarse de la defensa de Cabrías, acusado de un crimen capital, defensa que ningún ateniense quiso aceptar. Cuando con él subía al Acropolo, encontró al detractor Crobilo, quien dirigiéndose a Platón le dijo: «vienes a defender a otro, sin considerar que la cicuta de Sócrates te espera a tu vez.» Platón le respondió: «cuando llevaba las armas me exponía al peligro por mi patria; ahora combato en nombre del deber, y desprecio el peligro por un amigo.» Favorino dice en el libro octavo de las Historias diversas, que fue el primero que empleó el diálogo; el primero que indicó a Leodamas de Tasos el método de resolución por el análisis; el primero que se sirvió en filosofía de las palabras antípodas, elementos, dialéctica, acto, superficie plana, providencia divina. El primero entre los filósofos que refutó el discurso de Lisias, hijo de Céfalo; discurso que aparece literal en el Fedro; el primero que ha sometido a un examen científico las teorías gramaticales; en fin, ha sido el primero que ha discutido las doctrinas de casi todos los filósofos anteriores, a excepción sin embargo de Demócrito. Neante de Cicico dice, que cuando Platón se presentó en los juegos olímpicos, se atrajo las miradas de todos los griegos, y que allí fue donde tuvo una conversación con Dion, en el momento en que éste se preparaba para atacar a Dionisio. Se lee también en el primer libro de los Comentarios de Favorino, que Mitrídates de Persia levantó [XXIV] una estatua a Platón en la Academia con esta inscripción: «Mitrídates de Persia, hijo de Rodobato, ha consagrado a las musas esta estatua de Platón, obra de Sisanion.»Heráclides dice que Platón era tan reservado y tan juicioso en su juventud, que jamás se le vio reír a carcajada. Sin embargo, su modestia no pudo garantirle de los dichos punzantes de los cómicos. Teopompo le muerde con estas palabras en el Heducaris: «Uno no hace uno, y apenas, según Platón, dos hacen uno.» Anaxandrides dice en el Teseo: «Cuando devoraba los olivos como Platón.» Timon dice, por su parte, burlándose de su nombre: «Semejante a Platón, que sabía forjar tan bien concepciones imaginarias.»Alexis, en la Meropide: «Vienes a tiempo; porque, semejante a Platón me paseo a lo largo y a lo ancho, embarazado, incierto, y no encontrando nada bueno, no hago más que fatigar mis piernas.» En el Ancilion: «A fuerza de hablar de cosas que no conoces y de correr como Platón, encontrarás el salitre y la cebolla.»{4} Anfis en el Anficrates: «El bien a que esperas llegar, ¡oh maestro mío! es aún más problemático para mí que el bien de Platón. Escúchame, pues...»Y en Dexidemides: ¡Oh Platón! no más que una sola cosa; tener un humor sombrío y arrancar tu frente severa, como una concha de ostra.» [XXV] Cratino, en la Falsa suposición: «Evidentemente eres un hombre y tienes un alma; no ha sido Platón el que me lo ha dicho, pero a pesar de eso lo creo.»Alexis, en el Olimpiodoro: «Mi cuerpo mortal ha sido anonadado, pero la parte inmortal ha volado por los aires. ¿No es esto puro platonismo?»Y en el Parásito: «O bien, como Platón, hablar solo.»Anaxilas le critica igualmente en el Botrilion Circe y en Las Mujeres ricas. Aristipo dice en el libro cuarto de la Sensualidad antigua, que Platón estaba enamorado de un joven llamado Aster, que estudiaba con él la astronomía, así como de Dion, de quien ya hemos hablado. Algunos pretenden que también amaba a Fedro. Se cree encontrar la prueba de esta pasión en los epigramas siguientes que pudo dirigirle: «Cuando tú consideras los astros, yo quisiera ser el cielo para verte con tantos ojos como hay de estrellas.»A Dion: «Las Parcas han tejido con lágrimas la vida de Hecuta y de los antiguos troyanos; pero a ti, Dion, los dioses te han concedido los más gloriosos triunfos y las mas vastas esperanzas. Ídolo de una inmensa ciudad, te ves colmado de honores por tus conciudadanos. ¡Querido Dion, con cuánto amor abrasas mi corazón!»Estos versos fueron grabados, se dice, sobre la tumba de Dion en Siracusa. Platón había amado igualmente a Alexis y a Fedro, de que hablamos más arriba. Acerca de ellos hizo los versos siguientes: «Ahora que Alexis no existe, pronunciad solamente [XXVI] su nombre, hablad de su belleza, y cada uno tome su rumbo. Mas, ¿por qué, alma mía, excitar en ti vanos pesares{5} que en seguida es preciso ahogar? Fedro no era menos bello, y le hemos perdido.»Se dice también que obtuvo los favores de Arqueanassa, a la que consagró estos versos: «La bella Arqueanassa está conmigo. El amor abrasador reposa aún en sus arrugas. ¡0h! con qué ardor ha debido abrazaros, a vos que habéis gustado las primicias de su juventud.»Se le atribuyen también los versos siguientes sobre Ágaton: «Cuando cubría yo a Ágaton de besos, mi alma toda entera estaba en mis labios, dispuesta a volar.»Otros: «Te doy esta manzana, si eres sensible a mi amor; recíbela y dame en cambio tu virginidad; si me la rechazas, tómala también, y considera cuán fugaz es la belleza.»Otros: «Mírame, mira, esta manzana que te arroja un amante, cede a mis votos ¡oh Xantipa! porque ambos a dos nos marchitaremos igualmente.» Se le atribuye también este epitafio de los Eretrienses, sorprendidos en una emboscada: «Somos Eretrienses, hijos de Eubea, y reposamos cerca de Suza, bien lejos ¡ay de nosotros! del suelo de la patria.»Los versos siguientes son igualmente de él: «Cypris dijo a las Musas: Jóvenes, rendid homenaje a Venus, o envío contra vosotras el Amor con sus dardos. –No te chancees, dijeron las Musas; este niño no se separa de nuestro lado.» [XXVII]Estos en fin. «Un hombre iba a colgarse; encuentra un tesoro, deja allí la cuerda en lugar del tesoro. El dueño de éste, no encontrándole, coge la cuerda y se ahorca.»Molon aborrecía a Platón, y dijo un día que era menos extraño ver a Dionisio en Corinto que a Platón en Sicilia. Xenofonte abrigaba alguna prevención contra Platón. Al parecer había entre ambos alguna rivalidad por haber tratado los mismos objetos: el Banquete, la Apología de Sócrates, los Comentarios morales. Además Platón ha tratado de la República, y Xenofonte de la Educación de Ciro. Platón en las Leyes dice, que esta última obra es una pura utopía, y que Ciro no se parecía nada al retrato que hace Xenofonte. Ambos citan frecuentemente a Sócrates, pero jamás se citan el uno al otro; una sola vez, sin embargo, Xenofonte nombra a Platón en el tercer libro de las Memorias. Cuéntase que Antístenes fue un día a suplicar a Platón que asistiera a la lectura de una de sus obras. Platón preguntó sobre qué materia versaba. –Sobre la dificultad de comprender, respondió Antístenes. –Entonces, replicó Platón, ¿para qué escribes sobre esta cuestión? y le demostró que incurría en un círculo vicioso. Antístenes, herido, escribió contra Platón un diálogo titulado Saton, y desde este momento fueron enemigos. Dícese igualmente, que Sócrates, habiendo oído a Platón leer el Lisis, exclamó: «¡Dioses! ¡qué de cosas me presta este joven!» Y en efecto, ha puesto como de Sócrates muchas cosas que éste jamás ha dicho. Platón estaba indispuesto con Arístipo; y así le acusa en el Tratado del alma{6} de no haber asistido a la muerte de Sócrates, aunque en aquel acto había ido a Egina, a poca distancia de Atenas. Tampoco amaba a [XXVIII] Esguines, porque se celaba de la estimación que le daba Dionisio. Con este motivo se refiere, que habiéndose visto precisado Esguines a ir a Sicilia, Platón le rehusó su apoyo, y que fue Aristipo el que le recomendó al tirano. Y Domeneo asegura, por su parte, que no fue Criton, como lo supone Platón, sino Esguines, el que propuso a Sócrates su evasión; y Platón no pudo atribuir este ofrecimiento al primero, sino como