—¿Por qué lees tanto? —(…) Mi mejor arma está en el cerebro. Mi hermano tiene su espada; el rey Robert tiene su maza, y yo tengo mi mente… Pero una mente necesita de los libros, igual que una espada de una piedra de amolar, para conservar el filo. —(…)—. Por eso leo tanto, Jon Snow.

TYRION LANNISTER.

sábado, 30 de marzo de 2013

217.-La imaginación en la tradición metafísico-mística: de Platón a Marsilio Ficino.-a


Luis Alberto Bustamante Robin; Jose Guillermo Gonzalez Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdes;  Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto  Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Alvaro Gonzalo  Andaur Medina; Carla Veronica Barrientos Melendez;  Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo  Price Toro;  Julio César  Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andres Oyarse Reyes; Franco Gonzalez Fortunatti; 

anllela hormazabal moya


Resumen

El objetivo de este artículo es examinar el papel de la imagen y de la imaginación desde la perspectiva del proceso ternario místico basado en la tradición del Pseudo Dionisio Areopagita. Destaco en este proceso la etapa primera relacionada con la teología simbólica y la experiencia exterior y sensorial; la etapa intermedia relacionada con el conocimiento racional y con la experiencia interior; la etapa tercera relacionada con la teología mística, esto es con la experiencia sobrenatural. Llego a la conclusión de que en la primera etapa la imaginación sobrepasa lo exterior y lo superficial que se le atribuía tradicionalmente, porque varios autores metafísicos y místicos introducen en su contexto un momento de la comprensión intuitiva. En la segunda etapa la imaginación no sólo es un fundamento del pensamiento discursivo, sino que también constituye un ejercicio espiritual que ha de intensificar el proceso pensativo. En la tercera etapa la imagen y la imaginación son un medio que ayuda a vencer la inefabilidad de la experiencia mística.


En la tradición metafísico-mística ―en la que se divide el alma en la esfera sensual y espiritual― se atribuye la imaginación a lo exterior: a los sentidos (αίσθησις, sensus), o a lo más interior: al pensamiento (νους, mens). La imaginación acompaña, pues, a la experiencia exterior, formada por cosas y acontecimientos fuera de nosotros, y a la experiencia interior, que es un retorno a sí mismo, la vuelta a la propia alma. Conforme con esta división, la imaginación desempeña un papel importante en el proceso ternario místico condicionado por la tradición del Pseudo-Dionisio Areopagita, en el cual el hombre debe dirigirse hacia lo exterior (teología simbólica) y lo interior (el conocimiento racional de las teologías afirmativa y negativa) hasta conseguir una pérdida del propio ‘yo’ en la experiencia de lo que está encima de él: en el arrebato sobrenatural de la teología mística (Walerich, 2013: 65).

1. Teología simbólica

En la primera etapa la imaginación es entendida en el sentido que le otorgó Platón, como imagen, resultado de la percepción sensorial, de la άισθησις1. Sin embargo, no tiene carácter superficial inherente a la phantasia platónica entendida como oposición frente al conocimiento que se dirige hacia la verdadera y eterna realidad de las ideas, las cuales no son, como escribe Platón (1992) en el Timeo, «perceptibles de manera sensible (άναίσθητα) por nosotros, sino sólo captables por medio de la inteligencia (νουμϵνα)» (51 D)2. A diferencia de ello, en la primera etapa del proceso místico la imaginación se relaciona con «lo profundo», con lo espiritual.

Plotino (205-270), por ejemplo, cuando niega la necesidad de las imaginaciones, rechaza lo literal y lo superficial de los productos de imaginación que llegan a ser el objetivo y no el medio con ayuda del cual el pensamiento humano asciende hacia el Uno. Generalmente Plotino postula rechazar una actitud corriente y cotidiana para con la realidad. El conocimiento del Uno no se puede reducir a las imaginaciones subordinadas a la corporal y baja naturaleza del alma que se dirige a la sensualidad. En toda percepción hay que «despertar» en sí, «como cerrando los ojos», «la vista interior», «la que todos tienen pero pocos usan» (Plotino, 1992: I 6.8-9). El que ve «bellezas corpóreas» debe ser consciente de que éstas sólo son imágenes, rastros y sombras de la belleza real, porque el mundo sensual (κόσμος αἰσθητός) es una imagen del mundo inteligible (κόσμος νοητός), cuyas formas como esencias intelectuales han tomado la forma espacial en las imágenes (Plotino, 1992: I 6.8-9; Cocking, 1991: 91).

El Pseudo-Dionisio Areopagita (s. V/VI) relaciona esta hipótesis con la idea expresada en el Libro del Génesis de que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza (Gen 1, 27), que el Pseudo-Dionisio refiere a toda la creación. Como escribe en el tratado De los nombres divinos, la criatura contiene el vestigio de la semejanza divina (Dionisio Areopagita, 2003a: IX § 6). Inspirándose en la teología plotiniana de emanación y en la metáfora de luz, procedente del Nuevo Testamento desarrolla su teoría de teología simbólica que trata del carácter imaginario de la realidad y del habla humanas y la lleva hasta sus lejanas consecuencias. Dios emana rayos que alejándose de él como fuente de luz pierden la perfección divina, pero no en total. Así se crea la jerarquía de los seres que contiene «ciertas imágenes y semejanzas» de las formas divinas (Dionisio Areopagita, 2003a: VII § 3; Ränsch, 1996: 77). De esta manera, dedicándose al análisis de la formación simbólica del lenguaje bíblico el Pseudo-Dionisio llega a la conclusión de que incluso en lo extraño de algunas imágenes que atribuyen a Dios adornos femeninos, armaduras de bárbaros, maldiciones, ira y envidia se encubre una hermosura que uno debe ser capaz de percibir. Es así, porque hasta los más bajos objetos materiales, como fuego, agua, piedra, animal, gusano han tomado el ser de la belleza superior y llevan en sí el rastro de la belleza (Dionisio Areopagita, 2003e: IX § 1; 2003b: II § 12). Por eso se puede hacer de ellos imágenes de Dios y de los espíritus puros. Sólo a través de esas imágenes sensuales y materiales el ser humano, que pertenece a la así denominada jerarquía eclesiástica subordinada a los sentidos, puede elevarse hacia lo invisible (Dionisio Areopagita, 2003c: I § 9). Sin embargo, el puro conocimiento espiritual, propio de la naturaleza angélica que no necesita elevarse por medio de las cosas captables por los sentidos (Dionisio Areopagita, 2003c: I § 8), puede caracterizar también al que se libera de toda la imaginería infantil acerca de los símbolos sagrados y en vez de entender las imágenes simbólicas de la Escritura en modo literal empieza a percibirlas en una contemplación simple e interior (Dionisio Areopagita, 2003e: IX § 1). De esta manera, el Pseudo-Dionisio al describir la inferior teología simbólica como una percepción contemplativa de la imagen que introduce al ser humano en los misterios divinos y es inefable, al mismo tiempo lleva una analogía con la superior teología mística. El conocimiento a través de las imágenes ofrece un prenuncio del conocimiento que se realiza en la tiniebla total y de ahí que resulte secreto e imposible de reflejar por medio del lenguaje. Esto se relaciona con la tradicionalmente aceptada por el Pseudo-Dionisio teoría de la división del alma en la esfera sensual y espiritual que colaboran consigo. El pensamiento en la esfera sensual que es susceptible a las sensaciones, al percibir una imagen extraña y enigmática, trasciende su capa sensual y en la esfera espiritual contempla lo que está oculto detrás de ella (Dionisio Areopagita, 2003e: IX § 1). Así surge el conocimiento simbólico y la diferencia entre éste y el conocimiento místico consiste en que el último se realiza sin mediación de la percepción sensorial.

En relación con el Pseudo-Dionisio, Juan Damasceno (645-739) atribuye a las imágenes dibujadas la misma función que ése otorga a los símbolos bíblicos y al mundo sensual; las imágenes mediante lo corpóreo y accesible para los sentidos nos llevan a la contemplación del mundo divino y suprasensual: «Como estamos compuestos de una doble sustancia, alma y cuerpo,... es imposible que nosotros, lejos de las cosas corporales, alcancemos las espirituales... Así, mediante la contemplación corpórea (διά σωματικής θϵωρίας), alcanzamos la espiritual (ἐπί τήνπνϵὗ ματικην θϵωρίαν)» (Tatarkiewicz, 1962: 57; Tatarkiewicz, 2007: 49). Al mismo tiempo admite que las cosas visibles representan las invisibles y carentes de figura refiriéndose a conjeturas difusas. Es así, porque la imagen (ϵἰκών) como una semejanza (ὁμοίωα) que reproduce el prototipo (προτοτύπον) no en todo se asemeja al arquetipo (αρχέτυπον) (Tatarkiewicz, 1962: 56). Sin esta propiedad la imagen dejaría de ser una imagen.

En la filosofía occidental de Edad Media el convencimiento de la fuerza contemplativa de las imaginaciones en el proceso místico perdura entre los teólogos y místicos inspirados en el pensamiento del Pseudo-Dionisio. Juan Escoto Erígena (s. IX), el traductor de su obra, subraya el carácter admirable e inefable de la belleza que deja de ser invisible como revelación de Dios en toda criatura visible e invisible, como teofanía. Las formas visibles son imaginaciones (imaginationes) de la belleza invisible, a través de las cuales Dios encamina a las almas humanas hacia la pura verdad (Tatarkiewicz, 1962: 124; Escoto Eriúgena, 2000: I 25). Este proceso es interminable así como son interminables las mismas teofanías, cuya forma y sutileza dependen del grado de la iluminación, purificación y perfección de la naturaleza humana por la gracia (Escoto Eriúgena, 2005a: 157; 2000: I 32). El Verbo está encarnado en las formas y composiciones de las cosas visibles que lo anuncian manifestándonos su belleza, y también en la letra de la Escritura que contiene sus misterios (Escoto Eriúgena, 2000: I 29). La luz eterna «en dos maneras se presenta al mundo: mediante la Escritura y mediante la criatura» (Escoto Eriúgena, 2000: 53) Leyendo la letra e investigando la criatura se puede ascender al espíritu de la letra y a las causas de la criatura. Solo de esta manera los que viven corpóreamente ascenderán a las alturas de las cosas espirituales (Escoto Eriúgena, 2000: VI 2, VI 3). Sin embargo, «hay una gran distancia entre la letra y el espíritu, entre la figura y la verdad, entre la sombra y el cuerpo» (Escoto Eriúgena, 2000: III 5)3. El que busca y encuentra teofanías se acerca cada vez más a la verdad, pero nunca la alcanzará, pues conocer al que es infinito se realiza de manera infinita incluso en las mentes más puras (Escoto Eriúgena, 2000: I 32).

Son los tempranos místicos del convento de San Víctor, que tematizan expresamente la relación entre la contemplación y la imaginación. Aparte de la filosofía del Pseudo-Dionisio, inspiran y justifican sus teorías las palabras de san Pablo de la Epístola a los Romanos (1, 20). «Porque lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras» (Cocking, 1991: 145-148).

