—¿Por qué lees tanto? —(…) Mi mejor arma está en el cerebro. Mi hermano tiene su espada; el rey Robert tiene su maza, y yo tengo mi mente… Pero una mente necesita de los libros, igual que una espada de una piedra de amolar, para conservar el filo. —(…)—. Por eso leo tanto, Jon Snow.

TYRION LANNISTER.
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lunes, 10 de diciembre de 2012

170.-Antepasados del rey de España: Reina Claudia I de Francia.-a


  Esteban Aguilar Orellana ; Giovani Barbatos Epple.; Ismael Barrenechea Samaniego ; Jorge Catalán Nuñez; Boris Díaz Carrasco; -Rafael Díaz del Río Martí ; Alfredo Francisco Eloy Barra ; Rodrigo Farias Picon; -Franco González Fortunatti ; Patricio Hernández Jara; Walter Imilan Ojeda; Jaime Jamet Rojas ; Gustavo Morales Guajardo ; Francisco Moreno Gallardo ; Boris Ormeño Rojas ; José Oyarzún Villa ; Rodrigo Palacios Marambio; Demetrio Protopsaltis Palma ; Cristian Quezada Moreno ; Edison Reyes Aramburu ; Rodrigo Rivera Hernández; Jorge Rojas Bustos ; Alejandro Suau Figueroa; Cristian Vergara Torrealba ; Rodrigo Villela Díaz; Nicolas Wasiliew Sala; Marcelo Yañez Garin; Francia Marisol Candia Troncoso; Maria Francisca Palacio Hermosilla; 

Aldo  Ahumada Chu Han 

(en francés Claude I de France; Romorantin-Lanthenay, Francia, 14 de octubre de 1499 - Blois, Francia, 20 de julio de 1524), fue reina de Francia y duquesa de Bretaña por derecho propio, perteneciente a la casa de los Valois.


Primeros años de vida

Fue la hija mayor de Luis XII de Francia y de Ana de Bretaña y consorte de Francisco I. También fue condesa de Soissons, Blois, Coucy, Étampes y Montfort.
Como su madre no tuvo hijos supervivientes de su primer matrimonio con Carlos VIII de Francia, Claudia fue la heredera del ducado de Bretaña, mientras que la Corona de Francia pasaría a su primo segundo, Francisco de Angulema, de no tener su padre hijos varones propios.

Planes de matrimonio

En 1504, Ana de Bretaña, en un intento de mantener su ducado independiente de Francia, firmó el Tratado de Blois por el que se prometía la mano de Claudia al joven Carlos de Austria, luego Carlos I de España. El compromiso fue cancelado pronto por Luis XII, reticente ante la idea de verse rodeado por el oeste y norte (Borgoña también había sido prometida como herencia de Claudia) por la Casa de Habsburgo. Así, en 1506 Claudia fue comprometida a su primo segundo el conde de Angulema y duque de Valois, Francisco I, heredero aparente del reino.
Ana de Bretaña murió en 1514. Ese mismo año el 18 de mayo, en St-Germain-en-Laye, Claudia, nueva duquesa de Bretaña, se casaría con Francisco, entonces Delfín.
Claudia sería reina de Francia desde el fallecimiento de su padre (1 de enero de 1515), hasta su propia muerte.

Hijos
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Tuvo siete hijos:

Luisa (19 de agosto de 1515 - 21 de septiembre de 1517). Comprometida brevemente a Carlos I de España.
Carlota (23 de octubre de 1516 - 8 de septiembre de 1524). Murió de rubéola. Inspiró a su tía, Margarita de Angulema, reina de Navarra el poema "Diálogos en forma de visión nocturna", de tendencia reformista.
Francisco, Delfín y duque de Bretaña (28 de febrero de 1518 - 10 de agosto de 1536).
Enrique, duque de Orleáns, Delfín y rey de Francia como Enrique II (31 de marzo de 1519 - 10 de julio de 1559). Casado con Catalina de Médicis, tendría diez hijos, entre ellos los últimos tres reyes de la dinastía Valois (Francisco II, Carlos IX y [Enrique III]]) e Isabel, reina de España; Claudia, duquesa de Lorena y Margarita, reina de Navarra y Francia.
Magdalena (10 de agosto de 1520 - 9 de septiembre de 1537). Reina de Escocia como esposa de Jacobo V. Falleció de tuberculosis.
Carlos (22 de enero de 1522 - 9 de septiembre de 1554). Duque de Angulema.
Margarita (5 de junio de 1523 - 14 de septiembre de 1574). Duquesa de Berry y duquesa de Saboya por matrimonio con el duque Manuel Filiberto de Saboya. Margarita fue considerada brevemente a la muerte de Juana Seymour como posible novia de Enrique VIII. Luis XV descendió de ella por su madre María Adelaida de Saboya.

Vida pública y últimos años de vida
Aldo  Ahumada Chu Han 

Claudia fue eclipsada por su suegra, Luisa de Saboya, y su cuñada Margarita de Angulema, no tuvo poder político ni influencia. Sin embargo, sus relaciones con su marido fueron buenas, a pesar de sufrir de escoliosis (lo que le produjo una joroba), cojera y probablemente estrabismo, además de carecer de atractivo. En sus últimos años de vida, sufrió de una obesidad "monstruosa". Supuestamente habría contraído sífilis a causa de su marido y habría muerto por agotamiento.
Actualmente su memoria se encuentra olvidada, aunque fue muy popular en su tiempo. Una variedad clásica de ciruelas, de color verde pálido y especialmente pulposa fue llamada "Reina Claudia" o "Claudia" en su honor.

  
Ancestros
Aldo  Ahumada Chu Han 

Conan I († 27 de junio de 992), apodado Le Tort o el Malo, fue el duque de Bretaña desde 990 hasta su muerte

Godofredo I de Bretaña (†1008), hijo de Conan I y de Ermengarda, fue conde de Rennes y duque de Bretaña en el periodo (992-1008).

Alan III de Rennes (997 - 1 de octubre de 1040), conde de Rennes y duque de Bretaña (1008-1040).

Havoise de Bretaña ( c. 1037 - 19 de agosto de 1072) fue la duquesa hereditaria de Bretaña desde 1066 hasta su muerte.

Alano IV de Bretaña, llamado Alano Fergant o Alano Fergent ​(c. 1060 - 13 de octubre de 1119), hijo de Hoel II de Bretaña y de Havoise de Bretaña, fue conde de Cornouaille, de Rennes y de Nantes, y por último duque de Bretaña en 1084-1113.

Alano IV de Bretaña, llamado Alano Fergant o Alano Fergent​(c. 1060 - 13 de octubre de 1119), hijo de Hoel II de Bretaña y de Havoise de Bretaña, fue conde de Cornouaille, de Rennes y de Nantes, y por último duque de Bretaña en 1084-1113.

Conan III, o Conan of Cornouaille ( c. 1093–1096 – 17 Septiembre  1148) duque de Bretaña

Bertha of Cornouaille (fl. 1125-55),  conocida Bertha duquesa de Bretaña

Conan IV de Penthievre (1138- 20 de febrero de 1171) llamado "el Joven", fue duque de Bretaña, de 1156 hasta su muerte.

Constanza de Penthièvre  (c. 1161 - c. 5 de septiembre de 1201) fue duquesa hereditaria de Bretaña entre 1166 y 1201, y la condesa hereditaria de Richmond entre 1171 y 1201.

Alix de Thouars ​ (1200 - 21 de octubre de 1221) (en Bretón Alis) fue la duquesa hereditaria de Bretaña y la 5.ª Condesa de Richmond  desde 1203 hasta su muerte. Se caso con Pedro i Mauclerc.

Pedro I de Bretaña, conocido también como Pedro I Mauclerc (1191-6 de julio de 1250) fue un noble francés, hijo de Roberto II, conde de Dreux.

Juan I de Bretaña, conocido también como el Rojo (1217 - 1286) fue duque de Bretaña de 1237 a 1286. Era hijo de Pedro I Mauclerc y de Alicia de Thouars. En 1237 se casó con Blanca de Champaña,1​ hija de Teobaldo IV de Champaña. Tuvo algunos conflictos con los obispos bretones, que incluso lo excomulgaron en 1257. Acompañó al rey de Francia Luis IX en la Octava Cruzada; y en 1239 incorporó al ducado el puerto de Brest. En general, fue una época de paz y prosperidad.

Juan II de Bretaña (1239 – 18 de noviembre de 1305) fue Duque de Bretaña desde 1286

Arturo II de Bretaña (25 de julio de 1261-27 de agosto de 1312), fue duque de Bretaña desde 1305 hasta su muerte en 1312.

