—¿Por qué lees tanto? —(…) Mi mejor arma está en el cerebro. Mi hermano tiene su espada; el rey Robert tiene su maza, y yo tengo mi mente… Pero una mente necesita de los libros, igual que una espada de una piedra de amolar, para conservar el filo. —(…)—. Por eso leo tanto, Jon Snow.

TYRION LANNISTER.

martes, 30 de diciembre de 2014

314.-Ordenes caballería portuguesas.-a

Luis Alberto Bustamante Robin; José Guillermo González Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdés;  Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto  Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Álvaro Gonzalo  Andaur Medina; Carla Verónica Barrientos Meléndez;  Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo  Price Toro;  Julio César  Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andrés Oyarce Reyes; Franco González Fortunatti; Patricio Ernesto Hernández Jara;  Demetrio Protopsaltis Palma; Nelson González Urra ; Ricardo Matías Heredia Sánchez; Alamiro Fernández Acevedo;  Soledad García Nannig; Paula Flores Vargas


Historia de Portugal.




Portugal es una de las naciones europeas mas antigua que existen en actualidad, fue una de las potencias coloniales y comerciales mas importante de la Historia, su Imperio duro mas de cinco siglos; en actualidad una pequeño país, en la periferia de Unión Europa, una sombra que lo fue, como reina de la navegación, colonización  y comercio.

En campo de plata, cinco escusones de azur, puestos en cruz, cargados cada uno de cinco bezantes de plata, colocados en sotuer, y una bordura de gules cargada de siete castillos de oro, tres en jefe, dos en flanco y dos hacia la punta.


Portugal, es un país soberano, ubicado en el suroeste de Europa, en la península ibérica. Es uno de los veintisiete Estados soberanos que forman la Unión Europea. Su capital y ciudad más poblada es Lisboa. Limita al este y al norte con España, y al sur y al oeste con el océano Atlántico. Su territorio comprende también los archipiélagos autónomos de las Azores y Madeira, situados en el océano Atlántico Norte.
El nombre de Portugal probablemente derive del antiguo nombre de Oporto, del latín «Portus-Galliae» puerto de Galia, debido a que las naves romanas, en sus viajes hacia la galia, frecuentaban este puerto o, más probablemente, de «Portus-Cale» topónimo atestiguado en la Chronica, del historiador del siglo V Hidacio, por un amarradero existente en un lugar fortificado llamado «Cale».
Portugal ha sido un testigo histórico de un flujo constante de diferentes civilizaciones desde hace 3100 años, tartesios, celtas, lusitanos, fenicios, cartagineses, griegos, romanos, germanos (suevos y visigodos), musulmanes, judíos y otros pueblos han dejado huella en la cultura, historia, lengua y etnia. 

Durante los siglos XV y XVI, Portugal fue una potencia económica, social y cultural mundial, así como un imperio que se extendía desde Brasil hasta las Indias Orientales.
 Posteriormente, sobre todo tras las guerras napoleónicas y la independencia de Brasil entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, Portugal empezó a vivir periodos convulsos. Con la Revolución de 1910, terminó la monarquía, después de haber tenido, de 1139 a 1910, 34 monarcas. El país vivió bajo una dictadura entre 1933 y 1974, cuando cayó tras una revuelta conocida como la Revolución de los Claveles. En 1986 ingresó en la Unión Europea y, desde 2001, forma parte de la eurozona.
Es un país desarrollado,​ con un índice de desarrollo humano (IDH) considerado como «muy alto»,​ y con una alta tasa de alfabetización.​ El país está clasificado como el 19.º con mejor calidad de vida, tiene uno de los mejores servicios sanitarios del planeta y es considerado una nación globalizada y pacífica.
​ Asimismo, es el 18.º destino turístico mundial en volumen de visitantes. Culturalmente pertenece a la Europa Latina; es miembro de la ONU, la Unión Europea (incluyendo la eurozona y el espacio Schengen), la OTAN, la OCDE y la CPLP, entre otros. 



Portugal ha recibido a una larga lista de conquistadores y gobernantes extranjeros a lo largo de los últimos 3000 años. Celtas, romanos, visigodos, árabes y cruzados cristianos, todos contribuyeron a crear la identidad portuguesa. En el s. XV, marinos y exploradores transformaron el país en un imperio. Los siglos siguientes fueron tiempos de devastación (el terremoto de Lisboa de 1755) y grandes cambios (industrialización, dictadura, descolonización) hasta que Portugal se convirtió en una democracia estable en los años ochenta del pasado siglo. En muchos sentidos, una historia paralela a la española.

Primeros pobladores.

La península Ibérica fue uno de los primeros lugares de Europa donde se asentó el ser humano; se calcula que ya habitaban homínidos en ella antes del 200 000 a.C. Durante el Paleolítico, los primeros antepasados de los portugueses dejaron tallas en rocas cerca de Vila Nova de Foz Côa, en Alto Douro, que fueron descubiertas fortuitamente durante un proyecto de construcción de una presa en 1992; se calcula que tienen unos 30 000 años de antigüedad. En el Alentejo, en la Gruta do Escoural, se hallaron dibujos de animales y humanos tallados que se han datado en torno al 15 000 a.C.
Pero el Homo sapiens no era el único bípedo. Los neandertales coexistieron junto a los humanos modernos en algunos lugares, si bien escasos, como Portugal durante un período de hasta 10 000 años. De hecho, algunos de los últimos restos de su existencia se hallaron en la península Ibérica.
Los neandertales fueron tan solo los primeros de una larga lista de habitantes que aparecieron y desaparecieron del escenario ibérico. En el primer milenio antes de nuestra era, los pueblos celtas empezaron a llegar a la península y colonizaron el norte y oeste de Portugal hacia el 700 a.C. Surgieron entonces decenas de citânias (pueblos fortificados), como la imponente Citânia de Briteiros. Más al sur, mercaderes fenicios, seguidos por griegos y cartaginenses, fundaron asentamientos costeros y abrieron minas de metales en el interior.

Los romanos.

Cuando los romanos invadieron el sur de lo que hoy es Portugal en el 197 a.C. esperaban una victoria fácil, pero no habían contado con los lusitanos, una tribu celta establecida entre los ríos Tajo y Duero, que se resistió ferozmente a su avance durante medio siglo. Incapaces de subyugarlos, los romanos les ofrecieron la paz y empezaron a negociar con su líder, Viriato. Desgraciadamente para Viriato y los suyos, la propuesta resultó ser una trampa y el líder murió envenenado. Tras su muerte en el 139 a.C., la resistencia se hundió.
Los mejores vestigios del Portugal romano son los de Conímbriga o las ruinas del templo de Diana en Évora.
En el s. V, cuando se produjo la caída del Imperio, Portugal llevaba 600 años el poder de Roma. Tal herencia se materializó en la construcción de carreteras y puentes, además de en el cultivo de trigo, cebada, olivos y viñedos. También fueron de origen romano las extensas haciendas llamadas latifúndios, el ordenamiento jurídico y, sobre todo, un idioma de raíces latinas. De hecho, ningún otro invasor resultaría tan útil.

