—¿Por qué lees tanto? —(…) Mi mejor arma está en el cerebro. Mi hermano tiene su espada; el rey Robert tiene su maza, y yo tengo mi mente… Pero una mente necesita de los libros, igual que una espada de una piedra de amolar, para conservar el filo. —(…)—. Por eso leo tanto, Jon Snow.

TYRION LANNISTER.

lunes, 30 de diciembre de 2013

238.-Giordano Bruno, Mago, Poeta y Héroe.- a


Esteban Aguilar Orellana; Giovani Barbatos Epple;Ismael Barrenechea Samaniego; Jorge Catalán Nuñez; Boris Díaz Carrasco; Rafael Díaz del Río Martí;Alfredo Francisco Eloy Barra ;Rodrigo Farias Picon; Franco Antonio González Fortunatti;Patricio Ernesto Hernández Jara; Walter Imilan Ojeda;Jaime Jamet Rojas;Gustavo Morales Guajardo;Francisco Moreno Gallardo; Boris Ormeño Rojas;José Oyarzún Villa;Rodrigo Palacios Marambio;Demetrio Protopsaltis Palma;Cristian Quezada Moreno;Edison Reyes Aramburu; Rodrigo Rivera Hernández;Jorge Rojas Bustos; Alejandro Suau Figueroa; Cristian Vergara Torrealba; Rodrigo Villela Díaz; Nicolas Wasiliew Sala;Marcelo Yañez Garin;Katherine Alejandra del Carmen  Lafoy Guzmán; Franco Natalino; 

Giordano Bruno por Ettore Ferrari, Campo de' Fiori, Roma.

HISTORIAS

Giordano Bruno, el monje que enseñaba cosmología y fue condenado a la hoguera por el Vaticano
Su escultura se levanta en el Campo de’ Fiori, en Roma, donde funciona un importante mercado, allí mismo donde fue ejecutado un 17 de febrero de 1600 por su interés en la ciencia, la búsqueda de la verdad y por contradecir la fe católica

Gerardo Di Fazio
26 Nov, 2022

Cuando se visita Roma, uno de los lugares más pintorescos es “Campo de´ Fiori”, de día es un mercado, con sonidos, sabores, olores a puestos callejero. En él se encuentran desde flores, hasta legumbres, pastas, diversas especias y otros productos típicos. De noche “Campo de´ Fiori” se llena de saltimbanquis y cantantes callejeros, de mesitas para tomar un aperitivo, y así transcurre la vida en ese lugar de Roma. Hasta el siglo xv la plaza no existía como tal, y en su lugar había un prado florido con algunos huertos cultivados, del que proviene su nombre o según otra tradición, la plaza debería su nombre en su lugar a Flora, mujer amada por Pompeyo, quien había construido cerca su teatro. El Campo de’ Fiori es la única plaza histórica de Roma donde no hay una iglesia.
Pero en esa plaza, las hogueras eran lo más familiar en otras épocas. Pocos miramos los adoquines, pero uno de ellos, detrás del monumento que se yergue en medio de la plaza, se halla, de manera casi imperceptible, una pequeña placa de bronce, colocada allí en el 2011, que los recuerda que en ese lugar el 9 de septiembre de 1553, el papa Paulo IV, Gian Pietro Cafara, ordenó quemar todos los Talmud que hubiera en Roma, y para eso los soldados papales tuvieron que ingresar a las sinagogas y profanar los arón ha-kódesh, que es un armario o pequeña recámara decorada donde se guardan los rollos con los pergaminos de la Torá.
En esa misma Plaza, hay un monumento a un monje. No llama la atención que haya una estatua de un monje en Roma, pero este monje y este lugar amerita detenernos y leer sus placas y conocer su historia. Es el monumento a Giordano Bruno. La inscripción en la base dice: 
“A Bruno – il secolo da lui divinato –qui dove il rogo arse” que traducido al español significa A Bruno - Del siglo que predijo - Aquí donde ardió el fuego.

Giordano Bruno siempre ha sido un icono indiscutible de la libertad proclamada y promovida por la masonería quien junto con Dante Alighieri fueron creados como mitos fundacionales del nuevo estado italiano, laico y unitario, nacido del Risorgimento tras la reedición de sus obras promovidas por quien fuera el ministro de educación Francesco De Sanctis. Fue tan grande el éxito que tuvo entre los jóvenes universitarios que en 1876 idearon un monumento que llevara el nombre de Bruno. Esta iniciativa cayó muy bien a la masonería Italiana dado que el papa León XIII había publicado la encíclica Humanum genus contra la masonería.

El escultor elegido para crear la obra fue Ettore Ferrari, masón y futuro Gran Maestro de la logia de Roma. Sin embargo la construcción del monumento fue larga y complicada. Desde el principio el proyecto provocó una interminable diatriba política y a pesar de los compromisos que Ferrari se vio obligado a aceptar la luz verde para la instalación en Campo de´ Fiori por parte de la Municipalidad de Roma se retrasó. La inauguración tuvo lugar el 9 de junio de 1889. Una procesión de dos mil personas pasó de la estación de Termini al Campo de ‘Fiori. Todas las logias romanas estaban presentes con sus estandartes.
Ante la inauguración del monumento en octubre de 1890, el Papa León XIII emitió una nueva advertencia a Italia en su encíclica Ab Apostolici contra la masonería; comentó sobre el monumento en el siguiente pasaje:

“aquella obra eminentemente sectaria, la erección del monumento al renombrado apóstata de Nola, que, con la ayuda y favor del gobierno, fue promovida, determinada y realizada por medio de la masonería, cuyos portavoces más autorizados no se avergonzaron de reconocer su propósito y declarar su significado. Su propósito era insultar al Papado; su significado de que, en lugar de la fe católica, debe sustituirse ahora la más absoluta libertad de examen, de crítica, de pensamiento y de conciencia: y es bien sabido lo que se entiende por tal lenguaje en boca de las sectas…”


¿Quién era Giordano Bruno, que genera tanta controversia?

 Nació a comienzos de 1548 en Nola, a unos veinte kilómetros de Nápoles, entonces bajo el dominio español. Sus padres eran Giovanni Bruno, hombre de armas en el ejército español, y Fraulissa Savolino. Fue bautizado con el nombre de Filippo. Comienza estudiando en Nola. En 1562 se traslada a Nápoles, donde recibe lecciones de Giovanni Vincenzo de Colle en el Studium Generale y de Téofilo da Vairano en el monasterio agustino de la ciudad. En junio de 1565 ingresa en la Orden de los Dominicos, en el monasterio de Santo Domingo Mayor de Nápoles, donde se dedicó al estudio de la filosofía aristotélica y a la teología de Santo Tomás (tomismo). Ese mismo año cambió su nombre de pila por el de Giordano. En 1571 comparece ante el papa Pío V para exponer su sistema nemotécnico, dedicando al papa su obra “Sobre el Arca de Noé” En 1572 es ordenado sacerdote y en 1575 recibió el título de doctor en teología.
Pero Giordano no era un fraile simple y sumiso. Ya en el noviciado tuvo problemas por no fomentar las lecturas piadosas sobre los santos y la Virgen María e incitar a sus compañeros a leer libros de ciencia. También, comenzó a simpatizar con la herejía arriana, por lo que se acusa, y en 1576, huyó del convento de Nápoles y buscó refugio en Roma, en el convento de santa María Sopra minerva. Pero sus cuestionamientos no cesarán y la inquisición tendrá contra las teorías y escritos por el difundidos 130 acusaciones. Bruno, vuelve a huir y se convierte en un fraile-predicador ambulante. El mismo dirá “toda la tierra es patria para un filósofo”.
Viajó por el norte de Italia: Génova, Savona, Turín, Venecia, Padua, Bergamo, Milán enseñando gramática y cosmogonía. Luego pasará a Francia y en 1579 a Ginebra donde será recibido por el Marques de Vico, un calvinista que “buscar la verdad”. Se inscribe en la universidad de Ginebra, pero también será perseguido y retornará a Francia y es nombrado profesor de la Universidad de París en 1581. En esa etapa de su vida publicó sus obras: Las sombras de las ideas y El canto de Circe.

En 1583 viajó a Inglaterra, enseñó en la universidad de Oxford la nueva cosmología copernicana, atacando las ideas tradicionales. Después de varias discusiones deberá dejar la universidad de Oxford. Bruno enseñará donde puede pero siempre en países que habían aceptado la Reforma. Llego hasta la sede misma de la reforma Luterana, la Universidad de Wittenberg. En 1590, viaja a la Serenísima República de Venecia a dar clases convocado por un noble, quien lo denunciará y entregará a la Inquisición el 21 de mayo de 1592. El juicio tuvo lugar poco después. Bruno se sometió a siete interrogatorios, al final de los cuales pidió perdón al tribunal, apelando a su clemencia. Pero el Sant’Uffizio pidió al Senado veneciano que se hiciera cargo del caso en consideración a la gravedad de las acusaciones y así Bruno el 27 de febrero de 1593 fue trasladado a Roma.

La Inquisición veneciana lo encarcela el 23 de mayo de 1592 y es reclamado por Roma el 12 de septiembre. El 27 de enero de 1593 se ordenó el encierro de Giordano Bruno en el Palacio del Santo Oficio, en el Vaticano.
En abril de 1596 se instituyó incluso una comisión integrada por seis teólogos con la tarea específica de evaluar los textos del dominico y extrapolar tesis y posiciones que pudieran probar su culpabilidad. En 1597 el hacha de la censura cayó sobre los libros de Bruno. Es en esta etapa que el cardenal Roberto Bellarmino, quien luego será también el gran protagonista del caso Galileo Galilei, está llamado a buscar una posible salida al impasse en el que se encuentra el proceso.

Los cargos eran: tener opiniones en contra de la fe católica y hablar en contra de ella y sus ministros, contra la Trinidad, la divinidad de Cristo y la encarnación, contra el reconocimiento de Jesús como Cristo, contra la virginidad de María, la madre de Jesús, contra la transubstanciación y la misa, sostener que existen múltiples mundos, sostener la transmigración del espíritu en otros seres humanos después de la muerte y ser brujo.

Roberto Bellarmino quien luego será canonizado fue quien tuvo la idea de someter a Bruno algunas proposiciones ciertamente heréticas extraídas de las actas del juicio, pidiendo al acusado que las confirmara o abjurara. Alguna de ellas eran: la declaración de “dos principios reales y eternos de la existencia: el alma del mundo y la materia original de la que se derivan los seres”; la doctrina del universo infinito y los mundos infinitos en conflicto con la idea de la Creación; la idea de que toda realidad, incluyendo el cuerpo, reside en el alma eterna e infinita del mundo; la idea del movimiento terrestre, que —según Bruno— no se oponía a las Sagradas Escrituras, las cuales estaban popularizadas para los fieles y no se aplicaban a los científicos; la designación de las estrellas como “mensajeros e intérpretes de los caminos de Dios”, entre otras.