Juan IV de Bretaña, duque titular de Bretaña o Juan (II) de Montfort  Nacido en 1295 como hijo de Arturo II de Bretaña y de su segunda esposa, Yolanda de Dreux, condesa de Montfort. Título al que accedería al morir su padre en 1322. En 1329 contraería matrimonio con Juana de Nevers, hermana del conde Luis I de Flandes. Juan de Montfort muere el 16 de septiembre de 1345,

Juan V el Conquistador  (1339 - 1 de noviembre de 1399), fue Duque de Bretaña y Conde de Montfort, desde 1345 hasta su muerte.

Ricardo de Bretaña (1395–1438), Conde of Benon, Étampes, y Mantes, casado con Margarita de Orleáns, hija de Luis de Valois

Francisco II de Bretaña, nacido el 23 de junio de 1435 en el castillo de Clisson, en Clisson (actualmente departamento de Loira Atlántico) y fallecido en Couëron, también en el Loira Atlántico, el 9 de septiembre de 1488, es el penúltimo duque del ducado de Bretaña.

Ana de Bretaña (Nantes, 25 de enero de 1477 – 9 de enero de 1514) fue duquesa titular de Bretaña y por dos veces reina consorte de Francia.

  Descendiente

Isabel de Valois, Isabel de Francia o Isabel de la Paz - (en francés, Élisabeth de France; Fontainebleau, 2 de abril de 1545-Aranjuez, 3 de octubre de 1568), princesa francesa, la tercera esposa del rey Felipe II de España —fruto del Tratado de Cateau-Cambresis que estableció la paz entre España y Francia— y reina consorte de España desde 1559 hasta su muerte.

Isabel Clara Eugenia de Austria (Valsaín, 12 de agosto de 1566-Bruselas, 1 de diciembre de 1633) fue infanta de España, hija del rey Felipe II de España y de su tercera esposa, Isabel de Valois —hija del rey Enrique II de Francia y de Catalina de Médicis—, soberana de los Países Bajos​ (1598-1621) y gobernadora de los Países Bajos (1621-1633).

Catalina Micaela de Austria (Madrid, 10 de octubre de 1567 - Turín, 6 de noviembre de 1597), infanta de España y duquesa de Saboya.

Isabel de Saboya (en italiano, Isabella di Savoia; Turín, 2 de marzo de 1591-Módena, 22 de agosto de 1626) fue una princesa italiana, hija del duque Carlos Manuel I de Saboya y de su esposa, Catalina Micaela de Austria.

Francisco I de Este (Módena, 6 de septiembre de 1610 - Santhià, 14 de octubre de 1658) fue el hijo mayor de Alfonso III de Este, duque de Módena y Reggio, e Isabel de Saboya. Sucedió a su padre en los derechos al ducado el 25 de julio de 1629 y fue duque de Módena y Reggio desde 1629 hasta su muerte.

Isabel de Este (Módena, 3 de octubre de 1635-Colorno, 21 de agosto de 1666)1​ fue duquesa de Parma y Plasencia como la segunda esposa del duque Ranuccio II Farnesio. Fue la abuela paterna de Isabel Farnesio, reina consorte de España.

Eduardo II Farnesio (en italiano: Odoardo Farnese) (Colorno, 12 de agosto de 1666 – 6 de septiembre de 1693), heredero del ducado de Parma y Plasencia. Era hijo del duque Ranuccio II Farnesio y de Isabel de Este, su segunda esposa, quien murió a los 9 días de dar a luz al príncipe Eduardo.

Isabel Farnesio (Parma, 25 de octubre de 1692-Aranjuez, 10 de julio de 1766) fue una aristócrata italiana, reina consorte de España como segunda esposa del rey Felipe V y madre de Carlos III.


  

Exhiben manuscrito diminuto con más de 130 ilustraciones pintadas a mano.


Libro de oración de Claudia de Francia en comparación con una mano

Izquierda: San Lucas escribiendo predicando y pintando un retrato de la Virgen María – Derecha: San Lucas predicando 

Izquierda: San Juan revive un muerto – Derecha: San Juan sobrevive una taza de veneno


Claude de France fue objeto de la adoración de un peculiar artista francés, quien le dedicó varias obras y fue apodado Claude Master, en relación a su musa.
El Maestro de Claude tuvo su apogeo artístico en la ciudad de Tours durante el primer cuarto del siglo XVI, dejando tras de sí un pequeño pero excepcional cuerpo de obra. Su estilo delicado, se caracterizó por el uso de sutiles lilas, malvas y rosados junto con vívidos verdes y azul real; todos ellos aplicados en minúsculas pinceladas.
El Museo Morgan, de Nueva York, ha sido cautivado por las pinturas de Claude Master y ha realizado un gran esfuerzo para reunir más de dos docenas de ítems, que serán expuestos hasta el mes de septiembre de este año.
La pieza central de la exposición es el libro de oración de Claudia de Francia, uno de los dos manuscritos de estilo joya que el artista pintó para la reina. Esta obra de excepcional labor lo bautizó como el Maestro de Claudia.

Este diminuto librillo fue una comisión personal por parte de la reina, cercana a la época de su coronación. El manuscrito mide solamente 7×5 centímetros pero incluye 132 miniaturas asombrosas por su nivel de detalle y colores vibrantes. Dentro de la obra se encuentran ilustraciones de Jesús, María, santos y además reflejos los miedos privados de Claudia, incluyendo el temor de haber heredado de su madre Ana de Bretaña (reina de Francia dos veces) de dar a luz hijos sanos.

En la exhibición los visitantes podrán ojear el maravilloso manuscrito a través de un iPad, para no dañar la integridad de las páginas. Además el museo presentará doce calendarios en miniatura del artista, recientemente descubiertos.
El público apreciará por primera vez en medio milenio el libro de oración de Claudia reunido con su libro de horas, un dúo que la reina consultaba a diario. Un libro de esta clase era realizado especialmente para quien encomendaba la tarea y contenía rezos, salmos e ilustraciones para cada hora litúrgica del día.

Claudia de Francia fue la reina consorte de Francia y duquesa regente de Britania, heredera por línea de sangre pero no apta para comandar la nación por ser mujer. Reinó desde el año 1517 junto a su esposo – y primo – Francisco  Primero.
Miniatura del Maestro de Claudia de Francia para el mes de mayo del calendario Master of Claude de France 

Una de las miniaturas del libro de las horas del Maestro de Claudia de Francia, un tomo en el que destacan los bordes ornamentados de cada página. En la imagen, el autor basa la decoración en los emblemas personales de la reina consorte

Annunciation

El libro de horas del Maestro de Claudia de Francia permanecerá en la exposición abierto en la Anunciación, una ilustración enmarcada en un borde con elementos arquitectónicos claramente inspirados en el pintor de finales del 'Quattrocento' y principios del 'Cinquecento' Giovanni Todeschino

'Milagros en miniatura: el arte del Maestro de Claudia de Francia') reúne otros trabajos atribuidos al anónimo autor renacentistas, como doce minuciosas hojas de calendario, también miniaturas, recién adquiridas por el centro. En la imagen, una miniatura para el mes de abril creada entre los años 1517 y 1520 

Miniatura del libro de oraciones del Maestro de Claudia de Francia que muestra a la Virgen con el Niño y San Juan Bautista. En la parte inferior, el artista dibuja el escudo de armas de la reina


domingo, 2 de diciembre de 2012

168.-Ancestros de Felipe VI de España: El Archiduque Carlos de Habsburgo-Lorena.-a

Aldo  Ahumada Chu Han 

El Archiduque Carlos de Habsburgo-Lorena (en alemán: Erzherzog Karl von Habsburg-Lothringen; Florencia, 5 de septiembre de 1771 - Viena, 30 de abril de 1847), hijo de Leopoldo II y de María Luisa de Borbón, fue el hermano más joven del emperador Francisco II del Sacro Imperio Romano. A pesar de padecer epilepsia, Carlos consiguió labrarse el respeto como comandante y como reformador del ejército austriaco.

Primeros años

Carlos nació en Florencia, Toscana, hijo del emperador Leopoldo II del Sacro Imperio Romano Germánico y de su esposa María Luisa de Borbón. Su padre, entonces Gran Duque de Toscana, generosamente permitió que su tía María Cristina de Habsburgo-Lorena y su marido Alberto de Sajonia-Teschen que no tenían hijos, adoptaran y criaran a Carlos en Viena. Su nombre completo fue: Carlos Luis Juan José Lorenzo.

