—¿Por qué lees tanto? —(…) Mi mejor arma está en el cerebro. Mi hermano tiene su espada; el rey Robert tiene su maza, y yo tengo mi mente… Pero una mente necesita de los libros, igual que una espada de una piedra de amolar, para conservar el filo. —(…)—. Por eso leo tanto, Jon Snow.

TYRION LANNISTER.

miércoles, 16 de mayo de 2012

102.-Antepasados del rey de España: Reina Petronila​ de Aragón.



Reina Petronila​ de Aragón.




Aldo  Ahumada Chu Han 
 

(Huesca, 29 de junio de 1136 - Barcelona, 15 de octubre de 1173)​ fue Reina de Aragón entre 1157 y 1164 y condesa de Barcelona entre 1162 y 1164.​ Era hija de Ramiro II el Monje e Inés de Poitou.

Biografía

Petronila, «aragonensis regina et barchinonensis comitissa» (reina de Aragón y condesa de Barcelona), abdica en su hijo Alfonso «regi aragonensi et comiti barchinonensi» (el reino de Aragón y el condado de Barcelona). En Barcelona, a 18 de julio de 1164.
Fue concebida para dar continuidad a la dinastía de Aragón. Tras morir el rey Alfonso I el Batallador sin descendencia, una serie de acontecimientos llevaron a proclamar rey al religioso Ramiro, hermano menor de Alfonso I. Ramiro II, apodado «el Monje» ya que en ese momento estaba viviendo en un convento, se casó con Inés de Poitou, y de ese matrimonio nació el 29 de junio de 1136 la princesa Petronila. Un año más tarde se firman en Barbastro las capitulaciones matrimoniales (regulando la potestas regia) con el conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV, así quedarían unificados el reino de Aragón y el condado de Barcelona. Las condiciones las puso Ramiro II, siendo aceptadas por Ramón Berenguer IV. Se zanjaban así los problemas de sucesión en el Reino de Aragón. Ramiro II se retiró al monasterio de San Pedro el Viejo de Huesca conservando para sí el título de rey, e Inés de Poitou volvió a Francia. Petronila fue educada en la corte condal de Barcelona.

Durante este periodo se presionó desde la Corona de León para intentar casarla con Alfonso VII de León o con su hijo Sancho el Deseado, a fin de unir las coronas de León y Aragón, imponiendo a Petronila el nombre de Urraca.8​ Finalmente no se llevó a cabo este enlace.

La boda de doña Petronila con Ramón Berenguer IV se celebró trece años más tarde en Lérida, en el mes de agosto de 1150, al alcanzar la reina la edad requerida por el Derecho Canónico para poder consumar el matrimonio, catorce años.
En marzo de 1157 nacía en Huesca el primogénito de la pareja, llamado indistintamente Alfonso y Ramón, que reinará con el nombre de Alfonso II en honor a Alfonso I. Tras la muerte de Ramón Berenguer IV en 1162, Petronila abdicó en Alfonso II el Reino de Aragón y el Condado de Barcelona en documento fechado el 18 de julio de 1164. Tras renunciar a su corona y a segundas nupcias, vivió privada y santamente el resto de sus años. Murió en Barcelona el 15 de octubre de 1173. Fue enterrada en la Catedral de Barcelona.

Retrato
Aldo  Ahumada Chu Han 


Retratos de la reina Petronila de Aragón y el conde Ramón Berenguer IV de Barcelona es una pintura procedente del Palacio del Buen Retiro de Madrid y actualmente en el Museo del Prado. Se trata de una copia barroca de un original de Filippo Ariosto de 1586 pintado para el Salón Real del Palacio de la Generalidad del Reino de Aragón y destruido en 1809 tras los Sitios de Zaragoza durante la Guerra de la Independencia Española. 
En el cuadro figura la reina Petronila de Aragón (reina de Aragón entre 1157 y 1164) a la derecha dotada de los atributos reales: Corona real abierta o medieval, cetro, mantón de pieles y collar, bajo el escudo que en el siglo XVI se consideró que representaba en modo privativo al Reino de Aragón: de plata, cruz de San Jorge con cuatro cabezas de moro en los respectivos cuarteles o "Cruz de Alcoraz", documentada por primera vez en 1281 como divisa personal de Pedro III de Aragón "El Grande" (1276-1285), y considerado a partir del siglo XIV por Pedro IV el Ceremonioso como armas antiguas de Aragón, consideración que hizo fortuna en la necesidad de dotar a los distintos reinos, condados y soberanías de la Casa de Aragón, de emblemas privativos. 
En segundo plano, a la izquierda, aparece el conde Ramón Berenguer IV de Barcelona con vara de mando bajo escudo con los palos de gules timbrado de corona condal. Desde el siglo XIV el senyal reyal de la Casa de Aragón se consideró asociado al linaje condal.

Descendientes

Del matrimonio con Ramón Berenguer IV tuvo a:

El infante Pedro de Aragón (1152 - antes de 1158), al que se alude como nasciturus (hijo que va a nacer) en un testamento dado por Petronila de Aragón el 4 de abril de 1152 estando en los trabajos del parto junto a Barcelona («in partu laborans, apud Barchinonam»). Murió antes de 1158, quizá poco después del alumbramiento.
El infante Alfonso II de Aragón (1157-1196), rey de Aragón y conde de Barcelona.
El infante Pedro de Aragón (1158-1181), quien en 1173 será nombrado conde de Provenza por su hermano Alfonso II, como Ramón Berenguer IV de Provenza.
La infanta Dulce de Aragón (1160-1198), casada en 1175 con el rey Sancho I de Portugal.
El infante Sancho de Aragón​ (1161-1223), conde de Cerdaña, de Provenza y de Rosellón.





Biografía de Real Academia de Historia de España.

Imagen de la reina Petronila en la Genealogía de los reyes de Aragón.


Petronila de Aragón. Huesca, 11.VIII.1136 – ¿Barcelona?, 1173. Reina de los aragoneses y condesa de los barceloneses (1137-1164), esposa de Ramón Berenguer IV.
Hija del rey de Aragón Ramiro II el Monje y de Inés de Poitiers, y sobrina de Alfonso I el Batallador, fue comprometida al año de su nacimiento, en agosto de 1137, con el conde de Barcelona Ramón Berenguer IV, para cuando adquiriese la mayoría de edad, que eran los catorce años, sentándose las bases de la unión dinástica de la casa real aragonesa con la casa condal barcelonesa que conformó la Corona del rey de Aragón, o Corona de Aragón, en la persona del descendiente de dicho enlace esponsalicio, Alfonso II el Casto o el Trovador.
Concebida para reinar como transmisora de la potestad real heredada de su progenitor y evitar la discontinuidad de la realeza aragonesa al carecerse de descendiente legítimo varón, su vida estuvo consagrada a procurar la sucesión sin solución de continuidad y buscar la alianza más conveniente a través del matrimonio con Ramón Berenguer IV. Matrimonio que se llevó a cabo según la institución aragonesa del llamado “matrimonio en casa”, por la que Petronila estaba obligada a mantener la herencia patrimonial y familiar; de manera que si no engendraba descendencia, a su muerte, su cónyuge, el conde barcelonés, recibiría la plena potestad sobre la herencia aragonesa.
Lo que no sucedió, porque Petronila sobrevivió a Ramón Berenguer, considerado príncipe de Aragón, y, en el momento del fallecimiento del mismo, cedió todos sus derechos al hijo de ambos (Ramón) Alfonso, que se intituló rey de Aragón y conde de Barcelona sin impedimento jurídico alguno.
El “matrimonio en casa” suponía, según el Derecho aragonés, concebir la “casa” no sólo como algo material, sino comprendiendo también en el conjunto las tierras, bienes y propiedades familiares, la amplia parentela de ascendientes y descendientes, más los dependientes incluidos en la residencia familiar. Y en la “casa” se designaba al heredero de su patrimonio; con la condición de contraer matrimonio para asegurar la continuidad familiar y de la propia “casa” solariega.
Por tanto, las capitulaciones matrimoniales firmadas el 11 de agosto de 1137 respetaban la tradición y eran aceptadas por el conde barcelonés; entregándole Ramiro II a su hija Petronila con la herencia familiar íntegra y heredada de sus antepasados; considerándose a Petronila como reina de los aragoneses pero sin poder ejercer la potestad real que sí transmitiría al heredero y que tampoco podía ejercer el conde; quien sí lo haría en el caso de la muerte de su esposa, aunque contrajera nuevas nupcias, y si no hubiese descendencia.
Quedando tan sólo dos problemas a resolver: la aceptación de Ramón Berenguer por los aragoneses y la disolución del testamento de Alfonso I el Batallador, que había dejado sus dominios a las recientemente creadas Órdenes Militares, que reclamaban sus derechos apoyados por Roma, la cual tampoco aceptaba, en principio, el matrimonio de Ramiro como eclesiástico que era, y tampoco la legitimidad de Petronila. Cuestiones que la habilidad de Ramón Berenguer IV acabaría solventando a favor de Petronila y de sí mismo, con las compensaciones oportunas al respecto.
Las nupcias se celebraron en la Catedral de Lérida en 1150, contando Petronila catorce años de edad y Ramón Berenguer cincuenta; pero en el tiempo transcurrido entre el compromiso inicial y el enlace definitivo, la infanta de Aragón estuvo tutelada por la hermana del conde, Berenguela, esposa a su vez de Alfonso VII de Castilla; no faltando en algún momento las dudas de Ramón Berenguer, que llegó a pensar en un matrimonio con Blanca, hija del rey de Navarra García Ramírez el Restaurador.
Consumado el matrimonio, debió de nacer un primer varón en 1152, aunque tal suceso es incierto porque se basa tan sólo en un primer testamento de Petronila antes del supuesto parto primerizo; aunque el alumbramiento de Alfonso, el heredero, se produjo el 24 de marzo de 1157, el mismo año del fallecimiento de Ramiro II, padre y suegro de ambos cónyuges. Si bien, hasta la desaparición de Ramón Berenguer en 1162, pudo aumentar la descendencia en tres varones y dos hembras, aunque con alguna incertidumbre al respecto. En efecto, los Gesta Comitum Barcinonensium mencionan a tres hijos: Alfonso (Alfonso II); Sancho, que casó con Sancha, hija del conde Nuño de Castilla, y Dulce, que lo hizo con Alfonso I de Portugal. Aunque también se consideran otros descendientes, como Pedro, conde de Cerdaña.
Pero, a la muerte de Ramón Berenguer IV en agosto de 1162, aún siendo el heredero menor de edad, Petronila confirmó el testamento del fallecido y cedió todos sus derechos al ya nuevo Soberano, su hijo Alfonso II, para acabar testando finalmente ella misma en octubre de 1173 y muriendo poco después sin conocer la ubicación de sus restos, que fueron depositados inicialmente en la Catedral leridana, según unos, o en algún lugar de Barcelona, según otros.