resultado del odio que tenía al segundo. Por lo demás, no cita jamás a Esguines en sus diálogos, excepto en el Tratado del alma y en la Apología. Aristóteles observa que su estilo ocupa un medio entre la poesía y la prosa. Favorino dice en alguna parte, que cuando Platón leyó su Tratado del alma, sólo Aristóteles quedó escuchándole, y que todos los demás se marcharon. Filipo de Oponte pasa por haber trascrito las Leyes que Platón había dejado solamente en borrón; también se le atribuye el Epinomis. Euforion y Parecio dicen, que se encontró un gran número de variantes para el exordio de la República. Aristoxene pretende, por su parte, que esta obra se encontraba ya casi toda entera en las Contradicciones de Protágoras. El Fedro pasa por su primera composición, y a decir verdad, este diálogo se resiente de la mano joven que le hizo. Dicearco llega hasta el punto de censurar todo el conjunto de esta obra, y no encuentra en ella ni arte, ni placer. Habiendo visto Platón a un joven jugando a los dados, le reprendió. Por poca cosa me reprendes, dijo el joven. –¿Crees tú, repuso Platón, que el hábito es poca cosa? Le preguntaron si dejaría algún monumento durable, como los filósofos que le habían precedido: «lo primero que hay que hacer, dijo, es crearse un nombre, y hecho esto, lo demás ya vendrá.»Como entrara Xenocrales en casa de Platón, le suplicó éste que castigara en su lugar a uno de sus esclavos, [XXIX] porque no quería hacerlo él mismo, por estar montado en cólera. Otra vez dijo a un esclavo: «te abofetearía, si no estuviera irritado.» Montó un día a caballo, y se apeó luego, temiendo que el caballo podía comunicarle su fiereza. Aconsejaba a los borrachos que se miraran a un espejo, para que la vista de su degradación les preservase para lo sucesivo. Decía que jamás era conveniente embriagarse, excepto, sin embargo, durante las fiestas del Dios a quien se debe el vino. También llevaba a mal el exceso del sueño, y a este propósito dice en las Leyes: «un hombre que se duerme no es bueno para nada.» Pretendía que lo más agradable del mundo es oír la verdad, o, según otros, decirla. He aquí, por lo demás, cómo habla de la verdad en las Leyes: «La verdad, querido huésped, es una cosa bella y durable, pero no es fácil convencer a los hombres.» Deseaba que su nombre se perpetuara o en la memoria de sus amigos o mediante sus obras. Se asegura igualmente que hacía frecuentes viajes. Ya hemos dicho cómo murió. Favorino, en el tercer libro de los Comentarios, refiere este suceso como acaecido en el tercer año del reinado de Filipo. Teopompo habla de las reprensiones que este príncipe le dirigió. Miromano, por otra parte, refiere un proverbio citado por Filon, del cual debía resultar, que Platón había sucumbido a consecuencia de una enfermedad pedicular. Sus discípulos le hicieron magníficos funerales y le enterraron en la Academia, donde había enseñado durante la mayor parte de su vida, y de la que ha tomado su nombre la escuela platoniana. Su testamento estaba concebido en estos términos: «Platón dispone de sus bienes de la manera siguiente: La tierra de Efestia que linda al Norte con el camino que viene del templo de Cefisias, al Mediodía con el templo de Hércules situado en el territorio de Hefestia, al Oriente con la propiedad de Arquestrato de Prearros, [XXX] y al Poniente con la de Filipo de Collis,{7} no podrá ser ni vendida ni enajenada; pertenecerá, si puede ser,{8} a mi hijo Adimanto. Le doy igualmente la tierra de los Eresides, que compré a Calímaco, y que linda al Norte con otra de Eurimedon de Mirrina, y al Poniente con el Cefiso. Además le doy tres minas de plata, un vaso de plata de peso de ciento sesenta y cinco dracmas, un anillo y un pendiente de oro, que juntos pesan cuatro dracmas y ocho óbolos. Euclides, el escultor, me debe tres minas. Declaro libre al esclavo Artemis; en cuanto a Ticon, Bicta, Apoloneades y Dionisio los dejo a mi hijo, al que lego igualmente todos los muebles y efectos especificados en el inventario que está en poder de Demetrio. No debo nada a nadie. Los ejecutores testamentarios serán Sóstenes, Spensipe, Demetrio, Hegias, Eurimedon, Calímaco, Trasipo.» Tal es su testamento. Sobre su tumba se han grabado muchos epitafios; el primero está concebido así: «Aquí descansa el divino Aristocles, el primero de los hombres por la justicia y la virtud. Si algún hombre ha podido hacerse ilustre por su sabiduría, es él; ni la envidia misma ha manchado su gloria.»Y otro: «El cuerpo de Platón, hijo de Ariston, descansa aquí en el seno de la tierra; pero su alma bienaventurada habita en la estancia de los inmortales. Iniciado hoy en la vida celeste, recibe desde lejos los homenajes de los hombres virtuosos.» La que sigue es más moderna: «Águila, ¿por qué vuelas por cima de esta tumba? Dime a qué punto de la estancia celeste se dirige tu [XXXI] mirada. –Yo soy la sombra de Platón, cuya alma ha volado al Olimpo; la Ática, su patria, conserva sus restos mortales.» También se le ha compuesto el epitafio siguiente: «¿Cómo Febo hubiera podido, si no hubiera dado un Platón a la Grecia, regenerar por las letras las almas de los mortales? Esculapio, hijo de Apolo, es el médico de los cuerpos; Platón lo es del alma inmortal.» Y he aquí otro sobre su muerte: «Febo ha dado a los mortales Esculapio y Platón; éste médico del alma, aquel del cuerpo. Platón asistía a una comida nupcial cuando partió para la ciudad eterna, que él mismo se había construido, y a la que había dado por base la estancia de Júpiter.» Tuvo por discípulos: Spensipe, de Atenas; Xenocrates, de Calcedonia; Aristóteles, de Estagira; Filipo, de Oponte; Hestireo, de Perinto; Dion, de Siracusa; Amielo, de Heraclea; Erasto y Coriseo, ambos de Excepsis; Timolao, de Cizica; Evemon, de Lampsaco; Piton y Heráclides, uno y otro de Enia; Hippotales y Cálipo, de Atenas; Demetrio, de Anfipolis; Heráclides, de Ponto, y muchos otros, entre quienes se cuentan dos mujeres: Lastenia, de Mantinea, y Axiotea, de Plionte. Dicearco dice que esta última vestía traje de hombre. Algunos ponen a Teofastro en el número de sus discípulos; Chamaleon añade aún al orador Hiperide y a Licurgo; también Polemon cita a Demóstenes; en fin, Sabino pretende, en el libro cuarto de las Meditaciones, que Muesistrato de Tasos recibió lecciones de Platón, y apoya su opinión en pruebas bastante probables. |
{1} Apuleyo refiere igualmente que Platón hizo tantos progresos en los ejercicios de la lucha que disputó el premio en los juegos Pitienses y en los juegos Istmicos. (De dogmate Platón.) {2} Imitación de un verso de la Iliada, canto 18, v. 392. {3} Ifigenia en Tauride, I, 93. {4} Es decir, tú llorarás, tú encontrarás amarguras. {5} El texto dice: porque muestras el hueso a los perros para rechazarlos en seguida. {6} Es decir, en el Fedon. {7} Efestia, Cefisias, Prearros-Collis, son los distritos del Ática. {8} Nosotros; si Dios quiere. {Obras completas de Platón, por Patricio de Azcárate, tomo primero, Madrid 1871, páginas XVII-XXXI.} |
puerta al infierno. |
Roy Cohn y Donald Trump. |
La vida y obra sin escrúpulos de Roy Cohn, el hombre que 'inventó' a Donald Trump. 08.11.2024 Cuenta la leyenda que Donald Trump aprendió en su juventud tres lecciones: ataca, ataca, ataca; niégalo todo; y siempre reclama la victoria. Lo cuenta también The Apprentice, la película dirigida por Ali Abassi que narra los inicios de aquel joven ambicioso y atolondrado. Las lecciones se las dio el abogado Roy Cohn, al que muchos llaman el "inventor" de Trump. ¿Cuánto de verdad tiene la película a la hora de retratar a Trump? A juzgar por la reacción del ya presidente electo de Estados Unidos, bastante.
