Poesía |
Poesía. Se coneis d'ela un coblet adreiçat versemblament a Gui de Cavalhon.
Traductor Tú, que me pareces uno de los amantes más sinceros, ¡Ojalá no fueras tan tímido! Me alegra que el amor te cautive, pues yo también sufro por tu culpa. Sufres daño por tu timidez. Has estado sumido en la timidez porque no nos atrevemos a orar para despertar, y me causas un gran daño; que no me atrevo a revelar todo lo que deseo por miedo a fracasar. Tú, que me pareces uno de los amantes más sinceros, ¡Ah! ¡Ojalá no fueras tan tímido! Me alegra que el amor te cautive, pues yo también sufro por tu culpa. Sufres daño por tu timidez. Cuando ni siquiera te atreves a orar; Y te haces un gran daño a ti mismo y a mí; (Especialmente) porque ninguna mujer se atreve a revelar todo lo que desea, por miedo a fracasar. |
Trobairitz. Se llamaba trobairitz a la trovadora occitana de los siglos XII y XIII. El término trobairitz fue utilizado por primera vez en el Romance de Flamenca del siglo XIII. Proviene del término provenzal trobar, su significado literal es "encontrar", y el significado técnico es "componer". Las trobairitz componían, escribían versos, cantaban y recitaban en las cortes de Occitania. En la historia de la música se destacan por ser las primeras compositoras conocidas de música secular occidental; todas las compositoras previas conocidas escribían música sacra. Las trobairitz formaban parte de la sociedad de la corte, en comparación a sus contrapartes de las clases bajas las juglaresas. Si bien a menudo los trovadores provenían de familias humildes, es probable que Bernart de Ventadorn fuera el hijo del panadero del castillo, las trobairitz eran de ascendencia noble. Las trobairitz más destacadas fueron Alamanda de Castelnau, Azalais de Porcairagues, Maria de Ventadorn, Tibors de Sarenom, Castelloza, Garsenda de Proença, Gormonda de Monpeslier, y la Condesa de Día. Las trobairitz en la Corte. Beatriz de Dia, protectora de trovadores del siglo XIII, en una capital historiada de un documento en la Bibliotheque Nationale Bibliothèque Nationale, MS cod. fr. 12473 Durante el siglo XIII se esperaba que las mujeres de la corte tocasen, cantasen y escribiesen partimen. Las trobairitz eran parte de la cultura deeatriz la corte y casi en su totalidad pertenecieron a la aristocracia: Tibors era familiar de Rimbaud de Orange, la Condesa de Día era posiblemente la esposa de Guillermo de Poitiers, etc. Algunas de ellas fueron protectoras de trovadores y encarnaron el ideal femenino de la Señora. No se sabe si interpretaban ellas mismas sus composiciones o si se servían de joglars o joglaressas, aunque dado que eran nobles lo más probable es que la segunda hipótesis sea correcta También es posible que esta posición de poder tuviese que ver con la que tenían las mujeres en el sur de Francia durante los siglos XII y XIII. La sociedad Occitana aceptaba que las mujeres tuviesen más control sobre las tierras, además, durante las Cruzadas quedaron menos hombres para administrar las propiedades, lo que pudo afectar la balanza de poder. Aun así, no se trataba de una sociedad feminista. Es difícil indicar si las trobairitz eran profesionales o amateurs. La distinción entre estos roles era complicada en la época medieval, especialmente porque los profesionales eran normalmente de la clase baja y los amateurs tenían tanto tiempo para dedicarle a su pasión como los primeros. Las joglaressas eran de clase más baja, compositoras profesionales mucho menos respetadas que las trobairitz. Formación de las trobairitz Una mujer que se dedicase a ser trovadora debía ser ben enseignada (culta) y saber ben trobar (tener talento para componer música y poesía). En el contexto de la época y según Robert de Blois:
Eran educadas habitualmente en monasterios. De hecho, en el monasterio de Ratisbona hubo en el siglo XI un grupo de jóvenes alumnas que dejaron testimonio de su nivel cultural: versos compuestos en latín que dictaban las normas de comportamiento noble, cortés y culto dirigidas a los hombres que las pretendiesen en relación. La música era tan esencial como las palabras, y además debían saber componer. Eran hábiles en el arte de entretener, conversar y escuchar, y debían saber danzar a su vez. Leían autores de su época y del pasado, de los cuales sacaban ideas para sus versos, ya fueran técnicas o temáticas. Tipología de sus Canciones. Cansó (canción) Compuestas por un mínimo de dos estrofas y un máximo de ocho. La cobla más usada es de ocho versos. Como en muchos textos medievales, las cansós de las trobairitz también tienen fórmulas de saludo y despedida. Azalais de Altier se dirige a otra trovadora, Clara de Anduza, en su salut d'amor, con afecto y consideración, y para dar su opinión a favor de una relación entre Uc de Saint Circ (uno de los redactores de las vidas de trovadores y trobairitz) y Clara. Según Marirí Martiniego, atendiendo a los contenidos, se clasifican de la siguiente manera: Canto de amor Se canta a alegría del deseo satisfecho. Es el tema más tratado y encontramos ejemplos en “En un vergier...” de Anónima IV; “Na Maria, pretz e fina valors” de Bieiris de Romans, dirigida a otra mujer, “En greu esmai et en gretu pessamen” de Clara de Anduza, etc. Hay un ejemplo excelente de Canto de Amor en la obra de Bieiris de Romans, dedicada a una señora María: una poesía de amor de una mujer dedicada a otra mujer.