Bibl.: B. L. Miron, Doña Petronila, Las reinas de Aragón. Sus vidas y sus épocas, Valencia, Prometeo, s. f., págs. 49-58; A. Ubieto Arteta, Los esponsales de la reina Petronila y la creación de la Corona de Aragón, Zaragoza, Diputación General de Aragón, 1987; M.ª J. Sánchez Usón, Petronila, Los Reyes de Aragón, Zaragoza, Caja de la Inmaculada, 1993, págs. 59-66.






Ancestros lineal femenina

Gérard I er († 841) o Géraud I er es un conde de Auvernia de mediados del  siglo ix y uno de los primeros antepasados ​​ciertos de los Ramnulfides .

Ranulfo I de Poitiers (en francés: Ramnulf, Rainulf o Renoul) (fallecido en octubre de 8661​) fue un noble medieval francés, conde de Poitiers, duque de Aquitania desde 854 a 866 y abad de Saint-Hilaire de 841 a 866.

Ranulfo II de Poitiers (en francés: Ramnulf, Rainulf o Renoul de Poitiers) (ca. 8501​ - París, 5 de agosto de 890) fue un noble medieval francés, conde de Poitiers de 877 a 890 y duque de Aquitania de 888 a 890.

Ebles Manzer,​ llamado también Ébalus de Aquitania o Ebles el Piadoso o Ebalus el Bastardo (870-935), fue un noble francés, conde de Poitiers (902-935), duque de Aquitania (antes de 890-893 y luego también desde 927-932) y conde de Auvernia (927-932).

Guillermo III (en francés: Guillaume III de Poitiers)), llamado por el color de su cabello Cabeza de estopa (en francés, Tête d'étoupe, en latín, Caput Stupe (Poitiers, 910 o 915 – Saint-Maixent-l'École, Deux-Sèvres, 3 de abril de 963), fue un noble medieval francés de la casa de Poitiers, desde 959 «conde del ducado de Aquitania»​ y desde 962 duque de Aquitania hasta su muerte.

Guillermo IV (en francés: Guillaume IV de Poitiers), llamado Fierabras o Fierebrace (en francés, Fier-à-bras o Fièrebrace, «brazo de hierro»; en latín, Ferox brachium), (937-3 de febrero de 9942​), fue un noble medieval francés de la casa de Poitiers, desde el año 963 y hasta su muerte en 990 duque de Aquitania y conde de Poitiers (como Guillermo I).

Guillermo V el Grande (llamado Guillaume V de Poitiers le Grand1​ (969 – 31 de enero de 1030),​ fue duque de Aquitania y conde de Poitiers (como Guillermo II o III) desde 995 hasta su muerte.

Guillermo VIII de Aquitania (Castillo de Chizé,​ 1023-25 de septiembre de 1086) o «de Poitiers», también llamado Guy-Geoffroi por su padrastro Geoffroi Martel (Godofredo II de Anjou).

Guillermo IX de Aquitania y VII de Poitiers (en occitano, Guilhem d'Aquitania o Guilhem de Peitieus; 22 de octubre de 1071-Poitiers, 10 de febrero de 1126), conocido también como Guillermo el Trovador (en francés, Guillaume le Troubadour), fue un noble francés, noveno duque de Aquitania, séptimo conde de Poitiers y primero de los trovadores en lengua provenzal del que se tiene noticia.

Inés de Poitou (c. 1105-c. 1159),​ en francés Agnès de Poitiers o Agnès de Poitou, también conocida como Inés de Aquitania), fue una princesa de la familia de los ramnúlfidas, hija de Guillermo IX de Poitiers, llamado el Trovador, duque de Aquitania y conde de Poitiers, y de Felipa de Tolosa. 

 Blazon: Argent a lion rampant gules.



La casa de Poitiers (maison de Poitiers), también conocida como los ranulfidos (en francés, Ramnulfides, fue una familia franca que dio origen a una dinastía francesa que gobernó el condado de Poitou (o Poitiers) y el ducado de Aquitania, entre los siglos IX y XII. Su capital estaba en la ciudad de Poitiers y algunas ramas familiares gobernaron como reyes de Chipre y príncipes de Antioquía.

En los inicios del siglo X disputaron la dominación del norte de Aquitania y el título ducal al completo con la casa de Auvernia. En 1032, heredaron el ducado de Gascuña y lo unieron con Aquitania. A finales del siglo XI ejercían el poder dominante en el tercio suroeste de Francia.
El fundador de la familia fue Ranulfo I, hijo de Gérard conde de Auverniaque se convirtió en conde en 835, y luego conde de Poitiers de 839 a 866. (Basándose en el Liber memorialis de la abadía de Reichenau y en la onomástica, Christian Settipani propone que Gérard era hijo de Esteban de París, conde de París, él mismo hijo de Gérard, conde de París.​) Los ranulfidos se relacionaron bien con los girardides, probablemente también en el origen de la casa de Lorena.
El hijo de Ranulfo, Ranulfo II, se adjudicó el título de rey de Aquitania en 888, pero no le sobrevivió. A través de su hijo ilegítimo Ebalus, encabezaron la línea de los duques de Aquitania que gobernarían de forma continuada entre 927-1204, desde la sucesión de Guillermo III hasta la muerte de Leonor de Aquitania, que llevó la herencia de los ranulfidos primero a Luis VII de Francia y luego a Enrique II de Inglaterra.
Varias hijas de esta casa alcanzaron un estatus alto: Adelaida se casó con Hugo Capeto y fue así la primera reina de Francia en la época de los Capetos directos; Inés de Poitou se casó con Enrique III el Negro, emperador del Sacro Imperio, y gobernó como regente de su hijo, el joven Enrique IV de Baviera; y la más ilustre fue sin duda la gobernante Leonor de Aquitania, cuyo matrimonio originó el imperio angevino de los Plantagents, que iba a causar tanta discordia entre Francia e Inglaterra (Guerra de los Cien Años).
La casa ranulfida hizo mucho para fomentar el arte, la literatura y la piedad. En especial, bajo el gobierno de Guillermo V, Guillermo IX y Guillermo X, Aquitania se convirtió en un centro para el arte de la poesía y el canto en la lengua vernácula. La tradición trovadoresca nació y creció allí. Se fomentó la Paz y tregua de Dios y se inventó el ideal del amor cortés.

Ramas menores.

Casa de Lusignan
Rama de Antioquia
Casa de Lecoubarry

Títulos.

Reyes de Chipre
Príncipes de Antioquia
Duques de Aquitania
Condes de Poitiers

Gobernante en Reino de Francia, reino de Chipre y principado de Antioquia.

Fundación: 854. Ranulfo I de Poitiers.



Ramón Berenguer IV el Santo. 

(Barcelona 1113/1114-Borgo San Dalmazzo, 6 de agosto de 1162) fue conde de Barcelona, Gerona, Osona y Cerdaña, y princeps de Aragón (o a veces también de Sobrarbe y Ribagorza),​ que en la época significaba primus inter pares.

