Catalina Sforza. |
Inicio Historia de las Mujeres Catalina Sforza, la tigresa guerrera del Renacimiento. Érase una vez la Italia renacentista, cuando se cabalgaba entre los siglos XV y XVI. En aquel entonces, se vivió un cambio de época. La Edad Media renació en forma de Edad Moderna. Y allí, a caballo entre el Medievo y la Modernidad, una mujer revolucionó media Italia. En un mundo diseñado por y para los hombres, Catalina Sforza rugió como una auténtica tigresa. Marcó su territorio de manera implacable, con paso firme y sin mirar atrás. Sin duda, si de valentía y de coraje se trata, ella se lleva la palma de oro. Si las intrigas y los conflictos os ponen, y si Juego de Tronos os ha dejado mal sabor de boca, ¡pasen y lean! Como suele ocurrir, la realidad siempre supera la ficción. Y además, la Historia casi nunca decepciona. Pero antes de presentaros Catalina (o Caterina) Sforza y ver su biografía, os meteré en faena. ¿Qué supuso eso del Renacimiento para las mujeres? ¿Era fácil que una mujer sacase pecho en esa época? ¿Por qué Catalina Sforza resulta un personaje tan fascinante? Os remito, en primer lugar, a este artículo, para que comprendáis el contexto al que se enfrentaba la mujer renacentista. ¿Quién era Catalina Sforza? Una auténtica tigresa… En medio de un panorama terrible para cualquier dama, una mujer rompió todos los moldes. Catalina Sforza, nuestra valiente protagonista, sin duda hizo justicia a su apellido: «fuerte». Si sus hazañas ya de por sí son dignas de admiración, como os mostraré, hay que sumarle el valor añadido que le otorga haberlas llevado a cabo en esta época. Época que nos situaba a las mujeres a los pies de los caballos. Época que nos reducía a meros felpudos. (Entiéndase por «época» la imagen y las normas que nos imponían los señores varones) (2). De hecho, a Catalina ya le colgaron en vida unas cuantas etiquetas patriarcales, como veremos. Que si era una marimacho, que si era sexualmente insaciable, que si era una madre despiadada… Y la Historia convencional no la ha tratado mejor. Trataré de tumbar esta imagen tan machista sobre ella. La bastarda Sforza, la pequeña milanesa. Catalina, nacida en Milán, a mediados del siglo XV, era hija bastarda del duque de Milán. Pero no penséis que su padre la repudió, sino todo lo contrario. Catalina Sforza fue criada en la Corte, como una Sforza más, arropada por el calor de su padre y de su madrastra. Porque, en contra de lo que nos enseñan los cuentos de hadas, las madrastras no siempre son malas. En realidad, el hecho de criar a los hijos ilegítimos en el hogar paterno era algo que solía ocurrir en las familias acomodadas de la época. Así, recibió una educación excelente. Además, adquirió gran destreza en el uso de armas y en la caza. Y también, aprendió de chanchullos y estrategias políticas. ¡Una mezcla entre Arya Stark y Cersei Lannister estaba creciendo! La Contessa de Imola y Forlí A pesar de todo, Catalina Sforza era una niña de su época, y con diez añitos ya estaba prometida y contrayendo nupcias. Posiblemente, ésta fue la última decisión que tomaron por ella. El marido era sobrino del Papa de turno, y éste les entregó como regalo el feudo de Imola. Los siguientes años, la parejita vivió en Roma, donde Catalina encajó la mar de bien con la jet set . Aunque era una adolescente, la Sforza ya mostraba bastante interés en la política. Siete años después de casarse, adquirieron también el feudo de Forlì. Aun no tenía ni dieciocho añitos ¡y ya era duquesa de dos feudos! Las tierras de nuestra tigresa, se encuentran al norte de Italia, en la región Emilia-Romaña. Su capital, Bolonia, os sonará. Para situarse, qué mejor que un mapa. Pero el tito de su marido, el Papa, murió cuatro años después, y el desastre se cernió sobre la pareja. Hasta ese momento, habían estado protegidos, a su amparo. Pero, con su muerte, Roma entró en modo caos y con Roma, el matrimonio Sforza. Ante la inminente necesidad de nombrar a un nuevo papa, las familias más poderosas de Italia afilaron los colmillos. Todas estaban deseando colocar a uno de los suyos en el gran trono. Y Catalina Sforza, viendo volar las navajas, no estaba dispuesta a perder lo que era suyo… ¡Al Vaticano no entra ni Dios! ¡Y mucho ojito con tocar mis tierras! Así dio comienzo la primera gran hazaña de la tigresa de Forlì. Ante la ausencia de su marido y embarazadísima de su cuarto hijo, en el tercer trimestre, montó a lomos de su caballo y cabalgó hasta el Castillo de Sant’Angelo, la fortaleza vaticana, para ponerse al frente de los soldados que lo defendían de los asaltantes. Estaba empecinada en mantener la defensa, con uñas y dientes, hasta que se eligiese un nuevo papa. ¡Y resistió un par de meses la jabata! Hasta que su marido llegó a un trato: aceptó largarse de Roma a cambio de mantener sus señoríos de Imola y Forlì. Además, recibieron una cuantiosa suma de dinero. La jugada, a priori, no le salió nada mal. Así, la parejita puso rumbo a sus tierras, aunque la tranquilidad les duró muy poco. La gente es muy envidiosa, ya se sabe, y en una Italia con tanta familia pudiente enervada por regentar el poder, era cuestión de tiempo que la inquina les salpicase. El marido de Catalina Sforza fue asesinado y a ella y a sus hijos los hicieron prisioneros. ¿No pensaréis que nuestra dama de Forlì se quedó conforme y sollozando, verdad? ¡Va a ser que no! Logró escapar de sus captores, aunque tuvo que dejar a sus hijos atrás. Eso sí, juró venganza ¡y la obtuvo!. ¡Tengo el instrumento para tener muchos más! Un rumor maquiavélico. Según cuenta la leyenda (entiéndase por «leyenda» el piquito de oro de Nicolás Maquiavelo), Catalina Sforza se atrincheró en la Fortaleza de Ravaldino. Durante el asedio, los conspiradores amenazaron con asesinar a sus hijos, si no se rendía. Pero la tigresa no se asustó. Ni corta ni perezosa, respondió subiéndose la falda y señalándose la entrepierna:
Se subiese o no las faldas, lo que está claro es que la Sforza reclamó el poder político tras la muerte de su esposo. ¡Y lo mantuvo!. Pero lo más seguro es que, como artimaña para amedrentar a los conspiradores, Catalina Sforza lo que dijese es que estaba embarazada. Vamos, que fingiese estarlo, como estrategia. Así, conseguiría que sus hijos no valiesen nada como rehenes, dando a entender que en su vientre tenía a un heredero de las tierras. ¿Para qué se iban a molestar en matar a sus chiquillos?. Chica lista. Igual era una brillante estratega, y no una madre desalmada… Al final, la tigresa recibió refuerzos desde Milán y venció a sus enemigos. Su primogénito se convirtió en el señor de sus tierras, pero como solo era un chaval de nueve años, Catalina Sforza asumió la regencia. Y como no podía ser de otro modo, se tomó la revancha. Encarceló a todo aquél que había participado en el asesinato de su marido, destruyó sus casas y les dio sus pertenencias a los pobres de Forlì. ¡Y se quedó la mar de ancha! Una regente con grandes dotes políticas. A pesar del ajuste de cuentas que llevó a cabo la señora, logró gobernar sus feudos ganándose la simpatía de sus vecinos. Demostró ser más que hábil en política, gobernando sus tierras con inteligencia e implicación. Adoptó dos medidas estrella, que la encumbraron a la gloria. Por un lado, bajó los impuestos; detalle que, ya en aquel entonces, era más que popular. Y por otro, concertó varios matrimonios de sus hijos, muy rentables, con las gentes de las tierras vecinas. Con ello, consiguió la amistad de los territorios de alrededor. Y como a Catalina Sforza lo que le ponía era una buena batalla, ella misma se encargó de entrenar a sus soldados. Pero, aunque sus súbditos estaban encantados con ella, su familia estaba que echaba humo… La segunda vendetta de Catalina Sforza Pocos meses después del asesinato de su marido, Catalina Sforza había vuelto a casarse, en secreto. No porque una viuda no se pudiese casar de nuevo, sino porque temía perder los señoríos de Imola y Forlì. Y, como veis, la tigresa por sus tierras hacía lo que hiciese falta. Sin embargo, su nuevo romance era un secreto a voces. Y claro, sus parientes se empezaron a mosquear… «Oye, ¿ésta no será capaz de apartar del señorío de las tierras a su propio hijo y de colocar a su nuevo maromo?», se preguntaron una y otra vez. Por ello, las conspiraciones en contra de Catalina Sforza y de su nuevo churri empezaron a tejerse. Lograron encarcelar y asesinar a varios involucrados que se atrevieron a retarles. Hasta que el plan contra ellos surtió efecto: lograron cargarse al nuevo maridito. Así que, nada, ¡otra vez le tocaba a Catalina Sforza vengarse! Esta gente no se enteraba de que atentar contra sus intereses y decisiones no iba a quedar impune. La tigresa de Imola y Forlí no se lo pensó dos veces, y torturó y asesinó a todo aquél que estuvo involucrado en el asesinato de su segundo marido. Y no se detuvo ahí, sino que también se llevó por delante a sus familias. ¡Hasta a sus amantes ! La ira desatada de la Sforza no tenía fin. La famosa «lista» de Arya Stark, con su matanza a mansalva de todos los Frey, ¡no le llega a las vendettas de Catalina ni a la suela de los zapatos! ¡También tengo cera para los venecianos! O como convertirse en tigresa… Dos años después, Catalina Sforza volvió a contraer nupcias. Esta vez, con un Médici. Con él, tuvo otro hijo, al que la tigresa rebautizó en honor de su marido… muerto. Sí, queridos lectores, de nuevo, Catalina Sforza enviudó. En esta ocasión, por culpa de una neumonía. Pero no tuvo mucho tiempo de llorar la muerte de su amado. A falta de un enemigo humano del que vengarse, pudo desquitarse librando otra batalla. Se puso al frente de su ejército y logró vencer a los venecianos, que estaban batallando contra los florentinos. De esta victoria, la Sforza se ganó el apodo de «la tigresa». No os penséis que he elegido el apelativo felino por que sí. Aquí nada se deja al azar. Pero la tigresa Sforza tampoco tuvo tiempo de disfrutar como se debe su victoria. Otro enemigo, más que poderoso, acechaba a la vuelta de la esquina. Desde la mismísima Santa Sede le estaban tocando bastante los ovarios… . Las tierras de Catalina Sforza, ¡son de Catalina! ¡Diga el Papa lo que diga! Un nuevo Papa, Alejandro VI, había llegado al trono de hierro, digo de la Iglesia, perdón. Y con él, una de las familias más famosas del Renacimiento se colmó de poder. Efectivamente, estoy hablando