Moros y cristianos.

El vacío dejado por los romanos fue ocupado por invasores bárbaros del otro lado de los Pirineos: vándalos, alanos, visigodos y suevos. Finalmente, fueron los visigodos arios, ya convertidos al cristianismo, quienes acabaron dominando el territorio en el 469.
Las rencillas internas de los visigodos propiciaron la llegada de la siguiente gran oleada de invasores, la de los árabes desde el norte de África en el 711, cuando una facción visigoda pidió su ayuda. Rápidamente ocuparon parte de la costa meridional portuguesa.
Los habitantes de esta zona disfrutaron de paz y prosperidad bajo el dominio de los musulmanes, que establecieron su capital en Shelb (Silves). Los nuevos gobernantes eran tolerantes con judíos y cristianos; permitieron que los pequeños hacendados cristianos conservaran sus tierras, y los animaron a probar nuevos métodos y cultivos, especialmente de arroz y cítricos. La actual lengua portuguesa tiene muchas palabras de origen árabe y numerosos topónimos, entre ellos Fátima, Silves y Algarve, y la repostería tradicional tiene una indudable influencia musulmana.
Mientras tanto, en el norte, las tropas cristianas fueron cobrando fuerza y conquistaron Oporto en el 868, aunque la Reconquista no alcanzó su apogeo hasta el s. XI. En el 1064 cayó Coímbra y en el 1085, Alfonso VI de Castilla derrotó a los musulmanes en Toledo, su enclave central en España, aunque al año siguiente las tropas de Alfonso fueron expulsados por aguerridos almorávides que acudieron en ayuda del emir desde lo que hoy es Marruecos.
En respuesta a la llamada de socorro del rey castellano, numerosos cruzados europeos acudieron para luchar contra los infieles. Con la ayuda de Enrique de Borgoña, entre otros, Alfonso hizo avances decisivos. La lucha continuó durante varias generaciones y, en 1139, Alfonso Enríquez (nieto de Alfonso VI) logró una victoria determinante en Ourique (Alentejo), se proclamó Dom (rey) y reconquistó Santarém y Lisboa. Fue el nacimiento del reino de Portugal. A su muerte, en 1185, la frontera portuguesa estaba asegurada hasta el río Tajo, pero todavía tuvo que pasar un siglo para que el sur fuera arrebatado a los musulmanes.

La era de los Borgoña

Durante la Reconquista, el pueblo portugués no se vio sometido tan solo a las consecuencias y avatares de la guerra: con las victorias cristianas llegaron nuevos gobernantes y nuevos ocupantes del territorio.
La Iglesia y su acomodado clero, propietarios de tierras, se adueñaron de todo, seguidos por los ricos aristócratas. Aunque teóricamente libres, la mayoría de la población seguía siendo súbdita de la clase terrateniente, con muy pocos derechos. El primer atisbo de gobierno participativo fue el establecimiento de las Cortes (Parlamento). Esta asamblea de nobles y sacerdotes se reunió por primera vez en 1211 en Coímbra, en aquel entonces capital del país. Seis años más tarde, la capital se trasladó a Lisboa.
Alfonso III [1248-1279] tuvo el mérito de enfrentarse a la Iglesia, pero fue su hijo Dionisio, el Labrador [1279-1325], quien tuvo un impacto realmente decisivo para Portugal. Hombre culto y amplio de miras, impuso un sistema judicial, inició programas de reforestación progresiva y fomentó el comercio interior. Reconvirtió la poderosa Orden de los Templarios (disuelta por el papa Clemente V) y la convirtió en la Orden de Cristo, de gran importancia posterior en el país. Cultivó la música, las artes y la educación y fundó una universidad en Lisboa en 1290, que después se trasladaría a Coímbra.
Además, Dionisio construyó o reconstruyó unas 50 fortalezas a lo largo de la frontera con Castilla y firmó un pacto de amistad con Inglaterra en 1308, la base de una prolongada alianza futura.

60 años después de la muerte de Dionisio, Portugal estaba en guerra con Castilla. Fernando I contribuyó a azuzar el conflicto al llevar a cabo un juego de alianzas tanto con Castilla como con Inglaterra, prometiendo a ambas naciones la mano de su hija Beatriz, a quien casaría finalmente con Juan I de Castilla; con ello entregaba el futuro de Portugal a manos castellanas.
Al morir Fernando en 1383, su esposa, Leonor Teles, gobernó como regente, pero también ella estaba involucrada con los españoles, ya que había mantenido una larga relación con un amante gallego. La burguesía comercial marítima prefería al candidato portugués Juan, hijo (ilegítimo) del padre de Fernando. Juan asesinó al amante de Leonor, esta huyó a Castilla, y los castellanos invadieron Portugal.
El enfrentamiento final se produjo en 1385, cuando Juan se enfrentó a un nutrido ejército castellano en Aljubarrota. Tenía las de perder, pero prometió construir un monasterio si ganaba; y ganó. Nuno Álvares, el extraordinario comandante en jefe de las tropas portuguesas, fue en gran medida el responsable de la victoria, gracias a su magnífica estrategia.
La victoria aseguró la independencia y Juan cumplió su promesa encargando la construcción del impresionante Mosteiro de Santa Maria da Vitória de Batalha (o Mosteiro da Batalha). Asimismo selló la alianza entre Portugal e Inglaterra y se casó con la hija de Juan de Gante. La paz llegó en 1411.

La Era de los Descubrimientos.

