—¿Por qué lees tanto? —(…) Mi mejor arma está en el cerebro. Mi hermano tiene su espada; el rey Robert tiene su maza, y yo tengo mi mente… Pero una mente necesita de los libros, igual que una espada de una piedra de amolar, para conservar el filo. —(…)—. Por eso leo tanto, Jon Snow.

TYRION LANNISTER.

viernes, 11 de enero de 2013

187.-Platón Carmides o de la sabiduría II a



Luis Alberto Bustamante Robin; Jose Guillermo Gonzalez Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdes;  Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto  Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Alvaro Gonzalo  Andaur Medina; Carla Veronica Barrientos Melendez;  Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo  Price Toro;  Julio César  Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andres Oyarse Reyes; Franco Gonzalez Fortunatti; 

Aldo ahumada Chu Han
Sócrates

¿Te parece posible que haya un deseo, que no sea el deseo del placer, y que sólo lo sea de sí mismo y de los otros deseos? [236]

Critias

¡Ah! no.

Sócrates

¿Una voluntad, que no quisiese ningún bien, pero que se quisiese a sí misma y a las otras voluntades?

Critias

Nada de eso.

Sócrates

Puedes concebir que exista un amor, que no es el amor de ningún género de belleza, sino de sí mismo y de los otros amores?

Critias

De ninguna manera.

Sócrates

¿Puedes imaginar un temor que se teme a sí mismo y a los demás temores, pero que no teme ningún peligro?

Critias

No lo imagino.

Sócrates

Una opinión que es la opinión de las demás opiniones y de sí misma, y que no se refiere a ninguno de los objetos ordinarios de la opinión?

Critias

Nada de eso.

Sócrates

Y sin embargo, ¿afirmamos que existe una ciencia que no es la ciencia de ningún conocimiento particular, sino la ciencia de sí misma y de las otras ciencias?

Critias

Así lo afirmamos.

Sócrates

Es cosa bien extraña, si existe semejante ciencia. Sin embargo, no nos apuremos a negar que exista, y procuremos examinarla aún. [237]

Critias

Tienes razón.

Sócrates

Veamos. Esta ciencia es la ciencia de alguna cosa y tiene la propiedad de referirse a alguna cosa. ¿No es así?

Critias

Seguramente.

Sócrates

Decimos de la cosa que es más grande, que tiene la propiedad de serlo más que cualquiera otra?

Critias

Sin duda.

Sócrates

¿Más que todo lo que es más pequeño, porque ella es más grande?

Critias

Necesariamente.

Sócrates

Si encontráramos un cuerpo más grande, que lo fuese más que los demás cuerpos y que él mismo, sin ser más grande que los cuerpos sobrepujados por aquellos que él sobrepuja ¿no se seguiría de toda necesidad, que sería a la vez más grande que sí mismo, y más pequeño que sí mismo? ¿Qué dices a esto?

Critias

Eso sería de toda necesidad, Sócrates.

Sócrates

Si se encontrase un número que fuese doble de los demás números dobles y de sí mismo, estos otros números y él mismo no serían más que mitades con relación a aquel que fuese doble, porque lo doble no puede ser sino de una mitad.

Critias

Es cierto. [238]

Sócrates

Por consiguiente una cosa sería al mismo tiempo más grande que sí misma y más pequeña; más pesada y más ligera; más vieja y más nueva, y así de todo lo demás. No es indispensable que la cosa, que posee la propiedad de referirse a sí misma, posea además la cualidad a que tiene la propiedad de referirse? Por ejemplo, el oído sólo oye la voz; ¿no es así?

Critias

Sí.

Sócrates

Si el oído se oyese a sí mismo, sólo sería a condición de tener una voz, porque en otro caso él no oiría.

Critias

Es preciso.

Sócrates

Y la vista, querido mío, si viese a sí misma, sería preciso necesariamente que ella tuviese algún color, porque la vista no puede ver lo incoloro.

Critias

No, sin duda.