En la teoría de Hugo de San Víctor (1096-1141), comentarista del Pseudo-Dionisio, la imaginación no trasciende el carácter sensual y exterior de la realidad circundante. Pues, si la poseen también algunos animales que carecen de la razón4, es más cercana a la sensualidad y no puede pertenecer a la parte espiritual (racional) del alma, aunque desempeña el papel de mediadora entre lo sensual y lo espiritual. Por eso san Hugo no atribuye la percepción de la dimensión simbólica y trascendental del mundo a la imaginación sino a la contemplación perteneciente a la intelligentia como la parte superior del alma. La contemplación se refiere a las cosas visibles que son esparcidas temporal y espacialmente y por tanto son perceptibles de manera sensual. Es capaz de abarcarlo todo con la clara vista, tiene pues carácter intuitivo (Tatarkiewicz, 1962: 233). El alumno de Hugo, Ricardo de san Víctor (m. 1173), define la contemplación como un conocimiento que se basa en la inteligencia, se realiza sin esfuerzo y es lleno de placer y exaltación (Dilger, 1971: 146). Pero en Benjamin Maior desarrolla una teoría de la contemplación en el proceso místico incluyendo en ella también el concepto de imaginación. De entre los seis tipos de la contemplación Ricardo atribuye a la imaginación la capacidad de participar en los tres inferiores, de los cuales el primero se relaciona con la teología simbólica. Como dice san Ricardo, la contemplación en la imaginación y a través de la imaginación (in imaginatione et secundum solam imaginationem) es cuando percibimos las imágenes de las cosas visibles y «con admiración veneramos» el poder, la sabiduría y la generosidad del Ser supremo y creador. Esta contemplación la caracteriza sobre todo el factor emotivo expresado en la admiratio que se puede definir como admiración asombrada. Se refiere no sólo a la naturaleza, sino a todas las obras humanas, puesto que las obras del que reconoce en las cosas de este mundo el vestigio de Dios, también llevan en sí la sombra del invisible (Tatarkiewicz, 1962: 234; Dilger, 1971: 30; Walerich, 2013: 45).

Para san Buenaventura (1221-1274), las cosas exteriores entran en nuestra alma «por sus semejanzas» por las puertas de los cinco sentidos en las etapas de aprehensión cognoscitiva (apprehensio), delectación del conocimiento (oblectatio) y juicio de las cosas sensibles (diiudicatio). En estas etapas conviene considerar y conocer a Dios en todas las criaturas, bendecirle y amarle. Pues, los objetos que engendran sus semejanzas, también fueron engendrados como semejanzas de su fontal principio y objeto; todas las delectaciones nos llevan de la mano a buscar la delectación fontal y verdadera que está en solo Dios; y el juicio que consiste en abstraer del lugar, tiempo y mutabilidad, de la dimensión, sucesión y mudanza, toma en consideración lo eterno (lo inmutable, incircunscriptible e interminable) demostrando así que Dios es la razón de todas las cosas, la regla infalible y la ley (Buenaventura, 2006: cap. 2.2, 2.4, 2.7-2.9, 2.13). Una aprehensión como esta del mundo circundante equivale a la cointuición de Dios5. Puesto que todo el mundo material es un espejo, todas las criaturas son sombras, resonancias y pintura que guían el alma del hombre contemplativo y sabio a Dios. Es así porque Dios es el origen, el ejemplar y el fin de las cosas creadas, y todo efecto es signo de la causa, toda copia es signo del ejemplar, todo camino es signo del fin al que conduce (Buenaventura, 2006: cap. 2.11, 2.12).

En los autores mencionados arriba, el contacto con el mundo visible, en que toma parte la imaginación entendida en el sentido platónico, hace necesario activar la vista interior (Plotino), la percepción contemplativa (El Pseudo-Dionisio), la contemplación espiritual (Juan Damasceno), el reconocimiento de la propiedad teofánica (Eriúgena), la contemplación en la imaginación (Ricardo de san Victor) y la cointuición (Buenaventura). Introducen, pues, en el contexto de imaginación entendida como resultado de la percepción sensorial un momento de la comprensión intuitiva que supera lo exterior y superficial sin transformarse todavía en el entendimiento racional. Esta diferencia la expresa el filósofo renacentista, Marsilio Ficino (1433-1499), para quien la fantasía es una facultad intermedia entre la imaginatio y el intellectus. La imaginatio solo ve lo exterior y superficial, mientras que la phantasia «súbitamente» percibe lo sustancial, por ejemplo lo bello, lo bueno, la amistad. El primer acto del intelecto es cercano a la operación espontánea de la fantasía: en cuanto la fantasía pinte la imagen de Platón, el intelecto también, con su fuerza natural, «súbitamente», «sin cualesquiera consideraciones discursivas» crea en el pensamiento (εχξογιτατ) la esencia y la idea del ser humano. Gracias a la operación de la fantasía que representa la belleza y la bondad relacionadas con una persona concreta, el intelecto encamina el pensamiento hacia la esencia y el concepto general de la belleza y de la bondad (Ficino, 2006: VIII 1). Así, en el concepto de Ficino la fantasía se asemeja más al intellectus (o mens)6 que a la imaginatio por tener los dos «un sentido de lo sustancial» que condiciona sus operaciones, aunque este sentido tiene un mayor alcance en el pensamiento, es más seguro, intenso, penetrante e indivisible que el sentido en la fantasía (Ficino, 1993: 102-105). El pensamiento y la fantasía (mens et phantasia) son, pues, los «ojos gemelos» de un alma. Colaboran consigo y ven lo mismo, pero de manera distinta, propia de cada uno de ellos. Su semejanza fraterna hace que, cuando la fantasía forma sus imágenes (species), las forme también el pensamiento (mens) y cuando el pensamiento encuentra sus imágenes, estas se reflejen en la fantasía (Ficino, 2006: XI 3; XII 2; XV 9). De esta manera intercambian sus propiedades.

Los autores mencionados distinguen, pues, en la imaginación un momento de intuición, cuando la realidad verdadera se nos muestra como algo maravilloso y momentáneo en el sentimiento. Esa experiencia se expresa en el concepto de la admiratio, de una admiración en que se efectúa el olvido de sí mismo, la supresión de la diferencia que separa el sujeto y objeto, que es característica para el asombro. De este modo, la teología simbólica como etapa inicial del proceso místico se convierte de una experiencia exterior y sensorial en una vivencia interior y directa que uno hace en sí mismo. Esas vivencias singulares, intuitivas y maravillosas interrumpen el curso de la vida cotidiana. Aunque son actos momentáneos, resultan de una postura de vida, porque se llevan a cabo gracias a la consciencia de la imagen, según la cual todo el mundo circundante, como producto de Dios o como emanación del Uno y campo de los actos creativos del ser humano, lo entendemos como imagen de algo: de su creador y de la primera causa.

2. Razonamiento discursivo

La segunda etapa del proceso místico tradicionalmente se relaciona con el conocimiento racional atribuido al retorno a sí mismo, a la experiencia interior. Esta etapa tiene su equivalente en las teologías afirmativa y negativa del Pseudo-Dionisio como un conocimiento filosófico que emplea la demostración y es manifiesto, y se refiere a las cosas inteligibles (Dionisio Areopagita, 2003e: IX § 1; Buenaventura, 2006: cap. 1.7). El Pseudo-Dionisio las presenta en el tratado De los nombres divinos en el que considera el significado de los conceptos inmateriales y captables para el entendimiento -Verbo, Espíritu, Esencia, Bondad, Luz, Belleza, Amor, Vida- aunque, como subraya, la divinidad se alza sobre todo ser, todo nombre y todo llamamiento (Dionisio Areopagita, 2003a). Conocemos los nombres divinos no por la inteligencia humana, sino, al igual que las imágenes, gracias a la inspiración otorgada por el Espíritu Santo a los autores de las Escrituras. Las caracteriza una semejanza con Dios. Al mismo tiempo resultan insuficientes, porque Dios sobrepasa lo todo. Por eso se escribe de él también por medio de atributos negativos, como invisible, incomprensible, infinito, que son más adecuados, porque desconocemos su ser sobresencial e inefable (Dionisio Areopagita, 2003b: II § 5, II § 6, II § 7). De ahí que las teologías afirmativa y negativa se condicionen mutuamente y no puedan existir una sin la otra, porque las semejanzas de la primera se complementan con las desemejanzas de la segunda y así crean la totalidad del conocimiento racional (Walerich, 2013: 32).

En general, se puede decir que en la tradición mística, la etapa intermedia atribuida a la experiencia interior la constituye principalmente el razonamiento discursivo. La imaginación, en este caso, adopta el papel establecido por la tradición aristotélica de suministrar a la razón las imágenes de las percepciones sensoriales, de las cuales la razón deduce los conceptos (Aristóteles, 1988: 427b-429a, 431b-433b; Volonté, 1997: 24-33). Por ejemplo, para Hugo de San Víctor la imaginación desempeña el papel de mediadora entre lo sensual y lo espiritual. La sustancia de la razón (ratio) es un espíritu inmaterial o la luz, y la imaginación, como imagen de un cuerpo, es una sombra que se eleva a la luz: desensualiza y espiritualiza, o sea abstrae parcialmente las imágenes materiales de la percepción (phantasmata) y las introduce en la razón que las somete al juicio y se sirve de ellas durante el pensamiento (cogitatio). Esa capacidad la distingue de la imaginación bestial que se detiene en sola imagen sensual (phantasma) (Hamesse, 1988: 168s.; Dilger, 1971: 71; Cocking, 1991: 146). Sin embargo, es santo Tomás de Aquino (≈1225-1274) quien lleva esta tradición hasta sus últimas consecuencias. Como señala Umberto Eco, Tomás de Aquino pone fin a la metáfora universal con su opinión de que es el ser humano el que crea las metáforas, o sea también las analogías entre el mundo humano y divino. De esta manera excluye de la teología la esfera relacionada con el simbolismo que entiende el mundo como libro exterior escrito por Dios (Ränsch, 1996: 84s). Por supuesto, Tomás de Aquino no niega que las cosas de este mundo sean vestigios de presencia y actividad divinas. En el vestigio la causa se revela de modo general e indefinido. El vestigio manifiesta únicamente el solo hecho de estar causado y no la misma causa: no su esencia (forma) (Pöltner, 1991: 188)7. El ser humano percibe, por tanto, las criaturas únicamente como vestigios de la actividad divina, no contempla en ellas al Dios mismo, sino la belleza de éstas: la belleza empírica (Tatarkiewicz, 1962: 287s). Así la imaginación pierde el papel consolidado por el Pseudo-Dionisio en la experiencia metafísica del mundo. Tomas de Aquino normalmente manifiesta su interés en la imaginación por el papel que cumple en el proceso de entendimiento. Nihil sine phantasmate intelligit anima, dice en Suma teológica aludiendo a Aristóteles (Aquino, 2001: I 84.7). Conocemos las realidades incorpóreas a través de su relación con lo sensual, cuyas imágenes poseemos. Sólo en el camino de la reflexión podemos conocer la verdad, y un fundamento de la reflexión son imágenes (phantasmata). Todos pueden experimentar por sí mismos que cuando intentan entender algo se crean ciertas imágenes como ejemplos en los cuales pueden ver lo que quieren entender (Aquino, 2001: I 84.7). Así, la razón discursiva a través de las cosas visibles consigue el conocimiento de lo invisible. Mientras que los ángeles por naturaleza poseen el perfecto conocimiento de la verdad inteligible, la aprehenden directamente y sin proceso analítico, los hombres acceden a la verdad inteligible pasando de un concepto a otro, por eso son llamados racionales. El raciocinar con respecto al entender es como el moverse con respecto al reposar o como el adquirir con respecto al poseer. No obstante, el ser humano, si bien imperfectamente, llega al conocimiento de la verdad inteligible, conocida por los ángeles, y del mismo Dios que ―dice Tomás en relación al Pseudo-Dionisio― conocemos como causa y por vía de eminencia y negación (Aquino, 2001: I 79.8, I 84.7). De esta manera Tomás de Aquino, de acuerdo con la tradición de Aristóteles y san Agustín, invariablemente atribuye la imaginación mejor a la razón discursiva y elimina del proceso místico la teología simbólica.