El informe de la congregación del oficio de la Santa Inquisición da fe de que el 21 de diciembre de 1599, Bruno, visitado en prisión, declaró: 
“…que no tiene o quiere arrepentirse y no tiene de qué arrepentirse o tiene materia de arrepentimiento, y no sabe de qué arrepentirse”. 
El 20 de enero de 1600, el Papa ordenó que se dictara la sentencia, que fue leída a Bruno el mismo día en que fue llevado a la hoguera.

Al leer la sentencia, Bruno miro fijo a los ojos del lector de la sentencia y en latín les dijo estas famosas palabras:
 “Maiori forsan cum timo­re sententiam in me fertis quam ego ac­cipiam” que en castellano significa: “Quizás tú tiemblas más al pronunciar esta frase que yo al escucharla”.

 No había abjurado y la sentencia, que le fue leída era irrevocable. Días después, el filósofo de Nola fue quemado vivo en el Campo de ‘Fiori de Roma, donde fue llevado con la boca apretada por el mordisco, para que no hablara.
Desde la prisión de Tor di Nona, donde estuvo encerrado, el 17 de febrero de 1600, Bruno caminó por vía dei Banchi Nuovi y luego por vía del Pellegrino hasta el lugar de la ejecución, donde lo esperaba el verdugo, en el lugar exacto donde se encuentra su monumento. En torno a una multitud de personas, que acudían a presenciar el atroz espectáculo de su muerte en una ciudad que celebraba el año jubilar.
El periódico de la Archicofradía de San Juan el Decapitado de Roma daba así noticia de la ejecución de la sentencia:
 “En las fechas del 16 y 17 de febrero de 1600, el compromiso de la Compañía de seguir la ejecución de Giordano, del q (= quondam, es decir que era) Giovanni Bruni fraile apóstata de Nola di Regno (es decir del Reino de Nápoles), hereje impenitente (...) Y perseveró tanto en su obstinación que como ministros de justicia fue tomado a Campo di fiori, y allí desnudo y atado a un madero lo quemaron vivo”.

Mientras que en los avisos públicos de Roma a la población fechados el 19 de febrero de 1600, leemos: 
“El jueves ese fraile de S. Domenico, de Nola, un hereje persistente, con su lengua en buenas manos, fue quemado vivo en Campo de’ Fiore, por las palabras muy feas que dijo, sin querer hacer caso a consoladores u otros”. La “lingua in giova” era un castigo infligido a los blasfemos y consistía en clavar un clavo curvo en la lengua. “El jueves por la mañana en Campo di Fiore fue quemado vivo ese fraile dominico elegido de Nola (…), un hereje muy obstinado, y habiendo formado a su antojo varios dogmas contra nuestra fe, y en particular contra las SS. Virgen y los Santos, quiso obstinadamente morir en aquellos que eligió; y dijo que murió mártir y voluntariamente, y que su alma subiría con aquel humo al cielo. Pero ahora lo entiende si decía la verdad”.
Fue ejecutado porque se atrevió a teorizar que Dios está en la naturaleza de todas las cosas y la tierra está dotada de un alma inmortal, así como el ser humano y las estrellas tienen una naturaleza angelical... que el valor del hombre no está en la posesión de la verdad ni en saber imponerla sino en la búsqueda constante de ella que es lo que hace libre a la humanidad.



FILOSOFÍA
27/02/2019




Casi cuatrocientos años después de su brutal asesinato se desempolvan, para su estudio, las obras de este filósofo y mago del Renacimiento.

En los albores de un milenio, nos planteamos tristemente el valor de aquello que han forjado nuestras ambiciones en los tres últimos siglos, semillas de esperanza que fructifican como pesadillas de plomo…

Giordano Bruno es el filósofo para aquellos que hallan una raíz mística en la ciencia, no para los que se envanecen de sus frágiles y quebradizos conocimientos, sino que visten y dan esplendor a sus conocimientos con sus actos.

Y es que Giordano, antes que Galileo presentase tímidamente las pruebas del sistema heliocéntrico, ya hablaba de infinidad de mundos, de soles y tierras, partículas vivas y conscientes en este inmenso Ser que es el Universo y que Bruno llamaba el TODO EN TODO. Un filósofo que, adelantándose a las actuales hipótesis Gaia, presenta a la tierra como un gigantesco organismo que respira, piensa y coordina con voluntad propia sus mecanismos automáticos. Tierra que se renueva continuamente, en el eterno devenir de sus giros.

Un gran conocedor de los misterios del alma, que trescientos años antes que Jung, nos habla de símbolos vivos que rigen el mundo de la psique, símbolos comunes para la Humanidad, y que en armonía con la naturaleza hacen resplandecer el alma y devuelven la salud perdida en el desequilibrio.

Un mago para el que todo se halla interrelacionado en la Naturaleza por invisibles hilos, como una inmensa caja musical en la que resuena incesantemente el PAN TO PAN (“todo está en todo”) de los clásicos. Un mago que como si fuese una cuerda vibrante de conciencia al ser pulsada por la Divinidad inmanente en todas las cosas, se convierte en una Fuerza Viva al servicio de la Naturaleza.

Un héroe que defendió con su vida sus principios y a quien la incomprensión y críticas de su tiempo no abatieron. A quien los fríos y lacerantes dedos de la tortura durante más de siete años no arrebataron su inquebrantable convicción de cuanto enseñó.

Sean estas breves líneas el canto de un recuerdo, no para solazarnos en la estéril añoranza, sino para que los que nos consideramos filósofos “a la manera clásica” escribamos la melodía de un futuro…

“Tantos son los significados de magia cuantos son los magos(…). Los filósofos llaman mago al sabio con capacidad de obrar”

Giordano Bruno – De Magia

“Las raíces amputadas que germinan son cosas antiguas que reaparecen, son verdades ocultas que se descubren, es una nueva luz, que después de una larga noche, despunta en el horizonte”

Giordano Bruno – Sobre el infinito Universo

La materia es el cuerpo del Universo: es la verdadera sustancia de las cosas, eterna, ingenerable, incorruptible. Carece de partes (no tiene sentido hablar de partes del infinito, sino en el infinito). Los átomos no son, pues, sino modos o perspectivas de lo infinito, como las olas del mar no son parte, sino modos del movimiento del mar.

EL UNIVERSO: MATERIA Y ESPÍRITU

El Universo es el símbolo más acabado y perfecto de Dios-Uno. Es la huella dinámica de la Unidad, pero nadie puede comprender esta Unidad que está “detrás” de todas las cosas si no es a través del número, de la aparente pluralidad de los seres.

El Universo es un inmenso ser vivo donde las formas nadan y se visten de materia. La finalidad del Universo consiste en que todo lo que puede existir (es decir, lo que existe en potencia), llega a tener existencia (en acto).

El espíritu es el principio que genera la forma desde el interior de la materia, pero sin entrar en la composición con ella. Mantiene la armonía de los elementos contrarios. Entreteje los hilos del Destino (hilos que son la misma esencia de la materia). Fabrica, contempla y conserva el edificio del Universo. Es también su destructor, por no poder anudar eternamente temperamentos contrarios.

El espíritu y la materia son ambos infinitos y eternos. Como no pueden coexistir a la vez dos infinitos juntos, espíritu y materia son esencialmente lo mismo (ahí está el gran enigma que nadie puede responder, el koan zen de “¿cuál es el batir de la palma de una sola mano?”).

EL COSMOS

La ciencia de su tiempo situaba a la tierra en el centro del Universo. Rodeada de esferas concéntricas y cristalinas, donde giran los siete planetas (incluidos el sol y la luna). Más allá estaba la octava esfera, en movimiento opuesto al de los planetas, donde están insertadas las estrellas fijas. Y tras esta esfera el Empíreo, donde todo es estable.

Giordano, recogiendo las enseñanzas de Copérnico, sitúa al sol en el centro de un sistema en torno al cual gira la Tierra, la Luna y los planetas. Pero va aún infinitamente más lejos: Copérnico puso al Sol en el centro de su Universo. Giordano explica que, como el Universo es infinito, carece de sentido hablar de partes o de centro, pues en lo infinito cualquier punto es el centro. Las estrellas no son las lamparillas puestas por Dios en la octava esfera, sino soles como el nuestro o incluso superiores, soles que están dispersos en la inmensidad sin límites del espacio infinito.

Toda la obra de Giordano está impregnada del milenario hermetismo. En ella resuenan sus principios: EL TODO ESTÁ EN TODO, todo, incluso la aparente materia muerta, está viva. El movimiento y la vibración es la esencia de la vida. Todos los cuerpos celestes participan de esta Vida-Una, y tienen una inteligencia o alma que los rige.

La tierra es un ser vivo (la moderna hipótesis GAIA es tan antigua como el hombre): -es preciso que se mueva “en torno a su propio centro para participar de la luz de las tinieblas, del día y de la noche, del calor y del frío, que se mueva alrededor del sol para participar de la primavera, verano, otoño e invierno; hacia los llamados polos o puntos hemisféricos para la renovación de los siglos y la mutación de su rostro”.

Los seres vivos, incluidos los humanos, no son para él más que accidentes en la capa exterior de los verdaderos vivientes que son los cuerpos siderales. Sin embargo, la mónada (el hombre interno) tiene la virtud de reflejar el cosmos entero.

Nos preguntamos ¿cómo pudo Giordano lanzar hipótesis cosmológicas que se adelantaban tres siglos a sus contemporáneos?

Él explica que la inteligencia puede penetrar en los senderos escalonados de las causas verticales. El filósofo puede, mirando en lo profundo de su alma, obtener todo saber mediante la luz del discernimiento (Budhi, en sánscrito). Como la mónada (hombre interno) es una chispa emanada de la divinidad, contiene en sí, como un espejo de diamante, la imagen de todo el Universo. Es preciso apartarse de los objetos de sensación y no confiar en ellos más verdad de la que poseen. Esto sería como tratar de desvelar los misterios del sol mirando sus reflejos en las aguas turbulentas:

“… saber calcular, medir, geometrizar y perspectivizar no es sino un pasatiempo para locos ingeniosos”

Giordano Bruno – Cena de las cenizas

GIORDANO, POETA

La poesía emana de los furores del héroe (Eros-amor) como lo hace el perfume de una flor. La poesía no nace de las reglas, sino que son las reglas las que derivan de la poesía. Así, hay tantos modos o géneros de poesía como poetas. A los poetas se les conoce, no por la estructura formal de sus rimas, sino por los hilos invisibles del alma que la naturaleza pulsa con sus versos.

El poeta es el eterno enamorado que halla en los reflejos de lo fugaz las huellas de lo divino. Este amor por el dios que lleva dentro (Venus Urania) “infunde un ardor heroico en el alma, haciendo que quiera emular las virtudes y grandeza por el deseo que tiene de agradar y de ser digno de la cosa amada”.

Pero el amor que da alas al amante es infinito, y por lo tanto inalcanzable, y la felicidad sin límites viene de la búsqueda de lo inalcanzable: “no es necesario que nuestro intelecto pueda comprenderlo, basta que en el estado en que se halla (el amante) le sea presente la divina belleza extendiéndose por todo el horizonte de su visión”.

