Luis Bustamante Robin; José Guillermo González Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdes; Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Álvaro Gonzalo Andaur Medina; Carla Verónica Barrientos Melendez; Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo Price Toro; Julio César Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andrés Oyarse Reyes; Franco González Fortunatti; Patricio Hernández Jara; Demetrio Protopsaltis Palma;Nelson González Urra ; Ricardo Matías Heredia Sanchez;Katherine Alejandra Del Carmen Lafoy Guzmán; Alamiro Fernández Acevedo; Soledad García Nannig; Paula Flores Vargas; María Verónica Rossi Valenzuela; Aldo Ahumada Chu Han;
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Arthur Wellesley |
Arthur Wellesley (Dublín, 1 de mayo de 1769-Walmer, 14 de septiembre de 1852), más conocido, a partir de 1814, por su título de duque de Wellington, fue un militar, político y estadista británico de origen irlandés, con una participación destacada en las guerras de coalición o guerras napoleónicas, particularmente al frente de las tropas anglo-portuguesas en la expulsión de los ejércitos franceses en las tres tentativas de invadir Portugal (1808, 1809 y 1810) y en la guerra de la Independencia española, llegando a ser comandante en jefe del Ejército británico y a ejercer dos veces el cargo de primer ministro del Reino Unido.
Procedente de familia noble (su padre fue el primer conde de Mornington y su hermano mayor, que heredaría el condado de su padre, crearía el marquesado de Wellesley). Dos de sus otros hermanos serían además barones (Maryborough y Cowley). Su destacada actuación en las guerras napoleónicas le valió el rango de mariscal de campo. Wellesley comandó a las fuerzas aliadas durante la guerra de la Independencia española y en 1812 fue nombrado general en jefe de todas las tropas españolas de la península ibérica. y llegó a expulsar al ejército francés de España y a invadir el sur de Francia. Victorioso y elevado a la condición de héroe en Inglaterra, continuó luchando en Europa para mandar las fuerzas anglo-aliadas en la batalla de Waterloo, tras la cual Napoleón Bonaparte fue exiliado permanentemente a la isla de Santa Elena. Wellington es comparado frecuentemente con el primer duque de Malborough, con el cual compartía muchas características, principalmente la transición a la vida política tras una exitosa carrera militar. Wellington fue primer ministro por el partido tory en dos ocasiones y fue una de las principales figuras de la Cámara de los Lores hasta su retiro en 1846. El duque de Wellington está considerado como uno de los héroes más aclamados de la historia del Reino Unido. Su fama iguala o incluso supera a figuras tan conocidas como el vicealmirante Horatio Nelson, Winston Churchill o el también mariscal de campo Bernard Montgomery. Su mansión londinense (Apsley House) está abierta al público como museo y exhibe los numerosos regalos que recopiló, obras de arte y objetos de lujo, obsequiados por varios gobiernos y casas reales. |
Biografía Wellesley, Arthur. Duque de Ciudad Rodrigo (I), duque de Wellington (I) en el Reino Unido. Dublín (Irlanda), 1.V.1769 – Walmer Castle (Kent), 14.IX.1852. Capitán general, generalísimo del Ejército español. Cuarto hijo de lady Anne Hill de Dungannon y de Garret Wesley, II barón y I conde de Mornington, I vizconde de Wesley de Dangam Castle. Estudió en Eton (1781-1784) y en la Escuela Militar de Angers en Francia (1786). Ingresó en el Ejército como cadete en el 73.º Regimiento, el 7 de marzo de 1787, ascendiendo rápidamente a los siguientes empleos, merced al sistema de compras, hasta obtener el mando del 33.º Regimiento como teniente coronel, el 30 de septiembre de 1793. A su frente tomó parte en la desastrosa campaña de Holanda en 1793, a las órdenes del duque de York, hasta la retirada del ejército en 1795, siendo al año siguiente destinado con su Regimiento a la India, en donde su hermano mayor, Richard Wellesley, sería nombrado dos años más tarde, gobernador general. Gracias a la influencia de su hermano, obtuvo mandos importantes, entre ellos durante la campaña contra Tippoo Sultan, distinguiéndose en el asalto a su capital, Seringapatam, el 4 de mayo de 1799, ascendiendo a mayor general, el 29 de abril de 1802. Participó decisivamente en la guerra contra los maharattas, en donde consiguió las victorias de Assaye, el 23 de septiembre de 1803, y Argaum, el 29 de noviembre de ese año, recibiendo al siguiente la Orden del Baño. Regresó a Inglaterra, en donde tomó el mando de una brigada en la expedición de Lord Cathcart al norte de Alemania, en septiembre de 1805. Contrajo matrimonio en Dublín, el 10 de abril de 1806, con lady Catherine (Kitty) Pakenham, hija de lord Edward Michel Pakenham de lady Catherine Rowley. Tomó parte en la expedición a Dinamarca en septiembre de 1807, siendo al año siguiente ascendido a teniente general y enviado a Portugal, en donde derrotó a los franceses en las batallas de Roliça y Vimeiro, el 17 y 21 de agosto de 1808, pero teniendo que entregar el mando a su superior lord Dalrymple. La firma de la convención de Cintra, que permitía el transporte del ejército francés de Junot, desde Portugal a Francia, en buques ingleses, provocó la indignación en Inglaterra, siendo sometido a un Consejo de Guerra, que le declaró libre de toda culpa. Enviado nuevamente a Portugal, como general en jefe, se apoderó de Oporto en mayo de 1809, siendo nombrado mariscal general del Ejército portugués, el 6 de julio. Entró en España y unido al Ejército español mandado por Gregorio García de la Cuesta, libraron la batalla de Talavera de la Reina, el 27 y 28 de