3. Ejercicio espiritual

Por otra parte, en la segunda etapa del proceso místico la imaginación desempeña el papel del ejercicio espiritual que conduce al fin definido: a la iluminación o visión espirituales. Ya en Plotino es un método, en que se realiza el pensamiento más intenso, cuyo objetivo consiste en captar la verdad que trasciende toda percepción sensorial. Plotino explica por ejemplo, cómo imaginándose un espacio cósmico se puede conseguir de repente la visión del cosmos noético8:

Reflexionemos sobre este mundo sensible, en el que cada una de sus partes permanece tal cual es y sin mezcla alguna, pero coincidentes todas en una unidad en la medida en que esto es posible, de tal modo que la aparición de una cualquiera de ellas, como por ejemplo la esfera exterior del cielo, se ofrece ligada inmediatamente a la imagen [phantasia] del sol y, a la vez, a la de los demás astros, viéndose así la tierra, el mar y todos los animales como en una esfera transparente en la que podrían contemplarse realmente todas las cosas. Tened, pues, en vuestro espíritu la imagen [phantasia] luminosa de una esfera, que contiene en sí misma todas las cosas, esto es, tanto les seres en movimiento como los seres en reposo, tanto los seres que no están en movimiento como los que no están en reposo. Y, con esta imagen en vosotros mismos, prescindid de su masa, e incluso de su extensión y de la materia contenida en la imagen [phantasma]. No imaginéis tampoco otra esfera de masa mucho más pequeña, invocad, si acaso, al dios que ha producido la esfera de la que tenéis la imagen [phantasma] y suplicadle que se acerque hasta vosotros (Plotino, 1975: V 8.9).

Así pues, en Plotino la phantasia de carácter espacial llega a ser un factor importante en el proceso que se dirige hacia la contemplación del Uno eterno e inmudable. Eso se relaciona con el concepto del retorno inteligible ―del retorno del pensamiento― a su fuente originaria, con el movimiento ‘hacia adentro’ en el acto de una concentración cada vez más intensa, en el que de repente se consigue el ev,kstasij, o sea una salida del ‘yo’ o, más bien, la liberación del ‘yo’ superficial y la experiencia del ‘yo’ profundo (Albert, 2002: 51). El pensamiento se dirige así de la multitud a una causa intuida por la consciencia (Beierwaltes, 2003: 16). Hay que subrayar que en ese proceso phantasiai o phantasmata tienen cualidades excepcionales, porque resultan de un esfuerzo consciente y de una voluntad independiente, por tanto no son imaginaciones típicas que se crean pasiva y maquinalmente bajo la influencia de las sensaciones corporales, por ejemplo a causa del hambre y de la sed (Plotino, 1967: VI 8.3).

También en la autobiografía de san Agustín aparecen momentos que indican una participación preparatoria de la imaginación en conseguir una visión, cuando el pensamiento recorre las imágenes en el palacio de la memoria como el sinónimo del ‘yo’ que constituye un fundamento insondable de la consciencia humana. El ejercicio consiste en una concentración cada vez más intensa del pensamiento que recorre las imágenes de las percepciones sensuales, las imágenes de las sensaciones espirituales (emociones) y las imágenes inteligibles (números e ideas) en la búsqueda de la imagen de Dios conocida antaño, que se oculta en una parte de las profundidades del alma (San Agustín, 1946: X § 25, 27)9. Por otra parte, incluso sus ilusiones y apariencias, cuyo objetivo es crearse la imagen del Dios infinito, y que Agustín rechaza como abominables, se puede entender como un elemento del ejercicio espiritual, en el que no cuenta el mismo contenido literal de éstas, sino la intensidad, con la que el pensamiento las forma en la incesante búsqueda (San Agustín, 1946: VII § 5, 14):

Pero después que Vos curasteis mis delirios e ignorancias y me hicisteis cerrar los ojos de mi entendimiento para que no mirase ni atendiese a las quimeras vanas que interiormente veía, cesé algún tiempo de imaginar fantásticas ideas y se adormeció aquella mi locura. Al fin, desperté para pensar en Vos y vi que verdaderamente sois infinito, pero muy de otra suerte que yo me lo había figurado: esta vista o conocimiento no pertenecía a los ojos corporales (San Agustín, 1946: VII § 14).

Ricardo de San Víctor atribuye al tercer tipo de contemplación: en la razón a través de la imaginación (in ratione secundum imaginatione), la capacidad de conducir a la iluminación. En esta contemplación, según san Ricardo, la imaginación representa a nuestra razón las formas de cosas visibles y nos prepara a través de la imagen a profundizar en lo invisible. La imaginación nos conduce en cierto modo adonde nunca llegaríamos si tomáramos por punto de partida la sola razón. En esta etapa tratamos toda la realidad circundante, también las obras humanas, como símbolo (similitudo) de lo invisible. San Ricardo define la diferencia entre lo visible y lo invisible como dissimilis similitudo. La relación de semejanza entre ellos es más intensa, porque es más cercana y más profunda que la que sucede entre los cuerpos y se refiere solo a su aspecto exterior. El proceso de conocer esta semejanza empieza por definir precisamente las propiedades de las cosas visibles, con el fin de crear en la mente imágenes generales sobre la base de las analogías que hay entre ellas, y luego someter estas imágenes a la interpretación simbólica apoyándose en la causa divina que se manifiesta ellas. Su coronación es illuminatio, en la que esas imágenes y las estructuras categoriales quedan trascendidas y recibimos el conocimiento de la idea divina que las originó. En esta etapa de la contemplación el hombre exterior se convierte en el hombre interior, espiritual. San Ricardo, aludiendo al Pseudo-Dionisio, subraya que esta transformación se lleva a cabo gracias a imaginationis manuductio, gracias a la imaginación que nos guía de mano. Ricardo insiste en que el conocimiento contemplativo así generado es alejado de las imaginaciones e imágenes de las cosas sensuales. De esta manera subraya su mayor disimilitud que similitud al invisible (Aris, 1996: 73-79; Walerich, 2013: 45s).

Para san Buenaventura la imaginación también es un método del ejercicio espiritual que caracteriza no tanto la intensidad de formar las mismas imaginaciones, sino la intensidad de la empatía con las imágenes verbales que muestran a Cristo. En el Lignum vitae, Buenaventura de manera plástica representa la historia de Jesús en forma de un árbol simbólico. Como escribe en el prólogo: «la imaginación ayuda a entender» (imaginatio iuvat intelligentiam), y anima a experimentar vivamente en el propio interior el sentimiento de la similitud con el Salvador, que surge, cuando con gratitud consideramos la labor, el dolor y el amor del Jesús crucificado (Buenaventura, 1898: 68). En este caso la facultad imaginativa no lleva a una visión o iluminación, sino a una identificación: al descubrimiento en sí mismo de una semejanza con Cristo.

El ejercicio espiritual consiste, pues, en una concentración cada vez más intensa del pensamiento o sentimiento. El principio de su funcionamiento se basa en el paso de lo extendido a lo concentrado: Como escribe el Pseudo Dionisio, cuanto más cerca estamos de Dios, tanto más concentrado se hace todo y cuanto más lejos, tanto más extendido. Por eso el puro conocimiento espiritual, propio de la jerarquía celeste a la cual pertenecen los ángeles y los santos, al contrario del conocimiento imaginario que a veces requiere muchas palabras, lo caracteriza la simplicidad y brevedad (Dionisio Areopagita, 2003d: III). Esta centración psíquica tiene su equivalente en el concepto de imagen en su variante de ϵίκών y άγαλμα como lo aprehendido de una vez en el conjunto. Su oposición es gramma, ϵἰκών y eiv,dwlon que se desenvuelven en discursos y en proposiciones. Se basa, por tanto, en la diferencia entre lo desenvuelto y lo conjunto:

No hemos de pensar, pues, que en el mundo inteligible los dioses y los seres bienaventurados contemplan proposiciones; ya que todas las fórmulas de ese mundo no son otra cosa que bellas imágenes (ἀγάλματα), como se representan las que hay en el alma del hombre, y no en verdad diseños de imágenes (γέγραμμϵνα) sino imágenes reales. De ahí que dijesen los antiguos que las ideas son seres y sustancias.

A esto llegaron, en mi opinión, los sabios de Egipto, bien medio de una ciencia exacta, bien de una manera natural. Y así, respecto a las cosas que quieren mostrar con sabiduría, no se sirven de tipos de letras que se desenvuelven en discursos y en proposiciones, representando a la vez sonidos y palabras, sino que dibujan imágenes (ἀγάλματα), cada una de las cuales se refiere a una cosa distinta. Estas imágenes son grabadas en los templos para dar a conocer el detalle de cada cosa, modo que cada uno de los signos constituye una ciencia y una sabiduría, una cosa aprehendida de una vez y no algo parecido a un pensamiento o a una deliberación. De esta sabiduría conjunta proviene a continuación una imagen (ϵἰδωλον) que se desenvuelve en otra cosa y que aparece formulada en un decurso de pensamiento (Plotino, 1975: V 8.5, 8.6).

Este método contemplativo lo expresa también el ícono bizantino, en que el rostro, sobre todo los ojos constituyen el centro del cuadro, para que el espectador pueda concentrarse en ellos y quedarse como inmóvil (Tatarkiewicz, 1962: 44-48).