de los archiconocidos Borgia. ¡Quiénes si no! Y al Papa Borgia se le metió entre ceja y ceja que las ciudades de la Romaña debían incorporarse a los Estados Pontificios. Incluidas, claro está, Imola y Forlì. Y todo esto, porque pretendía que su hijo, César Borgia, gobernase toda la región. Os podéis imaginar el careto que se le tuvo que quedar a Catalina Sforza… Aquello debió ser un auténtico poema. Pero nuestra tigresa, como venimos comprobando, no era de las que se quedan quietecitas, a verlas venir. Puso todo su empeño en reforzar su ejército y se preparó ante cualquier asedio que pudiese sufrir por parte de César Borgia. Además, blindó las defensas de sus fortalezas, en especial, las de Ravaldino, donde ella vivía. Pero, a pesar de todos sus esfuerzos, César Borgia logró hacerse con las ciudades de Imola y Forlì. Así, la tigresa se atrincheró en su Fortaleza de Ravaldino. En ella, resistió con sus soldados y rechazó en reiteradas ocasiones las ofertas de paz de su enemigo. Hasta que César Borgia logró entrar en la fortaleza y la capturó. Catalina Sforza y César Borgia: se llama violación. Una vez que los Borgia capturaron a Catalina, ésta pidió que la pusiesen bajo la custodia del rey de Francia. Pero César Borgia se negó. Primero, por una cuestión de ego y orgullo. Y segundo, pero no menos importante, porque una vez que cayó la Fortaleza de Ravaldino, el malnacido la convirtió en su juguete sexual. La versión que se ha dado de este episodio, es que la tigresa y él se habían convertido en amantes. ¡Pero nada más caer la Fortaleza de Ravaldino! Porque, claro, Catalina era una fiera insaciable, deseosa de placer…. Pero lo cierto es que esa versión dulcificada de lo que fue una violación, no se sostiene. ¿A santo de qué sucumbiría ella a los encantos de su adversario? Ni de broma penséis que fue un romance de esos bonitos y pastelosos. Para nada. César sometió a Catalina Sforza a todo tipo de vejaciones. Mientras la tuvo prisionera, la violó noche tras noche. Y después, la mandó a Roma, con viento fresco. Desde luego, tiene más sentido que César se desquitase por toda la guerra que le había dado Catalina. Y ¿cómo? Pues qué mejor humillación que una violación. ¿Hay mejor manera de someter y degradar a una mujer? Pero Catalina no se rompió. Seguramente la tigresa mantuvo el tipo, para darle en toda la boca a su enemigo. La lectura absolutamente machista que se ha hecho de este horror, es otro tema. Veneno para el Papa. Una vez en Roma, el Papa Borgia, Alejandro VI, recluyó a Catalina Sforza en un palacio. Y se encargó de que estuviese bien atendida. Como una dama de su posición merecía. O para calmar las aguas, dado el trago amargo que su hijo, César, le había hecho pasar. Pero toda la cortesía del universo no era suficiente para doblegarla. La tigresa intentó fugarse, sin éxito, ¡e intentó envenenar al propio Papa! Y claro, al hombre se le hincharon los cataplines, y decidió encerrarla en el Castillo de Sant’Angelo. Sí, aquella fortaleza vaticana que Catalina Sforza defendió en su día. Todo muy poético. Aunque no permaneció allí mucho tiempo. En menos de un año, fue liberada y obligada a renunciar a sus feudos. Por lo que tuvo que trasladarse a Florencia, a la residencia de su tercer marido, el Médici. De sus encontronazos con los Borgia, Catalina Sforza también se ganó unos apodos más que vistosos. Desde diablesa encarnada a virago cruelísima. «Virago» viene a significar «marimacho», para que os hagáis una idea. Es lo que tiene defender lo tuyo «como si fueses un hombre», ¿verdad? Estos Borgia, siempre superándose… Tras la muerte del Papa Borgia (como veis, los Papas duraban menos que un suspiro), Catalina Sforza trató de recuperar sus tierras. Pero las gentes de Imola y Forlì no estaban por la labor de que la tigresa volviese a gobernarles. ¡Vaya panda de desagradecidos! Así, la Sforza pasó sus últimos años en Florencia, hasta que falleció por neumonía, con 46 años. Si el final de Cersei Lannister no os ha parecido digno para una leona, quedaos con el final de la historia de esta tigresa, que sí es propio de su condición felina. Unas gotas de alquimia para rematar esta historia. Si hablamos de cosméticos y maquillaje hoy en día, nos sonará de lo más frívolo, e incluso una imposición absolutamente capitalista y patriarcal. Pero en los siglos XV y XVI, atreverse a usar maquillaje era más que subversivo. ¡No digamos ya fabricarlo o indicar cómo hacerlo! Por un lado, la mujer que se maquillaba era vista como el mal personificado. Un putón verbenero que arrastraba a los hombres, pobrecitos ellos, a la perdición. Y, por otro lado, atreverse a escribir sobre cosméticos, o a fabricarlos, era considerado como una práctica de la alquimia. Y recordemos al lector que la etiqueta de «bruja» estaba más que presente en aquella sociedad. Pues bien, Catalina Sforza fue revolucionaria hasta el final de sus días. Pasó sus últimos años dedicada al estudio de sus tres grandes pasiones: la alquimia, la medicina y la cosmética, que la acompañaron durante toda su vida. En su época de Imola y Forlì, ya eran famosos sus jardines medicinales, gracias a los cuales confeccionaba cosméticos y remedios. Es más, en la Fortaleza de Ravaldino, ¡hasta tenía un laboratorio! Ni siquiera dejó de experimentar durante su lucha contra César Borgia. Incluso puede que pensase en usar ciertos remedios drásticos si la cosa se ponía muy fea. ¿No os recuerda a la ideilla que tuvo Cersei Lannister durante la Batalla de Aguasnegras? Una vez que perdió sus tierras, su boticario de confianza le siguió facilitando los ingredientes que necesitaba para sus creaciones. La tigresa siempre estuvo en contacto con alquimistas y nunca dejó de buscar nuevos ingredientes con los que experimentar. Además, ya en Florencia, se comunicaba con varios conventos, donde la medicina herbal estaba a la orden del día. Los Experimentos de Catalina Sforza. La Sforza plasmó todos los conocimientos que adquirió a lo largo de los años en un libro de recetas muy especial: Los Experimenti. Estos «experimentos» son 454 recetas sobre botánica, alquimia, medicina y cosmética. En ellos, podemos encontrar desde una fórmula para hacer crema de manos, hasta la manera de blanquear el rostro. Recordemos que en aquella época estaba de moda la tez pálida, nada de colorete. También nos enseña Catalina Sforza la fórmula para hacer crecer el cabello, o para teñirlo de rubio. ¡O cómo conseguir expulsar una piedra en el riñón o eliminar tapones de los oídos! Tampoco faltan las señas para crear un buen veneno. De todo hay en botica. Catalina Sforza: la historia de una mujer. Lo primero que una tiene que hacer ante un personaje como la Sforza, es quitarse el sombrero. Ante unas circunstancias tan desalentadores para las mujeres, Catalina Sforza demostró un valor y una seguridad en sí misma y en sus propias decisiones, dignos de ser aplaudidos. Fue la «madre» de las otras mujeres italianas en el poder; porque, a pesar de todo, haberlas las hubo. No es que ella fuese la única . Catalina Sforza destacó por ella misma; se dio el poder a sí misma. Sobresalió por su propia fama, su leyenda y su éxito durante su regencia. Dilapidó todos los roles de género «adecuados» para las mujeres de su tiempo. No fue «un mero apéndice de la raza humana». Fue, es y será siempre recordada como Caterina, la tigresa Sforza. Ni de broma era el adorno de nadie. Extraordinaria por su largo mandato, por su astucia política y por haber tenido el coraje de ponerse al frente de su ejército, para enfrentarse a sus enemigos. Una serie de cualidades que chocan, cuanto menos, con la imagen de la mujer renacentista. Imagen que, no nos olvidemos, fue diseñada y difundida por los hombres. Quedaos con ese detalle: la historia de las mujeres ha sido difundida por los hombres. Quizás ha llegado el momento (¡por fin!) de que eso cambie. Quizás las mujeres han sido mucho más que un simple apéndice de los señores varones. Pero no nos lo han contado. Se han empeñado en destacar nuestros roles «femeninos» y en satanizarnos si se nos ocurría mostrar alguna «cualidad masculina» . Exactamente lo que han hecho con Catalina. Y al final, ni hemos sido víctimas irremediables, ni heroínas excepcionales; hemos sido mujeres, adaptándonos y sobreviviendo en un mundo de hombres. |
Ancestros. |
Muzio Attendolo Sforza (n. 28 de mayo de 1369 - f. 4 de enero de 1424), fue un condotiero italiano, fundador de la dinastía Sforza. Nacido en una familia rica de la nobleza rural, se le puso el nombre de Giacomo o Jacopo Attendolo en Cotignola (Romaña). Su apodo Muzzo o Muzio procede de una abreviatura de su sobrenombre original Giacomuzzo. Según la tradición, el joven Giacomo se encontraba arando el campo cuando un grupo de mercenarios liderados por Boldrino da Panicale pasaron cerca reclutando. Giacomo robó uno de los caballos de su padre y les siguió para hacer carrera como soldado. Más tarde, en compañía de tres hermanos y dos primos, se unió a la compañía de Alberico da Barbiano, quien le apodó «Sforza» por su terquedad y por su habilidad de dar un súbito giro a la suerte de las batallas. En 1398 estuvo al servicio de Perugia contra las tropas milanesas de Gian Galeazzo Visconti, hacia quien Muzio volvió su lealtad, siguiendo el comportamiento típico de los cabecillas mercenarios de la época. Más tarde luchó por Florencia contra Visconti en la batalla de Casalecchio, donde fue derrotado por su antiguo amo Alberico da Barbiano. En 1406 capturó Pisa y fue posteriormente contratado por el Marqués de Ferrara Nicolás III d'Este, que estaba siendo amenazado por Ottobono Terzi de Parma. El rey Ladislao I de Nápoles le nombró Gran Condestable de su reino. Las cualidades militares de Sforza eran muy necesarias contra Florencia y el Papa. Sforza permaneció durante el resto de su vida en el reino de Nápoles, y tras la muerte del monarca Ladislao I entró al servicio de la reina Juana II de Nápoles. Se atrajo, no obstante, la envidia del favorito de Juana, Pandolfello Alopo, quien le arrestó y encarceló; sin embargo, cuando intervinieron las tropas de Sforza, Alopo le liberó y Juana le entregó los señoríos de Benevento y Manfredonia. Sforza se casó además con la hermana de Pandolfello, Catalina Alopo. Unos meses más tarde Sforza fue de nuevo arrestado tras una disputa con Jaime de Borbón, esposo de la Reina. Fue liberado en 1416, tras la caída en