Se convirtió en conde de Barcelona a la muerte de su padre Ramón Berenguer III, en 1131, e intervino de manera decisiva en la crisis sucesoria aragonesa desatada por el testamento de Alfonso I el Batallador, que dejaba su reino a las órdenes religiosas. El apoyo de Ramón Berenguer IV a Ramiro II, hermano del Batallador, frente las ambiciones territoriales de los castellanos, le reportó la gratitud del aragonés, quien le ofreció a su hija Petronila en matrimonio.
De esta manera quedaron unidos, bajo un solo monarca, dos de los más importantes reinos peninsulares. Era una unión patrimonial, ya que ambos reinos conservaban sus leyes y sus instituciones, y Ramón Berenguer IV poseía los territorios de Aragón sólo en usufructo, pues éstos, según las capitulaciones matrimoniales, correspondían a los hijos de Petronila. Su diplomacia consiguió que tanto las órdenes religiosas como Alfonso VII de Castilla aceptaran esta situación, para lo cual hubo de conceder amplios privilegios a las primeras y prestar vasallaje al castellano por las plazas al oeste del Ebro.
Su política exterior se centró entonces en la expansión de catalanes y aragoneses hacia el sur, y en la defensa de sus derechos en Occitania. Tomó Tortosa en 1148 y un año más tarde, Lérida, Fraga y Mequinenza. En 1151, con el tratado de Tudellén, pactó con Alfonso VII el reparto de la conquista de las tierras musulmanas, así como el del reino de Navarra.
La política occitana empezó a convertirse, durante su reinado, en uno de los principales focos de interés para la Casa de Barcelona. La implicación de la Corona aragonesa en la politica de los grandes reinos europeos llevó a Ramón Berenguer IV a la firma de alianzas con Enrique II Plantagenet, duque de Aquitania, y con el emperador Federico I Barbarroja, a través de las cuales defender sus intereses en la región.

Biografía de Real Academia de Historia de España.

Ramón Berenguer IV. El Santo. ¿Barcelona?, 1113 – Borgo San Dalmazzo, Piamonte (Italia), 6.VIII.1162. Conde de Barcelona (1131-1162) y de Provenza (1155-1157), Príncipe de Aragón (1137- 1162).

Hijo de Ramón Berenguer III y de Dulce de Provenza, fue prometido, con más de veinte años de edad, en 1137, a la infanta Petronila de Aragón, hija de Ramiro II el Monje y de Inés de Poitiers, que apenas contaba un año, para tratar de garantizar la continuidad dinástica en el Reino; pues, Petronila, según la costumbre del Reino, no podía reinar por sí misma, pero sí transmitir la potestad real al futuro heredero de su unión esponsalicia cuando el matrimonio pudiera consumarse a partir de la mayoría de edad de la infanta de Aragón.
A la muerte de Alfonso I el Batallador en 1134, luchando en el entorno de Fraga contra los almorávides, se abrió una crisis sucesoria al carecer el Monarca de descendencia y haber testado en 1131 a favor de los establecimientos en Tierra Santa de las tres Órdenes militares recientemente fundadas al objeto de proteger los Santos Lugares: el Templo de Jerusalén, el Hospital de San Juan y el Santo Sepulcro; y no tanto a las tres Órdenes en sí. Lo cual planteaba una seria amenaza para la continuidad de Aragón, pues tanto Castilla, con su hijastro Alfonso VII, como Navarra, que había recuperado su dinastía propia con García Ramírez el Restaurador después de haber compartido monarquía desde 1076 con Sancho Ramírez, Pedro I y el mismo Alfonso I, aspiraban a intervenir a su favor, aprovechando la incertidumbre creada.
Pero, en la búsqueda de una solución aplicable para evitar la pérdida de identidad aragonesa, parte de la nobleza del país encontró en la persona del hermano del rey difunto, Ramiro, la clave de la continuidad, a pesar de que el propuesto profesaba en el Monasterio de San Ponce de Tomeras, en el sur de Francia, y tenía el priorato de San Pedro el Viejo de Huesca, además de estar nominado como obispo de Barbastro por su propio hermano el Batallador. Y Ramiro, entendiendo que no se podía perder el prestigio adquirido por sus predecesores, que habían dejado sus vidas en el campo de Batalla (Ramiro I ante Graus en 1064, Sancho Ramírez en el sitio de Huesca en 1094 y Alfonso I en Fraga en 1134), asumió el compromiso, casando con Inés de Poitiers en 1135 y engendrando una hija, Petronila, en 1136. Aunque tal decisión no fue aceptada por las órdenes favorecidas por la voluntad testamentaria del Batallador ni por el Papa que les apoyaba en sus derechos y que también cuestionaba la idoneidad de Ramiro en su condición regia.
Pero el siguiente escollo fue el de resolver la continuidad dinástica buscando un enlace adecuado para la infanta de Aragón, que por su condición femenina no podía reinar por sí misma. Y entre los posibles candidatos, se optó por el conde barcelonés, y no por forzar una unión con Castilla o con Navarra, que podía convertirse a la larga en una amenaza para la supervivencia de Aragón. Además, las buenas relaciones del conde con las Órdenes se materializaron en varios acuerdos entre 1140 y 1143 que satisficieron a todas las partes implicadas, ¿con concesiones inmediatas y para cuando se reconquistaran otras tierras entonces islamizadas. Sólo quedaba el reconocimiento de Roma como sucesor de Alfonso I el Batallador?, pues hasta entonces sólo se le nombraba en la curia como conde de Barcelona y marqués de Provenza.
Pero Roma, que le necesitaba como defensor de la cristiandad, buscó una solución adecuada, acudiendo a que la división eclesiástica debía seguir las fronteras políticas entre Aragón y Castilla; lo que era bien visto por la Iglesia, que evitaba un predominio castellano, subordinando el obispado de Zaragoza al arzobispado tarraconense en 1154. Lo cual sirvió también para la aceptación de la legitimidad de la realeza de Ramiro por parte eclesiástica, tras la controversia de haber tenido que asumir con muchas reservas la dejación temporal por Ramiro de su condición clerical para cumplir su compromiso familiar y monárquico.
A pesar de ello, Ramón Berenguer IV nunca usó el título de rey, que se lo reservó su suegro Ramiro hasta su muerte, sino el de príncipe de Aragón; aunque en los acuerdos de 1137, el Monarca aragonés le cedió la soberanía para el caso de sobrevivir a su cónyuge Petronila y no tener descendencia; lo cual no sucedió porque murió antes que su esposa, dejando como heredero al que fue Alfonso II de Aragón; en quien descargó Petronila todos sus derechos tras la muerte del conde barcelonés en 1162. No obstante, en los sellos labrados del conde, figuró en una cara como conde de Barcelona y en la otra como soberano de Aragón, indicando la consideración de una unión matrimonial que garantizaba, sin embargo, la autonomía propia de ambos estados, enlazados dinásticamente pero no territorial ni administrativamente.
Desde la firma de las arras, Ramón Berenguer recibió, no obstante, la autoridad suficiente para defender los intereses de Aragón frente a las pretensiones anexionistas navarras y castellanas, que venían fraguándose a raíz de la muerte sin herederos de Alfonso I el Batallador en 1134 y su insólito testamento a favor de las órdenes militares; así como también para proseguir la expansión territorial de los dominios confiados por Ramiro y recibidos por herencia condal, sobre Tortosa y Fraga-Lérida, principalmente.
Teniendo que resolver, en principio, tanto las pretensiones de Alfonso VII de Castilla sobre el Reino de Zaragoza, hijastro del Batallador, como la reivindicación del cumplimiento del testamento de Alfonso I por parte de las Órdenes favorecidas, que contaban con el apoyo de Roma.
Así, sobre Zaragoza, el conde barcelonés tuvo que aceptar, de momento, el dominio teórico del castellano, y con los comendadores hospitalarios y templarios llegar a su renuncia sobre los dominios del Batallador a cambio de amplias concesiones territoriales, que serían los núcleos de sus encomiendas señoriales.
Y respecto de las conquistas, Tortosa fue asediada por tierra y mar, con la colaboración de genoveses y occitanos, cayendo en sus manos en 1148, y Fraga y Lérida poco después, en 1149, con la ayuda del conde Ermengol VI de Urgel; sin adjudicarlas a ninguno de los dos estados fundadores de la Corona de Aragón, sino quedando en dependencia directa de la Corona.
Pero el príncipe-conde, además de congraciarse con el Papa romano tuvo interés por hacerlo también con Alfonso VII, su señor feudal como emperador hispánico, el cual había casado en 1138 con su hermana; lo que le llevó a colaborar en 1147 en la empresa contra los musulmanes que llevó al Emperador hasta Córdoba y Sevilla; aprovechando que sus propias fronteras estaban aseguradas.
Por otro lado, el tratado de Tudillén de 1151 con Castilla, hizo que él y sus sucesores se adjudicasen el derecho de conquista sobre Valencia y Murcia; y al morir su hermano Berenguer Ramón I de Provenza y dejar a su heredero Ramón Berenguer III, su sobrino, menor de edad, retuvo la regencia temporalmente.
Pero, concertado el matrimonio del sobrino con Requilda, sobrina de Federico I Barbarroja y con quien se disponía a entrevistarse para frenar sus pretensiones sobre Provenza, Ramón Berenguer IV murió en el Borgo de San Dalmacio, en el Piamonte, el 6 de agosto de 1162.
Sus restos fueron depositados inicialmente en el Monasterio de Santa María de Ripoll, para ser trasladados después a Poblet, designando en su testamento como heredero a su hijo Alfonso (llamado en principio Ramón), Alfonso II de Aragón; siendo su segundogénito, Ramón Berenguer IV de Provenza, conde de Cerdaña y con derechos sobre Carcasona y Narbona como vasallo de su hermano Alfonso.