La hermosura corporal no puede ser causa de un amor duradero y constante; ni siquiera la del alma, pues el alma no es hermosa por sí misma, ya que algunos sabios son hermosos y amables, en tanto que otros son estúpidos odiosos y feos. “Es necesario pues, elevarse a aquel intelecto que por sí mismo es bello, y que por sí mismo es bueno. Este es aquel capitán único y supremo, que, sólo, puesto ante los ojos de los pensamientos militantes, los ilustra, enardece, fortalece y les asegura la victoria por el desprecio de toda la hermosura y el rechazo de no importar qué otro bien. Esta es, pues, la presencia que hace superar toda dificultad y vencer toda violencia”.

La muerte que anhela el amante es la que procede del gozo supremo, la muerte del beso, la vida eterna fluyendo en las cárceles del tiempo. Esta muerte (que es vida para el héroe) es la retención de la Rueda de la Fortuna, cuando nada odia, nada teme, nada espera, “el cumplimiento de la perfección y acto que aguarda el rocío divino”.

GIORDANO, EL MAGO

Como ocurría con la poesía, para Giordano hay tantas definiciones de magia como magos. Extraemos los siguientes conceptos generales:

El mago, que es equivalente al sabio.
La magia, llamada comúnmente “natural”, que señala al mago hacedor de maravillas mediante la aplicación de “activos” y “pasivos”, tal como en la Alquimia y en la Medicina.
La magia fantasmagórica o de las apariciones o de las apariciones, en la que el mago promueve la aparición de obras de una naturaleza o inteligencia superiores a las conocidas.
La magia natural propiamente dicha, que trata de obras que no sólo abarcan transformaciones externas, sino el espíritu interior que existe en todas las cosas.
La magia matemática o filosófica oculta, que es el intermedio entre la natural antes citada y la extranatural; utiliza palabras, figuras, sellos, caracteres o letras.
La magia transnatural o metafísica, también llamada Teurgia, que a través del culto e invocaciones, hace del espíritu humano un receptáculo y sabedor de múltiples cosas propias de los dioses, los demonios (“daimón”, del griego, solo significa “espíritus”, y su significado fue posteriormente tergiversado) y los héroes. Pero destaca Bruno el peligro de la teurgia al mencionar la que llama “magia de los desesperados, los que conjuran y concretan daimones malignos“.
La nigromancia consiste en la invocación, a través de daimones, de las almas de los difuntos, para que ellos ayuden en la interpretación de sus cadáveres, buscando adivinar y conocer sobre las cosas ausentes y futuras.
Existen asimismo encantamientos provocados a través de indumentarias u objetos que hayan estado en comunicación por contacto con una persona. Dichos encantamientos suelen utilizarlos los magos maléficos o los emponzoñadores que aspiran a la muerte de sus víctimas; pero también son armas útiles para los médicos.

Y por último, los adivinos de cosas ausentes o futuras a través de variados medios: por los cuatro elementos (piromancia, geomancia, hidromancia…); o por la observación de las cosas físicas, matemáticas o divinas (augures, arúspices, geomantes que usan números, letras, figuras, astros, profetas).

También cabe la indigna denominación de mago para el necio o maléfico que, por comercio o pacto con daimones malignos, está facultado para favorecer o dañar.

De las exposiciones anteriores se desprende aquel que Giordano Bruno denomina el “Axioma de los magos”, y es saber que Dios influye en los dioses, los dioses en los astros, que son números corporales, los astros en los daimones que son habitantes y cultivadores de los astros, entre los que se cuenta la Tierra, los daimones en los elementos, los elementos en los mixtos, los mixtos en los sentidos, los sentidos en el alma, el alma en el animal entero; y este es el descenso de la escalera. El ascenso que es obra del mago verdadero, es el camino inverso.

En la magia tienen suma importancia los daimones, guardando para esta palabra el viejo significado que le daban los griegos, como espíritu de la naturaleza. Es inmensa la variedad de estos daimones, y variados también los vínculos que el hombre puede establecer con ellos. Por lo mismo que los daimones están constituidos por materia, aunque en diversos grados de sutileza, pueden ejercer influencia sobre este mundo, y lo hacen en relación inversa a la potencialidad del hombre-mago: a mayor desenvolvimiento del espíritu y de la voluntad humana, el influjo de los daimones es menor.

Lo más interesante del planteamiento de Bruno es el caso de los daimones que presiden ciertas etapas históricas, que velan por determinadas formas de Estado, de cultura, salvaguardando imperios. Ellos viven periodos distintos a los de la vida humana. Actúan como “ideas” que conforman una determinada época, o que dan consistencia espiritual a un pueblo. Este hecho destaca aún más la importancia de conformación del mago, del hombre evolucionado, ya sea para aprovechar el impulso de los daimones benéficos, como para soslayar las malas influencias, evitando no sólo el mal de una persona sino de pueblos enteros.

LA MEMORIA MÁGICA

Es quizás la aportación más original y profunda de Giordano. Para él, la memoria humana no es otra cosa que el modo temporal que refleja el entendimiento universal —acto puro e instantáneo—. La memoria pretende poder en acto aquello que se halla en potencia en las difuminadas cavernas del recuerdo.

La memoria mágica es la memoria de la imaginación que resuena en armonía con la naturaleza.

Desde la Grecia Clásica nos llegan noticias del uso de la imaginación como instrumento de la memoria. El gran orador Cicerón recomendaba, para recordar las partes de un discurso, proyectar con la voluntad imágenes en un recorrido real o ficticio. Al rememorar dicho recorrido, las imágenes aparecerían de forma natural y espontánea.

Si quiero recordar, por ejemplo, una lista de palabras: reloj, carpeta, escribir una carta, llaves, etc; en un orden determinado, basta con crear con intensidad imágenes asociadas y proyectarlas en un recorrido imaginario de nuestra casa. Cuanto más sorprenda nuestra sensibilidad y psique, cuanto más pasión (fuerza astral dirían los ocultistas) “inyectemos” en la imagen, con más profundidad se grabará en la tablilla de cera fundida que es nuestra memoria.

Por ejemplo, puedo imaginar que al llegar a la puerta de casa, en vez de mirilla hay un reloj con forma de ojo. Cuando abro la puerta, ya en el hall, una lluvia de carpetas se precipita sobre mí. Al llegar a la cocina, sobre la sartén hay una carta en la que está escrito “no me olvides” y que al ir a apagar el fuego para que no se queme la carta en la sartén, resulta que en vez de botón tiene una cerradura y sólo con unas llaves puedo apagar dicho fuego.

Este método se conoce con el nombre de “memoria de los lugares”.

La aportación de Giordano consiste en que las imágenes base de la memoria son un verdadero mundo aparte, en perfecta armonía con los tres planos de la naturaleza:

el físico,
el moral o matemático, y
el celeste o mágico.
Imaginemos que somos capaces de retener como base de la memoria y con perfecta claridad todo un museo de pintura de las dimensiones del Museo del Prado. En este supuesto “Museo de la Imaginación” hay tres plantas, cada una de ellas con decenas de salas. En cada sala cientos de cuadros. Pero no son cuadros normales, son cuadros en tres dimensiones donde se desarrollan escenas vivas. Las imágenes de estos cuadros son de colores más puros que los que existen en nuestro mundo “real”.

Imágenes en movimiento, animadas por pasiones o sentimientos profundos, construidos según las reglas de oro de la Óptica de la imaginación.

Estas son miles de imágenes de memoria de la Memoria Mágica de Giordano. Podemos utilizarlas como receptáculo de memoria, proyectando sobre ella las imágenes que queramos recordar; pero también podemos deleitarnos en la contemplación en sí de las mismas, pues cada una de ellas es un símbolo que vela un arcano de la Naturaleza (del mismo modo que lo hacen los 22 Arcanos Mayores del Tarot).

El contemplar estas imágenes talismánicas armoniza el alma, aumenta en grado inimaginable la inteligencia profunda que busca las esencias, desarrolla la concentración y la memoria hasta límites insospechados.

En la primera planta de este “Museo de Pintura” se hallan todas las imágenes en relación con la naturaleza: por ejemplo, en una de las numerosas salas encontramos cuadros con las imágenes de un río, un arado, una cadera, un árbol, un ánfora…. En la segunda planta todas las salas son triangulares, y aparecen imágenes abstractas en relación con la moral y con la ciencia: por ejemplo, la claridad, que es una matrona que lleva en su mano diestra agua, en la zurda un espejo; la salud, una niña que porta agua y un niño fuego, o el gozo, que nos sale del encuentro como una niña ataviada con verdes vestiduras, que esparce de un canastillo especies variadas de flores.

En la tercera planta aparecen las Doce Curias en relación con las doce divinidades, estelares: Júpiter, Saturno, Marte, Mercurio, Apolo, Esculapio, Sol, Luna, Venus, Cupido  […] y Tierra. Cada una de ellas rodeada de un séquito celeste, símbolos metafísicos, atribuidos del dios al que siguen.

Así la Magia de la Memoria de Giordano es mucho más que un sistema mnemotécnico. Quiere abrir ante nosotros una dimensión mágica, un reino de símbolos que aportan en su seno el misterio y armonizan la psique humana con la luz astral de la naturaleza. Es mediante estas imágenes como la inteligencia humana, rompiendo sus límites se hace espejo de la inteligencia divina.

El sistema de Giordano es el de la música visual del alma.