desgracia de Jaime, y la reina Juana le devolvió el título de condestable. En 1417 Sforza fue enviado junto con su hermano Francesco por la reina Juana a ayudar al Papa contra Braccio da Montone. Al regresar a Nápoles encontró la oposición de Giovanni (Sergianni) Caracciolo, el nuevo amante de Juana. Durante los confusos acontecimientos que condujeron a la llegada de Luis III de Anjou a Nápoles y su lucha contra Alfonso V de Aragón, Sforza ayudó a Juana y a Sergianni a huir a Aversa. En 1423 la ciudad de Aquila se rebeló, y Sforza fue enviado a reconquistarla. En un intento de salvar a uno de sus pajes cuando vadeaban el río Pescara, Sforza se ahogó, siendo su cuerpo arrastrado por las aguas. La primera esposa de Muzio Sforza fue Antonia Salimbeni (f. 1411). Con Antonia tuvo un hijo llamado Bosio (1411-1476), que fue conde de Santa Flora. Muzio tuvo otros dos hijos con Catalina Alopo, siete con su amante Lucía Torsano (incluyendo entre estos a Francesco, Alessandro y Tamira di Cagli). Francesco I Sforza (San Miniato, Toscana, 23 de julio, de 1401-8 de marzo de 1466) fue un condotiero italiano, fundador de la dinastía Sforza en Milán. Francesco era uno de los siete hijos ilegítimos del condotiero Muzio Attendolo Sforza con Lucía da Torsano. Pasó su niñez en Tricarico, en la actual región de Basilicata, marquesado que le fuera otorgado en 1412 por el rey Ladislao I de Nápoles. En 1418 contrajo nupcias con Polissena Ruffo, una noble calabresa. Desde 1419, luchó junto con su padre, ganando rápida fama por su habilidad para doblar barras de metal con las manos. Más adelante probó ser un experto estratega y un comandante de campo muy preparado. Después de la muerte de su padre, combatió inicialmente para el ejército napolitano y luego para Martín V y para Filippo Maria Visconti, duque de Milán. Luego de algunos éxitos militares cayó en desgracia y fue enviado prisionero al castillo de Mortara. Recuperó su libertad después de una exitosa expedición contra Lucca. En 1431, tras un período en que luchó nuevamente para los estados papales, lideró el ejército milanés contra la República de Venecia. Al año siguiente tuvo lugar su compromiso con la hija del duque, Bianca Maria. Sin embargo, el duque no estaba de acuerdo con tal compromiso. La alianza de los caudillos mercenarios dependía, obviamente, del pago por su oficio. Entre 1433 y 1435 Sforza dirigió los ataques milaneses contra los Estados pontificios, pero cuando conquistó Ancona, cambió de bando, obteniendo el título de vicario de la ciudad directamente del papa Eugenio IV. Entre 1436 y 1439 sirvió alternativamente para Florencia y para la República de Venecia. En 1440 sus feudos en el reino de Nápoles fueron ocupados por el rey Alfonso I, y —para recuperarlos— Sforza se reconcilió con Filippo Visconti. El 25 de octubre de 1441 pudo desposar finalmente a Bianca Maria en Cremona. Al año siguiente se alió con Renato de Anjou, pretendiente al trono de Nápoles, y marchó contra el sur de Italia. Después de algunas derrotas iniciales, venció al comandante napolitano Niccolò Piccinino gracias a la ayuda de Segismundo Malatesta y de los venecianos, y pudo retornar triunfante a Milán. Sforza se encontró luego luchando contra el hijo de Niccolò, Francesco Piccinino, a quien derrotó en la batalla de Montolmo en 1444, y después contra la alianza entre los Visconti, Eugenio IV y Malatesta, quien supuestamente había asesinado a Polissena. Con el apoyo de Venecia, Sforza venció nuevamente, y en compensación por abandonar a los venecianos recibió el título de capitán general del ejército de Milán. A la muerte del duque Filippo Maria en 1447 sin dejar herederos varones, se desató una lucha por restaurar la llamada República Ambrosiana.[5] Sforza recibió la signoria de muchas ciudades del ducado, incluyendo Pavía y Lodi, y comenzó a hacer cuidadosamente planes para conquistar la efímera república, aliado con Guillermo VIII de Montferrato y —nuevamente— Venecia. En 1450, tras años de hambruna, estallaron disturbios en las calles de Milán que llevaron al senado de la ciudad a ofrecer a Sforza el ducado. Fue la primera vez que un título nobiliario lo concedía una institución democrática. Al año siguiente Sforza obtuvo la ordenación del Emperador de Alemania, Federico III. Durante su gobierno, que fue moderado y capaz, Sforza modernizó la ciudad y el ducado. Creó un eficiente sistema de impuestos que generó enormes ingresos para el gobierno. Su corte se convirtió en un centro cultural del Renacimiento, y la población de Milán le tuvo mucho aprecio. En la ciudad fundó el Hospital Mayor, restauró el Palazzo di Arengo y construyó el Naviglio d'Adda, canal que conectaba con el río Adda. En esta época, Florencia estaba bajo el gobierno de Cosme de Médici, y los dos gobernantes se hicieron amigos. La amistad se manifestó en la Paz de Lodi, una alianza entre Florencia y Milán que logró la estabilidad del norte de Italia por varios años. Luego del tratado, Sforza renunció a parte de las conquistas en el este de Lombardía obtenidas por su condotiero Bartolomeo Colleoni. Como entre los firmantes del tratado estaba el rey Alfonso de Nápoles, Sforza también abandonó su apoyo al pretendiente Renato de Anjou. Asimismo se propuso conquistar Génova, posesión de los Anjou: cuando una revuelta los sacó del poder en 1451, hizo elegir a su pupilo Spinetta Campofregoso como dogo de Génova. Sforza ocupó Génova y Savona hasta 1464. Sforza sufría de hidropesía y gota. En 1462 corrieron rumores sobre su muerte y surgieron disturbios en Milán. Sin embargo, sobrevivió cuatro años más, hasta fallecer en marzo de 1466, siendo su sucesor su hijo el duque Galeazzo María Sforza. Sforza es mencionado muchas veces en El príncipe de Maquiavelo, que resalta su habilidad para gobernar, y como ejemplo ilustrativo del peligro que conlleva para un gobernante apoyarse en tropas mercenarias. Galeazzo María Sforza (Fermo, 24 de enero de 1444-Milán, 26 de diciembre de 1476) fue duque de Milán. Era un miembro de la familia Sforza, los gobernantes de Milán, famosos como patrocinadores de las artes y música. Galeazzo María Sforza también fue conocido por llevar una vida lujuriosa y ser cruel y tiránico. Galeazzo era hijo de Blanca María Visconti y de Francisco Sforza, un general popular y aliado de Cosme de Médici. Contrajo matrimonio dentro de la familia Gonzaga, y a la muerte de su esposa Dorotea contrajo matrimonio otra vez, con Bona, la hija de Luis de Saboya. Galeazo falleció asesinado el 26 de diciembre de 1476 y está enterrado en la Iglesia de San Esteban en Milán. Galeazzo era famoso como un protector de la música. Bajo su dirección, financiación económica y estímulo, su capilla creció hasta convertirse en una de los conjuntos musicales más famosos y significativos históricamente. Compositores del norte de Europa, especialmente los franco-flamencos, pertenecientes hoy en día a los Países Bajos, fueron a cantar en su capilla y escribieron misas, motetes y música secular para él. Algunas de las figuras asociadas con la capilla Sforza incluyen a Alexander Agricola, Johannes Martini, Loyset Compère y Gaspar van Weerbeke. No obstante, la mayoría de los cantantes de la capilla huyeron tras el asesinato de Galeazzo para asentarse en otros lugares, por lo que pronto se dio un auge en los estándares musicales en las ciudades que, como Ferrara, los habían acogido. Galeazzo, a pesar de su amor por la música, es también recordado por tener un lado cruel. Notable mujeriego, a menudo pasaba a sus mujeres a sus cortesanos, una vez que se hartaba de ellas. En una ocasión mandó ejecutar a un cazador haciendo que se tragara una liebre entera (piel incluida); clavó a un hombre vivo en su ataúd e hizo que un sacerdote que le había predicho un breve reinado fuera castigado a morir de hambre. Tales comportamientos le granjearon muchos enemigos en Milán. Hubo tres principales involucrados en la muerte de Galeazzo: Carlos Visconti, Gerolamo Olgiati y Giovanni Andrea Lampugnani, todos oficiales con altos cargos en la corte milanesa. Lampugnani descendía de la nobleza milanesa y se le reconoce como cabeza de la conspiración. Sus principales motivos estaban basados en una disputa por unas tierras, en la que Galeazzo falló al intervenir haciendo que la familia Lampugnani perdiera propiedades considerables. Visconti y Olgiate también se enemistaron con el duque: Olgiate era un republicano idealista, y Visconti creía que el duque había desvirgado a su hermana. Tras estudiar cuidadosamente los movimientos del Duque, los conspiradores hicieron su movimiento el día después de Navidad, en 1476, día de Santo Stefano (San Esteban), el patrón de la iglesia donde se llevaría a cabo el asesinato y día de fiesta en la tradición italiana. Apoyados por unos treinta amigos, los tres hombres esperaron en la iglesia a que el duque asistiera a misa. Cuando llegó, Lampugnani se arrodilló ante él e intercambiaron varias palabras. De repente, se incorporó y lo apuñaló en la ingle y el pecho. Olgiati y Visconti se le unieron rápidamente, así como un sirviente de Lampugnani. Galeazzo murió en cuestión de segundos, y todos los asesinos escaparon apresuradamente del posterior tumulto salvo Lampugnani, que se enredó en unas telas de la iglesia y fue asesinado. El cadáver del Duque fue retirado la noche del asesinato, llevado al castello y amortajado. En cambio, el de Giovanni Andrea Lampugnani no tardó en caer en posesión de las masas, que lo arrastraron por las calles, apaleándolo hasta que fue colgado, boca abajo, fuera de su casa. Al día siguiente lo bajaron, y tras someter a juicio al cadáver, lo decapitaron y en un acto simbólico, le cortaron la mano derecha, "pecadora", la quemaron y la exhibieron. A pesar de la reacción pública inicial, el gobierno repartió justicia pronta, que no tardó en verse alentada por el propio pueblo. Los conspiradores no pensaron demasiado en las repercusiones de su crimen, y fueron capturados en pocos días. Visconti y Olgiati fueron encontrados y ejecutados, así como el sirviente de Lampugnani que había participado en el asesinato, en una ceremonia pública que concluyó con la exposición de los cuerpos como advertencia a otros. La evidencia de las confesiones de los conspiradores indica que el asesinato fue promovido por el humanista Cola Montano, que había abandonado Milán meses antes y que guardaba rencor a Galeazzo por haber recibido una paliza pública unos años antes. Elementos similares indican que este asesinato influenció, a su vez, la conspiración Pazzi, un intento posterior de derrocar a los Médici del poder en Florencia, que ocurrió tan solo dos años después. |