Carrera militar
Pasó su juventud en la Toscana, Viena y los Países Bajos austriacos, donde comenzó su carrera militar en las Guerras Revolucionarias Francesas. Comandó una brigada en la Batalla de Jemappes, y en la campaña de 1793 tuvo una distinguida actuación durante la Acción de Aldenhoven y en la Batalla de Neerwinden. En este año se convirtió en Statthalter (gobernador) de Bélgica y recibió el grado de teniente de mariscal de campo, promoción a la que le siguió muy pronto la de Feldzeugmeister (equivalente a comandante en jefe). El resto de la guerra de los Países Bajos tuvo a su cargo el alto mando, y estuvo presente en la Batalla de Fleurus, en 1794.

En 1795 estuvo sirviendo en el Rin, y el año siguiente se le confió la comandancia en jefe de todas las fuerzas austriacas en este río. Su conducta durante las operaciones contra Jean-Baptiste Jourdan y Moreau en 1796 elevó su reputación a la altura de los más grandes generales de Europa. Retrocediendo al principio, y evitando tomar la iniciativa, finalmente se alejó, dejando unas simples fuerzas como pantalla frente a Moreau. Cayó sobre Jourdan y le golpeó en las batallas de Amberes y de Wurzburgo, llevándoles sobre el Rin con grandes pérdidas. Entonces se volvió contra el ejército de Moreau, al que derrotó y forzó a abandonar Alemania.

En 1797 fue enviado a detener la marcha victoriosa del general Bonaparte en Italia, y condujo la retirada de los agotados austriacos con los mejores resultados. En la campaña de 1799 se opuso una vez más a Jourdan, al cual derrotó en la Batalla de Osterach y en la Batalla de Stockash, en 1800, como continuación de su éxito en la invasión de Suiza y la derrota de Masséna en la Primera Batalla de Zürich, tras de lo cual reentró en Alemania y envió una vez más a los franceses de vuelta al Rin.

El Archiduque Carlos se distinguió en la lucha contra Napoleón en 1796, y posteriormente batió en combate a oponentes menores como Jourdan y Masséna en la Primera Batalla de Zürich (junio de 1799).

Su enfermedad, sin embargo, le obligó a retirarse a Bohemia, de donde fue pronto reclamado para detener el avance de Moreau sobre Viena. Sin embargo, el desastroso resultado de la Batalla de Hohenlinden le forzó a firmar el armisticio de Steyr. Su popularidad por entonces ya era tal que el gobierno de Ratisbona resolvió en 1802 erigir una estatua en su honor y otorgarle el título de salvador de la patria, honores que Carlos rehusó recibir.

En la corta y desastrosa guerra de 1805, el Archiduque Carlos mandó lo que se pretendía que fuera el mayor ejército en Italia, pero los acontecimientos hicieron de Alemania el teatro de operaciones más decisivo de Europa, y las derrotas sufridas en el Danubio neutralizaron el éxito obtenido por el Archiduque sobre Masséna en la desesperada Batalla de Caldiero. Con la paz llegó su oportunidad de iniciar la reorganización del ejército, que fue probada por primera vez en 1809. Como Generalísimo de los ejércitos, había sido nombrado mariscal de campo algunos años antes.
En 1806, Francisco II (ahora Francisco I de Austria) nombró al Archiduque Carlos comandante en jefe del ejército austriaco, así como Jefe del Consejo de Guerra. Apoyado por el prestigio de ser el único general que había demostrado ser capaz de derrotar a los franceses, inició una reforma a largo plazo que reemplazó los métodos obsoletos del siglo XVIII, adoptando la organización y las tácticas de los ejércitos franceses. El ejército fue sorprendido en pleno proceso de transición por la guerra de 1809, en la cual Carlos actuó como comandante en jefe. En ella reveló ser un enemigo mucho más formidable que antes y sólo sucumbió contra los heterogéneos ejércitos que Napoleón dispuso contra él tras una lucha desesperada.
Sus éxitos iniciales fueron neutralizados por los reveses en la Batalla de Abensberg, en la Batalla de Landshut y en la Batalla de Eckmuhl, pero tras la evacuación de Viena, el Archiduque venció en la Batalla de Aspern-Essling, y a continuación luchó en la Batalla de Wagram, más desesperada aún, al final de la cual los austriacos habían sido derrotados, pero no expulsados. Infligió a Napoleón unas pérdidas de unos 50.000 hombres en las dos batallas. Al final de la campaña, el Archiduque puso a disposición de la corona todos sus cargos militares.

Matrimonio

Carlos pasó el resto de su vida retirado, excepto durante el corto periodo de 1815 en el que fue gobernador de Maguncia. En 1822 accedió al ducado de Sajonia-Teschen.

Se casó en 1815 con la princesa Enriqueta de Nassau-Weilburg (1797-1829). Tuvo cuatro hijos, el mayor de los cuales, el Archiduque Alberto, se convirtió en uno de los más celebrados generales de Europa, y dos hijas, la mayor de las cuales, María Teresa, llegó a ser Reina de Nápoles.

Muerte

Carlos murió en Viena el 30 de abril de 1847, donde se erigió una estatua ecuestre en su memoria en 1860.

Consecuencias de sus acciones

La precaución con la que el archiduque llevó a cabo su estrategia le indujo a ponerla en práctica solo cuando la situación lo requería, aunque por su educación se inclinaba a estrategias de defensa a toda costa. Fue capaz también de preparar y ejecutar la estrategia más ofensiva, y sus capacidades tácticas a la hora de manejar a los hombres, ya fuera en amplios movimientos como en Wurzburgo y Zürich, o en masa, como en Aspern y Wagram, fueron ciertamente iguales a las de cualquier líder de su tiempo, con sólo unas pocas excepciones.
Su campaña de 1796 es considerada casi carente de fallos. Lo que provocó su derrota en 1809 fue en parte la gran superioridad numérica de las tropas francesas y sus aliadas, y en parte las condiciones en las que se encontraban sus recientemente reorganizadas fuerzas. Las seis semanas de inacción tras la victoria en Aspern fueron, sin embargo, motivo de críticas desfavorables. Como escritor de temas militares, su posición en la evolución del arte de la guerra fue muy importante, y sus doctrinas tuvieron naturalmente el mayor peso. No obstante, estas tácticas son consideradas anticuadas incluso para 1806. La precaución y la importancia de los puntos estratégicos son las características centrales de su sistema. La rigidez de su estrategia geográfica puede ser resumida en el principio de no permitir nunca perder la posición.

Una y otra vez repetía que no debían aventurarse a nada a menos que el ejército estuviera completamente seguro, una regla que él mismo incumplió en sus brillantes resultados de 1796. Decía que la conservación de los puntos estratégicos (y no la derrota del ejército enemigo) decidían el destino del país de uno, y que esta debía ser la prioridad de los generales, una máxima que nunca se demostró más desacertada que en la guerra de 1809. El editor del trabajo del Archiduque pudo defenderle, aunque débilmente, contra los reproches de Carl von Clausewitz de que Carlos otorgaba más valor al terreno que a la aniquilación del enemigo. 
En sus escritos sobre táctica puede verse también el mismo espíritu. Su reserva en el combate estaba destinada a cubrir la retirada. La vana influencia de estos anticuados principios fue demostrada con claridad en la defensa de Königgratz-Josefstadt en 1866 como punto estratégico, lo que se prefirió antes que la derrota de los ejércitos prusianos por separado, en los extraños planes gestados en Viena para la campaña de 1859, y en la aún más ininteligible Batalla de Montebello el mismo año. La teoría y la práctica del Archiduque Carlos crearon uno de los más curiosos contrastes en la historia militar, uno irreal, y otro donde este desplegó una vívida actividad, junto con las mayores capacidades, que le hicieron por mucho el oponente más formidable de Napoleón.


En el campo de batalla, se puede decir claramente que Carlos era comparable en capacidad y estilo a Sir Arthur Wellesley, ambos conservadores aunque a pesar de ello muy competentes. Que Wellesley surgiera con mayor reputación se debe probablemente al hecho de que sólo se enfrentó a Napoleón en una ocasión, y entonces era comandante de una fuerza aliada. Por contraste, Carlos en enfrentó a Napoleón en batalla más veces que cualquier otro comandante. Es estas ocasiones, las confiables y poco imaginativas tácticas de Carlos no fueron suficientes (excepto en una ocasión, en Aspern-Essling) para derrotar al impredecible corso. No obstante, Carlos es miembro del panteón de personajes napoleónicos famosos que incluye a figuras como el mismo Emperador, Davout, el Príncipe Carlos Felipe de Schwarzenberg, Aleksandr Suvórov, Gebhard Leberecht von Blücher y el anteriormente mencionado Sir Arthur Wellesley.