julio, obligando la retirada de José Bonaparte. Pero al tener noticias del avance de las tropas de Soult y Ney que amenazaban su línea de retirada, marchó rápidamente sobre Portugal, mientras Cuesta lo efectuaba hacia Mesas de Ibor y Deleitosa, siendo elevado por el regente de Inglaterra, futuro Jorge IV, a la dignidad de vizconde Wellington de Talavera, en septiembre de 1809. En prevención a una previsible invasión de Portugal, comenzó la construcción de unas formidables líneas de defensa en Torres Vedras, al norte de Lisboa, mientras observaba en la frontera, los preparativos del mariscal Massena. Fue muy criticado por los españoles por no auxiliar la plaza de Ciudad Rodrigo, que finalmente capituló el 9 de julio de 1810. Tras la rendición de la plaza portuguesa de Almeida, se retiró a la posición de Busaco, en donde rechazó los ataques de Massena, el 27 de septiembre de 1810. Replegado a las líneas de Torres Vedras, en donde recibió el refuerzo de Pedro Caro Sureda, III marqués de la Romana, con dos divisiones españolas, detuvo el avance francés, que, tras varios meses ante dichas posiciones, tuvo que retirarse en marzo de 1811. Iniciando rápidamente su seguimiento hasta la frontera, derrotó nuevamente a Massena, en la batalla de Fuentes de Oñoro que tuvo lugar entre los días 3 y 5 de mayo de 1811, recibiendo en recompensa el grado de general, si bien solamente para la Península. Además, en Portugal, le fue concedida la merced de conde de Vimeiro (18 de octubre de 1811), reconociéndole también con las mercedes de duque de Torres Vedras y de Vitoria, al año siguiente. El 19 de enero de 1812, capturó por asalto las plazas de Ciudad Rodrigo, y de Badajoz, el 6 de abril de ese año, a costa de sufrir terribles bajas y en donde el comportamiento de las tropas anglo-portuguesas con la población civil, fue de una terrible crueldad y salvajismo. En febrero de 1812, el gobierno inglés elevó su merced a condado, mientras que la Regencia de España por la cautividad del rey Fernando VII, le concedió título de Castilla con la denominación de duque de Ciudad Rodrigo, con Grandeza de España y asimismo, el 11 de abril de ese año, la Gran Cruz de San Fernando, por la toma de Badajoz. Una vez en posesión de la plaza de Ciudad Rodrigo, le permitió avanzar en España, ocupando Salamanca y derrotando completamente al mariscal Marmont en la batalla de los Arapiles, el 22 de julio de 1812, entrando en Madrid, el 12 de agosto, entre grandes aclamaciones. El 7 de agosto, las Cortes le concedieron la Orden del Toisón de Oro (confirmada después por Fernando VII, el 15 de junio de 1814, como caballero supernumerario). El 22 de septiembre de 1812, fue nombrado generalísimo de los Ejércitos españoles, aceptado por la mayor parte de los generales, excepto por Ballesteros, comandante en jefe del 4.º ejército, que fue depuesto por la regencia y deportado a Ceuta. Detenido su avance ante el castillo de Burgos y contraatacado por los ejércitos franceses, tuvo que retirarse sobre Ciudad Rodrigo y Portugal en noviembre de 1812. En la campaña de 1813, desbordó al Ejército francés, obligándole a retroceder, alcanzándolo en Vitoria, en donde participaron las tropas españolas de Morillo y Longa, causándoles una terrible derrota, el 21 de junio, y en donde José Bonaparte, perdió todos sus tesoros, entre ellos una valiosa colección de pinturas, incluyendo obras de Velázquez, Van Dyck, Rubens o Correggio, que fue capturada por las tropas inglesas y de la cual, posteriormente, Fernando VII, le hizo donación y que hoy en día figuran en su palacio de Apsley House en Londres, recibiendo asimismo de manos del Príncipe regente, el ascenso a mariscal del Ejército inglés. Derrotó al mariscal Soult en la batalla de Sorauren (28-30 de julio de 1813), para después entrar en Francia, en el Bidasoa, el 7 de octubre, Nivelle, el 10 de noviembre, y Nive, el 9-13 de diciembre de 1813. Entre tanto, la toma de San Sebastián y su posterior saqueo e incendio, el 31 de agosto, por su lugarteniente el general Thomas Graham, causó una gran indignación en España, que fue silenciada para evitar mayores desavenencias entre las fuerzas aliadas. En 1814, mientras las tropas anglo-españolas sitiaban Bayona y otra parte, servían directamente a sus órdenes, venció nuevamente en Orthez, el 27 de febrero de 1814 y finalmente en Toulouse, el 10 de abril. El Príncipe regente de Inglaterra, elevó finalmente su merced a duque de Wellington (3 de mayo de 1814) y le concedió una semana más tarde también el título de marqués de Douro. El 5 de julio de 1814, le nombró embajador en París, y, al año siguiente, el 3 de febrero de 1815, ministro plenipotenciario en el Congreso de Viena. Asimismo, Fernando VII, le concedió la Gran Cruz de San Hermenegildo. Tras la fuga de Napoleón de la isla de Elba, fue nombrado comandante en jefe del Ejército aliado en Bélgica, librando las batallas de Quatre-Bras y derrotándole totalmente en Waterloo, el 18 de junio de 1815, y en reconocimiento a este hecho, Holanda le concedió la merced de príncipe de Waterloo. Después ejerció como general en jefe del Ejército de ocupación en Francia, hasta 1818, regresando a Inglaterra, en donde fue nombrado primer ministro en enero de 1828, cargo en el que se mantuvo durante dos años. En 1842 fue general en jefe del Ejército inglés, falleciendo en Walmer Castle en 1852. Bibl.: VV. AA., Dictionary of National Biography, Oxford, 1917; J.ª M.