Cónyuges. |
Girolamo Riario (Savona, 27 de febrero de 1443 – Forlì, 14 de abril de 1488), fue un aristócrata italiano, sobrino del papa Sixto IV y esposo de Caterina Sforza. Gracias al apoyo de su tío fue conde de Bosco, vicario de Imola y de Forlì, Capitán General de la Iglesia y condestable del Reino de Nápoles. Principal instigador de la conspiración de los Pazzi contra los Médici de Florencia y de la guerra de Ferrara contra el duque Hércules I de Este, murió asesinado por miembros de la familia Orsi. Girolamo Riario nació en la comuna italiana de Savona (República de Génova), hijo de Paolo Riario y de Bianca della Rovere; tuvo al menos dos hermanos: Pietro y Violante. Las noticias de sus años juveniles son escasas e inciertas; algunos autores dicen que fue comerciante de especias o drogas, otros lo mencionan como escribano público. La elección al papado de su tío materno Francesco (Sixto IV) en 1471 fue decisiva para su posterior ascenso en la escala social. Durante todo su pontificado Sixto IV favoreció a su familia con un nepotismo intensivo, concediendo a sus sobrinos numerosos beneficios eclesiásticos y estableciendo alianzas matrimoniales con las principales familias italianas. Pietro y su primo Giuliano fueron creados cardenales, como lo serían posteriormente Cristoforo, Girolamo Basso, Raffaelle y Domenico; Bartolomeo fue nombrado obispo, Leonardo, prefecto de Roma y Giovanni, vicario de Senigallia. Girolamo fue nombrado conde de Bosco y se pactó su matrimonio en la familia del duque de Milán Galeazzo María Sforza, de la misma manera que sus primos Leonardo y Giovanni se habían casado respectivamente con las hijas del rey de Nápoles Ferrante I y del duque de Urbino Federico da Montefeltro. Con la intermediación de su hermano Pietro, en junio de 1472 Girolamo viajó a Milán para ajustar las capitulaciones matrimoniales con Costanza Fogliani, hija del difunto Corrado da Fogliano, que era medio hermano del duque Sforza, y de Gabriella Gonzaga, hija del marqués de Mantua Ludovico III Gonzaga; las negociaciones llevaban buen camino y Galeazzo otorgó a Girolamo el derecho a unir su apellido al de los Visconti.Costanza tenía solo once años y solo "en tiempo conveniente y en edad legítima" comenzaría su vida marital, pero para evitar una posible futura nulidad matrimonial, Girolamo exigió la consumación del matrimonio, a lo que la madre se negó tan obstinadamente que la boda se frustró. El duque Galeazzo, deseando asegurarse la alianza con la familia del papa, ofreció en las mismas condiciones a su hija Caterina, de diez años, y la boda se celebró en enero de 1473 con la bula papal que les absolvía de las irregularidades cometidas durante todo el proceso. La novia siguió residiendo varios años en Milán con su familia. El duque de Milán Galeazzo María Sforza había conquistado la ciudad de Imola a Taddeo Manfredi y pensaba vendérsela a la República de Florencia, pero disconforme con el trastorno que esta operación provocaría en la disposición territorial de la Romaña, el papa maniobró para comprarla para los Estados Pontificios, y en noviembre de 1473 invistió a Riario como vicario de la misma. A principios de 1474 murió su hermano Pietro dejando una cuantiosa fortuna, que por voluntad del papa fue a parar a manos de Girolamo. Comenzaron aquí sus años dorados: con residencia en Roma, su presencia fue constante en la vida política y artística de la ciudad; su gran influencia sobre el papa llevó a sus contemporáneos a llamarle "emperador de la Iglesia" o "archipapa". Hacía y deshacía como el mismo Santo Padre, y gobernaba los estados de la Iglesia, y daba audiencia y despachaba a los embajadores. En 1477, después del asesinato del duque de Milán, su hija Caterina viajó a Roma para establecerse con Girolamo. La familia alternó su estancia en el Palazzo Altemps, recién edificado sobre un diseño de Melozzo da Forlì, con su villa de verano en el actual Palacio Corsini. Aficionado a la caza, Riario se hizo construir una tercera residencia en Magliana, donde organizó batidas famosas, sin descuidar algunos viajes a Imola para dirigir los trabajos de ampliación de la arquitectura militar y civil. Con Catalina tuvo seis hijos, Ottaviano, quien heredó el señorío de Imola, César, Giovanni, Galeazzo, Francesco, y una hija, Bianca. En 1477 fue uno de los principales instigadores de la conspiración de los Pazzi: con el objetivo de apartar del gobierno de Florencia a los Médici apoyó a los enemigos de éstos en la conjura que organizaban. En abril de 1478 el arzobispo de Pisa Francesco Salviati, Francesco de' Pazzi, Jacopo de' Pazzi y varios cómplices, apoyados por las tropas de Giovanni Battista de Montesecco, llevaron a cabo un atentado en el que Lorenzo de Médici resultó herido y su hermano Giuliano muerto. En los alborotos que siguieron, los conjurados fueron linchados por la muchedumbre o ejecutados por la justicia florentina. La muerte de Salviati y la de varios prelados más y el encarcelamiento de Raffaelle Riario, violando la inmunidad eclesiástica de la que debían gozar, llevó al papa a decretar la excomunión de Lorenzo y a exigir a los florentinos su destierro, y ante la negativa de éstos, en julio de 1478, aliado con Nápoles y Siena, ordenó atacar Florencia, que contaba con el apoyo de Venecia, Milán y Francia, en la llamada guerra de Toscana. Fue en este contexto que el rey Ferrante de Nápoles le nombró condestable.[16]Comprendiendo que Florencia sería incapaz de resistir por la fuerza militar, Lorenzo buscó y consiguió en 1480 un acuerdo de paz bilateral con Ferrante de Nápoles. En febrero de 1480 murió el signore de Forlì Pino III Ordelaffi dejando como heredero a su hijo de doce años Sinibaldo, acto que fue confirmado por el papa Sixto. Los hermanos Antonio, Francesco y Ludovico Ordelaffi, considerando tener derecho a la signoria por ser hijos de Cecco (hermano de Pino), que había sido investido por Paulo II, comenzaron una disputa por el control de la ciudad contra Sinibaldo, ganándose al apoyo del pueblo. En julio murió Sinibaldo de una enfermedad, con lo cual la ciudad debía revertir a los Estados Pontificios, y el papa envió a Federico de Urbino y a Roberto Malatesta a retomar Forli para la Iglesia. Los forliveses acordaron entregar la ciudad al papa a cambio de la exención de impuestos y solicitaron que Gian Francesco da Tolentino quedara como gobernador. El papa nombró vicario a Riario en agosto. En septiembre de 1480 fue nombrado Capitán general de la Iglesia. La deslealtad del rey de Nápoles durante la guerra de Toscana y el apoyo del duque de Ferrara Hércules I de Este a los florentinos motivó la desconfianza del papa hacia ambos; Riario, que tenía su ambición puesta en Faenza, viajó a Venecia para entrevistarse con el dux Giovanni Mocenigo y el Senado, y obtuvo su ayuda militar, ofreciéndoles quedarse con Ferrara. A la liga papal se unieron Génova, el marqués de Montferrato Guillermo VIII y el conde de San Secondo Pier Maria II de' Rossi, mientras Ferrara y Nápoles encontraron el apoyo de Milán, Florencia, el marqués de Mantua Federico I Gonzaga, Giovanni II Bentivoglio de Bolonia y Federico de Urbino. Entretanto se habían encendido nuevamente en Roma los enfrentamientos entre los Colonna y Della Valle, por un lado, y los Orsini y Santacroce, por otro, y ambos bandos se aliaron, los primeros con Nápoles y los segundos con el papa; en este escenario Riario tuvo una parte decisiva en el encarcelamiento de los cardenales Colonna y Savelli por sus relaciones con el rey napolitano. En abril de 1482 Ferrante de Nápoles metió sus tropas en los Estados Pontificios con el pretexto de defender a los Colonna; en junio, su hijo Alfonso de Calabria puso su campamento a vista de Roma, pero en julio las fuerzas venecianas dirigidas por Roberto Malatesta le hicieron retirarse y en agosto le derrotaron en Campomorto. En diciembre pontificios y napolitanos firmaron un tratado de paz, pero Venecia se negó a aceptarlo, deseando todavía ampliar su territorio con el de Ferrara, y la guerra prosiguió, esta vez con todos los participantes, incluido el papa, aliados contra Venecia. La paz de Bagnolo se firmó en julio de 1484. La feliz suerte de la familia cambió bruscamente con la muerte de Sixto IV en agosto de 1484. El día siguiente de su fallecimiento una muchedumbre inducida por sus enemigos los Colonna asaltó el palacio romano de los Riario; Girolamo, que había puesto el Castillo de Sant'Angelo bajo la custodia de Caterina, aceptó cederlo al Colegio Cardenalicio y retirarse de Roma tras el pago de una fuerte suma de dinero, y en septiembre salió en dirección a sus dominios de Imola y Forlì antes de que fuera elegido papa Inocencio VIII. Durante los primeros meses de su estancia en Forlì fue un gobernante bien apreciado por el pueblo. Aprovechando el dinero que le quedaba de sus tiempos como favorito del papa mandó llevar suministros para reducir la carestía e hizo fuertes inversiones en obra pública, especialmente en la terminación de la Rocca di Ravaldino, pero pronto los fondos se terminaron. Riario, mal aconsejado por su lugarteniente Niccoló Pansecco y por su mujer y obligado por la necesidad, reinstauró los antiguos impuestos que en 1480 había prometido abolir, y su popularidad cayó rápidamente. Los campesinos de la comarca protestaron contra las tasas que les obligaban a llevar a la ciudad, sin ninguna compensación, cierta cantidad de leña, grano, paja y forraje destinados al mantenimiento de la guardia del conde; los forliveses se mostraron descontentos contra los nuevos impuestos; el consejo de ancianos se opuso abiertamente contra la voluntad del conde de fundar un monte de piedad. Al mismo tiempo tuvo que hacer frente a sus antiguos enemigos: el papa Inocencio VIII, siguiendo la misma política nepotística que su antecesor, se alió con Lorenzo de Médici y entre ambos concertaron la boda de sus respectivos hijos Franceschetto y Maddalena, con pretensiones sobre la Romaña. El cardenal Savelli era ahora legado en Bolonia. Los ataques contra los territorios bajo la jurisdicción de Riario fueron constantes: los tres hermanos Zampechi