—¿Por qué lees tanto? —(…) Mi mejor arma está en el cerebro. Mi hermano tiene su espada; el rey Robert tiene su maza, y yo tengo mi mente… Pero una mente necesita de los libros, igual que una espada de una piedra de amolar, para conservar el filo. —(…)—. Por eso leo tanto, Jon Snow.

TYRION LANNISTER.

lunes, 23 de julio de 2012

134.-Antepasados del rey de España: Alejandro Farnesio.-a


Luis Alberto Bustamante Robin; Jose Guillermo Gonzalez Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdes;  Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto  Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Alvaro Gonzalo  Andaur Medina; Carla Veronica Barrientos Melendez;  Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo  Price Toro;  Julio César  Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andres Oyarse Reyes; Franco Gonzalez Fortunatti; Patricio Hernandez Jara;  Demetrio Protopsaltis Palma;  

Retrato del joven Alejandro durante su estancia
 en Madrid (c. 1561), atribuido a Sofonisba Anguissola.

(italiano: Alessandro Farnese) (Roma, 27 de agosto de 1545–Arrás, 3 de diciembre de 1592), III duque de Parma, Plasencia y de Castro, hijo de Octavio Farnesio y Margarita de Parma, hija ilegítima de Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico, sobrino de Felipe II y de Juan de Austria. Desarrolló una importante labor militar y diplomática al servicio de la corona española. Luchó en la batalla de Lepanto contra los turcos y en los Países Bajos contra los rebeldes holandeses, así como en Francia en las guerras de Religión del lado católico contra el protestante.

Biografía

Acompañó a su madre a Bruselas cuando fue nombrada gobernadora de los Países Bajos. Alejandro había crecido en España con su primo hermano - el príncipe Carlos, hijo de Felipe II, y su tío Juan de Austria; los tres estudiaron en la Universidad de Alcalá.

Pasaron varios años antes de que pudiera demostrar su talento para las operaciones militares. Durante ese tiempo, los Países Bajos se habían rebelado contra su tío Felipe II, señor de Flandes y rey de España y, tras la muerte de Luis de Requesens, Juan fue enviado como gobernador en 1576. En otoño de 1577 Alejandro Farnesio fue enviado en su ayuda, llegando como comandante del ejército al frente de los tercios, con los que en enero de 1578 derrotó a un ejército protestante en la batalla de Gembloux. En octubre de 1578 Juan de Austria murió de tifus. Previamente había solicitado a Felipe II que se nombrara a Alejandro gobernador de los Países Bajos, a lo que el rey accedió.
Demostró sus dotes como diplomático a los tres meses, en enero de 1579, cuando consiguió, mediante la Unión de Arras, llevar de nuevo a la obediencia a Felipe II a las provincias del sur que se habían unido a Guillermo de Orange en rebeldía. Por el contrario, las provincias rebeldes abjuraron definitivamente de la soberanía de Felipe II unas semanas más tarde mediante la Unión de Utrecht.
Tan pronto como obtuvo una base de operaciones segura en la provincia de Hainaut y Artois, se dispuso a reconquistar las provincias de Brabante y Flandes. Una ciudad tras otra fueron cayendo bajo su control hasta llegar frente a Amberes, a la que sitió en 1584. El asedio de Amberes exigió todo el genio militar y fuerza de voluntad de Alejandro para completar el cerco y finalmente rendir la ciudad el 15 de agosto de 1585. El éxito militar de Alejandro volvió a poner en manos de Felipe II todas las provincias del sur de los Países Bajos, pero la orografía y situación geográfica de las provincias de Holanda y Zelanda hacían imposible su conquista sin contar con el dominio del mar, en manos de los rebeldes.
En 1586 se convierte en duque de Parma por la muerte de su padre y solicita permiso al rey para ausentarse y visitar el territorio del ducado, permiso que no le es otorgado, ya que el rey lo considera insustituible.
En preparación al intento de invasión de Inglaterra con la Armada Invencible, Alejandro marchó contra las ciudades de Ostende y Sluis y conquistó esta última, donde llegó la Armada en 1587. Después de la derrota de la Armada, Alejandro se instaló en Dunkerque.
Tras el asesinato del rey francés Enrique III en diciembre de 1589, Alejandro fue enviado con el ejército a Francia para luchar con el bando católico opuesto al rey Enrique IV. En el asedio de Caudebec, el 25 de abril de 1592, resultó herido de un disparo de mosquete.1​ Se retiró con su ejército a Flandes. Posteriormente su salud se agravó y murió la noche del 2 al 3 de diciembre de 1592 en la Abadía de Saint-Vaast de Arrás. Sus restos reposan en la iglesia de Santa María de Steccata en Parma (Italia).

Alejandro Farnesio.
Matrimonio e hijos

En 1565 se casó con María de Portugal, boda celebrada en Bruselas con gran esplendor. Tras su matrimonio se instaló en la corte de Madrid. De ese matrimonio nacieron:

  • Margarita Farnesio (1567-1643), casada con Vicente I Gonzaga.
  • Ranuccio I Farnesio (1569-1622), su sucesor y uno de los posibles herederos al trono portugués durante la crisis sucesoria portuguesa de 1580 (por ser bisnieto de Manuel I de Portugal).
  • Eduardo Farnesio (1573-1626), fue cardenal.
  • Después de la muerte de su mujer tuvo una hija natural con Catalina de Roquoi, una señora principal de Flandes de la Casa de Roquoi:
  • Isabel Margarida Farnesio (Luxemburgo, 1578 - Lisboa, 1610), casada en Rouen en abril de 1592 (algunos dicen que no hubo matrimonio) con el portugués Juan de Meneses, el Rojo (el Púrpura), señor del mayorazgo de Penamacor, coronel del ejército español, maestre de campo en los Países Bajos Españoles, único hijo de Simón de Meneses, con quien tuvo una hija llamada Leonor de Meneses.



Farnesio, Alejandro. Duque de Parma y de Piacenza (III). Roma (Italia), 27.VIII.1545 – Arrás (Francia), 2.XII.1592. Hombre de gobierno y militar al servicio de España.

Era hijo de Octavio Farnese (castellanizado Farnesio), segundo duque de Parma y Piacenza, y de Margarita, hija natural de Carlos V. Octavio se alió con los franceses para recuperar Piacenza, de la que se habían apoderado las tropas de Carlos V, en septiembre de 1544, siendo primer duque el desgraciado Pedro Luis (padre de Octavio), que resultó asesinado, pero el Emperador quiso conservarla por su gran importancia estratégica. El 15 de septiembre de 1556, en Gante, se pactó un acuerdo entre el nuevo rey, Felipe II, y los Farnesio, por el que esta familia quedaría sólidamente unida a España. Felipe II restituyó a Octavio la villa y ducado de Piacenza, pero se reservó la ciudadela de esta última y reclamó a su joven hijo, Alejandro, para residir y ser educado en España, como una especie de rehén de la fidelidad de los Farnesio a la Corona española. Así, Alejandro Farnesio, a finales de 1556, abandonó Parma, acompañado por su madre, para continuar su formación en la Corte de su tío, entonces en los Países Bajos. En ella conoció y trató a los grandes consejeros del monarca español. Formó parte del cortejo, en el que también iba su madre, Margarita, que acompañó a Felipe II a Inglaterra, para convivir un corto tiempo con su esposa María Tudor, con la esperanza de conseguir un descendiente. En septiembre de 1559 regresó con Felipe II y su Corte a España.

Alejandro recibió la esmerada educación reservada a la más alta nobleza, en la que no faltaban los estudios de Humanidades, y probablemente los de francés y alemán, dirigido por su preceptor, el humanista Francesco Luisini, en los que mostró su precocidad y viva inteligencia; pero gustaba más de la equitación, de la caza y de los deportes. Desde que le conoció, a los trece años, hizo una gran amistad con don Juan de Austria, hermanastro de Felipe II, y tío, por tanto, suyo, que era prácticamente de la misma edad, y esta amistad duraría hasta la muerte del príncipe español.

No es extraño que congeniaran, porque ambos poseían un carácter abierto, generoso, si bien Farnesio era más ponderado y tenía mayor control de sí mismo.

En Alcalá, en 1561, ambos pasaron un breve tiempo con el enfermizo infante don Carlos, cumpliendo un plan de comportamiento y estudio bajo la dirección de los respectivos mayordomos y del humanista Honorato de Juan, hasta que la desgraciada caída sufrida por el infante, en abril de 1562, que tanto afectó a su comportamiento, aconsejó separarlos, y don Juan y Farnesio volvieron a Madrid.

En 1559 la madre de Farnesio, Margarita, fue nombrada gobernadora de los Países Bajos, cargo que aceptó por complacer a su hermano y con la esperanza de que accediera a restituir a su familia la ansiada ciudadela de Piacenza. Cuando se trató del matrimonio de Farnesio, sus padres deseaban una princesa italiana, para establecer mejores relaciones con algunos altos nobles italianos, concretamente con los duques de Mantua, pero Felipe II deseaba asegurar la adhesión del príncipe a los intereses españoles y sugirió su matrimonio con la infanta portuguesa María, nieta del rey don Manuel, casi siete años más joven que Farnesio. El enlace se verificó en Bruselas, en la capilla de palacio, el 8 de noviembre de 1565. El 16 de mayo del año siguiente, Farnesio fue autorizado a marchar a Parma, donde estaba su padre el duque Octavio, y con su esposa se instaló en el palacio episcopal.

La princesa permaneció dedicada a ejercicios piadosos y a obras de beneficencia durante los once años que viviría aún. Tuvieron tres hijos: Ranuccio, que sucedió a su padre en el ducado de Parma y Piacenza; Odoardo, cardenal en 1591; y Margarita, que se casó con Vicenzio, duque de Mantua. Alejandro Farnesio no dejaba pasar ocasión de galantear a damas y practicar sus ejercicios preferidos: la esgrima, la equitación y la caza. Tenía verdadera pasión por los buenos caballos y perros de caza. Su madre, Margarita, al ser nombrado, en septiembre de 1567, el duque de Alba capitán general de los Países Bajos, solicitó su relevo, lo que Felipe II le autorizó, reuniéndose en Parma con su marido e hijo a finales de 1568.

La vida más bien ociosa de Parma no acababa de complacer a Farnesio, que, conforme a su temperamento y ambiciones, soñaba con aventuras militares.

La ocasión se presentó al constituirse, el 20 de mayo de 1571, la Santa Liga contra el Turco entre la Santa Sede, la República de Venecia y España, de la que don Juan de Austria, victorioso general en la guerra de insurrección de los moriscos granadinos, fue nombrado jefe supremo. Farnesio escribió a Felipe II para que le autorizara a alistarse a las órdenes de su tío, el amigo de su infancia, y obtuvo consentimiento. Se reunió, en Génova, el 27 de julio de 1571, con don Juan, que enseguida le admitió entre los miembros de su consejo de guerra y le entregó el mando de las tres galeras de la República de Génova que se unieron a la flota cristiana. Participó así en el gran triunfo de Lepanto, el 7 de octubre de 1571, jornada en la que demostró su temerario arrojo al abordar una galera turca y apoderarse de los dineros destinados a pagar a marineros y jenízaros, y al año siguiente en el fracasado asedio de Navarino, en el Peloponeso, mostró nuevamente su gran valor y sangre fría para retirarse a tiempo de una emboscada que habían tendido los turcos a las tropas cristianas que había desembarcado (4 de octubre de 1572). Al disolverse la Santa Liga y dirigirse don Juan a la conquista de algunas plazas del norte de África, Farnesio se volvió a Parma, y Felipe II, al perderse Túnez a poco de conquistada, llamó a don Juan a España.