El éxito del rey Juan despertó sus ambiciones y, animado por sus hijos, pronto dirigió sus energías militares hacia el exterior. El norte de África fue su primer objetivo, y en 1415 Ceuta cayó en sus manos. Fue un momento crucial en la historia de Portugal, un primer paso hacia su edad de oro.
Fue Enrique, el tercer hijo de Juan, quien mejor supo canalizar el espíritu de los tiempos, fervor de cruzada, ansias de gloria marcial y sed de oro, en exploraciones marítimas que transformarían el pequeño reino portugués en un poder imperial.
El avance más importante se produjo en 1497 durante el reinado de Manuel I, cuando Vasco da Gama llegó al sur de la India. Con el oro y los esclavos de África y las especias de Oriente, Portugal pronto acumuló grandes riquezas. Manuel I estaba tan encantado con los descubrimientos (y la entrada de dinero) que para celebrarlo ordenó una ordalía arquitectónica, la cual encabezó el Mosteiro dos Jerónimos de Belém, y más tarde su panteón. La llegada de unos 150 000 judíos expulsados de España en 1492 supuso asimismo otro breve estímulo para la economía portuguesa.
España, sin embargo, también se había subido a la ola de las exploraciones y pronto las pretensiones de los dos países ibéricos colisionaron. El descubrimiento de América por Cristóbal Colón en 1492 alimentó la rivalidad, un conflicto que se resolvió con el Tratado de Tordesillas (1494), según el cual el mundo se dividía entre las dos grandes potencias a lo largo de una línea 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde. Portugal ganó las tierras situadas al este de esta línea, Brasil incluido, oficialmente anexionado en 1500.

Esta rivalidad espoleó la primera circunnavegación del mundo. En 1519 el navegante Fernando de Magallanes, portugués, pero bajo pabellón español, se propuso demostrar que las islas de las Especias (las Molucas) estaban en territorio de España. Llegó a lo que luego serían las Filipinas en 1521, pero murió en una escaramuza. Uno de los cinco navíos de su flota, bajo el mando del español Juan Sebastián Elcano, llegó a las islas de las Especias y regresó por el cabo de Buena Esperanza, demostrando así que la tierra era redonda.
Tras la llegada de sus exploradores a Timor, China y más tarde Japón, Portugal afianzó su poder con puertos fortificados y asentamientos comerciales. La monarquía, que ingresaba la quinta parte de todos los beneficios, el “quinto real”, acumuló una enorme fortuna y se convirtió en la más rica de Europa; el exuberante estilo arquitectónico manuelino simbolizó la afluencia de riquezas de aquellos tiempos.
Esta situación no podía durar demasiado. En 1570, el enorme coste de las expediciones y el mantenimiento del imperio empezaron a pasar factura. La gota que colmó el vaso llegó en 1578. El joven e idealista Sebastián ocupaba el trono y, decidido a cristianizar el norte de África, reunió una fuerza de 18 000 hombres y zarpó de Lagos. Sufrió una desastrosa derrota en la batalla de Alcazarquivir, también llamada de los Tres Reyes. Sebastián y 8000 de sus hombres murieron, entre ellos muchos nobles portugueses. Su anciano sucesor, el cardenal Enrique, vació las arcas del reino para pagar el rescate de los prisioneros.
A la muerte de Enrique en 1580, el tío de Sebastián, Felipe II de España presentó su candidatura al torno luso. Su coronación como Felipe I de Portugal marcó el fin de la independencia lusa, su edad de oro y su glorioso momento en el centro del escenario mundial.

Poder español y renacimiento portugués.

El comienzo del dominio español fue prometedor: Felipe se comprometió a conservar la autonomía de Portugal y su Parlamento, olvidado durante mucho tiempo. Pero el pueblo portugués se resistía al gobierno español y alimentaba el sueño de que Sebastián todavía estuviera vivo, fueron muchos los aspirantes a sucederle hasta 1600. Aunque Felipe fuera hombre de honor, sus sucesores demostraron serlo bastante menos y utilizaron Portugal para proveer de dinero y soldados las guerras de ultramar, mientras dirigentes españoles gobernaban Portugal.
La insurrección en Cataluña espoleó el deseo de independencia portugués, aún más cuando Felipe III de España ordenó a tropas portuguesas que sofocaran la revuelta; finalmente, en 1640, un grupo de conspiradores lanzó un golpe. Los nacionalistas expulsaron de Lisboa a la gobernadora de Portugal y a su guarnición. Fue entonces cuando el duque de Braganza subió a regañadientes al trono y fue coronado como Juan IV.
Acosado por la hostilidad de España, Portugal buscó aliados. Dos rápidos tratados con Inglaterra comportaron el matrimonio de Carlos II con la hija de Juan, Catalina de Braganza, y la cesión de Tánger y Bombay a los ingleses. A cambio, estos prometieron armas y soldados. España, sin embargo, tenía otras preocupaciones más urgentes y no insistió en la reconquista de Portugal, cuya independencia terminó por reconocer en 1668.
Los sucesores de Juan IV emprendieron políticas absolutistas, sobre todo durante el reinado de Juan V, gran admirador del rey francés Luis XIV. La Corona obviaba al Parlamento y empezó otra época de despilfarro, con proyectos como el extravagante monasterio-palacio de Mafra.
Uno de los hombres más reverenciados y temidos de Portugal ayudó a cimentar el poder de la Corona: el marqués de Pombal, primer ministro del epicúreo Dom José I, un monarca más interesado en la ópera que en la política. El marqués, descrito como un déspota ilustrado, llevó Portugal a la era moderna, aplastando toda oposición con una eficiencia brutal.
Pombal creó monopolios estatales, redujo el poder de los comerciantes británicos e impulsó la agricultura y la industria. Abolió la esclavitud y las distinciones entre cristianos viejos y nuevos (judíos conversos), y renovó la educación.

Cuando Lisboa sufrió un devastador terremoto en 1755, Pombal reconstruyó rápidamente la ciudad. Estaba entonces en el apogeo de su poder y se libró de sus principales enemigos implicándolos en un atentado contra la vida del rey.
Hubiera podido seguir en el poder de no haber sido por la llegada al trono de la devota María I en 1777. Pombal, anticlerical profeso, fue rápidamente despedido y acusado de varios delitos, aunque no llegó a pisar la cárcel. Si bien su legislación religiosa fue revocada, gran parte de sus políticas económicas, agrícolas y educativas siguieron vigentes, impulsando al país hacia una nueva prosperidad.
Sin embargo, nuevos disturbios asomaban en el horizonte, con el avance imparable de Napoleón a través de Europa.

La invasión francesa.