Pero Cohn, ¿quién era Roy Cohn? ¿Quién fue ese hombre que modeló a aquel joven y que hoy se sentiría orgulloso de su obra... si no fuera porque murió hace muchos años, en 1986? El "valor del miedo" Roy Marcus Cohn nació el 20 de febrero de 1927. Fue abogado y, sobre todo, una persona controvertida y de gran influencia en la vida y la política de EE UU. Los testimonios de la época coinciden en que se ganó la vida intimidando a mucha gente. En un programa de televisión de los 70, Cohn se jactaba de que sus clientes le contrataban por el "valor del miedo", porque sus oponentes sabían que tendrían que enfrentar "todo tipo de consecuencias terribles", cuenta la BBC. Tal vez por eso, Matt Groening se inspiró en Cohn para crear el personaje del Sr. Burns de Los Simpson. "Galopó a través de la segunda mitad del siglo XX como un malévolo Forrest Gump", dijo de él la revista Esquire. En 2016, durante la campaña de las presidenciales, The Washington Post tituló sobre Cohn: "El hombre que le mostró a Donald Trump cómo explotar el poder e infundir miedo" En su defensa hablan pocos. Uno de ellos ha sido Steve Bannon. El exasesor de Trump escribió un prólogo para la biografía de Cohn, escrita por Nicholas von Hoffman, titulada Citizen Cohn:
Un joven fiscal contra el comunismo. En 1951, con 20 años, ya era fiscal adjunto. Fue una figura clave en los juicios de Ethel y Julius Rosenberg, el matrimonio ejecutado en la silla eléctrica acusados de espiar para la Unión Soviética. Cohn ayudó a diseñar la condena y ejecución de la pareja. Acabó reconociendo que había utilizado conversaciones ilícitas con el juez del caso para obtener la pena de muerte. Ese era Cohn y esas sus enseñanzas... las que memorizó el joven Donald Trump años más tarde. Su carrera fue conocida principalmente durante la caza de brujas que vino después, el período de las audiencias realizadas en contra de los supuestos comunistas que se encontraban en el gobierno estadounidense. Cohn actuó como brazo derecho del senador Joseph McCarthy. Un gay persiguiendo homosexuales. También se le conoció por perseguir a los homosexuales para sacarlos de sus puestos en el Gobierno de EE UU. Es lo que se conoció como el Terror Lila de la década de 1950. Y sin embargo, Cohn era gay. Murió de sida en 1986. Pero ni en ese momento reconoció que era homosexual, pese a que aparecía en eventos públicos acompañado de sus amantes. Públicamente aseguraba que lo que padecía era cáncer de hígado. El retrato de ese gay incapaz de salir del armario está en la obra de teatro Angels in America, de Tony Kushner, adaptada luego en la miniserie de igual título dirigida por Mike Nichols. Al Pacino interpreta a Cohn. Al médico que le diagnostica sida le grita: "Lo destruiré". También se ve a Cohn en la más reciente Fellow Travellers. En las décadas de 1970 y 1980 era un habitual del icónico Studio 54. Allí coincidía y ejercía influencia, cuenta Caryn James, sobre personas como Barbara Walters, Andy Warhol o Ronald Reagan. Tanto poder y sin embargo, tenía por costumbre de robar comida del plato de otras mesas, cosa que hacía incluso en los restaurantes más elegantes. El bisoño Trump, el aprendiz. Antes de morir, Cohn fue inhabilitado como abogado por, entre varios delitos, defraudar a algunos de sus clientes. Sin escrúpulo alguno, en sus muchos años ejerciendo el derecho representó a jefes de la mafia, como Tony Salerno o John Gotti, o a Aristóteles Onassis, pero también al cardenal Spellman, arzobispo de Nueva York. Y a Trump, a aquel bisoño Donald Trump. Ese joven empresario quería conquistar Manhattan, después de que su padre se hubiera forrado construyendo bloques de viviendas en los barrios obreros de la ciudad. Se conocieron en 1973. Cohn tenía veinte años más que Trump. Fue cuando el gobierno estadounidense demandó al empresario y a su padre por discriminar a los inquilinos negros en los apartamentos que administraban. "Mándales al infierno", le dijo el abogado. Cohn hizo que Trump contrademandara al Departamento de Justicia por "difamar" su buen nombre y exigió cien millones de indemnización. De ese modo, logró que el caso se resolviera con un acuerdo. Y el empresario que luego sería presidente de EE UU aprendió la lección; esa y otras muchas, que se resumían en aquello de "ataca, contraataca y nunca te disculpes". |
Bibliography Cohn, Roy (1954). Only a Miracle Can Save America from the Red Conspiracy. Wanderer Printing Co. Cohn, Roy (1968). McCarthy. New American Library. ISBN 978-1125326596. Cohn, Roy (1972). A Fool for a Client: My Struggle Against the Power of a Public Prosecutor. Dell Publishing. ISBN 978-0-440-02667-9. Cohn, Roy (1977). McCarthy: The Answer to 'Tail Gunner Joe'. Manor Books. ISBN 978-0-532-22106-7. Cohn, Roy (1981). How to Stand Up for Your Rights and Win!. Devin-Adair Publishers. ISBN 978-0-8159-5723-2. Cohn, Roy (1982). 'Outlaws of Amerika' The Weather Underground. Western Goals. Cohn, Roy (1986). Roy Cohn on Divorce: Words to the Wise and Not So Wise. Random House. ISBN 978-0-394-54383-3. |
La última lección que Donald Trump nunca aprendió de Roy Cohn. 15 julio, 2024
El sicario político impenitente que le enseñó a un Trump más joven cómo burlar las reglas no se salió con la suya para siempre. Uno de los mentores más importantes de Donald Trump, uno de los hombres más vilipendiados de la historia política estadounidense, está a punto de vivir otro momento. Roy Cohn, quien ha sido descrito por personas que lo conocieron como “una serpiente”, “un sinvergüenza” y “una nueva cepa de hijo de puta”, es el tema de un nuevo documental publicado esta semana por el productor y director Matt Tyrnauer. Es una ocasión para mirar una vez más a Cohn y preguntarnos cuánto de él y su comportamiento “salvaje”, “abrasivo” y “amoral” es visible en el comportamiento del actual presidente. Trump, como está bien establecido, aprendió mucho del truculento e impenitente Cohn sobre cómo conseguir lo que quiere, y todavía suspira por Cohn y sus notorias capacidades. Después de todo, se dice que Trump lo ha dicho él mismo, y ahora es el nombre de esta película: “¿Dónde está mi Roy Cohn?” Lo que Cohn pudo salirse con la suya, y lo hizo, fue el motor mismo de su existencia. Cohn, infame abogado principal del subcomité del Senado presidido por Joseph McCarthy en la década de 1950, fue acusado cuatro veces desde mediados de la década de 1960 hasta principios de la de 1970, por estafa de acciones y obstrucción de la justicia, perjurio, soborno y conspiración. y extorsión y chantaje y presentación de informes falsos. Y tres veces fue absuelto (la cuarta terminó en juicio nulo), lo que le dio una especie de brillo burlón y siniestro de invulnerabilidad. Cohn, como lo reafirma el trabajo de Tyrnauer, tomó sus travesuras para eludir las sanciones y las transformó en una especie de armadura. Sin embargo, es el último trimestre de la película de Tyrnauer el que quizás sea más destacado en esta etapa del primer mandato de Trump. Se trata de la lección menos discutida pero posiblemente mucho más mordaz de la vida de Cohn: no sus décadas de intocabilidad en las artes oscuras, sino su brutal merecido. Cohn, al final, no eludió las consecuencias de sus acciones. Resultó que no podía salirse con la suya para siempre. Era un fanfarrón de evadir impuestos y el Servicio de Impuestos Internos lo cerró; era un abogado incorregiblemente poco ético y finalmente fue inhabilitado; y sólo seis semanas después de esa desgracia profesional, a seis meses de cumplir 60 años, Cohn murió de SIDA. Ahora, a menos de 14 meses de las elecciones del próximo año, con Trump enfrentando un peligro legal y político histórico, cada vez es más difícil no preguntarse qué podría o no haber aprendido al observar el miserable desmoronamiento de Cohn. Trump está acosado por 29 investigaciones federales, estatales, locales y del Congreso. Encuesta tras encuesta muestran que en general no le agrada. Podría ganar la reelección, obviamente, pero también es cierto que es un titular que corre un peligro inusual. Trump, sin duda, no está debilitado por una enfermedad física, y no ha sido perseguido por fiscales y otros antagonistas comprometidos durante casi tanto tiempo como lo fue Cohn. Y por más poderoso que se percibiera a Cohn en su apogeo, nunca fue, casi no hace falta decirlo, el hombre más poderoso del mundo. Aun así, surge la pregunta: ¿el aprendiz más consumado y atento de Cohn finalmente sufrirá un destino similar? “Lo enloquecedor de Cohn y Trump”, me dijo Tyrnauer recientemente, “es que tienen esa especie de don de Road Runner versus Wile E. Coyote, donde crees que la roca va a caer sobre ellos y los aplastará y ellos escapan justo a tiempo”. “Hay cierto romance estadounidense en salirse con la suya. Todos admiramos en secreto al tipo que puede”, dijo Jim Zirin, un ex-fiscal federal que es un entrevistado habitual en la película y que también publicará un libro la próxima semana, Demandante en jefe: un retrato de Donald Trump en 3.500 demandas, en en el que Cohn desempeña un papel inevitablemente destacado. «Pero yo, como abogado en particular», añadió Zirin, «creo en la justicia, y creo que al final del día, tarde o temprano, todos tendrán que pagar por ella». Basta con mirar a Cohn. “Lo teníamos. No iba a salir de esto”, le dice a Tyrnauer Martin London, uno de los abogados que dirigió la inhabilitación de Cohn. «Era una polilla inmovilizada». *** El gobierno había intentado durante mucho tiempo derribarlo, “una vendetta”, pensó Cohn, por su papel con McCarthy, y él no había caído, ni siquiera se había estremecido, y le había concedido, como dijo un político de Nueva York. Newsweek, una cierta “mística yugular”. Muchos llegaron a considerar que su accidentado historial no era nocivo sino atractivo.