La preocupación del monarca español estaba centrada entonces en los Países Bajos, donde Luis de Requesens, que había sustituido a finales de 1573 al duque de Alba y ensayado una política más conciliatoria, falleció en marzo de 1576, dejando un vacío de poder y un ejército amotinado, que con el brutal saqueo de Amberes se había enajenado la voluntad de los naturales del país. En estas difíciles circunstancias, Felipe II designó gobernador a su hermanastro don Juan, que el 12 de febrero de 1577, después de muchas discusiones con los Estados Generales, accedió a firmar el llamado Edicto Perpetuo, entre cuyas cláusulas estaba la salida de las tropas españolas hacia Italia. Pero don Juan no podía permanecer inactivo y rompió el convenio, apoderándose el 25 de junio de 1577 de la ciudadela de Namur. Esta precipitada acción fue mal acogida en Madrid, donde se desconfiaba de los contactos privados que don Juan mantenía con los príncipes católicos de la familia francesa de los Guisa y con el Papa, tramando casarse con María Estuardo e instalarse en el trono de Inglaterra. Don Juan, consciente de las dificultades ante las que se hallaba empeñado, pidió a Madrid que se le autorizara a llamar a Farnesio, en quien confiaba plenamente. Éste estaba dispuesto a colaborar a las órdenes de su viejo amigo, y además se hallaba libre, pues su esposa, María de Portugal, acababa de fallecer el 8 de julio. Así, Farnesio, el 17 de diciembre, estaba en Luxemburgo, donde le esperaba don Juan, que le ofreció el cargo de jefe general de la caballería, lo que rehusó prudentemente, pues sabía que lo ambicionaba Octavio Gonzaga, con quien no quería indisponerse, conformándose con estar a la disposición del gobernador. Don Juan, dispuesto a la guerra, forzó a Felipe II a que ordenara el regreso de los tercios. Disponía así de dieciocho mil infantes y dos mil caballos, españoles, borgoñones, franceses y alemanes, con los cuales estaba decidido a ganar una batalla que le diera autoridad. Aprovechando que varios jefes valones se habían desplazado a Bruselas, para participar en la boda de uno de ellos, el ejército español se lanzó al ataque y obtuvo un triunfo resonante en Gembloux, cerca de Namur, el 31 de enero de 1578. La perspicacia y pericia de Farnesio tuvieron buena parte en esta importante victoria, pues supo aprovechar un momento de debilidad fortuita del enemigo que, sorprendido, optó por la retirada y apenas tuvo ocasión de combatir. El triunfo fue rotundo: la caballería pudo salvarse en su mayor parte, pero la infantería perdió casi todos sus efectivos, más de seis mil hombres de un total de siete mil. Era una buena ocasión para marchar sobre Bruselas, pero don Juan carecía de dinero, aunque se conquistaron varias ciudades del Brabante oriental y Farnesio rindió alguna plaza fuerte del Limburgo (15 de junio de 1578), y se dispuso a conquistar Maastricht.

Don Juan, desilusionado por el fracaso de sus planes personales (el asesinato de su secretario, Juan Escobedo, en Madrid, los había desvanecido) y aquejado de fiebres tifoideas, se había retirado a Namur, donde expiró la noche del 1 de octubre a la edad de treinta y tres años.

Antes de su fallecimiento había nombrado sucesor a su sobrino y colaborador Alejandro Farnesio, a quien Felipe II confirmó en el cargo. Tenía entonces treinta y cuatro años; era de talla media, más bien pequeña, cuerpo delgado, pero musculoso y pleno de fuerza, y en su rostro, de tinte bronceado, destacaban sus ojos negros. Resistente a la fatiga, podía pasar noches sin dormir, y, aun con fiebre, no se quedaba en el lecho.

En su madurez, su arriesgado carácter, templado por la experiencia, había adquirido una gran prudencia. Este conjunto de excelentes dotes hacía de él un jefe ejemplar, querido por sus soldados, que le seguían sin vacilar, pues además les trataba con afabilidad, hasta el punto de que se asegura que conocía a muchos de ellos por sus nombres. Sabía ejercer su autoridad y mantener una perfecta disciplina, mostrándose implacable con los insubordinados. Por añadidura, vestía con magnificencia y gusto, aun en campaña, lo que causaba mayor impresión. Era generoso, aunque demasiado pródigo en las recompensas, rasgo del que se le acusó —no sin razón— al Monarca. Desde los treinta años padeció gota, que le atormentaba con frecuencia. No era locuaz, sino de palabras pensadas. Ante un asunto importante, reunía a su consejo, le escuchaba atentamente, y después tomaba la decisión que consideraba oportuna.

A pesar de las cualidades señaladas, Felipe II, aconsejado por Granvela, quiso que su madre, Margarita de Parma, la antigua gobernadora, estuviera a su lado en el gobierno. La idea de Granvela y de Felipe II era que Margarita llevara los asuntos propiamente de gobierno y su hijo se consagrara al mando del ejército y a las campañas militares. A Margarita, vieja y enferma, no le apetecía dejar Parma y volver a un puesto que le suscitaba amargos recuerdos, pero obedeció y llegó a Namur en 1580. Tampoco agradó a Farnesio que le pusieran limitaciones en su cargo, aunque se tratara de su madre, por lo que durante el tiempo que ella residió en Flandes, las relaciones entre ambos, anteriormente tan estrechas y cordiales, llegaron a relajarse a veces y tuvieron algunos enfrentamientos.

Margarita pidió en varias ocasiones su relevo, que no se le concedió hasta 1583, y regresó inmediatamente a Parma a reunirse con su esposo.

Después de Gembloux, los españoles se habían apoderado del Limburgo y mantenían la provincia de Namur y el ducado de Luxemburgo. Pero quedaba aún mucho territorio por reconquistar. Farnesio efectuó una reforma del Ejército y del Consejo de Estado. En éste tenían lugar preeminente el conde Pedro Ernesto de Mansfelt, maestre de campo general, y Octavio Gonzaga, general de la caballería, que no se entendían bien, por lo que Farnesio hubo de limar sus frecuentes discordias, y otros señores valones, españoles (entre ellos el valeroso y veterano coronel Francisco Verdugo), alemanes y borgoñones. Pero sus hombres de confianza eran su secretario, el italiano Cosme Massi, y el presidente del Consejo, el valón Jean Richardot.

Con la llegada de tropas de socorro disponía de unos veinticinco mil infantes y ocho mil caballos. También había recibido dinero suficiente para pagar buena parte de los atrasos a la caballería. El soberano le concedió facultades para negociar con los rebeldes sobre la base del acatamiento de la autoridad de la Corona y la profesión del catolicismo. Aunque los brillantes éxitos que obtendría en el futuro fueron debidos fundamentalmente a sus brillantes cualidades militares y personal habilidad negociadora, no debe olvidarse que también contribuyeron a ellos las diferencias entre sus enemigos y a que dispuso de mayores sumas de dinero que los gobernadores que le antecedieron. Fueron estos años ochenta una de las décadas del siglo XVI en que llegó la plata americana a España en mayor abundancia.

La idea de Farnesio consistía en apoderarse de una plaza importante y emprender negociaciones con los señores valones para tenerlos asegurados. Esta posibilidad de recuperar la confianza de las provincias meridionales venía facilitada por la creciente tensión que existía entre ellas y las provincias del norte. Los intentos de Guillermo de Orange de frenar a los fanáticos calvinistas de algunas ciudades del sur, como Bruselas o Gante, buscando la unión de todo el país contra el soberano español, fracasaron, pues se impusieron en el gobierno una especie de comités de defensa elegidos por los gremios. Estos comités trataron de ofrecer la soberanía de los Estados de las provincias meridionales al duque de Alençon, hermano del rey de Francia, lo que repugnaba a los norteños por tratarse de un francés y católico; preferían a un alemán, a ser posible protestante. Los excesos de los calvinistas en algunas ciudades norteñas provocaron una reacción en las provincias valonas, que en enero de 1579 acordaron formar una Unión en Arrás, a la que correspondieron, más tarde, las del norte con la Unión de Utrecht.

Esta ruptura, que prefiguraba la actual formación de Bélgica y Holanda, no significaba que las provincias valonas hubieran vuelto a la obediencia del soberano español. Para ellas, tan odioso era el extremismo de los calvinistas del norte como la intransigente dominación española. Farnesio, que se dio cuenta de ello, combinando la astucia diplomática con los éxitos militares, consiguió atraerlas. Por el tratado de Arrás de 17 de mayo de 1579, los representantes de las provincias de Artois, Hainault y Flandes valona aceptaban la soberanía española y se comprometían a mantener el catolicismo como religión única, a cambio del pago de sus tropas y de la partida de los tercios. Farnesio ratificó los privilegios de tales provincias y prometió retirar de cargos civiles y militares a los extranjeros.

Para rematar este éxito buscó un importante triunfo militar, que obtuvo a finales de 1579 al conquistar la estratégica plaza de Maastricht. Pero necesitaba más tropas, y consiguió convencer a los miembros de la Unión de Arrás que aceptaran los tercios españoles con una serie de garantías. A fines de 1582, Farnesio tenía bajo su mando casi sesenta mil hombres, incluyendo cinco mil españoles y cuatro mil italianos.

Con este gran ejército, aprovechando las disensiones de los enemigos, Farnesio redujo durante los años 1582 y 1583 ciudades tan importantes como Iprés, Brujas y Gante; en marzo de 1585, Bruselas, y el 17 de agosto la gran metrópoli comercial de Amberes.

Fue éste un hecho memorable en el que Farnesio usó no sólo la estrategia militar, sino también exhibió medios técnicos avanzados. Primeramente, había limpiado de enemigos las dos orillas del Escalda; después construyó un sólido y amplio puente de barcazas sobre el río, de Calloo a Oordam, además de varios fortines de defensa, que estuvo terminado el 25 de febrero de 1585; con dicho puente trataba de evitar que la ciudad fuera socorrida por mar. Los sitiados y sus aliados del exterior ensayaron todos sus medios, incluidos brulotes, hasta que, convencidos de la incapacidad de levantar el bloqueo, el 17 de agosto los responsables del gobierno de Amberes se vieron obligados a capitular. Se cuenta que cuando llegó la grata noticia a España era de noche, pero Felipe II no pudo contener su alegría y se levantó inmediatamente de la cama para anunciar con gran excitación a su hija Isabel: “Amberes es nuestra”. Fueron estos años ochenta los de mayor éxito de Farnesio, reconocido en toda Europa como estratega excepcional. El monarca español le había concedido la máxima condecoración de los Habsburgo, el Toisón de Oro, y, además, la muerte de su padre, Octavio, el 18 de septiembre de aquel mismo año 1585, le convirtió en duque de Parma y Piacenza. Los Países Bajos meridionales —la actual Bélgica— eran nuevamente españoles. Sólo las cinco provincias de Holanda, Zelanda, Utrecht, Frisia y Groninga resistían, así como parte de Güeldres, pero los rebeldes se hallaban desunidos y desmoralizados.

Isabel de Inglaterra, asustada por el avance español, tres días después de la caída de Amberes, firmó un tratado con los rebeldes (Nonsuch, 20 de agosto de 1585) por el que acordaba suministrarles ayuda militar bajo mando inglés. Pero el duque de Leicester no pudo impedir que Farnesio se apoderara de Sluys (La Esclusa), en las bocas del Escalda, en agosto de 1587.

Su intención de continuar la reducción de las provincias norteñas fue contenida por la determinación de Felipe II de conquistar Inglaterra, que desde finales de verano de 1585 cavilaba y que se convirtió en decisión firme tras la ejecución de María Estuardo (8 de febrero de 1587). La empresa contra Inglaterra estaba por entonces preparada, al menos en sus grandes detalles. La estrategia a seguir había sido aceptada por el Rey después de interminables consultas, sobre todo con el experto almirante Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz, y con el propio Farnesio, por cartas o por enviados expresos. La intervención de éste era decisiva, ya que su ejército, embarcado en gabarras a la llegada de la Armada a las costas de Flandes y escoltadas por ella, debía poner pie en la costa inglesa.