ª Q ueipo de Llano y Ruiz de Saravia, conde de Toreno, Historia del levantamiento, guerra y revolución de España, Paris, Librería Europea de Baudry, 1838; J. Gómez de Arteche, Guerra de la Independencia, Madrid, Imprenta y Litografía del Depósito de la Guerra, 1868-1903; J. W. Fortescue, History of the British Army, 1899-1930; C. Oman, A History of the Peninsular War, Oxford, At the Clarendon Press, 1902-1930; M. Glover, Wellington as military commander, London, B. T. Batsford, 1968; E. Longford, Wellington, the years of the sword, New York, Harper and Row Publishers, 1969; A. Bryant, The Great Duke, London, Collins Publishers, 1971; Servicio Histórico Militar, Guerra de la Independencia, Madrid, Librería Editorial San Martín, 1972; P. Guedalla, The Duke, London, Hodder and Staughton, 1974; J. Weller, Wellington in India, London, Camelot Press Ltd. 1972; R. Addington, El duque de Wellington, México, Fondo de Cultura Económica, 1985; C. Oman, Wellington’s Army, 1809-1814, London, Greenhill Books, 1986; C. J. Esdaile, The duke of Wellington and command of the Spanish Army, 1812-1814, London, Macmillan Press, 1990; A. Ceballos- Escalera y Gila, marqués de la Floresta, La insigne orden del Toisón de Oro, Madrid, Palafox y Pezuela, 2000, págs. 487-488; A. Ceballos-Escalera, J. L. Isabel y L. Ceballos- Escalera, La Real y Militar Orden de San Fernando, Madrid, Palafox y Pezuela, 2003. |
El escudo de armas de Arthur Wellesley, 1er Duque de Wellington: El escudo cuartelado: El primer y tercer, gules con una cruz de plata; y segundo y cuarto, de oro con un león rampante en gules. Sobre ellos, un escusón con las cruces de San Jorge, San Andrés y San Patricio combinados, siendo la insignia de la unión del Reino Unido. Encima, una corona ducal o un medio león rampante de gules que sostiene el Pendón con la Cruz de San Jorge. A cada lado, un león de gules con una corona al cuello, y encadenados, sosteniendo el lema: VIRTUTIS FORTUNA COMES (La Fortuna es la compañera de valor). Armas de Wellesley: Gules, una cruz de plata, en cada el cantón, cinco bezantes de plata, colocados en sotuer. |
Ancestros paternos. La familia Colley o Cowley había venido a Irlanda desde Rutland alrededor de 1500 y produjo una línea de funcionarios y soldados de la Corona. Era una familia Anglo-Irlandés fue un término usado históricamente para describir una clase predominante de habitantes de Irlanda quienes eran descendientes y sucesores de la Ascendencia Protestante, mayormente pertenecientes a la Iglesia de Irlanda Anglicana o un grado menor que la Iglesia de la Disidencia Inglesa. Robert Cowley, o Colley (c. 1470-1546) fue un juez nacido en Inglaterra en la Irlanda del siglo XVI que ocupó el cargo de Maestro de los Rolls en Irlanda . Se le recuerda principalmente como un posible antepasado del primer duque de Wellington . Walter Cowley (c.1500 - 1548) fue un abogado y político irlandés que fue el primer titular del cargo de Abogado Principal de Irlanda , que fue creado para él. Fue cliente de Thomas Cromwell , y más tarde de John Alan , el Lord Canciller de Irlanda , y esta conexión finalmente lo llevó a su caída. Se le recuerda mejor como antepasado del primer duque de Wellington . Sir Henry Colley , o Cowley (fallecido en 1584) fue un soldado irlandés y terrateniente de la era isabelina. Hoy se le recuerda principalmente como antepasado del primer duque de Wellington. Sir Henry Colley (fallecido en 1601), que se casó con Anne Loftus, hija de Adam Loftus , arzobispo de Armagh y Jane Purdon. Eran los abuelos de Dudley Colley , el antepasado patrilineal del duque de Wellington . Sir Henry Colley (ca. 1585-1637) Dudley Colley (ca. 1621 - julio de 1674) fue un miembro del parlamento irlandés . Henry Colley (1648-1700) fue un miembro del parlamento irlandés. Richard Colley Wesley, primer barón Mornington ( c. 1690 - 31 de enero de 1758) fue un compañero irlandés , mejor recordado como el abuelo de Arthur Wellesley, primer duque de Wellington Garret Colley Wesley, primer conde de Mornington (19 de julio de 1735 - 22 de mayo de 1781) fue un político y compositor anglo-irlandés, mejor conocido hoy por engendrar a varios distinguidos comandantes militares y políticos de Gran Bretaña e Irlanda. |
Ancestros por linea paterna. Robert Hill ( T 1537) Moyses Hill ( 1555 - 1630) MP Arthur Hill (1601 - 1663) William Hill ( 1642 - 1693) Michael Hill (7 de agosto de 1672 - 1699) fue un político en Inglaterra e Irlanda. Arthur Hill-Trevor, primer vizconde de Dungannon ( c. 1694-30 de enero de 1771), fue un político irlandés. Nacido como Arthur Hill, adoptó el apellido Hill-Trevor en 1759. Anne Wellesley (de soltera Hill-Trevor ), condesa de Mornington (23 de junio de 1742 - 10 de septiembre de 1831) fue una aristócrata angloirlandesa . Ella era la esposa de Garret Wesley, primer conde de Mornington y madre del vencedor de la batalla de Waterloo , Arthur Wellesley, primer duque de Wellington. |
Príncipe de Waterloo. |
( francés : Prince de Waterloo , holandés : Prins van Waterloo ) es un título de la nobleza Paises Bajos y belga , que ostenta el duque de Wellington. El título fue creado por el rey Guillermo I de los Países Bajos para el mariscal de campo Arthur Wellesley, primer duque de Wellington como un título de victoria en reconocimiento a la derrota de Napoleón en la batalla de Waterloo en 1815. El duque de Wellington y todos sus descendientes a lo largo de la línea masculina pertenecen a la nobleza holandesa y belga, en la que todos los duques descendientes llevan el título de "Príncipe de Waterloo" con el estilo " Alteza Serena " ( holandés : Doorluchtigheid ). El resto de su familia conserva el honorífico holandés Jonkheer o Jonkvrouw. El derecho consuetudinario señala que la nobleza y los títulos que la acompañan heredan según la línea masculina. Estate of the Prince. Además de este título de nobleza, el rey países bajos también otorgó a Arthur Wellington 