—¿Por qué lees tanto? —(…) Mi mejor arma está en el cerebro. Mi hermano tiene su espada; el rey Robert tiene su maza, y yo tengo mi mente… Pero una mente necesita de los libros, igual que una espada de una piedra de amolar, para conservar el filo. —(…)—. Por eso leo tanto, Jon Snow.

TYRION LANNISTER.

miércoles, 7 de mayo de 2014

250.-Certificados de Armas españoles.-a

Corona que usan los reyes de armas españoles en sus escudos.


Vicente Francisco de Cadenas y Vicent (29 de abril de 1915 - 21 de diciembre de 2005) fue un genealogista y  cronista rey de armas español.

Biografía

Era hijo de Francisco de Cadenas y Gaztañaga y de su esposa Vicenta Vicent y Nogués. A partir de 1932 fue alumno de Historia y Periodismo de la Facultad de Letras de la Universidad de Madrid. Trabajó al mismo tiempo como cronista rey de armas y como periodista, y fue condecorado con varias órdenes de importancia, españolas y extranjeras.
Militante jonsista, posteriormente se integraría en Falange Española de las JONS. En agosto de 1935 fue enviado a Alemania por José Antonio Primo de Rivera para estudiar el servicio de propaganda nazi; llegaría a mantener algunas reuniones con el ministro de propaganda, Joseph Goebbels.​ Desde abril de 1936 desempeñó el cargo de jefe del Servicio de Prensa y Propaganda de Falange,al suceder a José Manuel Aizpurúa.​ Tras el estallido de la Guerra Civil se decantó a favor de Manuel Hedilla, antiguo jefe de la Falange santanderina que asumió las riendas del partido dado que Primo de Rivera se encontraba encarcelado en la zona republicana. Hedilla lo mantuvo en su cargo de jefe de Prensa y Propaganda de Falange,​ que seguiría desempeñando hasta la promulgación del Decreto de Unificación.​ Cuando en la primavera de 1937 Hedilla y sus seguidores fueron detenidos por las autoridades franquistas, Vicente de Cadenas optó por huir de España.7​ Logró llegar a Francia, y de ahí pasó a Italia.
Algunos autores atribuyen a Vicente de Cadenas la fundación de la Falange Española Auténtica, aunque él siempre negó este hecho.
Tal vez su logro más importante fue la fundación de la Asociación de Hidalgos a Fuero de España, creada en 1954 para obtener reconocimiento de la nobleza sin título (nobleza llana). En 1953 fundó la revista Hidalguía, con el objetivo particular de impugnar genealogías falsas, títulos falsos y pseudo-órdenes de caballería; y el Instituto Internacional de Genealogía y Heráldica. Al año siguiente fundó el Instituto Salazar y Castro, y en los años posteriores, el Colegio Mayor Marqués de la Ensenada, la Casa Solar Santo Duque de Gandía, y la Casaquinta Vita Natural Durante, cada uno de los cuales depende de la Asociación de Hidalgos.
También logró organizar dos Congresos Internacionales de Genealogía y Heráldica en Madrid (1955 y 1982), y en la antigua Comisión Internacional para Órdenes de Caballería, convirtiéndose en miembro de este órgano en 2003.​ Asimismo, llegó a publicar un gran número de libros y artículos de temas históricos principalmente, aunque también de heráldica, genealogía, órdenes de caballería y Ciencias de la Documentación. En 1959 fundó la primera Escuela de Genealogía en el mundo.
En 1993 colaboró en la fundación del Istituto Araldico Genealogico Italiano,​ persuadiendo a los miembros sobrevivientes del Istituto Italiano di Genealogia ed Araldica a que ingresaran a la nueva organización y se convirtieran en miembros fundadores.


Aldo Ahumada Chu Han


Fue durante muchos años miembro de la Diputación de la Sagrada Orden Militar Constantiniana de San Jorge, de la que fue secretario y bailíos gran-cruz de justicia.

Entre los títulos que recibió se encuentran el de caballero de la Orden de San Jenaro de las Dos Sicilias,13​ y el de caballero de gran-cruz de la Real Orden de Isabel la Católica de España.



Aldo Ahumada Chu Han

Si bien la mayoría de las Autoridades Heráldicas de Europa, pasadas y presentes, han regulado escudos de armas a través del registro, la certificación de los escudos de armas asumió un papel más importante en España que en la mayoría de las otras áreas. La restricción del derecho a otorgar armas sirvió para limitar las actividades de los heraldos de los heraldos españoles a la emisión de certificados. 
Los soberanos ingleses y escoceses habían delegado su autoridad real para otorgar nuevas armas a sus Oficiales de Armas entre los siglos XV y XVI, y en Alemania las concesiones de armas podían ser hechas por Hofpfalzgrafen (Conde palatino) y al Elector de Sajonia (derecho conferido por el emperador Maximiliano I en 1500) [1].
Los Soberanos españoles, sin embargo, conservaron este derecho y las nuevas armas pueden (y todavía pueden) ser otorgadas por un certificado autorizado, manu regia , por el Rey [2]. La virtud española de la limpieza de sangre también hizo importantes los certificados de armas. La expulsión de los judíos de España en el siglo XV, seguida de la de los moros en el XVI, hizo que la demostración del linaje de uno fuera un asunto apremiante. 
Muchos españoles recurrieron a certificados de armas para cumplir este rol [3]. Otro problema legal en el que se necesitaban certificados de armas era el derecho a portar armas. El derecho a las armas estaba restringido a los miembros de la nobleza en virtud de la Ley 64 de las Cortes de Tudela de 1583 y fue nuevamente reiterado por la Ley 13 de las Cortes de 1642 [4]. Como tal, los certificados de la armadura eran pruebas valiosas en casos legales oídos antes de la Real Audiencia [5]. 
Las leyes que restringen el uso de las armas entre la nobleza y el cumplimiento correspondiente de dichas leyes por parte de los heraldos españoles también hicieron que dichos certificados fueran útiles para obtener. La prohibición del uso no autorizado de tales ornamentos, tales como las Armas Reales y las coronas de los Reyes Católicos (Ley 117, 1480 Cortes de Toledo ) [6] requirió una regulación heráldica. 
En consecuencia, los heraldos españoles del siglo XVII, a imitación de sus contrapartes flamencas, se embarcarían en Vistas de Armas , o visitas a las provincias de España para localizar, inspeccionar y corregir las irregularidades heráldicas. Los amplios poderes reguladores de los heraldos se pueden medir por el hecho de que ningún funcionario real podría interferir en sus visitas de inspección con la única excepción del Supremo y Real Consejo de Castilla [7]. Esta autoridad real incluso se extendió a través de los mares. En 1649, el uso irregular de las armaduras en la Catedral de Los Ángeles en la Diócesis de Tlaxcala, Nueve España , provocó el castigo del Arzobispo de México [8].

El doble papel de la oficina también sirvió para promover certificados de armadura. Los heraldos sirvieron en capacidades públicas ( palatina ) y privadas ( heráldica ), pero a mediados del siglo XVII, las posiciones palaciegas de los heraldos como mensajeros diplomáticos casi se abolieron [9]. Al mismo tiempo, las funciones militares de los heraldos, con respecto a las justas, por ejemplo, estaban disminuyendo. Esta tendencia a la baja continuó hasta bien entrado el siglo XIX, cuando una Real Orden del 12 de febrero de 1846 desactivó a los heraldos del servicio público y los sacó de su lugar cotidiano en el palacio [10]. 
Esta tradición de privatización, que culminó en la Orden Ministerial del 14 de abril de 1931 (que abolió el Cuerpo de Criministas Reyes de Armas) aumentó la importancia de los certificados de armadura a lo largo de los siglos porque tales documentos se convirtieron rápidamente en la forma más estable de ingresos de los heraldos [ 11]. La alteración Isabeline de las leyes de sucesión también aumentó el uso de certificados de la armadura en la medida en que fueron útiles en el litigio heráldico y nobiliario. La abolición de la primogenitura (del 27 de septiembre de 1820) aumentó el número de casos judiciales que exigían pruebas como los certificados de armadura [12]. En general, los detalles de la historia española y la práctica heráldica, en combinación, propiciaron un clima en el que los certificados de armadura ganaron mucha relevancia e importancia social y legal.


Ciertas deficiencias en el camino de las fuentes primarias confrontan cualquier historia de los certificados de la armadura española. Primero, a diferencia de los Reinos de Aragón o Navarra, el Reino de Castilla, menos urbano, no tenía archivos centrales hasta la fundación del Archivo de Simancas alrededor de 1540-1545 [13]. 
Además, la inactividad general de la reina castellana Juana La Loca y los viajes al extranjero de su hijo, el emperador Carlos V, no mejoraron la situación documental [14]. Finalmente, el hecho de que los archivos heráldicos fueran propiedad privada de heraldos individuales resultó en la pérdida de muchos manuscritos y documentos [15]. Sin embargo, a pesar de estos inconvenientes, la aparición de certificados de armadura puede determinarse más o menos.
El primer certificado conocido de nobleza, armas y genealogía es el otorgado por el Rey de Armas de Castilla en Sevilla a un caballero borgoñón, Jean de Rebreviettes, fechado el 10 de julio de 1456 [16]. El primer ejemplo de un certificado de armas es uno hecho por Alfonso López de Lezcana, Heraldo de Sidonia al servicio del duque de Medina Sidonia, a un tal Guerrero, fechado en Sevilla, 1496 [17].