 
Ducado
Aldo  Ahumada Chu Han 

La Ducado de Teschen (en alemán, Herzogtum Teschen), también Ducado de Cieszyn (en polaco, Księstwo Cieszyńskie) o Ducado de Těšín (en checo, Těšínské knížectví, en latín, Ducatus Tessinensis), era un ducado de Silesia autónomo centrado en Cieszyn (Teschen) en la Alta Silesia. Durante la división feudal de Polonia fue segregado del Ducado de Racibórz en 1281 y gobernado por los duques silesios de la dinastía de los Piastas a partir de 1290.​


Los territorios ducales inicialmente comprendían los territorios de la Pequeña Polonia al este del río Biała, que en torno a 1315 fueron segregados para formar el Ducado de Oświęcim, mientras que el resto del ducado pasó a ser un feudo de Bohemia en 1327. Después de que el grueso de Silesia fuera conquistado por el rey prusiano Federico el Grande en 1742, Cieszyn/Těšín conjuntamente con los ducados de Troppau (Opava), Krnov y Nysa permaneció en la Silesia Austríaca. El título ducal fue sostenido por los archiduques austriacos de la Casa de Lorena hasta 1918.

El ducado compartió la historia con la región de la Silesia Cieszyn, y también en parte con la de Silesia en general. La región había formado parte del extremo suroriental del ducado de Silesia medieval, establecido a la muerte del duque polaco Boleslao III Bocatorcida en 1138. En 1172 los hijos del primer duque de los Piastas de Silesia, Vladislao II el Desterrado, se dividieron la herencia: los territorios de Cieszyn pasaron a manos del duque Miecislao I de Racibórz.
El mismo Miecislao en 1202 ocupó el vecino Ducado de Opole, formando el ducado unificado alto silesiano de Opole y Racibórz. Después de la muerte del nieto de Miecislao, el duque Vladislav de Opole en 1281, la Alta Silesia fue de nuevo dividida entre sus hijos, y el hijo mayor Miecislao, pasó a ser el primer Duque de Cieszyn en 1290.

Gobierno de los Piastas

Después de la muerte de Miecislao en 1315, su hijo mayor Vladislao tomó las tierras de Cieszyn al este del río Biała y fundó el Ducado de Oświęcim. El hijo más joven Casimiro I retuvo la parte occidental y en 1327 juró homenaje al rey de Bohemia, Juan de Luxemburgo. Después de esto, Cieszyn pasó a ser un feudo del Reino de Bohemia, y posteriormente de la Corona de Bohemia.2​ Los gobernantes Piastas locales a menudo poseyeron territorios fuera del propio ducado de Těšín, por ejemplo el Ducado de Siewierz, mitad de Głogów y algunas partes de Bytom.
Después de la muerte del duque Boleslao I en 1431, el gobierno sobre el ducado fue compartido entre su esposa Eufemia y sus cuatro hijos.3​ En 1442 el ducado fue dividido entre los hijos quienes eran todos formalmente Duques de Těšín, aunque el control real sobre el ducado pasó a Boleslao II y Premislao II, quien después de la muerte de Boleslao II en 1452 gobernó en solitario. Durante el reinado del Duque Venceslao III Adán, a partir de 1528, el ducado cambió al Protestantismo según la regla cuius regio, eius religio. Su hijo y sucesor Adán Venceslao volvió de nuevo al Catolicismo en 1610. En la década de 1570 el duque tuvo que lidiar con problemas financieros y tuvo que vender la mayoría de ciudades como ciudades libres del estado, incluyendo el territorio estatal de Bielsko.
El gobierno de los Piastas en Cieszyn continuó hasta 1653, finalizando con la muerte del último de sus vástagos, la Duquesa Isabel Lucrecia, después de la cual el ducado pasó directamente a los monarcas de Bohemia,4​ en ese tiempo el emperador de los Habsturgo Fernando III y su hijo, el rey Fernando IV.

Gobierno de los Habsburgo

La dinastía Habsburgo gobernó Teschen a partir de 1653. En 1722 el emperador Carlos VI de Habsburgo lo concedió al Duque Leopoldo de Lorena en compensación por los derechos de su abuela materna sobre el Ducado de Montferrato en el norte de Italia, que el emperador se había apoderado y entregado a los Duques de Saboya en 1708 como parte de su pacto de alianza. El hijo de Leopoldo, el emperador Francisco I del Habsburgo-Lorena posteriormente lo concedió a su hija mayor (superviviente), María Cristina, quien en 1766 contrajo matrimonio con el Príncipe Alberto de Sajonia, quien de este modo pasó a ser conocido coloquialmente como el Duque de Sajonia-Teschen.
Aunque la mayor parte de Silesia pasó al Reino de Prusia en 1742 después de la Primera Guerra Silesia, Teschen permaneció bajo control austriaco como parte de la Silesia Austríaca. El matrimonio de Alberto y María Cristina no tuvo hijos, y después de la muerte del enviudado Alberto en 1822 el ducado pasó a su hijo adoptivo, el Archiduque Carlos de Austria, quien se convirtió en Duque de Teschen (Herzog von Teschen) lo que dio inicio a la rama de Teschen de la dinastía Habsburgo-Lorena. El título fue transmitido en su línea dinástica, primero a su hijo mayor Alberto Federico, y después en 1896 al sobrino de Alberto Federico, al Archiduque Federico María.
Con la Silesia Austriaca, los territorios de Teschen pasaron a formar parte del Imperio austríaco en 1804 y como territorio de Cisleithania de la corona de Austria-Hungría en 1867. Al fin de la I Guerra Mundial el ducado fue disuelto con la disolución de Austria-Hungría.

Consecuencias

Con el fin de la I Guerra mundial fueron establecidos gobiernos autónomos locales polaco y checo en el territorio de Cieszyn, que el 5 de noviembre de 1918 firmaron un acuerdo ínterin bajo el cual el territorio —incluyendo la propia ciudad de Cieszyn— fue dividido a lo largo del río Olza (Olše, Olsa). La convención sin embargo fracasó en resolver el conflicto fronterizo entre los estados de nueva creación de Checoslovaquia y la Segunda República Polaca, que reclamaba áreas más extensas del anterior ducado de Cieszyn con predominante población de habla polaca. El continuado conflicto escaló cuando tropas checoslovacas cruzaron el Olza el 23 de enero de 1919, dando inicio a la Guerra polaco-checoslovaca.

Los choques armados continuaron hasta el 31 de enero, pero ninguno de los beligerantes obtuvo beneficios: en la Conferencia de Spa de 1920 fue confirmada la división del antiguo ducado a lo largo del Olza. La parte oriental de la Silesia de Cieszyn fue incorporada al polaco Voivodato Autónomo de Silesia, mientras que la parte occidental (incluyendo la región de Zaolzie) pasó a formar parte de Checoslovaquia. Esto fue confirmado el 5 de agosto de 1920 en la Conferencia de Embajadores.​ En 1945 la población alemana fue expulsada.


martes, 13 de noviembre de 2012

165.-Antepasados del rey de España: Garsenda o Garsende (II) de Sabran.-a


  Esteban Aguilar Orellana ; Giovani Barbatos Epple.; Ismael Barrenechea Samaniego ; Jorge Catalán Nuñez; Boris Díaz Carrasco; -Rafael Díaz del Río Martí ; Alfredo Francisco Eloy Barra ; Rodrigo Farias Picon; -Franco González Fortunatti ; Patricio Hernández Jara; Walter Imilan Ojeda ; Jaime Jamet Rojas ; Gustavo Morales Guajardo ; Francisco Moreno Gallardo ; Boris Ormeño Rojas ; José Oyarzún Villa ; Rodrigo Palacios Marambio; Demetrio Protopsaltis Palma ; Cristian Quezada Moreno ; Edison Reyes Aramburu ; Rodrigo Rivera Hernández; Jorge Rojas Bustos ; Alejandro Suau Figueroa; Cristian Vergara Torrealba ; Rodrigo Villela Díaz; Nicolas Wasiliew Sala ; Marcelo Yañez Garin; 
Aldo  Ahumada Chu Han 

(h. 1180 – h. 1242) fue la condesa consorte de Provenza como esposa de Alfonso II desde 1193 y la Condesa de Forcalquier por derecho propio desde 1209. Llevó Forcalquier a la Casa de Aragón-Barcelona y lo unió a Provenza. También era patrona de la literatura occitana, especialmente a los trovadores, y ella misma escribió algo de poesía lírica y se cuenta entre las trobairitz como Garsenda de Proensa o Proença. Era, en palabras de su más reciente editor, «una de las más poderosas mujeres en la historia de Occitania».