1.050 hectáreas (2.600 acres o 10,5 km²) de tierra y una pensión anual vitalicia de 20.000 florines holandeses. Hasta el día de hoy, los duques de Wellington conservan el título de Príncipe de Waterloo, y disfrutan de unos ingresos anuales de alrededor de 100.000 libras esterlinas de las tierras donadas. Debido al establecimiento del Reino separado de Bélgica en 1831, el título (siendo neerlandés ) y las tierras (ubicada en Bélgica) se separaron. Después de la independencia belga la donación de tierras fue incluida por el Tratado de Londres en la deuda pública a ser asumida por el nuevo Reino de Bélgica. La tierra en poder del Príncipe de Waterloo ha sido recientemente (2001) bajo la presión del senador belga retirado Jean-Emile Humblet (1920-2014). En 1817, el gobierno paises bajos llegó a un acuerdo para pagarle al duque 1.600 libras esterlinas al año a cambio de las ganancias de las ventas de madera que el duque quería sacar de la tierra boscosa. Hasta 1988, los sucesivos duques disfrutaron de este pago anual, pero el entonces príncipe de Waterloo, Valerian Wellesley, octavo duque de Wellington, acordó renunciar al pago a cambio de la propiedad absoluta de 24 ha (60 acres) de las 1.050 ha (2.600 acres) a las que tiene derechos. Pero algunos contribuyentes belgas, liderados por Humblet, dicen que el acuerdo no refleja el valor de la tierra y llaman la atención sobre los problemas más amplios que rodean el acuerdo original, alegando que Bélgica fue efectivamente coaccionada para aceptar los términos del acuerdo original, porque podría no permitirse ofender a Gran Bretaña. Además, en 2009, un miembro del Parlamento de Vlaams Belang interrogó al ministro de Finanzas, Didier Reynders, sobre la subvención. Reynders respondió que esta concesión es parte de las obligaciones internacionales de Bélgica en virtud del Tratado de Londres y que no tenía intención de incumplir la obligación, ya que todos los duques han cumplido fielmente con sus obligaciones. |
Otros familiares, ancestros de rey de Gran Bretaña. |
Hyacinthe-Gabrielle Wellesley, condesa de Mornington (de soltera Roland o Rolland ; c. 1766 - 5 de noviembre de 1816) fue una actriz francesa que se convirtió en la amante, y más tarde en la cónyuge, de Richard Wellesley, primer marqués de Wellesley. Como actriz, era conocida como Gabrielle Fagan . A través de su hija, Anne , Roland fue tatarabuela de la reina Isabel II.
2).-Richard Colley Wesley, posteriormente Wellesley, I marqués de Wellesley (20 de junio de 1760-26 de septiembre de 1842), fue un político y diplomático británico, el hijo mayor de Garret Wesley, I conde de Mornington en la Nobleza de Irlanda, y hermano de Arthur Wellesley, I duque de Wellington. Nativo de Dangan Castle, County Meath (Irlanda) fue educado en el Eton College, y en el Colegio Christ Church de la Universidad de Oxford. A la muerte de su padre en 1781 se convirtió en 2º Conde de Mornington, ocupando su asiento en la Cámara de los Lores de Irlanda. En 1784 accedió a la Cámara de los Comunes del Parlamento Británico. Poco después fue nombrado Lord del Tesoro por William Pitt, el joven. En 1793 se convirtió en miembro de la Junta de Control sobre asuntos de la India; y, aunque es conocido por sus discursos en defensa de la política exterior de Pitt, fue ganando conocimiento de los asuntos de la zona, lo que le ayudó a partir de 1797, cuando aceptó el cargo de Gobernador General de la India. Tras la pérdida de sus colonias en América del Norte, la política de Lord Mornington se encaminó a la creación de un gran imperio en la India; la rivalidad existente con Francia, con la que mantenía una continua lucha por la hegemonía en Europa, hizo que el mandato de Mornington se caracterizara por una enorme y rápida extensión del poder británico. Robert Clive y Warren Hastings consiguieron conquistar y consolidar la hegemonía británica en la India, pero Mornington consiguió extenderla hasta el nivel de un imperio. Durante su viaje hacia la India, diseñó un plan para aniquilar la influencua francesa en el Decán. Poco después de su llegada, en abril de 1798, tuvo noticias de una alianza negociada entre el Sultán Fateh Ali Tippu y la República Francesa. Mornington decidió anticiparse a los movimientos de sus enemigos, y ordenó prepararse para la guerra. Su primer paso fue provocar la desbandada de las tropas francesas organizadas por Nizam de Hyderabad. A continuación, siguió con la invasión de Mysore en febrero de 1799, y finalmente la conquista de Srirangapatna el 4 de mayo de 1799 y la muerte del Sultán Tippu. En 1803, la restauración de los Peshwa fueron el preludio para la guerra Segunda Guerra Anglo-Maratha contra los Sind y el rajá de Berar, en la cual su hermano Arthur tuvo un importante papel. Como resultado de esa guerra y de los tratados firmados a su finalización, Francia perdió toda su influencia en la India, pasando todos sus dominios a manos británicas, y los poderes de los Maratha y todos los príncipes se vieron reducidos hasta quedar bajo la autoridad dominante británica. Fue un gran administrados, y tuvo a dos de sus hermanos como ayudantes: Arthur fue su consejero militar, y Henry fue su secretario personal. Fundó Fort William, un centro destinado a las tareas de gobierno del territorio, creando la oficina del Gobernador General. También intentó quitar algunas de las restricciones al comercio existentes entre Inglaterra y la India. Estas medidas no gustaron a la junta de directores de la Compañía, y le obligaron a dimitir de su cargo en el otoño de 1805. En 1799 había sido nombrado Marqués Wellesley. Con la caída de la coalición gubernamental en 1807 Wellesley fue invitado por el