Lamento por la frialdad de un enamorado/a En esta tensón de la Anónima III, las primeras estrofas están puestas en boca de un hombre que se da cuenta de las consecuencias negativas que tiene la falta de afecto de su enamorada:
Peroración en favor de un enamorado que ha cometido un error En el salut d'amor de Azalais de Altier, dirigido a Clara de Anduza, encontramos una larga perorata a favor de la reconciliación con Uc de Saint Circ, quien confía en Azalais para recuperar a su amada:
Petición de consejo Hay un bello ejemplo de esta tipología en la tensón escrita por Bona Domna: un enamorado le pide consejo a una señora sobre la manera en la que debe comportarse con la mujer que ama:
Peleas entre enamorados En una de las cansós obra de Alamanda la descripción de una pelea de enamorados en una tensó que mantiene con Giraut de Bornelth:
Petición apremiante de amor Encontramos en Clara de Anduza una de las peticiones de amor más apremiantes, provocada por la distancia que le separa de su amado:
Ética Amorosa Encontramos en un partimen con tintes de disputatio académica una confrontación entre María de Ventadorn y Gui de Ussel, que debaten desde dos puntos de vista distintos el código de comportamiento cortés y particularmente, las relaciones entre el hombre y la mujer que se aman.
Cuestiones políticas Entre otras cuestiones políticas, parece ser que las trobairitz hablaron alguna vez sobre el catarismo (movimiento religioso en el que las nobles estuvieron muy presentes, haciéndose cargo de papeles de responsabilidad y de prestigio, en la función de perfectae.) En una tensó en la que Alais, Iselda y Carenza debaten, es posible que el tema tratado sea este mismo:
Tensón Aparecen coblas de nueve y diez versos. En las cansos son frecuentes las tensó: un diálogo en poesía en el que dos interlocutores, siendo uno la autora, comparan sus puntos de vista en torno a un mismo tema. Habitualmente se alternan sus voces estrofa por estrofa, aunque este esquema no es siempre respetado. Tomemos como ejemplo estas estrofas de Anónima II, en la que dos mujeres discuten sobre si un hombre incivil puede ser tenido en cuenta por la mujer que ama:
Ambas voces se alternan para ofrecer su visión personal del tema. La segunda, una dama casada, acude a la primera, una damisela de la cual se fía. Partimen Se trata de disputatios o disputas sobre temas éticos, en los que se exponen y debaten diferentes temas, pero no relacionados tanto con puntos de vista personales como con la ética formal. Coblas Las coblas son las estrofas utilizadas en las cansós y tensós. Las preferidas son las unissonans, en las que el primer verso de la primera estrofa rima con el primero de la segunda, y así sucesivamente, que se combinaban en parejas o con repeticiones rítmicas en función de la música. También utilizaban pareados y en el caso del salut d'amor, se dejaba el último blanc (libre). En la balada y en el alba se sigue el esquema tradicional de división de partes enetre coro y solista. Rima La versificación provenzal no se basa en la cantidad como la latina, sino en el número de sílabas. También tiene en cuenta si las palabras son tónicas o átonas y el cómputo silábico sigue el sistema francés. Amor cortés en las Trobairitz La dompna o señora, cantada por los trovadores, se colocó en el centro de la vida cortesana con las trobairitz. Ellas hicieron que el amor y las relaciones interpersonales se convirtiesen en el nudo central y fundamental en la vida y en el arte. Además, el amor interpretado por ellas funda la ética. Encontramos en una estrofa de Anónima II las cualidades que no ha de tener un caballero que merece el amor de su señora:
Como podemos ver, estas trovadoras estaban definiendo las cualidades deseables y por lo tanto estableciendo un canon para los hombres, en el que las mujeres tenían el poder de elegir y la capacidad de rechazar. Proponen un canon femenino muy distinto al que aparece, por ejemplo, en la Chanson de Roland del siglo XI. Mientras en esta obra Alda, prometida de Roland, muere cuando Carlomagno le propone casarse con otro hombre tras la muerte de su prometido, las mujeres occitanas establecen sus propios términos en las relaciones y eligen al hombre digno de ser amado. Pero las trobairitz van más allá y viven ellas mismas su amor cortés, como en el caso de Clara de Anduza y Uc de Saint Circ. Estas peticiones y respuestas se encontraban a veces inscritas en las mismas canciones, y que estuvieran escritas en lenguaje poético habla de la importancia de estas relaciones. El amor cortes era también vía de melhorament, esto es, de mejora. En varios poemas las trobairitz hablan desde el punto de vista masculino sobre cómo la falta de correspondencia amorosa tiene efectos negativos sobre su forma de ser y su comportamiento. “Vos sois aquel por el cual hoy soy mejor que ayer” sería una manera perfecta de resumirlo. Valor y pretz son las cualidades de la dama, las cuales inspiran el amor del trovador más allá de la belleza física, puesto que se refieren a la consideración de sus dotes intelectuales y espirituales. El trovador, sabiéndose inferior, tiene que llegar mediante el melhorament a la mesura o control de los impulsos: tiene que demostrar que ella no es un simple objeto de deseo pasajero y que el amor es más sentimental que instintivo. Habla también el amor cortés de estas mujeres de la convivencia con la que pretende impregnar la sociedad: el arte de vivir juntos en el respeto de la libertad recíproca, la tolerancia, la caritat (charitas cristiana) y la larguesa (generosidad moral y material). También hay lugar en estas tipologías para el sutil deseo o expresión de la pasión, con notas exultantes de apasionado erotismo. Problemas en las atribuciones El número de obras atribuidas a las trobairitz es de aproximadamente treinta y dos canciones, pero puede ir desde veintitrés hasta cuarenta y seis. Hay varias razones por las que el número exacto no es conocido. En la tradición del amor cortés es común utilizar las tensós como medio de expresión, a la manera de un intercambio de cartas: puede que algunas fuesen escritas por un solo poeta, pero la mayoría eran originalmente un intercambio epistolar recogido más tarde en un manuscrito. Algunos de estos intercambios se daban entre hombres, otros entre hombres y mujeres, y por desgracia hay una amplia evidencia e historia de atribuciones incorrectas en las que se ha ignorado el papel de la mujer. Como la poesía estaba altamente estilizada es difícil determinar cuándo un poeta hablando como una mujer es realmente una mujer, o si es un hombre hablando como una mujer. Esto añade a la dificultad de la atribución, especialmente de las autoras anónimas. Hay además un amplio debate al respecto de si los poemas de las trobairitz representan voces genuinas de mujer, ya que existían dentro de la circunscripción cerradísima de las convenciones de los trovadores. Matilda Bruckner sufiere que las trobairitz "hablaban en su propia voz canalizada a través de las voces de muchos otros". Mediante la manipulación de las estrictas construcciones de la lírica trovadoresca, las trobairitz podían crear sus propias "ficciones de la voz femenina". Hay un caso particular en el que la atribución es claramente dada a una mujer, Bierisi de Romans (también conocida como Beatriz). Como hemos señalado anteriormente, el sujeto del poema es otra mujer, Na Maria. En el poema "Na Maria" Beatriz expresa su amor por María usando el canon tradicional del amor cortés, fin' amors, en términos de deseo físico y admiración cortés. Este poema, si no estuviese marcado claramente como hecho por una mujer, sería atribuido a la autoría masculina. Hay una cierta controversia en torno a este poema, ya que según algunos académicos esta cansó podría ser una expresión de "deseos lésbicos", aunque hay quien opina que es una simple expresión de amor cortés y no tiene que ver con un deseo físico real. En cualquier caso, es extremadamente raro que aparezca una obra de una mujer cantando su amor a otra. |
Familia.
La Casa de Sabran fue una ilustre familia provenzal cuyo linaje se extinguió en 1847 en la persona de Elzéar-Louis de Sabran, general, quien fue nombrado par hereditario de Francia en 1815, conde par en 1817 y duque par en 1825. Entre sus miembros hay dos santos católicos, tres obispos y cinco generales. El nombre proviene de la baronía de Sabran, cerca de Bagnols-sur-Cèze, al norte del departamento de Gard . Esta baronía también poseía importantes propiedades en Provenza , concretamente en la ciudad de Beaucaire , así como parte de la ciudad de Uzès , que le fueron concedidas tras el matrimonio, alrededor de 1156, de Rostaing II con Roscie du Caylar, nieta de Elzéart d'Uzès. La familia se enorgullecía de contar entre sus miembros a dos santos católicos: Elzéar de Sabran , canonizado en 1369, y su esposa Delfina , proclamada santa, por su amor místico y su amor por los humildes. Varios de sus miembros eran caballeros de la orden de Malta , mariscales del reino de Nápoles u oficiales de alto rango de la marina real ( Marine royale ) de Francia. San Elzéar de Sabran Barón de Ansouis, conde de Ariano, nació en 1285 en el castillo de Saint-Jean de Robians, en Provenza; murió en París el 27 de septiembre de 1323. Luego de una esmerada educación en piedad y ciencias bajo su tío Guillermo de Sabran, abad de San Víctor en Marsella, él accedió al deseo de Carlos II de Nápoles y se casó con la virtuosa Delfina, de la casa de Glandèves. Él respetó su deseo de vivir en virginidad y se unió a la Tercera Orden de San Francisco, para practicar la oración, la mortificación, y la caridad hacia los necesitados. A los veinte años se trasladó desde Ansouis a Puy Michel para lograr una mayor soledad, y formuló reglas de conducta para sus sirvientes que hicieron de su casa un modelo de virtud cristiana. A la muerte de su padre, en 1309, se trasladó a Italia y, luego de suavizar por bondad los temas que menospreciaban los franceses, se dirigió a Roma al frente de un ejército y ayudó a la expulsión del emperador Enrique VII. De regreso a Provence, hizo votos de castidad con su esposa, y en 1317 regresó a Nápoles para convertirse en tutor particular del duque Carlos, y más tarde, cuando el conde fue regente, San Elzéar ocupó el cargo de primer ministro. En 1323 fue enviado como embajador a Francia para lograr el matrimonio de María de Valois con el duque Carlos, y edificó allí a una corte mundana con sus virtudes heroicas. A su muerte en Paris, el 27 de septiembre de 1323, fue enterrado con el hábito franciscano en la iglesia del Convento Menor en Apt. Su ahijado, el Papa Urbano V, firmó el decreto de canonización , el cual fue publicado por el Papa Gregorio XI. Los Frailes Menores y Conventuales celebran su fiesta el 27 de septiembre y los Capuchinos, el 20 de octubre. |
El condado de Forcalquier fue una jurisdicción feudal en la Provenza. La primera que ostentó el título fue Adelaida I y antes el título era formalmente conde de Provenza (en Forcalquier). Aunque se les llamaba condes de Forcalquier, también se les menciona como condes de la Alta Provenza porque además de Forcalquier dominaban Gap, Embrun (separado en 1202), Sisteron, Apte y Champsaur, la cual pagaba periódicamente una tasa como reconocimiento de su pertenencia al condado. |