En 1793 Portugal se vio de nuevo en guerra. Se unió a Inglaterra y envió fuerzas navales contra la Francia revolucionaria. Poco después, Napoleón lanzó un ultimátum a los portugueses: o cerraban sus puertos a los barcos británicos o serían invadidos.
Portugal no podía dar la espalda a Gran Bretaña, de quien dependía la mitad de su comercio y la protección de sus rutas marítimas. En 1807 la familia real portuguesa huyó a Brasil (donde permanecería 14 años) y las fuerzas napoleónicas entraron en Lisboa, iniciando la invasión de España y Portugal, que se prolongó hasta 1814.
Arthur Wellesley (más tarde duque de Wellington), el vizconde Beresford y sus curtidas tropas británicas acudieron al rescate y lograron empujar a las tropas francesas al otro lado de la frontera española en 1811.
Libre pero debilitado, Portugal fue administrado por Beresford mientras la realeza lusa se entretenía en Brasil. En 1810 Portugal perdió su provechoso papel de intermediario, otorgando a Gran Bretaña el derecho de comerciar directamente con Brasil. La siguiente humillación se produjo en 1815, cuando Juan proclamó el Reino Unido de Brasil y Portugal. Lo hizo para aportar más riqueza y prestigio a Brasil, país que estaba empezando a amar, y de paso a sí mismo y al resto de la familia real que vivía allí. Cada vez más endeudado y con pésimas condiciones para el comercio, fue uno de los puntos más bajos de la historia del país, reducido prácticamente a colonia de Brasil y protectorado británico.

Mientras tanto, el resentimiento del ejército estaba a punto de estallar. Los oficiales rebeldes convocaron en secreto al Parlamento y elaboraron una nueva Constitución liberal. Basada en los ideales de la Ilustración, abolía muchas prerrogativas de la nobleza y el clero e instituía un Parlamento unicameral.
Ante este hecho consumado, Juan regresó y aceptó sus términos, a pesar de la rotunda oposición de su esposa y su hijo Miguel. El primogénito de Juan, Pedro, tenía otras ideas; se había quedado en Brasil para gobernar el país y al declararse emperador de un Brasil independiente en 1822 desdeñó a los constitucionalistas. A la muerte de Juan en 1826, todo estaba a punto para la guerra civil.
Tras serle ofrecida la corona, Pedro promulgó una nueva Constitución menos liberal y luego abdicó en favor de su hija María, de 7 años, con la condición de que se casara con su tío Miguel y que este aceptara la nueva Constitución. Miguel rompió su juramento, abolió la Carta Magna de Pedro y se proclamó rey. Un lívido Pedro congregó a los igualmente indignados liberales y obligó a Miguel a rendirse en Évoramonte en 1834.
Tras la muerte de Pedro, su hija María, ahora reina de Portugal con solo 15 años, mantuvo viva su llama prestando un apoyo fanático a la Carta Magna de 1826. Los partidarios radicales de la Constitución liberal de 1822 se hicieron fuertes en las dos décadas siguientes y llevaron al país al borde de la guerra civil. Sin embargo, el duque de Saldaña solucionó la situación al negociar un acuerdo de paz que suavizaba la Constitución de Pedro al tiempo que mantenía la modernización radical de las infraestructuras del país.

Una nueva era de esperanza

La segunda mitad del s. XIX fue un período extraordinario para Portugal, y se dio a conocer como una de las sociedades más avanzadas del sur de Europa. Los visitantes que se acercaban a Lisboa, como Hans Christian Andersen, quedaban sorprendidos al hallar avenidas arboladas e iluminadas por farolas de gas, tranvías y residentes bien vestidos. Los avances en lo social eran menos anecdóticos. Las reformas en el sistema educativo de João Arroio duplicaron el número de escuelas para niños y cuadruplicaron el de niñas. Las mujeres obtuvieron el derecho a la propiedad, la esclavitud se abolió en todo el imperio portugués.
Nacieron los gremios, asociaciones profesionales que impulsaron el progreso de ideas en el discurso público e inspiraron el debate tanto en la vida política y religiosa como en el mundo del arte.
Como en el resto de Europa, fue también una época de gran crecimiento industrial, con un espectacular aumento en la producción textil, de la que se exportaba una gran parte. Otras iniciativas significativas fueron la construcción de puentes y una red nacional de carreteras, así como la finalización de grandes obras arquitectónicas como el Palácio Nacional da Pena en Sintra.

Días oscuros y muerte del rey

Sin embargo, hacia 1900 el descontento entre los trabajadores empezaba a crecer. Con el aumento de la mecanización, estos comenzaron a perder sus puestos (los propietarios de algunas fábricas empleaban a niños para que manejaran las máquinas) y se hizo caso omiso a sus exigencias para lograr unas condiciones de trabajo justas. Los que se declaraban en huelga eran despedidos y reemplazados. Al mismo tiempo, Portugal experimentó un gran cambio demográfico: las zonas rurales se despoblaban cada vez más rápidamente en beneficio de las ciudades y la emigración (especialmente hacia Brasil) iba en constante aumento.
Muchas cosas estaban cambiando, y cada vez más personas empezaban a considerar el socialismo como la solución a las desigualdades. Las clases medias y bajas se entregaron a un nacionalismo republicano, caldo de cultivo de un intento de golpe en 1908. La intentona fracasó, pero, al cabo de un mes, Dom Carlos y el príncipe heredero Luis Felipe fueron brutalmente asesinados en Lisboa.
Manuel II, el hijo menor de Carlos, intentó apaciguar a los republicanos, pero sus esfuerzos fueron muy débiles. El 5 de octubre de 1910, tras un levantamiento militar, se declaró la república. Manuel, el Desafortunado, se exilió en Gran Bretaña, donde murió en 1932.