Sócrates

Ya ves, Critias, que de las cosas que acabamos de recorrer, las unas no pueden absolutamente referirse a sí mismas, y no es probable que las demás puedan hacerlo. En cuanto a la magnitud, al número y otras cosas semejantes es de hecho imposible. ¿No es así?

Critias

Ciertamente.

Sócrates

En cuanto al oído y la vista, en cuanto al movimiento que tuviese la propiedad de moverse, al calor que tuviese el de calentarse y todas las cosas de este género, muchas personas no querrían creerlo, pero quizá otras lo creerán. Se necesita nada menos que un hombre de genio, mi [239] querido amigo, para decidir en última apelación y de una manera general, si algo de lo que existe ha recibido de la naturaleza la propiedad de referirse a sí mismo, refiriéndose toda cosa a otra cosa; o bien si entre los objetos unos tienen este poder y otros no; y en fin, en el caso de que algunos pudiesen referirse a sí mismos, si la ciencia que llamamos sabiduría estaría en este caso. Yo no me considero capaz para resolver estas cuestiones. ¿Es posible que haya una ciencia de la ciencia? Yo no puedo afirmarlo; y aun cuando se probase que existe, no podría admitir que esta ciencia sea la sabiduría antes de haber examinado, si dando esto por supuesto, nos sería útil o no; porque me atrevo a declamar que la sabiduría es una cosa buena y útil. Pero tú, hijo de Callescrus, que has sentado que la sabiduría es la ciencia de la ciencia e igualmente de la ignorancia, pruébame, en primer lugar, que esto es posible, y en segundo, que esta cosa posible es además útil. Quizá de esta manera me convencerás de que defines exactamente la sabiduría.

Habiendo oído estas palabras y viéndome embarazado, Critias, igual a aquellos que con sólo ver bostezar bostezan, me pareció tan embarazado como yo. Habituado a verse colmado de elogios, se ruborizaba sólo con notar las miradas de los circunstantes, no se apuraba a confesar que era incapaz de ilustrar las cuestiones que yo le había propuesto, hablaba sin decir nada claro, y sólo trataba de encubrir su impotencia. Yo, que no quería ahogar la discusión, le dije:

—Si te parece bien, querido Critias, demos por concedido que la ciencia de las ciencias es posible, y entonces entraremos en indagaciones acerca de si existe o no existe, pasaremos de la posibilidad al acto. Supongo esta ciencia perfectamente posible, y te pregunto si es más fácil saber lo que se sabe o lo que no se sabe. Porque [240] hemos dicho que en esto consisten el conocimiento de sí mismo y la sabiduría. ¿No es cierto?

Critias

Sin duda, y eso es muy consiguiente, Sócrates. Porque si el hombre posee la ciencia que se conoce a sí misma, es preciso que sea de la misma naturaleza que lo que él posee. Tiene uno la vivacidad, es vivo; la belleza, es bello; la ciencia, es sabio. Y si tiene la ciencia que se conoce a sí misma, será preciso que se conozca a sí mismo.

Sócrates

No es esa la dificultad. Sin duda, si alguno posee lo que se conoce a sí mismo, se reconocerá él a sí mismo igualmente; lo que se quiere averiguar es si el que posee esta ciencia debe necesariamente saber lo que sabe y lo que no sabe.

Critias

Sin duda, Sócrates, porque eso es lo mismo.

Sócrates

Lo será; pero yo lo mismo estoy que estaba, porque no comprendo cómo conocerse a sí mismo es lo mismo que saber lo que se sabe y lo que no se sabe.

Critias

¿Qué quieres decir con eso?

Sócrates

Lo siguiente: ¿la ciencia de una ciencia podrá hacer más que distinguir entre dos cosas, qué es una ciencia y qué no es una ciencia?

Critias

No; a eso se limitará.

Sócrates

¿Son una misma cosa la ciencia y la ignorancia de lo que es sano y la ciencia y la ignorancia de lo que es justo?

Critias

No. [241]

Sócrates

La primera de estas ciencias es, creo la medicina, y la segunda la política, y la ciencia de la ciencia es simplemente la ciencia.