Fue éste el punto más discutido, pues exigía un alto grado de coordinación, teniendo en cuenta, además, que los Países Bajos más meridionales carecían de puertos de calado suficiente para acoger los grandes buques de la Armada. Farnesio, aparte de que le disgustaba el proyecto, porque dilataba sus planes de reconquista de los Países Bajos, pensaba que la operación era excesivamente arriesgada y que muy probablemente terminaría en un fracaso. Entre otras cosas había que asegurar que los franceses, especialmente los hugonotes, no pusieran obstáculos al paso de la Armada. Para lograr inmovilizarlos, se contaba con el levantamiento de la Liga Católica en París, encauzada por el embajador español, Bernardino de Mendoza, en colaboración con el duque Enrique de Guisa, pero el pueblo parisino se precipitó y la insurrección se produjo en mayo de 1588, antes de que la Armada llegara al Canal de la Mancha. Además, el proyecto español era demasiado conocido, por lo que, cuando los galeones españoles estuvieron ante Calais, a comienzos de agosto, se hallaron enfrentados a una escuadra inglesa dotada de gran movilidad y cañones de largo alcance, mientras que en Flandes pequeños barcos holandeses sin quilla patrullaban con facilidad por los bajos fondos de la costa de Dunkerque y Nieuwport, donde esperaban evitar el embarque de las tropas de Farnesio. En estas condiciones resultaba imposible tanto que los galeones se acercaran a puerto como que las barcazas preparadas por Farnesio salieran sin protección para alcanzar a los buques de la Armada.

De esta manera, la operación fundamental, la del encuentro entre aquélla y las barcazas de Farnesio, nunca llegó a realizarse. Además, los ingleses lanzaron barcos incendiados contra la Armada que rompieron su formación, en tanto que terribles temporales la forzaron a levar anclas y, duramente hostigada por el enemigo, a poner rumbo hacia el noroeste. Sin embargo, en Madrid siempre quedarían sospechas de que Farnesio no estaba preparado en el momento oportuno para acudir de alguna forma a unirse a la Armada.

Orange fue asesinado en julio de 1584, por mandato español, decisión que por cierto no gustó a Farnesio por considerarla contraproducente, y los rebeldes de las Provincias Unidas del Norte nombraron al joven hijo del príncipe, Mauricio de Nassau, capitán general, ayudado por su primo Guillermo-Luis de Nassau, que se revelaron como excelentes estrategas.

Pero los proyectos de Farnesio de avanzar en el norte fueron nuevamente interrumpidos al ser llamado por Felipe II para intervenir en Francia, donde asesinado, en agosto de 1589, el rey Enrique III, se planteaba el problema de la sucesión, ya que no dejaba hijos.

Antes de morir había designado como sucesor a Enrique de Borbón, príncipe de Bearne y titulado rey de Navarra, cabeza de los hugonotes. Pero la mayor parte de los franceses se oponía a admitir a un rey hereje y excomulgado por la Santa Sede. El Borbón, que era un gran soldado, consiguió una importante victoria sobre el duque de Mayenne, jefe de la Liga Católica, y puso sitio a París, donde se concentraban unas doscientas mil personas, que resistieron heroicamente, gracias a su fe, estimulada por los predicadores, durante cuatro meses, comiendo hierbas y animales repugnantes. El embajador español, Bernardino de Mendoza, se mostró incansable, animándolos a esperar la pronta llegada de los socorros prometidos por el monarca español. Pero Farnesio, que sufría fuertes ataques del enemigo, no veía el momento de abandonar los Países Bajos, donde se perdería lo conseguido con tanto esfuerzo. Así se lo comunicó a Felipe II, quien le contestó que el problema de Francia era prioritario, conminándole a acudir lo antes posible a desbloquear París. Aunque Farnesio trató de asegurar algunas plazas, obligado por las apremiantes órdenes del Monarca, el 16 de agosto partió de Bruselas, cruzó la frontera, reuniéndose en Meaux con las tropas de la Liga, y con solamente algo más de quince mil hombres se dirigió hacia París. El Borbón, abandonando allí a parte de sus tropas, acudió a cortarle el paso. Pero Farnesio, que no quería arriesgar batalla, durante la noche, realizó una hábil maniobra y se apoderó el 7 de septiembre de Lagny, llegando a las orillas del Marne pocos días después, con lo que quedaban abiertos todos los accesos por tierra y agua a la capital. Como le había encargado el Monarca, trató con los jefes de la Liga de los proyectos para instalar en el trono a la infanta Isabel Clara Eugenia, y a comienzos de diciembre regresó a los Países Bajos, dejando una parte de sus soldados en Francia. El desbloqueo de París había sido un éxito, pero la rápida partida de Farnesio, sin esperar órdenes de su Soberano —lo que le disgustó seriamente— dejó la capital prácticamente en el mismo estado que antes, aunque ahora el Borbón, sabiéndose dueño de la situación y mirando al futuro, permitió la entrada o salida de personas y de mercancías mediante salvoconductos y pago de peajes.

A su regreso, Farnesio halló los Países Bajos en peor estado del que había previsto. Se había perdido buena parte de territorio y el ejército, al que no se le había podido pagar sus soldadas, estaba amotinado. En julio de 1591 se encaminó a Nimega, sitiada por las tropas de Mauricio de Nassau. Pero Felipe II volvió a reclamarle, esta vez para socorrer la importante ciudad de Ruán, cercada por las tropas de Enrique de Borbón. Farnesio, habiendo advertido nuevamente a Madrid, sin éxito, el riesgo que corrían los Países Bajos en su ausencia, levantando el cerco de Nimega, volvió a entrar en Francia. Unidas sus tropas a las de Mayenne, continuó hacia la ciudad sitiada. Negoció nuevamente con los jefes de la Liga sobre los planes para alcanzar los objetivos previstos por Felipe II, pero prontamente advirtió que no estaban dispuestos a secundar los designios del monarca español, y no insistió.

Sin embargo, siguió camino hacia Ruán. El de Borbón le esperaba en la ruta normal, pero Farnesio escogió otro camino, más áspero y difícil, y logró en abril de 1592 liberar aquella plaza. En el sitio de Caudebec, Farnesio fue alcanzado en un brazo por un tiro de arcabuz. A pesar de las molestias que le ocasionaba la herida, para completar el desbloqueo de Ruán, emprendió el asalto a Ivetot. Pero el Borbón, que había reconstruido su ejército, era superior en número y le tuvo entretenido durante quince días con constantes escaramuzas. Este retraso sería fatal, pues el estado de salud de Farnesio, que no había podido curarse de la herida del brazo, empeoró hasta el punto de que hubo de dirigir las operaciones desde el lecho de campaña con ayuda de su joven hijo Ranuccio. Demasiado débil, decidió retirarse a los Países Bajos, y dando nuevas pruebas de su gran pericia militar, casi sin poder sostenerse sobre su caballo, eludió al enemigo, y en julio de 1592 estaba en Flandes.

Aconsejado por sus médicos, se dirigió a la famosa fuente termal de Spa a recuperarse. En cuanto creyó hallarse algo mejorado, se dispuso a volver a Francia para continuar la campaña. Pero Felipe II no pensaba ya en él, pues aparte de su precario estado de salud, le había exasperado repetidamente con su renuencia en acudir a Francia y haber consumido buena parte del dinero preparado para aquella campaña en la defensa de sus posiciones en Flandes. El pundonoroso Farnesio, sin embargo, al tener noticia de la próxima llegada de Pedro Enríquez de Azevedo, conde de Fuentes, lo que parecía indicar que venía a hacerse cargo del gobierno y ejército, considerándolo una insoportable humillación, realizó un supremo esfuerzo.

El 11 de noviembre dejó Bruselas decidido a unirse al ejército que luchaba en Francia, pero al llegar a Arrás, sintió que las fuerzas le flaqueaban y decidió reponerse unos días en la abadía de Saint Waas. Pero la enfermedad —“hidropesía”, según las fuentes coetáneas— seguía su curso y se hallaba sumamente enflaquecido, aunque no dejó de despachar cartas y papeles en los días que hubo de pasar en la citada abadía.

El 1 de diciembre se acostó a la hora acostumbrada, pero horas después sintió que llegaba su fin. Atendido por su médico y su confesor, falleció en la madrugada del 2 de diciembre de 1592. Tenía cuarenta y siete años. Su cuerpo fue llevado a Bruselas, donde se le tributaron solemnes exequias, y fue sepultado en el mausoleo de Parma.

 

Bibl.: A. Vázquez, Los sucesos de Flandes y Francia del tiempo de Felipe II, Madrid, Imprenta de J. Perales y Martínez, 1842 (Colección de documentos inéditos para la historia de España, ts. 72 y 73); F. Barado y Font, Sitio de Amberes 1584-1585: antecedentes y relación crítica con el principio y fin que tuvo la dominación española en los Estados Bajos, Madrid, Palacios, 1891; A. Capelli, “Alessandro Farnese all’impresa di Navarino”, en Áurea Parma (AP), t. I (1912), fasc. 1-2; “Alessandro Farnese alla bataglia de Lepanto”, en AP, t. II (1913), págs. 1-19; P. O. von Törne, Don Juan d’Autriche et les projets de conquête de l’Angleterre, Helsingfors, 1915-1928; L. Serrano, La Liga de Lepanto entre España, Venecia y la Santa Sede (1570-1573): ensayo histórico a base de documentos diplomáticos, Madrid, Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, 1918; L. Van der Essen, Alexandre Farnèse, Prince de Parma, Gouverneur général des Pays Bas (1545-1592), Bruxelles, Nouvelle Société d’Éditeurs, 1932-1937; M. Romano (ed.), Le corti farnesiane di Parma e Piacencia, Roma, 1978; F. Fernández Segado, “Alejandro Farnesio en las negociaciones de paz entre España e Inglaterra (1586-1588)”, en Hispania, 45 (1985), págs. 513-578; G. Parente et al., Los sucesos de Flandes de 1588 en relación con la empresa de Inglaterra, Madrid, Naval, 1988; G. Parker, España y la rebelión de Flandes, Madrid, Alianza Editorial, 1989; La gran estrategia de Felipe II, Madrid, Alianza Editorial, 1998; V. Vázquez de Prada, Felipe II y Francia (1559-1598). Poder, religión y razón de Estado, Pamplona, Eunsa, 2004.

martes, 17 de julio de 2012

133.-Antepasados del rey de España: Julia Teresa Salomé von Hauke.-a


Esteban Aguilar Orellana ; Giovani Barbatos Epple.; Ismael Barrenechea Samaniego ; Jorge Catalán Nuñez; Boris Díaz Carrasco; -Rafael Díaz del Río Martí ; Alfredo Francisco Eloy Barra; Rodrigo Farias Picon; -Franco González Fortunatti ; Patricio Hernández Jara; Walter Imilan Ojeda; Jaime Jamet Rojas ; Gustavo Morales Guajardo ; Francisco Moreno Gallardo ; Boris Ormeño Rojas; José Oyarzún Villa ; Rodrigo Palacios Marambio; Demetrio Protopsaltis Palma ; Cristian Quezada Moreno ; Edison Reyes Aramburu ; Rodrigo Rivera Hernández; Jorge Rojas Bustos ; Alejandro Suau Figueroa; Cristian Vergara Torrealba ; Rodrigo Villela Díaz; Nicolas Wasiliew Sala ; Marcelo Yañez Garin; ; Maria Francisca Palacio Hermosilla; 

Julia Teresa Salomé von Hauke.


Julia Hauke 1840, Gouache von Woldemar Hau

(Varsovia, 12 de noviembre de 1825 - Castillo de Heiligenberg, 19 de septiembre de 1895) fue la esposa de Alejandro de Hesse-Darmstadt, tercer hijo del gran duque Luis II de Hesse-Darmstadt,  y la madre del príncipe Alejandro I de Bulgaria. Sus descendientes forman parte de las familias reales de España y Reino Unido.

Biografía.