Auge y caída de Salazar

Tras una aplastante victoria en las elecciones de 1911, los republicanos albergaban grandes esperanzas de cambio, pero la coyuntura jugaba en su contra. La economía estaba en un estado calamitoso, un problema agravado por la decisión, desastrosa desde el punto de vista financiero, de unirse a los Aliados en la I Guerra Mundial. En los años de la posguerra, el caos empeoró: los republicanos se dividieron en facciones enzarzadas en rencillas internas, los sindicatos convocaron huelgas y fueron reprimidos, y los militares vieron aumentar su poder.
La nueva república se ganó en poco tiempo la reputación de ser el régimen menos estable de Europa. Entre 1910 y 1926 se produjeron 45 cambios de Gobierno, a menudo consecuencia de alguna intervención militar. En 1926 otro golpe colocó en el poder a caras y nombres nuevos; el más destacado, António de Oliveira Salazar, ex ministro de Economía que iría ascendiendo hasta convertirse en primer ministro en 1932, puesto en el que se mantendría durante los siguientes 36 años.
Salazar instauró el llamado Estado Novo, una república corporativa nacionalista, católica, autoritaria y represiva. Todos los partidos políticos quedaron prohibidos excepto el de la Unión Nacional, partidaria del régimen que ocupaba el poder y la Asamblea Nacional. Se prohibieron las huelgas y la propaganda, y se mantuvo el orden social a base de censura y represión. La nueva, secreta y siniestra Polícia Internacional e de Defesa do Estado (PIDE) sembró el terror y liquidó la oposición por medio de la prisión y la tortura. Varias intentonas golpistas durante la dictadura fracasaron. Para tener un sobrecogedor atisbo de lo que era la vida de un preso político durante esa época, basta con echar una ojeada a la fortaleza de Peniche, del s. XVI, utilizada como cárcel por el dictador.
El único aspecto positivo de su mandato fue la recuperación económica. A lo largo de las décadas de 1950 y 1960, Portugal registró un crecimiento industrial anual de entre un 7 y un 9%.
En el plano internacional, el astuto Salazar jugó con dos barajas, apoyando extraoficialmente la sublevación de Franco en la Guerra Civil española y, pese a la neutralidad oficial, permitiendo a los británicos hacer uso de los aeródromos de las Azores durante la II Guerra Mundial mientras vendía ilegalmente tungsteno a Alemania. Posteriormente se supo que había autorizado el traslado del oro requisado por los nazis a Portugal, 44 t según informes aliados.
Otro sería, sin embargo, el detonante que acabaría finalmente con su poder: la descolonización. Al negarse a renunciar a las colonias, Salazar se vio obligado a asumir una serie de expediciones militares cada vez más costosas y menos populares. En 1961, Goa fue ocupada por la India y los nacionalistas se alzaron en armas en Angola. También aparecieron movimientos guerrilleros en la Guinea Portuguesa y Mozambique.
En cualquier caso, Salazar no tuvo que enfrentarse a las consecuencias. En 1968 sufrió una trombosis cerebral y murió dos años más tarde.
Su sucesor, Marcelo Caetano, fue incapaz de calmar los ánimos. Los oficiales del Ejército que simpatizaban con los independentistas africanos eran cada vez más reticentes a luchar en guerras coloniales; habían visto las terribles condiciones en que vivían las colonias bajo dominio portugués. Varios cientos de oficiales formaron el Movimento das Forças Armadas (MFA), que el 25 de abril de 1974 llevó a cabo un golpe de Estado casi incruento en Lisboa, posteriormente conocido como la Revolución de los Claveles (debido a que los soldados victoriosos llevaban claveles en los cañones de sus fusiles). Los claveles siguen siendo el símbolo nacional de libertad.

El fin del Imperio colonial.

El  año 1975, se inicio un rápido proceso de descolonización, se independizaron las antiguas colonias de Guinea-Bissau,  Cabo Verde, Santo Tomé y Príncipe, Mozambique y Angola.



Con los Imperios portugués y Español, comenzó el proceso de la globalización del mundo, a través de la navegación, el comercio y la colonización, 


Mapa diacrónico que muestra las áreas que pertenecieron
 en algún momento al Imperio portugués



El Imperio portugués es el nombre que recibe el conjunto de Portugal y sus territorios, en diferentes fases y extensión, desde el siglo XV hasta el siglo XX; se formó en la Era de los descubrimientos, durante la cual ocupó un lugar predominante conjuntamente con el Imperio español, siendo una de las más poderosas y ricas potencias de la época. Las primeras colonias portuguesas al sur del Sahara (después de las bases norteafricanas anteriores) se establecieron primero en el oeste africano, en la India y en el este de África, desde el final del siglo XV. 
Este imperio, que se extendió por el mundo en la primera mitad del siglo XVI, desde Brasil hasta las Molucas y el enclave comercial de Nagasaki, estaba conformado, sobre todo durante su primera fase, por las ciudades propiamente portuguesas (Goa, p.e.); las factorías comerciales, o construcciones en ciudades bajo protectorado portugués o no portuguesas, realizadas exclusivamente para el comercio (Chittagong, p.e.) y las bases comerciales, o zonas de intercambio directo (ciudades no portuguesas sin edificios cuyo mercado lo realizaban desde las propias cargas del barco).
Es considerado uno de los diez imperios más grandes de la humanidad desde que se registraron civilizaciones, y el primer pluricontinental.1​ A principios del siglo XVI, Portugal tenía flotas y ejércitos en los cinco continentes.

El Imperio portugués se unió al español durante el reinado de Felipe I (Felipe II de España) y se separó en el reinado de Felipe IV (1580-1640). Portugal perdió las colonias que le quedaban cuando se independizaron en el año 1975, siendo esta la fecha de disolución formal del Imperio portugués, si bien el Imperio fue perdiendo poder paulatinamente con el proceso de decadencia iniciado en el siglo XVII, estando marcado este proceso por la independencia de la que fuera la más importante de las colonias portuguesas, Brasil, en el año 1822.



El "Imperio de Brasil", un viejo sueño portugués aún vigente

Autor,Gerardo Lissardy
Título del autor,Brasil
9 noviembre 2011

El sueño de grandeza, poder y centralidad en el mundo estuvo en el embrión mismo de Brasil, un país cuyo pasado imperial moldeó su identidad, sostienen expertos.
Ese rasgo histórico también fue determinante para pautar las relaciones de Brasil con sus vecinos desde un comienzo y, según algunos observadores, quizás hasta el presente.
Los historiadores suelen definir al "Imperio de Brasil" como el Estado de monarquía constitucional parlamentaria que existió entre 1822, año de la independencia respecto a Portugal, y 1889, cuando se instauró la República
Pero María de Lourdes Lyra, una historiadora brasileña autora del libro "Utopía del poderoso imperio", explicó a BBC Mundo que la idea de grandeza imperial vinculada a Brasil es bastante anterior.

"Lo que abraza el mar"

Lyra dijo que, ya en el período de la restauración portuguesa del siglo XVII, el consejero real Antonio Vieira formuló la teoría de que Portugal llegaría a ser un gran imperio tras haber descubierto "la cuarta parte del mundo".
"Todo lo que abraza el mar, todo lo que alumbra el sol, todo lo que cubre y rodea la tierra, será sujeto a este Quinto Imperio", escribió Vieira.
Un año clave en el surgimiento del imperio brasileño fue 1808, cuando la corte real portuguesa se instaló en su colonia latinoamericana para escapar de la invasión de Napoleón a Portugal.
Según Lyra, ese acontecimiento marcó de hecho el fin del estatus colonial de Brasil, que en 1815 pasó a ser parte del reino junto a la metrópoli.