recuperaron por la fuerza los castillos de San Mauro, Giovedio y Talamello que Sixto IV había dado a Riario; Taddeo Manfredi intentó adueñarse de Imola; Antonio Ordelaffi, de Forli; Melchiorre Zocchejo, de la Rocca di Ravaldino. Pero lo que motivó su asesinato fue una cuestión financiera. Con Ludovico Orsi había tenido una fuerte discusión sobre la imposición de nuevas tasas; a su hermano Checco le reclamaba insistentemente el pago de una deuda que éste debía satisfacer por el negocio de venta de carne, y a ambos les surgió la sospecha de que Riario planeaba algún daño contra ellos. A los Orsi se unieron Giacomo Ronchi y Ludovico Pansechi, soldados de las tropas de Riario, que se sentían desdeñados por no haber recibido las recompensas que les habían prometido por sus servicios, y entre los cuatro se conjuraron para matarlo, con la ayuda de un pequeño grupo de hombres reclutados entre sus familiares y amigos. El lunes 14 de abril a última hora de la tarde, Ludovico Orsi situó a sus hombres en la plaza frente al Palacio de la Señoría mientras Checco Orsi, Ronchi y Pansechi entraron al edificio fingiendo solicitar audiencia y apuñalaron a Riario hasta la muerte. En el alboroto murieron también Agamennone Orsi (hijo de Checco), acuchillado por el cuñado de Riario, y el alguacil Antonio da Montecchio, linchado en la plaza por una muchedumbre que acudió en apoyo de los conjurados. El palacio fue saqueado y el cadáver de Riario arrojado por la ventana a la calle, donde una turba desnudó y vejó el cuerpo. Caterina, sus seis hijos, su hermana Stella y su madre Lucrecia, fueron retenidos en casa de los Orsi. Checco propuso hacer de Forlì una república independiente, pero el consejo de gobierno,[f] previendo la llegada de los milaneses en apoyo de Caterina, decidió entregar la ciudad a los Estados Pontificios; el protonotario apostólico Bernardino Savelli, que ejercía como gobernador de Cesena, llegó el día 15 para tomar posesión de ella en nombre del papa. Con una estratagema Caterina consiguió refugiarse en la Rocca de Ravaldino, bajo el control de Tommaso Feo, dejando a su familia como rehenes de los Orsi, y con la ayuda militar enviada desde Milán y Bolonia por Ludovico Sforza y Giovanni II Bentivoglio consiguió recuperar el control de la ciudad, ejerciendo durante los años siguientes como regente de su hijo Ottaviano, a quien por derechos hereditarios le correspondía el vicariato. Riario fue sepultado en la catedral de Imola; sus asesinos huyeron de la ciudad. |
Giacomo Feo (c. 1471 – 27 de agosto de 1495), fue el segundo marido de Caterina Sforza , condesa de Forlì. Nació y murió en Forlì. Giacomo Feo era hermano de Tommaso Feo, el castellano que permaneció fiel a Caterina Sforza tras el asesinato de su marido Tras el asesinato en 1488 del primer marido de Caterina Sforza, el conde Girolamo Riario , señor de Imola y Forlì , ella nombró a Giacomo Feo, un apuesto mozo de cuadra de su casa, castellano de la fortaleza Ravaldino en Forlì. Feo y Sforza se convirtieron en amantes y se casaron en secreto para que ella pudiera evitar la posibilidad de perder la custodia de sus hijos y la regencia. Las crónicas y los despachos diplomáticos de la época informaban que Sforza estaba muy enamorada de Feo, y se temía que ella le diera precedencia política y poder, pasando por alto a su hijo mayor y heredero de Riario, Ottaviano. Estos temores llevaron a dos conspiraciones fallidas para asesinar a Feo y Sforza. La tercera conspiración, organizada por Giovanni Antonio Ghetti, finalmente logró matar a Feo el 27 de agosto de 1495, cuando él, Sforza y su séquito regresaban a Forlì de una cacería. Sforza y su hija, Bianca, encabezaban el grupo en un carruaje, mientras que Feo, junto con sus hijos, Ottaviano y Cesare, los seguían a caballo. Al acercarse a la puerta Schiavonia de Forlì, los conspiradores separaron a Feo de los demás, lo apuñalaron y lo golpearon hasta la muerte. Sforza escapó a la seguridad de Ravaldino. Giovanni Antonio Ghetti creyó que sería considerado un libertador de la ciudad, pero Caterina Sforza respondió con rapidez para vengar el asesinato de Feo. Treinta y ocho personas fueron ejecutadas por el crimen, entre ellas Ghetti, su esposa e hijos, y muchas otras fueron encarceladas o exiliadas. Giacomo Feo fue enterrado en la Iglesia de San Girolamo en Forlì. Su retrato ocupó un lugar destacado en un fresco pintado por Marco Palmezzano , El Milagro de Santiago el Mayor , en la Capilla Feo, la Iglesia de San Biagio, Forlì. El fresco fue destruido durante la Segunda Guerra Mundial. |
Giovanni di Pierfrancesco di Medici, apodado "il Popolano", "El Populista", (Florencia, 21 de octubre de 1467-Bagno di Romagna, 14 de septiembre de 1498) fue un miembro de la rama llamada "de los populistas" de la influyente familia florentina Médici, hijo de Pierfrancesco el Viejo y hermano menor de Lorenzo di Pierfrancesco de Médici. Tras la muerte de su padre en 1476, él y su hermano, tuvieron como tutores a sus primos Juliano y Lorenzo. Crecieron en el ambiente culto y refinado que rodeaba a Lorenzo el Magnífico. Ambos se formaron bajo las enseñanzas de ilustradas personalidades como Marsilio Ficino y Angelo Poliziano, desarrollando pasión por los estudios clásicos y por los libros, a tal punto que construyeron una completa biblioteca de manuscritos iluminados. Con el tiempo, la relación con Lorenzo se deterioró por motivos económicos, ya que El Magnífico administraba la herencia de los hermanos, y no la entregó cuando ellos cumplieron la mayoría de edad. La hostilidad fue grande y solamente se pudo llegar a un acuerdo gracias al arbitraje de un magistrado quien puso temporalmente un fin al conflicto. Tras la muerte de Lorenzo, la enemistad entre ambas ramas familiares vuelve a surgir, al enemistarse con su sucesor, Pedro II de Médici, quien los exilió en abril de 1494. El exilio fue breve ya que en noviembre de ese mismo año ambos volvieron a Florencia, cuando Pedro huyó tras la entrada en la ciudad de Carlos VIII de Francia quien reclamaba para sí el poder. Juan y su hermano apoyaron al nuevo gobierno republicano instaurado por Savonarola tomando el epíteto de "Populistas" para distanciarse de la rama tiránica de su familia y así testimoniar su fidelidad al nuevo régimen. En 1497, Juan se casó en secreto con la célebre Catalina Sforza, señora de Imola y condesa de Forlì. De esa unión nació al año siguiente un hijo de nombre Ludovico, pero a los pocos meses Juan enfermó y murió y su esposa le dio su nombre al hijo, quien fuera años más tarde conocido como Juan de las Bandas Negras, último Capitán de Ventura y padre de Cosme I de Médici, quien sería el primer gran duque de Toscana. |
Descendientes. |
Juan de Médici o Giovanni de Médici (en italiano) o Giovanni de las Bandas Negras o Giovanni dalle Bande Nere (en italiano) (1498-1526) fue un célebre condotiero italiano del Renacimiento.Nació en Forli, hijo de Giovanni de Médici (il Popolano) y Catalina Sforza, una de las mujeres más famosas del Renacimiento. Nació en Forlì, hijo de Juan de Médici (il Popolano) y de Catalina Sforza, una de las mujeres más famosas del Renacimiento. Originalmente fue bautizado como Ludovico, pero cuando su padre murió seis meses después de su nacimiento, su madre lo rebautizó como Giovanni, castellanizado "Juan". Desde una edad temprana mostró una gran aptitud para las actividades físicas y de combate; aprendiendo pronto esgrima e hípica. A los 12 años cometió su primer asesinato y, debido a su comportamiento, se le expulsó dos veces de Florencia, por lo que fue llamado por sus enemigos como "il Gran Diavolo". Juan de Médici se casó con María Salviati y tuvo un hijo, Cosme (1519-1574), que llegó a ser gran duque de Toscana. Se hizo condotiero, prestando sus servicios al Papa León X -Juan Lorenzo de Médici, primo de su padre- y recibió su bautismo de fuego a los 18 años, en la guerra contra Francesco Maria della Rovere, duque de Urbino. Venció en 22 días. Con el estallido de la guerra italiana de 1521-1526, León X se alió con el emperador Carlos V, por lo que Médici se unió al ejército aliado liderado por Prospero Colonna, para el que sirvió en la batalla de Vaprio d'Adda. En diciembre del mismo año murió León X y Juan añadió a su insignia unas bandas negras, en señal de duelo por su protector y pariente. De ahí el apelativo de Giovanni delle Bande Nere y el de su escuadra mercenaria, las Bandas Negras. Médici y su grupo se pasaron en 1522 al servicio de los franceses, aparentemente por su rivalidad con otro comandante papal, Guido Rangoni, nombrado comandante en vez de él. Lucharon en el bando francés contra Colonna en la batalla de Bicoca, pero fueron vencidos.[4] Al año siguiente, los imperiales le ofrecieron más dinero, por lo que volvió a su bando. Pronto les daría una gran victoria contra el campamento francés de Pierre Terrail de Bayard y otra contra los franceses en Caprino Bergamasco en enero de 1524. Ascendió al trono de San Pedro su pariente Clemente VII, que pagó las deudas de Juan a cambio de que volviera a cambiarse al bando francés, y así lo hizo con presteza a finales de 1524. Sin embargo, fueron de nuevo por los imperiales, esta vez en la batalla de Pavía, que terminó con la captura del rey francés, Francisco I. Médici no participó, habiendo sido previamente herido en la pantorrilla de un arcabuzazo, por lo que evadió la captura y huyó a Venecia con los restos de su compañía. En 1526 luchó, de nuevo en el bando francés y papal, en la Guerra de la Liga de Cognac, estando al mando de las operaciones terrestres de la liga mientras Andrea Doria se ocupaba de las navales. Con ellos tuvo su última batalla, tras la que moriría. Después de una corta, pero ilustre vida militar, Juan murió a causa de la gangrena en Mantua, el 30 de noviembre de 1526, cuatro días después de que un disparo de falconete le hiriera en un muslo en una batalla cerca de Governolo (Roncoferraro), contra los lansquenetes del Sacro Imperio Romano Germánico durante la Guerra de la Liga de Cognac. Su derrota permitió la reunión de las tropas imperiales con las de Carlos III de Borbón en Fiorenzuola d'Arda. La temprana muerte de Juan marcó el fin de la era de los condottieri y sus tácticas de guerra, muy enfocadas en la caballería pesada, que habían quedado a merced de la nueva artillería móvil. Se le recuerda por tanto, como el último gran condottiero. Su