Prensa. |
Las trobairitz: maestras del amor y la política en lengua materna. MARÍA-MILAGROS RIVERA GARRETAS El 15 de junio de 2019 a las 19 h., en el Ecomuseu de les Valls d’Àneu (Esterri d’Àneu, Lleida), se celebró la “IV Xerrada Anual del Joc de Dames”, organizada por Cristina Simó y el grupo feminista “Giganta Desperta”. Este es el texto de la charla, que dio para mucho debate de política de las mujeres. Voy a hablar de una cultura exquisita, que duró más de un siglo, en un territorio extenso de la Europa occidental y meridional, incluida esta zona de los Pirineos, una cultura femenina libre que estuvo inspirada por el Amor y por la lengua materna. El siglo es el XII, incluyendo parte del XI y parte del XIII; en conjunto, unas seis generaciones de mujeres y de hombres, que no es poco. Fue un tiempo en el que, aunque ahora nos extrañe porque tenemos una idea lineal del progreso histórico que no es del todo verdadera, al menos no para las mujeres, hubo mucha libertad femenina entre la población. Que hubiera mucha libertad femenina quiere decir que ellas pudieron vivir y vivieron siendo fieles a sí mismas, no imitando o igualándose a los hombres ni tampoco luchando contra ellos. La lengua materna, la palabra, fue un valor muy grande en esta cultura; el Amor fue un valor, también muy grande, un bien común, en esa sociedad. Una gran filósofa de lengua francesa del siglo XX que se llamaba Simone Weil se fijó en que esta cultura no dio a su territorio el nombre de un linaje patriarcal sino el de una lengua materna: el nombre fue Occitania o, directamente Languedoc, la lengua románica que decía “sí” con la palabra “hoc”, del latín eso, “eso es”, una lengua que llamamos también provenzal. A la cultura que esta lengua creó la llamamos “cultura trovadoresca” y también, indistintamente, “cultura cortés”. El territorio en el que se dio esta cultura no fue solo lo que hoy es la Provenza, en el Mediodía francés, sino también la mayor parte de lo que hoy es Francia, desde el río Loire hacia el oeste, el sur y el sudeste, desde el Atlántico hasta el Mediterráneo, incluyendo Cataluña, parte del Pirineo y el norte de Italia. Un territorio, por tanto, muy extenso, poblado y próspero. Las protagonistas principales de esta cultura fueron las trovadoras o trobairitz. Su nombre, trobairitz, es muy interesante comentarlo un poco porque deriva del latín trovare, que significa hallar, encontrar. Se refiere al talento de hallar o encontrar las palabras, las palabras justas, en lengua materna, para decir precisamente el Amor, y decirlo de la manera considerada más perfecta y más bella posible, manera que es la poesía, poesía que después era cantada por la propia trovadora o por un trovador, un juglar o una juglaresa. Además, lo de “hallar” tiene un matiz interesante que es que contaba menos el esfuerzo que la inspiración, el hallar más que el buscar, empujadas por la intensidad del sentir, del sentir amoroso, que como resultado de un gran esfuerzo intelectual. “Vosotros buscáis, nosotras encontramos”, se dice que le dijo una beguina del siglo XIII a un escolástico. Que escribieran y cantaran en lengua materna es también muy interesante porque la lengua materna llevó la comprensión y el placer de la poesía, del canto y de la cultura a más gente, mucha más. A mí me encanta el canto gregoriano, por ejemplo, que era poesía y música disponible para mucha gente en las iglesias de pueblos y ciudades de la Europa cristiana. Pero el latín, que es la lengua del canto gregoriano, ya no lo entendía gran parte de la población, aunque disfrutara de su belleza y de la pura repetición de su melodía durante siglos. En el siglo XII el latín ya no era la lengua materna de nadie en Europa, ya no era la lengua que la madre te enseñaba, con el mundo, al aprender a hablar en la primerísima infancia, esa lengua que no se olvida nunca. El latín, creemos las y los medievalistas, había dejado de ser lengua materna en el siglo VII; es decir, ninguna madre le hablaba ya latín a su criatura al nacer. ¿Quiénes fueron, más concretamente, las trovadoras y cómo fue la cultura política que ellas crearon y sostuvieron? Las trovadoras o trobairitz fueron, simultáneamente, dos cosas. Fueron poetisas del amor cortés y fueron, también, señoras feudales, señoras de un territorio y de un castillo, una veces señoras feudales propietarias, otras veces señoras feudales consortes, ya que el derecho feudal reconocía a las mujeres como herederas de propiedades y de jurisdicciones en plenitud de derechos cuando no había heredero varón del mismo grado de parentesco. Esta combinación de poetisa y señora feudal en la misma figura fue la sustancia de la cultura trovadoresca, su matriz original y originaria. Ellas hicieron política mediante la poesía. Lo cual quiere decir que no todas las cortes feudales de Occitania, de Cataluña, del Norte de Italia o del Pirineo en el siglo XII pertenecieron a la cultura trovadoresca o cultura cortés, ya que no en todas ellas fue poeta la señora feudal. Pero sí fueron las cortes de las trobairitz las que marcaron el signo de la cultura política occitana en su conjunto en los siglos XI, XII y XIII. Y sin embargo, tanto en la calle como en la universidad o en los medios de comunicación se habla más de trovadores que de trovadoras. Esto es así porque la historia