"Junto al dominador"

La historiadora Lyra destaca que mientras los demás países latinoamericanos se separaban de España, en Brasil "ganamos autonomía elevándonos a categoría de reino junto al dominador".
A su juicio, esto supuso una particularidad en la formación del Estado nacional brasileño y marcó una diferencia esencial respecto al resto de los países latinoamericanos.
"Mientras los demás luchaban en contra del dominador y se separaban, aquí ganamos autonomía elevándonos a categoría de reino junto al dominador", dijo la historiadora.
El sueño de ser "un gran y vasto imperio", como definió el político local José Bonifacio en 1819, destacando la ubicación estratégica de Brasil en el mapamundi, siguió vigente incluso después de la independencia.
"¿Cuál otra nación se le puede igualar?", preguntó Bonifacio.

"Antecedentes"

Es discutible hasta cuándo permaneció en el discurso político brasileño ese ideal de grandeza que con el tiempo chocó con la realidad.
Mário Maestri, un historiador y profesor de la universidad de Passo Fundo, señaló que Brasil vivió una fuerte introspección a partir de 1930, cuando se volcó al mercado interno.
Pero agregó que particularmente después de 1964 hubo una "exteriorización" de la acción del Estado brasileño tan perceptible que se llegó a debatir si era una nación "subimperialista".
Los expertos creen que las relaciones de contienda que tuvo el viejo Brasil imperial con sus vecinos fueron un factor determinante en la formación de Sudamérica tal como se la conoce hoy.
"La unión de las diversas provincias luso-brasileñas creó un Estado centralizado que mantuvo siempre la hegemonía sobre América del Sur, obteniendo en ese proceso, entre otras ventajas, el alargamiento de sus fronteras", dijo Maestri a BBC Mundo.
"El Imperio fue claramente intervencionista", aseguró. "Siempre se movilizó para impedir la unión de las ex provincias del virreinato del Río de la Plata en torno a Buenos Aires. Destruyó el Paraguay independiente y lo mantuvo sometido".
Según Maestri, las prevenciones que existen en países de la región como Bolivia ante la expansión económica brasileña actual "ciertamente poseen antecedentes históricos sólidos".



Órdenes caballería portuguesas.



Las órdenes militares de los reinos ibéricos son un conjunto de instituciones religioso-militares que surgieron en el contexto de la Reconquista, las más importantes surgidas en el siglo XII en las Coronas de León y de Castilla (Orden de Santiago, Orden de Alcántara y Orden de Calatrava) y en el siglo XIV en la Corona de Aragón (Orden de Montesa); precedidas por muchas otras que no han perdurado, como las Militia Christi aragonesas de Alfonso I el Batallador, la Cofradía de Belchite (fundada en 1122) o la orden de Monreal (creada en 1124), que tras ser reformadas por Alfonso VII de León tomaron el nombre de Cesaraugustana y en 1149, con Ramón Berenguer IV, se integran en la Orden del Temple.
En 1174 se crea en el Reino de Aragón la Orden de Monte Gaudio, por Rodrigo Álvarez III Conde de Sarria, tras la donación del castillo de Alfambra y su señorío por Alfonso II el Casto.​ La portuguesa Orden de Avis respondía a idénticas circunstancias, en el restante reino cristiano peninsular.
Durante la Edad Media, al igual que en otros lugares de la cristiandad, en la península ibérica aparecieron órdenes militares autóctonas, que, si bien compartían muchas similitudes con otras órdenes internacionales, también presentaban peculiaridades propias, debido a las especiales circunstancias históricas peninsulares marcadas por el enfrentamiento entre musulmanes y cristianos.

El nacimiento y expansión de estas órdenes autóctonas se produjo fundamentalmente en la fase de la Reconquista en que se ocuparon los territorios al sur del Ebro y del Tajo, por lo que su presencia en esas zonas de la Mancha, Extremadura y el Sistema Ibérico (Campo de Calatrava, Maestrazgo, etc.) vino a marcar la característica principal de la repoblación, en grandes extensiones en las que cada Orden, a través de sus encomiendas, ejercía un papel político y económico similar al del señorío feudal. La presencia de otras órdenes militares foráneas, como la del Temple o la de San Juan fue simultánea, y en el caso de los caballeros templarios, su supresión en el siglo XIV benefició significativamente a las españolas.
La implantación social de las órdenes militares entre las familias nobles fue muy significativa, extendiéndose incluso a través de órdenes femeninas vinculadas (Comendadoras de Santiago y otras similares).

Después del turbulento periodo de la crisis bajomedieval, en que el cargo de Gran Maestre de las órdenes era objeto de violentas disputas entre la aristocracia, la monarquía y los validos (infantes de Aragón, Álvaro de Luna, etc.); Fernando el Católico, a finales del siglo XV consiguió neutralizarlas políticamente al obtener la concesión papal de la unificación en su persona de ese cargo para todas ellas, y su sucesión conjunta para sus herederos. La incorporación definitiva de las órdenes a los reyes de la Monarquía Hispánica se consiguió en 1523, bajo Carlos I. La Corona las administraba a través del Consejo de Órdenes.
Perdida paulatinamente toda función militar a lo largo del Antiguo Régimen, la riqueza territorial de las órdenes militares fue objeto de desamortización en el siglo XIX, quedando reducidas éstas al carácter religioso sumado entonces a la función social de representar, como cargos honoríficos, un aspecto de la condición nobiliaria católica.​ También sus caballeros actualmente tienen los objetivos de defender la fe y la santificación personal, preservar el patrimonio histórico que tienen sus nombres y ser ejemplo de los valores católicos caballerescos que siempre apuntan a la búsqueda de la salvación.

Portugal.

La Orden de Avís​ fue una orden militar medieval en el Reino de Portugal. Fundada en 1166 como Orden de San Benito de Évora, a partir de la conquista de la ciudad de Avís en 1211, la orden pasó a llamarse Orden de San Benito de Avís.
En 1385, uno de sus Grandes Maestres, Juan, hijo bastardo de Pedro I, se convirtió en rey de Portugal con el nombre de Juan I, y la dinastía pasó a denominarse de Avís. Avís dependió en la práctica de la Orden de Calatrava, hasta que en el reinado de Pedro II recibió tales prebendas, mediante leyes especiales y donaciones, que pudo desvincularse y convertirse en la más poderosa orden de Portugal, rivalizando con Santiago y ganando gran fama cuando su maestre llegó a ser a finales del siglo XIV rey de Portugal, si bien no fue integrada en la corona portuguesa hasta 1550, al mismo tiempo que la Orden de Cristo, sucesora del Temple.