Primeros años y matrimonio

Garsenda era hija de Rainou de Sabran, señor de Caylar y Ansouis, y Garsenda, hija de Guillermo IV de Forcalquier. La llamaron así por su madre, que era la heredera de Guillermo IV, pero premurió. Garsenda por lo tanto heredó Forcalquier de su abuelo. Sólo tenía trece años de edad cuando, en 1193, su abuelo Guillermo IV y Alfonso II firmaron el tratado de Aix por el que Garsenda heredaría el condado de Guillermo y se casaría con Alfonso, quien estaba en línea sucesoria para convertirse en conde de Provenza. El matrimonio se celebró en Aix-en-Provence en julio de 1193.

Regencia

En 1209 murieron tanto Guillermo IV como Alfonso y Garsenda se convirtió en la guardiana natural de su hijo y heredero, Raimundo Berenguer. Inicialmente su cuñado, Pedro II de Aragón, nombró como regente de Provenza a su hermano Sancho, pero cuando Pedro murió en 1213 Sancho se convirtió en regente de Aragón y pasó Provenza y Forcalquier a su hijo Nuño Sánchez. Estalló la disensión entre los catalanes y los partidarios de la condesa, quienes acusaban a Nuño de intentar suplantar a su sobrino en el condado. La aristocracia provenzal al principio se aprovechó de la situación para sus propios fines ambiciosos, pero al final se alinearon con Garsenda y quitaron a Nuño, quien regresó a Cataluña. La regencia pasó a Garsenda y a un consejo de regencia que se estableció, formado por nobles nativos.

Actividad literaria

Fue probablemente cuando desempeñó el cargo de regente (1209/1213–1217/1220) que Garsenda se convirtió en el centro de un círculo literario de poetas, aunque la vida de Elías de Barjols se refiere a que el patrón era Alfonso. Hay un tensón entre una bona dompna (buena dama), identificada en un cancionero como la contessa de Proessa,​ y un trovador anónimo. Las dos coblas del intercambio se encuentran en dos órdenes diferentes en los dos cancioneros, llamados F y T, que las conservan. No se sabe por lo tanto quien habló primero, pero la mitad de la mujer comienza con Vos q'em semblatz dels corals amadors
En el poema la condesa declara su amor por su interlocutor, quien entonces responde cortésmente pero con cuidado. Algunos creen que el trovador es Gui de Cavaillon, cuya vida repite el rumor (probablemente infundado) de que él era el amante de la condesa. Gui, sin embargo, estaba en la corte provenzal entre 1200 y 1209, lo que empujaría la fecha del intercambio más adelante. Elias de Barjols aparentemente "se enamoró" de ella cuando era viuda y escribió canciones sobre ella "durante el resto de su vida" hasta que él entró en un monasterio. Raimon Vidal también alabó su renovado mecenazgo de trovadores.

Retiro y vida posterior
Aldo  Ahumada Chu Han 

En 1220 Guillaume de Sabran, un sobrino de Guillermo IV, quien reclamó Forcalquier y se rebeló en la región de Sisteron, fue neutralizado en parte a través de la mediación del arzobispo de Aix, Bermond le Cornu. Para 1217 o 1220 Garsenda había cedido finalmente Forcalquier a su hijo y entregó las riendas del gobierno, retirándose al monasterio de La Celle en 1222 o 1225.
Garsend pudo estar viva en fecha tan tardía como 1257, cuando cierta mujer de ese nombre hizo una donación a la iglesia de St-Jean en la condición de que tres sacerdotes se dedicaran a rezar por su alma y la de su marido.

  
El condado de Forcalquier.

Mapa del condado en 1125.

El condado de Forcalquier fue una jurisdicción feudal en la Provenza. La primera que ostentó el título fue Adelaida I y antes el título era formalmente conde de Provenza (en Forcalquier). Aunque se les llamaba condes de Forcalquier, también se les menciona como condes de la Alta Provenza porque además de Forcalquier dominaban Gap, Embrun (separado en 1202), Sisteron, Apte y Champsaur, la cual pagaba periódicamente una tasa como reconocimiento de su pertenencia al condado. Después de 1155 la frontera en Embrun (el Embrunés) se rectificó y amplió al norte hacia Argentera hasta la alta Durance.


miércoles, 31 de octubre de 2012

164.-Antepasados del rey de España: Felipe V de España, llamado «el Animoso» a


  Esteban Aguilar Orellana ; Giovani Barbatos Epple.; Ismael Barrenechea Samaniego ; Jorge Catalán Nuñez; Boris Díaz Carrasco; -Rafael Díaz del Río Martí ; Alfredo Francisco Eloy Barra ; Rodrigo Farias Picon; -Franco González Fortunatti ; Patricio Hernández Jara; Walter Imilan Ojeda; Jaime Jamet Rojas ; Gustavo Morales Guajardo ; Francisco Moreno Gallardo ; Boris Ormeño Rojas ; José Oyarzún Villa ; Rodrigo Palacios Marambio; Demetrio Protopsaltis Palma ; Cristian Quezada Moreno ; Edison Reyes Aramburu ; Rodrigo Rivera Hernández; Jorge Rojas Bustos ; Alejandro Suau Figueroa; Cristian Vergara Torrealba ; Rodrigo Villela Díaz; Nicolas Wasiliew Sala ; Marcelo Yañez Garin; Maria Francisca Palacio Hermosilla; 

Aldo  Ahumada Chu Han 

Felipe de Borbón y Baviera. En Frances: Philippe de France.

 (Versalles, 19 de diciembre de 1683-Madrid, 9 de julio de 1746), fue rey de España desde el 16 de noviembre de 1700 hasta su muerte en 1746, con una breve interrupción (comprendida entre el 16 de enero y el 5 de septiembre de 1724) por causa de la abdicación en su hijo Luis I, prematuramente fallecido el 31 de agosto de 1724.
Como bisnieto de Felipe IV, fue el sucesor del último monarca de la Casa de Austria, su tío-abuelo Carlos II, por lo que se convirtió en el primer rey de la Casa de Borbón en España. Su reinado de 45 años y 3 días (partido, como ya se ha señalado, en dos periodos separados) es el más prolongado en la historia de este país.
Segundo hijo del gran delfín Luis de Francia y de María Ana Cristina de Baviera, fue designado heredero de la Corona de España por el último rey español de la dinastía de los Habsburgo, Carlos II, que murió sin descendencia. La coronación de Felipe de Anjou en 1700 como Felipe V de España supuso el advenimiento de la dinastía borbónica al trono español.
En su primera etapa, el reinado de Felipe V estuvo tutelado por su abuelo, Luis XIV de Francia, a través de una camarilla de funcionarios franceses encabezada por la princesa de los Ursinos. Esta circunstancia indignó a la alta nobleza y la oligarquía españolas y creó un clima de malestar que se complicó cuando el archiduque Carlos de Austria (el futuro emperador Carlos VI del Sacro Imperio Romano Germánico) comenzó a hacer efectivas sus pretensiones a la Corona española, con el apoyo de los antiguos reinos de la Corona de Aragón, pues los catalanes mantenían su resentimiento hacia los franceses a raíz de la pérdida del Rosellón y la Cerdaña transpirenaicos.
Tras contraer matrimonio con Maria Luisa Gabriela de Saboya, Felipe V marchó a Nápoles en 1702 para combatir a los austriacos. Poco después regresó a España para hacer frente a los ataques de la coalición angloholandesa que apoyaba al archiduque Carlos de Austria y que precedieron al estallido de la guerra de Sucesión en 1704. El largo conflicto internacional adquirió en España un carácter de guerra civil en la que se enfrentaron las antiguas Coronas de Castilla y Aragón.
En 1707, la situación se tornó crítica para el soberano español, dado que, si bien había obtenido algunas victorias importantes, perdió el apoyo de Luis XIV de Francia, quien hubo de retirarse de la contienda a raíz de los reveses sufridos en el continente. Sin embargo, al margen de las alternativas en el campo de batalla, la muerte del emperador austriaco José I y la coronación como emperador del archiduque Carlos de Austria en 1711 dieron un vuelco radical a las cosas.
Si el origen del conflicto había sido el peligro de una unión de Francia y España, a pesar de la cláusula que lo impedía en el testamento de Carlos II, la nueva situación dio lugar a que británicos y holandeses dejaran de apoyar a Austria, también por razones geoestratégicas, y negociaran con España los tratados de Utrecht, de 1713, y de Rastadt, del año siguiente, por los que Felipe V cedía su soberanía sobre los Países Bajos, Menorca, Gibraltar, la colonia de Sacramento y otras posesiones europeas y al mismo tiempo renunciaba a sus derechos sucesorios en Francia, a cambio de lo cual era reconocido como rey de España.
Los catalanes, que entretanto habían proseguido la guerra en solitario, capitularon finalmente en 1715. El monarca emprendió entonces una profunda reforma administrativa del Estado de carácter centralista, cuyas líneas más significativas fueron el fortalecimiento del Consejo de Castilla y el Decreto de Nueva Planta de la Corona de Aragón, por el que disolvía sus principales instituciones y reducía al mínimo su autonomía
Tras enviudar, Felipe V se casó enseguida con Isabel de Farnesio, quien se convirtió en su principal consejera y, tras apartar al grupo francés, tomó las riendas del poder con el propósito de asegurar el futuro de sus hijos, Carlos y Felipe. A través del cardenal Alberoni, promovió las campañas de Italia y de los Pirineos con la intención de recuperar los territorios perdidos a raíz de la guerra, pero la intervención británica impidió su propósito.
En 1723, a la muerte del regente francés, Felipe V abdicó en favor de su hijo Luis con la esperanza de reinar finalmente en Francia. Sin embargo, la muerte de Luis I ese mismo año a causa de la viruela lo llevó de nuevo al trono español. Esta segunda etapa de su reinado estuvo señalada por el avance de su enfermedad mental y el control que su esposa ejercía sobre los asuntos del reino. Las guerras de Sucesión de Polonia y Austria originaron los pactos de familia con Francia de 1733 y 1743, que clarificaron el futuro de los hijos de Isabel de Farnesio, al asegurar al infante Carlos el trono de España y al infante Felipe el Milanesado, Parma y Plasencia.
La ocupación de este territorio suscitó el bloqueo naval por parte de Gran Bretaña, cuyas graves consecuencias económicas para España no llegó a ver el rey Felipe. Le sucedió en el trono Fernando VI (1746-1759), último hijo de su primer matrimonio con Maria Luisa Gabriela de Saboya; al morir sin descendencia Fernando VI, el trono español recayó en Carlos III (1759-1788), primogénito del segundo matrimonio de Felipe V con Isabel de Farnesio.