El primer heraldo español de la era moderna en emitir certificados de armas regularmente, en grandes cantidades, y para formar un archivo a partir de ellos, fue Diego de Urbina de Pastrana. Nombrado para la oficina de Castilla el Rey de Armas en 1580, ocupó el cargo hasta su muerte en 1623. Además de reactivar la emisión de certificados de armas, Urbina actuó como Regidor de Madrid, Procurador en Cortés , e hizo varios viajes para entregar oro. Fleeces a los caballeros extranjeros [18].
Existe un registro continuo de certificados emitidos por todos los reyes de armas en 1625, con un brillo cada vez mayor. Desde el comienzo del siglo XVII, los certificados de la armadura eran de tamaño modesto y corto en términos de contenido. También citarían linajes sin demasiada fantasía. A fines de siglo, sin embargo, los certificados eran documentos grandes llenos de prosa barroca y complicada, pomposamente llamados Reales Despachos confirmatorios , y plagados de árboles familiares fantásticos y anacrónicos adaptados al pago del peticionario. 
Los certificados también parecen haber sido firmados por un solo rey de armas o, en casos más solemnes, por los cuatro reyes en conjunto [19]. Desde sus comienzos, los certificados de armadura fueron autorizados por un notario de Madrid, el Escribano Mayor del Ayuntamiento de la Villa y Corte , para ser exactos. A fines del siglo XVII, los certificados llevaban la firma del notario presidente y el sello de placa del Concejo . En raras ocasiones, el notario podía, con el permiso del rey de armas correspondiente, emitir certificados de armas en ausencia del rey de armas [20].

A medida que la complejidad de los certificados aumentó, también lo hicieron sus precios. En 1684, el rey de armas Don José de Mendoza escribió que cada certificado costaba un marco de plata, que es lo que Su Magestad manda, si es solo el escudo, porque las genealogías, memoriales y justificaciones se gradúan según el trabajo . una marca de plata, que es lo que Su Majestad requiere, si es solo el escudo, porque la genealogía, los memoriales y las justificaciones aumentan según la obra "[21]. 
El costo real de los documentos (materiales y mano de obra) fue un costo adicional. La accesión del Duque de Anjou en 1700 alteraría el precio de los certificados de armadura. En 1715, José Alfonso de Guerra y Sandoval esbozó una escala general de precios para los certificados [22]:

Papel imperial, dos manos, un real y quartillo el pliego: 62 reales

Dos pliegos del sello del Rey: 16 reales

Cuatro escudos de armas: 132 reales

Comprobación, y sello de Madrid: 33 reales

Borrador: 30 reales

Escrito: 200 reales

Las orlas impresa: 100 reales

Tafetán encarnado: 21 reales

Total: 594 reales



En este momento no era raro que los certificados de armadura llegaran a un total de 1.000 reales . Cuatro años después, Sebastián Muñoz de Castilblanque también valoró sus certificados:

Por el escrito de 28 folios dobles: 4 doblones

Por el escudo: 1 doblón

Por las vitelas: 1 doblón

Por un San Francisco: 2 doblones

Por el Sello Real: 13 pesos, menos medio peso

Tarjetas y letras: 1 doblón menos 2 pesos

Total: 10 doblones menos 1 real de a 8, y quitando 187 reales, quedan 413 reales

Scherezada Jacqueline Alvear Godoy
A fines del siglo XVIII, los certificados podían costar entre 60 reales por un apellido paterno único y 1.200 reales por la certificación de ocho bisabuelos en documentos sellados e inscritos [24]. En 1825, el rey de armas Antonio de Rújula reorganizó la escala de precios según una nueva división que clasificaba dos tipos de certificados de armadura. La primera clase reduce un Despacho Histórico Genealógico y Certificación de Armas, que compone el origen y el solar de cada familia, los entronques y los varones que han tenido, el escudo de armas que le corresponde, y sus símbolos y significados . 
La segunda clase se reduce a una Certificación de armas, que es un señalamiento del escudo de armas, y en ocasiones se puede poner en su cuenta y en otras no, un arbitrio de los Ynteresados . En consecuencia, su nueva escala de precios fue la siguiente [25]:

Por cada apellido de la primera clase: 600 reales

Por cada apellido de la segunda clase: 300 reales

Por el primer pliego del sello tercero: 4 reales

Por el segundo y demás, del sello 4o: 20 cuartos

Sello y firma del rey de armas: 320 reales

Escrito: 20 reales

Escudos pintado, cada cuartel: 40 reales

Comprobación de escribanos: 6 reales

Ídem. del Secretario del Ayuntamiento: 40 reales

Reconocimiento de papeles, cada hoja: 11 reales

Cada noticia simple: 60 reales


Scherezada Jacqueline Alvear Godoy


Certificado de Armorial por Francisco de Zazo(Siglo XVIII Biblioteca Menendez y Pelayo, Santander)
Scherezada Jacqueline Alvear Godoy

Para documentos pintados con caligrafía, los precios fueron:

Portadas desde: 100 reales

Escudos desde: 300 reales

Escudetes desde: 120 reales

Tarjetas desde: 60 reales

Letras de caja desde: 40 reales

Vitelas desde: 8 reales

Papel avitelado desde: 6 reales

Escrito de cada pliego desde: 40 reales

Encuadernación de tafilete desde: 300 reales

Ídem. en pasta desde: 200 reales


Certificado de Armorial por Jose Alfonso de Guerra(Siglo XVIII Biblioteca Menendez y Pelayo, Santander)
Scherezada Jacqueline Alvear Godoy

En 1865, el precio de un certificado de primera clase de armadura había aumentado a 1.800 reales y el número de tipos de certificados había aumentado a seis:

1) De primera clase, entradas históricas y escudos de cuatro apellidos, entrada histórica de los cuatro abolidos, declaración expresa de la nobleza del peticionario, todo en papel vitela de bristol con el sello real, orlas litografiadas, frontis, dos portadas, tarjetones , viñetas y letras de adorno, encuadernado en terciopelo con realces dorados, y broches de plata, dentro de una caja de tablón. Se tarda más en llegar a esta certificación que cinco meses, y todo costaba 10.000 reales.

2) De segunda clase, todo igual a la anterior pero con menos extensión y más inferior pintura y encuadernación. Se componía en tres meses, y constaba 8,000 reales.

3) De tercera clase, igual a la anterior, sin más pintura que al frente, una portada, escudo general, cuatro escudetes, árbol genealógico, siete tarjetas, orlas sencillas y encuadernación lisa de terciopelo. Se prepara en dos meses y costaba 6.000 reales.

4) De cuarta clase, escrita en papel sellado con el escudo, escudetes y árbol pintado, encuadernada en tafilete o sagrin. En el mismo tiempo que la anterior, y su precio era de 4.000 reales.

5) Certificaciones de blasón, reducidas al escudo de los dos o cuatro apellidos, bien pintado, y en uno o dos pliegos la certificación y atribución de armas: encuadernación en sagrin. Su precio asciende a 1.000 reales.

6) Solo la certificación del blasón, con el escudo pintado, y más sencilla, en un pliego, 500 reales.

Los reyes españoles de armas del siglo XVIII continuaron emitiendo certificados de armadura elaboradamente pintados y redactados, e incluso afirmaron que se les había delegado la autoridad real para otorgarles nuevas vestimentas [26]. Su monopolio en los certificados de la armadura fue confirmado en una Real Orden de 16 de junio de 1802 [27] que recapituló una Orden Real anterior del 17 de noviembre de 1749 [28]. En la primera parte de este siglo, los reyes de armas tenían derecho a certificar los nuevos escudos de armas de los nobles por facultad delegada del Rey reconocidos [29].
 El 17 de julio de 1907, un Real Orden del Ministerio de Guerra autorizó al Cuerpo de Ejército a solicitar a los reyes de armas certificados de la armadura con respecto a sus unidades militares [30]. Un evento en 1913, sin embargo, daría lugar a la revisión completa de los certificados de armas por parte del Ministerio de Gracia y Justicia.


Concesión de Armas para el Conde de Latores preparada por el Cronista
 de Armas de Castilla y Leónmanu regia autorizado por SM el Rey de España (1992)
Scherezada Jacqueline Alvear Godoy

En 1913, la emisión irregular de un certificado de armas y nobleza por parte del rey de armas Luis Rubio y Ganga a un ciudadano francés causó un gran escándalo. Esto no quiere decir que las armas de los extranjeros no debían estar certificadas. La práctica de certificar y conferir rodamientos de armas a los extranjeros comenzó con certificados emitidos a los residentes de los Países Bajos españoles en el siglo XVII. En el siglo XVIII, los reyes de armas certificaban las armas de franceses, irlandeses, ingleses y otros [31]. Esta práctica luego se extendió a las Américas en los siglos XIX y XX. 
El caso de 1913, que implicaba el reconocimiento de un cierto título de nobleza, instó al Ministerio de Gracia y Justicia a promulgar una serie de reformas que introdujeron calificaciones para el puesto de rey de armas [32]. En cuanto a los certificados de armadura, ahora todos tenían que estar autorizados por la firma del subsecretario del Ministerio. A continuación se incluye una lista de los diversos tipos de certificados emitidos por los Cronistas de Armas y sus requisitos:

A) Certificado de genealogía, nobleza y escudo de armas

Los peticionarios deben adjuntar a la petición los documentos que autentiquen claramente la genealogía y la nobleza del nombre o los nombres citados, así como también el correspondiente blasón que la familia utiliza.