Nació el 12 de noviembre de 1825 en Varsovia, Polonia, y fue hija del conde Hans Moritz von Hauke y de su esposa Sophie Lafontaine. ​ Su padre era un alemán, militar de profesión, que luchó con el ejército de Napoleón en Austria, Italia, Alemania y España. Después de servir en el ejército polaco desde 1790 y el ejército del Gran Ducado de Varsovia de 1809 a 1814, entró en las filas del ejército del Zarato de Polonia, se convirtió en general en 1828 y fue premiado con un título de nobleza polaco. En reconocimiento a sus habilidades, Nicolás I lo nombró ministro de guerra y le elevó a conde en 1829. Este título convirtió automáticamente a Julia en una Hrabianka -una condesa polaca hereditaria.
En la Revolución de 1830, durante la rebelión de los cadetes polacos, el gran duque Constantino, virrey de facto de Polonia, logró escapar, pero el conde de Hauke murió al recibir un disparo hecho por algún cadete en las calles de Varsovia. Su esposa falleció al poco tiempo de un shock nervioso y sus hijos quedaron bajo la tutela del zar.
La condesa Julia sirvió como dama de compañía de la emperatriz María Alexandrovna, esposa del zar Alejandro II y hermana del príncipe Alejandro de Hesse-Darmstadt, que se enamoró de Julia durante una visita a San Petersburgo. El zar no aprobaba la relación de su cuñado con la dama de compañía, así que los jóvenes enamorados se fugaron y se casaron el 28 de octubre de 1851 en Breslavia,​ en la Silesia prusiana (antes Breslau, hoy Wroclaw, en Polonia). Para ese momento, Julia tenía seis meses de embarazo de su primera hija.
El matrimonio fue considerado morganático, ya que Julia no era del mismo rango que su esposo. Por este motivo Alejandro perdió sus derechos dinásticos y sus títulos nobiliarios en el gran ducado de Hesse-Darmstadt y sus hijos fueron excluidos de la sucesión al trono. El gran duque Luis III de Hesse-Darmstadt, hermano de Alejandro, nombró a Julia condesa de Battenberg en 1851, con el tratamiento de Su Alteza Ilustrísima. Más tarde, el 26 de diciembre de 1858, la elevó a princesa de Battenberg con el tratamiento de Alteza Serenísima. Como resultado, los hijos de Julia y Alejandro tomaron el apellido de la madre y fueron a su vez elevados a príncipes o princesas y denominados Altezas Serenísimas. De esta manera, Battenberg llegó a ser el nombre de una rama de la casa de Hesse.  Julia se convirtió del Catolicismo Romano al Luteranismo en 1875.
Escudo de armas de los Condes de Hauke.


Hijos.

Julia y Alejandro tuvieron cinco hijos, todos príncipes de Battenberg:

María Carolina (1852–1923) — Casada en 1872 con Gustavo Ernesto, Conde (posteriormente Príncipe) de Erbach-Schönberg. La pareja tuvo descendencia.

Luis Alejandro (1854–1921) — Casado en 1884 con la princesa Victoria de Hesse-Darmstadt (nieta de la reina Victoria). A instancias del rey Jorge V, Luis renunció al título de príncipe de Battenberg en el Gran Ducado de Hesse y con esto al tratamiento de Alteza Serenísima el 14 de julio de 1917. Al mismo tiempo, cambió su apellido «Battenberg» a la versión inglesa «Mountbatten». El 17 de julio, el rey lo creó marqués de Milford Haven, conde de Medina y vizconde de Alderney, títulos de la nobleza del Reino Unido. Victoria y Luis tuvieron cuatro hijos: Alicia, casada en 1903 con el príncipe Andrés de Grecia y Dinamarca y madre del príncipe Felipe, duque de Edimburgo; Luisa, casada en 1950 con Gustavo VI Adolfo, rey de Suecia; Jorge, casado con la condesa Nadejda Mijáilovna de Torby; y Luis, casado con Edwina Ashley.
Arms  de Battenberg: sobre campo de plata, dos palos de sable iguales entre sí y a los espacios del campo, otorgados a la condesa Julia Hauke, creada "Princesa de Battenberg", por el Gran Duque de Hesse

Alejandro José (1857–1893) — Elegido como Príncipe Soberano de Bulgaria en 1879, con la aprobación de las grandes potencias europeas. Abdicó en 1886 y fue nombrado conde de Hartenau, casado morganáticamente en 1889 con Johanna Loisinger. La pareja tuvo descendencia.
Fotografía 

Enrique Mauricio (1858–1896) — Se casó con la princesa Beatriz, hija menor de la reina Victoria. La pareja se fue a vivir con la reina a Gran Bretaña, para que Beatriz pudiera seguir haciéndole compañía a su madre y actuando como su secretaria privada. La pareja tuvo descendencia, incluyendo a la reina Victoria Eugenia de España. Sus hijos permanecieron en el Reino Unido y fueron Lords y Ladies y adoptaron también el apellido Mountbatten a partir de 1917. Su hijo mayor recibió el título de marqués de Carisbrooke en 1917.

Francisco José (1861–1924), casado en 1897 con la princesa Ana de Montenegro (1874–1971), sin descendencia.



Ancestros Julia Teresa Salomé von Hauke.
 
1. Julia Teresa, Princesa de Battenberg

2. Conde Hans Johann Moritz de Hauke
3. Sophie Lafontaine
 
4. Friedrich Carl Emanuel Hauke
5. María Salomé Schweppenhäuser
6. Doctor Franz Anton Leopold Lafontaine
7. María Theresa Kornély
 
8. Ignatz Marianus Hauck
9. Baronesa María Franziska Riedesel de Eisenbach
10. Heinrich Wilhelm Schweppenhäuser
11. Charlotte Philippine Juliane Westermann
12. Benno Leopold Ignatius Lafontaine
13. María Katharina Franziska Leonhardt
14. Markus Kornély
15. Sophie Maria Wójcik
16. Johann Gaspar Hauck
17. Johanna Barbara o Bárbara N.
18. Barón George XX Riedesel de Eisenbach
19. Margarethe Kilian
20. Johann Schweppenhauser
21. María Magdalena Boell
22. Johann Heinrich Westermann
23. Sophia Elisabeth Eleonore Bode
24. Johan de la Fontaine
25. María Rosalía Bonelli
26. Franz Joseph Leonhardt
27. Marie Mayer
28. Albert Kornély
29. Sophie Kowalska
30. Dominik Wójcik
31. Maria Novák

Julia de Hauke
Princesa de Battenberg

Información personal
Nombre secularJulia Teresa Salomé
Otros títulosCondesa Hauke
Nacimiento12 de noviembre de 1825
Varsovia, Polonia del Congreso
Fallecimiento19 de septiembre de 1895 (69 años)
Castillo de Heiligenberg, Jugenheim, Gran Ducado de Hesse-Darmstadt
SepulturaJardines del Castillo de Heiligenberg
Familia
Casa realBattenberg
PadreHans Mauricio von Hauke
MadreSofía Lafontaine
CónyugeAlejandro de Hesse-Darmstadt


Títulos:

12 de noviembre de 1825 - 20 de noviembre de 1851: Condesa Julia Hauke.
20 de noviembre de 1851 - 30 de diciembre de 1858: Su Alteza Ilustrísima la condesa de Battenberg.
30 de diciembre de 1858 - 19 de septiembre de 1895: Su Alteza Serenísima la princesa de Battenberg.



Palacio de Heiligenberg.



Schloss Heiligenberg es un castillo al este de Jugenheim, parte de Seeheim-Jugenheim , a unos 12 kilómetros al sur de Darmstadt , Alemania. Está construido sobre el Heiligenberg, con vistas panorámicas de Renania hasta el Palatinado . Ahora es la sede de Amt für Lehrerbildung , aunque su 'Gartensaal' se usa ocasionalmente para conciertos y exposiciones de arte.




Padres.

Hans Moritz von Hauke (Seifersdorf, Sajonia, 26 de octubre de 1775 - Varsovia, Polonia del Congreso, 29 de noviembre de 1830) fue un militar polaco al servicio de Napoleón Bonaparte que combatió en las guerras napoleónicas. 

Hijo de descendientes alemanes, Hans Moritz von Hauke nació en Seifersdorf, en el Electorado de Sajonia, el 16 de enero de 1791. Hijo de Friedrich Karl Emanuel Hauke (1737-1810), un profesor de alemán que trabajaba en Varsovia, Moritz von Hauke se unió en 1790 al ejército de la República de las Dos Naciones. Participó en la Insurrección de Kościuszko, liderada por Tadeusz Kościuszko, y más tarde pasó a formar parte del ejército del Gran Ducado de Varsovia. Combatió en Austria, Italia, Alemania y en España. Después de 1815 se unió al ejército del Congreso de Polonia, alcanzando el grado de general en 1826. El zar Nicolás I de Rusia le nombró ministro de guerra en 1829.
En el levantamiento de noviembre de 1830, el objetivo principal de Moritz era el Gran Duque Constantino, gobernador general de Polonia. En una persecución tras el duque, Hauke fue asesinado a balazos en las calles de Varsovia por los hombres de Constantino, ante los ojos de su esposa, Sophie Lafontaine, y de sus tres hijos más jóvenes, incluida Julia de Hauke, futura esposa de Alejandro de Hesse-Darmstadt. Su esposa falleció pocos años después, y sus hijos más jóvenes quedaron bajo la tutela del zar, mientras que sus tres hijos mayores se unieron a la insurrección y uno de ellos, Maurice Leopold, murió durante la Batalla de Ostrołęka en 1831 con tan sólo 27 años de edad. Después de su victoria sobre los polacos, el zar levantó un enorme obelisco en Varsovia en 1841, dedicado a la memoria de Hauke y a otros cinco generales polacos; aun así, el obelisco fue derribado en 1917.

Sophie Schwepenhauser (1751-1833)


Abuelos.

Friedrich Karl Emanuel Hauke ​​(nacido como Johann Friedrich Michael Hauck;  4 de octubre de 1737 - 18 de junio de 1810)  era hijo de Ignatius Hauke ​​(1705-1784) y Maria Franziska Riedesel zu Eisenbach (1718-1785), hija ilegítima del barón Georg XX Riedesel zu Eisenbach.Tres de sus hijos fueron elevados al rango de conde dentro de Polonia-Lituania y el Sacro Imperio Romano Germánico .
El hermano de Friedrich, Peter Anton, era canónigo en la Catedral de Maguncia . Desde muy joven, Friedrich trabajó como secretario de la familia de los Condes de Brühl , viviendo alternativamente en Seifersdorf, en Sajonia y Varsovia . En 1782, Hauke ​​y sus hermanos cambiaron su apellido de Hauck al más fonético Hauke. [1] [2] En 1785 , el conde Alois Friedrich von Brühl se mudó permanentemente a Sajonia, mientras que los Hauke, cuyos hijos se unieron a Varsovia , permanecieron en Polonia . [3]Friedrich primero enseñó en la Escuela de Artillería de la Corona, luego dirigió una escuela privada exclusiva para niños, a la que asistían los hijos de la rica nobleza. En 1807 aceptó el puesto de profesor de alemán y matemáticas en el Liceo de Varsovia, donde permaneció hasta su muerte.

Maria Salomé Schweppenhäuser (Rechtenbach, 29 de noviembre de 1755 - Varsovia , 5 de septiembre de 1833), hija de Heinrich Wilhelm Schweppenhäuser, un sacerdote protestante de Oberotterbach , y su esposa, Charlotte Philippine, de soltera Westermann, fue camarera de la corte en Bad Bergzabern y Darmstadt . Fue la esposa de Friedrich Karl Emanuel Hauke ​​(1737–1810) y, como tal, antepasada de la familia Battenberg / Mountbatten , descendiente de su nieta paterna Julia Hauke ​​y el príncipe Alejandro de Hesse y del Rin .

Tras la muerte de su padre, María Salomé fue camarera en la corte de Bad Bergzabern, sede de la viuda condesa palatina Carolina de Zweibrücken . Más tarde fue empleada en la corte de Darmstadt por la hija de Carolina, la princesa Carolina , esposa de Luis, príncipe heredero de Hesse-Darmstadt . En 1773 María Salomea se casó con Friedrich Hauke, secretario del Conde de Brühl. Brühl fue convocado a Varsovia en 1782 y Friedrich Hauke ​​se convirtió en recaudador de impuestos en Polonia. El hijo de Friedrich y Maria Salomé, Johann Moritz Hauke, fue general de las tropas rusas en Polonia desde 1816 y fue elevado a Conde Hauke ​​en 1829, pero fue asesinado en 1830, durante un levantamiento en Varsovia, y sus hijos se fueron a vivir con su abuela a la corte de Nicolás I de Rusia. en San Petersburgo . Su hija Julia se casó morganáticamente con el Príncipe Alejandro de Hesse y del Rin en 1851. El hermano mayor del Príncipe Alejandro, el Gran Duque , nombró a Julia "Condesa" y más tarde "Princesa de Battenberg", un título que pasó a todos sus descendientes, aunque algunos renunciaron.
A través de su nieta, María Salomé es antepasada directa tanto de la familia real británica como de la familia real española . Una placa en la antigua rectoría de Oberotterbach celebra la conexión de la ciudad con la Casa de Windsor . Esta rectoría fue construida en 1732 por el abuelo de María Salomé, Johann Schweppenhäuser.