4. Teología mística

Por lo tanto, en las dos etapas del proceso místico las imaginaciones son un medium que bien sirve para manifestar una imagen del Absoluto, bien como ejercicio espiritual que consiste en la intensidad de formar las imaginaciones o en la intensidad de la empatía con las imaginaciones. Constituyen, pues, una oposición frente a la «concupiscencia de los ojos» (San Agustín, 1946: X § 35) que atribuye a los elementos de la realidad circundante el significado y la función relacionados con objetivos personales e interesados y así hace de éstos «falsas imaginaciones» y «sombras» (Eriúgena, 2005b: 173, 181). Introducen, además, una concentración consciente y conducen hacia una supresión gradual de la consciencia de sí mismo, la supresión que tiene culminación en la iluminación o identificación. De esta manera preparan al hombre a la final vivencia extática, conforme al pensamiento de Lavelle, según el cual la pura experiencia del ser supone una inocencia, la mente libre de todo interés propio e incluso de toda inquietud interior (Albert, 2002: 35). En estas etapas la imaginación es libre de toda connotación con lo fantástico y con la ensoñación. Lo fantástico lo elimina la consciencia presente en la teología simbólica de que las imágenes de la realidad y de la imaginación son representantes de otras cosas y no ilusiones o componentes autónomos de la pura fantasía10. En cambio, la finalidad del ejercicio espiritual hace imposible toda ensoñación. Es así porque el ejercicio espiritual no se detiene en las imaginaciones mismas, no consiste en pensamientos maquinales, sino que es un método que intensifica el proceso pensativo (Walerich, 2013: 66s).

En este sentido las teologías simbólica e intelectual son una sombra e imagen que preparan para ver la luz. La experiencia mística como rayo de tiniebla es inefable. Pero resuena en la imagen entendida ética y ontológicamente. Al respecto, conforme a la tradición platónica y cristiana el ser humano y su vida son una imagen de la virtud, del Uno o de Dios. Platón expresa esta idea en la concepción de ϵἰκασία, según la cual el que verdaderamente ha conocido la virtud llega a ser su imagen. Τϵχνή ϵἰκαστική, al contrario de τϵχνή ἀνϵικαστική, es una capacidad de producir semejanzas, que no se interesa por el mismo fenómeno sensual sino por su esencia, es una imitación erudita, porque su fundamento es la ciencia (Platón, 1988: 267 B-E)11. Para Plotino, todo el proceso místico es al mismo tiempo una formación y un descubrimiento sucesivos de la imagen del Uno. Durante la experiencia mística el ser humano parte de sí mismo como imagen y se remonta hasta el modelo (νοῡς ϵἰκών προς ἀρχέτυπου). El ἐκστασις es, pues, un encuentro con el Uno y no con su imagen, pero la imagen (ϵἰκὠν) permanece después, unida con el recuerdo de la experiencia, aunque Plotino no define claramente en qué consiste (Plotino, 1998: VI 9.11). En la convicción de los filósofos cristianos, el hombre restituye en sí la imagen de Dios, según la cual fue creado, si se permite dirigir por la voluntad divina, o sea se aparta del pecado y consigue un conocimiento de Dios (San Agustín, 1946: XIII § 21). Entonces, como su espejo, llega a ser capaz de entender intuitivamente y luego de llevar a cabo la exégesis del nivel simbólico de la Escritura. En este sentido se puede interpretar las palabras de Eriúgena, según el que los doctores de la Iglesia recogen en uno los signos (sentidos) de las Escrituras y luego los distribuyen a los que son capaces de entenderlos (Escoto Eriúgena, 2000: VI 4). Pero, efectivamente, es Tomás de Aquino el que confiere a la imaginación humana y a las imágenes formadas por ésta la capacidad de expresar la experiencia mística por medio del lenguaje, si bien ya en el Pseudo-Dionisio el término τὐπος y en Plotino la concepción de phantasia ϵἰκονικἠ, significan una imagen que expresa un contenido subconsciente o sobrenatural de pensamiento (Dionisio Areopagita, 2003e: IX § 1; Plotino, 1965: III 6.18).

En el capítulo de la Suma I 12.9 dedicado a la visión de san Pablo, Tomás de Aquino toma en consideración la capacidad humana de traducir en imágenes (similitudines) las imágenes (similitudines) inteligibles que están en la esencia de Dios y se refieren a todas las cosas12. La mente, gracias a la unión con la esencia divina, se asemeja (assimilatur) a las imágenes que contempla en ella y las conserva en sí también después de acabar la visión. Por eso Tomás supone que san Pablo puede formar en sí semejanzas de imágenes inteligibles guardadas en la memoria, aunque sean distintas de las imágenes percibidas durante la visión. Tomás de Aquino no indica claramente, cuál potencia del alma lleva a cabo esta transformación. Menciona, sin embargo, la imaginación y el entendimiento como las potencias cognoscitivas que sobre la base de las imágenes anteriormente concebidas (ex speciebus primo conceptis) pueden formar otras nuevas. Por ejemplo, la imaginación partiendo de las imágenes del monte y del oro forma la imagen del monte de oro (speciem montis aurei)13, y el entendimiento (intellectus), a base del género y de la diferencia que existe entre imágenes, forma la razón de la especie (specie) (Aquino, 2001: I 12.9)14. Pero san Pablo, quien dijo de sí que «oyó palabras desconocidas que ningún hombre puede pronunciar» (Aquino, I 12.9) ―et audivit arcana verba, quae non licet homini loqui (2 Co 12, 4)- no forma en sí las imágenes, como lo atestigua el versículo de la Epístola a los Corintios. Sin embargo, en este caso llama la atención el verbo que usa: non licet, que no significa que no sea capaz de expresar las «palabras secretas», sino la indignidad que resulta de la bajeza de las potencias cognoscitivas humanas frente al conocimiento divino. Es lícito hablar de lo que es secreto ―explica santo Tomás en el Comentario a la Segunda Epístola a los Corintios― si el que lo expone y el que lo escucha son hombres espirituales. De esta manera interpreta las palabras de san Pablo: «hablamos de sabiduría entre los perfectos» (1 Co 2, 6). Tomás de Aquino tampoco dice explícitamente en qué consiste y a qué lleva la misma formación de nuevas imágenes, pero en base a sus declaraciones sobre las visiones proféticas y el funcionamiento del entendimiento humano se puede llevar una analogía. El ser humano que contempla la esencia divina, recibe un entendimiento temporal de las imágenes inteligibles de todas las cosas que existen en ella15 y que corresponden tanto a las cosas creadas como a las potenciales, así que contienen solo una mínima fracción de las imágenes inteligibles que conoce. Estas imágenes están ordenadas adecuadamente y la contemplación de este orden durante la visión trae un conocimiento místico. De modo parecido, de la distinta colocación de letras se producen palabras nuevas y de la distinta disposición de imágenes (phantasmata) se producen en el entendimiento (intellectus) diversas imágenes inteligibles (species intelligibiles). Un proceso analógico tiene lugar en la visión profética caracterizada por el carácter sobrenatural de imágenes y por su entendimiento sobrenatural: en la revelación profética Dios ordena las imágenes (species imaginariae) recibidas de la experiencia sensual, para enseñar la verdad que quiere revelar. Cuando la visión de la esencia divina pasa, el ser humano no es capaz de recordar esa estructura, se conservan en él únicamente algunas imágenes inteligibles fragmentarias y desordenadas: letras parciales y dispersas de las palabras secretas. Le queda, pues, un intento de traducirlas en imágenes nuevas, formadas de las imágenes conocidas y de las que se han conservado en él después de la visión. Puesto que, el hombre, subraya santo Tomás, puede por sí mismo formar imágenes de toda clase, sin embargo, no puede ordenarlas de modo racional para expresar una verdad sobrenatural. Por consiguiente, san Pablo o cualquier otra persona que haya visto la esencia de Dios, puede formar en sí semejanzas de las imágenes existentes en ella, pero no puede ordenarlas racionalmente de tal modo que le permita entenderlas. Por tanto, la imaginación, su carácter innovador, creativo e intuitivo, resulta la potencia cognoscitiva, gracias a la cual, basándose en lo que nos es familiar y es captable sensorialmente, podemos transmitir las realidades que están ocultas ante nuestra sensual y racional manera del conocer, sometida a las categorías de tiempo y espacio. La experiencia de la esencia divina sobrepasa la visión profética, pero, como en la visión profética, la distinguen dos momentos principales: el conocimiento (cognitio) y su pronunciación (locutio) (Aquino, 2001: II-II 171.1; Walerich, 2013: 57s). En la visión profética el mensaje divino se expresa por medio de palabras-símbolos16 o por medio de imágenes sobrenaturales17. Pero, ¿cómo traducir al lenguaje la experiencia que por su naturaleza es inefable? Parece que esta pregunta acompaña a santo Tomas a lo largo de varios capítulos de su obra. Y en efecto, consigue poner solución a esta paradoja. Aunque sólo indirectamente, confiere a la imaginación humana la primacía sobre el entendimiento. De esta manera, gracias a relacionar las imágenes formadoras con la experiencia de san Pablo, el principal místico de la Iglesia, les confiere una significación inusual hasta entonces. Agustín la expresó como una gran fuerza formadora de imágenes:

Porque cuales eran las formas por las que solían andar mis ojos, tales eran las imágenes por las que marchaba mi espíritu. Ni veía que la misma facultad con que formaba yo tales imágenes (hanc eandem intentionem qua illas ipsas imagines formaban) no era algo semejante, no obstante que no pudiera formarlas si no fuera alguna cosa grande (San Agustín, 1946: VII § 1)18.

Ficino la formulará por medio de phantasia intellectualis e intellectus phantasticus (Ficino, 2006: XV 9). En el capítulo VIII de la Platonica Theologia dedicado a las operaciones del pensamiento, Ficino llama el pensamiento una fuerza maravillosa, que devuelve la multitud infinita al uno, y el uno a la multitud infinita o asciende hacia el uno infinito y desciende hacia la multitud infinita. Posee, así, no solo la capacidad de abstraer, sino también la de transformar lo abstraído en formas e imágenes. Por lo tanto, cuando habla del pensamiento, toma en cuenta también la imaginación.

Notas

* Doctora en Ciencias Humanas (Ciencia de la literatura) por la Universidad de Wrocław (Polonia). Trabaja como docente en Wyższa Szkoła Filologiczna en Wrocław. Su publicación más importante es una monografía dedicada al papel de la imagen y de la imaginación en san Juan de la Cruz y Edith Stein (2013).

1 Platón empleando el verbo πηαιθανομαι (πηαινεστηαι) se refiere a lo que aparece en la mente como percepción o imaginación. Véase Cocking 1991, 13. πηαιθανομαι (Πηαινεστηαι) en sentido filosófico se traduce como «mostrarse a los sentidos» (Abramowiczówna, 1965: 490).

2 Los términos griegos proceden de Perseus Collection. Greek and Roman Materials, http://www.perseus.tufts.edu/hopper/collection?collection=Perseus:collection:Greco-Roman&redirect=true#text1 [acceso: 12.2014].

3 «Magna distantia est inter litteram et spiritum, inter figuram et veritatem, inter umbram et corpus» (Escoto Eriúgena, 1849: 320B).

4 Y en los cuales la imaginación no trasciende la imagen de la percepción.

5 «Los dos grados primeros (...) son no solamente vestigios, simulacros y espectáculos puestos ante nosotros para cointuir a Dios (ad contuendum Deum), sino también signos que, de modo divino, se nos han dado» (Buenaventura, 2006: 2.11).