Tampoco pagó sus impuestos, acumulando millones de dólares en gravámenes. Creía que los impuestos iban a parar a “beneficiarios de asistencia social”, a “piratas políticos”, a “burócratas inflados” y a “países cuya gente nos odia a muerte”. Se burlaba incesantemente del IRS, calificándolo de “lo más parecido que tenemos en este país a una agencia de tipo nazi o soviético”; citaciones que, según dijo, iban directamente a “la papelera”. Bebía champán con Sweet’n Low y habitualmente cogía comida de los platos de otras personas, pensando que, por alguna razón, los modales no se aplicaban a él. Les dijo a sus chóferes, a los conductores de su Bentley, su Cadillac y su Rolls-Royce verde, que se pasaran los semáforos en rojo. «¡Solo vamos!» gritaba, acercándose al volante y tocando la bocina. Era acicalado y combativo, mírame fastuoso y ruidoso. Fue un acto. La verdad era que odiaba lo que era: un abogado que odiaba a los abogados, un judío que odiaba a los judíos y un gay, ferozmente encerrado aunque escondido al azar, que odiaba a los homosexuales, llamándolos “maricones” y expresando su convicción de que “ Los profesores homosexuales son una grave amenaza para nuestros hijos”, según su biografía y su autobiografía. En su libro, Zirin llama a Cohn “un hipócrita por excelencia, un Tartufo clásico”. Quería que el mundo viera sólo a la persona que él “moldeó e inventó”, en palabras de von Hoffman, “un hombre secreto que vive una vida pública”. Y como litigante, Cohn se había ganado la reputación de “intimidador y fanfarrón”, escribiría el abogado Arthur Liman, “famoso entre los abogados por ganar casos mediante demoras, evasiones y mentiras”. Estaba desorganizado y en gran medida desinteresado en detalles específicos, confiando menos en la preparación y más en su beligerancia y su vasta e incomparable red de conexiones sociales y políticas que abarcaba partidos y se extendía desde los clubes de pago por juego de Nueva York hasta los cuartos traseros de Washington también. como la Oficina Oval. “La gente acudía a mí”, explicó Cohn en Penthouse, “porque mi imagen pública era la de que no era como la mayoría de los demás abogados. No el típico timador que factura facturas por hora, que no hace nada y que encubre, sino alguien a quien no se deja intimidar. Sus clientes lo llamaban “pitbull” y “escudo”, e incluían a jefes de la mafia que se reunían en su oficina para utilizar el privilegio abogado-cliente para evadir posibles escuchas telefónicas. “Él doblará las reglas hasta el límite”, dijo una vez a Newsweek un profesor de derecho de Nueva York. “No se detendrá ante nada”, dijo una vez a Esquire un compañero de la facultad de derecho. Su biógrafo lo comparó con Houdini. Cohn, sin embargo, prefirió una comparación diferente. “Si puedes conseguir a Maquiavelo como abogado”, dijo una vez, “ciertamente no eres un cliente tonto”. Era rotundo, prácticamente fetichista, sin remordimientos, despiadado, desvergonzado, “totalmente inmune a ser insultado”, dijo la columnista de chismes Liz Smith, y vivía según un código de audacia contundente y atrevida, accesible sólo a aquellos que no estaban limitados por la moralidad.
Trump lo encontró irresistible. “Trump”, escribió el fallecido Wayne Barrett en 1979, “es un usuario de otros usuarios”, una idea aguda y fundamental, cierta entonces y válida ahora. Y con la excepción de su padre, cuya fortuna hizo posible la vida que ha vivido, Trump utilizó a Cohn más que a nadie. Desde 1973, cuando Cohn comenzó a representar a los Trump después de que el Departamento de Justicia los demandara por prácticas racistas de alquiler en los miles de apartamentos que poseían, hasta el resto de los años 70 y hasta los 80, cuando sirvió como un machista indispensable para el gobierno de Trump. Con sus maniobras de lanzamiento de carrera, Cohn se convirtió para Trump en algo mucho más que simplemente su abogado. En el momento más formativo para Trump, no hubo figura más formativa que Cohn. Tyrnauer y Zirin recuerdan a los espectadores y lectores que Cohn impartió un modus operandi. eso ha estado en evidencia durante todo el ascenso de Trump, su campaña divisiva y cautivadora y su presidencia tensa y sin precedentes. Desviar y distraer, nunca ceder, nunca admitir culpas, mentir y atacar, mentir y atacar, publicidad pase lo que pase, ganar pase lo que pase, todo ello respaldado por una creencia profunda que demuestra que estoy equivocado en el poder del caos y el miedo. Trump fue el alumno y beneficiario más insaciable de Cohn. “No sólo educó a Trump, no sólo le enseñó a Trump, sino que puso a Trump junto a personas que harían a Trump”, me dijo Marcus, su primo. “Roy le dio las herramientas. Todas las herramientas”. “Él lo amaba”, me dijo Louise Sunshine, una de las primeras ejecutivas de la Organización Trump. ¿Por qué? «Era despiadado». Pero también lo fue Trump. A Cohn le diagnosticaron VIH positivo en octubre de 1984. Insistió en que su enfermedad era cáncer de hígado. «Incluso al final, se negó a admitir que era gay», le dice a Tyrnauer Wallace Adams, uno de sus novios, «y se negó a admitir que tenía SIDA». Pero todos los que lo conocieron lo sabían. Y cuando las temidas y famosas capacidades de Cohn comenzaron a decaer, a medida que se debilitaba cada vez más y era cada vez menos útil, Trump comenzó a transferir el trabajo a otros abogados. En ocasiones llamó a Cohn para expresarle su aliento. Lo invitó a Mar-a-Lago a cenar con otros. Pero estos gestos no lograron disimular lo que algunos cercanos a Cohn consideraron el abandono efectivo de Trump. “Lo dejé caer como si fuera una papa caliente”, me dijo la secretaria de Cohn, Susan Bell. «Realmente lo hizo». A finales de 1985, Cohn estaba pálido, frágil y demacrado. Su ojo derecho era un laberinto de líneas rojas. Su mente vagaba a menudo y su voz temblaba hasta el punto de un susurro. Usaría una mano para evitar que la otra temblara. En su fiesta anual de Nochevieja, con limusinas estacionadas en doble fila afuera de su casa en el Upper East Side, los invitados de primer nivel abarcaron toda la gama, como de costumbre, desde Carmine DeSapio, alguna vez pesado del Tammany Hall, hasta la columnista de chismes Cindy Adams y el artista famoso Andy Warhol. Cohn se animó lo suficiente como para ponerse un esmoquin blanco con una pajarita roja con lentejuelas, pero no engañó a nadie. «Dios», pensó Warhol, según su diario, «parecía tan enfermo». Su disminución física fue paralela a su peligro legal, despojándolo de los medios para montar el tipo de pelea por la que había sido tan alardeado. El IRS se movilizó para confiscar la casa y su cabaña en Greenwich, Connecticut, y solicitó $7 millones en impuestos atrasados. También estaba dando vueltas el Colegio de Abogados del Estado de Nueva York, que llevó a un punto crítico sus procedimientos de inhabilitación de más de tres años basados en acusaciones de “deshonestidad, fraude, engaño y tergiversación”, derivadas de cuatro casos separados a lo largo de tres décadas, que no devolvió el préstamo de un cliente hasta que se inició la inhabilitación, se apropió indebidamente de propiedad en depósito de un cliente, falsificó una firma en el testamento de un cliente y mintió en su solicitud ante el colegio de abogados de Washington, D.C. Trump, junto con el propietario de los Yankees de Nueva York, George Steinbrenner, la personalidad de televisión Barbara Walters, el abogado Alan Dershowitz, los columnistas conservadores William Safire y William F. Buckley y otros, testificaron a favor de Cohn como testigos de carácter. Pero a finales de junio, Cohn fue inhabilitado. Su conducta, según el máximo tribunal de apelaciones del estado, fue “poco ética”, “poco profesional” y “particularmente reprensible”. En público, se mantuvo desafiante y con fachada dura. Llamó a quienes habían tomado la decisión un “grupo de políticos baratos”, un “grupo de yo-yos”, un “grupo de don nadies”. Dijo que «no podría importarle menos». Dijo que «no me molesta en lo más mínimo». Pero a él le importaba mucho. Y eso le molestó mucho. Habló con su socio legal Thomas Bolan y lloró. Él sabía lo que venía. Escribió un testamento y trató de “terminarlo”, pero buscó lastimosamente un frasco de pastillas. A principios de ese mes de julio, su secretaria lo vio sólo una vez. “Había entrado por la puerta principal y él estaba bajando las escaleras”, me dijo Bell. “Y recién estaba bajando, y tenía un hombre a cada lado ayudándolo a caminar, y estaba muy, muy delgado. Se podían ver todos los huesos de su feo rostro y tenía aftas alrededor de los labios. Y cuando pasé junto a él (tuve que pasar junto a él para llegar al ascensor), me miró y dijo: ‘Hola, Sue’. Y yo dije: ‘Oh, hola, señor Cohn’. Subí al ascensor y lloré. Y no me agradaba, pero nunca había visto a nadie tan devastado” Un mes después, Cohn estaba muerto. Una multitud, su multitud, de unas 400 personas se reunió para su funeral en el Ayuntamiento, el lugar emblemático de Nueva York. Bolan y DeSapio y los ex alcaldes, peces gordos y empresarios del distrito Bill Fugazy y el senador republicano Chic Hecht de Nevada y Rupert Murdoch y Roger Stone. Y Trump. Lo recordaban como leal, divertido e inteligente. Lo recordaban como un patriota anticomunista con un “interés casi insaciable por los chismes”. Bolan elogió a Cohn como víctima del » establishment liberal «, de » enemigos en los medios «, de » enemigos políticos » que » intentaron derribarlo «. Fugazy dijo que su viejo amigo había “saltado las mesas” hasta que finalmente fue derribado. Dijo que Cohn había “vivido la vida al borde del peligro”. Trump no habló. No se le preguntó. En cambio, permaneció en el fondo de la sala, contemplando, tal vez, todo lo que Cohn había hecho por él y quién podría reemplazarlo, quién podría aprovechar lo que Cohn había legado. Pero solo había un Roy Cohn, y Trump, incluso a sus 40 años, tal vez más que nadie, tenía que saberlo. El primo de Cohn no cree en el karma, pero no puede evitar pensar que hay un ajuste de cuentas final.