Critias

Imposible negarlo.

Sócrates

El que no conoce ni lo sano, ni lo justo, y solamente tiene la ciencia de la ciencia, reducido a esta ciencia única, podrá saber que él sabe alguna cosa y que posee una cierta ciencia y lo sabrá de los demás y de sí mismo. ¿No es así?

Critias

Sí.

Sócrates

Pero lo que sabe{9}, ¿cómo pudo saberlo por medio de esta ciencia ? Es en efecto por medio de la medicina, y no por la sabiduría, como conoce lo que es sano; por la música, y no por la sabiduría, lo que es armonioso; por la arquitectura, y no por la sabiduría, lo que es propio para construir, y así de lo demás. ¿Es cierto?

Critias

Así me parece.

Sócrates

Por la sabiduría, si es sólo la ciencia de la ciencia, ¿cómo sabrá que él sabe lo que es sano o lo que es propio para construir?

Critias

Es imposible.

Sócrates

El que ignora estas cosas no sabe lo que él sabe, sino únicamente que él  sabe. [242]

Critias

Así me parece.

Sócrates

Luego la sabiduría y el ser sabio consisten, no en saber lo que se sabe y lo que no se sabe, sino sólo que se sabe y que no se sabe.

Critias

Probablemente.

Sócrates

Luego la sabiduría no pone en posición de reconocer en otro, que pretende saber alguna cosa, si sabe en efecto lo que pretende saber o si no lo sabe; toda su virtud se limita a enseñarnos que posee una cierta ciencia; cuál es la materia de esta ciencia, la sabiduría no nos lo dirá jamás.

Critias

No parece que pueda.

Sócrates

Tampoco nos hará más capaces para discernir el que se da por médico, sin serlo, del que lo es verdaderamente, ni discernir en general los hábiles de los ignorantes. Examinemos este punto de la manera siguiente. El sabio, o cualquiera otro hombre, para distinguir el verdadero del falso médico, obrará de este modo. Seguramente no le interrogará sobre la medicina{10}, porque ya hemos dicho que el médico no entiende de ella, como que no conoce más que lo que es sano o dañoso a la salud. ¿No es así? [243]

Critias

Sí, verdaderamente.

Sócrates

El médico no sabe nada relativamente a la medicina, puesto que la medicina es una ciencia.

Critias

En efecto.

Sócrates

El sabio, es cierto, reconocerá que el médico posee una ciencia; pero si quiere averiguar qué ciencia, ¿no deberá informarse a qué objetos se refiere? ¿No es cierto que lo que caracteriza cada ciencia, no es el ser ciencia, sino el ser una cierta ciencia particular, y el referirse a ciertos objetos particulares?

Critias

Es cierto.

Sócrates

Lo que caracteriza la medicina, lo que la distingue de las demás ciencias, es que tiene por objeto lo que es sano y lo que es dañoso a la salud.

Critias

Sí.

Sócrates

Luego el que se proponga examinar a alguno sobre la medicina, debe examinarle de las cosas que son propias de la misma; porque supongo que no podrá examinarle de cosas extrañas, con las que esta ciencia no esté en relación.

Critias

No, ciertamente.

Sócrates

El que quiera proceder por orden sondeará al médico sobre las cosas sanas y las cosas dañosas a la salud, para juzgar de su mérito. [244]

Critias

Ese es mi dictamen.

Sócrates

Hará estudio sobre las palabras y acciones del médico para juzgar si las unas son bien dichas y las otras bien hechas.

Critias

Necesariamente.

Sócrates

Pero sin la medicina, ¿es posible comprender, sea las palabras, sea las acciones de un médico?

Critias

De ninguna manera.

Sócrates

Fuera del médico, nadie será capaz de ello, ni aun el sabio; porque en otro caso uniría los conocimientos de un médico a los de un sabio.

Critias

Es cierto.