 

Bibl.: A. de Bofarull y Brocá, La confederación Catalano- Aragonesa, realizada en el período más notable del gobierno soberano del Conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV: Estudio Histórico, Crítico y Documentado, Barcelona, Ateneo Catalán, 1872; P. E. Schramm, Ramón Berenguer IV, Els Primers Comtes-Reis, Barcelona, Editorial Vicens-Vives (Història de Catalunya, Biografies Catalanes volum 4), 1960, págs. 1-53.; J. M. Salrach, Ramon Berenguer IV, el Sant (1131-1162), Els comtes sobirans de la Casa de Barcelona. De l’any 801 a l’actualitat, Barcelona, Generalitat de Catalunya, edicions 62, 1987, págs. 96-102.




Cruz de Alcoraz es el nombre con que se denomina al emblema heráldico constituido por la Cruz de San Jorge cantonado de cuatro cabezas de moro. Estas armas aparecieron por vez primera en una bula de plomo de 1281 de Pedro III de Aragón, probablemente como escudo personal alusivo al espíritu de cruzada.​ Aparece en el tercer cuartel del actual escudo de Aragón.
Tradicionalmente el emblema ha sido asociado con la Batalla de Alcoraz, según interpretaciones de su origen surgidas en el siglo xiv, que lo vinculaban con la intervención milagrosa de San Jorge en la conquista cristiana de Huesca. En algunas representaciones aragonesas aparecen variantes a lo largo de la Edad Media y Moderna, como la disposición a siniestra de las cabezas primera y tercera (enfrentándolas simétricamente a las segunda y cuarta) o convertir a los adalides moros en reyes, añadiendo respectivas coronas abiertas.
Este blasón heráldico es uno de los que se atribuyeron privativamente al Reino de Aragón a partir de mediados del siglo xv, y fue asumido como enseña territorial de Cerdeña desde la segunda mitad del siglo xv, quizá a finales, cuando la isla formaba parte de la Corona de Aragón.

La batalla de Alcoraz.

La batalla de Alcoraz es un encuentro armado que tuvo lugar en el 15 de noviembre de 1096, en las cercanías de Huesca, entre tropas aragonesas y pamplonesas, por un lado, frente a tropas musulmanas de Zaragoza apoyadas por tropas castellanas.

Contexto histórico
Tras la muerte de Sancho III el Mayor, rey de Pamplona, y el nacimiento del joven reino de Aragón con Ramiro I (1035-1063) conformado por el antiguo condado de Aragón (colindante con los condados también pirenaicos de Sobrarbe y Ribagorza), tanto este monarca (que jamás firmó un documento con tal título) como su hijo Sancho Ramírez tratan de consolidar el nuevo reino en torno a Jaca y convertirlo en una potencia regional a costa de los territorios de la Marca Superior del Al-Ándalus con sede en Zaragoza. Este proceso de expansión se había iniciado con la ocupación de varias fortalezas bañadas por los ríos Gállego y Cinca.​Tras pequeños avances iniciales, «en 1093, Sancho y Pedro disponían de fortificaciones que socavaban la resistencia de Tudela, Zaragoza, Huesca y Tortosa, al igual que castillos esenciales para la posesión de las tierras de Castellón» (Arguedas, El Castellar, Montearagón, Salou, Culla, Oropesa, Montroig, Miravet y Castellón).
Huesca era una ciudad de importancia estratégica cuyo control otorgaba consistencia a los avances territoriales previos haciéndolos prácticamente irreversibles.​ Por ello Sancho Ramírez ya trató de tomarla en el año 1094, muriendo durante el asedio mientras inspeccionaba las murallas.

Batalla
El ejército aragonés, dirigido por el rey Pedro I de Aragón y Pamplona, asediaba la ciudad oscense desde el campamento establecido en el Castillo de Montearagón y el Pueyo de Sancho, una fortaleza levantada circunstancialmente sobre el cerro de San Jorge, a 3 km al oeste de Huesca,​ sobre la vía de comunicación con Zaragoza delante de la cual Pedro I colocó sus escuadrones.
El combate quedó trabado cuando llegaron los ejércitos musulmanes de Al-Musta'in II desde Zaragoza, que contaban con la ayuda de los ejércitos castellanos al mando del conde García Ordóñez y Gonzalo Núñez de Lara. Según la tradición, apareció San Jorge en el campo de batalla a favor de los aragoneses,7​ que ganaron finalmente la batalla. La ayuda castellana al rey musulmán fue infructuosa.

Consecuencias
Tras esta victoria, finalmente la ciudad de Huesca fue conquistada el 26 de noviembre de ese año, siendo la primera ciudad musulmana incorporada al Reino de Aragón. Esta conquista se extendió a «gran parte de la tierra llana altoaragonesa».
Aunque las fuentes documentales emanadas por Pedro I en los meses siguientes habla de treinta o cuarenta mil muertos musulmanes, sin duda una exageración cargada de propaganda, no impide considerar, con todo, que las pérdidas sufridas por la taifa zaragozana fue lo suficientemente contundente para que, en los años siguientes, tanto el propio Pedro I como luego su hermano, Alfonso I, se movieran con bastante libertad por todo el norte del valle del Ebro.
Este afianzamiento territorial del joven reino de Aragón servirá de preludio, una generación después, a la toma de ciudades como Zaragoza, Tudela, Tarazona, Calatayud o Daroca.
En la tradición aragonesa esta batalla ha quedado reflejada en uno de los cuatro cuarteles que adornan su escudo oficial: la Cruz de Alcoraz. Sobre todo cuando a partir del siglo xiii, se populariza la protección del mítico San Jorge sobre el Reino de Aragón como en la leyenda de la batalla de Alcoraz, dando lugar a nuevas tradiciones sobre apariciones en combates. San Jorge, con base en su presencia durante este combate, se convierte en el santo patrón de Aragón.
El retablo mayor de la Iglesia de la Merced (Teruel) es una clara evidencia del arraigo de esta tradición iconográfica.
En la actualidad el estadio de fútbol de la S.D. Huesca lleva el nombre de "El Alcoraz" en recuerdo de este episodio histórico.




Jenna Phillips













Durante sus dos años como óptica, Jenna, de Austin, Texas, abrió una cuenta en OnlyFans, donde estrellas de las redes sociales y trabajadoras sexuales ofrecen espectáculos privados atrevidos a suscriptores pagos.

Ella le dijo a Vice que solo publicó "contenido normal" durante un mes, antes de conocer a dos hombres en Chicago que la persuadieron de darle una oportunidad al fetiche de los "juegos con mascotas".
Jenna continuó subiendo videos pervertidos de "juegos con mascotas" bajo el nombre 'thatpuppygirl' y cobraba a sus fanáticos £ 15 por mes para verla caminar con correa, perseguir pelotas y comer comida para perros mientras usaba un collar.

Ella explicó:
 "Me siento como un perro. Solo quiero rodar, jugar a buscar, que me rasquen la cabeza, correr y jugar. Todo eso".





Siempre me he comportado como un cachorro, pero al principio no de forma sexual. De pequeño, solía fingir que era un cachorro.
Me encantan los elogios. Me encanta oír "buena chica". Me derrite el corazón cada vez.

Agregó: 
“Cuando se trata de juegos con mascotas, la mayoría de las niñas son gatitos, zorros o conejos y la mayoría de los cachorros son machos.

Lo pensé mucho cuando empecé a jugar con mascotas. Me siento como un perro [así que decidí serlo]».






Puppy Girl Jenna, la mujer que dejó su empleo y se hizo millonaria en OnlyFans Jenna Phillips 

Puppy Girl Jenna cuenta con millones de seguidores en distintas redes sociales.

OnlyFans es una plataforma de pago por suscripción en la que miles de modeles comparten material para adultos. Sobresalir entre tanto contenido se convirtió en una tarea difícil, sin embargo, Jenna logró lo imposible y ahora vive de sus fotos y videos, incluso ya es millonaria.

La joven, de 22 años, se viralizó hace un par de años por darle un giro a su vida. Según relatan diversos medios, la mujer tenía una vida muy común, trabajaba y realizaba sus actividades de una manera muy ordinaria. Sin embargo, un día decidió crear una cuenta de OnlyFans y descubrir si la gente sí pagaba por material exclusivo.
Jenna no tuvo el mejor inicio, mas no se rindió y decidió probar con ‘un personaje’, el de una cachorra. Sí, la dama actúa como perro para alegrar a sus seguidores, de hecho su descripción dice lo siguiente:

“Hola  Mi nombre es Jenna, soy una cachorrita sadomasoquista a la que le encanta hacer cosas… ¿déjame ayudarte?”.