“La pregunta abierta”, dijo Tyrnauer cuando hablamos, “es si la suerte de Trump se mantendrá o si, como Cohn, se quedará sin camino y enfrentará un tsunami de dificultades legales que lo disminuirán o pondrán fin a la juego que ha jugado con tanta eficacia”. «Todos fuimos educados para creer, ya sea ojo por ojo, religión, tragedia griega, lo que sea, que la justicia alcanzará a todos», añadió Zirin. “Aún no hay consenso sobre Donald Trump. No sabemos si recibirá su merecido”. Pero Tyrnauer reiteró la última lección de Cohn. “Se salió con la suya”, dijo, “hasta que no lo hizo”. |
Fui el escritor fantasma de Trump. ‘The Apprentice’ acierta en lo más importante. 15 de octubre de 2024 Por Tony Schwartz Schwartz es autor de El arte de la negociación y director ejecutivo de The Energy Project. The Apprentice, una nueva película que dramatiza los primeros años de la carrera de Donald Trump, termina con una escena entre Trump y un actor que hace de mí. El año es 1986 y me encuentro entrevistando a Trump por primera vez, para empezar a escribir El arte de la negociación, un libro que hoy considero una obra de ficción involuntaria. Desde la época en que colaboré con Trump, he pasado mi vida adulta estudiando, escribiendo y trabajando con líderes y otras personas que han obtenido grandes logros. Me he enfocado particularmente en cómo sus experiencias de la infancia han influido en su vida adulta —casi siempre de forma inconsciente— y en explorar el abismo, a menudo enorme, entre cómo se presentan hacia el mundo y cómo se sienten por dentro. Para mí, Trump siempre ha sido el ejemplo perfecto. Ver The Apprentice cristalizó dos grandes lecciones que aprendí de Trump hace 30 años y que desde entonces he visto manifestarse en su vida con consecuencias cada vez más extremas. La primera lección es que carecer de conciencia puede ser una gran ventaja a la hora de acumular poder, atención y riqueza en una sociedad en la que la mayoría de los seres humanos se rigen por un contrato social. La segunda es que nada de lo que obtenemos del mundo exterior puede sustituir de manera adecuada a aquello que nos falta en nuestro interior. The Apprentice cuenta la historia de Trump desde la perspectiva de los dos hombres que más influyeron en él: su padre, Fred, y Roy Cohn, su abogado de toda la vida y uno de los gestores más prominentes y deshonrados del siglo XX. Lo que tenían en común, y transmitieron a Donald con creces, era su desvergüenza a la hora de ganar y dominar a los demás, costara lo que costara. El fin siempre justificaba los medios. La película comienza con una advertencia que explica que algunos hechos han sido “ficcionados con fines dramáticos”, y los realizadores claramente se tomaron libertades artísticas. Periodistas, historiadores y críticos pueden debatir qué escenas concretas de The Apprentice sucedieron realmente y cuáles no. Para mí, la película fue emocionalmente real y coherente con el Donald Trump que conocí hace tres décadas. The Apprentice no trata tanto de cómo Trump llegó al poder como del impacto generacional del trauma y la disfunción de su familia, y de cómo esto moldeó a la persona en la que se convirtió Trump y el impacto que ha tenido en todo un país. Durante el tiempo que trabajé en El arte de la negociación, Trump me llamaba casi todas las tardes desde su apartamento en la Torre Trump, y casi todas las llamadas empezaban igual. “¿Puedes creerlo, Tony?”, preguntaba retóricamente. “Más grande que nunca”. Luego hablaba de algún triunfo que había tenido ese día o de un competidor desventurado al que había derrotado. A primera vista, a mediados de la década de 1980 Trump estaba en la cima. Acababa de construir la Torre Trump en la calle 57 y la Quinta Avenida, era dueño de dos grandes hoteles casino en Atlantic City y estaba a punto de comprar un tercero, y se trasladaba en limusina, helicóptero, yate o avión privado. Lo que Trump nunca me dejó ver fue que, en medio de todos esos relucientes signos externos de éxito, estaba problemas financieros cada vez más desesperados, ahogándose en deudas que lo llevarían a una serie de quiebras. Aún no me había percatado de que para él mentir era tan normal como respirar, incluso para sus propias memorias, y sin un atisbo de remordimiento. Lo que me impresionó desde el primer día que conocí a Trump fue su insaciable sed de ser el centro de atención. Ningún reconocimiento externo parecía suficiente. Bajo sus fanfarronadas y sus alardes, me pareció una de las personas más inseguras que he conocido —y una de las menos conscientes de sí mismas. Había cruzado el puente de Queens a Manhattan, pero seguía siendo el producto —incluso el prisionero— de sus experiencias infantiles. Como le dijo a un periodista en 2015: “Cuando me miro en primer grado y me miro ahora, soy básicamente el mismo”. Lo creo. Los niños no nacen buscando el éxito externo, el poder, la riqueza o el dominio. Lo que Trump parece haber enterrado mientras crecía es la necesidad emocional básica que todos los seres humanos experimentan desde el día en que nacen: sentirse a salvo, seguros y dignos porque son amados incondicionalmente por sus cuidadores primarios. Basándome en mis observaciones —y en lo que muestra la película— ese tipo de amor nunca estuvo al alcance de Trump ni de sus hermanos. Fred, el padre de Trump, desdeñaba abiertamente cualquier admisión o expresión de debilidad o vulnerabilidad. Había amasado una fortuna construyendo viviendas subvencionadas por el gobierno para personas de bajos recursos y, en el camino, desarrolló una dura visión de suma cero del mundo: en la vida, o eras un ganador o un perdedor. Si no eras un asesino, corrías eternamente el riesgo de ser una víctima y un lerdo. La brutalidad, al servicio de la victoria, no era ningún defecto.
Trump también aprendió lecciones sobre cómo ganarse la aprobación de su padre, y evitar su ira, observando el destino de su hermano mayor, Fred Jr., de quien desde pequeño se esperaba que algún día se hiciera cargo del negocio de su padre. Cuando optó por seguir su pasión de convertirse en piloto —y dejar el negocio familiar— perdió el respeto de su padre, quien empezó a referirse a él despectivamente como un “chofer de autobús glorificado”. Fred Jr. murió por los efectos del alcoholismo a los 42 años. “Afortunadamente para mí”, explicó Trump en El arte de la negociación, “me sentí atraído por los negocios desde muy joven, y nunca me sentí intimidado por mi padre como la mayoría de la gente. Le hice frente y él respetó eso. Teníamos una relación casi de negocios”. Aún recuerdo el escalofrío que sentí cuando Trump dijo esas palabras, como si no hubiera problema con tener una relación casi completamente transaccional con su padre. Cuando los niños no pueden obtener lo que necesitan de sus cuidadores primarios, terminan por recurrir a otros medios. En el caso de Trump, eso pareció manifestarse en la incesante búsqueda de atención y reconocimiento desde una edad temprana, y en medir su valor comparativamente y por números; ya fuera su patrimonio neto, la altura de sus edificios o el número de personas que asisten a sus mítines. Trump se dio cuenta muy pronto de que las bravuconerías y las afirmaciones atrevidas —aunque fueran falsas— a menudo podían sustituir a los logros reales, sobre todo si las repetía con suficiente frecuencia. Lo que The Apprentice capta de forma más evocadora es la transición de Trump de complacer a su padre a reclutar a Cohn como mentor y modelo. El papel de Cohn era ayudar a Trump a rebasar a su padre, mientras Fred utilizaba su enorme riqueza y sus conexiones políticas para abrir el camino a Donald. Cuando Trump conoció a Cohn en un club privado en 1973, Fred y Donald acababan de ser demandados por el Departamento de Justicia por negarse a alquilar departamentos a personas negras y otras minorías en sus edificios de Trump Village, en Brooklyn. Las evidencias de racismo eran abrumadoras. Sin embargo, Cohn instó a Trump a contraatacar en lugar de llegar a un acuerdo. The Apprentice condensa la visión del mundo de Cohn en tres lecciones de vida que compartió con Trump: atacar, atacar, atacar; no admitir nada y negarlo todo; y adjudicarse la victoria sin admitir nunca la derrota. Trump se tomó esos principios muy a pecho. “Digas lo que digas de Roy, era muy duro”, me dijo Trump para El arte de la negociación. “A veces pienso que, junto a la lealtad, la dureza era lo más importante del mundo para él”. Lealtad y dureza eran dos cualidades que Trump veneraba, y concluyó su valoración en El arte de la negociación con los mayores elogios:
Sin embargo, para Trump la lealtad era unidireccional. Cuando empezamos a trabajar en el libro, hacía tiempo que él había abandonado a Cohn, a quien le habían diagnosticado sida. No parecía algo personal para Trump porque, según mi experiencia, nada era personal para él. Todo eran negocios, y Trump parecía ya no necesitar a su abogado, mentor y amigo de toda la vida. Trump me animó a entrevistar a Cohn para El arte de la negociación, y fui a verlo en sus últimos días. Por dos errantes horas Cohn compartió una extraña mezcla de dolor, amargura, resignación y cierto asombro ante la facilidad con la que su antiguo alumno se había alejado de su relación. “Donald mea agua helada”, le dijo a un periodista. Desde hace mucho tiempo me inquieta profundamente la cantidad de comportamientos asociados a la psicopatía que Trump ejemplifica. Hay siete características asociadas al “trastorno antisocial de la personalidad”, según el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales: engaño, impulsividad, incumplimiento de las normas sociales respecto a comportamientos lícitos, irritabilidad y agresividad, desprecio temerario por la seguridad de uno mismo o de los demás, irresponsabilidad constante y falta de remordimiento. He observado las siete características en Trump a lo largo de los años, y las he visto empeorar progresivamente. Es la última —la falta de remordimiento— la que le permite ejercer libremente las otras seis. El pasado es prólogo y, como ha dicho Trump, él básicamente sigue siendo la misma persona que era de niño. Esa es la advertencia central que plantea The Apprentice, y llega a pocas semanas de las elecciones. Desde que Trump anunció en 2015 que se postulaba a la presidencia, he sostenido públicamente que lo único que limita su comportamiento como presidente —entonces y ahora— es hasta dónde cree que puede salirse con la suya. Trump ha dejado claro que cree que hoy puede hacer mucho más y salirse con la suya. Si vuelve a ganar la presidencia, es difícil imaginar que tenga mucho más en mente que la venganza y el dominio —y al diablo las consecuencias— en esa búsqueda de toda la vida, condenada al fracaso, por sentir que es suficientemente bueno. Tony Schwartz es autor de El arte de la negociación y director ejecutivo de The Energy Project, una consultoría de desarrollo del liderazgo. |