Sócrates

Por consiguiente, si la sabiduría es sólo ciencia de la ciencia y de la ignorancia, es claro como el día que no nos pondrá en posición de distinguir el médico que posee su arte, del que no le posee y le impone a los demás y a sí mismo; ni tampoco nos hará buenos jueces en las otras artes, excepto en aquella que practiquemos nosotros mismos; pero todos los artistas pueden hacer otro tanto.

Critias

Es cierto.

Sócrates

Pues bien, querido Critias, reducida la sabiduría a estos términos, ¿cuál puede ser su utilidad? ¡Ah! si como supusimos al principio, el sabio supiese lo que sabe y lo que no sabe; si supiese que sabe ciertas cosas y no sabe otras ciertas cosas; si pudiese además juzgar a los [245] demás hombres en esta misma relación, entonces, yo lo declaro, nos sería infinitamente útil el ser sabios. En efecto, pasaríamos la vida exentos de faltas los que tuviésemos la sabiduría, y lo mismo sucedería a los que obrasen bajo nuestra dirección. Porque respecto de nosotros, no intentaríamos hacer lo que no supiésemos, sino que dirigiéndonos a los que lo supiesen, a ellos se lo encomendaríamos; y con respecto a los que estuviesen bajo nuestra dirección, no les permitiríamos hacer sino lo que pudiesen hacer bien, es decir, aquello de que tuviesen la ciencia. Una casa administrada de esta manera por la sabiduría estaría necesariamente bien administrada, y lo mismo un Estado sería bien gobernado, e igual sucedería en todas partes donde reinase la sabiduría. Porque unas gentes que no cometerían faltas, que ajustarían todas sus acciones a las reglas de la razón, necesariamente serían dichosos. ¿No es esto, mi querido Critias, lo que experimentaríamos con motivo de la sabiduría, y lo que mostraríamos para hacer ver cuan ventajoso es saber lo que se sabe y lo que no se sabe?

Critias

Es evidente.

Sócrates

Sí, pero hasta ahora, ya ves que no existe en ninguna parte una ciencia de esta naturaleza.

Critias

Lo veo.

Sócrates

Pero quizá, la sabiduría, tal como nosotros la concebimos ahora, a saber, la ciencia de la ciencia y de la ignorancia{11} tiene la ventaja de que el que la posee [246] aprende más fácilmente todo lo que quiere aprender, y se representa todas las cosas con más claridad, estudiándolas a la luz de la ciencia. Quizá le permite juzgar mejor a los demás sobre lo que él mismo ha aprendido, mientras que los que intentan juzgar sin la sabiduría lo hacen sin profundidad ni solidez. ¿Son estas, querido mío, las ventajas que debemos esperar de la sabiduría; o bien nos formamos de ella una idea demasiado alta, y buscamos en la misma un valor que no tiene?

Critias

No es imposible que así sea.

Sócrates

Quizá el objeto de nuestra indagación es absolutamente inútil. Lo que me lo hace creer es que me vienen al espíritu extraños pensamientos sobre la sabiduría, tal como la hemos definido. Veamos, si así lo quieres. Convengamos en que la ciencia de la ciencia es posible, y además lo que al principio sentamos: que la sabiduría consiste en saber lo que se sabe y lo que no se sabe; en vez de negarlo, admitámoslo. Hechas estas concesiones, examinemos con mayor esmero si la sabiduría, supuestas tales condiciones, nos procurará alguna ventaja. En efecto, diciendo antes que la sabiduría, si tal fuese su naturaleza, sería para nosotros un gran bien, presidiendo al gobierno de las familias y de los Estados, me parece, mi querido Critias, que hemos razonado mal.

Critias

¿Cómo?

Sócrates

Porque hemos concedido con demasiada ligereza, que sería un gran bien para los hombres hacer aquello que saben, y encomendar lo que no saben a los que lo saben.

Critias

¿No hemos tenido razón para concederlo? [247]

Sócrates

No, yo creo que no.

Critias

En verdad, Sócrates, dices cosas extrañas.