B) Certificado de Escudo con la autorización para su uso.

Para obtener este documento, el peticionario demostrará mediante actas de nacimiento, matrimonio y defunción en suficientes generaciones para que el Cronista de Armas determine sin lugar a error el lugar y la sede familiar y la línea o rama a la que pertenece el peticionario, así como su derecho al escudo de armas de acuerdo con la prueba completa de armas.

C) Certificado de Escudo de Armas sin autorización para su uso.

Para obtener este documento bastará con que el peticionario formule y certifique una declaración jurada de los puntos citados en B) para el escudo de armas.

D) Certificado de Genealogía.

Para la emisión de un certificado genealógico, el solicitante debe presentar pruebas documentales genealógicas completas que muestren los vínculos entre cada generación que se describirán en el certificado.

E) Certificado que acredite la autenticidad de un árbol genealógico con los documentos de respaldo.

Igual que D) arriba, siempre y cuando los documentos corroborantes estén ubicados en los archivos correspondientes del Cronista de Armas.

F) Certificado que acredite la autenticidad de los documentos relativos a la genealogía, la nobleza y los blasones, cuyos originales se conservan en archivos privados.

Igual que E) arriba

G) Certificado de blasones inscritos, pintados o descritos en armaduras, libros o documentos originales que se encuentran en los archivos del Cronista de Armas.

Igual que E) arriba.

El establecimiento de la Segunda República fue seguido por la Orden Ministerial del 14 de abril de 1931 que abolió el Cuerpo del Cronista Reyes de Armas. La emisión de certificados de armadura, como parte de las funciones privadas de los heraldos, no se vio afectada.
 Esta independencia permitió a los reyes continuar con algunas de sus funciones originales durante la República y la Guerra Civil hasta el restablecimiento de una forma de gobierno monárquica en 1947. El 13 de abril de 1951, un Decreto del Ministerio de Justicia restauró la nobiliaria legislación derogada por la República y reinstitución de los reyes en materia de armas [33].


España.



Carta ejecutoria de hidalguía de Felipe IV, rey de España, en favor de Luis de Alarcón Caballero, vecino de la villa de Alquife. Granada, 20 de diciembre 1631.







En España, donde la expresión "venir de godos" representa la pretensión de nobleza inmemorial; a la nobleza antigua o vieja nobleza (la que se estableció en los reinos cristianos peninsulares desde el comienzo de la Reconquista hasta la crisis del siglo XIV)​ se superpuso con la dinastía Trastamara la llamada nobleza nueva o nueva nobleza (la de las mercedes enriqueñas, a la que se añadía la posición social cada vez más prestigiosa que alcanzaron el patriciado urbano y los letrados), con los Austrias la "nobleza novísima"​ (siglos XVI y XVII), y con los Borbones la "nobleza de servicio" (desde el siglo XVIII):

... con el Estado borbónico se abrieron unas oportunidades en el ámbito de la administración, al menos para una elite hidalga, desconocidas o mucho más reducidas en el periodo anterior, cuando aquella era controlada por la alta nobleza. Felipe V se valió, por tanto, de una nueva nobleza titulada de servicio, creada ex novo en beneficio del poder real y deudora por completo de su soberano, que quedó estrechamente vinculada a él desde el mismo momento en que sus integrantes recibieron un título nobliliario. Esta nueva nobleza, progresivamente desplazaría a la vieja aristocracia que hasta el momento había detentado el poder y había ocupado los puestos más relevantes de la monarquía. Así, concediendo nuevos títulos nobliarios, el monarca lograba un doble fin:primero, remunerar los servicios prestados y, segundo, fidelizar a los grupos de poder que podían serle útiles para su gobierno, tales como los cuadros medios de la administración, la justicia y el ejército, los hombres de negocios, y las oligarquías locales, grupos todos ellos que, desde entonces, no dudaron en servir al monarca para recibir nuevas recompensas en forma de cargos y honores que mejoraran aún más su posición social. ... La guerra de Sucesión y el acceso al trono de un nuevo monarca supusieron una oportunidad excepcional para distinguirse al servicio real, mostrar fidelidad al nuevo rey, y ser recompensado por ello con toda clase de mercedes, pues favoreció la creación de una nueva nobleza adiestrada según sus necesidades, que aseguró el funcionamiento de las instituciones administrativas reformadas o implantadas desde entonces. Tras el cambio dinástico se produjo una importante renovación de las élites gobernantes y la creación de una nueva nobleza titulada de servicio, que desplazó a la alta aristocracia castellana que hasta el momento había controlado los cargos de gobierno. De los 184 títulos nobiliarios concedidos por Felipe V en atención a méritos y servicios... algunos de ellos, exactamente 43, fueron otorgados por unos "méritos o servicios" que, o bien desconocemos, o bien, a nuestro juicio, resultan claramente insuficientes como para haber sido recompensados con tan altos honores. ... a la luz del perfil de los titulados, de su trayectoria, y de algunos ejemplos concretos, podemos afirmar que el capital económico y relacional -más trascendente, si cabe, este último que aquel- fueron los principales motivos ... Quienes obtuvieron un título nobiliario a cambio de un servicio pecuniario intentaron, en la medida de lo posible, "silenciar" y ocultar la presencia del dinero en la documentación relativa a la creación del título, es decir, tanto en los decretos de creación como en los despachos de nombramiento. Es por ello que hay una serie de títulos, 26 de los 43 mencionados, que aunque aparentemente no fueron venales, presentan múltiples indicios que revalan una más que probable compra. 


 



Tendencias Heráldicas existentes en las  armerías gentilicias españolas



Aldo Ahumada Chu Han

Autor: Excmo. Sr. Dr. D. Luis Valero de Bernabé Martín de Eugenio, Marqués de Casa Real. Doctor en Historia - Ciencias Heráldicas -(UCM), Licenciado en Derecho (UCM), Licenciado en Ciencias Políticas y Sociales (UCM), Diplomado Superior en Heráldica, Genealogía y Nobiliaria, por el Instituto Salazar y Castro (CSIC), Director del Colegio Heráldico de España y de las Indias. Caballero de la Real Maestranza de Zaragoza y Gran Cruz de la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén.

Dr. Luis Valero de Bernabé y Martín de Eugenio, Marqués de Casa Real Director del Colegio Heráldico de España y de las Indias
Miembro del Instituto Español de Ciencias Histórico-Jurídicas, Córdoba,

SINOPSIS

El blasón ha sido y es un medio de identificación personal, mediante un código ideográfico establecido de acuerdo con la mentalidad e ideales de la persona que se lo atribuía. El estudio estadístico de los blasones existentes en un determinado territorio hispánico nos permite conocer la mentalidad predominante en la población del mismo. Si analizamos una bas de estudio de 60.000 escudos gentilicios españoles, podemos observar la existencia de tres tendencias predominantes: A) Heroica, inspirada en los valores e ideales de la Caballería y esté plagada de armas, arneses, castillos, enseñas, distinciones, símbolos, lises, fauna regia (leones, águilas, grifos, dragantes), guerreros y cruces; B) Burguesa, inspirada en la búsqueda de la riqueza, a través de la laboriosidad y el comercio, dando lugar a figuras heráldicas inspiradas en las relaciones sociales, mercantiles, industriales, domésticas… que realiza el ser humano; y C) Naturalista, característica de una sociedad agraria, profundamente enraizada en el entorno en el que se desenvuelve su vida. Sus manifestaciones heráldicas se inspirarán principalmente en los bosques, valles y accidentes topográficos que los rodean, en los árboles que crecen en ellos y en la fauna autóctona que los puebla.


PONENCIA

España posee una de más ricas heráldicas de Europa. Hoy en día todavía es posible ver labras heráldicas en las fachadas de edificios públicos y privados en las ciudades y pueblos de toda nuestra orografía, se encuentran también en monumentos, templos y sepulcros. Nuestros archivos y bibliotecas están llenos de armoriales y otros documentos en los que se recogen multitud de emblemas heráldicos. Incluso, en las últimas décadas diversos eruditos están tratando de inventariar el rico patrimonio heráldico existente en las diversas comunidades  españolas, en un resurgir del interés por el conocimiento de estos importantes signos de identificación de los diversos linajes.
El uso de la heráldica que se inició a título personal como identificación del caballero, cubierto por su armadura, y sólo a partir del siglo XII comenzará a hacerse hereditario con el objeto de conservar el recuerdo de la procedencia de un origen común. Al fallecer el caballero en los funerales realizados el escudo con sus armas ocupará un lugar muy destacado, llevándose colgado del arzón de su caballo, y se grabará sobre su sepulcro. Su heredero recibirá junto al feudo o señorío ganado por su padre las armas que blasonaron el escudo de éste, ostentándolas con orgullo como si el hijo las hubiera ganado con su propio esfuerzo, convirtiéndose así en hereditarias y en el mejor signo de identificación de un linaje.
Las armerías fueron en su origen unas simples marcas distintivas usadas por los caballeros combatientes en los torneos y el blasón no fue sino un escudo de guerra decorado, más durante la segunda mitad del siglo XII, las armerías dejaron de estar reservadas a los combatientes, convirtiéndose en hereditarias y familiares1. En consecuencia, los emblemas heráldicos pronto trascenderán del ámbito puramente militar, en el que nacieron, y se extenderán a todas las actividades de la vida social. Servirán para adornar sus vestimentas, sus mansiones, sus panteones, sus caballos, sus pertenencias e incluso la librea de sus servidores. Igualmente servirán para proclamar mecenas y patronazgos, así pueden verse las armas en campanas, lámparas, bóvedas de las capillas, cuadros, portadas de libros, anillos, cofrecillos….etc. Apareciendo incluso en los lugares más insólitos. Es innegable la existencia de una cultura heráldica visual que durante siglos será comprendida por todos los estratos sociales, incluso por el pueblo llano, por otra parte mayoritariamente