reputación se debe en parte a Pietro Aretino, amigo íntimo y autor de versos eróticos muy comentados en la época. Aretino estuvo presente en su lecho de muerte y en una carta famosa describió la escena -se necesitaron 10 hombres para sujetarle mientras le amputaban la pierna- y su coraje ante la muerte. Cosme I de Médici (Florencia, 12 de junio de 1519 – Villa di Castello, 21 de abril de 1574), II Duque de Florencia (1537-1569) y I Gran Duque de Toscana (1569-1574), durante los últimos años del Renacimiento. Fernando I de Médici, (Florencia, 30 de julio de 1549 - id., 17 de febrero de 1609), Tercer Gran Duque de Toscana entre 1587 y 1609. Quinto hijo del Duque Cosme I de Médici y de Leonor Álvarez de Toledo, fue ordenado cardenal en 1562, con catorce años de edad. Cosme (Cosimo) II de Médici (12 de mayo de 1590 – 28 de febrero de 1621) gobernó como IV gran duque de Toscana desde 1609 hasta 1621. Margarita de Médici (Florencia, 31 de mayo de 1612 – Parma, 6 de febrero de 1679) fue una noble italiana, duquesa consorte de Parma y Piacenza y esposa de Odoardo I Farnesio. Fue regente de Piacenza en 1635 y regente de todo el ducado en 1646, a la muerte de su marido. Ranuccio II Farnesio (en italiano: Ranuccio II Farnese) (Parma, 17 de septiembre de 1630 – Parma, 11 de diciembre de 1694), fue el sexto duque de Parma y Plasencia y séptimo duque de Castro. Eduardo II Farnesio (en italiano:Odoardo Farnese) (Colorno, 12 de agosto de 1666 – 6 de septiembre de 1693), heredero del ducado de Parma y Plasencia. Isabel Farnesio (Parma, 25 de octubre de 1692- Aranjuez, 10 de julio de 1766), fue una aristócrata italiana, reina consorte de España como segunda esposa del rey Felipe V y madre de Carlos III. Carlos III de España (Madrid, 20 de enero de 1716-ibid., 14 de diciembre de 1788), llamado «el Político»a o «el Mejor Alcalde de Madrid», fue rey de España desde 1759 hasta su muerte en 1788, duque de Parma y Plasencia —como Carlos I— entre 1731 y 1735, rey de Nápoles —como Carlos VII— y rey de Sicilia —como Carlos V— entre 1734 y 1759. Carlos IV de España, llamado «el Cazador» (Portici, 11 de noviembre de 1748-Nápoles, 19 de enero de 1819), hijo y sucesor de Carlos III y de María Amalia de Sajonia fue rey de España desde el 14 de diciembre de 1788 hasta el 19 de marzo de 1808. Fernando VII de España, llamado «el Deseado» y «el rey Felón» (San Lorenzo de El Escorial, 14 de octubre de 1784-Madrid, 29 de septiembre de 1833), ocupó personalmente el trono español entre marzo y mayo de 1808 y, tras la salida de España del «rey intruso» José I Bonaparte y su vuelta al país, nuevamente desde mayo de 1814 hasta su muerte, exceptuando un brevísimo intervalo de unos pocos días de 1823 en que sus funciones fueron asumida por un Consejo de Regencia de acuerdo con lo establecido en la Constitución de 1812. Isabel II de España, llamada «la de los Tristes Destinos» o «la Reina Castiza» (Madrid, 10 de octubre de 1830-París, 9 de abril de 1904), fue reina de España entre 1833 y 1868, gracias a la derogación del Reglamento de sucesión de 1713 (comúnmente denominado «Ley Sálica» aunque, técnicamente, no lo fuera) por medio de la Pragmática Sanción de 1830. Alfonso XII de España, apodado «el Pacificador» (Madrid, 28 de noviembre de 1857-El Pardo, 25 de noviembre de 1885), fue rey de España entre 1874 y 1885. Hijo oficialmente de la reina Isabel II y el rey consorte Francisco de Asís de Borbón, con el inicio de su reinado terminó la Primera República y comenzó el período conocido como Restauración. Alfonso XIII de España, llamado «el Africano» (Madrid, 17 de mayo de 1886-Roma, 28 de febrero de 1941) fue rey de España desde su nacimiento hasta la proclamación de la Segunda República Española el 14 de abril de 1931. Juan de Borbón y Battenberg (Real Sitio de San Ildefonso, 20 de junio de 1913-Pamplona, 1 de abril de 1993) fue jefe de la casa real española entre 1941 y 1977 y, como tal, pretendiente legítimo a la Corona de España. Juan Carlos I de España (Roma, 5 de enero de 1938) ha sido rey de España desde el 22 de noviembre de 1975 hasta el 18 de junio de 2014, cuando abdicó la Corona en su hijo Felipe VI. Felipe VI de España. |
Regiones rojas italianas. |
Las "regiones rojas" en Italia se refieren a dos contextos políticos diferentes: históricamente, se referían a las regiones del centro-norte como Emilia-Romaña, Toscana y Umbría, debido al fuerte apoyo al Partido Comunista Italiano. La política de partidos en Italia es reconocida por su carácter regional. Muchas áreas y lugares a lo largo de esta democracia peninsular brindan seguridad electoral e identidades políticas tanto para los partidos como para los votantes italianos. Una de las regiones electorales más reconocidas de Italia se conoce como la zona rossa , o "la zona roja" . Compuesta por las regiones administrativas de Emilia-Romaña, Toscana, Umbría y Marcas, el nombre de esta área proviene de los históricamente altos niveles de apoyo que los partidos de la izquierda italiana, y en particular el Partido Comunista Italiano (PCI), disfrutaron después de la Segunda Guerra Mundial. En cada elección nacional desde 1946, el apoyo a los partidos de la izquierda italiana ha sido al menos un diez por ciento más alto que el promedio nacional dentro de estas cuatro regiones administrativas que constituyen la zona rossa, afirmando así que esta área de Italia tiene un nombre apropiado. Las explicaciones de este patrón electoral particular suelen basarse en tradiciones sociohistóricas de larga data y subculturas políticas territoriales. Este último término proviene de la noción de cultura política de Almond (1956), que puede caracterizarse como los apegos y orientaciones políticas que comparten los grupos y subgrupos de una entidad política. A la luz de los cambios recientes ocurridos dentro de la política de partidos italiana, y en particular la transformación de la propia izquierda italiana, puede ser necesario reevaluar la geografía electoral de la zona rossa . Después de revisar los orígenes de las tendencias izquierdistas en el centro-norte de Italia, se presentan los patrones contemporáneos de apoyo a la nueva izquierda italiana, y en particular, al Partido Democrático de la Izquierda (PDS) y a los Comunistas Refundados (RC) dentro de la zona rossa . De campesinos y lugares. Hace más de treinta años, Mattei Dogan (1967) acuñó el término «campesino rojo» para describir al amplio segmento del electorado agrícola italiano que apoyaba a los partidos comunista y socialista italiano. Las zonas rurales de Toscana y Emilia-Romaña también se identificaron como «entre las más rojas de toda Europa occidental» (1967, p. 146), y probablemente el hogar de muchos de estos campesinos rojos. Las principales explicaciones dadas para las tendencias izquierdistas presentes en estas regiones incluyen los legados persistentes de la aparcería, el arraigado sentimiento anticlerical de los agricultores arrendatarios y jornaleros agrícolas, y el papel que desempeñaron los comunistas durante la resistencia al fascismo durante la segunda mitad de la Segunda Guerra Mundial. Según Dogan (1967, p. 148), las tradiciones que dieron origen a esta subcultura territorial comunista estaban “demasiado arraigadas para sufrir algún cambio radical en el futuro cercano” , pero proporcionan un buen punto de partida desde el cual puede comenzar este examen de los patrones de votación contemporáneos encontrados dentro de la zona rossa . Las subculturas territoriales son señaladas por Trigilia (1986, pp. 49-50) por su “elevado grado de consenso para una fuerza política específica y [por] una elevada capacidad para agregar y mediar intereses diversos” . Dos de las subculturas políticas históricas más ampliamente reconocidas de Italia son la católica ubicada en el noreste de la península y la subcultura comunista en el centro. La capacidad de las poblaciones en estas áreas para mediar efectivamente intereses y alcanzar consenso proviene, en parte, de las redes sociales cooperativas y los altos niveles de capital social encontrados en cada área respectiva, aunque la subcultura católica ha sido seriamente desafiada por la secularización y por la desaparición de los demócrata-cristianos, una vez dominantes, en 1993. Los exámenes de Putnam (1993) del comportamiento cívico en Italia respaldan esta afirmación, ya que el tejido social en estas dos áreas de hecho sobresale en términos de desempeño institucional y desarrollo económico, al menos a nivel regional. Ciertas circunstancias históricas anteriores a la creación del Estado italiano en 1870, además de desarrollos socioeconómicos posteriores, iluminan las particularidades de la sociedad en el centro de Italia que desde entonces han contribuido al surgimiento de la subcultura política comunista que se cree que se manifiesta como la zona rossa. A lo largo del siglo XIX, la mezzadria , o aparcería, fue el modo dominante de producción agrícola para gran parte de la población rural del centro de Italia, especialmente en Toscana. Si bien la preservación de las relaciones casi medievales entre propietarios y arrendatarios por parte de la élite gobernante en estas zonas rurales protegió a los campesinos de las vicisitudes de la modernización y el grano importado, otro efecto fue que muchos de estos lugares se volvieron más introspectivos (Trigilia, 1986). La defensa de lo local frente a los efectos adversos del mercado y el nuevo Estado posiblemente reforzó las identidades territoriales, el sentido de comunidad y las redes familiares que ya eran vitales para la actividad de aparcería (Ginsborg, 1990; Smith, 1959; Marcy, 1997). Ginsborg (1990, pp. 28-29) describe que, “Las familias de aparceros habían desarrollado de hecho una rica red de intercambios y ayuda mutua; típica de estas era la aiutarella, el intercambio de trabajo entre familias en momentos cruciales del calendario agrícola, como en la época de trilla” . Dichas prácticas, y la agricultura colectiva en general, consolidaron el sentido general de comunidad entre los aparceros y probablemente exacerbaron las tensiones entre propietario y arrendatario. Con la aristocracia reticente a poner en peligro el acuerdo de tenencia de la tierra y a detener la explotación de la mano de obra agrícola, la agricultura en el centro de Italia continuó operando a principios del siglo XX de manera muy similar a mediados del siglo