Rey Jorge III a unirse al gabinete del Duque de Portland, pero declinó la invitación debido a la polémica existente en esos momentos en el Parlamento con respecto a su administración en la India. Tanto la Cámara de los Comunes como la de los Lores estaban estudiando en esos momentos resoluciones acusándole de abuso de poder, pero todas fueron derrotadas por amplia mayoría. En 1809 Wellesley fue nombrado embajador en España. Llegó a Cádiz justo después de la Batalla de Talavera, e intentó sin éxito establecer una cooperación entre el gobierno británico y su hermano, quien había sido obligado a retirarse a Portugal. Pocos meses después, tras el duelo entre George Canning y Robert Stewart, y la renuncia de ambos, Wellesley aceptó el cargo de Secretario de Estado de Asuntos Exteriores en el gabinete de Spencer Perceval. El puesto de embajador en España lo ocupó su hermano Henry Wellesley. Ocupó ese cargo hasta febrero de 1812, cuando se retiró, en parte por el inadecuado apoyó otorgado a Wellington por el ministro, pero también por su convicción de que la cuestión de la Emancipación Católica no podía ser mantenida en segundo plano. En 1821 fue nombrado Señor Teniente de Irlanda, o lo que viene a ser lo mismo, máximo representante de la Corona británica en tierras irlandesas. Estuvo en el cargo hasta 1828, y volvió a ocuparlo entre 1833 y 1835. A su muerte en 1842, no tuvo sucesor en el Marquesado, pasando el resto de títulos a su hermano William, Lord Maryborough. Wellesley vivió durante muchos años junto a Hyacinthe-Gabrielle Roland, una actriz del Palais Royal. Se casaron el 29 de noviembre de 1794, cuando ella ya tenía cinco hijos. Tras la muerte de su mujer en 1816, Wellesley volvió a casarse el 29 de octubre de 1825 con la viuda Marianne (Caton) Patterson, con quien no tuvo hijos. Wellesley es uno de los 32 tatara-tatara-tatara abuelos de la Reina Isabel II.
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3).-Lady Charles Cavendish-Bentinck (nacida Anne Wellesley ; 29 de febrero de 1788 - 19 de marzo de 1875), conocida entre 1806 y 1816 como Lady Abdy , fue una aristócrata británica y tatarabuela de la reina Isabel II. 4).-El reverendo Charles William Frederick Cavendish-Bentinck (8 de noviembre de 1817-17 de agosto de 1865) fue un sacerdote anglicano y el bisabuelo materno de la reina Isabel II del Reino Unido. Su relevancia radica en ser un ancestro de la realeza británica y por tener conexiones con las más poderosas familias aristócratas de Inglaterra. 5).-Cecilia Nina Bowes-Lyon, Condesa de Strathmore y Kinghorne (Cavendish-Bentinck; 11 de septiembre de 1862-23 de junio de 1938) fue la madre de la reina Isabel Bowes-Lyon, quien fue esposa de rey Jorge VI (conocida después como reina Isabel, la reina madre), y abuela materna de Isabel II del Reino Unido. Vida Nació en Londres, hija mayor del reverendo Charles Cavendish-Bentinck (nieto del primer ministro William Cavendish-Bentinck, III duque de Portland) y su esposa Caroline Louisa Burnaby. El 16 de julio de 1881 contrajo matrimonio con Claude Bowes-Lyon, Lord Glamis, en Petersham, Surrey y tuvieron diez hijos. Claude heredó la fortuna de su padre y el título de conde de Strathmore y Kinghorne en 1904, convirtiéndose Cecilia en condesa de Strathmore y Kinghorne. Durante la Primera Guerra Mundial, su hogar el Castillo de Glamis, sirvió como un hospital para los heridos, donde ella tomó un rol activo hasta que desarrolló cáncer y fue quedando invalida. En octubre de 1921 se realizó una histerectomía y en mayo de 1922 ya se había recuperado lo suficiente para festejar el matrimonio de su hija menor, Elizabeth, con el hijo menor del rey Jorge V, el príncipe Alberto, duque de York, que después se convertiría en el rey Jorge VI de Inglaterra. Era profundamente religiosa, y prefería una vida familia tranquila. Durante la abdicación de Eduardo VIII, al ser fotografiada, ella mencionó que "una fotografía no debería ser desperdiciada en mí". Sufrió un ataque al corazón en abril de 1938 durante la boda de su nieta, Anna Bowes-Lyon con Tomás Anson, vizconde Anson. Murió 8 semanas después, a la edad de 75, en el n.º 38 Cumberland Mansions, calle Bryanston en Londres. Fue enterrada el 27 de junio de 1938 en el Castillo de Glamis. |
Isabel Bowes-Lyon (Elizabeth Angela Marguerite Bowes-Lyon; Londres, 4 de agosto de 1900-Windsor, 30 de marzo de 2002) fue la esposa del rey-emperador Jorge VI, por lo tanto, ostentó el título de reina consorte del Reino Unido y los dominios británicos, entre 1936 y 1952. También fue la última reina consorte de Irlanda y la última emperatriz consorte de la India. Después del fallecimiento de su marido, comenzó a ser conocida como la reina Isabel, la Reina Madre, para evitar confusiones con su hija, la reina Isabel II. |
Isabel II del Reino Unido (Isabel Alejandra María; Mayfair, Londres, 21 de abril de 1926-Castillo de Balmoral, 8 de septiembre de 2022) fue reina del Reino Unido desde su ascenso al trono en febrero de 1952, hasta su muerte en septiembre de 2022, además de la soberana de los Estados independientes constituidos en reino que forman, o formaron, parte de la Mancomunidad de Naciones. Su reinado de más de siete décadas fue más duradero que el de cualquier otro monarca británico, el segundo más extenso de la historia por detrás de Luis XIV de Francia y el más largo verificado de una mujer. |
ESTALLIDO SOCIAL 2019. |