La Orden de Cristo  fue una orden militar portuguesa, heredera de la Orden de los Caballeros Templarios en esta nación.
En los siglos XII y XIII, en plena Reconquista, la Orden de los Caballeros Templarios (Orden del Templo) ayudó a los portugueses en las batallas contra los musulmanes. Como recompensa recibieron extensas tierras y poder político. Los castillos, iglesias y poblados prosperaron bajo su protección.
En 1314 el papa Clemente V suprimió la rica y poderosa orden del Templo. En 1319 el rey Don Dinis asignó las propiedades portuguesas y privilegios de los templarios a la recién fundada Orden de Cristo,​ que se convirtió así en la continuación del Templo en Portugal. No obstante, la Orden de Cristo mantenía una fuerte vinculación con la corona portuguesa, que se arrogó desde el principio el derecho a nombrar el Gran Maestre. El rey nombró como primer maestre y legislador de la Orden de Cristo, a Esteban Soeiro, sacerdote de la Orden de la Santísima Trinidad y confesor de la reina Isabel. Este religioso compuso los estatutos que los caballeros de la milicia debían observar y conservó el cargo de maestre hasta la aprobación pontificia por parte del papa Juan XXII en 1319.
El vínculo a la corona portuguesa, junto al abandono de la Regla del Temple, en cuanto a nombramiento de cargos, normas de ingreso e independencia frente al poder secular, permite considerar a la Orden de Cristo como una sucesión del Templo en un aspecto meramente formal, a fin de dar cabida al enorme potencial humano y recursos económicos de los caballeros templarios, fundamentales para mantener Portugal a salvo de invasiones o incursiones enemigas. De hecho, la Orden de Cristo tomó como sede Castromarín, a fin de proteger el Algarve portugués. No obstante en 1357 la sede ya se había instalado en Tomar, la antigua sede de los Templarios. La nueva Orden tomaría como Regla la de San Benito y las Constituciones de Calatrava.

Orden Militar de Santiago de la Espada.

La orden tiene su origen en la Orden de Santiago fundada en 1170, por Pedro Fernández de Castro y Fernando II de León, rey de León (1157-1188).
Su introducción en Portugal está documentada en fecha próxima al año de 1172, habiendo desempeñado un factor de relevancia durante la Reconquista. La orden pasó definitivamente a Portugal hacia 1326. Juan III se declaró su gran maestre y han seguido siéndolo sus sucesores. Hasta su independencia de la de León, en el siglo XIII, la orden, en Portugal, constituía la comendaduría de Portugal. El reconocimiento papal de la independencia del ramo "português" de la orden ocurrió en 1288, por la bula "Pastoralis officii", del papa Nicolás IV. Y, así permaneció de hecho, pese a las protestas de Castilla hasta que en 1452, el papa Nicolás V por la bula "Ex apostolice sedis", reconocía definitivamente la independencia de la orden en Portugal, con el Infante D. Fernando, duque de Viseu y de Beja.
Fue reformada en 1789, por la reina D. María I para premiar exclusivamente el mérito civil.



La Banda de las Tres Órdenes. 
placa
Scherezada Jacqueline Alvear Godoy
Banda
Scherezada Jacqueline Alvear Godoy

(en portugués Banda das Três Ordens) es la condecoración privativa del Presidente de la República Portuguesa, al que distingue como Gran Maestre de las órdenes honoríficas de Portugal.


La banda reúne en una sola insignia las grandes cruces de las antiguas órdenes militares portuguesas, simbolizadas por sus respectivos colores representativos: verde (Avis), rojo (Cristo) y púrpura (Santiago de la Espada).

Historia.

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Retrato de D. Maria II (c. 1840)

El 30 de noviembre de 1551 el papa Julio III ordenó mediante la bula Praeclara Clarissimi que los reyes de Portugal ocuparan el cargo de gran maestre de las órdenes de Cristo, Avis y Santiago de la Espada. A pesar de ello, la práctica común de los monarcas lusos hasta el reinado de María I sería usar únicamente las insignias de la orden de Cristo.
El 17 de junio de 1789 la reina María I decretó el uso simultáneo de las insignias de las tres órdenes militares para no dar mayor importancia a una sobre las otras dos, creando de esta forma la banda de las Tres Órdenes.
El 15 de octubre de 1910, tras la caída de la monarquía portuguesa y el establecimiento de la república, todas las órdenes militares, y con ellas la banda, fueron abolidas. Sin embargo, el 1 de diciembre de 1918 las órdenes fueron restablecidas como condecoraciones destinadas a premiar los servicios prestados al Estado y con ellas también se restableció la banda de las Tres Órdenes.



1.-La Orden Militar de Santiago de la Espada.

Scherezada Jacqueline Alvear Godoy
La Orden Militar de Santiago de la Espada (en portugués Ordem Militar de Sant'Iago da Espada) es una condecoración portuguesa. Premia el mérito literario, científico y artístico.
La Orden forma parte de las conocidas como «Antiguas Órdenes Militares». Tiene la misma divisa que la española Orden de Santiago, de la que es heredera, y la cinta de color violeta.

Insignia de la Gran Cruz (collar, banda y placa).

Esta orden tiene seis grados, colocados por orden ascendente:

Caballero o Dama (CvSE o DmSE);
Oficial (OSE);
Comendador o Comendadora (ComSE);
Gran-Oficial (GOSE);
Gran-Cruz (GCSE);
Gran-Collar (GColSE).
También tiene el grado de Miembro-Honorario (MHSE) para instituciones.



2.-Orden militar de Cristo.




Scherezada Jacqueline Alvear Godoy

la Orden Militar de Cristo es una condecoración portuguesa que heredó el nombre de la extinta Orden de Cristo, y que es concedida por destacados servicios prestados en el ejercicio de funciones en cargos de soberanía, Administración Pública, Magistratura y Diplomacia que merezcan ser especialmente distinguidos.
Las insignias de la Orden Militar de Cristo son la banda, listón, placa y medalla. La miniatura y el rosetón son también las insignias de la Orden.
La Orden Militar de Cristo fue fundada por el rey D. Dinis I de Portugal el 14 de marzo de 1319. Su lema es In Hoc Signo Vinces (con este signo vencerás).



3.-La Orden Militar de Avis.

Scherezada Jacqueline Alvear Godoy
 (en portugués Ordem Militar de Avis) es una condecoración portuguesa, heredera de la antigua Orden de Avis. Premia los altos servicios militares prestados por oficiales de las Fuerzas Armadas de Portugal.
La Orden sólo puede ser conferida al personal militar, tanto portugués como extranjero, por servicios excepcionales. Para portugueses se requiere de un mínimo de siete años de servicio en las fuerzas armadas así como una hoja de servicio impecable y ejemplar.



 La Orden de la Torre y de la Espada.