6 O la intelligentia, porque Ficino suele usar estos términos de manera sinónima.

7 El mismo concepto de la forma Tomás, en este caso, lo adoptó de Aristóteles en el que la forma significa esencia de una cosa, aquí: la esencia del Dios mismo.

8 Que se puede entender como el mundo sensual (ko,smoj aivsqhto,j) despojado de la materialidad –o sea también del tiempo y espacio– que encubre las formas eternas.

9 Véase también la característica de la imagen en Watson (1986: 45).

10 La ilusión la entiendo aquí en el sentido de Platón y Husserl: como una realidad sensorial y aparente, una oposición de la realidad verdadera, y como una alucinación que se produce, cuando percibimos algo y creemos que existe de verdad. Volonté, 1997: 184s.

11 Sobre el concepto de la imagen en el Sofista, véase Camassa (1988: 27); Ambuel (2007).

12 En este caso «todas las imágenes» contienen también todas las imágenes (especies) inteligibles creadas, las cuales santo Tomás menciona en la parte II-II 175.4 de la Suma, o sea las imágenes que ya están en el alma sin imagen o las imágenes abstraídas por el entendimiento de las imágenes de las cosas (Aquino, 2001: I 12.11); contienen también las imágenes de las cosas potenciales, o sea de las cosas que todavía no están en acto. En este párrafo, en las paráfrasis de las formulaciones de Tomás de Aquino empleo el concepto de la imagen que aparece en él en varios contextos y significados, es decir: imago; similitudo; species; metaphorice (figurate) dicere; repraesentatio; phntasma; forma (Pöltner, 1991).

13 En santo Tomás species, al igual que imago y similitudo significa imagen en sus varias conotaciones. En este contexto species significa la forma y el aspecto exteriores. Species, a parte de este sentido corriente, significaba en la lógica el contenido conceptual y no sensorial de una cosa (Tatarkiewicz, 1962: 253).

14 Aquí species como especie significa, por una parte una oposición frente al género, como lo que es más general, y por otra, una oposición frente a los que es individual. Por ejemplo, ente el gusano y el ser humano no aparece ninguna relación imaginaria, aunque los dos se parecen con respecto al género, son seres vivos. Tampoco la semejanza respecto al color no justifica la relación imaginaria, porque no decide de algo por su esencia específico, característico para «la manera de ser» (para la especie). Por eso la especie (species) constituye una de las condiciones fundamentales para que pueda producirse la relación imaginaria (Pöltner, 1991: 179; Schütz, 1958).

15 Este carácter pasajero distingue su experiencia de la visión de bienaventurados en el cielo, que es eterna.

16 Por ejemplo David contemplaba la verdad divina en la visión intelectual: «Yo dije en mi arrebato: Todo hombre es mentiroso» (Sal 115,11); en la versión de Vulgata: «Ego dixi in excessu meo: omnis homo mendax» (115, 2) (Biblia Sacra juxta Vulgatam Clementinam, 2005). Véase Aquino (2001: II-II 175.3).

17 En el Profeta Isaías «El año de la muerte del rey Ozías vi al Señor sentado en un trono excelso y elevado, y sus haldas llenaban el templo» (Is 6, 1), véase Tomás de Aquino (2001: II-II 174.3; II-II 175.3). En la experiencia de Pedro: «Mientras se lo preparaban le sobrevino un éxtasis, y vio los cielos abiertos y que bajaba hacia la tierra una cosa así como un gran lienzo, atado por las cuatro puntas» (Hch 10, 10- 10, 11), véase Aquino (2001: II-II 173.3). En la experiencia de Juan: «Al instante caí en éxtasis. Vi que un trono estaba erigido en el cielo, y Uno sentado en el trono» (Ap 4, 2). Véase Aquino (2001: II-II 175.3).

18 La cita original en latín procede de San Agustín (1992).

puerta al infierno

viernes, 29 de marzo de 2013

216.-La escuela de Atenas de Rafael; Doctrina Woke.-a

Luis Alberto Bustamante Robin; Jose Guillermo Gonzalez Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdes;  Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto  Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Alvaro Gonzalo  Andaur Medina; Carla Veronica Barrientos Melendez;  Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo  Price Toro;  Julio César  Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andres Oyarse Reyes; Franco Gonzalez Fortunatti; 


La escuela de Atenas (Pintura de Rafael )



El fresco de La escuela de Atenas es un auténtico símbolo del Renacimiento. Obra de Rafael (1483-1520), que hasta aquel momento era un joven pintor conocido sobre todo por sus pequeños retratos y pinturas religiosas sobre madera, La escuela de Atenas une el arte, la filosofía y la ciencia y está considerada una obra maestra. En este post comentaremos la obra y analizaremos cada uno de los personajes que aparecen.


Anllela hormazabal moya

La escuela de Atenas (en italiano: Scuola di Atene) es una de las pinturas más destacadas del artista renacentista italiano Rafael Sanzio.​ Fue hecha en boceto entre 1509 y 1510 y pintada entre 1510 y 1512 como parte de una comisión para decorar con frescos las habitaciones que hoy en día son conocidas como las estancias de Rafael, ubicadas en el Palacio Apostólico de la Ciudad del Vaticano. La Stanza della Segnatura fue la primera en ser decorada, y La escuela de Atenas la segunda pintura en ser finalizada, tras La disputa del Sacramento.
La Stanza della Segnatura fue la primera de las habitaciones que fue decorada, y La escuela de Atenas, representando la filosofía, fue probablemente la tercera pintura en ser acabada allí, después de La Disputa (Teología) en el muro opuesto, y el Parnaso (Literatura).​ La pintura destaca por su proyección de perspectiva precisa,​ que Rafael aprendió de Leonardo da Vinci (quien es la figura central de esta pintura, representando a Platón).

La pintura


Soledad garcia nannig

La pintura

Su base es de 7,75 m y su altura de 5,00 m. La escuela de Atenas es uno de un grupo de cuatro frescos grandes en los muros de la Stanza (los que están a ambos lados centralmente están interrumpidos por ventanas) que representan diferentes ramas del conocimiento. Cada tema se identifica arriba por un tondo separado que contiene una majestuosa figura femenina sentada en las nubes, con putti que llevan las frases:
 «Busca el conocimiento de las causas», «Inspiración divina», «Conocimiento divino de las cosas» (Disputa), «A cada uno lo que le corresponde». 
En consecuencias, las figuras de los muros abajo ejemplifican la filosofía, la poesía (incluyendo la música), la teología y el Derecho.
Está situada frente a la Disputa del Sacramento. El título tradicional no es de Rafael. Representa la filosofía, o al menos la filosofía de la Antigua Grecia, y la etiqueta del tondo que queda encima, «Causarum Cognitio», nos dice de qué clase, pues parece que se hace eco del énfasis de Aristóteles sobre la sabiduría como conocimiento porque, al conocer las causas, en Metafísica Libro I y Física Libro II. A través de una escena en la que se narra una sesión entre los filósofos clásicos. En esta obra, Rafael adapta el espacio a las leyes de la superficie. Ordena las figuras de izquierda a derecha. La perspectiva queda rota por los muros laterales sobresalientes.


Detalle de la arquitectura


Debido a que estaría ubicada sobre la sección de filosofía del papa Julio II, La escuela de Atenas muestra a los filósofos, científicos y matemáticos más importantes de la época clásica. La arquitectura contiene elementos romanos, pues está abovedada, como unas termas; pero el escenario general, semicircular, con Platón y Aristóteles en el centro, podría aludir a la mónada de Pitágoras. El edificio tiene la forma de una cruz griega, que algunos han sugerido que intentaba mostrar la armonía entre la filosofía pagana y la teología cristiana.6​ La arquitectura del edificio se inspiró en la obra de Bramante, quien, según Vasari, ayudó a Rafael con la arquitectura del cuadro.​ Esta arquitectura recuerda el proyecto de la basílica de San Pedro elaborado por Bramante.
En unos nichos al fondo se ven figuras gigantescas de los dioses Apolo y Atenea. La escultura de la izquierda es la de Apolo, dios de la luz, el arco y la música, sosteniendo una lira.​ La escultura a la derecha es Atenea, diosa de la sabiduría, en su aspecto romano de Minerva.
El arco principal, sobre los caracteres, muestra un meandro (también conocido como un traste griego o diseño de llave griega), un diseño usando líneas continuas que repiten en una «serie de curvas rectangulares» que se originan en la cerámica del período geométrico griego y luego fue ampliamente usado en antiguos frisos arquitectónicos griegos.

Platón y Aristóteles parecen ser las figuras centrales en la escena. Durante toda la Edad Media estuvieron considerados como los principales representantes de la filosofía antigua, se encuentran en el centro de la composición, alrededor del punto de fuga. Platón está sosteniendo el Timeo. Aristóteles sostiene un ejemplar de su Ética a Nicómaco. Ambos debaten sobre la búsqueda de la Verdad y hacen gestos que se corresponden a sus intereses en la filosofía: Platón está señalando el cielo, simbolizando el idealismo dualista racionalista que es su pensamiento; mientras que Aristóteles, la tierra, haciendo referencia a su realismo sustancial racional teleológico.

Muchos de los filósofos representados buscaban el conocimiento de las primeras causas. Muchos vivieron antes que Platón y Aristóteles, y escasamente un tercio sería ateniense. En otros personajes se ha identificado a distintos filósofos de la Antigüedad, puestos sobre dos niveles, separados de una escalinata. Hay quien considera que casi cada uno de los grandes filósofos griegos está representado en la pintura, pero determinar cuál está representado en concreto es pura especulación, puesto que Rafael no hizo ninguna designación, más allá de posibles parecidos, y ningún documento contemporáneo explica la pintura. Para complicar el problema, Rafael tuvo que inventar un sistema iconográfico para aludir a varias figuras de las que no había tipos visuales tradicionales. Por ejemplo, mientras la figura de Sócrates, que se sitúa a la izquierda,5​ es inmediatamente reconocible a partir de bustos clásicos, una de las figuras, la que se supone que es Epicuro está alejada de su representación estándar.

A la izquierda, se encuentra un gran bloque de piedra cuyo significado puede estar conectado con la Primera epístola de Pedro; simboliza a Cristo, la "piedra angular". El hombre ubicado sobre el bloque es Heráclito, con los rasgos de Miguel Ángel. Este personaje no estaba en el esbozo o cartón de este fresco, que se conserva en la Biblioteca Ambrosiana de Milán. Se retrata en esta figura a Miguel Ángel, como se ve en el rostro, que es el del pintor florentino ligeramente mejorado, además de en las características stivali que calza: eran unas botas de montar que el pintor florentino no solía quitarse; está escribiendo uno de sus sonetos. En 1510, Rafael vio el trabajo de Miguel Ángel en la bóveda de la Capilla Sixtina, tras esto lo agregó en su pintura como señal de respeto hacia el artista. Al tiempo, esta figura evita un gran vacío en esa parte del fresco.