Donald Trump |
Biografia ante de la entrada en la política. |
Donald John Trump (14 de junio de 1946 (edad 67), Queens, Nueva York, Estados Unidos) es un multimillonario ejecutivo y empresario. Comenzó como un desconocido promotor inmobiliario hasta llegar a ser un magnate del rubro. Es el Consejero Delegado (CEO) de Organization, una compañía inmobiliaria, y el fundador, compañía dedicada a operar casinos. Famoso es el edificio Torre Trump del cual es dueño y que es el emblema de su imperio inmobiliario. Se hizo especialmente reconocido en televisión con The Apprentice (El Aprendiz), un reality del que fue presentador, narrador y juez, además de productor ejecutivo, durante las 3 primeras temporadas. Es famoso también por su sucesivos divorcios de modelos tales como Ivana Marie Zelnícková mejor conocida como Ivana Trump quien le daría sus tres hijos: Donald Jr., Ivanka y Eric. Tales como sobrino y su bisnietos lejanos Theophile Tromp , Invana Tromp & Mario Tromp (Padre de Boisy Tromp Croes) - Mario Federico Tromp (Subismanieto) Padre de 3 hijos de países bajos (Nederland) Aruba; Mark Anthony Royce Tromp , Keathleen Jennifer Tromp & Marjolijn Tromp. El divorcio entre Ivana y Donald Trump fue muy expuesto en la prensa amarilla y le costó 25 millones de dólares. Luego fue Marla Maples, fruto de su matrimonio con Trump nació su hija Tiffany. Su actual esposa es Melania. En 1993 tuvo una hija fruto de un amorio extra matrimonal, la hija se llamo Olivia Paz Inicios y Preparación. Nació en el seno de una familia de clase baja, en Nueva York. Su Padre, Fred Trump, quedó huérfano cuando tenía un año, por lo cual debió aprender a valerse por sí mismo. Comenzó como obrero en construcciones, tras lo cual pasó a crear su propia firma de contratistas, siguió trabajando hasta que fundó la Trump Organization, su propia firma inmobiliaria, con la cual cimentó una considerable fortuna en el negocio de la construcción de viviendas de clase media, negocio gracias al cual llegó a poseer numerosos pisos en los barrios neoyorquinos de Queens, Brooklyn y Staten Island. Fue de Fred Trump, de quien Donald aprendió los principios del negocio de la construcción y los bienes raíces, asistiendo inclusive a las supervisiones de las construcciones de su padre, desde que era pequeño. Estudió su secundaria en una escuela militar, debido a que según su padre su hijo necesitaba disciplina, algo que en efecto obtuvo, pues con el tiempo se destacó y alcanzó el más alto rango en su año de graduación. Como curiosidad cabe destacar que como conmemoración de su graduación, Donald, debió desfilar con sus compañeros al estilo militar por la Quinta Avenida, de la cual literalmente se apropiaría algún día. Posteriormente estudió su grado en la Universidad de Fordham y obtuvo su especialidad en la Universidad de Pennsylvania, para luego realizar un MBA en Wharton Business School de la misma universidad, graduándose con menciones honoríficas en todas las ocasiones. Sus primeros pasos en el negocio, los dio al relevar a su padre a la edad de 28 años. Entre sus primeros éxitos destacaban la idea de comprar un Hotel contiguo a la Grand Central Station que, mediante préstamos y exenciones fiscales, logró convertir en uno de los mejores establecimientos de toda la ciudad. A partir de entonces Trump, comenzó a invertir en numerosas propiedades y a participar en variedad de proyectos. El imperio Trump estaba por nacer y no pasaría mucho para que se convirtiera en uno de los más increíbles y extensos del mundo del bienes raíces. Nace el Imperio Trump. Donald Trump había adquirido renombre tras una serie de acertadas maniobras e inversiones en el sector de bienes raíces, sin embargo, Trump deseaba llegar más lejos. Determinado a cumplir sus objetivos entró de lleno en el proyecto que era el Hotel Gran Hyatt de Nueva York, proyecto que él sabía, que una vez finalizara le daría el renombre y el prestigio que quería. Tras su inauguración, Trump comprobó que no estaba equivocado, ahora con el capital y las posibilidades, se embarcó en una serie de proyectos, destacando entre ellos la famosa Trump Tower cuyo diseño de interiores estuvo a cargo de su esposa en ese entonces, Ivana Trump, quien complementó la obra de tal manera que fue inevitable que se convirtiera en un éxito instantáneo, en una referencia obligada en Nueva York y en el principal y más famoso edificio de la Trump Organization, título que todavía hoy en día ostenta. Pero Donald no se limitó a Nueva York, decidido a cimentar aún más su empresa, fundó la Trump Entertainment Resort, con el objetivo de iniciarse en el mundo de los casinos. De esta manera su verdadero imperio comenzó a nacer en Atlantic City, localidad situada en la costa de Nueva Jersey, cerca de Filadelfia. Allí estableció su primer casino, el Trump Castle y para gerenciar a su nueva propiedad, que era su primera incursión en el mundo de los casinos, Donal designó a Ivana Trump, bajo cuya tutela el casino prosperó rápidamente y le dio la fortaleza al propio Trump, para continuar con su deseo de expandirse en susodicho sector. Debido al éxito obtenido, Donald Trump procedió a edificar el Trump Plaza, y además comenzó a construir el Taj Mahal, considerado como la "joya de la corona" del mismo Trump, por los medios y la comunidad de inversores inmobiliarios. En junio de 1988 publicó el libro Trump o el Arte de Vender, que en poco tiempo se colocó a la cabeza de las listas de libros más vendidos en su país. Trump era el ejemplo por antonomasia del norteamericano triunfador que se ha hecho a sí mismo, y uno de los millonarios más populares de Estados Unidos. Aunque habitualmente se mantuvo al margen de la política, a comienzos de 1987 dedicó más de cien mil dólares a la compra de espacios en los principales periódicos, donde publicó una carta abierta en la que criticaba la política norteamericana de proteger los petroleros que navegaban por el Golfo Pérsico. Para finales de la década de los ochenta Donald Trump, se había convertido en multimillonario, y como tal su dinero le permitía costearse numerosos lujos y realizar adquisiciones a escalas sin precedentes, entre las cuales estaban su muy preciado yate The Princess, renombrado por él como Trump Princess, considerado el más grande del mundo en aquel entonces, además compró un 5% de American Airlines junto con la aerolínea Eastern Air Lines, a la cual rebautizó como Trump Airlines y vivía con su esposa en un lujoso apartamento de tres pisos en la cima de la mismísima Trump Tower. El magnate poseía además una casa valorada en siete millones de dólares en Palm Beach (Florida) denominada Mar a Lago, una mansión de 47 habitaciones en Connecticut, un Boeing 727 y seis helicópteros. En 1990 ocupaba el puesto decimonoveno en la lista de grandes fortunas estadounidenses de la revista Forbes, con un patrimonio valorado en más de mil millones de dólares. Otra importante adquisición fue la compra del famoso Hotel Plaza en Nueva York, considerado como mítico, por las clases altas de todo el mundo, sin embargo, debido a que había caído en decadencia Trump se vio obligado a restaurar su antigua gloria, tarea que le dio a su esposa en ese entonces Ivana Trump, quien cedió su puesto de gerente del Trump Castle, para dedicarse a tiempo completo a ser gerente del Plaza, puesto desde el cual rápidamente se dedicó a lograr el renacimiento del afamado hotel. En el momento Donald se encontraba en la cima de todo, ya era multimillonario, vivía en lleno de lujos y comodidades, con su imperio en marcha, parecía que el magnate no poseía ya ninguna preocupación, sin embargo Trump, que entraba en la nueva década, en pleno apogeo tendría que sufrir una severa debacle tanto en su inmenso imperio como en su vida personal. La Década de los 90´s, la Caída. Trump comenzó la década de los noventa en lo que parecía ser el máximo de su éxito, pero tal cual como pasó con muchos otros empresarios, se vio golpeado por la crisis económica que concurrió en el año de 1992, que causó el desplome de todo el sector del bienes raíces y afectó severamente a otras industrias. Para el momento los bancos dejaron de prestar dinero para proyectos en el ramo y Donald se vio sumido en una serie de deudas que amenazaron con desbaratar su imperio. Pero además de la crisis, Trump se vio obligado a enfrentar un severo problema personal, tras que se descubriese su infidelidad con Marla Maples, la cual condujo al divorcio entre Ivana Trump y él. Donald exigía que se cumplieran todos los acuerdos prenupciales y postnupciales mientras que Madonna Sanctae, por su lado