Sócrates

¡Por el cielo! eso mismo me parece a mí; y pensando en esto es por lo que dije que se me venían a la mente ideas extrañas, y que temía no hubiésemos examinado bien la cuestión. Porque, a decir verdad, en el acto mismo en que estuviéramos de acuerdo en que la sabiduría es todo lo que hemos dicho, no por esto vería más claro qué bien nos procura.

Critias

¿Cómo? Explícate; por lo menos sepamos cómo piensas.

Sócrates

Creo que me extralimito; pero no importa, cuando una idea se presenta al espíritu, es preciso examinarla, y no dejarla escapar a la ventura, por poco amor que uno se tenga a sí mismo.

Critias

No es posible hablar mejor.

Sócrates

Escucha, pues, mi sueño, y juzga si ha salido por la puerta de marfil o por la de cuerno{12}. Quiero que la sabiduría, tal como antes la definimos, ejerza sobre nosotros un imperio absoluto; pues bien, ¿qué ventajas nos promete con todo su cortejo de ciencias? Únicamente la siguiente: si un hombre se da por piloto y no lo es, es claro que no nos sorprenderá, lo mismo que no podrán abusar de nosotros ni un médico, ni un general, ni ninguna persona que pretenda saber lo que no sabe. ¿Qué ventaja sacaremos de esto, sino una mejor [248] salud para el cuerpo; librarse de los peligros de la guerra y de la mar; en fin, tener nuestros muebles, nuestros vestidos, nuestros calzados más artísticamente hechos, porque sólo nos valdremos de los verdaderos artistas? Avancemos, si quieres, hasta conceder que la adivinación es la ciencia del porvenir; y que la sabiduría, saliendo al frente, nos pone en guardia contra los charlatanes, y nos descubre los verdaderos adivinos, que son los que saben lo que realmente ha de suceder; pues bien, yo concibo perfectamente que la especie humana en estas condiciones obrará y vivirá conforme a la ciencia; la sabiduría, en efecto, guardián vigilante, no permitirá a la ignorancia deslizarse en nuestros trabajos; mas ¿por vivir conforme a la ciencia, viviremos mejor y seremos dichosos? he aquí lo que yo aún no puedo comprender, mi querido Critias.

Critias

Sin embargo, no veo de qué medio has de valerte para encontrar un modo mejor de vivir, si vivir conforme a la ciencia no tiene ningún valor a tus ojos.

Sócrates

Escucha aún una pequeña explicación, te lo suplico. ¿Según qué ciencia? ¿La de zapatero?

Critias

No, ¡por Júpiter!

Sócrates

¿Quizá la de herrero?

Critias

No.

Sócrates

¿Será en la de trabajar en lana, en madera o en otras cosas de la misma especie?

Critias

De ninguna manera.

Sócrates

No insistamos más sobre nuestro juicio: que es [249] dichoso el que vive según la ciencia. Porque los artistas de que acabamos de hablar viven según la ciencia, y sin embargo tú no admites que sean dichosos; al parecer sólo tienes por felices los que viven según ciertas ciencias. Quizás sólo concedes este privilegio al que designé yo antes, al que sabe todo lo que debe suceder, al adivino.

Critias

A ese y también a otros.

Sócrates

¿Cuáles? ¿Será al que una al conocimiento del porvenir, el de lo pasado y lo presente? Supongo que un tal hombre existe. Creo que confesarás, que ningún otro, que no sea éste, puede vivir según la ciencia.

Critias

Ningún otro.

Sócrates

Una pregunta aún. ¿Cuál de estas ciencias es la que hace a este hombre dichoso, o son todas a la vez y en debida proporción?

Critias

No, ciertamente; todas en proporción, no.

Sócrates

¿Entonces cuál contribuye más? ¿Es la ciencia de los sucesos presentes, pasados y futuros? ¿Es la del ajedrez?

Critias

¡Ah! ¡el juego de ajedrez!

Sócrates

¿La de los números?

Critias

Tampoco.

Sócrates

¿La de lo que es sano?