Heinrich Wilhelm Schweppenhäuser

24 de marzo de 1718 Kandel, Pfalz - 16 de agosto de 1760 Sesenheim, Alsacia
Pastor evangélico luterano.

Charlotte Philippine Juliane Westermann 
-

Bisabuelos

Franz Leopold Lafontaine, su esposa e hijas Sophie y Victoria,
 pintura anónima, c. 1790-1800, Museo Nacional de Varsovia


Franz Anton Leopold Lafontaine (nacido el 14 de enero de 1756 en Biberach an der Riss ; muerto el 12 de diciembre de 1812 en Mogilev ) fue un médico militar alemán al servicio de Austria y Polonia . Fue el abuelo materno de la princesa Julia von Battenberg .

Franz Leopold era hijo del marchante de arte Benno Leopold Ignaz Lafontaine y Marie Katharina Franziska de soltera Leonhardt y recibió su educación de los benedictinos en Biberach; después trabajó cuatro años como interno en una farmacia . A partir de 1774 estudió medicina en la Universidad de Estrasburgo , donde se doctoró en cirugía en 1777 . Luego fue a Viena , donde recibió su formación práctica en la clínica de Maximilian Stoll hasta 1778 . En 1780 renunció como cirujano.Se alistó en el ejército austríaco, donde sirvió en Crimea y Galicia hasta 1782 .
En esos años su regimiento llegó a Tarnów , que entonces pertenecía a Austria. Tras dejar el ejército, Lafontaine ejerció en esa ciudad, luego en las fincas gallegas de la princesa Lubomirski , y finalmente en Cracovia , donde abrió una consulta médica privada . En 1787 fue a Varsovia , donde fue nombrado médico de la corte del rey Estanislao II Augusto Poniatowski . Pronto se convirtió en un médico muy apreciado en los círculos cortesanos, alcanzó una gran reputación y una considerable fortuna. En 1803 compró el señorío Falęcin cerca de Czersk . En 1791 se le concedió la Universidad de Halle, Doctorado en Medicina y Cirugía sin examen .
Alrededor de 1789 se casó con Theresia de Cornelly (1768-1827), una dama de honor de ascendencia húngara . La pareja Lafontaine organizó una jornada de puertas abiertas, frecuentada por muchas figuras destacadas de la época, como Tadeusz Kościuszko , el general Jan Henryk Dąbrowski y el príncipe Józef Poniatowski . El doctor Lafontaine también poseía una gran colección de pinturas.

Después de la formación del Ducado de Varsovia en 1807, Lafontaine recibió el cargo de Cirujano Jefe del ejército del Ducado con la tarea de organizar el servicio médico militar. Creó una escuela para cirujanos de campo y médicos militares y llenó su biblioteca con libros de su propia colección. En 1811 fue nombrado médico jefe del ejército del ducado. Como tal, participó en la campaña rusa de Napoleón en 1812, fue hecho prisionero por los rusos y murió como prisionero de guerra en Mogilev.
Franz Lafontaine dejó siete publicaciones científicas, tres de las cuales se han perdido. Fue uno de los pioneros de la vacunación contra la viruela en Polonia , organizó los hospitales militares del país según nuevos principios, también se interesó por la medicina veterinaria y escribió un tratado sobre la fiebre aftosa . Se hizo famoso por su trabajo sobre el catarro .
Su conocimiento del idioma polaco siguió siendo pobre hasta el final; escribió sus artículos y cartas en alemán, latín o francés. Lafontaine también trabajó como dramaturgo; su obra "Reclutamiento" se representó en Varsovia en 1809 en traducción al polaco.
Lafontaine era un francmasón activo , miembro de la logia "Para el beneficio vencido" en Cracovia (est. 1786) y después de mudarse a Varsovia en la logia "Diosa de Eleusis" allí (est. 1780).
El matrimonio Lafontaine tuvo dos hijas: Sophie (1790–1831) se casó con el general Hans Moritz Hauke ​​​​y Victoria († 1835) se casó con el rico pastelero de Varsovia Karl Joseph Lessel.

Maria Theresia de CORNELLY 

Nacida en 1765 y fallecida en 1827, a la edad de 62 años
Dama de compañía de la reina  consorte polaca Stanislaus August.
Es de origen húngaro. 

domingo, 15 de julio de 2012

132.-Antepasados del rey de España : Wifredo el Velloso, conde de Barcelona.-a


  Esteban Aguilar Orellana ; Giovani Barbatos Epple.; Ismael Barrenechea Samaniego ; Jorge Catalán Nuñez; Boris Díaz Carrasco; -Rafael Díaz del Río Martí ; Alfredo Francisco Eloy Barra ; Rodrigo Farias Picon; -Franco González Fortunatti ; Patricio Hernández Jara; Walter Imilan Ojeda; Jaime Jamet Rojas ; Gustavo Morales Guajardo ; Francisco Moreno Gallardo ; Boris Ormeño Rojas ; José Oyarzún Villa ; Rodrigo Palacios Marambio; Demetrio Protopsaltis Palma ; Cristian Quezada Moreno ; Edison Reyes Aramburu ; Rodrigo Rivera Hernández; Jorge Rojas Bustos ; Alejandro Suau Figueroa; Cristian Vergara Torrealba ; Rodrigo Villela Díaz; Nicolas Wasiliew Sala; Marcelo Yañez Garin; 

Aldo  Ahumada Chu Han 

(en catalán Guifré el Pilós; también conocido como Wilfredo, Vilfredo, Guifredo o Guilfredo) (840-897), hijo de Sunifredo de Urgel, conde de Urgel y de la Cerdaña (868/70-897), de Barcelona y Gerona (878-897) y de Osona (886-897) de facto, si bien de iure no lo fue hasta el 878.
Wifredo pertenecía a un linaje hispanogodo de las inmediaciones de Prades, en el condado de Conflent, actualmente en el Rosellón francés. Conde de Urgel y Cerdaña en 870, recibió en el año 878 los condados de Barcelona, Gerona y Besalú de los reyes carolingios. Su gobierno coincidió con un periodo de crisis que llevó a la fragmentación del Imperio carolingio en principados feudales.
Wifredo fue el último conde de Barcelona designado por la monarquía franca y el primero que legó sus estados a sus hijos. A partir de entonces, los condados se transmitieron por herencia y los reyes francos simplemente sancionaron la transmisión. De esta forma, se crea la base patrimonial de la casa condal de Barcelona.
A la figura de Wifredo hay que atribuir la independencia de facto de los condados catalanes respecto del reino franco y la creación de una extensa base patrimonial. Una de sus acciones más relevantes fue la repoblación de la plana de Vich (878-881), una extensa tierra de nadie situada entre los dominios carolingios y los musulmanes, que posteriormente se convertiría en el Condado de Osona. Allí fundó los monasterios de Ripoll y San Juan de las Abadesas, y restauró el obispado de Vich.

Orígenes familiares

La leyenda lo hace hijo del conde Wifredo de Ria,​ caballero de la villa homónima, situada cerca de Prades en el condado de Conflent, uno de los condados de la Septimania bajo soberanía franca, y vengador del asesinato de su padre por el conde Salomón, al cual Wifredo el Velloso supuestamente dio muerte.

A partir de los estudios de los monjes benedictinos dom De Vic y dom Vaissete, autores de la Histoire générale de Languedoc,​ se considera que Wifredo era en realidad hijo de Sunifredo de Urgel, un noble hispanogodo, nombrado conde de Urgel y de Cerdaña en 834 por el emperador Luis el Piadoso, y de Barcelona, Gerona, Narbona, Nimes, Agde, Besiers y Magalona en 844 por el rey franco Carlos el Calvo.
Desde los estudios de Ramón de Abadal, algunos autores consideran a Wifredo miembro del linaje de los bellónidas, ya que, según Abadal,3​ Sunifredo era hijo de Bellón I de Carcasona, que habría sido el primer conde de Carcasona en tiempos de Carlomagno. Otros autores, en cambio, defienden la hipótesis de que era descendiente de Bellón por vía materna, mientras que por vía paterna lo era del conde Borrell de Osona.

En las luchas dinásticas surgidas en el Imperio franco tras la muerte de Luis el Piadoso (840) y del Tratado de Verdún (842-843), el conde Bernardo de Septimania, conde de Barcelona y Gerona (825-832 y 835-844), Narbona, Besiers, Agde, Magalona y Nimes (828-832 y 835-844) y de Tolosa (835-844) va a alinearse con Pipino II de Aquitania, en tanto que los bellónidas se mantenían fieles a Carlos el Calvo. En 844, tras haberse apoderado de Tolosa, Carlos capturó a Bernardo y lo hizo ejecutar. En recompensa a la fidelidad a la corona, tras la ejecución de Bernardo, Carlos el Calvo concedió los condados de Barcelona, Gerona, Narbona, Nimes, Agde, Besiers y Magalona a Sunifredo de Urgel y Cerdaña.

Sin embargo, en 848, Guillermo de Tolosa, hijo de Bernardo de Septimania, nombrado conde de Barcelona por Pipino II, se apoderó de este condado y del de Ampurias. Es probable que los condes Sunifredo de Urgel-Cerdaña-Barcelona y Suniario I de Ampurias, que habían permanecido leales a Carlos el Calvo, muriesen en estas luchas.

Las investiduras condales

Las investiduras, por parte de Carlos el Calvo en 870, de Wifredo el Velloso como conde de Urgel y Cerdaña y de su hermano Miró para el cargo condal de Conflent se inscriben en la reanudación de los bellónidas, iniciada en 862 con el nombramiento de los hermanos Delá y Suñer II, hijos de Suñer I de Ampurias y Rosellón y primos hermanos de Wifredo y Miró, como condes de Ampurias.
En junio de 870, en la asamblea de Attigny, y habiendo muerto el conde Salomón de Urgel, Cerdaña y Conflent, el joven Wifredo recibió estos honores del rey Carlos el Calvo. El Conflent lo cedió a su hermano Miró (conocido por Miró el Viejo).

Rebelado Bernardo de Gothia, conde de Barcelona, Rosellón, Narbona, Agde, Besiers, Magalona y Nimes, contra Carlos el Calvo, Wifredo el Velloso, ayudado por su hermanos Miró de Conflent y Sunifredo (después abad de Arlés), y por el vizconde de Narbona Lindoí, que se pusieron del lado de Carlos y después del de su hijo, Luis el Tartamudo, avanzaron por la Septimania donde eliminaron por la fuerza a los nobles fieles a Bernardo (como el obispo Sigebuto de Narbona), y expulsaron de sus iglesias a los sacerdotes que no les eran partidarios. Esto debió de ocurrir a comienzos del año 878, quizás en marzo y abril. La rebelión de Bernardo se hundió. En agosto, el concilio de Troyes, presidido por el papa Juan VIII y por el rey Luís el Tartamudo tomó decisiones religiosas y políticas. En este concilio estarían presentes Wifredo el Velloso de Urgel y Cerdaña, Miró de Conflent, Suñer II de Ampurias y Oliba II de Carcasona como personalidades políticas, y los obispos de Elna, Gerona, Barcelona y Urgel como principales personalidades eclesiásticas de la Gothia. El 11 de septiembre de 878 Bernardo fue declarado desposeído de sus honores, los cuales serían repartidos. En el reparto, Wifredo el Velloso fue investido conde de Barcelona, Osona, Gerona y Besalú. Los condados de Narbona, de Besiers y de Agde, hasta entonces vinculados al de Barcelona quedan separados. Su hermano Miró de Conflent recibió el condado de Rosellón. Wifredo cedió la administración de Besalú a su hermano Radulfo (878-920). Sunifredo será abad de Arlés y Riculfo obispo de Elna.

La intervención en Osona

Tras las investiduras de 878, los dominios de Wifredo abarcaban tanto el área montañosa —Urgel y Cerdaña— como la marítima —Barcelona y Gerona—. Durante todo el siglo IX, excepto en el breve periodo de Sunifredo (844-848), el padre de Wifredo, como conde de Urgel, Cerdaña, Barcelona, Gerona y Narbona, estas dos zonas se habían mantenido separadas, regidas siempre por condes diferentes. En gran parte, porque impedía la comunicación entre ellas el espacio vacío central configurado por las actuales comarcas de Ripollés, el Valle de Lord, Berguedá, Llusanés, la Plana de Vic, Moyanés, las Guillerías y Bages, territorio despoblado a raíz de los desórdenes de la sublevación de Aizón.