1 SORVAL. Gerad: Le Langage Secret du Blasón., París 2003, Éditios Dervy, pág. 31

analfabeto. La presencia de blasones en templos y edificios públicos muy frecuentados, debemos considerarla como una expresión simbólica visual que permitía la percepción inconsciente, transmitida de generación en generación, de la importancia y poder de una familia. Lo que hizo fueran utilizados ampliamente sin riesgo de pasar ignorados o desapercibidos. Ya que eran comprendidos en toda su dimensión, mejor incluso que cualquier lenguaje escrito2.
El blasón junto con el apellido se convierte en el elemento identificador de un linaje, entendiendo por tal el conjunto de consanguíneos que proceden de un tronco común. Son numerosos los casos en que la propia existencia del linaje, se manifiesta antes por el uso de un mismo emblema que por el de un apellido común, que a veces ni llegó a existir hasta fecha más tardía. El apellido es algo normalmente impuesto desde fuera, porque su uso comienza en los demás, mientras que las Armas son adoptadas por los propios usuarios y mostradas a los otros para que los reconozcan como pertenecientes a un mismo linaje, constituyen por ello el genuino signo de identidad del mismo de forma que se convertirán en la síntesis gráfica de los valores e historia de cada linaje, recogiendo sus propias connotaciones y tradiciones de continuarla.3
Es por ello que la mayoría de las Casas Hidalgas portaban en su escudo el blasón de su varonía, cuyo uso estaba reservado a los miembros de dicho linaje, tanto los pertenecientes a la rama troncal del mismo como a las diferentes ramas colaterales que se habían ido desgajando a lo largo de las generaciones y que lo incorporaron a sus blasones, bien sumando nuevas figuras a las originales del blasón de varonía o bien subdividiendo su campo en varios cuarteles. La utilización de escudos de armas hereditarios tiene sin duda

2 MOLINERO MERCHÁN, José Andrés: La Heráldica: Instrumento histórico-artístico en la mezquita catedral de Córdoba. Actas del I Congreso Internacional de Emblemática General, Institución Fernando El Católico, Zaragoza 2004
3MENÉNDEZ PIDAL DE NAVASCUÉS, Faustino: Los Emblemas Heráldicos, Madrid, Real Academia de la Historia, 1993, pp. 54-57.

una relación directa con el perfeccionamiento y difusión de la idea misma de linaje, entendida no sólo como vínculo carnal, sino sobre todo como una tradición común y la voluntad de continuarla. Los blasones se manifiestan como un signo de identificación entre iguales y se retransmitirán de generación en generación, por lo que junto con la aparición de un apellido invariable, actuarán como medio de cohesión entre todos los miembros de un mismo linaje. El recuerdo de los antepasados es exaltado por las armerías como signo de distinción, exhibiendo orgullosos los blasones heredados de sus padres y abuelos. Éstos se convierten así en la síntesis gráfica de los valores e historia de cada linaje, recogiendo sus propias connotaciones y tradiciones.
.Un escudo de armas es una representación pictórica o jeroglífico que encierra una determinada simbología; es decir es un emblema y como tal es un signo de identificación preciso como puede ser una bandera, una enseña, un sello o un logotipo. Por lo que en una sociedad mayoritariamente analfabeta, el uso de un determinado blasón era el mejor procedimiento para identificar un linaje, mucho más firme y determinante aún que el propio apellido de éste. Antaño, los individuos que por su sangre pertenecían a un linaje ilustre hacían ostensible a los demás dicha pertenencia, a fin de gozar del acervo común de prestigio y notoriedad acumulado por dicho linaje de generación en generación, mediante la adopción de su blasón; Pues la mayoría de la gente, incluso los más humildes, sabían identificar los blasones de las principales familias y con ello distinguir sus casas, enterramientos y pertenencias, al igual que hoy en día los Bancos y principales firmas comerciales se hacen identificar por sus respectivos logotipos. Tanto es así que incluso los que servían a un linaje tenían a gala el poder utilizar también de alguna forma los signos distintivos de éste. Es por ello que las labras heráldicas que tanto abundan en nuestras tierras tienen una virtualidad que excede y trasciende de su propia

realidad, no debemos verlas como una simple muestra de arte o de la vanidad de las gentes, sino como un testimonio vivo de la presencia en aquel lugar de un determinado linaje. Entendido éste no como una simple serie de filiaciones, sino como una comunidad de ideales, anhelos y realizaciones, con sus gozos y sus sombras, en la que los honores y yerros de todos los que formaron parte de dicho linaje alcanzan y recaen sobre cada uno de sus miembros.
La adopción de un determinado blasón antaño era algo que debía efectuarse con sumo cuidado, pues a través de su visión sé identificada y consideraba la calidad e importancia del propio linaje. Es por ello que la Sociedad Medieval inmersa en un profundo simbolismo iconográfico fue escogiendo una serie de figuras tomadas tanto de la vida cotidiana que rodeaba al caballero, como de la naturaleza, tanto animada como inanimada, a las que concedía una simbología que rebasaba su propia concepción natural, utilizando un dibujo esquematizado de éstas para dibujarlo como signo identificativo del portador de los blasones.
La proliferación de emblemas heráldicos que se efectúa en toda Europa a partir del siglo XIII llevó a la necesidad de multiplicar las particiones, piezas y figuras con sus correspondientes esmaltes. Los Heraldos, Persevantes y Reyes de Armas serían los encargados de velar por el respeto y cumplimiento de las leyes heráldicas y en especial por impedir que alguien tomara como propio un blasón perteneciente a un determinado linaje, pero sería imposible evitar que un determinado diseño fuera copiado por otros muchos, variando las proporciones, esmaltes o combinaciones de figuras, llevados por sus afán de parecerse a los linajes más importantes de cada zona o región. Si bien su uso inicialmente se circunscribió a los caballeros, se extendería pronto por todo el estamento nobiliario, después a los clérigos, luego a las damas y por último a  los burgueses acomodados. Y con el tiempo se extenderá el uso del blasón a todas las clases sociales.
La heráldica ha ido evolucionando hasta convertirse en una simple distinción honorífica, con la importante salvedad que hoy en día su uso no se encuentra reservado a un pequeño grupo de privilegiados, como antaño, sino que es accesible a toda persona, cualquiera que sea su origen social. Más es un error muy extendido el pensar que todo apellido tiene su escudo los escudos son un bien privativo de su propietario y de su familia, es decir de aquellos que sean de su misma sangre. No basta con tener el mismo apellido para ser aceptado por un familiar y lo mismo ocurre con los escudos. Quien no ha heredado un escudo de sus padres puede lograr que un rey de armas le haga uno propio, pero nunca copiar el que pertenezca otra familia solo por tener apellidos comunes.
Todo escudo o labra que hoy encontramos, bien sea en los armoriales o bien decorando los muros de una casona o templo, o de un sepulcro, han tenido su origen y su adopción inicial nunca fue algo fortuito, sino fruto de una meditada decisión tomada por su primer titular o por la autoridad que se lo concedió. Esta elección no fue algo casual o arbitraria, si no que se correspondía con la forma de pensar de un cierto segmento de la sociedad estamental del Antiguo Régimen, creador de un código de señales plásticas por el que se transmitía a la sociedad en general el conocimiento de la calidad e importancia de los poseedores de los Blasones.
Hace unos años en el I Congreso Internacional de Emblemática General, organizado por la Institución “Fernando El Católico” en Zaragoza, durante el mes de diciembre de 1999, se debatió la situación en que actualmente se encontraba la heráldica en España. Destacándose el creciente interés por la

heráldica que de un arte áulico se había transformado en una disciplina académica, y la cantidad de nuevos estudios e investigaciones heráldicas que habían aparecido en los últimos veinte años. Si bien era preciso terminar con los prejuicios que en nuestro país aún existían sobre los estudios heráldicos e introducir la renovación de métodos de estudio y objetivos que poco a poco se iba abriendo paso en otros países como Francia y Gran Bretaña, mediante el tratamiento estadístico de los testimonios heráldicos, considerando los índices de frecuencia con que aparecen las diferentes figuras heráldicas en los distintos territorios históricos, con la elaboración de los índices de frecuencia de figuras y colores de las armerías de una concreta zona geográfica. Estas palabras escuchadas en dicho Congreso, al que tuve ocasión de asistir como ponente4, me dieron la idea de realizar en España una investigación al estilo de las efectuadas en Francia por Michel de Pastoureau. Fruto de este esfuerzo fue la preparación de una base de datos analizando unos 55.000 escudos gentilicios que me sirvieron para adentrar en el mundo de la heráldica comparada. El resultado de la investigación fue una tesis doctoral sobre las características de las diferentes heráldicas regionales españolas5. Sobre esta base pudimos ir desarrollando diversas monografías sobre la heráldica gentilicia de Aragón6 y de Galicia7 así como de diversos trabajos monográficos sobre los animales8 , los vegetales9 . la naturaleza10, las figuras geométricas11 y armas y castillos12, y las cruces y veneras13 en la heráldica española