Critias

Quizá. [250]

Sócrates

Pero, en fin, ¿cuál es la que más contribuye?

Critias

La ciencia del bien y del mal.

Sócrates

¡Picaruelo! después de tanto andar me haces girar en un círculo. ¡Ah! ¿porqué desde el principio no me has dicho que vivir dichoso no es vivir según la ciencia en general, ni según todas las ciencias reunidas, sino según la que conoce del bien y del mal? Pero veamos, querido Critias, si separas esta ciencia de todas las demás, ¿nos veremos por eso menos curados por la medicina, calzados por un entendido zapatero, vestidos por un tejedor, y libres de la muerte por mar o en campaña mediante un piloto y un experto general?

Critias

No, sin duda.

Sócrates

Faltándonos esta ciencia, ninguna de estas cosas llegará a tiempo y de manera que nos sea útil.

Critias

Dices verdad.

Sócrates

Y esta ciencia, a lo que parece, no es la sabiduría, sino aquella cuyo objeto es el sernos útil; porque no es la ciencia de la ciencia y de la ignorancia, sino del bien y del mal; de manera que si es ella la que nos es útil, la sabiduría debe ser para nosotros otra cosa que útil.

Critias

¡Cómo! ¿la sabiduría no nos ha de ser útil? Si es esencialmente la ciencia de las ciencias, domina todas las ciencias, y por consiguiente, superior a la ciencia del bien y del mal, no puede menos de sernos útil.

Sócrates

¿Por ventura es ella la que nos cura y no ha [251] medicina? Y los resultados de las otras artes ¿es ella la que nos lo procura y no cada arte los suyos? ¿No hace ya mucho que hemos reconocido que ella es la ciencia de la ciencia y de la ignorancia y nada más? ¿No es así?

Critias

Así parece.

Sócrates

Por lo tanto, ¿no se puede esperar de ella la salud?

Critias

No, ciertamente.

Sócrates

La salud depende de otro arte, ¿qué dices a esto?

Critias

Que es verdad.

Sócrates

Tampoco hay que esperar de ella nada útil, mi querido amigo, porque hemos achacado lo útil a otro arte. ¿Es cierto?

Critias

Completamente.

Sócrates

¿Cómo, entonces, la sabiduría nos será útil sin procurarnos ninguna especie de utilidad?

Critias

De ninguna manera, Sócrates, a lo que me parece.

Sócrates

Ves, pues, mi querido Critias, la razón que tenía para temer, y cuan justamente me acusaba de ser incapaz de examinar con fruto la sabiduría. Porque la mejor cosa, a juicio de todos, no nos parecería desprovista de utilidad, si yo tuviese, con gran provecho mío, el arte de examinar las cosas. En este momento henos aquí batidos por todas partes, y en la impotencia de descubrir a qué objeto ha aplicado la palabra «sabiduría» su inventor. Y sin embargo, ¡cuántas suposiciones hemos hecho [252] que la razón desaprueba! Hemos supuesto que existe una ciencia de la ciencia, a pesar de que la razón no permite ni autoriza semejante concepción; después hemos supuesto que esta ciencia conoce los objetos de las otras ciencias, cuando tampoco lo permite la razón; y queríamos que el sabio pudiese saber que él sabe lo que sabe y lo que no sabe. Y en verdad hemos obrado liberalmente haciendo esta última concesión, puesto que hemos considerado ser posible saber de cierta manera lo que absolutamente no se sabe. Porque admitimos que él sabe y que él no sabe, que es lo más irracional que puede imaginarse. Pues bien, no obstante esta complacencia y esta facilidad, nuestra indagación no ha conseguido encontrar la verdad, y cualquiera que haya sido la definición que de la sabiduría hayamos inventado de común acuerdo, ella nos ha hecho ver con desenfado estar desprovista de utilidad. Con respecto a mí, me importa poco; pero tú, mi querido Carmides, yo sufro al pensar que con tu figura y con un alma muy sabia no tengas nada que esperar de la sabiduría, ni puedas sacar de ella ninguna utilidad en el curso de la vida, aun poseyéndola. Pero sobre todo, siento haber recogido las palabras mágicas del tracio y haber aprendido con tanto afán una cosa que ningún valor tiene. Pero no, no puedo creer que sea así, y es más justo pensar que yo no sé buscar la verdad. La sabiduría es sin duda un gran bien; y si tú la posees, eres un mortal dichoso. Pero examina atentamente si la posees en efecto y si no tienes necesidad de palabras mágicas; porque si la posees verdaderamente, entonces sigue mi consejo, y no veas en mí más que un visionario incapaz de indagar ni encontrar nada por el razonamiento, y tú tente por tanto más dichoso cuánto más sabio seas.