Jose Carlos Fernández

Madrid, 1991



Biografía 

(Felipe Bruno, más conocido por su nombre religioso, Giordano; Nola, 1548 - Roma, 1600) Filósofo italiano. Es uno de los personajes más trágicos de la historia de Italia, donde por espacio de dos siglos, o sea hasta el "Risorgimento", quedó relegado, aun cuando sólo en apariencia, al olvido.
A los catorce años fue enviado a Nápoles a estudiar, y en 1565 ingresó como novicio en el convento de Santo Domingo; ordenado sacerdote en 1572, se doctoró en teología en 1575. En los cenobios, donde permaneció hasta los veintiocho años, se interesó con pasión en problemas de exégesis bíblica, y sobre todo en la posibilidad de concordar la teología cristiana con el emanatismo neoplatónico. En este aspecto consideró a las tres "personas" de la Trinidad como otros tantos atributos (poder, sabiduría y amor) del único Dios. Dios, en calidad de Mente, se halla sobre la naturaleza; en cuanto intelecto, Dios es sembrador en la naturaleza; y, en cuanto Espíritu, Dios es la misma alma universal.
Huido de Nápoles a causa de un proceso de herejía incoado contra él, y de Roma por temor a verse acusado de un asesinato en el que ninguna culpabilidad tenía, llegó primeramente a Liguria; luego estuvo en Turín, después en Venecia (donde publicó su primer libro, actualmente perdido) y, sucesivamente, en Bérgamo, Saboya y Ginebra. Acogido en esta ciudad por un adepto napolitano del calvinismo e inscrito en la universidad y la iglesia de esta secta, se rebeló muy pronto contra sus maestros, y fue privado de la Santa Cena.
Al cabo de poco tiempo se dirigió a Francia; aquí desempeñó una cátedra en Toulouse durante dos años, y luego se trasladó a París, donde ofreció al rey Enrique III de Francia De las sombras de las ideas, uno de los textos de mnemotécnica que Giordano Bruno hizo imprimir en la capital francesa durante su primera estancia en la ciudad. Profesor extraordinario en París, la indocilidad de los estudiantes le indujo a trasladarse a la corte de Isabel I de Inglaterra, siguiendo al embajador de Francia.
Los dos años y medio pasados entre Oxford y Londres se cuentan entre los más importantes de su vida, por cuanto entonces compuso y publicó las dos trilogías de los Diálogos italianos. Lo mismo que había sido también El Candelero, obra aparecida anteriormente en París, La Cena del Miércoles de Ceniza resulta aún casi una comedia, y describe una cena celebrada en la casa de un gentilhombre londinense la noche del Miércoles de Ceniza. De la causa, principio y uno, hoy la obra más leída de Giordano Bruno, trata de fundar la nueva "filosofía nolana" proponiendo el concepto de una materia viviente que se da ella misma infinitas formas abandonadas luego paulatinamente. Del infinito universo y mundos critica la física y la cosmología aristotélicas, que sustituye por una idea del universo infinito en su extensión y el número de mundos (los astros) que lo integran.
La segunda trilogía, la Expulsión de la bestia triunfante, es una comedia mitológica en la que los dioses resuelven hacer penitencia, ahuyentan del cielo a osas y escorpiones y los reemplazan por los signos de las virtudes. En La cábala del caballo Pegaseo y del asno Cilémico se da una sátira de la "santa asnalidad", o sea de la humildad y la sencillez recomendadas por el cristianismo. Los Heroicos furores exaltan, en verso y prosa, el amor de la inteligencia para el objeto divino, que es la verdad.
Al regresar a Francia, Giordano Bruno empezó a exponer y a criticar las obras de Aristóteles. Nuevos "tumultos" de estudiantes le llevaron a Alemania, donde publicó los tres poemas latinos compuestos mientras tanto y que integran el segundo grupo de sus textos más ilustres. Del mínimo propone el concepto del mínimo físico, el átomo, y de mínimo matemático, el punto, entendido cual la esfera más pequeña posible. De la mónada, que resulta hasta cierto punto similar a los escritos mágicos del autor, muestra la conversión de la unidad en dualidad y sus posteriores complicaciones que dan lugar a la tríada, la tétrada, etc., hasta llegar a la década. De lo inmenso y de los innumerables reanuda el tema que se halla en Del infinito con una nueva conciencia de los progresos contemporáneos de la astronomía, campo en el cual destacaba Tycho Brahe.
Invitado por Juan Mocenigo, quien quería aprender de él la mnemotécnica y quizá también la magia, Giordano Bruno marchó a Venecia; pero Mocenigo, no satisfecho de la enseñanza y molestado por los discursos heréticos de su huésped, le denunció al Santo Oficio. Conseguida por la Inquisición romana la extradición, Giordano Bruno fue encarcelado, interrogado por los inquisidores y, finalmente, condenado a una muerte cruel.
Se ha considerado a Giordano Bruno símbolo del pensamiento libre rebelado frente al dogma religioso: vuelve alegremente al naturalismo antiguo "renacido" en los nuevos tiempos, sostiene sus opiniones en todos los países de Europa y ante los poderosos y doctos y, finalmente, después de ocho años de cárcel, prefiere la muerte a la retractación. Bajo este aspecto, aparece como héroe sublime de una humanidad resuelta a reivindicar y defender a costa de la vida el derecho a pensar de acuerdo con una razón autónoma y meramente filosófica.
En honor a la verdad, sin embargo, debe tenerse en cuenta que Giordano Bruno se ordenó, según él mismo dijo a la Inquisición véneta, cuando ya su mente estaba invadida por muchas dudas acerca de los máximos dogmas (Trinidad y Encarnación) y se veía inclinado a una interpretación racionalista y naturalista de ellos; que nunca fue perseguido en los países católicos transalpinos por haber huido de un convento ni por sus ideas; y que al regresar a Italia proclamaba abiertamente no haber de temer nada de la Inquisición y estar resuelto a volver al "gremio de la Iglesia católica". Los debates acerca de esta figura se hallan muy lejos de tocar a su fin; de todas formas, nadie puede discutir el valor del entusiasmo mental con que Giordano Bruno cantó como divina la infinita fecundidad de formas de la naturaleza.

puerta al infierno

237.-Comentario al Sueño de Escipión.-a


Esteban Aguilar Orellana; Giovani Barbatos Epple;Ismael Barrenechea Samaniego; Jorge Catalán Nuñez; Boris Díaz Carrasco; Rafael Díaz del Río Martí;Alfredo Francisco Eloy Barra ;Rodrigo Farias Picon; Franco Antonio González Fortunatti;Patricio Ernesto Hernández Jara; Walter Imilan Ojeda;Jaime Jamet Rojas;Gustavo Morales Guajardo;Francisco Moreno Gallardo; Boris Ormeño Rojas;José Oyarzún Villa;Rodrigo Palacios Marambio;Demetrio Protopsaltis Palma;Cristian Quezada Moreno;Edison Reyes Aramburu; Rodrigo Rivera Hernández;Jorge Rojas Bustos; Alejandro Suau Figueroa; Cristian Vergara Torrealba; Rodrigo Villela Díaz; Nicolas Wasiliew Sala;Marcelo Yañez Garin;Katherine Alejandra del Carmen  Lafoy Guzmán; Franco Natalino; 


El Universo con la tierra en el centro.


Fernán Pérez de Oliva y su Tratado de la Dignidad del Hombre
06/12/2018
jcfdez

El libro “El Sueño de Escipión”, de Macrobio (finales del siglo IV d.C.) es una obra admirable por su filosofía y hermetismo. Comenta un pasaje de la República de Cicerón haciendo disquisiciones sobre el Alma del Mundo y las correspondencias entre el Cielo y la Tierra, entre el Macrocosmos (Universo) y el Microcosmos (ser humano).

En él hallamos la afirmación:

“A aquel Dios Supremo que rige todo el universo, nada le resulta más agradable, al menos de cuanto sucede en la Tierra, que las asociaciones y reuniones de hombres en virtud del vínculo del derecho, que reciben el nombre de ciudades.”

Evidentemente de ciudades que se pertenecen a sí mismas, que no son arrasadas por los vientos apestados de la indolencia, la corrupción, y el maltrato a la dignidad humana. De ciudades en que los vínculos entre los seres humanos son de armonía, cooperación y afecto mutuo, y no de subyugación y esclavitud moral. En una ciudad de verdad los vínculos son de verdad humanos y no de otra naturaleza: animal, vegetativa o de simple resistencia frente a lo externo, como las piedras. Estos vínculos lo son también, y sobre todo, con la historia de esta ciudad, con sus hazañas, con sus victorias ante la adversidad, y con sus héroes, con sus almas insignes, brillando con luz propia, los “padres espirituales” de la ciudad. La ciudad que no honra a sus héroes, que no se vincula con espíritu de gratitud ante los mismos, se desmorona, como los castillos de arena en la playa, al llegar el embate de las aguas. Renovar vínculos con ellos, con la historia, es renovar vínculos con el Alma de la Ciudad, o sea, con lo que en ella hay de eterno, de permanente, de inspirador, más allá de las turbulencias del siglo.

Uno de estos personajes es, en la ciudad de Córdoba donde nació, Fernán Pérez de la Oliva. Tío del también humanista Ambrosio Morales –y quien editaría sus libros- vio la luz en torno al año 1494, y muere joven en el 1531, siendo Rector de la Universidad de Salamanca, donde también ejerció de catedrático de teología, de filosofía natural y moral.

De noble familia, estudió tres años en esta universidad, uno más en la de Alcalá, amplió sus conocimientos en París, y luego tres años en Roma[1], protegido del Papa León. Como buen renacentista, no sólo estudió las letras, sino también la naturaleza y sus leyes, y la relación del mundo sensible con el ideal, en sus obras: De lumine specie, De magnete (un tratado sobre el imán), tradujo, adaptando la Electra de Sófocles, y la Hécuba de Eurípides, dramas en que el ser humano recupera todo su poder y libertad. También adaptó el Anfitrión de Plauto.

Escribió numerosos diálogos, editados después de su muerte, como el del “Uso de las Riquezas” (inconcluso), o “Sobre la Castidad”, o el “Diálogo entre la Piedra, la Aritmética y la Fama”. Se sabe que escribió una biografía sobre Cristóbal Colón, por desgracia perdida, y un ensayo sobre la lengua castellana, e incluso un libro sobre “Navegación en el Guadalquivir”. Su genio imaginativo le hizo adivinar, incluso, cómo el magnetismo podría ser usado en la comunicación a distancia, la misma idea con la que Nikola Tesla mudó la faz del mundo. Escribió también poemas, por ejemplo, una elegía en que lamenta el saqueo de Roma, en boca del mismo Papa Clemente VII.

De todos modos, su obra más famosa es su “Diálogo de la Dignidad del Hombre”, con el mismo título y espíritu que la obra de Pico de la Mirándola, que conmocionó su siglo. Como en esta obra, el ser humano es hijo de Dios, y por lo tanto, perfecto, aunque sólo en potencia, y debe, por tanto, hacerse a sí mismo, ser rey de sí mismo. La obra no ha salido terminada de las manos de Dios, ahí residen la libertad y dignidad humanas:

“El libre albedrío es aquel por cuyo poderío es el género humano señor de sí mismo y cada hombre tal cual él quisiere hacerse.”

Porta en sí el fuego de los Dioses o del Cielo, el legado de Prometeo, por lo que sus inventos son una muestra, una prueba de esta razón divina, que nos permite idear, concebir lo que aún no existe: crear, en definitiva.

En este opúsculo aparecen tres personajes. No se puede decir que sea un diálogo, pues, hecha la presentación, expone uno, el otro contra argumenta y el tercero sentencia. No hay una sucesión de preguntas y respuestas.

Aurelio es el filósofo pesimista, para quien la mejor felicidad es no haber nacido. Es pues una visión medieval, en que el mundo es un valle de lágrimas y la vida un acto de purificación, y el hombre un juguete en las manos de Dios. La vida es una sucesión de miserias y males que atormentan al alma, y cada edad humana arrastra a su propia cámara de torturas.

Antonio representa la visión renacentista, exaltando la dignidad humana “por no haber criatura más excelente que el hombre ni que más contento deba tener por haber nacido”. Pondera los bienes del alma, infinitamente superiores a las miserias del cuerpo, que sólo a este afectan pero no a nuestra íntima esencia, que es libre e hija de Dios, aunque se forja a sí misma en su lucha contra el Destino.

Dinarco –palabra sugerente, pues es un sabio anciano, y su nombre significa, literalmente, “la fuerza de los inicios”, o “el primer poder”-no dice quién tiene razón, sino que valora las dos interpretaciones. Agradece a Antonio por “conocer y representar lo que Dios ha hecho por el hombre” y a Aurelio, “pues en causa tan manifiesta hallaste con tu agudeza tantas razones para defenderla”, insinuando así que los dos tienen razón, cada uno desde su perspectiva.