4 VALERO DE BERNABÉ, Luis: Los Motivos Vegetales en la Heráldica de la Península Ibérica, Actas del I Congreso Internacional de Emblemática General, Institución Fernando El Católico, Zaragoza 2004, Tomo II, pp. 877/957
5 El resultado de esta investigación fue la elaboración de una Tesis Doctoral que presenté en la Facultad de Historia de la Universidad Complutense de Madrid, bajo el título Análisis de las características generales de la Heráldica Gentilicia Española y de las singularidades heráldicas existentes entre los diversos territorios históricos hispanos, defendida en el 17 de octubre de 2007 con la calificación de sobresaliente cum laude, otorgada por unanimidad por el tribunal calificador.
6 VALERO DE BERNABÉ MARTÍN DE EUGENIO, Luis: Heráldica Gentilicia Aragonesa. Zaragoza 2002, Institución Fernando “El Católico”,
7 VALERO DE BERNABÉ MARTIN DE EUGENIO, Luis: Simbología y Diseño de la Heráldica Galaica, Hidalguía, Madrid, 2003
8 VALERO DE BERNABÉ MARTÍN DE EUGENIO, Luis: Zooheráldica, Sevilla 2001, Fabiola de Edciones
9 VALERO DE BERNABÉ MARTÍN DE EUGENIO, Luis: La Fitoheráldica, Sevilla 2004, Fabiola de Edciones
10 VALERO DE BERNABÉ MARTÍN DE EUGENIO, Luis: Las Figuras Geométricas en la Heráldica Española, Logroño, 2009, Ediciones San Martín.

En nuestra investigación contamos ya con una base de datos de unos escudos gentilicios españoles, agrupándolos según su lugar de ubicación en trece comunidades históricas: Andalucía (incluidos los de Ceuta y Melilla), Aragón, Asturias, Baleares, Canarias Cantabria, Castilla (incluyendo ambas Castillas y además los escudos de León, La Rioja, Madrid, Murcia y la Mancha por su afinidad histórica), Cataluña, Extremadura, Galicia, Navarra, Valencia y Vascongadas. En cada territorio investigamos en los armoriales y blasonarios propios del mismo, tomando nota de todas las labras y escudos que en ellos encontremos, completando dicho estudio con los Tratados de Heráldica generales para toda España. Así como en los diversos Armoriales, tanto impresos como manuscritos existentes, Diccionarios Heráldicos, Ejecutorias y Pruebas de Caballeros para ingresar en las Ordenes Militares... etc. A los que añadimos los diversos trabajos heráldicos publicados en libros y revistas especializadas.
Una vez localizado un escudo e identificado el linaje que lo ostenta y la comunidad en donde estuvo o está domiciliado, así como las diferentes variantes que puedan darse de un mismo escudo, según las diversas ramas familiares que lo ostenten. Seguidamente procedimos a descomponerlo según los motivos heráldicos utilizados. Una vez clasificados por tipologías los diferentes motivos heráldicos, establecimos la contextualización que en su día recibieron de acuerdo con la mentalidad, modas y costumbres, imperantes entonces en cada territorio. Seguidamente estudiamos estadísticamente la frecuencia y diversidad con que aparecen representados en cada comunidad, así como las combinaciones más usuales de ellos, con la idea de llegar a


11 VALERO DE BERNABÉ MARTÍN DE EUGENIO, Luis: La Naturaleza en la Heráldica, Logroño, 2009, Ediciones San Martín, 12 VALERO DE BERNABÉ MARTÍN DE EUGENIO, Luis: Las Armas del Caballero en la Heráldica, Logroño 2009, Ediciones San Martín
13 VALERO DE BERNABÉ MARTÍN DE EUGENIO, Luis: La Tradición Caballeresca en la Heráldica: Cruces y Veneras, Sevilla 2012, Editorial Fabiola de Publicaciones Hispalenses.

determinar cuales son las peculiaridades de la heráldica española en general y las propias de las diversas comunidades históricas españolas, tanto en sus similitudes como en sus varianzas. Somos conscientes que los escudos examinados se han ido generando en diferentes periodos, pero intentar una datación de los mismos para agruparlos cronológicamente hubiera sido una labor inviable o hubiera reducido nuestra investigación a un corto número de escudos.
Así hemos encontrado 59.185 escudos gentilicios en los que aparecen representadas 128.429 figuras, lo que supone una media de 2,2 figuras por escudo. Hay que tener en cuenta que si en un mismo escudo aparece repetida una misma figura, una o varias veces, se contará siempre como una sola a efectos de nuestro estudio.


La primera conclusión que se desprende de nuestro estudio es que el número de escudos encontrados en cada territorio no guarda relación con la población censada en el mismo; lo que nos demuestra el hecho que el uso de la heráldica fue privativo de la hidalguía y solo a partir de los tiempos modernos se fue extendiendo a todas las clases, aunque con dos excepciones en España, a saber: Cataluña y Vascongadas. En consecuencia podemos decir que en España vemos han coexistido varios sistemas que van desde una estricta limitación como existía en el Reino de Navarra, en donde las armas más que a una persona o a un linaje pertenecían al palacio o al solar14, como elemento indicador de la procedencia y nobleza del mismo. Se exigía que todos los escudos estuvieran inscritos en el Libro de Armería del Reino, constando si eran personales o pertenecía a una Palacio Cabo de Armería, por lo que solo podían utilizarlos sus titulares y aquellos descendientes suyos a quienes los titulares del solar reconocían por parientes y permitían usar las armas solariegas15; es por ello que en muchas ocasiones no hay correspondencia entre las armas y el apellido del titular que las usa16. En el vecino Reino de Aragón blasonar sus casas con sus escudos de armas fue una prerrogativa de los infanzones regnícolas, de ahí que quien pretendiera blasonarse así se expusiera a ser demandado ante el Justicia de Aragón y tener que defender su pretendida infanzonía mediante un proceso de jactancia17 o bien allanarse y picar el escudo de la fachada de su casa. Tan unido estaba el uso de la heráldica a la condición nobiliaria que para ingresar en la aragonesa Orden de Montesa se exigía además presentar la prueba armera.
Si bien en España existen también territorios, como los condados catalanes en los que desde los tiempos medievales la costumbre de blasonar sus casas con escudos de armas se extendió también a la burguesía en general e incluso a los menestrales, lo que produjo una gran variedad de escudos parlantes basados en el apellido de la familia que los ostentaba y en los oficios

14ANONIMO: Libro de Armería del Reino de Navarra, Pamplona, Institución Príncipe de Viana, 1982. p. 98 y ss. 15YANGUAS MIRANDA, José: Diccionario de Antigüedades del Reino de Navarra, Pamplona, 1840. reedicción de la Institución Príncipe de Viana, Gobierno de Navarra, Pamplona, 1975. Tª II, p. 669
16 OCHOA DE ALZA; Esperanza, RAMOS, Miquel: Usos Heráldicos en Navarra, Panorama, nº 17, Gobierno de Navara,, Pamplona 1990, p. 39
17VICENTE DE CUELLAR, Benito de: Las Pretensiones Procesales de Infanzonía en el Derecho Foral Aragonés, Actas I Seminario sobre Heráldica y Genealogía, Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 1988, p. 38 y ss.

que desempeñaban. Es de destacar que esta costumbre no se extendió a las Baleares, pese a la afinidad cultural, pues en las islas el uso de la heráldica fue patrimonio exclusivo de las clases nobiliarias, al igual que sucedía en Aragón y Valencia. Mientras que en las Vascongadas en donde, inspirados en el supuesto privilegio de hidalguía general concedido por los Reyes de España a las provincias vascongadas de Vizcaya y Guipúzcoa, prácticamente toda la población gozaba de amplias exenciones y acostumbraba a blasonar sus caseríos, independientemente de su riqueza o condición social, normalmente con escudos parlantes18; de ahí que los escudos vascos sean normalmente el jeroglífico del apellido del linaje que los utilizaba y que a su vez el apellido se formara a partir de la morfología del terreno en que se asentaba el caserío.
De todas formas la norma general fue que el blasonar sus casas, salvo las excepciones vasca y catalana, estuvo reservada a los nobles e hidalgos que podían exhibir las armas recibidas de sus padres o concedido por los reyes en premio a sus méritos y hazañas, o bien, en el caso de la nueva nobleza, solicitar un escudo de armas de los heraldos reales, según nos relata Ferránd Mexía en su Nobiliario Vero escrito entre los años 1.477 y 1.48519. También Bernabé Moreno de Vargas considera que en la España Medieval el uso de escudos de armas estuvo reservado a los caballeros e hijosdalgos, aunque seguidamente denuncia las malas costumbres de algunos plebeyos que tratan de imitar a los Fijosdalgos utilizando sus armas20.
Mediante el análisis de la iconografía heráldica utilizada en todos estos territorios, podemos deducir la forma de pensar y los valores predominantes en la sociedad medieval y moderna española, que determinarían la elección de