La modelo utiliza su cuenta de Twitter para dar “una previa” de qué es lo que se puede ver en “la plataforma azul”. Además del papel de cachorra, Jenna comparte su vida cotidiana. Todo esto causó un gran revuelo en redes sociales, donde algunos aseguraban que se trataba de una gran estrategia, mientras que otras personas pedían que parara con la creación de contenido porque incitaba a los hombres a tener actitudes machistas y denigrantes en contra de las mujeres.



 Juan de Tassis y Peralta, II conde de Villamediana 


La muerte del conde de Villamediana por Manuel Castellano, 1868, óleo sobre lienzo, 315 x 248 cm, Museo de Historia de Madrid


Juan de Tassis y Peralta, II conde de Villamediana (Lisboa, 1582[a]​-Madrid, 21 de agosto de 1622), poeta español del Barroco, adscrito por lo general al culteranismo, si bien siguió esta estética de modo muy personal.

Biografía

Fue hijo de María de Peralta Muñatones, descendiente de los marqueses de Falces, y de Juan de Tassis y Acuña, I conde de Villamediana y Correo Mayor del reino, quien, gracias a su labor como organizador del servicio de postas, recibiría el título de nobleza en 1603, aunque ya su abuelo paterno Raimundo de Tassis, establecido en Valladolid, había desempeñado el cargo de Correo Mayor del Rey y se había casado con Leonor, una dama perteneciente a la poderosa familia de los Zúñiga, descendiente del rey Pedro I de Castilla.
Nació en Lisboa debido a que su padre, Juan de Tassis y Acuña, formó parte del séquito del rey Felipe II cuando este entró en Portugal en diciembre de 1580 donde permaneció hasta 1583.
​ Su padre era un hombre pendenciero (tenía la cara cubierta de cicatrices habidas en al menos cinco duelos de honor, de todos los cuales había salido victorioso) y Juan de Tassis vivió en el ambiente palatino desde su infancia, recibiendo una excelente educación del humanista Luis Tribaldos de Toledo y de Bartolomé Jiménez Patón, quien dedicó el Mercurius Trimegistus a su pupilo; estos dos tutores le granjearon un profundo conocimiento de los clásicos y compuso incluso algunos poemas en excelente latín humanístico; pero, aunque pasó por la universidad, no concluyó sus estudios.
Nada sabemos de Juan de Tassis hasta que Felipe III fue al Reino de Valencia en 1599 para celebrar su matrimonio con Margarita de Austria.​ Ya era conocido porque en ese mismo año habían aparecido impresos sus primeros dos sonetos: «El que busca de amor y de ventura» y «Gloria y honor del índico Occidente» en los preliminares de dos libros. Con motivo del viaje real tuvo que sustituir en la comitiva a su padre —que se hallaba de embajador en París— y, con apenas dieciocho años, acompañó al monarca a Valencia, distinguiéndose tanto que el rey lo nombró gentilhombre de su casa y boca el 9 de octubre del mismo año, poco antes de volver a Madrid.
​ El 31 de diciembre de 1599 se le otorgó además escritura de emancipación por parte de sus padres y abuela, y antes de su vuelta a Valladolid todavía se le concedió un nuevo poder general fechado en Madrid el 14 de enero de 1601.

En palacio conoció a Magdalena de Guzmán y Mendoza, hija de Lope de Guzmán y Guzmán de Aragón y Leonor de Luján, mujer de gran influencia en la Corte como viuda de Martín Cortés y Zúñiga, II marqués del Valle de Oaxaca, de quien fue su segunda esposa,​ y futura aya del hijo que iba a tener la reina. Pese a la diferencia de edad, mantuvieron una relación sentimental muy agitada que terminó mal. 
Un soneto anónimo, que circuló por Madrid, insinuaba que no se portaba muy bien con ella, e incluso llegó a abofetearla ante todo el mundo en mitad de la representación de una comedia. Por ello, se dijo, Magdalena siempre lo amó y lo odió a un mismo tiempo, según cuenta el biógrafo del poeta Luis Rosales.
Mapa del centro de Madrid donde tuvo lugar el asesinato


Trasladada la Corte a Valladolid, donde permaneció cinco años, contrajo matrimonio en 1602 con Ana de Mendoza y de la Cerda,​ hija de García Hurtado de Mendoza, IV marqués de Cañete, descendiente del famoso marqués de Santillana y de su segunda esposa, Ana Florencia de la Cerda.
 Nacieron varios hijos de este matrimonio, todos malogrados. No era esta su primera elección pues antes de este matrimonio había intentado desposarse con otras damas de la Corte que lo rechazaron.
​ Su padre obtuvo al fin el título de conde de Villamediana en 1603, pero falleció tempranamente en 1607, un año después de otorgar testamento;​ su hijo heredero Juan asumió el título y el cargo de Correo mayor del reino, que estrenó cuando ya la Corte se había trasladado a Madrid en 1606, haciéndose notar por su talante agresivo, temerario y mujeriego y adquiriendo pronto reputación de un libertino amante del lujo y de las piedras preciosas, de los naipes y de los caballos. Vestía además pulcramente y llevaba una vida desordenada de jugador entregado a los vicios, y se creó fama de adversario temible no solo sobre el tapete por su gran inteligencia, sino por su deslenguado talento satírico, ejercido con particular denuedo contra la alta nobleza. Fue encausado por su homosexualidad, aunque no llegó a ser condenado por sobrevenirle la muerte.

Todos estos excesos le valieron tres destierros del piadoso Felipe III, aparte de por haber arruinado a varios caballeros importantes, también por sus ya citadas fortísimas sátiras, en las que zahería sin piedad alguna las miserias de casi todos los Grandes de España, ya que, como perteneciente al mismo estamento que ellos, conocía bien sus defectos y flaquezas: sabía dónde atacarlos y cómo hacerles daño. 
De esta época son los sonetos «Deste eclipsado velo, en tono oscuro»«Del cuerpo despojado el sutil velo» o «De pululante flor fragante vuelo» dedicados a la muerte de la reina, o el soneto «Sea para bien, en hora buena sea», incluido en los preliminares del libro de Agustín de Rojas Villandrando El buen repúblico (1611), o también los dirigidos a la muerte del rey de Francia Enrique IV (asesinado el 14 de mayo de 1610) «Éste que con las armas de su acero», «Cuando el furor del iracundo Marte» o «El roto arnés y la invencible espada».

El primero de sus destierros, de fecha bastante insegura (julio de 1605 a septiembre de 1607, o más probablemente de enero de 1608 a julio de 1611), le llevó según Juan Manuel Rozas a Francia y Flandes.​ El segundo (1611-1615) lo condujo a Italia,[c]​ donde estuvo entre 1611 y 1615 con el conde de Lemos, nombrado virrey de Nápoles.

En este periodo italiano conoce al poeta manierista Giambattista Marino y, en la Academia literaria de los Ociosos (o degli Oziosi) de Nápoles al también amigo del anterior Giovanni Battista Manso;​ lee asimismo los grandes poemas de la segunda época de Luis Góngora,​ al tiempo que se ocupa del pleito sobre el Correo Mayor en Nápoles. De esta época son los sonetos «Marino, si es nombre el que tiene» o el dedicado al sepulcro del apóstol San Pedro «Éste agora al primero dedicado». 
Vuelto a España en 1615, todos los acreedores de su disparado y lujoso modo de vida cayeron de consuno sobre él y atravesó por grandes penurias económicas que lo obligaron, el mismo día del fallecimiento de su abuela (22 de mayo de 1615) a vender el oficio de Correo Mayor de la ciudad de Valencia. El 31 de mayo de 1615 establece un concierto con sus acreedores y en 1616 vende también los oficios de Correo de Murcia, Cartagena, Béjar, Medina de Rioseco, San Sebastián, Irún y Nápoles.
 Aún venderá también en 1617 el oficio de Correo Mayor de Medina de Rioseco y de Cuenca en julio; en agosto el de Guadalajara, Sigüenza y su obispado, Logroño, Navarra y Soria; y en septiembre el de los reinos de Galicia y provincia del Bierzo. En abril de 1618 hará lo mismo con el de Aragón.

En lo literario, los años de 1616 y 1617 son los de las fábulas mitológicas narrativas (la Fábula de Faetón, por ejemplo, inspirada en un episodio de las Metamorfosis de Ovidio), y los últimos (1617-1618) los de las sátiras políticas contra los ministros de Felipe III que le valieron un tercer destierro desde el 17 de noviembre de 1618 a 1621.