Esta obra nos recuerda al debate que sostuvieron dos jesuitas en Roma, más de un siglo después, frente a la reina Cristina de Suecia. Uno de ellos era quizás el mayor orador de su tiempo, el Padre Antonio de Viera, a quien Fernando Pessoa llama “emperador de la lengua portuguesa”. La polémica, didáctica, y como ejercicio del alma, versó sobre qué es mejor ante la vida, llorar como lo hacía el filósofo Heráclito (de Éfeso) o reír con Demócrito. Ambos defendieron su papel, y el padre Antonio de Viera lo hizo de la versión pesimista, en un discurso realmente notable y que recomiendo al lector.

En el diálogo inicial, en un verde prado florido, y junto a una fuente deleitosa, el protagonista, Antonio, hace un bello elogio de la soledad interior, tan necesaria para el filósofo para restituirse en sí mismo, en sus verdaderas fuerzas:

“Porque cuando a ella venimos alterados de las conversaciones de los hombres, donde nos encendimos en vanas voluntades, o perdimos el tino de la razón, ella nos sosiega el pecho y nos abre las puertas de la sabiduría para que, sanando el ánimo de las heridas que recibe en la guerra que entre las contiendas de los hombres trae, pueda tornar entero a la batalla. Ninguno hay que viva bien en compañía de los otros hombres si muchas veces no está solo contemplando qué hará acompañado; porque del mismo modo que los artífices piensan primero sus obras antes de poner sus manos en ellas, así los sabios antes de obrar han de pensar primero qué han de hacer, y qué razón han de seguir. Y si esto consideras, veras que la soledad es tan amable, que debemos ir a buscarla donde quiera que la podamos hallar.”

Llaman la atención las palabras de Aurelio, cuando dice a las claras que muchas de las luminarias -planetas o estrellas, no especifica- son mayores que nuestra propia Tierra. La Inquisición no debía estar muy alerta, o mejor, como la obra fue editada cuando el autor estaba ya bajo tierra, no debió ver “carne que quemar” y prefirió no remover el asunto, que afectaba nada más ni nada menos que a un sacerdote, y que había sido rector de la Universidad de Salamanca. Recordemos que la astronomía árabe nos dio, en algunos de sus textos, la medida casi exacta de la Tierra (la de Eratóstenes, que luego fue deformada, adulterada, en la Edad Media), la distancia casi exacta al Sol  (ciento ocho soles es la separación entre nuestra morada y el Astro Rey) y el tamaño del Sol con una precisión asombrosa (ver por ejemplo a Ibn Arabí, en su “Engastes de la Sabiduría”).

En la visión cosmológica de los 4 Elementos, el Aire y Fuego son puros, y ahí moran las almas de los justos, tras la muerte, pero el Agua y la Tierra son impuros, ambos forman el barro, de ahí que Aurelio diga que:

“Nosotros estamos acá, en la hez del mundo y su profundidad, entre las bestias, cubiertos de nieblas, hechos moradores de la tierra donde todas las cosas se truecan con breves mudanzas; comprehendida en tan pequeño espacio, que sólo a un punto parece comparada a todo el mundo, y aún en ella no tenemos licencia para toda.”

Aurelio se esfuerza en demostrar que somos los seres más miserables de la naturaleza, pues todo tiene un instinto que le protege, o capacidades propias para sobrevivir y el hombre nace casi desprovisto de cualquier facultad:

“A unos cubrió de pelos, a otros de pluma, a otros de escama y otros nacen en conchas cerrados; mas el hombre tan desamparado, que el primer don natural que en él hallan el frío y el calor es la carne. Así sale al mundo como a lugar extraño, llorando y gimiendo como quien da señal de las miserias que viene a padecer.”

A ello responde Antonio enumerando las cualidades del espíritu que demuestran que somos hijos de Dios y de este modo, reyes de la Naturaleza. Así lo vemos, por ejemplo, en los siguientes párrafos:

“Considerando señores, la composición del hombre –de quien hoy he de decir-, me parece que tengo delante de los ojos la más admirable obra de cuantas Dios ha hecho, donde veo no solamente la excelencia de su saber más representada que en la gran fábrica del cielo, ni en la fuerza de los elementos, ni en todo el orden que tiene el universo; mas veo también como en espejo claro el mismo ser de Dios y los altos secretos de su Trinidad”

“Así como Dios tiene en su poderío la fábrica del mundo, y con su mando la gobierna, así el ánima del hombre tiene el cuerpo sujeto, y según su voluntad lo mueve y lo gobierna; el cual es otra imagen verdadera de aqueste mundo a Dios sujeto. Porque como son estos elementos de que está compuesta la parte baja del mundo, así son los humores en el cuerpo humano, de los cuales es templado. Y como veis el cielo ser en sí puro y penetrable de la lumbre, así es en nosotros el leve espíritu animal situado en el cerebro y de allí a los sentidos derivado: tiene ánima a Dios semejante, y cuerpo semejante al mundo; vive como planta, siente como bruto y entiende como ángel. Por lo cual bien dijeron los antiguos que es el hombre menor mundo [microcosmos] cumplido de la perfección de todas las cosas. Como Dios en sí tiene perfección universal.”

“En el ánima lo representa más verdaderamente; la cual es incorruptible y simplicísima, sin composición alguna, toda en un ser como es Dios, y en este ser tres poderíos tiene con que representa la divina Trinidad. El Padre, soberano principio universal de donde todo procede, en contemplación de su divinidad engendra al Hijo, que es su perfecta imagen; la cual, Él amando, y siendo de ella amado, procede el Espíritu Santo como vínculo de amor. Así con gran semejanza el ánima nuestra, contemplando, engendra su verdadera imagen, y conociéndose por ella, produce amor. De esta manera, con su memoria, con que hace la imagen; y con el entendimiento, que es el que usa de ella; y con la voluntad, adonde mana el amor, representa a Dios: no sólo en esencia, sino también en Trinidad.”

Y uno de los argumentos más actuales, en su dimensión ecológica se dan en el debate de cómo vive el ser humano, pues en las plantas y animales hay un instinto que preserva el equilibrio, pero la inteligencia y astucia humana pueden forzar ese proceso, si no es, como dice Aurelio que el ser humano si vive es violentando la Naturaleza:

“Y aun en esta miserable condición que pudimos alcanzar vivimos por fuerza, pues comemos por fuerza que a la tierra hacemos con sudor y hierro, porque nos lo de; nos vestimos por fuerza que a los otros animales hacemos, con despojo de sus lanas y sus pieles, robándoles su vestido; nos cubrimos de los fríos y las tempestades con fuerza que hacemos a las plantas y a las piedras, sacándolas de sus lugares donde tienen vida. Ninguna otra cosa nos sirve ni aprovecha de su gana, ni podemos nosotros vivir sino con la muerte de las otras cosas que hizo naturaleza: aves, peces y bestias de la tierra, frutas y hierbas y todas las otras cosas perecen para mantener nuestra miserable vida, tanto es violenta cosa y de gran dificultad poderla sostener.”

A lo que Antonio responde con argumentos eclesiásticos que vistos desde el siglo XXI nos parecen aterradores, peligrosos en su fundamento, y justificadores de todo tipo de ignominia, como si el ser humano fuera un cáncer o virus que puede devorar la Tierra entera e irse luego a invadir otras, o como si todo estuviera porque sí a nuestro servicio, déspotas de la Creación entera, en vez de partes de ella, con una inteligencia con las que debemos preservar su armonía y equilibrio: “Ayuda a la Naturaleza y con ella trabaja”, como dice el libro Voz del Silencio.

“Y lo que tú dices que hacemos a todas las cosas fuerza para vivir nosotros, vanas querellas son, pues todas las cosas del mundo vienen a nuestro servicio no por fuerza, sino por obediencia que nos deben, (…) Y pues Dios es señor universal, el nos pudo dar sus criaturas, y dadas, nosotros usar de ellas según requiere nuestra necesidad. Las cuales no reciben injuria cuando mueren para mantener la vida del hombre, mas vienen a su fin para que fueron criadas.”

Incluso un don divino como es el entendimiento es contemplado desde una doble perspectiva:

“Consideremos primero cuánto vale el entendimiento, que es el sol del alma que da lumbre a todas sus obras. Éste, si bien miráis, aunque alabado y suele por él ser ensalzado el hombre, más nos fue dado para ver nuestras miserias que para ayudarnos contra ellas: éste nos pone delante los trabajos por donde tenemos pasado; éste nos muestra los males presentes y nos amenaza con los venideros antes de ser llegados. Mejor fuera, me parece, carecer de aquesta lumbre, que tenerla para hallar nuestro dolor con ella; principalmente pues tan poco vale para enseñarnos los remedios de nuestras faltas.” Esta es, claro, la pesimista de Aurelio.

Y la optimista de Antonio, que hace del entendimiento la llama que nos convierte en Dioses:

“Hablemos ahora del entendimiento, que tú tanto condenas. El cual, para mí es cosa admirable cuando considero que aunque estamos aquí –como dijiste- en la hez del mundo, andamos con él por todas partes: rodeamos la tierra, medimos las aguas, subimos al cielo, vemos su grandeza, contamos sus movimientos y no paramos hasta Dios, el cual no se nos esconde. Ninguna cosa hay tan encubierta, ninguna hay tan apartada, ninguna hay puesta en tantas tinieblas, donde no entre la vista del entendimiento humano para ir a todos los secretos del mundo; hechas tiene sendas conocidas, que son las disciplinas, por donde lo pasea todo. No es igual la pereza del cuerpo a la gran ligereza de nuestro entendimiento, ni es menester andar con los pies lo que vemos con el alma. Todas las cosas vemos con ella, y en todas miramos, y no hay cosa más extendida que es el hombre que, aunque parece encogido, su entendimiento lo engrandece. Éste es el que lo iguala a las cosas mayores; éste es el que rige las manos en sus obras excelentes; éste halló el habla con que se entienden los hombres; éste halló el gran milagro de las letras, que nos dan facultad de hablar con los ausentes y de escuchar ahora a los sabios antepasados las cosas que dijeron. Las letras nos mantienen la memoria, nos guardan las ciencias y, lo que es más admirable, nos extienden la vida a largos siglos, pues por ellas conocemos todos los tiempos pasados, los cuales vivir no es sino sentirlos."

Y si oscurecemos el entendimiento, no es por nuestra naturaleza sino por nuestra ambición, por nuestros deseos mundanos:

“Pues, ¿qué mal puede haber, decidme ahora, en la fuente del entendimiento, de donde tales cosas manan? Que si parece turbia –como dijo Aurelio., esto es en las cosas que no son necesarias en que, por ambición, se ocupan algunos hombres, que en las cosas que son menester lumbre tiene natural con que acertar en ellas; y en las divinas secretas Dios fue su maestro. Así que Dios hizo al hombre recto, mas él, como dice Salomón, se mezcló en vanas cuestiones.”