El autorretrato de Rafael está ubicado a la derecha del cuadro, el joven de cabello marrón que observa al espectador, tocando con un sombrero redondo de color azul; a su lado, Perugino con idéntico sombrero pero en blanco. A la izquierda de la pintura se encuentra Hipatia de Alejandría (pintada como Margherita Luti o Francesco Maria I della Rovere), vestida en blanco, y observando al espectador.

Además de identificar las identidades de las figuras, hay otros aspectos del fresco que han sido debatidos, e interpretados de diferente forma, pero pocas de esas interpretaciones son aceptadas unánimemente entre los eruditos. Que los gestos retóricos de Platón y Aristóteles parece que están señalando (al cielo y hacia abajo, la tierra) es algo que está bastante aceptado como probable. Sin embargo, el Timeo de Platón – que es el libro que Rafael coloca en su mano – era un sofisticado tratado del espacio, el tiempo y el cambio, incluyendo la Tierra, que guio las ciencias matemáticas durante más de un milenio. Aristóteles, con su teoría de los cuatro elementos, sostuvo que todos los cambios en la Tierra se debían a movimientos en el cielo. En la pintura Aristóteles lleva su Ética, que él negaba que pudiera reducirse a una ciencia matemática. No queda claro cuánto sabía el joven Rafael de filosofía antigua, qué guía pudo haber tenido de personajes como Bramante y si se le dictó un programa detallado por su mecenas, el papa Julio II.

A pesar de todo, incluso recientemente el fresco se ha interpretado como una exhortación a la filosofía y, en un sentido más profundo, como una representación visual del papel del Amor a la hora de elevar a la gente hacia el conocimiento superior, en gran medida en consonancia con las teorías contemporáneas de Marsilio Ficino y otros pensadores neoplatónicos relacionados con Rafael.
Finalmente, de acuerdo con Giorgio Vasari, la escena incluye al propio Rafael, al duque de Mantua, Zoroastro y algunos Evangelistas.
Sin embargo, para Heinrich Wölfflin, «es bastante erróneo intentar interpretaciones de La escuela de Atenas como un tratado esotérico... Lo que más importaba era el motivo artístico que expresaba un estado físico o espiritual, y el nombre de la persona es asunto que dejaba indiferente» en la época de Rafael. El arte de Rafael entonces orquesta un espacio hermoso, continuo con el de los espectadores en la Stanza, en la que una gran variedad de figuras humanas, cada una de ellas expresando «estados mentales de acciones físicas», interactúan, en una «polifonía» sin precedente en el arte anterior, en el diálogo permanente de la Filosofía.

Guerino Mazzola y sus colaboradores han dado una interpretación del fresco que relaciona las simetrías ocultas de las figuras y la estrella construida por Bramante. La base principal son dos triángulos en espejo en el dibujo de Bramante (Euclides), que se corresponde a la posición de los pies de ciertas figuras.

La Stanza della Segnatura

Los filósofos.

La identidad de algunos de los filósofos dentro de la pintura, como Platón o Aristóteles, es evidente, pero otros siempre han sido meras hipótesis. Para complicarlo aún más, a partir de los esfuerzos de Vasari, algunos han recibido múltiples identificaciones, no sólo como antiguos sino también como figuras contemporáneas con Rafael. Vasari menciona retratos del joven Federico II Gonzaga, duque de Mantua, inclinándose sobre Bramante con sus manos alzadas cerca de la parte inferior derecha, y el propio Rafael. Son identificados generalmente como:


Scherezada Jacqueline Alvear Godoy

1: Zenón de Citio o Zenón de Elea – 2: Epicuro – 3: Federico II Gonzaga – 4: Boecio o Anaximandro o Empédocles – 5: Averroes – 6: Pitágoras – 7: Alcibíades o Alejandro Magno – 8: Antístenes o Jenofonte – 9: Hipatia (pintada como Margherita o el joven Francesco Maria della Rovere) – 10: Esquines o Jenofonte – 11: Parménides – 12: Sócrates – 13: Heráclito (pintado como Miguel Ángel) – 14: Platón sosteniendo el Timeo (pintado como Leonardo da Vinci) – 15: Aristóteles sosteniendo la Ética – 16: Diógenes de Sinope – 17: Plotino – 18: Euclides o Arquímedes junto a un grupo de estudiantes (pintado como Bramante) – 19: Estrabón o Zoroastro – 20: Claudio Ptolomeo – R: Apeles como Rafael – 21: Protógenes como El Sodoma.



Figuras centrales (14 y 15)

Un maduro Platón camina junto a un joven Aristóteles


Figuras centrales (14 y 15)
Aristóteles

Leonardo da Vinci como Platón

En el centro del fresco, en su punto de vista arquitectónico central, están los dos principales sujetos, no discutidos: Platón a la izquierda y Aristóteles, su alumno, a la derecha. Ambas figuras sostienen lo que en aquella época eran modernas copias, cosidas, de sus libros en las manos izquierdas, mientras que hacen un gesto con la derecha. Platón sostiene el Timeo y Aristóteles lleva su Ética a Nicómaco. Platón está representado viejo, gris y descalzo. Con él contrasta Aristóteles, ligeramente por delante, en su plena adultez, luciendo sandalias y ropas rematadas en oto, y el joven sobre ellos parece mirar hacia él. 
Además, estas dos figuras centrales hacen gestos en diferentes dimensiones: Platón verticalmente, hacia arriba a lo largo del plano del cuadro, hacia la bóveda que queda encima; Aristóteles en un plano horizontal, y en ángulos rectos con el plano del cuadro (de ahí que esté en un fuerte escorzo), iniciando el fluir del espacio hacia los espectadores.
Se cree, popularmente, que sus gestos indican aspectos centrales de sus filosofías, para Platón, su Teoría de las formas, y para Aristóteles, un énfasis en particulares concretos. Muchos entienden que la pintura muestra una divergencia de las dos escuelas filosóficas. Platón defiende un sentido de la eternidad, mientras que Aristóteles mira hacia lo físico de la vida y el reino presente.

Los peripatéticos.

Tanto Platón como Aristóteles están flanqueados por discípulos que escuchan sus enseñanzas. En el caso del filósofo de Estagira llamados peripatéticos, los "que pasean", puesto que Aristóteles enseñaba su filosofía mientras caminaba por los peripatoi, "pasarelas" de su Liceo





Anaximandro Anaximandro


Estrabón o Zoroastro, Ptolomeo, Rafael (detrás) como Apeles y El Sodoma como Protógenes

Ptolomeo y Zoroastro

Encima de Euclides y sus alumnos aparece, de espaldas y sosteniendo una esfera terrestre, Ptolomeo, autor de la teoría geocéntrica, que explicaba que la Tierra era el centro del universo alrededor de la cual giraban los demás astros, considerada como válida en la época. La identidad del personaje que sostiene un orbe celeste es discutida: podría ser otro geógrafo griego, Estrabón, Zoroastro, fundador de una religión en Persia, o bien Eratóstenes, la primera persona en calcular el diámetro y la circunferencia de la Tierra.

Rafael

Junto a los geógrafos, en el extremo de la pintura, aparecen dos figuras que parecen romper la estética clásica de los demás personajes. Se trata del propio Rafael, que quiso autorretratrse en su obra mirando directamente al espectador, y una figura que se ha identificado con Giovanni Antonio Bazzi, El Sodoma, a quien arrebató el encargo del papa. 


Bramante como Euclides o Arquímedes

Euclides

A la derecha del espectador se encuentra la zona terrenal, aristotélica, del fresco. En ella vemos a Euclides, considerado el padre de la Geometría. Enseña a sus jóvenes alumnos con un compás, elemento asociado al matemático. Para representarlo, Rafael tomó las facciones de su amigo Bramante, arquitecto que en esos momentos estaba trabajando en la ampliación de la basílica de San Pedro. 

Diógenes

Diógenes

Otro personaje solitario, vestido con harapos, parece ajeno al resto de ls escena tumbado en las escaleras. Es Diógenes de Sínope, llamado el Cínico, contemporáneo de Platón y Aristóteles, que hizo de la pobreza extrema virtud. Se dice que vivía en Atenas como un vagabundo, dentro de un tonel, mal vestido y descalzo. Ha dado nombre a un trastorno psiquiátrico.



Miguel Ángel como Heráclito

Heráclito

Pensativo y solitario se encuentra el filósofo presocrático Herácllito de Éfeso. Vestido con ropa y botas de trabajo propias del siglo XVI y no de la Antigüedad, tomaría la apariencia de Miguel Ángel, que en aquellos momentos estaba trabajando en la bóveda de la Capilla Sixtina. El pedestal haría referencia a su profesión de escultor y la nota que escribe bien podría ser un soneto, ya que Buonarroti era aficionado a componer poesía.


Esquines y Sócrates

Sócrates

A la derecha de Platón (izquierda del espectador) se encuentra Sócrates, personaje fundamental en la filosofía occidental, no en vano se ha agrupado a todos los pensadores anteriores a él bajo la etiqueta de presocráticos. Aparece estableciendo un diálogo con varios discípulos, una parte fundamental de su método, por el que buscaba profundizar en el conocimiento de conceptos filosóficos. Sócrates no dejó ningún texto escrito, sus enseñanzas fueron recogidas por sus discípulos (como Platón) que conversaban con él.

Parménides

Zenón de Citio o Zenón de Elea

Epicuro

Epicuro

A la izquierda de la escena para el espectador encontramos otra figura fácilmente identificable: Epicuro, con un vestido azulado y una corona de hojas de vid. Sus ideas se basaban en el hedonismo, doctrina en la que el placer ocupaba un papel central. A su derecha un anciano que se cree es Zenón de Citio, fundador de la escuela estoica. El niño que asoma detrás de Epicuro sería, según Giorgio Vasari, Federico II, duque de Mantua, un niño de 10 cuando Rafael pintaba su obra. 

Pitágoras

Pitágoras

Junto a estos, un grupo se reúne en torno a Pitágoras, que, arrodillado, parece escribir sus teoremas. La pizarra que sostiene su joven discípulo delante suyo hace referencia a sus teorías matemáticas pero también musicales. Detrás, la nota exótica la pone Averroes, tocado por un turbante, científico andalusí del siglo XII que dedicó gran parte de su vida a estudiar la obra de Platón y Aristóteles. Delante de esta escena, otro discípulo pitagórico, Parménides, sostiene un libro. El personaje vestido con túnica blanca ha sido identificado con Hipatia de Alejandría, filósofa neoplatónica.

Alcibíades o Alejandro Magno y Antístenes o Jenofonte

Alcibiades

Frente a Sócratres, la figura del guerrero representa al general ateniense Alcibiades. También hay quien afirma que este personaje sería Alejandro Magno, aunque sería mucho más lógico haberlo incluido en la esfera de influencia de Aristóteles, puesto que fue tutor del conquistador macedonio. Alcibiades fue un militar y político contemporáneo de Sócrates que Platón incluyó en uno de sus diálogos con su mentor, así que resulta más plausible esta identificación. La influencia del Alcibiades de Rafael en sus representaciones posteriores es evidente, como en esta ilustración del siglo XIX, que recrea la muerte del estadista.