  
Felipe V. Versalles (Francia), 19.XII.1683 – Madrid, 9.VII.1746. Rey de España.

Primer Rey de la dinastía de los Borbón. Segundo de los hijos de Luis de Borbón, Gran Delfín de Francia, y de María Ana Cristina Victoria de Baviera, y nieto, por tanto, de Luis XIV. En su educación influyeron decisivamente cuatro personas: su tía abuela, la duquesa de Orleans, hermana de Luis XIV que procuró que el niño superase su timidez; el médico Helvetius; la marquesa de Maintenon, la “esposa secreta” de Luis XIV, que intentó dotarle de afecto maternal (su madre había muerto cuando él tenía siete años); y el teólogo Fénelon, luego arzobispo de Cambrai, que le inculcaría una religiosidad ferviente y el rechazo a la disipación de la Corte versallesca. El 3 de octubre de 1700, el rey Carlos II, el último Austria, firmaba su testamento tras no pocas tensiones y el uno de noviembre murió. En el testamento se establecía que su sucesor debía ser Felipe, el duque de Anjou. A los diecisiete años, Felipe V asumiría las responsabilidades del trono español. El recibimiento en Madrid no pudo ser más triunfal. Desde el principio de su reinado, dejó muestras de su voluntad de respetar las costumbres y ceremonias hispánicas y asumir el relevante papel político de los nobles palaciegos que habían condicionado la resolución final del testamento de Carlos II en los términos que se produjo (el cardenal Portocarrero, el obispo Arias, Antonio Ubilla, el marqués de Villafranca, el conde de Santisteban, el duque de Medinasidonia...).

El 8 de mayo de 1701 se hacía público el compromiso matrimonial de Felipe con la princesa María Luisa Gabriela de Saboya. El primer encuentro entre Felipe y María Luisa se produjo en La Junquera y la ceremonia de la boda se celebró en el monasterio de Vilabertrán (Figueras). A Cataluña llegó Felipe tras un largo viaje a través del reino de Aragón. Tanto en Zaragoza como en Barcelona, recibió múltiples testimonios de apoyo y agasajos. En Barcelona, juró los fueros en las Cortes y concedió varios títulos de nobleza.

Las relaciones con Cataluña entonces no podían ser más idílicas, a lo que contribuyó la larga estancia (cinco meses) de luna de miel de los recientes esposos en el Principado. La princesa de los Ursinos, enviada por Luis XIV para controlar los movimientos y las relaciones de María Luisa de Saboya, llegó a tener enorme influencia sobre la joven Reina. En marzo de 1702, las potencias de la Gran Alianza (Inglaterra, Holanda y el Imperio), que se había constituido seis meses antes, declararon la guerra a Francia y España en defensa de la candidatura del archiduque Carlos de Austria a la sucesión de España, negando la validez del testamento de Carlos II. Dos años más tarde, a la Gran Alianza se unirían el ducado de Saboya y el reino de Portugal. La primera iniciativa de Don Felipe fue desplazarse desde Barcelona a Nápoles y Milán para intentar pacificar a la nobleza napolitana y controlar sus posesiones italianas amenazadas por los austrinos. Hasta su regreso de Nápoles (enero de 1703), María Luisa se ocupó en Madrid de los asuntos de Estado con notable eficacia.

Durante la guerra, la adhesión a Felipe V de Castilla fue casi absoluta. Sólo puede registrarse a favor del archiduque Carlos la conspiración nobiliaria de Granada (los condes de Luque y Eril y los marqueses de Cazorla y Trujillo) y determinados sectores de la nobleza cortesana que, por diversos motivos, eran hostiles a Felipe (Enríquez de Cabrera, almirante de Castilla; el conde de Corzana; el conde de Cifuentes; Oropesa; Medinaceli; Leganés; Lemos y pocos más), que sobre todo se radicalizaron desde junio de 1705 con la ocupación de Madrid por los aliados. En Valencia el campesinado fue austrino y la nobleza muy partidaria, en cambio, de Don Felipe. La guerra en el reino de Valencia tomó perfiles de revuelta social encabezada por Juan Bautista Basset. En Aragón, muy pocos nobles fueron leales a los Austrias (Sástago, Coscuyuela, Plasencia, Fuertes, Luna). Las ciudades aragonesas se dividieron, y destacaron por su apoyo a Felipe Jaca, Huesca, Calatayud, Alcañiz, Tamarit, Fraga, Caspe, Borja o Tarazona.

En Cataluña, aunque el peso de los austrinos fue muy grande desde 1704, no faltaron sectores favorables a Felipe V dentro de la nobleza (Cardona, Bac, Agulló, Potau, Taverner, Copons, Perelada, Aytona), del clero (obispos de Gerona, Lérida, Tortosa, Vic y Urgell) y algunas ciudades (Cervera, Berga, Manlleu, Ripoll, Centelles). Los navarros y los vascos se mostraron absolutamente fieles a Felipe de Borbón.

La guerra ocupó intensamente al Rey hasta su definitiva resolución en 1714. La movilidad de Don Felipe fue constante, determinada por los avatares bélicos: campaña en la frontera portuguesa tras el desembarco del pretendiente Carlos en Lisboa, con larga estancia del Rey en Extremadura (primavera de 1704); estabilidad en la Corte, con instalación en el Buen Retiro (hasta febrero de 1706), mientras se desarrollaban acontecimientos fundamentales de la guerra de Sucesión (pérdida de Gibraltar e incorporación de la mayor parte de la Corona de Aragón a la causa austrina); asedio frustrado a Barcelona tras la caída de la ciudad en manos del archiduque Carlos (abril-mayo de 1706); situación de máximo peligro, con salida obligada de Madrid y toma fugaz de esta ciudad por los austrinos (julio de 1706); retorno a Madrid, con estancia continuada (1706-1709), período en el que se produce la victoria borbónica de Almansa, que generó renovadas ilusiones en la causa de Felipe V; nueva crisis en 1710, que obligó al Rey a combatir directamente en el frente de Aragón (derrota de Almenara, retirada forzosa de la Corte de Madrid, que tuvo que desplazarse a Valladolid y Vitoria); revitalización posterior desde diciembre de 1710 (retorno a Madrid, victorias de Brihuega y Villaviciosa, asunción por el archiduque Carlos del Imperio Austríaco a la muerte de José I), que fue el pórtico al fin de la guerra.