Y así como Aurelio minimiza la capacidad de la voluntad humana, algo propio de la Edad Media, Antonio la ensalza, con el más puro espíritu renacentista:

“Escucha ahora la gran excelencia de nuestra voluntad. Ésta es el templo donde a dios honramos, hecha para cumplir sus mandamientos y merecer su gloria, para ser adornada de virtudes y llena del amor de Dios y del suave deleite que de allí se sigue. La cual nunca se halla del entendimiento desamparada, como piensas, porque él, como buen capitán, la deja bien amonestada de lo que debe hacer cuando de ella se aparta para proveer las otras cosas de la vida; y los vicios que la combaten no son enemigos tan fuertes que ella no sea más fuerte, si quiere defenderse. Esta guerra en que vive la voluntad, fue dada para que muestre en ella la ley que tiene con Dios. De la cual guerra no te debes quejar, Aurelio, pues a los fuertes es deleite defenderse de los males; porque no son tan grandes los trabajos que son menester para vencer, como la gloria del vencimiento (…) Principalmente pues tenemos los santos ángeles en la pelea por ayudadores nuestros, como San Pablo dice, que son enviados para encaminar a la gloria los que para ella fueron escogidos.”

Otro elemento que es propio del Renacimiento es el elogio de la libertad humana, el que sea arquitecto de su destino, que se forje a sí mismo, o que simplemente se deje arrastrar por la corriente que lleva a la muerte. Libertad fundamentada, precisamente, en que el hombre es un microcosmos:

“Porque como el hombre tiene en sí natural de todas las cosas, así tiene libertad de ser lo que quisiere: es como planta o piedra puesto en ocio; y si se da al deleite corporal es animal bruto; y si quisiere es ángel hecho para contemplar la cara del padre; y en su mano tiene hacerse tan excelente que sea contado entre aquellos a quien dijo Dios: dioses sois vosotros. De manera que puso Dios al hombre acá, en la tierra, para que primero muestre lo que quiere ser, y si le placen las cosas viles y terrenas, con ellas se queda perdido para siempre y desamparado; mas si la razón lo ensalza a las cosas divinas, o al deseo de ellas y cuidado de gozarlas, para él están guardados aquellos lugares del cielo que a ti, Aurelio, te parecen tan ilustres.”

Para resaltar la dignidad humana, objetivo de este tratado, enumera y describe la excelencia de las partes del cuerpo, en qué medida son perfectas y aluden a la grandeza del alma humana. Entre ellas, es realmente impresionante, el discurso que hace de las manos. Hoy sabemos, por las conexiones nerviosas del cerebro, la importancia vital de las manos asociadas a la conciencia. La vida y espíritu, como fuegos invisibles, salen de la boca y de las manos humanas, son sus poderes creadores. De ahí que en Egipto, el dios Ptah, que representaba la acción creadora, el poder para plasmar los arquetipos celestes en la materia, llamándolos a la existencia, era el Dios del Fuego y se decía: “La Acción es la vida de Ptah”. Siendo las manos humanas, por su capacidad de crear y modelar, una imagen de este poder, no es extraño que las manos, por ejemplo, del Dios Ptah de la tumba de Tutankhamón, hoy en el Museo del Cairo, sean quizás las obras más formidables de toda la historia mundial del Arte. El poder y dignidad que emanan no tiene igual. También Fernán Pérez de la Oliva es consciente de la importancia y dignidad de las manos, y por ello, dice de ellas:

“De sus lados más altos [del hombre] salen los brazos, en cuyos extremos están las manos, las cuales, solas, son miembros de mayor valor de cuantos dio naturaleza a los otros animales. Son estas en el hombre siervas muy obedientes del arte y de la razón, que hacen cualquier obra que el entendimiento les muestra en imagen fabricada. Éstas, aunque son tiernas, ablandan el hierro y hacen de él mejores armas para defenderse que uñas y cuernos [de los animales]; hacen de él instrumentos para compeler la tierra a que nos de bastante mantenimiento, y otros, para abrir las cosas duras y hacerlas todas a nuestro uso. Éstas son las que aparejan al hombre vestido, no áspero ni feo cual es el de los otros animales, sino cual él quiere escoger. Éstas hacen moradas bien defendidas de las injurias de los tiempos; éstas hacen los navíos para pasar las aguas; éstas abren los caminos por donde son ásperos, y hacen al hombre llano todo el mundo. Éstas doman los brutos valientes; éstas traen los toros robustos a servir al hombre, abajados sus cuellos debajo del yugo; éstas hacen a los caballos furiosos sufrir ellos los trabajos de nosotros; éstas cargan los elefantes; éstas matan los leones; éstas enlazan los animales astutos; éstas sacan los peces de lo profundo del mar, y éstas alcanzan las aves que sobre las nubes vuelan. Éstas tienen tanto poderío, que no hay en el mundo cosa tan poderosas que de ellas se defienda. Las cuales no tienen menos bueno el parecer que los hechos.”

Y quizás este sea el sentido de los textos funerarios egipcios cuando decían que quien quiera servir a Ra (la voluntad que gobierna el mundo) debe tener las manos limpias, puras. Algo que deberían tener bien presente los poderosos del mundo, pues la corrupción es irreversible: que se lo digan a la manzana podrida del cesto, a ver si puede invertir el proceso. ¡Y cuídese el cesto entero!



Jose Carlos Fernández

Almada, 27 de noviembre de 2018

[1] Sigo aquí los datos aportados en la wikipedia sobre este personaje.


El Universo con la tierra en el centro.

Comentario al Sueño de Escipión de Macrobio (en latín Commentarii in Somnium Scipionis) es un estudio prolijo del famoso sueño narrado en Sobre la república de Cicerón (VI 9-29), en el que Escipión el Africano el Viejo se aparece a su nieto adoptivo, Escipión Emiliano, y le revela su destino futuro y el de su país, explica las recompensas que aguardan a la virtud en la otra vida y describe el universo y el lugar de la Tierra y el hombre dentro del universo.
Macrobio, su autor, no ofrece un comentario exhaustivo del texto ciceroniano, sino que expone una serie de teorías sobre los sueños de corte neoplatónico, sobre las propiedades místicas de los números, sobre la naturaleza del alma, sobre astronomía y sobre música. Cita a muchas autoridades, pero es poco probable que las haya leído todas o por lo menos la mayoría. Plotino y Porfirio son sus fuentes principales y cita con frecuencia a Virgilio con finalidad ornamental. No obstante, la obra incorpora ideas del neoplatonismo que no se conservan de forma directa en ningún otro lugar. El estilo es bastante desigual, ya que Macrobio copia o traduce sus fuentes sin unificarlas estilísticamente.


Biografía 


Macrobio, Ambrosio Teodosio (ss. III-IV d.C.).

Prosista latino pagano que vivió entre los siglos IV y V d.C. La opinión crítica tradicional lo identificaba con un Macrobio que fue prefecto en Hispania en el 399 d.C. y procónsul de África en el 410. Si esta hipótesis es correcta, nació hacia el 360 y compuso su obra principal (Saturnalia) entre el 384 y el 395. Sin embargo, hoy parece imponerse la hipótesis que identifica al autor con un Teodosio prefecto del pretorio para Italia en el 430. En este segundo caso, Macrobio habría nacido después del 390, y los Saturnalia debieron de componerse en la década del 430.

Macrobio no era oriundo de Roma (él mismo se disculpa por su falta de elegancia estilística “romana”), pero no hay seguridad de que procediera de África, como a veces se ha afirmado. Poco se sabe de su vida. Era evidentemente un aristócrata, escritor aficionado, más que un erudito profesional. Es posible que estuviera relacionado con la familia de los Símaco. Fue padre de Flavio Macrobio Plotino Eustatio, prefecto de Roma en el año 461, a quien dedicó sus Saturnalia y Commentarii. De su obra se infiere que era pagano, pues en los Saturnalia ignora completamente cualquier referencia al cristianismo.

Se han transmitido tres obras bajo su nombre: Saturnalia, unos Commentarii in Somnium Scipionis y De differentiis et societatibus Graeci Latinique verbi.

Los Saturnalia

Es la obra más extensa de las conservadas de Macrobio. Se trata de un diálogo literario en siete libros, transmitido con lagunas textuales de cierta entidad. Tras una dedicatoria a Eustatio, su hijo, en el prólogo se asiste a un diálogo entre dos personajes, Decio y Postumiano. Este último, a su vez, cuenta de tercera mano la erudita conversación que tuvo lugar en el año 384, durante la víspera (16 de diciembre) y en los días de las Saturnalias (17-19 de diciembre), fiestas celebradas en honor del dios Saturno. Entonces se reunieron algunos romanos cultivados de clase alta, cuyo anfitrión del primer día fue el patricio romano Vetio Agorio Pretextato; el del segundo día, Virio Nicómaco Flaviano; el tercer día se reunieron en casa de Quinto Aurelio Símaco (el orador). Además de los tres anfitriones, participaban en la conversación distinguidos hombres: Servio, el comentador de Virgilio (todavía un tímido joven y algo intimidado por la compañía, pero que anacrónicamente aparece dotado ya de la erudición que manifestaría después); los senadores Cecina Albino y Furio Albino; un joven llamado Avieno (que probablemente se ha de identificar con el fabulista Avieno o Aviano); un rétor griego llamado Eusebio; y otros. También aparece, como contrapunto a la educación y erudición de los demás, un “huésped no invitado” llamado Evángelo (quizá el único contertulio enteramente ficticio, posiblemente un cristiano, dadas las connotaciones de su nombre), zafio, soberbio e impertinente, que da pie a las correcciones de los otros.

El diálogo discurre alrededor de asuntos variados (religión, historia y filología), pero el tema central es el poeta pagano Virgilio. El libro I empieza con una discusión sobre el festival de las Saturnalias, para pasar a tratar sobre los esclavos (que gozan de una especial libertad durante la fiesta) y sobre el calendario. Pretextato expone la teoría sobre el origen solar de la mitología. El libro II consiste básicamente en una colección de ocurrencias ingeniosas atribuidas, entre otros, a Cicerón, Augusto y a Julia, la hija de Augusto. Sigue la discusión sobre Virgilio: el libro III (capítulos 1-12) comenta su familiaridad con la religión antigua romana; el libro IV versa sobre el uso virgiliano de artificios retóricos para conferir dramatismo al estilo; en el libro V se examina la deuda de Virgilio con Homero y otros poetas griegos; y, en el libro VI, con antiguos autores latinos, especialmente Ennio (y también Lucrecio); el último libro pasa a abordar variadas cuestiones físicas, fisiológicas y psicológicas, en general sobre la forma en que el cerebro influye sobre el funcionamiento del cuerpo (por ejemplo: “¿son las mujeres más cálidas que los hombres?” La respuesta es afirmativa: “deben serlo, pues se visten con menos ropa.”).