Scherezada Jacqueline Alvear Godoy



La Orden de la Torre y de la Espada es una orden militar instituida en 1459 por Alfonso V, Rey de Portugal, cuando se hizo dueño de Fez, en cuya ocasión creó veintisiete caballeros.
Juan VI, siendo Príncipe Regente, la restauró en Río de Janeiro el 8 de noviembre de 1808 y sus miembros son efectivos y honorarios. Su divisa es una cruz de esmalte blanco de ocho radios, orlados pometados de oro, descansando sobre unos círculos del mismo metal, reunidos y fajados con una banda de esmalte azul. En el radio superior hay una torre de oro de relieve, y en el centro un medallón del mismo metal.
En su anverso se puede ver el busto del fundador con un cerco azul en el que se lee el mote: Don Juan, Regente de Portugal, y Príncipe del Brasil; y en el reverso una corona y una espada en aspa y el mote valor y lealtad. La cinta es de color azul oscuro. La placa es una cruz de Malta de plata con seis brazos en escama con la torre de oro y el medallón del reverso de la cruz.



Otorgada por Méritos excepcionales en el servicio al Parlamento, Gobierno, la Justicia o la presidencia de la República o el mando de tropas en tiempo de guerra; por actos de heroísmo o por recompensar actos de abnegación y de sacrificio extraordinarios para Portugal o la humanidad.



Las «Antiguas Órdenes Militares». Es gobernada por un canciller y un consejo de ocho miembros, designados por el Presidente de la República, para asistirlo como Gran Maestre en todos los asuntos que conciernen a la administración de las órdenes.
Estas distinciones llevan los nombres de órdenes militares relevantes en la Historia de Portugal, cuya tradición se ha mantenido hasta nuestros días.




Código Civil portugués.



El actual Código Civil portugués fue aprobado el 25 de noviembre de 1966 y entró en vigor el 1 de junio de 1967, derogando el primer Código Civil, redactado por el vizconde de Seabra y que había entrado en vigor en Portugal casi un siglo antes en 1868. 
Su texto fue redactado por un equipo de profesores de Derecho que, en la fase de revisión y final, fueron presididos por el profesor João de Matos Antunes Varela , razón por la cual se le conoce frecuentemente como Código Varela a diferencia del Código Seabra anterior.
Otros profesores de Derecho que participaron del emprendimiento fueron Adriano Vaz Serra , Fernando de Andrade Pires de Lima , António Ferrer Correia, Vasco Lobo Xavier y Rui de Alarcão (U. de Coimbra) y Manuel Duarte Gomes da Silva e Inocêncio Galvão Teles (U. de Lisboa). Algunos autores, como António Menezes Cordeiro , se refieren a la ley como Código de Vaz Serra , destacando el protagonismo de este profesor en su redacción.

El Código adopta la clasificación germánica de ramas del derecho civil , según el BGB (acrónimo de Bürgerliches Gesetzbuch, código civil alemán de 1900), estando dividido en cinco libros:

Parte General, que trata de los principios generales del Derecho Civil en Portugal;
Derecho de las Obligaciones, regula los tipos de obligaciones (los tipos de relaciones que constituyen los derechos de crédito y las obligaciones correspondientes: contratos , negocios jurídicos unilaterales, responsabilidad civil , enriquecimiento injusto, gestión empresarial), sus efectos, constitución y extinción;
Derechos Reales, se ocupa de la posesión , derechos reales de propiedad y demás derechos reales de disfrute (propiedad horizontal, superficie, servidumbres, usufructo , uso y vivienda), así como de derechos reales de garantía ( prenda , hipoteca ) y derechos reales de adquisición, sobre bienes muebles y los bienes inmuebles, las formas en que se constituyen, transmiten y extinguen estos derechos y las formas de tutela judicial de los mismos;
Derecho de Familia, contiene normas jurídicas relacionadas con la estructura, organización y protección de la familia en sus múltiples relaciones ( matrimonio , filiación , adopción , etc.) y obligaciones y derechos que se derivan de estas relaciones;
El Derecho de las Sucesiones se ocupa de la transmisión de bienes, derechos y obligaciones como consecuencia de la muerte.

Historia

Antes de la aprobación del primer Código Civil, Portugal tenía un sistema jurídico basado en el derecho romano. La legislación portuguesa se recopiló en tres publicaciones importantes denominadas Ordenações:

Código Afonsino u Ordenações Afonsinas , 1448 (formalmente en 1446 por D. Pedro, duque de Coimbra );

Código Manuelino u Ordenanzas Manuelinas , 1512-1520 ( por D. Manuel I ; modificado en 1526 , 1533 y 1580 ) ;

Código filipino u ordenanzas filipinas, 1603 . Aunque cambiaron mucho, constituyeron la base del derecho portugués hasta la promulgación de sucesivos códigos en el siglo XIX. Algunas disposiciones de las Ordenanzas filipinas estuvieron vigentes en Brasil hasta la aparición del Código Civil de 1916.

Aunque las Ordenanzas son consideradas “precursoras” del movimiento codificador del siglo XXI. XIX, estos no pueden compararse con los códigos modernos porque no tienen su organización sistemática, funcionando únicamente como colecciones de leyes. El primer código en Portugal fue el Código de Comercio de 1833 , escrito por Ferreira Borges. 

El Código Civil de 1867 fue el primer Código Civil de Portugal.

 Fue aprobado en 1867 y entró en vigor en 1868. También recibió el nombre de Código Seabra, ya que fue redactado por António Luís de Seabra e Sousa , 1.º vizconde de Seabra . Este Código sería derogado por el actual Código Civil portugués (Código Varela), que entró en vigor en 1967.



António Luís de Seabra e Sousa , primer vizconde de Seabra , ( Océano Atlántico a bordo del barco Santa Cruz (cuando navegaba cerca de Cabo Verde , 2 de diciembre de 1798 – Quinta de Santa Luzia en Mogofores/Anadia , 19 de enero de 1798 ) 1895 ) fue un jurisconsulto portugués y magistrado judicial . Fue ministro de Estado, licenciado en derecho por la Universidad de Coímbra , rector de la misma Universidad, juez del Tribunal de Apelaciones de Oporto , diputado, Par del Reino, juez del Tribunal Supremo de Justicia y notable . político de la época de la monarquía constitucional portuguesa .



Territorios de las ordenes militares portuguesas.



Territorios de las órdenes militares de los reinos ibéricos hacia finales del siglo XV:     Orden de Montesa     Orden de Santiago     Orden de Calatrava     Orden de San Juan (Castilla)     Orden de Alcántara     Orden de Christo     Orden de Santiago de la Espada     Orden de Avís     Orden de San Juan (Portugal) Residencia del Gran Maestre




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