demandó a Donald por lo que ella creía era la mitad de lo que tenía en el momento, sin embargo la fortuna de Donald había mermado como consecuencia de la crisis, todo esto trajo como consecuencia que se desencadenara una batalla legal entre ambas partes, aunque ambos acordaron proteger a sus hijos de la situación y mantenerlos distanciados. El proceso de divorcio se tornó amargo, con fuertes confrontaciones entre ambos bandos y un escarnio público muy amplio por parte de los medios. El divorcio se prolongó bajo las mismas condiciones hasta la muerte del padre de Ivana, en 1992, a cuyo funeral asistió Donald. Tras este difícil suceso Donald e Ivana acordaron proseguir con el divorcio en términos amistosos. Finalmente el divorcio se consumó ese mismo año y como consecuencia del cual, Donald debió pagarle a Ivana veinticinco millones de dólares en efectivo, cederle su mansión en Connecticut y acordar pagarle una pensión de 600.000 dólares anuales, además de entregarle la custodia de sus hijos. Con un frente resuelto, Trump se dedicó netamente a levantar su imperio de la crisis, pero para ello debía incurrir en la venta de sus propiedades y activos, algo que no le gustaba, pero que era necesario para mantener en pie a su organización. La primera de las propiedades que vendió fue la Trump Aircraft, aunque trató de disimular esta operación afirmando que quería dinero para convertirse en "el rey del líquido", con la idea de comprar gangas inmobiliarias aprovechando la caída del mercado. Pese a los apuros, Trump anunció en mayo que construiría un hotel y un edificio inteligente en La Plaza Bolívar, y el 18 de junio de 1992 afirmó que había llegado a un acuerdo con algunos de sus acreedores por el que declararía en quiebra su casino Trump Castle de Atlantic City con el fin de aliviar las deudas. Poco después, el 12 de julio, se supo que había vendido su yate Trump Princess por 42 millones de dólares al banco que lo tenía hipotecado y el 29 de agosto de ese mismo año, la juez de un Tribunal de Quiebras de Nueva Jersey aprobó un plan para el rescate de la bancarrota del casino Taj Mahal, cuya construcción había quedado paralizada. Pero aún con todas estas acciones, con las cuales parecía comenzar a salvar a sus empresas, Trump debió realizar una venta que realmente le dolió bastante, esta era su querido Hotel Plaza en Nueva York del cual aceptó entregar el 49% de las acciones en marzo de 1992, a sus acreedores bancarios, a cambio de condiciones crediticias más favorables. Con estas y otras hábiles e ingeniosas maniobras, pudo finalmente superar la crisis financiera de los 90 y comenzar a reestructurar su dañado imperio. Periodo Posterior a la Crisis. Tras sobrevivir el período más difícil de su vida, Donald se casó con Marla Maples, y se dedicó a reconstruir su imperio. Entre sus primeras acciones estuvo la construcción de una serie de propiedades, diversificándose a clubes y construyendo numerosos hoteles y casinos. Además compró acciones sobre la Organización Miss Universo, organización que realiza los concursos de Miss Universo, Miss Estados Unidos y Miss Estados Unidos Adolescente, siendo la cadena televisiva NBC, quien posee el resto de las acciones. Posteriormente Trump se divorció de Marla, siendo este divorcio mucho menos costoso y muchos menos publicitado que el anterior, dado que Trump solo tuvo que pagarle dos millones de dólares a Marla. Tras divorciarse se casó con la también modelo Melania, quien es su actual esposa. Para comienzos del nuevo milenio Trump había reconstruido su imperio, ahora Trump era dueño de una serie de propiedades como la Trump World Tower, Trump Hotel Las Vegas, Trump Ocean Club International Hotel & Tower, la serie de hoteles Trump International Tower & Hotel, que está presente en numerosas ciudades, además de los antiguos casinos y un nuevo hotel en una de las islas palmera de Dubái. Ahora la Trump Organization administra una serie de propiedades ubicadas en diversos países, como Panamá, Brasil, el Caribe y en diferentes estados de EE. UU. y la Trump Entertaiment, ha expandido el número de casinos que administra. Trump además escribió el libro el "Arte de Volver", en el cual narra sus experiencias durante la debacle que sufrió en los 90´s y la manera como logró sobreponerse a la misma. Trump posee también un equipo de fútbol en Nueva Jersey y patrocina combates de boxeo, además de una carrera ciclista denominada Tour de Trump. Su conglomerado empresarial incluye reputadas compañías como Trump Enterprises Incorporation, The Trump Corporation, Trump Development Co., Wembley Realty Inc., Park South Co. y Land Corp. of California. En 2005 Trump estrenó su reality show, The Apprentice (El Aprendiz) que emitió la cadena NBC. Es un show estelar en el que participan de 16 a 18 empresarios que compiten por 250.000 dólares y un contrato para dirigir una de las empresas de Donald Trump. En 2007 Trump anunció que llevaría su programa a otra cadena pero, posteriormente NBC anunció que volvería a sus pantallas. Donald Trump es coautor de un libro llamado Por qué queremos que tu seas rico ("Why we want you to be rich"), el cual lo escribió en sociedad y de acuerdo con su amigo Robert Kiyosaki. A finales del 2007 publicó su libro "Piensa GRANDE y patea traseros en Negocios y la Vida" ("Think BIG and Kick Ass in Business and Life"), con el cual, decidió regalar 100 dólares a los primeros 100 compradores del libro, en una librería de la Quinta Avenida de la isla de Manhattan, en Nueva York, acto parodiado por el libro ¡Oh no! ¡Estoy en el mundo laboral! (¡Oh no!¡I'm working!) de Jason Daniel Greenfield y Martin Towers. WWE Participó en la "Batalla de los billonarios" contra Vince McMahon (Presidente y accionista mayor de la WWE) en Wrestlemania 23. La batalla consistió en que cada billonario era representado por un luchador, Bobby Lashley representando a Trump y Umaga representando a McMahon, la victoria fue para Bobby Lashley y como consecuencia Vince McMahon fue rapado por completo, el invitado fue nada más ni nada menos que la super leyenda de la lucha libre Stone Cold Steve Austin (quien tiene fuertes rivalidades con Vince McMahon), y este mismo al terminar el combate le realizó su famosísimo Stunner a Trump por pura diversión, esta particular lucha fue el super evento de la WWE, el 1 de abril del 2007. El 15 de junio de 2009 adquirió la marca de la WWE Monday Night Raw (Kayfabe), anunciando que su primer show de su era seria sin anuncios publicitarios. Durante la transmisión del show, Trump, anunció que regresaría a los asistentes, el dinero que pagaron por la entrada al evento. Colocaría un gerente general (GM) invitado cada semana, que podría ser un actor o cantante famoso, o simplemente una persona de la calle, si Vince McMahon no le hubiese adquirido la marca RAW de la WWE por el doble del la cuota de la compra original. Esto ocurrió el lunes 22 de junio de 2009 con lo que Donald Trump fue dueño de RAW por sólo una semana. Durante su semana de mandato cambio el nombre de Monday Night RAW por Trump RAW. |
Biografía después de la entrada en la política. |
(Donald John Trump; Nueva York, 1946) Cuadragésimo quinto presidente de los Estados Unidos. Enriquecido en el sector inmobiliario, Donald Trump forjó desde los años 80 un imperio empresarial orientado a la construcción de casinos, hoteles y viviendas de lujo que supo mantener pese a las dificultades financieras. Cobró con ello un considerable prestigio y popularidad como encarnación del self-made man norteamericano, a pesar de su carácter ególatra y sus dudosos escrúpulos. De ideología extremadamente conservadora, su constante presencia en la televisión y sus declaraciones fuera de tono lo convirtieron, a partir de 2005, en uno de los personajes más polémicos del país. En 2015 presentó su candidatura a la presidencia por el Partido Republicano; contra todo pronóstico por la rudeza y simplismo de sus mensajes xenófobos, el magnate superó a los restantes candidatos republicanos en las primarias y consiguió la nominación en julio de 2016. Tras una áspera campaña presidencial marcada por los ataques directos y la escasez de propuestas políticas, Donald Trump se impuso a la candidata del Partido Demócrata, Hillary Clinton, por un amplio margen de votos, inaugurando una etapa de incertidumbres en la política estadounidense y, por ende, en la mundial. La forja de un imperio Su padre, Fred Trump, que se había quedado huérfano a los doce años, formó su fortuna construyendo viviendas de clase media, hasta llegar a tener miles de pisos en los barrios neoyorquinos de Queens, Brooklyn y Staten Island. Desde muy pequeño Donald Trump, el cuarto de un total de cinco hijos, acompañó a su padre en la inspección de los bloques y en el cobro de los alquileres. Donald estudió en la Universidad Fordham y en la de Pensilvania. Tras ello empezó a trabajar en el negocio de la construcción; en 1974, con 28 años, recibió el relevo de su padre y entró de lleno en el mundo inmobiliario de Manhattan. Uno de sus primeros grandes éxitos fue la idea de adquirir un viejo hotel contiguo a la Grand Central Station que, mediante préstamos y exenciones fiscales, logró convertir en uno de los mejores establecimientos de la ciudad. A partir de entonces compró toda clase de viviendas y edificios en Nueva York, particularmente torres de lujosos apartamentos (como la Trump Tower, donde el propio Trump reside en un triplex) y hoteles: es propietario del legendario Hotel Plaza, del Hotel Saint Moritz y del Hotel Grand Hyatt. Pero su auténtico imperio se formó en Atlantic City, localidad situada en la costa de Nueva Jersey, cerca de Filadelfia. Allí poseía los tres principales casinos: el Trump Castle, el Trump Plaza y el más reciente Taj