Hipatia de Alejandría y Parménides

Sala decisiva.

Rafael todavía tenía veintitantos años cuando, en 1509, el Papa Julio II lo llamó para que redecorara una serie de salas de recepción en el Palacio Apostólico del Vaticano.
Miguel Ángel había sido contratado apenas un año antes para diseñar y pintar el techo de la Capilla Sixtina.
La primera sala que Rafael abordó fue la Stanza Della Segnatura, o "Sala de la Firma", el lugar donde se firmaban y sellaban los documentos más importantes de la Iglesia y se establecían como la doctrina exigible.
La sala también servía como biblioteca del Papa y lugar de reunión del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica, el órgano judicial más poderoso de la Iglesia Católica.
Cómo la Capilla Sixtina se convirtió de nuevo en el escenario de la rivalidad entre los maestros Rafael y Miguel Ángel
Los colores y formas, narrativas y ritmos que adornarían las paredes de esta cámara supervisarían, si no potencialmente influirían, las decisiones que afectarían las vidas de todos los feligreses.
Lo que estaba en juego no podía ser más alto y Rafael lo sabía.

Rafael decidió dedicar frescos individuales a cada uno de los cuatro temas principales que se encontraban en la biblioteca del Papa: derecho, religión, literatura y filosofía.
Para la disciplina de filosofía, Rafael convocaría a casi dos docenas de pensadores influyentes a lo largo de un milenio, desde Anaximandro (siglo VII a.C.) hasta Boecio (siglo VI d.C.), autor de "La consolación de la filosofía".

Pero ¿cómo haría cualquier observador de su pintura para distinguir a un filósofo de otro?

Al principio, parecía bastante simple distinguir a Platón de su alumno Aristóteles, mientras ambos bajan los escalones en el centro de la pintura.

Platón lleva una copia del "Timeo", uno de sus diálogos más famosos, mientras que Aristóteles sostiene un tomo de su "Ética a Nicómaco", de 10 volúmenes.

Pero en algún momento, Raphael parece darse cuenta de que establecer identidades fácilmente distinguibles para sus filósofos era el enfoque equivocado.


En cambio, debía abrazar la confusión, causar una sensación de flujo y, por lo tanto, hacer de la indeterminación de la identidad la filosofía misma de su retrato de la filosofía.

El tintero

Para que el fresco de Rafael funcione, las diversas líneas de identidad deben estar atadas a un eje común que nos ayude a dar sentido al sistema.
Entonces nuestros ojos lo ven: el tintero, rico y profundo en simbolismo. El objeto pertenece claramente al escritor pensativo que está casi al centro del cuadro, una figura ausente en los bocetos preparatorios que Rafael tenía para la obra.
Fue una ocurrencia tardía. La figura ha sido reconocida durante mucho tiempo como un híbrido de más de una figura histórica.
Por un lado, se cree que es un tributo al venerado rival de Rafael, Miguel Ángel, con quien comparte rasgos faciales.
Al mismo tiempo, su aire malhumorado recuerda a la actitud abatida del filósofo griego presocrático Heráclito.
Que Rafael haga una alusión de última hora a Heráclito, congelado para siempre en el acto de escribir sus obras, es crucial para la coherencia de su fresco.
Fugacidad
Heráclito, conocido como "el Oscuro", es famoso por su afirmación "nadie se baña en el mismo río dos veces".
Su certeza sobre la fugacidad de todas las cosas sería corroborada por el tiempo: ni una sola obra suya ha sobrevivido.
Al rebobinar la historia a un momento en el que la tinta de Heráclito todavía estaba fresca, Rafael captura con imaginación el flujo y reflujo del ser.
El genio babilonio que se adelantó a Pitágoras 1.000 años y creó las tablas de trigonometría más precisas del mundo
Como un objeto que supervisa la promulgación de los decretos papales en la Stanza Della Segnatura, el tintero de Heráclito es un símbolo subversivo, pues de este tintero brotarían las nociones de la fugacidad de toda autoridad.
El tintero niega el poder al declarar la inutilidad de cualquier intento de inscribirse indeleblemente en el mundo.
Más bien, ratifica la fluidez de la identidad que Rafael construye (y deconstruye) en su pintura.
Quitas el tintero y la obra se disuelve en un fiasco de formas confusas.
El tintero de Heráclito -profundo, aunque pasado por alto-, es el manantial del que emana la energía elástica de la obra maestra de Rafael.


puerta al infierno


AUGE ENTRE 2020 Y 2022

El declive de la 'doctrina woke' en su meca: Estados Unidos.

Esta ideología se viste con piel de cordero: las imágenes de manifestaciones multirraciales elevando pancartas y reivindicando la más elemental justicia.

Foto: Dos mujeres en la plaza de George Floyd en Mineápolis, un año después de su muerte. (EFE/Craig Lassig)


Por Argemino Barro. Nueva York
11/02/2024 


Algún día se contará bien la historia del verano de 2020 en Estados Unidos, cuando el asesinato de George Floyd desató la mayor ola de protestas y violencia callejera en 50 años, y todo tipo de instituciones cayeron presa de viscerales cazas de brujas. Lo natural en aquel verano de la rabia era fijarse en el fin declarado de aquellas protestas: reformar y sensibilizar los departamentos de policía, acabar con su impunidad, y, sobre todo, abordar las raíces de la patente desigualdad racial. Una misión respaldada por la gran mayoría de los norteamericanos. 
A lo que no se prestó tanta atención fue a los métodos con los que, muchas veces, se perseguía este fin: el escrache, la cancelación, la adherencia obligatoria a una serie de preceptos rígidos y la adoración colectivista de las cuotas. Una especie de fervor identitario que tuvo su momento de auge entre 2020 y 2022, que dio munición a la derecha populista, y que ahora mismo parece estar perdiendo la guerra cultural. 
La mayor ventaja de esta ideología, que podemos llamar doctrina woke o wokismo, es la piel de cordero con la que se viste: las imágenes de manifestaciones multirraciales elevando pancartas y reivindicando la más elemental justicia. El instinto de muchas personas es ponerse automáticamente del lado de este movimiento, porque se supone que la historia funciona así: lo que hoy nos parece demasiado moderno o exagerado, quizás sea la norma dentro de 20 años. 
Así que lo más seguro, por si acaso, es arrimarse a lo que es joven, nuevo y ruidoso. Y eso fue lo que hicieron las grandes instituciones de Estados Unidos, desde megacorporaciones como Starbucks, Netflix o American Airlines, a fundaciones, editoriales, periódicos y escuelas primarias. Muchas personas tibias y normales de los años 60 arrugaban el ceño cuando veían, en sus pantallas en blanco y negro, las marchas por los derechos civiles en Alabama.
Muchas personas tibias y normales de 2020 no iban a cometer el mismo error.

Se subirían desde el principio al tren de los ganadores, al "lado correcto de la historia", abriéndoles las puertas a quienes decían tener la solución para acabar finalmente con el racismo en Estados Unidos. Estadísticamente, eran muy pocos: entre un 8% y un 10% del electorado De hecho, muchos de estos poseedores de la fórmula definitiva contra la discriminación ya estaban dentro de las instituciones. Se habían licenciado, por lo general, en campus de élite, y llevaban unos años incorporándose a la vida profesional, sobre todo en los sectores creativos. 

Estadísticamente, eran muy pocos: entre un 8% y un 10% del electorado: el segmento político, paradójicamente, más pudiente de EEUU, y el más blanco, solo por detrás de la extrema derecha. Eran pocos, pero tenían un megáfono enorme. 
La frustración acumulada durante el primer encierro de la pandemia y la crispación inherente a ese año electoral dieron probablemente aún más impulso a la rabia generada por el brutal asesinato de Floyd, y esa fue la ventana por la que el wokismo dio el salto desde los salones académicos a la vida real. De un día para otro, todo el mundo quería contratar "instructores de sensibilidad", fijar cuotas, revisar las políticas de contratación y hacer listas de palabras políticamente incorrectas, todo ello bajo el control de un comité DEI (siglas de Diversidad, Equidad e Inclusión), o, si la empresa era grande, de un flamante y bien pagado Chief Diversity Officer. 
El movimiento 'woke' ejercía presión desde un reducido nicho estadístico que suele encontrarse El fin declarado era excelso: dedicar más recursos a combatir la desigualdad racial en las corporaciones, las universidades, los periódicos, etcétera. 
Pero las personas tibias y normales, que se habían colocado con entusiasmo en el "lado correcto de la historia", empezaron a ver algunas cosas rarunas o francamente incomprensibles. Si se paraban a observar, percibían una clara diferencia sociológica entre el movimiento woke y el movimiento de los derechos civiles de los años 60. Aquel movimiento había surgido desde la base, de entre los propios afroamericanos, llegando a seducir a una mayoría social reflejada en las leyes aprobadas en aquella década. 
El movimiento woke, en cambio, ejercía presión desde un reducido nicho estadístico que suele encontrarse, además, en otras coordenadas étnicas, geográficas y socioeconómicas de las personas a las que dice representar. Esto se puede ver con los latinos. La comunidad latina suma en torno a 60 millones de personas en Estados Unidos. Pero, si uno le pregunta a un latino qué opina del término woke Latinx, que borra el género masculino de la palabra en nombre de la inclusividad y que se encuentra a menudo en artículos y trabajos universitarios, descubrirá que, o no lo conoce (76%, según Gallup en 2020), o lo rechaza. 
Solo un 4% de los latinos dice preferir este término para describir a la comunidad. En el corazón de la lucha por los derechos civiles y de los principios progresistas de siempre está la idea de color 'blindness': no ver color Pero la mayor diferencia entre el antirracismo de antes y el antirracismo de ahora, más allá del perfil de quienes lo promueven, reside en el propio núcleo filosófico. Por ejemplo, en el corazón de la lucha por los derechos civiles y de los principios progresistas de siempre está la idea de color blindness: no ver color. Vivir la vida, trabajar y socializar sin dar la menor importancia al fenotipo de nuestros interlocutores. El mensaje nuclear de los discursos de Martin Luther King. Esta misión básica, colocada en el centro del pensamiento progresista de las últimas décadas, ha sido destruida por el antirracismo woke. 

El término color blindness es considerado racista, porque el racismo es algo tan intrínseco, tan profundo, tan inamovible, que aquel que diga que "no ve color" está engañando a los demás y a sí mismo. Así que la misión no es "no ver color" porque eso es imposible. La misión es asegurarse de que todas las razas ocupan su cuota proporcional de representación y de poder en todas las facetas de la existencia. Si hay un desequilibrio en esas cuotas, eso indica racismo. Y habría que corregirlo rápidamente con escuadra y cartabón. Aquí está otra de las grandes diferencias: el antirracismo tradicional reivindica la igualdad de oportunidades.