En esta área vacía, se registra una fuerte corriente de inmigración procedente de las comarcas pirenaicas —Pallars, Urgel y Cerdaña— a finales del siglo IX. Tras casi dos siglos, desde los inicios de la crisis de la monarquía visigoda hasta el fin del poder carolingio, de haber acogido a los que abandonaban las llanuras a causa de los riesgos de la inestabilidad política, ahora las tierras de alta montaña habían llegado a padecer superpoblación. Por esto, a mucha gente no le quedó otro remedio que intentar establecerse en las tierras bajas.
Aldo  Ahumada Chu Han 

Ante de esta situación, Wifredo el Velloso, cuyos condados rodeaban toda esta área de nueva población, intervino en la zona para canalizar la colonización. Nombra veguers para delimitar las áreas de colonización y los núcleos de poblamiento, así como también integra este territorio dentro de las estructuras condales. En un principio, cuando las características y situación de la zona lo permitían, Wifredo anexionó las áreas repobladas a un condado ya existente: Vall de Lord fue incluido dentro del condado de Urgel, y el pagus de Berga —el actual Berguedá— en el condado de Cerdaña. Ahora bien, la región central del Ripollés, Plana de Vic, Llusanés y las Guillerías configuraban un territorio tradicionalmente estructurado alrededor de la ciudad de Ausona con una tradición étnica propia —era la antiguo país de los ausetanos—. Por esto, Wifredo crea un distrito propio, el condado de Osona, dónde también fueron incluidas las tierras del Moianés y Bages, las cuales, a pesar de tener un núcleo tradicional —la ciudad de Manresa— y también una personalidad histórica derivada de haber sido el país de los lacetanos, por su situación de primera línea de frontera con el Islam y por su escaso poblamiento, no tenían la suficiente entidad como para estructurar una demarcación específica; de aquí el valor meramente geográfico y nunca jurídico de la expresión condado de Manresa, frecuente en los documentos. Al nuevo condado de Osona, Wifredo, habiéndose reservado el cargo de conde, en 885 nombra un vizconde, con la misión de ejercer las funciones condales en ausencia del conde.

En la vertiente eclesiástica, hizo falta integrar la red de parroquias, erigidas a menudo por los mismos colonos, dentro de la jerarquía episcopal. A consecuencia de su proximidad geográfica, las parroquias del Berguedá y las de Vall de Lord fueron incluidas dentro de la diócesis de Urgel. Ahora bien, en el área central fue necesario restaurar el de obispado de Osona (Ausona), ciudad destruida por la invasión musulmana del siglo VIII. En 886, Wifredo el Velloso consiguió del arzobispo de Narbona, metropolitano de los obispados sur-pirenaicos, el restablecimiento de la diócesis y la consagración episcopal del arcipreste Gotmar. El nuevo obispo hizo erigir la nueva catedral fuera del recinto de Ausona —una ciudad abandonada y en ruinas, debido a las destrucciones provocadas primero por los musulmanes y, después, por la sublevación de Aizón— y la situó en un nuevo núcleo de población, próximo a la antigua ciudad, un vecindario (vicus en latín), origen de la actual Vich.

Dentro de la reorganización eclesiástica de la nueva región, Wifredo fundó los monasterios de Santa María de Ripoll (880) y de San Juan de las Abadesas (885), dotados no sólo de tierras sino también de derechos públicos y privilegios jurídicos. Así, Ripoll recibió los beneficios de los servicios reales debidos por los habitantes de Estiula y Ordina, de las pesqueries del Ter y del Freser, así como también un tercio del impuesto del mercado, y, además, el monasterio fue declarado exento de la jurisdicción de los tribunales condales en materia de homicidios, raptos y otros delitos, al tiempo que a los monjes les fue reconocido el derecho de elegir libremente su abad según la regla de San Benito. El monasterio —femenino— de San Juan recibió, además de grandes latifundios, el castillo de Montgrony con su término y su iglesia. Por su parte, en 899, Emma, hija de Wifredo el Velloso, nombrada abadesa de San Juan a instancias de su padre, consiguió del rey Carlos el Simple un privilegio de inmunidad respecto del gobierno de los condes para la abadesa y el cenobio, puestos bajo exclusiva jurisdicción real; y en 913, obligar, en virtud de una sentencia judicial, a los habitantes del valle de Sant Joan a reconocer la propiedad monacal sobre las tierras que ocupaban. Emma, después de haber ganado un pleito contra su hermano, el conde Miró de Cerdaña, consiguió afirmar la jurisdicción abacial, excluyendo a los pobladores de los alrededores de prestar servicios reales al conde.

La crisis de la monarquía carolingia

Muerto Luis el Tartamudo (879), el reino franco se divide entre sus hijos, los dos menores de edad: Luis III recibió Neustria, Austrasia y Lorena, en tanto que Carlomán recibía Borgoña, Aquitania, Septimania y los condados sur-pirenaicos.

El vacío de poder causado por esta sucesión se agrava por las muertes sucesivas de Luis III (882) y de Carlomán (884). A causa de los difíciles momentos que pasaba el reino debidos a los continuos ataques de los normandos contra las costas atlánticas, se descartó entronizar a Carlos el Simple —hijo póstumo de Luis el Tartamudo, de sólo cinco años de edad— y, por tanto buscar un monarca capaz de hacer frente a los invasores escandinavos. En la asamblea de Ponthion (885) los magnates francos optaron por ofrecer la corona al hijo de Luis el Germánico, Carlos el Gordo, rey de Germania coronado emperador por el Papa en 881. Todo el territorio carolingio quedaba, pues, de nuevo bajo el dominio de un único soberano.

Aun así, Carlos el Gordo enseguida demostró que no tenía el temple de su abuelo Luis el Piadoso ni, menos aún, el de su bisabuelo: ante el asedio en París por los normandos entre noviembre de 885 y octubre de 886, Carlos sólo fue capaz de comprar la retirada a cambio de pagarles un tributo. Además, en la Francia oriental, tampoco pudo dominar las revueltas de Franconia, Sajonia, Turingia, Baviera y Suabia. Por todo esto, en 887 Carlos fue destronado.

Tras el fallecimiento de Carlos el Gordo (888), acontecido en medio de la indiferencia y el olvido general, el sistema carolingio se encaminaba hacia su desaparición. En la Francia oriental, la dinastía parecía poder tener alguna continuidad con el sobrino de Carlos, Arnulfo, hijo ilegítimo de Carlomán de Baviera, proclamado rey de Germania en 887, en revuelta contra su tío, y, pese a su condición de bastardo, coronado emperador por el Papa en 896. Ahora bien, a la muerte de Luis el Niño (899-911), hijo y sucesor de Arnulfo de Germania, los nobles alemanes eligieron rey a Conrado, duque de Franconia, ajeno a la dinastía carolingia la cual ya no volvió a reinar nunca jamás en Germania. Por su parte, en Italia, el destronamiento de Carlos el Gordo (887) inició un proceso de luchas entre los magnates, los cuales consiguieron además convertir el Papado en un instrumento de sus propósitos imponiendo pontífices serviles y de baja condición moral. Finalmente, en la Francia occidental, la persistencia, debido a la vergonzosa capitulación de Carlos el Gordo, de los ataques normandos planteó de nuevo la necesidad de encontrar un monarca con dotes de caudillo militar. En 888, ignorando nuevamente los posibles derechos de Carlos el Simple, los nobles eligieron rey a Eudes, conde de París, que no pertenecía a la estirpe carolingia, rompiendo así el principio de legitimidad.

Los condes de la Marca Hispánica y la crisis carolingia

Siguiendo la tradición de los condes de ascendencia visigoda6​ —Wifredo el Velloso, Miró de Rosellón-Conflent y los condes de Ampurias Dela y Suñer II— mantuvieron su fidelidad a los monarcas carolingios Carlomán (879-884) y Carlos el Gordo (885-888), tal y como lo testimonian la visita a la corte real de 881 llevada a cabo por los jerarcas catalanes para solicitar privilegios, y el precepto otorgado en 886 por Carlos el Gordo a Teotario, obispo de Gerona. Ahora bien, esta lealtad de los condes de la Marca toma, tras muerte de Luis el Tartamudo, un carácter pasivo. Los condes, si bien no se alzaron nunca contra los reyes carolingios, evitaron implicarse en las luchas del reino. En 879, Luis III y Carlomán marcharon contra Bosón, autoproclamado rey de Provenza, título privativo de los descendientes de Carlomagno. Los condes se declararon a favor de Carlomán pero no se unieron a la expedición, actitud bastante diferente de la decidida y firme actuación, sólo dos años atrás, de Wifredo y Miró en Septimania contra los seguidores de Bernardo de Gothia. Igualmente, los jerarcas sur-pirenaicos no asistieron a la asamblea de Ponthion (885) puesto que, para ellos, los ataques normandos representaban una cuestión ajena y lejana.

Por todo esto, los condes de la Marca Hispánica rechazaron, en un primer momento, al rey intruso Odón (888-898) pero tampoco se alzaron contra el usurpador en defensa de los derechos del carolingio Carlos el Simple. A su vez Odón, absorbido por las luchas contra los normandos, no pudo llevar a cabo ninguna actuación política en el sur del reino, aún cuando, al final, hubo un cierto acercamiento de los condes hacia este rey, debido a la crisis eclesiástica motivada por el actuación irregular del presbítero Esclua.

En 886, aprovechando la ausencia del arzobispo Teodardo de Narbona, el clérigo Esclua fue a Gascuña y se hizo consagrar obispo de Urgel, diócesis de dónde, por instigación del conde Ramón I de Pallars-Ribagorza y con la aprobación tácita de Wifredo el Velloso, conde de Urgel, expulsa al obispo titular Ingoberto. La situación se complica, cuando Esclua pretende proclamarse metropolitano de la Tarraconense, sustrayendo así las diócesis carolingias hispánicas de la obediencia de Narbona. Con esta condición de metropolitano, el obispo intruso de Urgel intervino en el contencioso creado en 887, cuando los condes Dela y Suñer II de Ampurias rechazaron a Servus Dei, clérigo consagrado obispo de Gerona por el metropolitano Teodardo de Narbona, de acuerdo con Wifredo el Velloso. Accediendo a las peticiones de los condes ampurianos, Esclua consagró, con la colaboración de los obispos de Barcelona y Vich, a un nuevo obispo de Gerona en la persona de Eremir. En 889 Servus Dei tuvo que refugiarse en el monasterio de Bañolas. Por otra parte, en 888, Esclua recompensó a Ramón I (le debía su acceso a la sede de Urgel) con la erección del obispado de Pallars, al tiempo que, para asegurarse el apoyo de Suñer y Dela, se dispone a restablecer la antigua sede de Ampurias, existente hasta la invasión musulmana.

Si en un primer momento, Wifredo el Velloso toleró el destronamiento de Ingoberto —parece que no había una relación demasiado buena entre ambos—, ahora, por su amistad con Teodardo de Narbona, no podía admitir las pretensiones metropolitanas de Esclua. Además, por el interés de los condes en la existencia de sedes episcopales en sus dominios, para controlarlas situando familiares próximos o negociando la concesión a cambio de contrapartidas políticas o económicas (de aquí la actuación de Ramón I y de Dela y Suñer II en todo este asunto), Wifredo no podía permitir la elección de unos nuevos obispados —Pallars y Ampurias— constituidos recortando el territorio de diócesis situadas en sus condados de Urgel y Gerona. Por todo esto, ahora Wifredo se declara en contra de Esclua y a favor de Teodardo y de los obispos destituidos, Ingoberto y Servus Dei.