social, la más influyente y poderosa que hubo en el siglo XX, no entendió a las trobairitz. No las entendió porque en su paradigma, el paradigma de lo social, no cabían: no cabía ni el amor ni la lengua materna, ni tampoco las mujeres que no fueran o excepcionales o subalternas. Toda la cultura trovadoresca era reducida por ese paradigma a una relación de poder entre una noble casada y un trovador que la homenajeaba y se fingía enamorado de ella, o lo estaba de verdad, y usaba el amor para ascender socialmente; o a una curiosidad sobre el adulterio, curiosidad que nadie se ocupaba de explicar. Tanto es así, que un medievalista francés muy conocido de la segunda mitad del siglo XX, Georges Duby, que sabía más de guerreros y campesinos que de mujeres, negó la existencia misma de las trovadoras, diciendo que habían sido una invención literaria de los trovadores porque, según él, las mujeres estaban tan oprimidas que era imposible que hubieran creado una cultura de este calibre; y las negó, encima, en la Historia de las Mujeres en Occidente. Pero las fuentes y la propia palabra trobairitz lo desmienten. Sería la investigadora alemana Angelica Rieger con su tesis doctoral titulada Trobairitz, publicada en Tübingen en 1991, la que las restituiría a la historia de la cultura política y literaria europea. Porque es precisamente la combinación de esas dos cosas, el ser señoras feudales y poetas, el hacer cultura política con la poesía y el canto, lo que hace de ellas un episodio esencial de nuestra historia y, en concreto, de la historia de la libertad femenina (y quizá masculina) en Occidente. Las trovadoras interpretaron y practicaron de manera muy original la política, y la interpretaron y practicaron desde su fundamento, que es la política sexual. Resignificaron el poder desde su ser libremente mujeres, no desde la riqueza o la pobreza ni tampoco desde la dimensión de los ejercitos, y lo hicieron reinterpretando la raíz de la política humana, que eran, y siguen siendo, las relaciones entre mujeres y hombres, y el sentido que tenía en su tiempo el ser mujer y el ser hombre. Porque el ser mujer u hombre no es un mero hecho natural decidido al nacer, como se decía hace años, sino que es interpretado y elegido por quien lo es, a lo largo de toda su vida. “El ser mujer se elige, sabiendo que no es objeto de elección”, escribieron en 1987, en un libro titulado No creas tener derechos, las que forman la Librería de mujeres de Milán. He dicho que las trobairitz fueron señoras feudales y poetisas. Esto quiere decir que fueron, por lo general, las señoras de una corte feudal, a veces grande, a veces pequeña. En estas cortes, ellas fueron el centro de un núcleo político y literario en el que también ellas compusieron y cantaron en su lengua materna. Pero fueron señoras feudales que se apartaron del régimen de la fuerza propio de la nobleza de su tiempo y se colocaron en otro lugar, en otro modo de sentir y de interpretar el mundo, en otro orden simbólico, otro orden de sentido de la vida y de las relaciones. Este otro orden de sentido fue el que desde finales del siglo XX (1991) algunas llamamos el orden simbólico de la madre (Luisa Muraro, Comunidad filosófica femenina Diótima). Las trobairitz sustrajeron relaciones y mujeres al régimen de la fuerza y de la jerarquía propio del feudalismo patriarcal, y las llevaron hacia el amor y la lengua. Sobre todo las relaciones entre mujeres y hombres. Así participaron de un gran movimiento político espontáneo, no organizado, que atravesó la Europa medieval y moderna, que fue el de los y las Fideles Amoris, fieles de Amor, del dios Amor, de sus signos, los signos de Amor, su lengua y sus prácticas de vida. Pensad que el amor es un sentir, sí, es sexo, sí, y puede ser y, en la cultura trovadoresca, lo fue, una práctica política, un modo de estar en el mundo, una mediación con lo real. Por eso nos interesan, y mucho, episodios históricos como las trovadoras y, también, las cátaras, muy cercanas a ellas. El amor entendido como práctica política libera del ejercicio del poder y la fuerza, y lleva a un estar en el mundo, distinto, más cercano a la lengua materna y a la posibilidad de vivir el cuerpo –los cuerpos– como un don, no como una instancia de poder. Que sea históricamente posible vivir el cuerpo como un don, lo sabemos por contraste con las veces en las que la madre no lo da, no entrega del todo el cuerpo a la hija o al hijo, con el sufrimiento que esto conlleva. El Amor se presenta en la historia en forma de relaciones, de relaciones sin fin: relaciones que se acaban en sí mismas y que son infinitas, porque no son instrumentales a nada, son relación por el gusto de estar en relación, que se van enlazando y enlazando. Son relaciones entre dos sentires y dos conciencias, no sintetizadas en un neutro pretendidamente universal. En la cosmogonía feudal, el amor fue entendido como un destello divino encarnado en la criatura humana: o sea, como inspiración. Quiero decir con esto que el amor fue entendido como una posibilidad de transcendencia: como una posibilidad de ir más allá de la repetición, más allá del ciego mecanismo de las cosas, más allá del aburrimiento. Porque el amor me trae a Dios entendido como sentido indisponible; que se me hace disponible. Decimos, por ejemplo, al enamorarnos: “ha dado sentido a mi vida”. Para crear y sostener la cultura cortés, las trovadoras partieron de un principio, que era que el Amor solo se puede dar fuera del matrimonio. Contando con el apoyo de sus maridos, ellas crearon y