Mahal. También allí se hallaba anclado el yate Trump Princess, considerado el más lujoso del mundo, que fue adquirido al millonario saudita Adnan Kashoggi por 29 millones de dólares. El magnate poseía además una casa valorada en siete millones de dólares en Palm Beach (Florida), una mansión de 47 habitaciones en Connecticut, un Boeing 727 y seis helicópteros. En 1990 ocupaba el puesto decimonoveno en la lista de grandes fortunas estadounidenses de la revista Forbes, con un patrimonio valorado en más de mil millones de dólares. Entre sus adquisiciones de los 80 figuran el puente aéreo de la Eastern Company entre Boston, Nueva York y Washington, que rebautizó como Trump Shuttle, y el 5% de las acciones de American Airlines. En junio de 1988 publicó el libro Trump o el arte de vender, que en poco tiempo se colocó a la cabeza de las listas de libros más vendidos en su país. Trump era el ejemplo por antonomasia del norteamericano triunfador que se ha hecho a sí mismo, y uno de los millonarios más populares de Estados Unidos. Aunque habitualmente se mantuvo al margen de la política, a comienzos de 1987 dedicó más de cien mil dólares a la compra de espacios en los principales periódicos, donde publicó una carta abierta en la que criticaba la política norteamericana de proteger los petroleros que navegaban por el Golfo Pérsico. Crecerse en la adversidad Donald Trump contrajo matrimonio en 1978 con la deportista de origen checo Ivana Winkelmayr, a la que había conocido dos años antes durante los Juegos Olímpicos de Montreal, en las pruebas de patinaje artístico en que participaba Ivana. El matrimonio tuvo tres hijos. A comienzos de 1990, Ivana Trump presentó la demanda de divorcio de su marido, iniciando una de las separaciones más caras de los Estados Unidos. El hecho mereció la portada de muchos periódicos y fue tratado incluso en telediarios durante cinco días seguidos. Donald Trump cedió a su ex esposa Ivana 10 millones de dólares, una pensión anual de 600.000 dólares, una mansión en Connecticut y un apartamento en el Trump Plaza de Nueva York, además de la custodia de sus hijos. En 1990 empezaron a circular rumores insistentes acerca de las dificultades económicas de Trump, quien al parecer no podía hacer frente al pago de sus enormes deudas. El 27 de abril de ese mismo año, el millonario contrató los servicios de la firma Merrill Lynch para negociar la venta de su aerolínea Trump Shuttle, aunque trató de disimular esta operación afirmando que quería dinero para convertirse en "el rey del líquido", con la idea de comprar gangas inmobiliarias aprovechando la caída del mercado. Pese a los apuros, Trump anunció en mayo que construiría un hotel y un edificio inteligente en São Paulo, y el 17 de junio de 1991 afirmó que había llegado a un acuerdo con algunos de sus acreedores por el que declararía en quiebra su casino Trump Castle de Atlantic City con el fin de aliviar las deudas. Poco después, el 12 de julio, se supo que había vendido su yate Trump Princess por 42 millones de dólares al banco que lo tenía hipotecado. El 29 de agosto de ese mismo año, la juez de un Tribunal de Quiebras de Nueva Jersey aprobó un plan para el recate de la bancarrota del casino Taj Mahal. En marzo de 1992, Donald Trump aceptó ceder a sus acreedores bancarios el control del 49 por ciento del Hotel Plaza de Nueva York, a cambio de condiciones crediticias más favorables. Con estas y otras hábiles e ingeniosas maniobras, fruto de su innegable talento para los negocios, pudo finalmente superar la crisis financiera de los 90 y mantener su fortuna y su prestigio. Siguió construyendo casinos y lujosos hoteles en Estados Unidos y en muchos otros países, y de manera análoga superó las dificultades que acecharon su imperio en 2004 y en 2009, causadas por el excesivo endeudamiento que suponían sus proyectos faraónicos; ciertamente pocos como él han sabido bregar en situaciones difíciles, cualidad de la que se preció en libros como El arte de sobrevivir (1991) y El arte de volver (1997). Precandidato republicano. Tras la sonada ruptura con Ivana, su vida sentimental siguió siendo azarosa. En 1993 contrajo matrimonio con la actriz Marla Maples, de la que se divorciaría en 1999; su tercera y actual esposa es la modelo eslovena Melania Knauss, con la que se casó en 2005. A partir de ese mismo año protagonizó el reality show El aprendiz, en el que un grupo de aspirantes compiten por un contrato para dirigir alguna de sus empresas; tal exposición pública incrementó su popularidad, pero también dio a conocer su personalidad un tanto primaria y su carácter egocéntrico y estridente. Por esos mismos años se intensificó su interés por la política; desde posturas que no cabe calificar sino de extremadamente conservadoras, dio constantes muestras de su ideario xenófobo y machista. En 2011 exigió a Barack Obama que acreditara su condición de estadounidense mostrando su partida de nacimiento; en 2013 afirmó que negros e hispanos eran los culpables de casi todos los crímenes violentos; en junio de 2015, las declaraciones que acompañaron la presentación de su candidatura a la presidencia por el Partido Republicano provocaron un enorme revuelo: tachó a los inmigrantes mexicanos de violadores y narcotraficantes y defendió la construcción de un muro fronterizo a costa del erario del país vecino. La reacción fue un boicot masivo de la comunidad latina a las empresas del magnate, y especialmente contra la Miss Universe Organization, entidad que organiza los concursos de belleza Miss Universo y Miss Estados Unidos y de la que Trump es accionista mayoritario. Lejos de retractarse, el magnate siguió colocándose deliberadamente en el ojo del huracán con declaraciones y gestos extremos. En agosto de 2015 propuso la deportación de once millones de inmigrantes ilegales y la retirada a sus hijos de la ciudadanía estadounidense, y redobló sus ataques a los medios y periodistas que cuestionaban su programa: dirigió groseros comentarios machistas a Megyn Kelly, del canal de noticias Fox, y expulsó de una rueda de prensa a Jorge Ramos, periodista estrella de la cadena latina Univisión. Los réditos de tal estrategia se hicieron pronto tangibles: las encuestas situaron de inmediato a Trump como el mejor valorado de los diecisiete precandidatos republicanos a la presidencia. Aunque se auguraba que acabaría perdiendo su empuje inicial (como ha ocurrido siempre en las primarias con otros histriónicos o estrafalarios aspirantes), sus rivales y el mismo Partido Republicano quedaron descolocados tanto ante la rudeza de sus planteamientos como por los resultados obtenidos en las primarias: Trump superó de inmediato a los restantes precandidatos y, después del «supermartes» (1 de marzo de 2016), disponía ya de 319 delegados, casi cien más que su principal competidor, el senador por Texas Ted Cruz. El 21 de julio de 2016, finalizadas las primarias, la Convención Nacional Republicana lo designó candidato a la presidencia por el Partido Republicano. Presidente de los Estados Unidos. Se iniciaba con ello la campaña para las elecciones presidenciales, fijadas para el 8 de noviembre de 2016, en las que el magnate republicano había de enfrentarse a una encumbrada figura del Partido Demócrata, Hillary Clinton. Mientras el Partido Republicano acudía dividido a la cita electoral, la esposa del ex presidente Bill Clinton contaba con el aparato de su formación y el apoyo del presidente Obama; la avalaba asimismo una larga experiencia en el desempeño de altos cargos en la administración estadounidense. Durante la primera fase de la campaña, una de las más enrarecidas que se recuerdan, Trump se vio perjudicado por la divulgación de acusaciones de acoso sexual y por sus propias salidas de tono. En la fase final, sin embargo, logró remontar el vuelo en las encuestas, que fallaron estrepitosamente al otorgar una ligera ventaja a los demócratas: en los comicios, Donald Trump se impuso a Hillary Clinton con total rotundidad. De algún modo, ni su ideología racista ni sus actitudes machistas habían logrado restarle crédito, mientras que los ataques a la candidata demócrata y los mensajes directos de Trump en materia económica y migratoria fructificaron en una inesperada victoria. El ideario y las maneras heterodoxas del nuevo presidente de los Estados Unidos han abierto un periodo incierto, en gran medida porque las pocas propuestas políticas formuladas durante la campaña (verdaderamente escasas) parecían responder más a una mercadotecnia populista que a un credo realizable; prescindiendo de su alarmante integrismo, resulta cuando menos dudoso que puedan llevarse a la práctica medidas como la deportación de millones de inmigrantes sin papeles o la construcción de un muro fronterizo. Lo mismo ocurre con las cuestiones económicas: adoptando posturas más propias de la izquierda, el ultraconservador Trump señaló la globalización y la deslocalización de empresas como responsables del empobrecimiento de las clases medias, y se mostró partidario de renegociar los tratados de libre comercio, imponer restricciones proteccionistas y promover a ultranza la producción nacional. Difícilmente el presidente de un solo país, aunque sea el más poderoso, podría frenar un proceso como la globalización económica mundial, que tiene su mayor valedor en el establishment neoliberal de todos los países desarrollados, empezando por Estados Unidos. A pesar de ello, la mayor parte del electorado estadounidense acabó viendo en el binomio inmigración-deslocalización la causa de sus males, y a Trump como el mejor medio para «Hacer grande a América otra vez», su lema de campaña. |
Siempre con diversos motivos importantes portal web
ResponderEliminarpara que sigamos conociendo mucho mejor la filosofía.