XIX. En otras zonas del centro de Italia, y en particular en Emilia-Romaña, el trabajo agrícola sin tierra era mucho más predominante que la aparcería, y la estructura de clases general era más diversa que en Toscana. Sumado a la influencia de un centro urbano-industrial cercano, concretamente Bolonia, el movimiento socialista surgió antes en esta región que en zonas más periféricas debido a la organización e influencia de los movimientos obreros a finales del siglo XIX. Sin embargo, la naturaleza de las relaciones sociales, las malas condiciones laborales y las sospechas asociadas con la estatalidad y la modernización convertirían gran parte del centro de Italia en un terreno fértil para los movimientos de izquierda. No es necesario ir muy lejos para observar las diversas influencias del socialismo europeo de principios del siglo XX en el panorama social, político y económico de Italia. Con las tensiones laborales manifestadas y acentuadas por las huelgas en los sectores industrial y agrícola, el movimiento socialista se difundió desde los centros urbanos hacia el campo (Clark, 1984). Fue durante este período, tanto en las zonas urbanas como rurales del centro-norte de Italia, que proliferaron los sindicatos, las federaciones de jornaleros, las cooperativas y las Cámaras de Comercio. Los puntos focales de estas organizaciones incluían el aumento salarial, la organización de huelgas y la oposición a la propiedad capitalista, al tiempo que "desafiaban el monopolio de la Iglesia sobre el fervor ritual" (Clark, 1984, p. 42). Si bien el anticlericalismo en el centro de Italia se remonta al siglo XVIII, cuando la Iglesia poseía grandes latifundios, estos sentimientos no se canalizaron ni organizaron eficazmente hasta el surgimiento del movimiento socialista. Además de ser anticlericales, un gran número de estas organizaciones socialistas contaban con el apoyo y la financiación de las comunas, o municipios, en los que operaban, estableciendo así un vínculo crucial entre el movimiento obrero organizado y la administración política local (Trigilia, 1986). La unión entre ideología y organización política en el centro de Italia puede considerarse un producto del tejido social donde florecieron redes sociales asociativas y cooperativas, que permearon muchos aspectos de la sociedad. El auge de las comunas rojas, y también del campesinado rojo, facilitaría posteriormente el establecimiento de la subcultura comunista como pilar del sistema de partidos posterior a la Segunda Guerra Mundial en Italia. Podría decirse que el período más importante en cuanto al desarrollo de la subcultura comunista en el centro de Italia comienza con el fascismo y termina con la Resistencia después de 1943. Las brigadas fascistas no solo buscaron aislar a los movimientos obreros que prevalecían en la década de 1920, sino que también oprimieron brutalmente e intentaron destruir el socialismo y el comunismo italianos (Smith, 1982). Los asesinatos y las palizas públicas a activistas de izquierda durante el fascismo italiano obligaron a la izquierda italiana a la clandestinidad, donde la amplia simpatía izquierdista contribuyó a fortalecer y expandir las redes sociopolíticas preexistentes. De particular relevancia para los habitantes del centro-norte de Italia fue la reinstauración del modo de producción agrícola aparcero por parte del régimen fascista, que, en la práctica, retrocedió al cambio de siglo para quienes trabajaban la tierra (Baccetti, 1987). Tras años de ocultamiento y organización clandestina, los últimos días de la guerra brindaron a los comunistas la oportunidad de resurgir en el panorama sociopolítico. Con el lento avance de las fuerzas aliadas desde el sur de la península y la posición defensiva nazi-fascista sobre Florencia, el centro de Italia se convirtió en el campo de batalla de la Resistencia (Ginsborg, 1990; Trigilia, 1986). A medida que grandes cantidades de refugiados huían de las ciudades y pueblos destruidos durante la retirada alemana, y miles de prisioneros de guerra fugados buscaban protección en el campo, las redes que apoyaron a los comunistas durante el fascismo, y en particular las que involucraban a los aparceros, se utilizaron de forma activa y eficaz durante la Resistencia (Caciagli, 1988; Baccetti, 1987). Así, durante la era fascista, y particularmente al final de la guerra, los comunistas “se convirtieron en el principal punto de referencia con respecto a la defensa de la sociedad local frente a las amenazas y tensiones de la guerra y la ocupación alemana” (Trigilia, 1986, p. 145). Inmediatamente después de la guerra, Italia experimentó una vasta serie de cambios económicos y sociales. El crecimiento de la industria y la manufactura estuvo acompañado de oleadas migratorias masivas, algo que no se había presenciado desde principios de siglo. Sin embargo, estos cambios y movimientos, asociados con la reconstrucción de la economía italiana de posguerra, no se distribuyeron uniformemente en toda la península itálica. La industria mayoritaria se concentró en el noroeste del país, mientras que el sur se vio afectado por el desempleo, el subdesarrollo y la emigración de sus trabajadores más capacitados. El centro-norte de Italia fue, en muchos aspectos, la zona de transición entre el norte industrial y moderno y el sur atrasado (Banfield, 1958). A diferencia del sur de la península, el cambio de la agricultura a la industria en la zona rossa no estuvo necesariamente acompañado de un movimiento masivo de italianos. Baccetti (1987, pág. 23) revela que, aunque muchos "campesinos rojos" abandonaban sus tierras para dedicarse a trabajos manufactureros, gran parte de la población en muchos lugares de Toscana se desplazaba solo "unos pocos kilómetros, unos cientos de metros y, a menudo, nada" , y otras zonas del centro-norte de Italia experimentaron una afluencia neta de migrantes (Ginsborg, 1990, pág. 233). A partir del "milagro económico" italiano de finales de la década de 1950, gran parte del campo italiano fue testigo del surgimiento de la industria ligera, los talleres artesanales y las pequeñas empresas donde antes predominaba la agricultura (y, en particular, la aparcería). Especializadas en productos como textiles, cuero y muebles, las pequeñas empresas del centro-norte de Italia se hicieron famosas en las décadas de 1970 y 1980 por su éxito económico. A medida que los trabajadores agrícolas “se trasladaron” a la industria ligera y a la pequeña empresa después de la guerra, los lazos familiares, la colaboración y las inclinaciones políticas izquierdistas establecidas durante los períodos de aparcería también se trasladaron a sus nuevos medios de vida. Quizás las formas más visibles de colaboración en Italia, y en particular en el centro-norte del país, sean las cooperativas y los consorcios. Estas instituciones, caracterizadas por una combinación de competencia y cooperación, están formadas por grupos de agricultores o pequeñas empresas para aumentar la eficiencia y las ganancias. Por ejemplo, las cooperativas agrícolas comparten equipos, agrupan las cosechas y comercializan vino y aceite de oliva bajo un mismo nombre. Esto permite al pequeño agricultor competir con viñedos y explotaciones agrícolas más grandes, así como con otras cooperativas. Para las pequeñas empresas, ubicadas en ciudades y zonas rurales, los consorcios se forman a menudo para comprar grandes cantidades de bienes a precios más bajos, obtener y garantizar crédito (véase Brusco y Righi, 1989) y prestar diversos servicios a la pequeña empresa, desde la contabilidad hasta la promoción (Brusco, 1995). Estas instituciones no solo promueven las economías de escala, sino que el capital social derivado y reproducido a través de estos esfuerzos de colaboración puede fomentar el desarrollo y el mantenimiento de identidades y orientaciones políticas colectivas. Además, en ciudades como Bolonia, el Partido Comunista Italiano logró convencer a pequeños comerciantes, artesanos y a gran parte de la clase media urbana de que no representaba una amenaza para los intereses de las pequeñas empresas (Ginsborg, 1990). Esta combinación de prácticas empresariales asociativas y un entorno político-económico favorable garantizó el apoyo de la clase media urbana al PCI, lo que a la larga resultó ser una victoria significativa para la izquierda italiana durante la posguerra, ya que contribuyó a consolidar la posición del PCI en los gobiernos locales y regionales. A lo largo de la era de posguerra, las redes sociales arraigadas en la aparcería, las infraestructuras comunales y una riqueza de servicios socioeconómicos evolucionaron tanto en las áreas urbanas como rurales del centro-norte de Italia (Trigilia, 1986; Baccetti, 1987; Caciagli, 1988; Putnam, 1993). Este tipo particular de capital social, en combinación con un sesgo político de izquierdas, sirvió para distinguir la industria ligera y la pequeña empresa en el centro-norte de Italia de la de otras áreas de la península, y también la han convertido en una de las regiones más modernas y económicamente desarrolladas de Europa (Goodman, 1989; Leonardi y Nanetti, 1994). Sin embargo, el éxito económico de la zona rossa no puede atribuirse completamente a las circunstancias e instituciones locales. Los cambios globales en la producción y la demanda en las economías italiana, europea y mundial durante las últimas tres décadas crearon condiciones de las cuales las pequeñas empresas y las empresas en la zona rossa se han beneficiado. Volviendo a la noción de la subcultura política territorial comunista, la transformación relativamente reciente de la política de partidos en Italia ha cambiado dramáticamente el menú de opciones políticas en esta moderna democracia europea. No está del todo claro cómo esta transformación ha alterado la geografía electoral de la zona rossa , y el resto de este artículo intenta arrojar luz sobre el patrón contemporáneo de apoyo a la izquierda italiana en esta área. Redefiniendo las tejas A lo largo de la posguerra, la expresión política de la subcultura territorial comunista se describió a menudo como el voto di appartenenza o el “voto de pertenencia” . Según Parisi y Pasquino (1979, p. 16), este tipo de votación se considera un ritual que reconfirma la pertenencia a un grupo y es "la suma de la inserción social y la identificación partidaria" . La mezcla de