Chile A cinco años del estallido social en Chile: ¿transformación o desencanto? Muchas demandas clave como salud, pensiones y justicia social siguen sin resolverse. La sensación de estancamiento y la falta de avances concretos generan frustración. Lisandro Concatti 18 oct 2024 10:20 Apóyanos para seguir mostrándote la otra cara de la actualidad política y llévate de regalo la ópera prima de Pablo Elorduy, “El Estado feroz”, un ensayo que disecciona la deriva represiva del sistema tras la crisis económica. Suscríbete y descubre la otra cara del Estado con El Salto. El 18 de octubre de 2019, Chile vivió uno de los eventos más trascendentales de su historia reciente: el estallido social, una movilización masiva que puso en evidencia profundas desigualdades sociales, económicas y políticas que habían estado latentes durante décadas. Lo que comenzó como una protesta por el alza en la tarifa del transporte público rápidamente se transformó en un movimiento nacional que cuestionaba el modelo económico y la estructura institucional del país, ambos heredados en gran parte de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990). “Lo que me impulsó a salir a las calles en 2019 fue la rabia acumulada por vivir en un sistema que no nos escucha. Desde la educación hasta la salud, todo está privatizado”, relata Camila, que pidió no publicar su nombre completo, a El Salto. Las manifestaciones, que incluyeron marchas multitudinarias, cacerolazos y tomas de espacios públicos, reflejaron un agotamiento generalizado con el sistema neoliberal chileno Durante semanas, millones de personas -en su mayoría jóvenes- salieron a las calles para expresar su descontento. Las manifestaciones, que incluyeron marchas multitudinarias, cacerolazos y tomas de espacios públicos, reflejaron un agotamiento generalizado con el sistema neoliberal chileno. Según datos del Centro de Estudios Públicos (CEP), en diciembre de 2019, un 55% de los chilenos respaldaba las manifestaciones, lo que evidenciaba el amplio apoyo social que tenía el movimiento. Entre las demandas más urgentes se encontraban la reforma al sistema de pensiones, la mejora del acceso y calidad de la educación y la salud, así como la redacción de una nueva Constitución que dejara atrás el legado institucional de la dictadura. En respuesta a la presión ciudadana, el presidente Sebastián Piñera se vio obligado a tomar medidas, entre ellas, el acuerdo para iniciar un proceso constituyente. El proceso constituyente iniciado en 2020 representó una de las mayores esperanzas del estallido, con el objetivo de reemplazar la Constitución de 1980, vista por muchos como una pieza clave para perpetuar las desigualdades. En octubre de 2020, el 78% de los votantes aprobó en un plebiscito la creación de una nueva Carta Magna. Sin embargo, el camino hacia la transformación no fue sencillo. A lo largo de los cinco años desde el estallido, Chile experimentó una serie de reveses y desencantos. El rechazo a dos propuestas de nueva Constitución -la primera en septiembre de 2022, con un 62% de los votos en contra, y la segunda en diciembre de 2023- generó una sensación de frustración en la ciudadanía, que ve cómo los cambios prometidos no terminan de concretarse. Jorge Saavedra, académico de la Universidad Diego Portales y doctor en comunicación política de la Universidad de Londres, en diálogo con El Salto, realiza una evaluación general sobre los cambios que este proceso desencadenó en el ámbito político y social. Según Saavedra, a pesar del impacto inicial, los cambios son, en su mayoría, inciertos. “Yo creo que no hay nada consolidado en términos de cambio o no cambio, respecto a lo que ocurre en el estallido”, afirma. En su análisis, Chile es un país con una estructura institucional tan robusta que una revuelta social no logró generar grandes avances en áreas clave como pensiones, salud, educación y el reconocimiento de los pueblos originarios, que fueron algunas de las principales demandas del movimiento. “En ese sentido, lo que cambió en términos concretos es muy poco”, señala, agregando que lo que se profundizó es la sensación de que los cambios deben ser institucionales, aunque “son lentos y cuestan mucho”. 18O, cuando comenzó el estallido. El estallido social en Chile no surgió de la noche a la mañana. Fue el resultado de años de tensiones acumuladas en torno a un modelo económico que, si bien había generado crecimiento, profundizó las desigualdades. “En ese momento, sentí que no había otra opción que protestar. Era una lucha no solo por mis derechos, sino también por los de todos los que estaban siendo ignorados por el sistema”, cuenta Camila. Según un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en 2019, Chile era uno de los países más desiguales de la región. Además, según el informe World Inequality Report de 2022, el 1% más rico de Chile concentra el 49,6% de la riqueza total del país. Entre los factores que alimentaron el descontento social se encontraban el sistema de pensiones, que deja a muchos jubilados con pensiones muy por debajo del salario mínimo “Desde el retorno a la democracia -en 1990- todos los años hubo una cantidad de protestas enorme. Hay ciertos momentos, como en 2006 con la movilización estudiantil secundaria, el 2011 movilización estudiantil universitaria. Finalmente, en 2019 se destapa esta olla a presión donde se reúnen muchas causas”, señala Saavedra. Entre los factores que alimentaron el descontento social se encontraban el sistema de pensiones, basado en cuentas individuales y gestionado por las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP), que deja a muchos jubilados con pensiones muy por debajo del salario mínimo, y la privatización de servicios básicos como el agua, la salud y la educación. En particular, el alto costo de la educación superior fue una de las principales quejas, dado que gran parte de los estudiantes debían endeudarse para poder acceder a la universidad.