El 11 de septiembre de 1714, las tropas borbónicas pudieron culminar el largo sitio de Barcelona, con la entrada en esta ciudad, que fue la que más se aferró a la causa de los Austrias.

La Paz de Utrecht legitimó el reconocimiento de Felipe V como rey de España por todas las potencias (salvo Austria, que no lo hizo hasta 1725), a cambio de la renuncia formal a sus derechos a la Corona de Francia, y otorgó a Inglaterra Gibraltar y Menorca, así como concesiones comerciales (derecho de asiento y navío de permiso), y al Imperio, los Países Bajos y las posesiones italianas. El fin de la guerra casi coincidió con la muerte por tuberculosis de la reina María Luisa (febrero de 1714). La Reina dio a Felipe cuatro hijos: Luis, el heredero; Felipe, que murió recién nacido; Felipe, que vivió sólo siete años; y Fernando, el futuro Fernando VI. Además de la princesa de los Ursinos, los personajes que tuvieron mayor protagonismo en las decisiones políticas de estos años fueron los franceses Orry y Amelot, el murciano Macanaz y el flamenco Bergeyck.

La irrupción de la nueva Reina, con la que se casó el Rey en Guadalajara, la parmesana Isabel de Farnesio, sobrina de Mariana de Neoburgo, la viuda de Carlos II, supuso el desalojo inmediato de la Ursinos, que se exilió a Francia primero y luego a Roma, la construcción de la Granja de San Ildefonso, como palacio de verano, y una mayor presencia de la Reina en las decisiones políticas.

Los decretos de Nueva Planta desmantelaron los fueros que permitían a los distintos reinos limitar el ejercicio del poder real. Los fueros navarros y vascos, en contraste, se mantendrían plenamente. En junio de 1707 se abolieron los fueros de Valencia y Aragón, en noviembre de 1715 los de Mallorca y en enero de 1716, los de Cataluña. La Nueva Planta trataba de hacer de España un Estado-nación en el que todos los súbditos quedaran sujetos a un régimen común, a unas mismas leyes, a una misma administración. El nuevo sistema institucional en los reinos de la Corona de Aragón se fundamentaba en la instalación en la cumbre del poder del capitán general que ejercía el mando militar y presidía la Real Audiencia, con la cual formaba una suerte de gobierno dual conocido como el Real Acuerdo; el territorio fue dividido en corregimientos y los grandes municipios fueron reorganizados según el modelo castellano (fin de la autonomía y designación de sus cargos por la autoridad real); el intendente, cargo de nueva creación, se situó al frente de la Hacienda, se estableció un nuevo régimen contributivo (Equivalente en Valencia, Catastro en Cataluña, Única Contribución en Aragón, Talla en Baleares); se suprimieron las Cortes, las Diputaciones de Cortes y las Juntas de Brazos (salvo en Navarra) y se constituyeron unas únicas Cortes de Castilla y Aragón, según el modelo castellano que representaban no a los estamentos sino a unas determinadas ciudades con voto, y se derogó el privilegio de extranjería en la provisión de cargos de la Audiencia, por el que tradicionalmente se reservaban los mismos a los regnícolas. En Valencia, se suprimió el Derecho Civil privado, lo que no ocurrió en los demás reinos. En Cataluña, se exigió que se sustanciaran en castellano las causas de la Audiencia y se suprimieron todos los estudios superiores de las distintas universidades, que se concentraron en la Universidad de Cervera. Pese al componente punitivo visible en la propia letra de los Decretos y a la implantación violenta de la nueva realidad administrativa, la valoración de la Nueva Planta exige algunas precisiones. La aplicación de la Nueva Planta fue distinta en 1707, lógicamente precipitada e improvisada, a 1715-1716, mucho más madura y reflexionada.

De los dos criterios que se barajaron —el radical de Macanaz, que postulaba un absolutismo ilimitado, con uniformización total según el modelo castellano; y el moderado de los Ametller o Patiño— se impuso el segundo. La situación foral previa era difícilmente sostenible, y el propio pretendiente a la Corona, el archiduque Carlos, postulaba un absolutismo muy posiblemente similar al que, a la postre, se implantó. La Nueva Planta no sólo afectó a la Corona de Aragón. Medidas como el despliegue de los intendentes subvirtieron la Planta castellana tanto como la Corona de Aragón. El catastro catalán se aplicaría a toda España con Ensenada años más tarde. Por otra parte, toda Europa, a lo largo del siglo xviii, caminaría en la misma dirección centralista, abierta por Felipe V (incluso el parlamentarismo inglés).

En una de sus agudas crisis depresivas, Felipe V abdicó en marzo de 1724, en su hijo Luis I. Las razones de tal decisión fueron complejas, pero sin duda debieron contar sus escrúpulos religiosos y el afán de evasión de responsabilidades en pleno hundimiento psicológico. No parece que tenga lógica el presunto interés de desembarazar de obstáculos su camino hacia el trono de Francia. Luis XV gozaba de buena salud y era altamente improbable que se diera tal oportunidad.

Su retiro en La Granja duró poco. Luis I murió de viruelas en agosto de 1724. En los pocos meses del reinado de Luis I, el control político de Don Felipe se dejó sentir en los hombres del primer gabinete ministerial de aquél, con la influencia del tándem Grimaldo-Orendain. El testamento de Luis I le devolvía la Monarquía a Felipe V y la reasunción del trono por éste supuso un relanzamiento de la influencia de Isabel de Farnesio y la búsqueda ansiosa de la salud del Rey con viajes frecuentes, como el que llevó a la Familia Real a Extremadura o la larga estancia en Sevilla, donde se alojó la Corte cinco años (1729-1733).

Con Isabel Felipe V tuvo siete hijos: Carlos, el futuro Carlos III; Francisco, que sólo vivió un mes; María Ana Victoria, futura reina de Portugal; Felipe, futuro rey de Nápoles-Sicilia; María Teresa, que se casó con el Delfín de Francia; Luis Antonio Jaime, futuro arzobispo-cardenal de Toledo; y María Antonia Fernanda, futura reina-consorte de Cerdeña.

Los primeros políticos después de la Nueva Planta fueron el parmesano Alberoni y el holandés Ripperdá.

Su ocupación principal fue en la dirección de recuperar los territorios italianos perdidos en Utrecht. En este revisionismo, debió de contar la voluntad de Isabel Farnesio, quien pretendía obtener para sus hijos algún trono italiano, ya que la sucesión de España se hallaba asegurada, en principio, para los hijos del primer matrimonio del Rey. El fracaso de Alberoni tras la expectativa inicial que había generado la expedición a Cerdeña (invasión con un ejército de 40.000 hombres y derrota del cabo Passaro), se reflejó en la formación de la Cuádruple Alianza europea (Francia, Inglaterra, Holanda y el Imperio) contra España que supuso la ruptura de las alianzas de la Guerra de Sucesión aislando políticamente a España. La reacción de los aliados implicó la invasión de las Provincias Vascas y de Cantabria en mayo y junio de 1719, el saqueo de Vigo y Pontevedra y la ocupación por Francia del Valle de Arán hasta la Seu d’Urgell, plaza que no se podría recuperar hasta 1720 y que se erigió en uno de los núcleos de la resistencia austrina en Cataluña que se prolongó hasta 1725 (destacó, en este sentido, el maquis guerrillero de Carrasclet). Ripperdá logró articular el tratado de Viena de 1725 de España con Austria que supuso, en la práctica, el fin de la Guerra de Sucesión, en tanto que generó el retorno de buena parte del exilio austrino europeo a España y la apertura de relaciones diplomáticas entre Felipe V y el emperador Carlos VI, antes archiduque Carlos.

A estos políticos aventureros les sucedieron los políticos tecnócratas reformistas españoles entre los que sobresalieron Patiño y Campillo. El primero fue el político más poderoso de España de 1726 a 1736; el segundo tuvo el máximo poder entre 1741 y 1743.

Ambos fundamentaron su carrera política en su experiencia previa al frente de intendencias. El legado de ambos fue positivo: mejoras en la administración fiscal —los ingresos del Estado se triplicaron—, eficacia en el aprovisionamiento militar con reestructuración del ejército —se sustituyó el tercio por el regimiento, se inició la recluta forzosa de los quintos, la creación de la Guardia de Corps, base de la Guardia Real, o la construcción de nuevos arsenales en Cartagena y Ferrol—, extirpación del contrabando o el traslado de la Casa de Contratación de Sevilla a Cádiz, entre otras acciones. Y en política internacional, Patiño llevó a cabo una estrategia oscilante: asedio frustrado a Gibraltar en 1727, giro proinglés (Acta de El Pardo y tratado de Sevilla), acercamiento a Portugal (enlaces de Fernando y María Ana Victoria con infantes portugueses), segundo tratado de Viena, reconquista de Orán, primer Pacto de Familia (1733) e involucración de España en la guerra de Sucesión de Polonia, de lo que, a la postre, resultaría el reconocimiento de Carlos, hijo de Felipe, como rey de Nápoles y Sicilia.