Género de los Saturnalia

Desde el punto de vista de la forma literaria, se trata de un diálogo literario ficticio, puesto en boca de interlocutores reales. Este marco genérico formal es común a numerosas obras griegas y latinas anteriores sobre temas diferentes, como muchos diálogos de Platón (el Banquete, la República), el De re rustica de Varrón, los diálogos filosóficos de Cicerón, el Dialogus de oratoribus de Tácito o los Deipnosofistas de Ateneo. Sin embargo, en cuanto a contenido es una obra que podría considerarse como de miscelánea o compilación erudita: sus precedentes y fuentes serían las Noches Áticas de Aulo Gelio o las Cuestiones Convivales de Plutarco. Estas obras, y especialmente Aulo Gelio (conjuntamente con los comentaristas de Virgilio, aparte de otras fuentes desconocidas por nosotros), son fuentes constantes de Macrobio, de las que cita material, con frecuencia literalmente, pero sin reconocer nunca el préstamo.

Valoración literaria

La obra resulta útil por la espléndida erudición desplegada por Macrobio. A veces transmite datos que no se conocen por ninguna otra fuente. En conjunto, la exposición está cuidadosamente organizada y se evita la monotonía con variados recursos estilísticos. Todo ello hace de los Saturnalia una obra informativa y, a la vez, amena.

Ideológicamente la obra es una evocación nostálgica, desde el punto de vista del partido pagano senatorial, de un Imperio que ya ha perdido su esplendor, en un momento de la historia de Roma, el siglo V, en que la facción cristiana se impone definitivamente sobre el paganismo, y en que el Imperio Romano se está desmoronando por la presión bárbara. Los interlocutores del diálogo, especialmente los tres anfitriones, son claros representantes de la aristocracia pagana y, por tanto, de los valores romanos tradicionales.

Comentario al Somnium Scipionis

Es un tratado neoplatónico, en dos libros, al hilo de un famoso pasaje conocido como Somnium Scipionis ('Sueño de Escipión'), que estaba incluido en el libro VI de De Republica de Cicerón. En el pasaje de Cicerón, Escipión el Africano se aparece en sueños a su nieto, le revela su destino futuro y el de Roma, le explica las recompensas que premian la virtud en la otra vida y describe el universo y el lugar de la tierra y del hombre dentro de él. La obra de Macrobio no es un comentario gramatical sistemático, palabra por palabra (al estilo de los comentarios de Servio a Virgilio, o de Donato a Terencio), sino un ensayo filosófico que toma como punto de partida el texto de Cicerón. La fuente principal es Porfirio, especialmente su comentario al Timeo de Platón, sea directamente sea a través de una fuente latina intermedia. Macrobio parece conocer también, directamente, a Plotino; y cita a Virgilio con una finalidad decorativa. La obra ejerció una gran influencia durante la Edad Media como vehículo de transmisión de ideas del neoplatonismo que no se han conservado en ningún otro lugar.

De differentiis et societatibus Graeci Latinique verbi

Tratado gramatical ('Sobre las diferencias y afinidades entre el verbo griego y latino'), que sólo se ha conservado fragmentariamente, como extractos de extractos.


Bibliografía

CAMERON, A.: “The date and identity of Macrobius”, en Journal of Roman Studies 56 (1966), 25-38.

GARRIDO, C.: La lengua de Macrobio (Tesis doctoral). Madrid: Universidad Complutense, 1981.

FLAMANT, J.: Macrobe et le Néo-platonisme latin à la fin du IVème siecle. Leiden: E.J. Brill, 1977.

KASTER, R. A.: Guardians of language. The Grammarian and society in late Antiquity. Berkeley: California University Press, 1988.
 

puerta al infierno

236.-La voluntad en la filosofía.-a

Aldo Ahumada Chu Han



 Hinduismo

no figura
Diccionario filosófico marxista · 1946

no figura
Diccionario filosófico abreviado · 1959

Hinduismo

Conjunto de representaciones y conceptos dominantes en la religión, en la ética y filosofía de la India desde los comienzos de la Edad Media hasta la época contemporánea. Entran en la esfera del hinduismo la mayor parte de los sistemas de culto y religiosos basados en la adoración de los dioses Vishnú y Shiva. La aparición del hinduismo estaba relacionada con la crisis ideológica general que se produjo en la India en los siglos VI-IV a. n. e. Las fuentes escritas hinduistas comprenden gran parte de los textos religiosos, filosóficos y jurídicos en sánscrito, antiguos y de la Edad Media. Entre las categorías generales religioso-filosóficas del hinduismo las más importantes son el atmán, alma individual, y el brahmán, alma universal. Según la concepción idealista objetiva hinduista, estas categorías no se hallan vinculadas al tiempo ni al espacio, ni tampoco a las relaciones de causa y efecto; el atmán y el brahmán se contraponen a la naturaleza (prákriti), que se desarrolla en el tiempo y en el espacio según las leyes de las relaciones de causa y efecto. Considera el hinduismo que el fin último de todo progreso estriba en que el atmán se libere de la naturaleza y se funda con el brahmán. El lazo entre el alma y la naturaleza se regula por la ley del karma, cuya esencia se reduce a lo siguiente: el atmán, convertido en alma “viva” encarnada en el cuerpo de algún ser vivo, realiza acciones buenas o malas. El karma (literalmente “asunto”) es la influencia que tales acciones ejercen; deja el alma sujeta a nacimientos y muertes (samsara) y la condena a la siguiente reencarnación, con la particularidad de que el estado (riqueza, pobreza, honores, humillación, &c.) en que se produzca la reencarnación constituirá una recompensa o un castigo por la conducta observada durante las reencarnaciones anteriores. En las representaciones y conceptos del hinduismo se reflejaba y reforzaba el conservador régimen de castas. Entre las representaciones religioso-mitológicas hinduistas, las que desempeñan un papel más importante son la avatara y la manifestación. La avatara es la encarnación de un dios en otro dios, en un hombre o en un animal. Una vez surgida, esta nueva encarnación sigue existiendo junto a la divinidad “inicial” y a sus otras encarnaciones. La manifestación es la aparición del dios Shiva en cualquier forma que éste desee tomar; puede subsistir desde unos instantes hasta la eternidad.

Diccionario filosófico · 1965:216

Hinduismo
Conjunto de representaciones, usos, costumbres, ritos religiosos e instituciones socio-existenciales típicos de la mayoría de la población de la India (se considera hinduista toda persona, cuyo padre o madre, por lo menos, es indio y no profesa otra religión). Las raíces del hinduismo se remontan a la religión antigua india: el brahmanismo, la ligazón genética con él se manifiesta, por ejemplo, en que entre las divinidades más veneradas del hinduismo figuran la trinidad del brahmanismo; Brahma (creador), Vishnu (guardián) y Shiva (creador, guardián y destructor al mismo tiempo). El hinduismo se distingue por la multiplicidad de las manifestaciones concretas y la diversidad de los nexos con los distintos aspectos de la vida y la actividad humanas. Al faltar un sistema doctrinario armónico y obligatorio para todos, la organización eclesiástica, un centro dirigente único o institución facultada para resolver las cuestiones vinculadas con la actividad religiosa y al haber cierta tolerancia hacia las desviaciones de los dogmas religiosos, en el hinduismo son excepcionalmente fuertes las exigencias de las tradiciones socio-existenciales. El hinduismo no tolera en absoluto las infracciones de un conjunto de limitaciones y prohibiciones que prescribe a las esferas de la vida social, familiar e individual diferentes para los numerosos grupos, castas y subcastas, en que el hinduismo divide a la población y de las divisorias entre dichos grupos, consideradas inconmovibles hasta el presente. Es propia de los que profesan el hinduismo la noción de que el alma individual eterna (atmán) aspira a fundirse con el alma mundial (brahmán). Esta fusión la impide un torrente de manifestaciones finitas, en constante cambio, del ser natural material. En el camino hacia la “salvación” final el atmán experimenta continuas rencarnaciones, cada una de cuyas formas es determinada por el karma, por el destino que el hombre mismo crea con sus actos. Las tendencias fundamentales del hinduismo son el vishnuismo, el shivaísmo y el saktismo (Sakti es la manifestación femenina del Brahma). Gozan de prestigio entre los creyentes los denominados “santos profesionales” que a menudo proclaman sus sistemas de “salvación”. En el marco de dichos sistemas, R. Tagore, Gandhi y otros líderes del movimiento de liberación nacional de la India intentaban reformar el hinduismo y crear sobre su base una religión “depurada” del fanatismo y el oscurantismo. A pesar de que la legislación prohíbe la discriminación de casta, en el país persisten aún las supervivencias del antagonismo entre las mismas.

Diccionario de filosofía · 1984:208



Voluntarismo

(Del latín: “voluntas” voluntad). El voluntarismo es una de las tendencias idealistas subjetivas en filosofía que niega la existencia de leyes objetivas y necesarias en la Naturaleza y en la Sociedad, atribuyendo el valor decisivo, primario, a la voluntad. Los representantes del voluntarismo son Schopenhauer, Nietzsche, Hartmann y otros. Las fuentes de esta tendencia emanan del profundo medioevo; las hallamos en las doctrinas de los padres de la iglesia: San Agustín (354-430), que consideraba la fuerza de la voluntad como el fundamento de la persona y que unió esta teoría con la doctrina de la predestinación divina; el conocido escolástico de la Edad Media, Duns Escoto, que reconocía abiertamente la primacía de la voluntad sobre la razón, de la casualidad sobre la necesidad, y veía en la voluntad activa el fundamento, y el objetivo de la perfección humana y la dependencia del hombre respecto a la voluntad divina. El carácter reaccionario del voluntarismo se manifestó ya en sus mismos orígenes. Habiendo sido dirigido contra la teoría de las leyes materiales objetivas, el voluntarismo se acomodó con las teorías fatalistas de la predestinación y de la voluntad divinas. En la filosofía moderna, el voluntarismo está vinculado, como lo señaló Lenin en Materialismo y Empiriocriticismo, con la línea de Kant y Hume, con la negación de la existencia de leyes objetivas en la Naturaleza y en la Sociedad, con la fórmula kantiana de que “la razón impone las leyes a la Naturaleza”. Un ejemplo manifiesto de tal “voluntarismo idealista” es, según Lenin, el machismo que niega las leyes objetivas de la Naturaleza y que “reconoce el mundo de la voluntad”. Para los populistas, anarquistas, social-revolucionarios, el voluntarismo fundamenta filosóficamente las teorías sociológicas subjetivas de las “personalidades vigorosas” como fuerzas orientadoras del proceso social. Para los neokantianos (la escuela de Windelband, Rickert), el voluntarismo sirve para disimular lo inevitable de la muerte del capitalismo, sirve a las teorías de la eternidad del régimen capitalista. Para Nietzsche, el voluntarismo supone la justificación de la violencia de las clases dominantes, la esclavización de los oprimidos. Una difusión particularmente amplia obtuvieron las diversas teorías voluntaristas en la ciencia y en la filosofía burguesas contemporáneas. El miedo a la revolución proletaria en marcha y la inevitabilidad del colapso del capitalismo, obligan a la burguesía a buscar en las diversas teorías del libre albedrío, de la independencia del libre arbitrio, &c., una salvación contra las leyes inexorables del desarrollo social.
Diccionario filosófico marxista · 1946:318