La chispa que encendió la movilización fue el aumento de 30 pesos chilenos (lo que representan unos 0.030 Euros) en la tarifa del Metro de Santiago, lo que, a primera vista, parecía un motivo menor para una protesta de tal magnitud. Sin embargo, este incremento fue percibido como el símbolo de un sistema económico y político que favorecía a las élites a expensas de la mayoría. Las primeras manifestaciones, lideradas por estudiantes secundarios que evadían el pago del metro en señal de protesta, rápidamente escalaron en intensidad y cobertura. A los estudiantes se les unieron otros grupos sociales, trabajadores y ciudadanos comunes que veían reflejadas en esa lucha sus propias frustraciones. “Siento que mi generación fue la que más sufrió las consecuencias de un sistema que nunca fue pensado para nosotros, y el estallido fue la oportunidad de alzar la voz y exigir dignidad para todos”, reflexiona Carla, quién en 2019 era estudiante secundaria y participó de las protestas en Santiago de Chile. Los jóvenes jugaron un papel crucial en la organización y expansión del movimiento. Fueron ellos quienes inicialmente convocaron a las protestas y quienes lograron movilizar a millones de personas en todo el país. A través de redes sociales, los jóvenes coordinaron acciones, organizaron manifestaciones y documentaron la represión policial. La represión policial dejó más de 30 muertos durante las protestas y alrededor de 400 víctimas con mutilación en el rostro y traumas oculares. Un informe de Naciones Unidas reveló que hubo “razones fundadas para sostener que, a partir del 18 de octubre, se han producido un elevado número de violaciones graves a los derechos humanos“. Y agrega: ”Estas violaciones incluyen el uso excesivo o innecesario de la fuerza que resultaron en la privación arbitraria de la vida y en lesiones, la tortura y malos tratos, la violencia sexual y las detenciones arbitrarias". La represión policial dejó más de 30 muertos durante las protestas y alrededor de 400 víctimas con mutilación en el rostro y traumas oculares. Uno de los lemas más repetidos durante las manifestaciones fue “No son 30 pesos, son 30 años”, en referencia a las tres décadas que habían pasado desde el retorno de la democracia, en las cuales muchas de las promesas de justicia social y equidad habían quedado incumplidas. Este lema resumía el sentir de una generación que, a pesar de haber nacido después de la dictadura, sentía que las estructuras heredadas de ese periodo seguían limitando sus oportunidades y derechos. En una encuesta realizada por el CEP en 2019, el 80% de los jóvenes de entre 18 y 29 años afirmó que las manifestaciones eran una expresión legítima del descontento social, lo que demuestra la importancia de este grupo en la movilización. “Las manifestaciones de 2019 fueron una oportunidad para gritar que ya no aguantábamos más, que era hora de cambiar un sistema que nos estaba matando”, cuenta Gustavo a El Salto. El estallido también evidenció una desconexión entre la clase política y las demandas de la ciudadanía. A pesar de la magnitud de las protestas, muchos sectores políticos tardaron en comprender la profundidad del malestar. Sin embargo, la presión en las calles fue tal que, en noviembre de 2019, el gobierno de Sebastián Piñera (2018-2022) y la mayoría de los partidos políticos firmaron un “Acuerdo por la Paz y una Nueva Constitución”, lo que abrió las puertas a un proceso constituyente. Los logros y fracasos de dos procesos constituyentes Uno de los hitos más importantes que emergió del estallido social de 2019 fue la apertura de un proceso constituyente para redactar una nueva Constitución que reemplazara la impuesta en 1980 durante la dictadura de Augusto Pinochet. Este proceso representó la esperanza de un cambio estructural profundo para Chile. El primer gran paso hacia la redacción de una nueva Constitución se dio en octubre de 2020, cuando el 78% de los chilenos votó a favor de iniciar el proceso constituyente en un plebiscito histórico. Este fue un momento clave, ya que reflejaba un amplio consenso sobre la necesidad de cambiar la Carta Magna, vista por muchos como un obstáculo para resolver las desigualdades del país. La Constitución de 1980, aunque reformada en varias ocasiones, mantenía aspectos que limitaban la participación ciudadana y concentraban el poder en manos de las élites económicas. En mayo de 2021, se celebraron elecciones para elegir a los 155 miembros de la Convención Constitucional encargada de redactar la nueva Carta Magna. Este organismo fue un reflejo de la diversidad social y política de Chile, con una fuerte presencia de independientes y representantes de movimientos sociales, además de ser paritaria en términos de género. Sin embargo, desde el inicio, el trabajo de la Convención estuvo rodeado de tensiones y críticas, tanto por parte de sectores conservadores como de algunos grupos que consideraban que el proceso no estaba avanzando con la rapidez o profundidad esperada. El 4 de septiembre de 2022, la primera propuesta de Constitución fue sometida a un plebiscito para su aprobación. La propuesta contenía importantes cambios estructurales, como la creación de un Estado plurinacional que reconocía los derechos de los pueblos originarios, la consagración de derechos sociales en áreas como salud, educación y vivienda, y el fortalecimiento del rol del Estado en la economía. Sin embargo, esta propuesta fue rechazada por el 62% de los votantes, en un giro inesperado que reflejó una creciente polarización en la sociedad chilena. Uno de los factores que, según Saavedra, contribuyó a este resultado fue la cobertura mediática. En su opinión, la concentración de medios en Chile y su enfoque en el proceso constituyente no contribuyeron a una discusión adecuada Saavedra subraya que el fracaso no reside en el deseo de los chilenos de tener una nueva Carta Magna, sino en la forma en que se gestionó dicho proceso. “El fracaso de la Constitución no es el fracaso de las ganas de tener una nueva Constitución, sino que yo diría de manera muy clara es el proceso que lleva eso”, explica el académico. Uno de los factores que, según Saavedra, contribuyó a este resultado fue la cobertura mediática. En su opinión, la concentración de medios en Chile y su enfoque en el proceso constituyente no contribuyeron a una discusión adecuada.