Campillo promovió por su parte la intervención de España en la Guerra de Sucesión de Austria y la firma del segundo Pacto de Familia (1743). La conclusión fue que en Italia se consiguió el ducado de Parma para otro hijo de Isabel Farnesio, el infante Felipe. Si el revisionismo de Utrecht en lo que se refiere a las posesiones italianas quedó relativamente satisfecho, no se logró en cambio la recuperación de Gibraltar y Menorca.

La racionalización administrativa fue uno de los mejores logros de la política de Felipe V. Se articularon las secretarías de Despacho, se convirtió el viejo sistema polisinodial en sistema ministerial con cuatro áreas (Estado, Guerra, Marina e Indias y Justicia y Hacienda). Y en el ámbito de ultramar se creó el virreinato de Nueva Granada, se multiplicaron las visitas de control y se organizaron expediciones científicas, como las de Jorge Juan y Antonio de Ulloa. El regalismo, la política de absorción de la jurisdicción eclesiástica por la soberanía real, generó no pocas colisiones con el Papado. El documento más representativo de los criterios regalistas fue el Pedimento fiscal de Macanaz de 1713. El Concordato de 1717 con la Iglesia supuso una marcha atrás de la posición del Rey y el exilio forzoso de Macanaz. El Concordato de 1737 implicó un cierto avance en la política de rearmar los derechos del Real Patronato frente a la Iglesia, la capacidad del Rey para controlar los nombramientos eclesiásticos y para intervenir en la tramoya económica de los intereses de la Iglesia.

La política económica del reinado de Felipe V se caracterizó por su voluntad reformista para intentar superar el retraso económico del que partía España y que reflejaban bien las encuestas de Campoflorido y las informaciones publicadas por Uztáriz. La Monarquía llevó a cabo una importante ejecución de obras públicas, la adopción de medidas proteccionistas (la introducción de tejidos producidos en Asia e imitados en Europa, con el nacimiento de la industria algodonera catalana reflejada en el surgimiento de fábricas de indianas dedicadas al tejido y estampado de algodón a base de materia prima hilada fundamentalmente en Malta), la creación de manufacturas reales —con las pañerías de Segovia y Guadalajara, la fábrica de algodón de Ávila, la cristalería de La Granja o las porcelanas del Buen Retiro de Madrid—, la erección de compañías privilegiadas de comercio, dentro de una política típicamente mercantilista potenciadora de los intercambios. La fiscalidad mejoró sensiblemente con los nuevos impuestos en la Corona de Aragón que al gravar las propiedades y no a los propietarios, redujo las exenciones que habían caracterizado tradicionalmente a los estamentos privilegiados. Se mantuvo la fiscalidad paralela de las rentas generales y de los estancos.

Por último, el reinado de Felipe V representó un gran impulso para el proceso de renovación cultural de la Ilustración ya iniciado con la generación de los novatores a fines del siglo XVII. Ciertamente, continuó la actividad represiva de la Inquisición (1.467 procesados en el reinado de Felipe V) con su penosa influencia sobre la cultura del momento, pero el reformismo monárquico se dejó sentir en iniciativas culturales a la larga provechosas como la creación de la Universidad de Cervera —que contaría con figuras brillantes, como los filósofos Mateu Aymeric y Antonio Nicolau, el matemático Tomás Cerdá y, sobre todo, el jurisconsulto Josep Finestres—, el establecimiento de seminarios de nobles para elevar la formación de la nobleza española —Seminario de Nobles de Madrid, relanzamiento del Colegio de Cordelles de Barcelona— y el nacimiento de las Academias. La Real Academia Española, con origen en la tertulia del marqués de Villena, se creó en 1714 con gestión cultural temprana y fructífera de la que fueron buenos indicadores el Diccionario de Autoridades y la Ortografía. La Real Academia de la Historia se gestó en casa del abogado Julián Hermosilla y se aprobaron sus estatutos en 1738. Agustín de Montiano fue su director en esos años. La Real Academia de Bellas Artes, larvada en la tertulia del escultor Olivieri, tuvo sus primeros estatutos en 1744, aunque su definitiva constitución se produjo en 1752. El apoyo prestado a la Regia Sociedad de Medicina de Sevilla —derivada de la tertulia sevillana de Muñoz Peralta— fue también constante a lo largo del reinado. Felipe V fundó, asimismo, la Real Librería o Biblioteca Pública, abierta al público en 1712, que empezó nutriéndose de los libros del Rey (más de 6.000) y que sería el germen de la futura Biblioteca Nacional de Madrid. También en el reinado de Felipe V empezaron la Academia Médica Matritense, la Academia de Buenas Letras de Barcelona, el Real Colegio de Cirugía de Cádiz y la Academia de Buenas Letras de Sevilla.

El dirigismo reformista se ejerció también en el ámbito artístico. La pasión constructiva de los Reyes se reflejó en la conservación de la herencia arquitectónica recibida de los Austria (Casa del Campo, Pardo, Zarzuela y, sobre todo, Buen Retiro), en la restauración de palacios (Balsaín) y la edificación del Palacio de la Granja y de Segovia y el Palacio Real de Madrid, tras la destrucción del Alcázar en 1734 por un incendio.

Se promocionaron pintores como Houasse, Ranc y Van Loo, con algún pintor de cámara autóctono como Miguel Jacinto Meléndez. También hay que destacar en el legado artístico de Felipe V, la Real Fábrica de Vidrio o Cristales de La Granja y la Real Manufactura de Tapices de Santa Bárbara. La música alcanzó un extraordinario desarrollo, sobre todo tras la llegada a España del músico Domenico Scarlatti y del tenor Carlos Broschi, Farinelli que, a través de su prodigiosa voz, se convirtió en la mejor terapia de los problemas depresivos del Rey. El pensamiento experimentó signos visibles del desperezamiento lastrado por la resistencia de no pocos sectores reaccionarios ante los retos de la modernidad europea. Las figuras de Feijoo y Mayans representaron las dos principales corrientes intelectuales de la época. El primero defendió una conciencia nacional española que no es ni el mimetismo respecto a lo extranjero ni la falsa pasión hacia lo propio de los casticistas. Mayans fundamentó su sentido nacional en la exaltación de la tradición cultural hispánica, despojada de lo supersticioso o folclórico. Los principales hitos culturales del período fueron: la publicación del primer volumen del Teatro Crítico Universal de Feijoo; el nombramiento de Mayans como bibliotecario real, con el apoyo del cardenal Cienfuegos; la edición de los Pensamientos literarios que propuso Mayans a Patiño y que constituyó todo un programa modernizador; la edición de la Medicina vetus et nova de Andrés de Piquer; el comienzo de la publicación del Diario de los literatos de España, primer gran periódico ilustrado, que se inició en 1737 y concluyó en 1742.

Una de las sombras que se proyecta sobre Felipe V es la presunta responsabilidad de la Monarquía en la imposición forzosa de la lengua castellana a costa de las lenguas vernáculas, en particular, el catalán. Es incuestionable que en el propio decreto de Nueva Planta se establecieron medidas coercitivas contra el catalán, pero también es notorio que la decadencia de la lengua catalana arrancó desde comienzos del siglo XVI, que la misma obedeció a múltiples factores y que, por último, la continuidad de la lengua catalana, no ya sólo ejercida en privado, sino a través de una literatura pública, es evidente. En 1727, los prelados del Principado disponen que no se permita explicar el Evangelio en otra lengua que la catalana. Contra los tópicos de la decadencia conviene recordar las múltiples ediciones de las obras clásicas de la literatura catalana que se llevan a cabo en el siglo XVIII. Se editaron, asimismo, en ese siglo diversas obras de defensa del catalán (Ferreres, Eura, Bastero, Tudó...).
No estuvo exento de limitaciones el reinado de Felipe V. La modernización fue superficial, se mantuvieron las estructuras heredadas del pasado sin transformación alguna en el régimen señorial y se conservaron los privilegios sociales. Pero en la valoración del reformismo de Felipe V debe tenerse presente que los logros acreditados y reconocidos de Carlos III no se hubieran alcanzado sin las semillas sembradas durante el reinado de Felipe V.

 

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