sostuvieron lo que llamamos las cortes de amor (ahora, y desde la Edad Media, hablamos de cortes para referirnos a las principales asambleas de deliberación política). Las cortes de amor eran asambleas políticas en forma de grandes celebraciones públicas, grandes encuentros poéticos festivos en los que se discutía, se veneraba, se celebraba y se regulaba el amor, el amor encarnado y concreto, el amor entre mujeres y hombres conocidos, típicamente entre una señora feudal y un trovador, a veces entre dos mujeres. En las cortes de amor se escenificaba y se regulaba el amor en su placer y en sus conflictos, porque ocurre que las mujeres y los hombres entendemos el amor de maneras a un tiempo convergentes y distintas. Se discutía y se escenificaba mediante la poesía y el canto. Las cortes de amor sirvieron, pues, para descifrar lo que se siente. Descifrar lo que se siente es una manera de entender el pensar (María Zambrano): un pensar que es muy distinto, y también anterior, a lo que sería desde mediados del siglo XIII el pensar de la escolástica de las universidades. La escolástica es pensamiento lógico-dialéctico (del sic et non) que confía solo en la razón, en el razonar; la cultura trovadoresca piensa el amor reconociendo autoridad también al sentir y a la visión. Recordad que santo Tomás de Aquino, el famoso escolástico, no tuvo visiones, pero yendo de mayor a un concilio de Lyon, se cayó del caballo, fue recogido por los monjes de un monasterio cercano que le pidieron que escribiera algo allí, y él, después de declarar que todo lo que había escrito antes era paja, escribió un Comentario al Cantar de los Cantares, el sensual poema de amor atribuido a Salomón. Así crearon las trobairitz y sus cortes lo que se suele llamar el amor cortés, la literatura cortés, la cultura cortés. “Cortés” viene de curtis, en latín, que significa “patio”, porque era en el patio del castillo feudal de las trovadoras donde se celebraban asambleas políticas que llamamos las cortes de amor. De “curtis” deriva “cortesía”, y el sentido todavía actual de la cortesía se lo debemos precisamente a la cultura trovadoresca. La cortesía es una práctica política. Porque es una mediación para limitar la violencia, para limitar la violencia con la relación precisamente de cortesía, porque la cortesía la detiene. La detiene si la cortesía es verdadera, es decir, si está inspirada por el amor, si no está cristalizada en un formalismo. El hombre (o la mujer) que insulta, que golpea, que agrede, está excluido de la cultura cortés. La cortesía, además, limita o detiene la violencia elaborándola con la palabra. Es decir, la palabra sirve al trabajo de lo negativo, ese residuo sin descifrar que deja toda relación, y que anida en cada corazón humano: sirve a la liberación de la ira, del deseo de venganza, de los celos, de la rabia ante una traición y, también, del resto no interpretable de cada relación. En este sentido, la poesía trovadoresca es lengua materna, no solo porque esté escrita en lengua de oc; porque la lengua materna no coincide con las lenguas nacionales. Por tanto, las cortes de amor de las trobairitz o trovadoras eran lugares de la política y de la literatura al mismo tiempo. A sus cortes se las ha llamado también Salons de pierre, salones de piedra, porque, además de en el patio, se reunían en la gran sala del castillo feudal, y también por estar en la genealogía de las Preciosas del siglo XVII y de las salonnières del XVIII. En las cortes de amor de las trobairitz se hacía una política y una literatura muy distinta de la de las gestas heroicas y violentas cuya memoria ha conservado la poesía épica de los siglos XII y XIII, muy distinta, pues, de las Canciones de gesta en las que se expresa la épica. La poesía épica de esta época, como muestran sus dos obras clásicas, la Canción de Roldán en el norte de Francia y el Cantar de Mío Cid en Castilla, entienden la relación amorosa en clave de fuerza: los caballeros son fuertes, las damas son débiles o muy débiles: por ejemplo, doña Alda, al oír que Roldán ha muerto, se desmaya y muere: sabe que no puede vivir sin él. O sea, la clave de la palabra, la mediación de la lengua materna, es apartada del entendimiento del amor; y es sustituida, insisto, por la fuerza. Fuerza que, como todo el mundo sabe, es una gran destructora de civilización, porque nadie la posee realmente sino que (como escribió Simone Weil en La Ilíada o el poema de la fuerza) todas y todos somos finalmente poseídas o poseídos por la fuerza, si la usamos. Lo prueban en nuestro tiempo los suicidios de algunos hombres cuando, poseídos por la fuerza, se dan cuenta de que han asesinado a su mujer o su pareja. En cambio, lo que contaba para las trovadoras y trovadores era la Cultura del Amor, la amorosa conversación, la cultura del Amor como fuerza civilizadora, como la única energía en el mundo capaz de crear y sostener relaciones entre los seres humanos y de dar solidez a los vínculos sociales (Marirì Martinengo). Las trovadoras y trovadores se comprometían, en su práctica de vida y en su actividad poética, precisamente con la consolidación y la difusión de esta civilización. Porque entendían que es el amor lo que mejora al ser humano, el amor es la vía de lo que la poesía trovadoresca llama melhorament de mujeres y de hombres. No el heroísmo épico. Entendían que el amor alimentaba y desarrollaba la vida del alma y del espíritu, orientando la energía humana hacia una grandeza no heroica sino sensible y relacional. Con su trobar o encontrar palabras para expresar