 Si bien las políticas de discriminación positiva también figuran en la caja de herramientas socialdemócrata, las cuotas no son el único baremo, y el hecho de que diferentes sectores muestren diferentes configuraciones raciales o de género no refleja necesariamente una situación de opresión. La prioridad es conseguir que todo el mundo parta, más o menos, de la misma línea de salida, dejando que el libre albedrío, el esfuerzo, las tradiciones particulares de cada comunidad y la suerte se encarguen del resto. En el mundo woke, estos matices no existen. Todas las diferencias se explican con el racismo.

La tercera gran diferencia entre el antirracismo clásico de los años 60 y el antirracismo woke reside en sus respectivas actitudes hacia la libertad de expresión. Como la idea de "no ver color", la libertad de expresión era otro de los pilares del progresismo, pues, además de ser un derecho inalienable, resultaba ser un buen instrumento para desafiar al sistema, reivindicar ideas nuevas y hacerse ver. Los woke, en cambio, consideran que la libertad de expresión es el arma que utilizan los racistas y los misóginos para oprimir a las minorías sin tener que sufrir las consecuencias, por eso ha de ser limitada, domesticada. Hay que tener en cuenta que la ideología woke es un híbrido de marxismo (en base a la raza y al género, no a la clase social) y posmodernismo. 
Y el posmodernismo otorga mucha importancia a esas creadoras de la realidad que son las palabras. Por eso, una palabra inadecuada puede hacer igual o más daño que una pistola o un cuchillo de carnicero. De ahí la necesidad de poner al lenguaje bajo vigilancia y de lanzar campañas de cancelación contra quienes hayan dicho algo potencialmente ofensivo contra alguna minoría. 

Con el paso de 2020, 2021 y 2022, las instituciones que se habían envuelto públicamente en las crecientes sopas de siglas y que habían fijado sus ambiciosas cuotas de contratación se dieron cuenta de que la realidad era un tanto más complicada. Muchos Chief Diversity Officers entendieron que los habían contratado como decoración. Luego, simplemente, fueron despedidos.

Una manera de verlo es que las corporaciones solo querían señalizar su virtud, pintarse en las mejillas una bandera del arcoíris, aplacar a una pequeña pero ruidosa parte de la plantilla, y, en suma, evitarse problemas de imagen. Otra manera de verlo es que, en la práctica, las políticas DEI rozaban la ilegalidad. Veamos el caso de Coca Cola. 
El consejero general de la corporación declaró en 2021 que Coca-Cola solo iba a trabajar con bufetes de abogados cuyos nuevos equipos incluyeran un 30% de personas "diversas" (una proporción similar a la de la población estadounidense). 
Ahora imaginémonos que somos uno de los muchos bufetes que se ganan el pan trabajando con esta empresa, y que, por la razón que sea, por ejemplo porque vivimos en un estado mayoritariamente blanco, no tenemos a tanta gente diversa en nuestros equipos. 
¿Qué hacer? 

Dos opciones: o bien ampliar enormemente la plantilla contratando solo a gente de color, o bien despedir a blancos por el hecho de serlo, para reemplazarlos por gente de color. En otras palabras: habría que pisotear la Ley de los Derechos Civiles de 1964, concretamente su Título VII, que prohíbe "la discriminación en el empleo en base a la raza, el color, la religión, el sexo y el origen nacional". Coca-Cola fue denunciada. El consejero legal fue despedido. La compañía anunció que no habría tal medida.

Este fue el proceso por el que, poco a poco, las empresas y las personas tibias y normales fueron dándose cuenta de que no estaban ante Martin Luther King 2.0, sino ante el fenómeno opuesto: una especie de religión primitiva con su propio sacerdocio, lenguaje escolástico, tabús y confesiones públicas de pecados. Pero la decadencia del fenómeno woke no se debe únicamente al hecho de que el raciocinio se fue abriendo camino. Quienes también percibieron una ventana de acción y se apresuraron a aprovecharla fueron los conservadores. El Partido Republicano comprendió que muchas personas tibias y normales iban a salir espantadas del tema woke, y decidió conquistar ese capital político. El campo de batalla fue, sobre todo, la educación. 

En 2021 y 2022 los estados republicanos, liderados por el gobernador de Florida, Ron DeSantis, aprobaron leyes que reducían la capacidad de maniobra de los profesores, ponían los temarios y las bibliotecas bajo vigilancia, prohibían libros y trataban de equiparar a todo el Partido Demócrata, que sigue siendo de mayoría moderada (New Democrats), con esa minoría del 8% al 10% que armaba tanto jaleo. 
Las protestas propalestinas en los campus de élite, han hecho que los políticos de ambas bancadas se hayan puesto en pie de guerra Los dos fenómenos, la toma de conciencia de la gente tibia y normal, sumada al oportunismo republicano, han hecho que la goma del wokismo, después de estirarse tanto, haya pegado un latigazo en la mano de la izquierda demócrata. 
La culminación de este fenómeno se ha visto este invierno. Las protestas propalestinas en los campus de élite, el santa santorum del wokismo, han hecho que los políticos de ambas bancadas se hayan puesto en pie de guerra. Porque una cosa es destruir las carreras de profesores que dijeron casualmente alguna palabra con un posible significado oculto, linchar en internet a quien sugiera que el sexo biológico existe, cancelar libros y series de televisión o forzar confesiones públicas... Y, otra, meterse con Israel. 
Este fenómeno ha roto la protección tácita de la que gozaba el wokismo en el mundo progresista, que se había puesto de perfil ante las estridencias identitarias. Ahora incluso los presentadores estrella de la CNN, como Fareed Zakaria, hacen monólogos anti-woke que uno o dos años atrás hubieran sido difíciles de imaginar, lo cual ha alegrado, y también disgustado, a quienes siempre se opusieron al wokismo.

"A las personas nuevas que habláis en contra de la DEI cuando oponerse a ello no conlleva ningún coste", tuiteó Peter Boghossian, ex-profesor de la Universidad de Portland que fue objeto, él mismo, de la hostilidad del campus, "¿dónde estabais cuando estos lunáticos racistas estaban destruyendo nuestras instituciones y participando activamente en cazas de brujas de sus enemigos ideológicos?". 

Boghossian, profesor de Filosofía de la Educación y la Ciencia, llevaba desde 2017 aguantando escraches, amenazas, pintadas de esvásticas, bolsas de heces en su despacho y campañas anónimas de difamación, rodeado por el silencio de la mayoría de sus colegas de departamento. Lo entrevistamos en 2021. Le queda el consuelo de decir que se adelantó tanto a los republicanos como a las personas tibias y normales que todavía no habían mirado por debajo de la piel de cordero.




Woke.



Woke («despierto» en inglés) es un término que, originado en los Estados Unidos, inicialmente se usaba para referirse a quienes se enfrentan o se mantienen alerta frente al racismo.​ Posteriormente, llegó a abarcar una conciencia de otras cuestiones de desigualdad social, por ejemplo, en relación con el género y la orientación sexual.​ Desde finales de la década de 2010, también se ha utilizado como un término general para los movimientos políticos progresistas o de izquierda y perspectivas que alegan enfatizar la política identitaria de las personas LGBT, de la comunidad negra y de las mujeres.
Para el 2020, partes del centro político y derecha política en varios países occidentales usaban el término woke, a menudo de manera irónica, como forma de denominar a varios movimientos e ideologías progresistas radicales o de izquierda identitaria posmoderna percibidos como "demasiado rabiosos, entusiastas, agresivos, agitadores, susceptibles o poco sinceros, y por su tendencia a la censura de opiniones discrepantes mediante la llamada cultura de la cancelación".
A su vez, algunos comentaristas llegaron a considerarlo un término ofensivo con asociaciones negativas para quienes promueven ideas políticas que involucran identidad y origen étnico
Para el 2021, woke se había usado casi exclusivamente como un concepto peyorativo, y los usos más destacados de la palabra tienen lugar en un contexto despectivo. Aunque en español no tiene una traducción asentada y generalmente se usa el término inglés crudo, destacada en cursiva o entrecomillada al ser un extranjerismo, en la jerga coloquial de España se llama despiertismo a este movimiento y despiertos o despiertitos​ a los que lo siguen, el primero como término neutro y el segundo despectivo. Una traducción propuesta por la RAE es concienciado.


Origen y usos del término.

La frase «stay woke» («mantente despierto») surgió en los Estados Unidos en la década de 1930. Al desarrollarse dentro del inglés afroestadounidense vernáculo, woke se refirió a una conciencia de los problemas sociales y políticos que afectan a los afroamericanos, especialmente los prejuicios raciales y la discriminación. De esta forma, ha aparecido en varios contextos, por ejemplo, en canciones de Leadbelly y Erykah Badu.
 Tras el asesinato de Michael Brown en Ferguson, Misuri, en 2014, la frase fue popularizada por activistas de Black Lives Matter (BLM) que alegaban buscar crear conciencia sobre los tiroteos policiales contra afroamericanos. La expresión se popularizó en Black Twitter y ganó tracción como un meme de Internet, utilizándose con frecuencia por personas que no eran afroamericanas, a menudo para señalar su apoyo a Black Lives Matter. Asociado con la generación Y, el término se extendió internacionalmente y se agregó al Oxford English Dictionary en 2017.
A medida que el uso del término se ha extendido más allá de sus orígenes afroamericanos, woke se ha utilizado cada vez más como un término general para describir los movimientos de «justicia social» de izquierda. 
Para 2020 críticos de estas posiciones en varios países occidentales han usado el término woke para describir a movimientos de izquierda «fanáticos o insinceros, y tendentes a censurar de forma dogmática cualquier desviación de su perspectiva ideológica».
 Algunos movimientos de izquierda llegaron a considerarlo un término ofensivo utilizado para denigrar a quienes hacen campaña contra lo que ellos perciben como discriminación.
 A menudo se utiliza también como sinónimo de «progre». Empresas de entretenimiento como Disney reconocieron formar parte de este fenómeno social al ser acusadas de promover estos movimientos.

Capitalismo woke y woke-washing.

A mediados de la década de 2010, el lenguaje asociado con el "despertar" había entrado en los principales medios de comunicación y se estaba utilizando para marketing.14​ El término capitalismo woke fue acuñado por el escritor Ross Douthat para las marcas que usaban mensajes políticamente progresistas como sustituto de una reforma genuina.
 Según The Economist, los ejemplos de capitalismo woke incluyen campañas publicitarias diseñadas para atraer a los millennials, quienes a menudo tienen puntos de vista socialmente más liberales que las generaciones anteriores.
Las científicas culturales Akane Kanai y Rosalind Gill describen el capitalismo woke como la tendencia "que se intensifica drásticamente" para incluir grupos históricamente marginados (principalmente en términos de raza, género y religión) como mascotas en la publicidad, con un mensaje de empoderamiento para señalar valores progresistas. Por un lado, Kanai y Gill argumentan que esto crea una idea individualizada y despolitizada de la justicia social, reduciéndola a un aumento de la confianza en uno mismo. 
Por otro lado, la visibilidad omnipresente en la publicidad también puede amplificar una reacción violenta contra la igualdad de precisamente estas minorías. Estos se convertirían en mascotas no solo de las empresas que los utilizan, sino también del indiscutible sistema económico neoliberal.​