Había atacado en varias sátiras la corrupción alcanzada bajo el valimiento del duque de Lerma y Rodrigo Calderón durante el reinado de Felipe III y estos lograron del rey que le desterrara otra vez de la Corte, aunque esta vez a Andalucía (Rozas, por el contrario, piensa que pasó los tres años en Alcalá de Henares). En este periodo de destierro ocurrió el apresamiento y ejecución en la horca de Rodrigo Calderón, mano derecha del duque de Lerma. Asimismo se celebraron el 15 de mayo de 1620 las fiestas en honor a San Isidro, tras haber sido beatificado, en cuyas justas poéticas participó el conde y obtuvo el primer premio, a pesar de hallarse desterrado. También de esta época son los sonetos dedicados al duque de Alba por el fallecimiento de su esposa en 1619, o la «silva que hizo el autor estando fuera de la corte» o las redondillas que empiezan «A la vista de Madrid».

 Regresó al poco al fallecer el rey, en 1621, favorecido como fue por el nuevo valido, el conde duque de Olivares, que obtuvo de Felipe IV el perdón real. Sin embargo el ostentoso Conde seguía comido por las deudas. Es la última época de su vida, la de los poemas dedicados a la muerte de Felipe III, a las esperanzas puestas en Felipe IV, a los ataques de los antiguos ministros ya caídos o los dedicados a las canonizaciones de San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier. 
Estrena además La Gloria de Niquea, una obra de encargo para ser representada ante los monarcas en Aranjuez, sobre la que existe una célebre leyenda. Y al mismo tiempo, el Consejo de Castilla abrió un proceso con varios inculpados por el pecado nefando (homosexualidad), proceso en el que podría estar implicado el propio conde.



Tuvo numerosas amantes, con las cuales llegó a veces a las manos públicamente, como en la ya citada ocasión durante el estreno de una comedia, y no se paró ante amoríos peligrosos como con una de las cortesanas del rey, una tal Marfisa, quizá Francisca de Tavara, bellísima joven portuguesa, dama de la reina y amante del rey.

​ La leyenda afirma también que incendió premeditadamente el coliseo de Aranjuez durante las fiestas de celebración del aniversario del rey Felipe IV, cuando se estrenaba ante la reina, el 8 de abril de 1622, una obra suya, La gloria de Niquea, inspirada en un episodio del Amadís de Grecia, para poder salvarla en brazos, ya que estaba enamorado de ella. Existe también la leyenda de que se presentó a un baile con una capa cubierta de reales de oro, con lo que aludía a su suerte en el juego, con las letras del lema tejido "Son mis amores reales", donde la palabra reales escondía un triple sentido muy peligroso para la época; con este título y sobre este episodio escribirá en el siglo XX un drama Joaquín Dicenta. 

Otra leyenda es la del origen de la expresión "Picar muy alto", que se cree se debió a las habilidades como picador del conde que, al ser alabadas por la reina, el rey respondió: "Pica bien, pero pica muy alto", con evidente doble sentido, debido a los supuestos escarceos con la reina. Narciso Alonso Cortés, además, descubrió en el Archivo de Simancas un memorial que implicaba a Villamediana en un célebre proceso por sodomía concluido el 5 de diciembre de 1622 con la muerte en la hoguera de cinco mozos,justicia que, según las Noticias de Madrid, «hizo mucho ruido en la corte», atribuyendo a esta causa la muerte del conde, que otros explican por sus sátiras, por el despilfarro de la fortuna familiar (que, en efecto, le causó los problemas económicos ya descritos) o por lances amorosos y adulterios en los que hubiera podido verse involucrado el mismo monarca. Consciente de su carácter temerario y atrevido, un sombrío pesimismo aparece en la mayoría de las composiciones del conde, quien escribió aquellos versos célebres:

Sépase, pues ya no puedo
levantarme ni caer
que al menos puedo tener
perdido a Fortuna el miedo
Los autores del crimen nunca fueron hallados; el momento escogido fue cuando iba en un coche con el conde de Haro por la calle Mayor de Madrid; el móvil fue, quizá, evitar el escándalo del proceso por el pecado nefando, por lo que el crimen habría quedado impune y se mandó guardar silencio sobre él. Pero el hecho causó sensación, y todos los poetas famosos se aprestaron a escribir epicedios en verso sobre el conde, empezando por su amigo Luis de Góngora, quien atribuyó al rey la orden, continuando por Juan Ruiz de Alarcón, que lo acusó de maldiciente, y terminando por Francisco de Quevedo, quien, pese a ser enemigo suyo, escribió «que pide venganza cierta / una salvación en duda».

El proceso por el pecado nefando abierto por el Consejo de Castilla no se ha localizado. Por las Noticias de Madrid consta la muerte en la hoguera de un bufón llamado Mendocilla, al que siguieron un mozo de cámara del conde de Villamediana y otro criado del conde, un esclavillo mulato y «don Gaspar de Terrazas», paje del duque de Alba.
​ Algunos otros, según la documentación aportada por Alonso Cortés, huyeron, entre ellos un Silvestre Nata Adorno, correo de a caballo de su majestad, que había marchado a Nápoles con el duque de Alba, que el 20 de septiembre de 1623 solicitaba se le diese traslado «de su culpa y sentencia» en el citado pleito. La respuesta de su instructor es la que implica directamente a Villamediana. En ella el licenciado Fernando Ramírez Fariña solicitaba nuevas instrucciones al Consejo al que advertía que

la culpa de Silvestre Adorno y [...] los indicios que contra él ay nacen de lo que está provado contra el Conde de Villamediana, y Su M.d le mandó por ser ya el Conde Muerto y no ynfamarle guardasse secreto de lo que huviese contra él en el proceso, y si da la culpa deste es fuerça que benga en ella mucha de la del Conde.
El poeta y dramaturgo Antonio Hurtado de Mendoza pintó su carácter en dos décimas, o espinelas, a su muerte:

Ya sabéis que era Don Juan / dado al juego y los placeres; / amábanle las mujeres / por discreto y por galán. / Valiente como Roldán / y más mordaz que valiente... / más pulido que Medoro / y en el vestir sin segundo, / causaban asombro al mundo / sus trajes bordados de oro... / Muy diestro en rejonear, / muy amigo de reñir, / muy ganoso de servir, / muy desprendido en el dar. / Tal fama llegó a alcanzar / en toda la Corte entera, / que no hubo dentro ni fuera / grande que le contrastara, / mujer que no le adorara, / hombre que no le temiera.


El asesinato inspiró en el siglo XIX varios romances históricos del duque de Rivas y también algún drama romántico, como También los muertos se vengan de Patricio de la Escosura (1838), la novela de Ceferino Suárez Bravo El cetro y el puñal (1851) y algunos relatos breves así como un cuadro de historia de Manuel Castellano en 1868, ahora en el Museo del Prado. En el siglo XX, cabe señalar el drama en verso de Joaquín Dicenta Alonso Son mis amores reales (1925), que obtuvo el premio de la Real Academia Española, y varias novelas: Decidnos: ¿quién mató al Conde? de Néstor Luján, Capa y espada de Fernando Fernán Gómez (2001) y El pintor de Flandes de Rosa Ribas (2006).

Tras su muerte, sus cargos pasaron a su primo Íñigo Vélez de Guevara y Tassis, conde de Oñate, hijo de Pedro Vélez de Guevara y María de Tassis.

Obra literaria

Se pueden mencionar dos fases poéticas sucesivas en la obra de don Juan de Tassis: la petrarquista, que abarca desde sus primeros poemas hasta la vuelta de su viaje a Italia (1599-1615), y la culterana, desde 1615 hasta su muerte en 1622. Rozas puso en claro cómo estos dos períodos poéticos se dividen en cuatro grandes grupos:

  • Poesía amorosa de corte petrarquista (1599-1610)
  • Poesía estética de corte gongorino y marinista (1611-1615)
  • Fábulas mitológicas de inspiración ovidiana y estilo de Giambattista Marino y Góngora (1616-1617)
  • Poesía vivencial con una doble vertiente: la poesía moral y los poemas satíricos (1618-1621).
Una primera colección de sus Obras apareció en Zaragoza en 1629. Comprende poemas de asunto mitológico (Fábula de Faetón, largo poema de hacia 1617 compuesto en octavas reales del que Vicente Mariner tradujo doscientas veintiocho al latín en hexámetros; Fábula de Apolo y Dafne, Fábula de Venus y Adonis) que reflejan una clara influencia de Góngora; la comedia La gloria de Niquea (1622), basada en el Amadís de Grecia, y más de doscientos sonetos, epigramas y redondillas de tema amoroso, satírico, religioso y patriótico, en las que cultiva un particular conceptismo, mientras que reserva su también original culteranismo para los poemas en arte mayor. Una segunda edición fueron las Obras de don Juan de Tarsis Conde de Villamediana, y correo mayor de Su Magestad. Recogidas por el licenciado Dionisio Hipólito de los Valles. Madrid, por María de Quiñones a costa de Pedro Coello, 1635.

Villamediana se sabía condenado a morir joven y en su poesía aparece este sentimiento fatalista plasmado a través del mito ovidiano de Faetón, en que también es posible observar un cierto complejo edípico respecto a su padre.