Ante esta situación, los condes de Ampurias creyeron conveniente acercarse a Odón y reconocerlo como rey incluso aunque fuera un intruso. En 889 el conde Suñer II y el obispo Eremir acudieron a Orleans, a la corte de Odón y obtuvieron unos preceptos que, en el condado de Osona, incluían una serie de donaciones reales a favor del obispado claramente lesivas para Wifredo el Velloso. Fortalecidos, pues, por esta aprobación real, Suñer y Dela ocuparon el condado de Gerona, calculando que Odón les podría conceder la investidura. En estas circunstancias, Teotardo también decidió acercarse a Odón, de quien obtuvo un precepto de protección real para la archidiócesis de Narbona. Aprovechando la reconciliación del obispo Gotmar de Vich con Wifredo, Teotardo pudo convocar, en 890, en Port —localidad próxima a Nimes— un concilio con la asistencia de los arzobispos metropolitanos de Arlés, Aix-en-Provence, Embrun, Apt y Marsella como también de los titulares de diócesis sufragáneas de Narbona: Nimes, Carcasona, Albi, Uzès, Magalona, Agda, Besiers, Tolosa, Lodève, Elna y Vich. En este concilio, dónde se formuló una condena a las usurpaciones de Urgel y Gerona, el obispo Gotmar de Vich se declara arrepentido de haber colaborado con Frodoí de Barcelona y Esclua en la consagración anticanónica de Eremir, y obtuvo el perdón de los padres conciliares, con el encargo de comunicar las resoluciones sinodales a Suñer II de Ampurias.

La crisis eclesiástica se cerró definitivamente con un nuevo sínodo en Urgel (892) dónde Esclua y Eremir, obligados a comparecer, serían desposeídos formalmente de las sedes que ocupaban, las cuales fueron restituidas a sus legítimos titulares. El obispo Frodoí de Barcelona conservó la mitra sólo porque obtuvo el perdón del arzobispo Teotardo. De todo el asunto, sólo sobrevivió, temporalmente, el obispado de Pallars. En 911 se reconoció que esta diócesis, subsistiría sólo en vida de su titular Adolfo. Aun así, Atón, hijo del conde Ramón I consiguió suceder a Adolfo y regir el obispado hasta su muerte, el 949. En ese momento, la diócesis pallaresa se extinguió y sus parroquias fueron reintegradas al obispado de Urgel.

El asunto Esclua es un testimonio de la pérdida del control de la situación en las regiones meridionales del reino por parte de la monarquía franca a finales del siglo IX. De una parte, en el sur de los Pirineos los únicos condes que reconocieron a Odón como rey fueron los de Ampurias y nada más por su interés en afirmar la situación de Eremir como obispo de Gerona. Wifredo el Velloso, Mirón de Rosellón-Conflent y Ramón I de Pallars no hicieron ningún acto de acatamiento a este monarca, de ahí que no recibieran nunca ningún precepto real. Se permitieron, por tanto, mantener una actitud de rechazo hacia un soberano al que consideraban ilegítimo. Por otra parte, en toda esta crisis, los monarcas —tanto el carolingio Carlos el Gordo (885-888) como el intruso Odón (888-898)— mantuvieron una actitud pasiva, inconcebible en tiempos de Luis el Tartamudo y sus predecesores —Carlos el Calvo, Luis el Piadoso, Carlomagno y Pipino el Breve—. Estos soberanos, de haberse encontrado con un asunto de estas características, habrían actuado enérgicamente enviando una comisión de missi dominici a resolver el problema. En cambio, Carlos el Gordo no tomó ninguna medida ante las deposiciones contra derecho de Ingoberto de Urgel (886) y Servus Dei de Gerona (887), y, a su vez, Odón mantuvo una actitud incoherente concediendo privilegios primero a Eremir (889) y, después, a su rival Teotardo (890). Para Odón, conceder privilegios a todo aquel que acudía a su corte era un medio para conseguir ser reconocido como rey, y no una actuación orientada a resolver la crisis, superada, por lo tanto, gracias a la actuación no tanto del monarca sino de los poderes eclesiásticos y civiles de la región mediante los concilios provinciales de Port (890) y Urgel (892) dónde la ausencia de delegados del soberano permitió el destronamiento de Eremir, así como de los preceptos reales que había obtenido en 889.

La muerte de Wifredo

Hacia 883 u 884 los musulmanes se sintieron amenazados por la expansión de Wifredo el Velloso, quien estableció posiciones (Cardona por ejemplo) en Osona, en Berguedá y en el Valle de Lord (y algunos puestos avanzados en el Valle de Cervelló en el sur del río Llobregat). La frontera del condado pasaba al norte de Solsona seguramente por Besora, Tantallatge y Correà; la de Berga, por Sorba, Gargalla y Serrateix; y la de Osona, por Cardona, Manresa y Montserrat. Por todo ello, la ciudad de Lérida fue fortificada por los Banu Qasi. Wifredo vio esto como una provocación y atacó la ciudad gobernada por el valí (gobernador) de la familia de los Banu Qasi, Ismail ibn Musa. El ataque no salió bien. El historiador Ibn al-Athir dice que los musulmanes hicieron una gran matanza entre los atacantes. El sucesor de Ismail, Lubb Ibn Muhammad atacó Barcelona unos años después y Wifredo moriría en la lucha el 11 de agosto de 897. Sus restos reposan en el Monasterio de Ripoll.

La sucesión

La prueba más clara de la descomposición del poder real en el reino franco fue la transmisión hereditaria de los condados, práctica iniciada en 895: muerto Miró el Viejo, su condado de Rosellón pasó, sin ninguna clase de intervención del rey Odón, a Suniario II de Ampurias, en tanto que el de Conflent fue para Wifredo el Velloso, conde de Osona desde 885 sin haber recibido la investidura real de este condado. Así pues, los reyes perdieron la facultad, que habían tenido en el siglo IX, de nombrar y destituir a los condes, los cuales, por ello, dejaron de ser unos delegados del monarca para convertirse en pequeños soberanos de sus dominios.

La transmisión hereditaria de los condados fue una reacción a la falta de autoridad efectiva del rey sobre el territorio, que convirtió un cargo público en patrimonio familiar; de aquí que a finales del siglo IX no se hubiera establecido un criterio por determinar cómo se tenía que llevar a término la sucesión. Por esto, a la muerte de Wifredo el Velloso (897), en un primer momento, sus hijos —Wifredo Borrell, Miró, Sunifredo y Suniario— optaron por gobernar conjuntamente todos los dominios de su padre y administrarlos con preeminencia del primogénito, Wifredo Borrell, primus inter pares. Pero pronto, cuando cada uno de los condes cogobernantes tuvo descendencia, hizo falta abandonar la idea de herencia conjunta y, entonces, cada hijo transmitió individualmente a sus herederos la parte del conjunto condal que gobernaba: Wifredo Borrell, junto con Suniario, Barcelona, Gerona y Osona; Sunifredo, Urgel; y Miró, Cerdaña, Conflent y Berga.
Cabe añadir que este proceso no fue en modo alguno una excepción específica de la llamada Marca Hispánica, sino un proceso generalizado en el Imperio franco en este período histórico. En este sentido, A. Lewis afirma: "En resumen, las guerras civiles y las invasiones debilitaron el imperfecto sistema de control centralizado que los carolingios habían establecido en el sur de Francia y la Marca Hispánica. Circunstancias especiales, de las que la más importante fue la brevedad de los reinados de los sucesores de Carlos el Calvo y la ascensión del rey Eudes, permitió a los condes gobernantes en el Midi y Cataluña establecer sus familias como herederas e independientes de hecho de la autoridad real. No obstante, a menudo no fue el resultado de una situación repentina y revolucionaria, sino la culminación de una evolución gradual de la autoridad que, para la mayoría de estas familias, duró varias décadas.


Biografía de Real Academia de Historia.

Vifredo. Wifredo, Guifredo el Velloso. Conde de Urgel, Cerdaña, Barcelona, Gerona y Osona. Septimania (Francia), c. 840 – Valldora (Lérida), 897. Noble, conde de Barcelona.

Nace hacia el año 840 en el seno de un linaje destacado de Septimania, con propiedades en la zona pirenaica, sobre todo en torno a Carcassona y en el Conflent, y partícipe de la política imperial y las tensiones en el reino aquitano. Su padre, Seniofredo, tras ser designado conde de Urgel y Cerdaña, se convierte en el personaje más poderoso de Septimania y la frontera al añadir, a partir de 844, la delegación sobre los condados de Barcelona, Gerona, Osona y Narbona, con Carcassona, Magalona, Bésiers i Nimes hasta morir en el año 848. Vifredo, con su base patrimonial, participa de este contexto y recibe de Carlos el Calvo hacia 870 los condados de Urgel y Cerdaña. La detención de cargos públicos se conjuga con la pugna del linaje por la preeminencia regional y por ello la designación condal es coetánea a otros beneficios para el linaje, como la concesión real de inmunidades a Oliba II de Carcasona y el afianzamiento tanto de éste como de Suñer I de Ampurias.

Muy significativamente, en el año 873 Vifredo participa junto a su hermano Mirón y a sus primos los condes Oliba y Acfredo de Carcasona-Rasés en la consagración de la iglesia de Formiguera, en el condado de Rasés, que han dotado con bienes propios poseídos conjuntamente a fin de procurar el bien espiritual de “parentum nostrorum”. De modo parecido, Vifredo participa en 885 en una donación conjunta a favor del monasterio de Cuixà para el bien familiar junto a su madre Ermesenda, su hermana Quixilo y sus hermanos Mirón y Radulfo, siendo también acompañado por estos dos en 888 al favorecer, del mismo modo, al cenobio de la Grassa, ofreciendo en ambos casos importantes bienes situados en Conflent.

Los criterios particulares y familiares se mezclan con el creciente grado de autonomía en la gestión condal a raíz de la crisis de la Monarquía. Por ello, el mismo Vifredo ha traspasado a su hermano Mirón el Conflent, extraído de Cerdaña, a la vez que participa en las intrigas urdidas en torno a Aquitania con la atención puesta en la primacía regional en el espacio septimano.

Claramente no sigue al poderoso Bernardo de Gotia, hombre fuerte en la región que detenta los condados de Rosellón, Barcelona, Gerona, Narbona, Adge, Besiers, Magalona, Nimes, Poitiers, Bourges y Autun.

Ambos toman posturas distintas en 877 ante la revuelta de diversos magnates contra Carlos el Calvo, secundada por Bernardo de Gotia y no por Vifredo. La muerte del rey ese mismo año y la falta de acuerdo entre Bernardo y el sucesor, Luis II el Tartamudo, remarca la posición de Vifredo, que junto con su hermano Mirón de Conflent y el vizconde de Narbona se enfrenta abiertamente a Bernardo de Gotia y a Bosón de Provenza, con episodios de fuerte agresividad en Rosellón y Septimania en 878. La presencia del papa Juan VIII en Arlés, junto a Bosón de Provenza, se traduce en una bula contra los excesos de Mirón y el vizconde narbonés al haber agredido a clérigos y templos.

No obstante, en el concilio de Troyes el rey impone la caída de Bernardo de Gotia y la compensación de Vifredo, que recibe en 878 el condado de Barcelona, mientras que su hermano Mirón suma el de Rosellón.
El contexto de afianzamiento personal y familiar aporta a Vifredo también el condado de Gerona, superando algunas reticencias y concretando la singularización del extremo noroccidental de esta entidad como condado de Besalú regido por su hermano Radulfo.
Estas designaciones, que Vifredo suma a las anteriores titulaciones condales, coinciden con una nueva etapa. La progresiva desintegración carolingia, la fragmentación territorial y el alejamiento del poder real culminan con la muerte de Carlos el Calvo, en 877.
A partir de ahora, la capacidad de intervención real en los condados meridionales es mínima —las designaciones condales que en el año 878 han beneficiado a Vifredo son las últimas de procedencia real— y los condes dejan de participar en las conspiraciones del espacio aquitano. Apartados de las intrigas septentrionales, los condes asumen, en cambio, una introspección de gobierno efectivo sobre las propias demarcaciones, que gestionan con gran autonomía.