18 ASIAIN CRESPO, Rodolfo: Heráldica Baska, Buenos Aires (Rep.Argentina), Talleres Gráficos Vinci, 1984, pp. 143 y ss. 19 MEXIA, Ferránd: Nobiliario Vero, Sevilla 1485, reedición facsímil Instituto Bibliográfico Hispano, Ministerio de Educación y Ciencia, Madrid 1974. Cap.VIII.
20 MORENO DE VARGAS, Bernabé: Discursos de la Nobleza Española, Madrid 1636. Facsímil de Editorial Lez Nova, Valladolid 1997. Discurso XVI. y Discurso XIX..

las figuras para componer el escudo. Asi descartamos las llamadas Piezas Heráldicas (Borduras, Fajas, Bandas, Escaques… etc) como privativas de la heráldica y nos dedicamos a examinar los denominados muebles heráldicos o figuras tomadas de la vida real o de la fantasía literaria, podemos diferenciarlas en tres amplias tipologías, según los motivos heráldicos utilizados para blasonarse: 
a) De inspiración heroica y guerrera; b) De inspiración burguesa y artesanal; y c) De inspiración naturista y agraria. Si bien debemos observar que estas tres tendencias aparecen en todas las heráldicas españolas, si bien estadísticamente aparecen en mayor proporción en algunas de ellas, a la vez que son muy escasas en otras, según analizaremos a continuación.


Tendencia Heroica: El nacimiento de la heráldica proviene de los tiempos heroicos relacionados con el entonces llamado Noble Arte de la Guerra. Ésta en aquellos tiempos era el principal sistema de ennoblecimiento y los blasones el mejor adorno y reconocimiento de la nobleza21. Simbolizaban las virtudes y cualidades de la caballería en lenguaje visual, por lo que los blasones que ostentaba el caballero debían atestiguar la virtud de su portador

21 KEEN: Maurice: La Caballería, Editorial Ariel, Barcelona, 1986. p. 192

y así servir de ejemplo a sus descendientes y a la sociedad en general; es decir la heráldica era el mejor testimonio de la actuación militar no solo de un individuo, sino de una familia, y así servían para atestiguar hazañas antiguas y recordar a la posteridad el valor que se esperaba de aquel linaje22. Según Vernot, la utilización de armas de combate, distintivos y fortalezas en los escudos, hace evocar los antiguos campos de combate a los que se remontan las más ilustres familias23. 
El auge que alcanzó la creación de las primeras armerías se debió en gran parte a que eran unas marcas de honor compuestas de signos específicos, que la nobleza solamente tenía derecho de utilizar y que se transmitían de generación en generación como distinción hereditaria24. Su exhibición antes de un torneo otorgaba un sentimiento de superioridad y una febril excitación. Una vivencia festiva e idealizada de la acción militar como instrumento de promoción, ascenso social y ennoblecimiento25. La épica de la caballería fue un estado de poética exaltación, consistente en la hermosura de la generosidad sin límites con que sacrificaba el paladín bienes, comodidad y sangre, al triunfo de la equidad y la fe26. 
El blasón que el caballero exhibía en su escudo, no se limitaba a ser un medio de identificar al combatiente cuyo rostro quedaba cubierto por su armadura, sino que se convirtió en el mejor testimonio de la historia y méritos guerreros tanto del personaje como de su familia, a la vez que un compromiso de ser fiel continuador de ellos que servía de acicate al joven caballero que lo portaba. Tanto es así que el heraldista francés Sorval, define al blasón como una forma específica de lenguaje iconográfico propio para expresar los ideales del mundo de los héroes y caballeros. Ya que este lenguaje heráldico revela una realidad y permite

22 KEEN: Maurice: La Caballería, op. cit. p.216
23 VERNOT, Nicolás : D’Azur et d’Or, Bessançon (France), Sté Française d’Héraldique et Sigillographique 1998, p. 194
24 EYSENBACH, Gerard : Histoire du Blasón et science des Armoires, Tours 1848, reed. Pardés Editeurs, Puisseaux (France, 1996, pp. 75-76.
25 RUIZ-DOMÉNEC, José Enrique : La Novela y el Espíritu de la Caballería, Biblioteca Mondadori, Barcelona 1993, p. 59.
26LUGONES, Leopoldo: El Ideal Caballeresco, Ediciones Pasco, Buenos Aires (Rep. Argentina) 1999, p. 184.

conocer en cierta forma el alma del portador, sus ideales y proezas de sus antepasados. Blasonar las armas de una familia equivale en cierta manera a bautizarla en la comunidad caballeresca.27.
Es por ello que el espíritu guerrero se basa en la confianza en si mismo, en donde encuentra su propia justificación, y por ende en la exaltación de los valores de tradición y linaje sobre los que se fundamenta. Es el culto del recuerdo del antepasado heroico, en el sentido agonista de los héroes homéricos, cuyas hazañas les convierten en el modelo y ejemplo de cuantos descienden de ellos28. Se fundamenta en la exaltación de los valores de tradición y linaje; De ahí que la heráldica heroica se inspire en los valores e ideales de la Caballería y esté plagada de armas, arneses, castillos, enseñas, distinciones, símbolos, lises, fauna regia (leones, águilas, grifos, dragantes), guerreros, cruces y veneras.


Se observa que las figuras de inspiración heroica son las más frecuentes en todas las heráldicas españolas, situándose todas muy próximas a la media

27 SORVAL, Gérard de: Le Langage Secret du Blasón, París 2003, Albin Michel, pp. 59/65
28 ELIADE, Mircea: Historia de las Creencias y las Ideas Religiosas, Madrid 2009, RBA Grandes Obras de la Cultura, Tº I, págs. 364/371

nacional, aunque se destacan Cataluña, Navarra y Baleares como las regiones con menor presencia de figuras heroicas.

Tendencia Burguesa: Mientras que el ánimo burgués lleva a la búsqueda del bienestar, a través de la laboriosidad y el comercio, pero que en cierta forma una vez obtenido éste tiende a elevarse imitando los hábitos de vida de la aristocracia. Surge así la necesidad que sienten las clases burguesas de construirse palaciegas mansiones y decorar sus muros con escudos. Unos seguirán la imitación hasta el fin adoptando los mismos motivos heráldicos que la nobleza, pero la mayoría tratará de escoger otros más en línea con sus ideas y gustos. Así lentamente se han ido abriendo paso en los diferentes armoriales diversas figuras heráldicas inspiradas en las relaciones sociales, mercantiles, industriales, agrarias… que realiza el ser humano, o en la vida doméstica y la vivienda. Así nos encontramos con la reproducción de vestidos, herramientas, utensilios de trabajo o de comercio, animales domésticos, viviendas y enseres familiares.
Este tipo de figuras son bastante frecuentes en Francia, principalmente en familias burguesas no procedentes del estamento nobiliario que han constituido sus propios blasones con figuras heráldicas procedentes de sus oficios y ocupaciones, fenómeno que Pastoureau ha denominado «Armoiries des Roturiers»29, apelación que en español se corresponde con la calificación de plebeyo o aquel que no goza de nobleza alguna. Su auge se efectuó tras la Revolución Francesa en la que muchos franceses pertenecientes al pueblo llano cegados por los nuevos derechos que la Revolución les concedía, en su vanidad trataban de emular a los gentiles hombres, a los que detestaban a la vez que envidiaban, inventando sus propios armoriales y divisas a fin de despreciar los


29 PASTOUREAU. “Traité..”, op. cit. 394, P. 167.

de la nobleza. Las figuras heroicas propias de los blasones fueron substituidas por la representación de sus propios instrumentos de trabajo, siguiendo así una antigua tradición utilizada por los gremios de artesanos desde los tiempos medievales reutilizar como emblema corporativo tales instrumentos. Eysenbach denunciaba que se trataba de personalizar estos antiguos emblemas artesanales como armas parlantes; así el carpintero, carnicero, tabernero…ect, desconociendo el uso de la escritura firmaba sus contratos con un martillo, cuchillo matarife, tonel…etc. Costumbre que sería llevada a adornar sus talleres de trabajo con un remedo de blasón en el que aparecían tales viles instrumentos. Añadía que tal costumbre de personalizar no era nueva sino que ya se había iniciado en tiempos medievales en que careciendo de un “non de famille” (apellido de linaje) ellos y sus hijos eran conocidos por el oficio que desempeñaban. Terminaba denunciando el citado heraldista la eclosión de armas parlantes que se estaban produciendo en la Francia de mediados del siglo XIX30. El heraldista Sorval, a la vez que ensalza las armerías heroicas como propias del blasón, escarnece las armerías burguesas, las cuales para él no son sino juegos de palabras tomadas del apellido del portador o de sus ocupaciones laborales; es decir, una mala farsa que contradice a las verdaderas armas parlantes alusivas a una proeza realizada por el primer portador del blasón.
No nos ha sido posible confirmar si esta tesis es aplicable o no a la Heráldica española. Por requerir un estudio exhaustivo de datación de armerías que se escapa de los límites de este trabajo. Si bien debemos decir que en la Península Ibérica la heráldica ha sido casi en exclusiva patrimonio de la Hidalguía, por lo que este tipo de representaciones heráldicas son muy poco frecuentes en toda la heráldica española, salvo en la heráldica de Cataluña mucho más burguesa en sus planteamientos, y cuando aparecen en España no

30 EYSENBACH, Gerard: Histoire du Blason et Science des Armoires, Tours (France), 1848. Reedicción de Pardés Editeurs, Puisseaux (France), 2003, Cap. XIII «Les Insignes de Roturiers ».

están unidas necesariamente al ejercicio de un determinado oficio manual si no que constituyen, en la mayor parte de los casos, armas parlantes. Por lo que no estamos de acuerdo con tales consideraciones peyorativas en lo que respecta a la heráldica gentilicia española, pues encontramos que algunas familias hidalgas no desdeñan blasonarse con este tipo de figuras.