Son sus temas poéticos predilectos el silencio, el desengaño, la temeridad, el mito de Faetón y todos los relacionados con el fuego. Se muestra especialmente introspectivo en las redondillas y suele acumular los pronombres personales en señal de desequilibrado narcisismo. Su lenguaje poético, esencialmente culterano, introduce cultismos nuevos que no aparecen en las obras de Luis de Góngora, que era amigo suyo. Escribió especialmente sonetos de diversos temas morales, amorosos y especialmente satíricos; algunos de los mejores son los dedicados a su destierro, como "Silencio, en tu sepulcro deposito...", que ha pasado a todas las antologías de poesía barroca:

Silencio, en tu sepulcro deposito
ronca voz, pluma ciega y triste mano,
para que mi dolor no cante en vano
al viento dado y en la arena escrito.
Tumba y muerte de olvido solicito,
aunque de avisos más que de años cano,
donde hoy más que a la razón me allano,
y al tiempo le daré cuanto me quito.
Limitaré deseos y esperanzas,
y en el orbe de un claro desengaño
márgenes pondré breves a mi vida,
para que no me venzan asechanzas
de quien intenta procurar mi daño
y ocasionó tan próvida huida.
También dedicó algunos esfuerzos a la traducción libre o parafrástica de dos autores: el italiano Gianbattista Marino y el portugués Camoens. Del primero tradujo los 552 versos de la Fábula de Europa, que se convirtieron en 732 más 58 de la dedicatoria. Del segundo cuatro o cinco sonetos. La vida y obra de Juan de Tassis ha sido investigada entre otros autores por Juan Eugenio Hartzenbusch, el primero en tiempos recientes en tratar de encontrar una explicación a los causas del asesinato, Emilio Cotarelo, Narciso Alonso Cortés, Juan Manuel Rozas y Luis Rosales que dedicó su discurso de ingreso en la Real Academia Española (Pasión y muerte del conde de Villamediana, Madrid, 1964) a «reivindicar la memoria del Conde de Villamediana» frente a las acusaciones de homosexualidad que se desprendían de las aportaciones de Hartzenbusch, la documentación presentada por Alonso Cortés y los análisis de Gregorio Marañón en su Don Juan, reivindicación que presentaba, decía Rosales (1964, p. 6), «en la misma audiencia y ante el mismo tribunal donde fue condenado en primera instancia; donde fue condenado injustamente, según trataré de probar».

Ediciones de las obras de Villamediana.

 El escudo de armas del conde de Villamediana figura un tejón, ‘taso’ en italiano, a causa del apellido ‘Tassis’

  • Villamediana, Juan de Tassis y Peralta, Cancionero de Mendez Britto: poesías inéditas del Conde de Villamediana. Edición, estudio y notas de Juan Manuel Rozas. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1965.
  • Villamediana, Juan de Tassis y Peralta, Cartas. Madrid: Ediciones Escorial, 1943.
  • Villamediana, Juan de Tassis y Peralta, Obras. Edición, introducción y notas de Juan Manuel Rozas. Madrid: Castalia, 1969.
  • Villamediana, Juan de Tassis y Peralta, Obras, facsímil de la primera edición de 1629, prólogo de Felipe B. Pedraza Jiménez. Aranjuez: Ara Iovis, 1986.
  • Villamediana, Juan de Tassis y Peralta, Poesía impresa completa. Edición de José Francisco Ruiz Casanova. Madrid: Cátedra, 1990.
  • Villamediana, Juan de Tassis y Peralta, Poesía inédita completa. Ed. José Francisco Ruiz Casanova. Madrid: Cátedra, 1994.
  • Villamediana, Juan de Tassis y Peralta, Poesía. Ed. Mª T. Ruestes, Barcelona, Planeta, 1992.  



 










Villamediana, Juan de Tarsis, Conde de [Juan de Tassis y Peralta, Conde de Villamediana]
OBRAS DE DON JUAN DE TARSIS CONDE DE VILLAMEDIANA Y CORREO MAYOR DE SU MAGESTAD
Barcelona: Antonio Lacavalleria, 1648. Later Edition. 

Octavo, [2], 284 leaves. 

Octavo, [2], 284 hojas. En buen estado. Encuadernado en pergamino contemporáneo completo con título manuscrito en tinta en el lomo. El pergamino está amarillento, manchado y arrugado por el paso del tiempo, con ligero desgaste en los bordes y esquinas de las tapas, así como en la cabecera y el final del lomo. El bloque de texto presenta ligero desgaste por el paso del tiempo y manchas de zorro. Anotaciones a lápiz en la guarda delantera. Daños por agua e insectos en la hoja 26, que afectan al área impresa y dificultan ligeramente la legibilidad. Pequeñas manchas dispersas por toda la página. Consignación TG. Almacenado en la Sala G.


Villamediana, el creador de la sátira política.



No hubo “mujer que no le adorara» ni «hombre que no le temiera”, como decían de él unos versos laudatorios de su tiempo. Su tiempo fue el de Góngora, del que era amigo, y el de Quevedo y Lope de Vega. Estamos en el paso del siglo XVI al siglo XVII, en la mitad de nuestros Siglos de Oro. En Madrid, en la Corte. Murió asesinado a puñaladas. Quizás fue un crimen de Estado. Hablamos de Juan de Tassis y Peralta, conde de Villamediana, poeta valioso. Hacía con la misma habilidad delicados sonetos amorosos que descarnados poemas satíricos.

Villamediana era un noble de rancio abolengo. Su abuelo, su padre y él mismo fueron Correo Mayor del reino, título creado por la Corona para promover, organizar y administrar las antiguas postas, antecedentes remotos del servicio postal. Su abuela paterna era descendiente directa de Pedro I, el rey justiciero para sus partidarios y cruel para sus adversarios. 

Él nació en Lisboa diríamos que por accidente, en 1582. Su padre (y con él su madre, claro) formaba parte del séquito que acompañaba a Felipe II cuando se convirtió en rey de Portugal. El padre de Villamediana era un hombre pendenciero, tenía la cara cubierta de cicatrices causadas en al menos cinco duelos de honor, de todos los cuales había salido victorioso. El hijo, nuestro poeta de hoy, vivió desde crío en el ambiente de la Corte, rodeado del pendenciero padre, sí, del que algo o bastante se le pegó, pero también de muy buenos instructores personales. Acabó siendo un tipo cultísimo e ingenioso, y también deslenguado, crápula, libertino y mujeriego. Muy conocido, para bien y para mal, en la Corte de Valladolid y de Madrid de Felipe III y de Felipe IV. 

Vestía como un dandy, y –diríamos hoy– marcaba tendencias. Le gustaban las joyas, los caballos y la buena vida. Jugaba y apostaba a los naipes, y en ocasiones no pagaba sus deudas. Era bisexual practicante, lo que le costó un proceso legal por sodomía del que aún hoy se ignoran los detalles. Y fue, además, y por eso lo traemos hoy aquí, un poeta técnicamente excelso; culterano militante: es decir, partidario de Góngora y de su corriente poética. 

Desterrado varias veces de la Corte, unas por escándalos económicos o por sus líos de amores y otras por sus versos satíricos contra la alta nobleza –incluido el valido del rey, el duque de Lerma, probablemente el mayor ladrón de la historia del España–, Villamediana murió de un modo extraño: asesinado a cuchilladas, cuando al atardecer del domingo 21 de agosto de 1622 regresaba en su carruaje desde el Palacio Real a su casa, en el número 4 de la calle Mayor de Madrid. Su amigo y protegido Góngora lo contó así en una carta: “en la calle Mayor, salió de los portales que están a la acera de San Ginés un hombre que se arrimó al lado izquierdo que llevaba el Conde, y con arma terrible de cuchilla, según la herida, le pasó del costado izquierdo al molledo del brazo derecho, dejando tal batería que aun en toro diera horror”.

Su muerte fue un escándalo que sacudió la sociedad madrileña, y no solo la literaria. Unos creyeron ver la mano del poder detrás del crimen, quizá la del propio rey. Otros, de los acreedores del conde. Otros más, de sus andanzas con mujeres casadas o con jovencitos… Pronto circuló por la corte esta décima anónima:

-Mentidero de Madrid,
decidnos, ¿quién mató al Conde?
-Ni se sabe ni se esconde:
sin discurso discurrid.
-¿Dicen que lo mató el Cid
por ser el Conde lozano?
-¡Disparate chabacano!
La verdad del caso ha sido
que el matador fue Bellido
y el impulso soberano.

Ojo a esos dos últimos versos: “Que el matador fue Bellido / y el impulso soberano”. Parecen una referencia a Bellido Dolfos, el noble zamorano que por encargo de Urraca de Castilla y quizás con el conocimiento del luego rey Alfonso VI mató al rey Sancho II. Os lo conté aquí cuando hablamos del romance de la Jura de Santa Gadea. 

La hipótesis de que detrás del asesinato de Villamediana estaba el rey Felipe IV se basa en que había corrido por la Corte la especie de que el Conde era amante de la reina, Isabel de Borbón, e incluso amante de una de las amantes del rey, doña Francisca de Tabara.