el amor tal y como se va viviendo, en su felicidad y en su padecimiento, llevaron la lengua materna a la escritura ya a finales del siglo XI, como harían muy poco después las beguinas o beatas con la experiencia mística y la teología. En su vocabulario poético influyó el hecho de que en su época Europa redescubriera el Cantar de los cantares. El Cantar de los cantares es un texto bíblico del Antiguo Testamento atribuido a Salomón, que trata del amor y del erotismo con un vocabulario y unas imágenes exquisitas y muy sensuales, que ya no se separarían nunca de la cultura poética europea y que seguimos leyendo con gusto hoy. Las trobairitz dirigieron las cortes de amor sin leyes ni reglamentos. Se sirvieron de las relaciones, en particular de un tipo de relación, corriente entre mujeres, que es la relación de autoridad, autoridad que es distinta del poder. La autoridad es una cualidad simbólica de las relaciones que da auge (augere), que aumenta, acrecienta, hace crecer, que existe en tanto que circula, sin cristalizar ni atascarse en nadie; el poder, en cambio, se posee y se ejerce por la fuerza sobre otras u otros. En la cultura cortés, los o las amantes en crisis o en conflicto (de celos, de maledicencia, de desconfianza, de miedo, de envidia, por ejemplo) acudían, para que les ayudara a resolverlos, a una trovadora con ascendiente, es decir, reconocida por su capacidad de generar autoridad. Ella estudiaba la situación concreta, sopesaba con inteligencia las posibles ventajas e inconvenientes de su intervención para los o las amantes y para ella, y, en su caso, actuaba para ayudar a resolver el conflicto o la crisis. Y lo convertía en poesía y canto, poesía que ella o un juglar o juglaresa cantaría, escenificándola, precisamente en los patios o en los salones de piedra de las cortes de amor, como he sugerido ya. De esta práctica quedan testimonios en un tipo de poema o canción trovadoresca llamada tensón (tensó). Dicho de otra manera, las trobairitz inventaron prácticas para vivir en el amor, y no según el contrato sexual, tanto su ser mujer como las relaciones con los hombres y con otras mujeres. En las cortes de amor se reguló, por tanto, la política sexual de la época. Y se hizo mediante la palabra viva y contextual. Hoy intentamos regularla con el Derecho, que es otra intermediación con lo real; y no va nada bien (a 4 de junio habían sido asesinadas en España por sus parejas o exparejas hombre 23 mujeres, y no cuentan todas, más del doble que en los mismos meses del año pasado, aunque una es demasiado). En el patriarcado se regulaba la política sexual con la violencia del contrato sexual, que hoy ha caducado con el final del patriarcado, dejando a muchos hombres sin ley. El contrato sexual, desvelado y estudiado a finales del siglo XX en su tesis doctoral titulada precisamente así, El contrato sexual, por la politóloga Carole Pateman, consiste en un pacto no pacífico entre hombres que practican la heterosexualidad para repartirse entre ellos el acceso al cuerpo femenino fértil y el dominio de sus frutos. Es un pacto previo y contiguo al contrato social de J. J. Rousseau. Entre las trovadoras cuyo nombre y obra conocemos están Tibors de Sarenom, la Condesa Beatriz de Dia (cuyo retrato entendemos que es el de la imagen del cartel de este encuentro), Almucs de Castelnau, Iseo de Capio, Azalais de Porcairagues, María de Ventadorn, Alamanda, Garsenda de Provenza, Clara de Anduza, Azalais de Altier, Castelloza, Bieiris de Romans... El erudito italiano Saverio Guida, añadiendo aportaciones a la obra de Angelica Rieger, ha mostrado que una parte importante de los textos trovadorescos que circulaban como anónimos son de autoría femenina. Las trovadoras no son un episodio histórico aislado. Forman parte de una tradición femenina de canciones, de poemas y de espiritualidad amorosa que se había dado anteriormente en Al-Ándalus, se dio coetáneamente entre las beguinas y en la teología en lengua materna de la mística femenina, y se dará después en las tertulias literarias humanistas y renacentistas de los siglos XV y XVI, en los salones de las Preciosas del siglo XVII, en conventos como los de la Soberana Asamblea de la Casa del Placer de Lisboa en el mismo siglo, y en una parte del feminismo de los años setenta del siglo XX. Los vínculos entre unas y otras son explícitos, es decir, no es necesario forzar la interpretación de los datos para percibirlos. En realidad, las trovadoras y su poesía son redescubiertas en Europa cada vez que se van a perder. Son redescubiertas porque dicen algo que no se puede perder, algo que necesitamos para vivir, algo que el inconsciente colectivo conserva siglo tras siglo por su extraordinario valor civilizador de las relaciones entre mujeres y hombres. El sentido de la libertad que expresa esta cultura despertó muchos recelos entre hombres e instituciones dotadas de poder social. La cultura trovadoresca fue duramente reprimida y peseguida en el siglo XIII, cuando Europa empezaba a cerrarse, a ensimismarse. Fue perseguida y, finalmente, destruida por Francia (la Francia del Norte, la germánica, la de los francos) y por la Iglesia católica (que no hay que confundir con el cristianismo). En el siglo XIII, Francia y la Iglesia de Roma se aliaron en contra de esta civilización mediante una cruzada o guerra santa. Una cruzada dirigida, en primer lugar, contra la religión cátara o albigense, ya que no se suele hacer una guerra contra la poesía. Pero ocurre que los trovadores y los cátaros, las trovadoras y las cátaras, fueron