—¿Por qué lees tanto? —(…) Mi mejor arma está en el cerebro. Mi hermano tiene su espada; el rey Robert tiene su maza, y yo tengo mi mente… Pero una mente necesita de los libros, igual que una espada de una piedra de amolar, para conservar el filo. —(…)—. Por eso leo tanto, Jon Snow.

TYRION LANNISTER.

viernes, 1 de junio de 2018

441.-El filibusterismo político y sus ejemplos más célebres.-a


Luis Alberto Bustamante Robin; Jose Guillermo Gonzalez Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdes;  Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto  Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Alvaro Gonzalo  Andaur Medina; Carla Veronica Barrientos Melendez;  Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo  Price Toro;  Julio César  Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andres Oyarse Reyes; Franco Gonzalez Fortunatti; Patricio Ernesto Hernández Jara;  Demetrio Protopsaltis Palma; Ricardo Matias Heredia Sanchez; Alamiro Fernandez Acevedo; Katherine Alejandra Del Carmen  Lafoy Guzmán;  Soledad García Nannig; Paula Flores Vargas; 

Scherezada Jacqueline Alvear Godoy

El obstruccionismo parlamentario más habitual en países anglosajones es el de hablar horas y horas para bloquear las leyes, pero el filibusterismo como término político se acuña en los EE.UU. del siglo XIX. En el Senado estadounidense -no así en la Cámara de Representantes– no existe límite de tiempo de intervención mientras no se abandone el estrado, lo que ha significado que a lo largo de la historia los senadores emitieran interminables discursos con el único fin de impedir que se apruebe una ley. 
El que adopta esta técnica no puede parar ni para comer ni para ir al baño, aunque sí puede contar con la ayuda de algún compañero que le interpele de vez en cuando. Sólo hay una única manera externa de frenarle: que así lo decidan tres quintas partes de los miembros de la cámara (60 votos).

Uno de los últimos filibusteros estadounidenses fue el senador republicano Rand Paul, hijo del ex candidato presidencia Ron Paul, quien estuvo casi 13 horas de pié. Paul logró su objetivo: bloquear la nominación del director de la CIA que quería aprobar la mayoría demócrata. Su hazaña fue trending topic. Dicho senador no ostenta, sin embargo, el récord absoluto de horas de discurso. Este honor corresponde al senador de Carolina del Sur, Strom Thurmond, quien en 1957 pasó 24 horas y 18 minutos hablando sin parar con el fin de boicotear las iniciativas que mejoraban la legislación en materia de derechos civiles. No fue el único: durante 57 días, la ley quedó paralizada por la intervención de los senadores.
Otro célebre ejercicio de filibusterismo lo protagonizó nada menos que el que fue precandidato a la Presidencia de los EE.UU., Bernie Sanders. El perdedor de las primarias demócratas frente a Hillary Clinton estuvo más de 8 horas hablando en sus tiempos de senador del estado de Vermont, allá por 2010. En su caso, se trataba de protestar contra una propuesta del ex-presidente George W. Bush que quería extender una rebaja de impuestos. Hay cierto consenso en que el largo discurso de Sander, muy crítico con Wall Street, fue una perfecta lanzadera para su carrera frente a Clinton. De hecho, se suele decir que estas tácticas en el mundo anglosajón también responden a intentos de ganar protagonismo y promoción personal.

En España, también existieron célebres filibusteros en su versión parlanchina. En tiempos de la Segunda República, el hiperactivo diputado comunista Cayetano Bolívar Escribano subía a la tribuna y comenzaba a recitar pasajes del Manifiesto Comunista o El Capital para fastidiar y aburrir a sus rivales de derechas, quiénes abandonando el hemiciclo permitían a la izquierda aprobar la iniciativa en liza.
Más allá de los discursos infinitos, existen múltiples formas de filibusterismo parlamentario. En Francia, el habitual es el de presentar un alud de enmiendas que imposibiliten los trámites. El más sonado tuvo lugar en agosto de 2006, cuando la oposición de socialistas y comunistas presentó 137.449 enmiendas a una propuesta de ley sobre la energía y evitó así la privatización de Gaz de France en la Asamblea Nacional. El procedimiento parlamentario normal hubiese requerido 10 años para votar sobre todas las enmiendas.
Pese a estos ejemplos, existe una importante legislación contra estrategias dilatorias o de otro índole en la mayoría de reglamentos. Por ejemplo, el reglamento del Parlament, en su artículo 227, establece que “los diputados deben evitar entorpecer deliberadamente el curso de los debates o obstruir el trabajo parlamentario”.

En la ficción

La pequeña y la gran pantalla han hecho grandes aportaciones a la cultura del filibusterismo, siempre remarcando sus supuestos propósitos nobles. Posiblemente el más célebre haya sido el de Jefferson Smith, el idealista senador que interpretaba James Stewart en Mr. Smith Goes to Washington (Traducida en España como Caballero sin espada). El film de Frank Capra, de 1939, retrataba la historia de un joven e ingenuo político que, desengañado por el sistema, protagonizaba una maratoniana exposición –23 horas seguidas– que denunciaba la corrupción y defendía intensamente la democracia.
En El Ala Oeste de la Casa Blanca, la serie en la que Martin Sheen interpretaba al ficticio presidente Jed Bartlet, se produjo otro célebre ejemplo también con tintes idealistas. El senador Howard Stackhouse decidía utilizar la estrategia con el fin de presionar para que la nueva ley de salud incluyera más dotación para investigar el autismo. Para lograr su propósito, el ficticio senador de 78 años –no han faltado los paralelismos con Sanders– no tenía reparo en recitar recetas de cocina o un libro entero de Charles Dickens para prolongar al máximo su exposición sin sentarse. Aguantó ocho horas.

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