Voluntarismo

(lat. voluntas). Una de las variedades del idealismo subjetivo en filosofía; niega las leyes objetivas y la necesidad tanto en la naturaleza como en la sociedad, y atribuye a la voluntad humana un papel primordial y decisivo. Principales representantes: Schopenhauer (Ver),Nietzsche (Ver), Hartmann, &c. Esta tendencia hunde sus raíces en las profundidades de la Edad Media. Aparece ya en los escritos de los “Padres de la Iglesia”: San Agustín (354-430) asignaba a la voluntad una importancia muy grande, y unía el voluntarismo a la doctrina de la predestinación divina; el filósofo medieval Duns Scotus sostenía la primacía de la voluntad sobre la razón, de la contingencia sobre la necesidad y la sumisión del hombre a la voluntad divina. El carácter reaccionario del voluntarismo se manifestó, pues, desde sus orígenes. El voluntarismo se adaptaba a la doctrina fatalista de la predestinación y de la voluntad divina. En la filosofía moderna, el voluntarismo se vincula, coma lo ha demostrado Lenin en su Materialismo y empiriocriticismo (Ver), con la doctrina de Kant (Ver), deHume (Ver), con la fórmula kantiana: el entendimiento dicta sus leyes a la naturaleza. El machismo (Ver), que niega las leyes objetivas de la naturaleza y considera el mundo como la creación de la voluntad, es un ejemplo notable de “idealismo voluntarista”. Para los populistas, los anarquistas y los “socialistas revolucionarios” rusos, el voluntarismo constituía la base filosófica de teorías subjetivistas, pseudocientíficas, según las cuales, las “personalidades fuertes” orientarían el progreso social. Entre los neokantianos (escuela de Windelband-Rickert) el voluntarismo sirve para enmascarar las contradicciones del capitalismo. El voluntarismo de Nietzsche constituye la justificación de la violencia de las clases dominantes, del avasallamiento y de la opresión de las masas. El voluntarismo es la filosofía de los reaccionarios belicistas, que se esfuerzan a todo precio por detener la marcha de la historia y por apartar a las masas de la lucha revolucionaria. El voluntarismo acompaña al aventurerismo político. Así, la filosofía fascista alemana consideraba la voluntad (sobre todo la del “Führer”) como la fuerza determinante de los acontecimientos sociales.
El materialismo filosófico marxista combate al voluntarismo. Ni la “voluntad”, ni una personalidad eminente determinan el curso de la historia: lo determinan las leyes sociales objetivas. La verdadera libertad de la voluntad humana, la libertad de obrar, no es posible sino a condición de apoyarse en el conocimiento de las leyes objetivas del desarrollo, y de obrar no oponiéndose a esas leyes, sino de acuerdo con ellas. La tesis marxista sobre el carácter objetivo de las leyes sociales, que existen y actúan independientemente de la voluntad humana, es enteramente valedera para la sociedad socialista también. Cuando ciertos economistas, filósofos y juristas soviéticos estimaban pues, que el Estado Soviético podía aniquilar tales o cuales leyes económicas y crear otras nuevas, abolirlas y transformarlas a voluntad, sus concepciones eran profundamente erróneas y, en resumen, de esencia voluntarista. Ellos identificaban las leyes económicas objetivas con las leyes jurídicas promulgadas o anuladas por el Estado. En la U.R.S.S., toda la actividad del Estado y todo el desarrollo de la sociedad están determinados por leyes objetivas que reflejan los procesos económicos, independientes de la voluntad humana. La interpretación voluntarista de las leyes es peligrosa porque impide prever los acontecimientos de la vida económica y asegurar la dirección económica más elemental. La política del Partido Comunista de la Unión Soviética constituye una poderosa palanca de la edificación comunista porque se apoya en las leyes económicas objetivas del socialismo, porque aplica estas leyes y moviliza a las masas con el propósito de realizar las tareas planteadas por el curso objetivo del desarrollo histórico. (Ver igualmente Libertad y necesidad; Ley; Método subjetivo en sociología).
Diccionario filosófico abreviado · 1959:526-527

Voluntarismo

Corriente idealista (sobre todo idealista subjetiva) en filosofía y psicología; supone que la voluntad constituye el fundamento primario del mundo, la contrapone a las leyes objetivas de la naturaleza y de la sociedad y niega que la voluntad humana esté condicionada por el medio circundante. El término fue introducido por el sociólogo alemán Tönnies y por el filósofo Paulsen, también alemán. Como teoría filosófica, el voluntarismo se estructuró en el siglo XIX en la filosofía de Schopenhauer, si bien existían ya elementos suyos en la obra de Kant y de Fichte. El voluntarismo desempeñó un importante papel en la filosofía de Eduard von Hartmann y, sobre todo, de Nietzsche. Constituye una de las fuentes ideológicas y un rasgo típico de la ideología del fascismo. En Rusia, el voluntarismo fue característico de los populistas, quienes contraponían la acción de los “héroes” solitarios a las leyes objetivas de la historia. A fines del siglo XIX y principios del XX, el voluntarismo penetró en la psicología (Wundt). Esa corriente es aprovechada por los ideólogos del anticomunismo para justificar una nueva guerra y la propaganda del fascismo. Al rechazar el voluntarismo, el marxismo-leninismo señala el carácter relativo del libre albedrío, examina la voluntad de las personas como derivada de las leyes objetivas del desarrollo de la naturaleza y de la sociedad (Factores objetivos y subjetivos de la historia).
Diccionario filosófico · 1965:485

Voluntarismo

(del latín voluntas, voluntad.) Corriente en la filosofía burguesa idealista cuyos partidarios niegan las leyes de la naturaleza y la sociedad y ven la esencia de la realidad, así como de la actividad humana, en la voluntad, la cual no se halla condicionada por nada. El voluntarismo se caracteriza por oponer y supeditar la razón a la voluntad “libre”, “autónoma”. Una idea parecida se encuentra ya en el filósofo de la Edad Media Duns Escoto; sin embargo, el voluntarismo se forma como una teoría desarrollada en la época moderna. Su representante típico es el filósofo alemán Schopenhauer, para quien el mundo en que vivimos “es por entero la voluntad en toda su esencia”. Siguiendo a Schopenhauer, Nietzsche trató de fundamentar la idea de que “la esencia más profunda del ser es la voluntad de poder”. Esta tesis resulta muy bien ilustrada por la imagen nietzscheana del hombre superior que aplasta inmisericordemente las normas elementales de la moral. Las ideas de Nietzsche fueron la fuente en que abrevó la ideología más inhumana de la sociedad burguesa: el fascismo. En la historia del pensamiento social ruso algunos sociólogos del populismo desarrollaron una forma peculiar de voluntarismo. El voluntarismo es típico asimismo en las teorías psicologistas que consideran la voluntad como la propiedad psíquica fundamental del individuo, a la par que reducen el pensamiento a un papel de segundo grado en la actividad vital del hombre (Wundt, Paulsen y otros). Ahora bien, si nos referimos a las corrientes idealistas contemporáneas los rasgos del voluntarismo tienen plena expresión en elintuitivismo, el pragmatismo y el existencialismo. Desde el punto de vista materialista científico el voluntarismo no resiste la menor crítica, pues evade el nexo natural, absolutiza y convierte en algo autosuficiente una de las propiedades de la psiquis humana: la voluntad; interpreta en forma distorsionada la correlación existente entre la actividad teórica y práctica del individuo. Los voluntaristas separan la práctica del conocimiento, reduciéndola de hecho a una manifestación del instinto. En la lucha ideológico-política los seguidores del voluntarismo se hallan generalmente del lado de las fuerzas conservadoras.
Diccionario marxista de filosofía · 1971:320

Voluntarismo

(latín: voluntas). Orientación de la filosofía idealista que reconoce la voluntad como base primaria de todo lo existente. Cabe distinguir dos variedades del voluntarismo: como forma del idealismo objetivo y como forma del idealismo subjetivo. Los representantes típicos de la primera forma de voluntarismo son Schopenhauer y E. Hartmann. Sometiendo el agnosticismo de Kant a la crítica desde la derecha, Schopenhauer afirma que la “cosa en sí”, que constituye la base de los fenómenos (representaciones), es la “voluntad mundial” primaria, no condicionada por nada. Según Schopenhauer, la fuerza propulsora de todos los seres vivos es la “voluntad de vida”, que reviste un carácter instintivo, espontáneo. La voluntad consciente se deriva de la fe individual ciega, instintiva. El voluntarismo de Schopenhauer predica la doctrina fatalista, sustentada por el budismo, de la renuncia a la voluntad individual de vida y la disolución de lo individual en la voluntad mundial cósmica. La forma idealista subjetiva de voluntarismo es típica de Stirner y Nietzsche. En sus doctrinas, la fuerza motriz primaria es la voluntad individual libre: “Yo”. De ese modo, se rechaza categóricamente el principio de la regularidad objetiva universal. A diferencia del voluntarismo pesimista y fatalista de Schopenhauer, el de Nietzsche reviste un carácter agresivo, poniendo por las nubes la “voluntad de poder” como máxima potencia volitiva. En forma vulgarizada, la doctrina de Nietzsche constituyó una de las fuentes teóricas de la ideología fascista. En ambas variedades, el voluntarismo es una versión irracionalista del idealismo, que interpreta el principio espiritual primario del ser no como lógico y racional, sino como lo que no se somete al conocimiento racional, científico. Aunque el propio término “voluntarismo” fue introducido en la filosofía tan sólo a fines del siglo 19 (F. Tönnies, 1883; F. Paulsen, 1892), de hecho las ideas del voluntarismo se remontan al pasado lejano, comenzando por los dogmas teológicos sobre la voluntad divina como principio creador primario del ser. Los motivos voluntaristas se expresan con particular realce en las doctrinas de Agustín y, más tarde, de Duns Escoto. El voluntarismo ejerció una gran influencia sobre la psicología burguesa del siglo 19 (Wundt, H. Münsterberg), que reconocía la prioridad de la voluntad respecto a las demás funciones psíquicas. En la lógica y la teoría del conocimiento idealistas (Pragmatismo), el voluntarismo se expresó en el afianzamiento del papel decisivo de la voluntad en el razonamiento y el conocimiento en general, considerado como función de los intereses y aspiraciones. En la teoría y la práctica socio-políticas, el voluntarismo significa la negación de la actividad social científicamente fundamentada, que se apoya en el conocimiento de las leyes objetivas de la historia, y en la reducción de dicha actividad al albedrío subjetivo de los jefes políticos. El voluntarismo político adopta distintas formas de aventurerismo anarquista, por una parte, y de agresión fascista y dictadura del fürhrer, por la otra. La comprensión científica marxista, del mundo, es incompatible con el idealismo anticientífico, indeterminista e irracionalista en la intelección de la naturaleza, la sociedad y el proceso de conocimiento. El marxismo-leninismo niega el voluntarismo, pues en todas las esferas de la práctica social se apoya en el conocimiento científico de las leyes y tendencias objetivas del desarrollo social y en los principios de una amplia democracia socialista, que son ajenos a la arbitrariedad voluntarista.
Diccionario de filosofía · 1984:447

puerta al infierno