Coherentemente, en esta segunda fase Vifredo participa y contribuye al desarrollo de sus condados. Se beneficia de una dinámica socioeconómica favorable, con aumento del espacio agrario e incremento demográfico inmigratorio, lo que facilita la cohesión territorial interna. El afianzamiento de los territorios define con precisión la delimitación condal especialmente ante la frontera, lo que permite: articular el territorio de Osona, superando las heridas socioeconómicas derivadas en gran parte de la revuelta de Aissó de 826-827 y del asalto musulmán de 841, para singularizarlo como condado, desde 881, incluyendo el espacio septentrional en torno al valle de Ripoll, que hasta entonces se definía en el “transmontano” del condado de Cerdaña; densificar y vehicular el espacio berguedano como continuación del condado de Cerdaña aprovechando la misma dinámica; extender el condado de Urgel aguas abajo del Segre, incorporando los valles de Nempàs (Cabó) y Lavansa, lo que facilita, a través de Tuixén y Josa, enlazar con el extenso valle de Lord e integrarlo en el mismo condado (878), tras haberse mantenido en el territorio fronterizo humanamente activo y cohesionado pero ajeno a la estructuración política y eclesiástica. El conde aprovecha el crecimiento social y económico para incrementar su presencia jurisdiccional y una capacidad exactiva cada vez más atenta a la producción agropecuaria mediante el establecimiento de castillos responsables de un término específico (castillos termenados), cuya tenencia y funciones se delega a vicarios.

La consolidación de éstos, mediante la retención del cargo y la percepción de parte de las rentas inherentes, apunta hacia la progresiva consolidación, en torno al conde, de una nobleza basada en los linajes vicariales y vizcondales. Éstos continúan siendo de designación del conde, quien establece un vizconde en cada demarcación, a las que se une Osona desde 878.

La Iglesia participa del mismo desarrollo territorial.

En las dos últimas décadas del siglo IX se consagran numerosas parroquias, algunas dotadas por el mismo conde, como San Pedro de Ripoll (890), lo que afianza a la Iglesia diocesana en la obtención de rentas y en el acceso a las conciencias. El conde contribuye a ello no sólo construyendo iglesias, como las de Casserres y de Avià, que serán consagradas bajo su sucesor, sino acordando actuaciones con los prelados: en el valle de Lord, tras haber negociado con la población que ya ocupaba el valle, pacta con el obispo Galderico de Urgel el despliegue de parroquias (872- 878) y un particular régimen que, bajo garantía condal, permite a los habitantes participar en la elección y destitución de los rectores de las parroquias; y en Osona promueve la recuperación de la sede episcopal a partir de 880, asentando obispo propio en 886 —formalmente solicitado al arzobispo de Narbona por los fieles, el clero y el conde— en el nuevo emplazamiento de Vic, donde la catedral se consagra en 890. Al mismo tiempo, en las zonas de montaña poco favorecidas está surgiendo una pléyade de pequeños cenobios, que van acogiéndose a la regla benedictina, algunos de ellos como centros e iglesias particulares de sus fundadores. También nacen monasterios que gozarán de un importante desarrollo posterior, como Sant Cugat del Vallès. El mismo conde Vifredo funda y dota, en emplazamientos óptimos, los cenobios de Santa Maria de Ripoll en 879 (consagrada en 888) y de San Juan de Ripoll (de las Abadesas) en 885 (consagrada en 887), con los que favorece a sus hijos, al situar a Radulfo en el primero y a Emma en el segundo.

Los centros monacales y episcopales son los principales beneficiados por los preceptos reales, que suelen conceder importantes inmunidades como las otorgadas, en las demarcaciones de Vifredo, a las sedes episcopales de Barcelona (878), Gerona (878, 881, 886, 891) y Vic (889) y a los cenobios de Amer (890), Bañolas (878), Fontclara (889) y Santa Cecilia d’Elins (881). El respeto a estas concesiones y la datación de los documentos según los monarcas es la única presencia real, aún matizada cuando en 888, ante el acceso al trono de un personaje ajeno al linaje carolingio, Odón, algunos documentos especifican “Christo regnante, rege expectante”, lo que no impide que se respeten igualmente los privilegios emanados por este soberano. No consta que Vifredo se apresurara a saludar al rey Carlomán al llegar éste, en 881, a Narbona, y en 888 se muestra distante ante el ascenso de Odón, si bien al año siguiente el entorno condal ya data los documentos según el nuevo reinado. En realidad, a lo largo de todo el período, el conde ha ido ejerciendo actuaciones que afectan plenamente a la jurisdicción y la fiscalidad públicas, como al conceder al monasterio de Ripoll la recepción del “servitium regale” procedente de los habitantes de Estiula y Ordina, al permitir al mismo cenobio “per preceptum regis” el aprovechamiento del curso del Segre en Set (Cerdaña) o al eximir impuestos especialmente en zonas fronterizas, como Cardona, donde sus habitantes no tendrán que aportar ni censos ni la cuarta parte del teloneo. Posteriormente, en el 913, también se recordará que sus concesiones a San Juan de las Abadesas las efectuó “per vocem regis”. Conforme a sus atribuciones condales, imparte justicia en mallo público acompañado de un elevado número de jueces y de buenos hombres, incluyendo entre éstos a algunos clérigos.

La proximidad de la Iglesia al poder condal se refleja, en todos los condados, en los lazos económicos, de linaje y también políticos, que motivan las pretensiones de los condes de Pallars y de Ampurias para obtener obispados propios. Por ello, las disputas por las mitras de Urgel (887) y de Gerona (889) catalizan: las tensiones en torno a la preeminencia de Vifredo, que se reflejaría en una prelación eclesiástica del urgelés; la disputa por este protagonismo regional entre Vifredo y Suñer de Ampurias, y el corolario de la titularidad del condado de Gerona, abiertamente discutida por Delà desde 888. Los servicios del arzobispo de Narbona facilitan la conclusión en 891, expulsando a los pretendientes de los obispados no reconocidos por el metropolitano y asegurando el condado de Gerona para Vifredo. En 896, la muerte de Mirón facilita la división de sus dominios entre Vifredo, que recupera Conflent, y Suñer de Ampurias, que accede a Rosellón.

La vinculación de los obispados con Narbona se remarca en 896, gracias a la bula de Esteban VI que garantiza la intervención del arzobispo ante la provisión de vacantes.

Vifredo pacta en 890 con el obispo de Vic una reducción de las inmunidades concedidas a éste por el rey y en el condado gerundense Vifredo expresa su aceptación de los bienes ofrecidos en 889 al monasterio de Fontclara por el mismo soberano: “Wifredus comes ipsos fiscos consentit”. En realidad, se está avanzando hacia la confusión del dominio público y el condal bajo el gobierno del conde. A la vez, éste incrementa el propio patrimonio con la incorporación de castillos, como el de Montgrony, adquirido en 885, y de unidades agropecuarias, como en la villa de Llo en Cerdaña, el villar de Sendar en el valle de Ripoll o el villar de Espinosa, en el valle de Brocá, comprado en 889 a cinco matrimonios y a tres solteros que serían sus habitantes. En algunos lugares obtiene fragmentos importantes de la villa, como en Estamariu tras adquirir los bienes que poseía de Eldesindo, y en ocasiones, gracias a sucesivas compras, reúne una destacada propiedad, como las tierras y viñas sumadas en la urgelesa San Miguel de Banat. La dinámica de “aprisión” de tierras baldías cultivadas durante treinta años hasta dar derecho de propiedad, practicada por magnates y por el resto de la población, beneficia también al conde, por su misma participación con sus agentes o por revertir en él dominios como las tierras de las que se apropia mediante “aprisión” el liberto Sarraceno en Borredà, quien a su vez había llegado a propiedad del conde procedente de su tía Ailona. En el seno familiar, una parte destacada de los bienes de su hermano Sunifredo revierten en Vifredo al morir en 890. De uno y otro modo acumula un importante patrimonio que revertirá en sus descendientes.

Los condados bajo Vifredo el Velloso se han cohesionado internamente gracias a que experimentan una fuerte cohesión territorial, con el despliegue condal de las unidades castrales sobre un espacio donde se ha incrementado la ocupación y la producción agrícola, contando con una enriquecida jerarquía eclesiástica —episcopal y abacial— y unos emergentes magnates, tanto grandes propietarios como servidores vicariales y vizcondales del conde. Este afianzamiento interno acentúa la visión de las tierras situadas al oeste de la frontera condal, más allá de los ríos Llobregat y Cardener, como una franja territorial desorganizada entre los dominios condales y los espacios andalusíes de coetáneo desarrollo, a lo largo de las actuales comarcas de Penedés, Anoia, oeste de Solsonés y Cuenca de Tremp. Ante este territorio, la musulmana Lérida avanza en la ocupación y articulación de los ejes fluviales y del llano de Mascançà, sobre todo desde que en 882 se erige en distrito propio bajo los Banū Qāsi, asegurando la capital con su consolidación urbana y fortificación en 884, pensada sobre todo contra las pugnas con los Tugibíes y con los at-Tawil de Huesca.

No obstante, ya en el año 882 el emir al-Múndir parte de Lérida para remontar el Segre e infligir un ataque a la Cerdaña. Al año siguiente, Vifredo pretende cercenar el emergente peligro leridano, pero fracasa antes de llegar a la ciudad. En 891 se sufre otra incursión musulmana. En 896 Muḥammad b. Lubb afianza su dominio leridano tanto contra los at-Tawil de Huesca como contra el conde Vifredo. En 897 éste caerá herido de muerte en Valldora, en el interior del valle de Lord, a manos del mismo señor de Lérida, según la reconstrucción de Ibn Hayyan. Fue sepultado en el monasterio de Ripoll que él mismo había fundado.

La muerte de Vifredo es seguida por la división de sus dominios entre sus hijos sin esperar ningún refrendo superior, evidenciando así el trato privado de los dominios recibidos con carácter público: Vifredo Borrell obtiene Barcelona, Gerona y Osona; Miró, Besalú y Cerdaña; Sunifredo, Urgel, y Suñer es asociado en los dominios de Guifré Borrell, mientras que Radulfo, ofrecido en su momento por el conde a Ripoll, será posteriormente obispo de Urgel y las hijas Emma y Quixol perseverarán en la vida religiosa, restando aún Riquilda, Ermesenda y Guinedilda.

El recuerdo de la labor de Vifredo se mantiene en las generaciones inmediatas. Sus hijos esperan beneficiarle espiritualmente en sus donaciones a centros religiosos, como especifica Suñer en 933 y 944 y Sunifredo en 939, y sus disposiciones son recordadas por su nieto Borrell de Barcelona y de Urgel al aceptar, a mediados del siglo X, el ordenamiento de las parroquias del valle de Lord, los diezmos dominicales concedidos a la sede urgelense o al mencionar la procedencia de los bienes que cede al monasterio de Ripoll.

Si el mismo Borrell le menciona en 949 como constructor de San Juan de las Abadesas, otro nieto, Miró de Gerona, en 977 le dedica una extensa y ampulosa alabanza por sus virtudes humanas y espirituales, por haber expulsado a los musulmanes, por colonizar las tierras desiertas, por edificar iglesias y por proteger a los religiosos con fundaciones como Santa María de Ripoll. En 988 el vizconde de Osona le atribuye la fundación del monasterio de Serrateix y en 1019 su biznieto Vifredo II de Cerdaña, al volver a dotar la iglesia de Formiguera, de entre todos los participantes del acto de 873 sólo menciona “comite Wifredo et fratre eius”. La memoria de las actuaciones de Vifredo avala reivindicaciones en el siglo XI, como las que respecto de Montserrat formula el abad Oliva, quien en sus obras literarias le dedica un elogioso epitafio.

En el siglo XII la Gesta comitum Barcinonensium designa a Vifredo como el Velloso, le hace titular de un territorio ganado por las armas “a Narbona usque in Hispaniam” y lo muestra fiel al soberano a pesar de que ha de liberar él mismo Barcelona de los musulmanes para instaurar un señorío hereditario. A partir de aquí se recrean las versiones legendarias que inciden en su alta alcurnia, que enlazaría con la monarquía carolingia, su singular personalidad y heroicidad y su función como libertador del país frente a los musulmanes y creador del linaje de los condes independientes de Barcelona. Las evocaciones míticas en el siglo XV lo enlazan con Tubal y en el XVI lo entremezclan con leyendas libertadoras de males simbolizados con los dragones. En 1551 Beuter le atribuye el escudo de Cataluña, que serían cuatro barras rojas de sangre brotada de sus heridas e impregnadas con los dedos de la mano derecha del Emperador.

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