En la heráldica española hemos encontrado que el 5,4% de los escudos se blasonan con figuras relacionadas con estas figuras mercantiles y domésticas, las cuales se utilizan generalmente como figura única en el campo del escudo, y muchas veces sin mezclarlas ni combinarlas con otros muebles heráldicos. A las que a efectos metodológicos hemos agrupado en doce apartados:

 a) Aperos Agrícolas; b) Aperos Pastoriles; c) Aperos Arrieros; d) Herramientas; e) Náuticos; f) Comerciales; g) Domésticos; h) Vestiduras; i) viviendas; j) Lámparas; k) Vasijas, l) música, m) Ocio y n) animales domésticos. 

Si bien su frecuencia varía mucho según las diferentes regiones heráldicas españolas. Así podemos observar que se destaca ampliamente la heráldica catalana, seguida por la balear y valenciana, mientras que el resto de las  heráldicas españolas están todas muy próximas a la media nacional. Mientras que en la canaria y la vasca es en donde se dan.

Tendencia Naturista: Parte de una sensación vital enteramente diferente a las dos anteriores. Es característica de una sociedad agraria, profundamente enraizada en el entorno en el que se desenvuelve su vida. Sus manifestaciones heráldicas se inspirarán principalmente en los bosques, valles y accidentes topográficos que los rodean, en los árboles que crecen en ellos, los vegetales comunes, en la fauna autóctona que los puebla (lobos, osos, jabalíes, peces..). y en los animales domésticos que crían en sus hogares. Estas figuras aparecen dibujadas unas veces solos y otras combinándolos entre si o con escenas de caza.
En el siguiente cuadro podemos observar que se destaca ampliamente la heráldica vasca, mientras que las demás heráldicas españolas están todas muy cerca de la media nacional.



Faustino Menéndez Pidal de Navascués. 




(Zaragoza, 15 de noviembre de 1924-Cintruénigo, 21 de agosto de 2019)​ fue uno de los más destacados genealogistas, sigilografistas y heraldistas españoles​ y también un destacado renovador de esta disciplina en el ámbito hispanoamericano.





Menéndez-Pidal de Navascués, Faustino. Zaragoza, 15.XI.1924 – Cintruénigo (Navarra), 21.VIII.2019. Ingeniero, historiador.

Después de sus estudios de bachillerato, ingresó en la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de Madrid, para cursar en ella los cinco años con el fin de obtener, en 1952, el título denominado, desde 1964, de doctor ingeniero de Caminos, Canales y Puertos. Siempre se le han reconocido sus grandes méritos profesionales, hasta el punto de habérsele concedido la Medalla de Honor del Colegio de Ingenieros. Además de ingeniero, ha sido también empresario, punto de partida óptimo —ser ingeniero y empresario— para ser un buen observador de la realidad, presente y pasada. El dominio de la técnica, la exactitud del matemático y la concreción del empresario han sido en él garantía de un profesional de la historia para asegurar el carácter científico de sus trabajos, fundados en obtener una información segura y en someterla a la crítica. 
La tradición familiar seguro que influyó en que se dedicara a la historia, ya que, por línea paterna, era sobrino nieto del gran historiador y filólogo Ramón Menéndez Pidal, director de la Real Academia Española, y de Juan Menéndez Pidal, director que fue del Archivo Histórico Nacional, eximio cultivador de la sigilografía, ciencia vinculada a la heráldica, especialidad preferente de Faustino Menéndez Pidal. Por línea materna, era sobrino segundo de Joaquín de Navascués, gran especialista en epigrafía y numismática.

El interés de Faustino Menéndez Pidal por esas ramas de la historia —la genealogía y la heráldica— tenía en él hondas raíces, pues ya le atraían en su adolescencia. La heráldica y la genealogía suelen ser denominadas ciencias auxiliares de la historia. Sin embargo, el conocimiento del pasado que se adquiere por medio del estudio y de la interpretación de emblemas y blasones es tan válido —o más— que el que se obtiene desde cualquier otro ángulo que permita acercarse al conocimiento del ayer. Lo mismo cabe decir de la genealogía enriquecedora con el conocimiento de las estirpes y de las circunstancias económicas y sociales en que se desarrolló la vida de las familias en cada época. Por todo ello, cabe afirmar que Faustino Menéndez Pidal era un gran historiador, como probó en sus publicaciones durante toda una vida dedicada al trabajo y a la investigación. Entre sus obras, cabe citar los casi doscientos trabajos que publicó en el Archivum Heraldicum y en otras revistas de Historia: baste mencionar la excelente Heráldica medieval española. La Casa Real de León y Castilla, publicada en 1982 y Los emblemas heráldicos: una interpretación histórica, su discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia en octubre de 1983. Sirvan de ejemplo de método científico sus páginas en los tomos Reflexiones sobre el ser de España, publicado por la Real Academia de la Historia en 1997 y en Símbolos de España que editó el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales en los años 1999 y 2000, merecedoras ambas obras del Premio Nacional de Historia.

Como reconocimiento a su excelente labor como historiador fue elegido en 1991 académico de número de la Real de la Historia y nombrado su vicedirector en 2009. Tras el fallecimiento de Gonzalo Anes, marqués de Castrillón, el 31 de marzo de 2014, pasó a desempeñar interinamente las funciones de director de Real Academia de la Historia hasta el 12 de diciembre de ese mismo año, en que fue elegida Carmen Iglesias, pasando a ser elegido, por unanimidad, Director Honorario.

Desde 1988 era también académico numerario de la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía, de la que fue director entre 1993 y 2009. Igualmente era  académico numerario de la Académie Internationale d’Héraldique (1977), de la que ocupó el cargo de vicepresidente primero entre 1991 y 2000; miembro del Comité Internacional de Sigilografía; del Conseil Internacional des Archives; académico de mérito de la Academia Portuguesa da História; correspondiente de la Real Academia de Bellas Letras de Barcelona; miembro de honor de la Société Française d’Héraldique et de Sigillographie y socio honorario del Instituto Portugués de Heráldica. Fue también titular de la Cátedra de Historia de España en la Universidad de Valladolid que honra la memoria de Luis García de Valdeavellano, para el curso académico 2006-2007. Recibió también, en 2011, el Premio Príncipe Viana de la Cultura, otorgado por el Gobierno de Navarra.

Obras de ~: Genealogías de los Navascués y sus enlaces, Madrid, 1959; Libro de armería del Reino de Navarra (edición crítica y estudio previo), Bilbao, 1974; El Libro de la Cofradía de Santiago de Burgos (edición crítica y estudio previo), Bilbao, 1977; Heráldica medieval española. I La Casa Real de León y Castilla, Madrid, Ediciones Hidalguía, 1982; con E. Gómez, Matrices de sellos españoles, siglos XII al XVI, Madrid, Ministerio de Cultura, 1987; “Spanien”, en H. Huber (ed.), Wappen, ein Spiegel von Geschichte und Politik, Karlsruhe, Badenia-Verl, 1990, págs. 131-151; Los emblemas heráldicos: una interpretación histórica, Madrid, 1993; (coord. y colab.), Las armerías en Europa a fines de la edad media y su proyección al Nuevo Mundo, Madrid, Ministerio de Cultura, 1993; Apuntes de Sigilografía española, Guadalajara, Aache, 1993; con M. Ramos y E. Ochoa de Olza, Sellos medievales de Navarra, estudio y corpus descriptivo, Pamplona, Gobierno de Navarra, 1995; “Almohadón”, en Vestiduras pontificales del Arzobispo Rodrigo Ximénez de Rada, Madrid, Ministerio de Cultura, 1995, págs. 28-43; Caballería medieval burgalesa. El libro de la cofradía de Santiago, Madrid, Universidades de Cádiz y de Burgos, 1996; con J. Martínez de Aguirre, Emblemas heráldicos en el Arte medieval navarro, Pamplona, Gobierno de Navarra, 1996; con M. González Jiménez y A. Sánchez de Mora, Gonzalo Argote de Molina, Elogios de los conquistadores de Sevilla, Sevilla, Ayuntamiento, 1998; Leones y castillos. Emblemas heráldicos en España. Clave Historial, vol. XXI, Madrid, Real Academia de la Historia, 1999; “El escudo”, en Símbolos de España, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 1999, págs. 15-225; con J. Martínez de Aguirre, El escudo de armas de Navarra, Pamplona, Gobierno de Navarra, 2000; con L. Suárez Fernández, A. de Arteaga e I. Beceiro, El Marqués de Santillana, el Hombre, la figura de Don Íñigo López de Mendoza, Fuenterrabía, Editorial Nerea, 2001; “Símbolos de identidad de los protagonistas de la acción política”, en J. I. de la Iglesia Duarte (coord.), Los espacios de poder en la España medieval, Logroño, Gobierno de La Rioja, 2001, págs. 371- 407; Sigilografía en la Fundación Lázaro Galdiano, Madrid, Fundación Lázaro Galdiano, 2002; Il messaggio dei sigilli, Città del Vaticano, Scuola Vaticana di Paleografia, Diplomatica e Archivistica, 2002; “Los sellos en los reinos de León y Castilla durante los siglos X al XIII”, en VV. AA., I Jornadas sobre documentación [...] del reino castellano-leonés, siglos X-XIII, Madrid, Universidad Complutense, 2002, págs. 245-282; con J. J. Martinena, Libro de armería del Reino de Navarra, Pamplona, Gobierno de Navarra, 2002; El escudo de España, Madrid, Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía, 2004; Historia genealógica y heráldica de los emperadores, reyes y nobles de Europa, Madrid, Testimonio, 2004; La nobleza en España: ideas, estructuras, historia, Madrid, Fundación Cultural de La Nobleza Española-Real Maestranza de Caballería de Ronda, 2008; Heráldica de la casa real de León y de Castilla (siglos XII-XVI), Madrid, Hidalguía, 2011; Los emblemas heráldicos: novecientos años de historia, Sevilla, Real Maestranza de Caballería de Sevilla, 2014; Los sellos en nuestra historia, Madrid, Boletín Oficial del Estado 2018.