con frecuencia miembros y miembras de los mismos linajes; de manera que, destruyendo a unos, se perseguía a los otros y a las otras. Es decir, la cultura trovadoresca fue perseguida a través de la lucha y la cruzada contra los y las albigenses, aunque seguirá habiendo trovadores y trobairitz después de la cruzada, pero ya con otro alcance social, con otra savia circulando en sus venas. Bibliografía. Marirì Martinengo, Las trovadoras, poetisas del amor cortés, edición bilingüe, traducción de María-Milagros Rivera Garretas y Ana Mañeru Méndez. Madrid, horas y Horas, 1997. Marirì Martinengo, Le trovatore, II: poetesse e poeti in conflitto, prólogo de Angelica Rieger, Milán, Libreria delle donne, 2001. Meg Bogin, Les trobairitz. Poetes occitanes del segle XII, trad. Barcelona, LaSal, 1983. Angelica Rieger, Trobairitz. Tübingen, Niemeyer, 1991. |
Las trobairitz: las olvidadas mujeres trovadoras que cantaban al amor libre. Por Julia Marín 27-febrero- 2020 A lo largo de la historia, las mujeres han sido clave en la producción de manifestaciones artísticas, era el caso de las trobairitz. No obstante, esto muchas veces ha sido pasado por alto o deliberadamente silenciado a lo largo de los registros históricos, el de ellas fue uno de estos. El concepto trobairitz se utilizó por primera vez en siglo XIII, la palabra «deriva del latín trovare, que significa hallar, encontrar. Se refiere al talento de hallar o encontrar las palabras, las palabras justas, en lengua materna, para decir precisamente el Amor, y decirlo de la manera considerada más perfecta y más bella posible, manera que es la poesía, poesía que después era cantada por la propia trovadora o por un trovador, un juglar o una juglaresa. Además, lo de “hallar” tiene un matiz interesante que es que contaba menos el esfuerzo que la inspiración, el hallar más que el buscar, empujadas por la intensidad del sentir, del sentir amoroso, que como resultado de un gran esfuerzo intelectual. “Vosotros buscáis, nosotras encontramos”, se dice que le dijo una beguina del siglo XIII a un escolástico. (Rivera, s/f) Hasta ese momento, las pocas mujeres compositoras solo escribían música sacra, siendo las trobairitz las primeras compositoras de música secular occidental. (Música Antigua, 2020) Estas compositoras pertenecían a familias nobles y casadas con nobles de la esfera provenzal. Existieron en el sur de Francia, en el norte de Italia, pero también en zonas de España como Cataluña o Navarra. La principal novedad que aportan es que por primera vez la mujer reclamaría el afecto del amado, se declaraba al hombre, algo que era muy transgresor para la época. (ExLibric, 2018) Lo anterior significa que estas trovadoras fueron dos cosas a la par: «poetisas del amor cortés y fueron, también, señoras feudales, señoras de un territorio y de un castillo, una veces señoras feudales propietarias, otras veces señoras feudales consortes, ya que el derecho feudal reconocía a las mujeres como herederas de propiedades y de jurisdicciones en plenitud de derechos cuando no había heredero varón del mismo grado de parentesco. Esta combinación de poetisa y señora feudal en la misma figura fue la sustancia de la cultura trovadoresca, su matriz original y originaria. Ellas hicieron política mediante la poesía. Lo cual quiere decir que no todas las cortes feudales de Occitania, de Cataluña, del Norte de Italia o del Pirineo en el siglo XII pertenecieron a la cultura trovadoresca o cultura cortés, ya que no en todas ellas fue poeta la señora feudal. Pero sí fueron las cortes de las trobairitz las que marcaron el signo de la cultura política occitana en su conjunto en los siglos XI, XII y XIII». (Rivera, s/f) La mayoría de los nombres de estas artistas se desconoce. Apenas comienzan a ser material de análisis y búsqueda. Entre los nombres que lograron traspasar el olvido están María la Balteira, musa e inspiración de muchos trovadores de la corte del rey. Otros nombres destacados fueron Beatriz de Día. La versión más aceptada es que estaba casada con Guillermo de Poitiers pero enamorada de otro trovador, Rimbaud de Orange, al que le dedicaba sus “cansóns”. Como esta versión castellana:
Otras trobairitz son: Alamanda de Castelnau; Clara d’Anduza o Azalais de Porcairages; Maria de Ventardorn, que plasma el deseo de igualdad entre hombres y mujeres en las relaciones amorosas: María de Francia ha pasado a la historia por sus Lais, doce narraciones breves escritas en verso que se consideran claves de la tradición bretona. Bieris de Romans (s. XIII), dirigió sus versos a otra mujer, lo cual ha provocado especulaciones sobre su posible homosexualidad. (Música Antigua, 2020) Las trobairitz cantaban al amor, a la magia, a los sentimientos respecto a su quehacer cotidiano, a sus ideas respecto a lo que ocurría a su alrededor. Dejaban de lado la pasividad que caracterizaba a las musas de los compositores, en esa época de los trovadores, para reclamar en equidad de condiciones el amor o la pasión del otro, incluso si se trataba de un amor prohibido o meramente pasional. Bibliografía ExLibric. (2018). Las trobairitz: poetisas que reivindicaron el papel de la mujer hace 9 siglos. García, M. (2013). La trobairitz y la soldadera, en El blog insostenible. Música Antigua. (2020). Las trobairitz: talentosas mujeres trovadoras silenciadas por la historia. Rivera, M. (s/f). Las trobairitz: maestras del amor y la politíca en lengua materna, Duoda, Centro de mujeres, Universidad de Barcelona. |






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