Carmides

¡Por Júpiter! Sócrates, no sé si poseo o no poseo la sabiduría; ni cómo puedo saberlo, cuando tú mismo no [253] puedes determinar su naturaleza, por lo menos según tu confesión; si bien en este punto no te creo, y antes bien pienso tener gran necesidad de tus palabras mágicas; y quiero someterme a su virtud sin interrupción hasta que me digas que es bastante.

Critias

Perfectamente. La mayor prueba que puedes darme de tu sabiduría, mi querido Carmides, es entregarte a los encantos de Sócrates y no alejarte de él ni un solo instante.

Carmides

Me uniré a él, y seguiré sus pasos; porque me haría culpable si en este punto no te obedeciese, a ti que eres mi tutor, y si no hiciese lo que mandas.

Critias

Sí, yo, yo te lo mando.

Carmides

Lo haré, y desde hoy quiero comenzar.

Sócrates

¡Ah! ¿qué es lo que los dos tramáis?

Critias

Nada, sino que nos tienes a tus órdenes.

Sócrates

¡Pero qué! ¿empleáis la fuerza sin dejarme la libertad de escoger?

Carmides

Sí, la fuerza; es preciso hacerlo así, puesto que él lo manda. Mira ahora lo que te toca a ti hacer.

Sócrates

¿Qué quieres que vea? Cuando has resuelto hacer una cosa y recurres a la violencia, ¿qué hombre puede resistirlo?

Carmides

Entonces no te resistas.

Sócrates

Concedido.

———

{1} Sobre las palestras, véanse los Viajes del joven Anacarsis, cap. VIII.

{2} Fue esclavo de Pitágoras, recobró su libertad, vivió tres años en un subterráneo, de donde salió para hacerse legislador dando leyes, y filósofo enseñando la inmortalidad del alma. Herodoto, 4, 93.

{3} Cotéjese este pasaje con las preciosas páginas del final del Timeo.

{4} Escita, hijo de Seutus, encantador curandero que navegaba por los aires. Herodoto, 4, 36.

{5} Homero. Odisea, 18, 947.

{6} Hesiodo, Las Obras y los Días, v. 311.

{7} Véase el Cratilo, el Eutidemo y el Protágoras.

{8} La sutil discusión que sigue comprende dos partes distintas: primera, ¿es posible la ciencia de la ciencia y de la ignorancia; segunda? ¿es útil?

{9} Entiéndase que Platón distingue sutil, pero exactamente, entre saber que se sabe y saber lo que se sabe.

{10} Otra distinción que debe tenerse presente. Platón distingue entre la medicina, en tanto que ciencia, y el objeto de la medicina, es decir, lo sano y lo enfermo. El médico no conoce la medicina, sino sólo el objeto de la medicina; el sabio conoce la medicina y no su objeto; y he aquí por qué éste no puede juzgar a aquel.

{11} Es decir, la ciencia de la ciencia, menos el objeto sabido, y de la ignorancia, menos el objeto ignorado. Esta última definición es la que Sócrates ha hecho prevalecer sobre la primera.

{12} Homero. Odisea, 19, 563.

{Obras completas de Platón, por Patricio de Azcárate,
tomo primero, Madrid 1871, páginas 209-253.}

puerta al infierno

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