Bibl.: M. A. Ladero Quesada, “Discurso de contestación [...]”, en F. Menéndez Pidal de Navascués, Los emblemas heráldicos, Madrid, 1993; F. García Mercadal y García Loygorri, nota biográfica de ~ en Gran Enciclopedia Aragonesa, Suplemento I; J. de Salazar y Acha, “Homenaje a Don Faustino Menéndez Pidal en su ochenta aniversario”, en Anales de la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía, vol. VIII/I, Madrid, 2004.



Escudo de Tlaxcala








Escudo de armas del Estado de Tlaxcala.

Real provisión.



La real provisión
El escudo de armas fue otorgado por medio de una real provisión expedida en Madrid, el 22 de abril de 1535, como respuesta de la Corona de Castilla a la solicitud del gobernador Diego Maxixcatzin, de la cabecera de Ocotelulco, en nombre de la ciudad de Tlaxcala. El documento fue escrito en pergamino formato doble folio, en el que destaca un minucioso trabajo de miniatura.

El escudo de Tlaxcala es uno de los principales símbolos de este estado de México.

El texto de la real provisión es el siguiente:

Don Carlos, por la divina clemencia, emperador de los romanos, augusto rey de Alemania; doña Juana, su madre, y el mismo don Carlos, por la gracia de Dios reyes de Castilla, de León, de Aragón, de las Dos Sicilias, de Jerusalén, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Jaén, de los Algarbes, de Algeciras, de Gibraltar, de las Islas de Canaria, de las Indias, islas y tierra firme del mar Océano, condes de Barcelona, señores de Vizcaya y de Molina, duques de Atenas y de Neopatria, condes de Rusellón y de Cerdeña, marqueses de Oristán y de Gociano, archiduques de Austria, duques de Borgoña y de Brabante, condes de Flandes y de Tirol, etc. Por cuanto don Diego Maxixcatzin, gobernador de la ciudad y provincia de Tlaxcala, en nombre de la dicha ciudad nos suplicó que acatando los servicios que nos ha hecho y que hasta ahora ha estado la dicha provincia en nuestra cabeza, fuésemos servidos de señalar armas a la dicha ciudad según de como las tienen las otras ciudades y villas de las nuestras, unas con título de lealtad, pues aquella provincia la había tenido a nuestra corona real [¿?] nuestra merced fuese. Y nos acatando lo susodicho y porque lo más cierto y certificado de los servicios que los principales y pueblos de la dicha provincia nos han hecho [¿?] que así lo continuarán de aquí adelante tenémoslo por bien y por la presente hacemos merced y queremos y mandamos que ahora y de aquí adelante la dicha ciudad de Tlaxcala se llame e intitule la leal ciudad de Tlaxcala y que haya y que tenga por sus armas conocidas un escudo, el campo colorado y dentro de él un castillo de oro con puertas y ventanas azules, y encima del dicho castillo una bandera con un águila negra rampante en campo de oro; y por orla, en cada uno de los dos lados de ella, un ramo de palma verde, y en lo alto de la dicha orla tres letras que son una I, una K, una F, que son las primeras letras de nuestros nombres y del príncipe D Felipe, nuestro muy caro y muy amado nieto e hijo, y entre estas letras dos coronas de oro, y de la parte de abajo dos calaveras de hombres muertos y entre ellas dos huesos de hombres muertos atravesados a manera de aspa que vuelvan a color amarillo; la cual dicha orla tenga el color de plata según que aquí van figuradas y pintadas, las cuales dichas armas damos a la ciudad por sus armas ídem ya señaladas para que las puedan traer y poner y traigan en sus pendones, sellos y escuadras y banderas y en las otras partes y lugares que quisieren por bien tuviesen según cómo y de la forma y manera que las ponen y traen las otras ciudades de nuestros reinos a quienes tenemos dadas armas y divisa. Y por esta nuestra carta mandamos al ilustrísimo príncipe don Felipe, nuestro muy caro y muy amado nieto e hijo, y a los habitantes, nuestros muy caros hijos y hermanos, y a los prelados, duques, marqueses, condes, ricos hombres, maestres de las órdenes, priores, comendadores, y subcomendadores, alcaides de los castillos y casas fuertes y llanas, y a los de nuestro Consejo, alcaldes y alguaciles de la nuestra casa y corte y Chancillería, y a todos los consejos; corregidores, asistentes, gobernadores, alcaldes, alguaciles, merinos, prebostes, veinticuatro regidores; jurados, caballeros, escuderos, oficiales, hombres buenos de todas las ciudades, villas y lugares de estos dichos nuestros reinos y señoríos, y de las dichas Indias, islas y tierra firme del mar océano, [¿?] que ahora son, como a los que serán, de aquí adelante. Y cada uno y cualquiera de ellos en sus lugares y jurisdicciones que guarden y cumplan y hagan guardar y cumplir la dicha merced que así hacemos de las dichas armas, que las haya y tenga por sus armas conocidas y las dejen como tales poner y traer, y que en ello ni en parte de ello, sin embargo, ni contrario alguno, y así no pongan ni consientan poner en tiempo alguno ni por alguna manera so pena de la nuestra merced y de diez mil maravedís para la nuestra Cámara a cada uno que lo contrario hiciere. Y mandamos so la dicha pena a cualquier escribano público que para esto fuere llamado que dé al que le mostrare, testimonio signado con su signo porque nos sepamos en cómo se cumple nuestro mandado. Dada en la villa de Madrid a XXII días del mes de abril, año del nacimiento de nuestro Salvador Jesucristo de mil y quinientos y treinta y cinco años. Yo la reina [rúbrica]
Yo Juan Vázquez de Molina secretario de su cesárea y católica majestad la hice escribir 
por su mandado [rúbrica]. 
Forma

La real provisión especifica las figuras y colores del escudo:
...el campo colorado y dentro de él un castillo de oro con puertas y ventanas azules, y encima del dicho castillo una bandera con un águila negra rampante en campo de oro; y por orla, en cada uno de los dos lados de ella, un ramo de palma verde, y en lo alto de la dicha orla tres letras que son una I, una K, una F, que son las primeras letras de nuestros nombres y del príncipe D Felipe, nuestro muy caro y muy amado nieto e hijo, y entre estas letras dos coronas de oro, y de la parte de abajo dos calaveras de hombres muertos y entre ellas dos huesos de hombres muertos atravesados a manera de aspa que vuelvan a color amarillo; la cual dicha orla tenga el color de plata según que aquí van figuradas y pintadas, las cuales dichas armas damos a la ciudad por sus armas ídem ya señaladas...
Significado

El castillo de oro sobre gules es el emblema de Castilla, el cual representa las fortalezas levantadas durante la Reconquista. En el contexto de Tlaxcala, representa a dicha ciudad como una nueva Castilla, vencedora de los mexicas durante la Conquista. El águila en sable sobre oro es la imagen heráldica de la Casa de Habsburgo, a la cual pertenecía Carlos I, quien concedió el escudo. La orla de argén (bordura en lenguaje heráldico) representa la fe católica, que los tlaxcaltecas habrían abrazado sin oposición. Las iniciales corresponden a las de los nombres latinizados de la reina Juana de Castilla, el propio Carlos y el entonces príncipe Felipe. Las dos coronas representan a la mencionada Juana, reina de Castilla y a su hijo Carlos V monarca de la misma Corona. Las palmas son símbolo de victoria, en este caso sobre los mexicas. Los cráneos y las tibias evocan los glifos prehispánicos similares y pueden referirse a los sacrifcios humanos en la cultura mesoamericana; se ha sugerido que representan a los mexicas muertos durante la toma de Tenochtitlan en 1521.