historia, instituciones sociales y capital social que es única en el centro-norte de Italia aparentemente canalizó muchos votos hacia el Partido Comunista Italiano y, posteriormente, ayudó a dar forma al bastión territorial de apoyo del PCI, la zona rossa. Menos elección política que identificación social, el voto de pertenencia se asocia con frecuencia con la continuidad en las urnas, el tipo de la que disfrutó el PCI en la zona rossa hasta su desaparición en 1991. La Tabla 2 ilustra dicha continuidad del apoyo al PCI en la zona rossa , que fue sistemáticamente más alto que los promedios nacionales de apoyo. El aumento del apoyo al PCI a lo largo de finales de los años 1960 y 1970 no estuvo necesariamente acompañado de una expansión del voto di appartenenza. Parisi y Pasquino (1979, p. 21) explican que a medida que la modernización y la secularización se extendieron por todos los aspectos de la vida italiana, los lazos de pertenencia en toda la subcultura comunista se volvieron más flexibles, si no menos relevantes. En consecuencia, el éxito del PCI en las urnas durante este período se atribuye más a que el partido atrajo a nuevos segmentos del electorado en toda Italia (por ejemplo, votantes jóvenes, trabajadores católicos) que a la difusión de la appartenenza . Sin embargo, el éxito del PCI a nivel nacional sería de corta duración, ya que la membresía del partido y el apoyo electoral disminuyeron a lo largo de los años 1980. Insatisfecha con la disminución de su membresía, la disminución del apoyo electoral y su papel opositor en el parlamento, la dirección del PCI decidió disolver y reformular el partido a finales de 1989 (Ignazi, 1992; Hellman, 1992; McCarthy, 1995; Weinberg, 1995). La decisión de reconfigurar el PCI coincidió con la caída del Muro de Berlín y, en última instancia, obligó a la izquierda italiana a reevaluar su postura en relación con los cambios en curso en la izquierda europea y la Unión Soviética. Después de una serie de discusiones, debates y congresos del partido, muchos de los cuales estuvieron cargados de emoción, dos nuevos partidos políticos emergieron en el lado izquierdo del panorama político italiano en 1991 (Baccetti, 1991; Baccetti y Caciagli, 1992; Kertzer, 1991). El mayor contingente de antiguos miembros del PCI se reconfiguró como el Partido Democrático de la Izquierda (PDS), de tendencia moderadamente izquierdista, mientras que un grupo más pequeño y radical se escindió y formó los Comunistas Refundados (RC). Si bien estos cambios en la izquierda italiana fueron notables en sí mismos, las investigaciones de Mani Pulite y Tangetopoli revelaron la magnitud de décadas de corrupción gubernamental, que a su vez impulsaron una revuelta popular contra el statu quo. Esta combinación de eventos marcó el inicio de la "transformación" de la política italiana, que resultó en la desaparición de varios partidos que antaño fueron elementos fundamentales de la democracia italiana de posguerra (por ejemplo, el Partido Socialista Italiano, la Democracia Cristiana), y que abrió las puertas a la entrada en la arena política de nuevos partidos (por ejemplo, la Liga Norte, Forza Italia!) a principios de la década de 1990. Los efectos de la reconfiguración del PCI aún se están desplegando, aunque parece que la nueva izquierda italiana se ha recuperado bastante bien de su transición de principios de la década de 1990, según se agrega el porcentaje de votos del PDS y el RC a nivel nacional (Tabla 2). Sin embargo, esta "recuperación" de la izquierda italiana a nivel nacional enmascara el surgimiento de una geografía electoral —o geografías— alterada, si no nueva, de la zona roja . Las demandas del electorado de la zona roja no cambiaron radicalmente a finales de los años ochenta y principios de los noventa, cuando el PCI experimentó su transformación, pero la oferta política se alteró drásticamente. En concreto, la reconfiguración del PCI en el PDS, de tendencia socialdemócrata, y el RC, de línea dura y más radical, obligó a los votantes a expresar sus posiciones políticas como moderadas o extremistas, ceteris paribus. Si bien la escisión del PCI ha añadido un nuevo nivel de complejidad y dificultad a la formación de coaliciones en el parlamento, también ha servido para distinguir el carácter político de las diferentes áreas de la zona roja . La Figura 2 presenta la geografía electoral de la zona rossa en términos de apoyo al PDS en las elecciones nacionales italianas de 1996. Las unidades geográficas de análisis son los 980 comunas italianas, o municipios, en las regiones administrativas de Emilia-Romaña, Toscana, Umbría y Marcas. Los porcentajes de voto para el PDS y RC se dividen en cuartiles en cada mapa respectivo, con valores más altos representados con tonos de gris más oscuros. Las características más llamativas del mapa en la Figura 2 son los grupos de alto apoyo al PDS (es decir, cuarto cuartil) alrededor de Bolonia, Siena y al sur de Florencia, áreas en las que prevalecen la industria ligera y las pequeñas empresas (Leonardi y Nanetti, 1994), y dos regiones administrativas identificadas por su riqueza de capital social y alto desempeño institucional (Putnam, 1993). También se pueden encontrar niveles relativamente altos de apoyo al PDS en la mitad occidental de Umbría y la mitad norte de Marcas, mientras que el apoyo menor tiende a concentrarse en las áreas fronterizas noroeste y sureste de la zona rossa . El desempeño de RC se presenta en la Figura 3 y el apoyo a este partido en la zona rossa es marcadamente diferente al del PDS. Lo más sorprendente son las diferencias en el apoyo a RC entre las regiones administrativas de Emilia-Romaña y Toscana. Existe muy poco apoyo para RC (es decir, primer cuartil) en la primera región, mientras que los niveles más altos de apoyo a RC en Toscana (es decir, tercer y cuarto cuartiles) sugieren la presencia de un contingente más radical de votantes. La naturaleza radical del comunismo toscano se ha observado en estudios previos y a menudo se atribuye a los legados de la aparcería (p. ej., Dogan, 1967; Trigilia, 1986). El apoyo a RC en Marche no es tan alto y está más disperso que en Toscana, y existe un notable vacío de apoyo a RC en el sureste de Umbría. La comparación de los dos mapas revela tres geografías electorales distintas dentro de la zona rossa : primero, alrededor de Bolonia, el apoyo al PDS es alto, pero el apoyo al RC es bajo; segundo, en el noroeste de Toscana, el apoyo al RC es alto, pero el apoyo al PDS es bajo; y tercero, en el centro de Toscana y las extensiones noroccidentales de Umbría, el apoyo tanto al PDS como al RC es relativamente alto y generalizado. Si bien la subcultura territorial comunista proporciona las bases sociohistóricas para comprender estos patrones electorales, las combinaciones de apoyo a la nueva izquierda italiana que emergió recientemente justifican un reexamen de cómo se moldean, alteran y reproducen las actitudes y los comportamientos políticos (p. ej., Ramella, 1994). Aunque un análisis a fondo de cada patrón electoral queda fuera del alcance de este análisis, se pueden ofrecer explicaciones generales. Dado que el PDS es reconocido como el principal sustituto del PCI, el alto apoyo al PDS en Bolonia y alrededores no es del todo sorprendente. En ciertos aspectos, puede considerarse una forma de continuidad electoral para los sectores más moderados de la izquierda italiana, lo que contribuyó a la eficiencia y eficacia históricas del PCI en el gobierno local, provincial y regional de Bolonia y sus alrededores (p. ej., Putnam, 1993; Ginsborg, 1990). Como se mencionó anteriormente, el comunismo toscano se reconoce como más radical que el que se encuentra en los alrededores de Bolonia debido a los legados de la aparcería y la Resistencia, lo que a su vez puede explicar la mezcla de apoyo moderado a alto tanto para el PDS como para el RC en esta zona. En el noroeste de Toscana, el PCI recibió históricamente el apoyo del amplio segmento de la población empleada en la minería, la construcción naval industrial y las industrias afines. Sin embargo, a principios de la década de 1990, la introducción de nuevas tecnologías que automatizan y mecanizan la fabricación de piedra y mármol provocó una serie de despidos y el cierre de varias empresas pequeñas (Internazionale Marmi e Macchine Carrara SpA, 2000). La insatisfacción derivada de la pérdida de empleos y las dificultades asociadas a la reestructuración económica local probablemente se manifiesten en un apoyo político al RC, más radical, en esta zona. Estas explicaciones sugieren que ninguna teoría única del comportamiento político podría ser aplicable en toda esta región electoral, y que la propia zona roja podría necesitar una redefinición dadas las variaciones y combinaciones de apoyo al PDS y al RC. Observaciones finales. Diversos factores históricos, como los legados de la dominación papal, la Resistencia durante la segunda mitad de la Segunda Guerra Mundial y las perdurables influencias del socialismo prefascista, contribuyeron a la manifestación espacial de las actitudes izquierdistas en la zona rossa . Cabe destacar también que estas circunstancias sociopolíticas contribuyeron a establecer una de las regiones económicamente más desarrolladas y dinámicas de toda Europa. Ante el auge de nuevos partidos, nuevos políticos y diversas circunstancias político-económicas en la política italiana (p. ej., la globalización, la unión monetaria europea, la prosperidad económica regional, etc.), el futuro de la zona rossa como bastión electoral de la izquierda italiana, o izquierdas (plural), sigue siendo incierto. La transformación de la política partidista en Italia continúa cuestionando la existencia de la zona roja y la subcultura territorial comunista, ya que una facción del RC se escindió recientemente para formar los Comunistas Italianos (PdCI), y el PDS pasó a llamarse Demócratas de Izquierda (DS) en un esfuerzo por redefinirse como un partido socialdemócrata "europeo" en lugar de un partido "poscomunista" (Massari y Parker, 1999). Aunque estos cambios parecen ser más superficiales que sustanciales, queda por ver si se traducirán en geografías electorales aún más nuevas, o incluso más, dentro de la zona roja . |
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| Sectores económicos. |
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