Saavedra también critica la rapidez con la que se desarrolló la campaña para socializar el borrador de la Constitución, lo que dificultó que la población comprendiera en profundidad los cambios propuestos Además, el experto destaca el papel de las fake news, que alimentaron el miedo entre la población sobre temas como la posibilidad de que la nueva Constitución eliminara los fondos de pensiones privados o expropiara segundas viviendas. Saavedra también critica la rapidez con la que se desarrolló la campaña para socializar el borrador de la Constitución, lo que dificultó que la población comprendiera en profundidad los cambios propuestos. “Un mes para socializar un texto largo, denso, pesado... lo que hizo fue que las personas se quedaran con ciertas percepciones muy básicas”, señala, lo que, sumado a la desinformación, selló el destino de la propuesta constitucional incluso antes de que comenzara la campaña oficial. A pesar de este revés, el proceso constituyente continuó. En 2023, se lanzó un segundo intento para redactar una nueva Constitución, pero esta vez el panorama cambió significativamente, ya que la elección de los redactores resultó en una victoria para miembros de partidos de derecha y sectores conservadores. Sin embargo, esta segunda propuesta también fue rechazada. De acuerdo con una encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP) de octubre de 2024, sólo el 23% de los chilenos apoya actualmente las movilizaciones que impulsaron el proceso constituyente, una caída significativa respecto al 55% registrado en 2019. El fracaso de las dos propuestas constitucionales llevó a una sensación de estancamiento en el proceso de cambio estructural que el estallido social parecía haber iniciado. Aunque la apertura del debate constitucional fue vista como una victoria para los movimientos sociales, el hecho de que ninguna de las propuestas haya sido aprobada alimentó el escepticismo y la frustración en amplios sectores de la población. En este sentido, el CEP también indica que el 50% de los chilenos considera que el estallido social fue “muy malo o malo” para el país, lo que sugiere un cambio de percepción sobre el impacto del movimiento. La presidencia de Gabriel Boric, quien asumió el cargo en marzo de 2022 con una plataforma basada en las promesas del estallido social, está marcada por la dificultad de cumplir con las expectativas generadas. Aunque Boric está impulsando reformas sociales, como el aumento del salario mínimo y mejoras en el sistema de pensiones, su gobierno enfrenta obstáculos significativos, tanto en el Congreso como en la opinión pública. “Hoy día la sociedad chilena es una sociedad que no protesta”, afirma, sugiriendo que el estallido agotó gran parte de la energía movilizadora sin obtener resultados tangibles Para Saavedra, esto se debe a que, a pesar de la magnitud y diversidad del movimiento social, las personas perciben que no se lograron resultados concretos. “Si no se consigue nada concreto, las personas de alguna manera dicen: 'Mira, no tiene mucho sentido protestar así'”, explica. Este desencanto llevó a una disminución en las manifestaciones y un cambio en la cultura de protesta. “Hoy día la sociedad chilena es una sociedad que no protesta”, afirma, sugiriendo que el estallido agotó gran parte de la energía movilizadora sin obtener resultados tangibles. Además, menciona que la presencia de un gobierno de izquierda, con raíces en la movilización estudiantil, también ha contribuido a la disminución de las protestas, ya sea por una mayor sensibilidad del gobierno hacia estos temas o por la percepción de que aún no se han alcanzado las metas propuestas. El panorama político y social que enfrenta Chile en 2024 es complejo y plantea interrogantes sobre el futuro del país. A cinco años del estallido social que exigió un cambio profundo en el modelo político y económico, el camino hacia las reformas estructurales sigue sin materializarse de manera significativa, mientras que la desconfianza en las instituciones continúa creciendo. “Seguimos teniendo el mismo sistema educativo, el mismo sistema de salud, el mismo sistema provisional”, señala Tomás. El futuro de las reformas en Chile también está vinculado a la capacidad del gobierno de Gabriel Boric para sortear los desafíos políticos y económicos. Elegido en 2022 con una plataforma de cambios progresistas en áreas como la salud, las pensiones y la educación, Boric enfrenta dificultades para avanzar con su agenda reformista. Las divisiones internas dentro de su coalición y la falta de apoyo en el Congreso bloquearon varias de sus propuestas. Sin embargo, el presidente intenta mantener el discurso del cambio, aunque tiene que moderar algunas de sus expectativas iniciales. “A cinco años del estallido, siento que poco ha cambiado en lo estructural. Los gobiernos prometieron mucho, pero al final seguimos con los mismos problemas”, comenta con frustración Camila. En cuanto al legado del estallido, Saavedra sostiene que, aunque se intentó demonizar el movimiento, este dejó importantes lecciones sobre las desigualdades estructurales del país. “Hoy día, como que este quinto aniversario del estallido se observa desde una mirada muy condescendiente con el estatus quo”, comenta. Sin embargo, insiste en que el estallido puso de manifiesto las profundas desigualdades que aún persisten en Chile y que estas seguirán siendo un motor para futuras reformas. Saavedra cree que la falta de respuesta efectiva a estas demandas sociales puede llevar a nuevas movilizaciones en el futuro. Aunque el proceso de reforma constitucional fracasó dos veces, tanto con una propuesta de izquierda como con una de derecha, el académico considera que las demandas del estallido siguen vigentes. “Algunas personas plantean que esto puede volver a suceder. Finalmente, Chile es un país que no ha resuelto esta materia”, concluye, subrayando que, mientras no se aborden estas desigualdades, las tensiones sociales seguirán latentes. |
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