Por si aún no conocéis bien a nuestro poeta de hoy, os completo el retrato con uno que le hizo Antonio Hurtado de Mendoza, un dramaturgo y poeta de segunda o tercera fila en aquellas décadas pobladas de genios. Se lo hizo en verso, en dos décimas que dicen esto de Juan de Tassis y Peralta:

Ya sabéis que era Don Juan
dado al juego y los placeres;
amábanle las mujeres
por discreto y por galán.
Valiente como Roldán
y más mordaz que valiente…
más pulido que Medoro
y en el vestir sin segundo,
causaban asombro al mundo
sus trajes bordados de oro…

Muy diestro en rejonear,
muy amigo de reñir,
muy ganoso de servir,
muy desprendido en el dar.
Tal fama llegó a alcanzar
en toda la Corte entera,
que no hubo dentro ni fuera
grande que le contrastara,
mujer que no le adorara,
hombre que no le temiera.

Ya sabemos de su vida, de su muerte y de sus andanzas. Vamos ahora con su obra. En ella abundan los poemas satíricos, muy incisivos e ingeniosos, contra la clase alta de su tiempo, a la que él mismo pertenecía. Hay también otros de tema mitológico, algunos de ellos oscuros –como los de su maestro Góngora–, oscuros para un lector de entonces y de hoy. Y otros muchos de asunto amoroso en los que Villamediana se desenvuelve con igual pericia en tonos petrarquistas tardomedievales y en otros ya plenamente barrocos.

Su sátira política es muy peculiar. No insinúa, señala. Señala casi siempre con nombres y apellidos. De dos actores muy famosos, el matrimonio formado por Josefa Vaca y Juan de Morales, dice en un soneto: “ella es simple y él es loco”. De Pedro Vergel, que era alguacil de corte, un cargo oficial, dice esto en una célebre redondilla:

¡Qué galán que entró Vergel
con cintillo de diamantes,
diamantes que fueron antes
de amantes de su mujer!

Y añade en una décima, de nuevo para llamarle cornudo al citado alguacil:

Disfrazado en caballero
Vergel en la plaza entró
y el toro le derribó
y cayósele el sombrero.
Aunque con armas de acero
fue del toro conocido
y viéndose de él vencido,
humilló sus armas dos
diciendo: “Vergel, a vos
todo cuerno sea rendido”.

Ni siquiera el rey y los más poderosos dignatarios de la Corte quedan fuera de la crítica de Villamediana. En un poema titulado Procesión y dedicado “A Felipe IV, recién heredado”, es decir, recién llegado al trono, le pide al monarca que acabe con la corrupción generalizada en la corte en tiempos de su padre y antecesor, el rey Felipe III. Y se lo pide así, atención:

¡Dilín, dilón,
que pasa la procesión!

No será sin gran concierto,
viendo hurtar tan excesivo,
remedie Felipe el vivo
lo que no remedió el muerto.
Todos tengan por muy cierto
que no ha de quedar ladrón
que no salga en el padrón
que hoy hace Felipe cuarto,
viéndose así, sin un cuarto,
y otros con casa y torreón.

¡Dilín, dilón!

La procesión se comienza
de privados alevosos,
de ministros codiciosos
y hombres de poca conciencia.
No hay sino prestar paciencia:
todo falsario y ladrón
a destierro y privación.
Con tan enormes delitos
no es mucho todos den gritos.
Obedecer, y chitón.

¡Dilín, dilón!

En primer lugar va Uceda,
que ha sido ladrón sin tasa,
como lo dice su casa,
donde ya tañen a queda.
Ya se deshizo la rueda
de su vana presunción,
ya su tirana ambición
se acabó con su poder;
de Dios llegó a merecer
hacer nuestra redención.

¡Dilín, dilón!

Ese “Uceda, que ha sido ladrón sin tasa” es el duque de Uceda, hijo del Duque de Lerma, ambos, padre e hijo, validos del rey muerto, Felipe III, en distintas etapas. 

Nada extraño que a Villamediana lo consideren los expertos como el creador de la sátira política. Hay incluso un estudioso, el profesor y crítico literario Juan Manuel Rozas, biógrafo del Conde, que presenta a Villamediana como el iniciador en España de lo que llama “la poesía de protesta”.

Vamos ahora con el otro Villamediana, el de la poesía llamada seria: religiosa, mitológica, patriótica, amorosa. Los sonetos son su estrofa preferida. Este primero que os traigo es muy temprano, es uno de los llamados ‘sonetos juveniles’ del autor. Tiene un aire petrarquista de gran altura lírica. Dice así:

Nadie escuche mi voz y triste acento,
de suspiros y lágrimas mezclado,
si no es que tenga el pecho lastimado
de dolor semejante al que yo siento.

Que no pretendo ejemplo ni escarmiento
que rescate a los otros de mi estado,
sino mostrar creído, y no aliviado,
de un firme amor el justo sentimiento.

Juntose con el cielo a perseguirme,
la que tuvo mi vida en opiniones,
y de mí mismo a mí como en destierro.

Quisieron persuadirme las razones,
hasta que en el propósito más firme
fue disculpa del yerro el mismo yerro.

El segundo es un soneto de reflexión filosófica, lleno también, como el anterior, de los juegos de palabras tan típicos del barroco. Dice así: 

Cuando me trato más, menos me entiendo,
hallo razones que perder conmigo,
lo que procuro más, más contradigo
con porfiar y no ofender sirviendo.

La fe jamás con la esperanza ofendo,
desconfiando más, menos me obligo;
el padecer no puede ser castigo,
pues sólo es padecer lo que pretendo.

De un agravio, señora, merecido,
siempre será remedio aquel tormento
que cuanto mayor es, más se procura;

porque para morir agradecido
basta de vos aquel conocimiento
con que nunca eche menos la ventura.

El tercer soneto, con el que vamos a acabar, es un soneto sobre el amor y parece una glosa de uno anterior de Lope de Vega que ya hemos comentado en este espacio. El de Lope comenzaba con este cuarteto memorable, recuerda:

Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;

En ambos, y en otros más, secuelas del de Lope de Vega, el poeta describe el amor mediante la enumeración de una serie de términos, la mayoría verbos y adjetivos. «Esto es amor, quien lo probó lo sabe», dice el último verso del de Lope. «Esto es amor, y lo demás es risa», dice en su final un soneto paródico, quizás de Quevedo. «Efectos son de Amor, no hay que espantarse, / que todo del Amor puede creerse», acaba diciendo Villamediana en el suyo.

Vamos con el de Villamediana al completo. Dice así: 

Determinarse y luego arrepentirse,
empezarse a atrever y acobardarse,
arder el pecho y la palabra helarse,
desengañarse y luego persuadirse;

comenzar una cosa y advertirse,
querer decir su pena y no aclararse,
en medio del aliento desmayarse,
y entre temor y miedo consumirse;

en las resoluciones, detenerse,
hallada la ocasión, no aprovecharse,
y, perdida, de cólera encenderse,

y sin saber por qué, desvanecerse:
efectos son de Amor, no hay que espantarse,
que todo del Amor puede creerse.



Conde de Villamediana.

El condado de Villamediana es un título nobiliario español concedido el 12 de octubre de 1603 por el rey Felipe III a favor de Juan de Tassis y Acuña, correo mayor del Reino, embajador en Inglaterra y caballero de la Orden de Santiago.
Su nombre hace referencia al municipio de Villamediana, en la provincia de Palencia, que fue adquirida en 1600 por Juan de Tassis y Acuña.

Historia de los condes de Villamediana

Juan de Tassis y Acuña (m. Madrid, 12 de septiembre de 1607), I conde de Villamediana, correo mayor de España, caballero de la Orden de Santiago y embajador en Francia. Hijo de Ramón (también llamado Raimundo) de Tassis Wachtendonk, nacido en Malinas, Bélgica, y de Catalina de Acuña y Zúñiga, hija de los condes de Buendía.
Casó con Mariana de Peralta y Muñatones.​ Le sucedió su hijo:

Juan de Tassis y Peralta (1582-1622), II conde de Villamediana,​ correo mayor del reino y poeta.
Casó en 1602 con Ana de Mendoza y de la Cerda. Le sucedió sobrino segundo,​ nieto de Mariana de Tassis y Acuña, hermana del primer conde, que había casado con Pedro Vélez de Guevara:[a]​

Íñigo Vélez Ladrón de Guevara y Tassis (1597-22 de febrero de 1658), III conde de Villamediana,​ VIII conde de Oñate, I conde de Campo Real, XXXV virrey de Nápoles, electo gobernador de Milán, correo mayor de España, caballero de la Orden de Calatrava, gentilhombre de cámara de Felipe IV, embajador en Roma y miembro de los consejos de estado y guerra. Era hijo de Íñigo Vélez de Guevara y Tassis (m. 1644), señor de Salinillas y correo mayor, que había casado con su prima, Catalina Vélez Ladrón de Guevara, V condesa de Oñate.
Casó en 1621 con Antonia Manrique de la Cerda, XI condesa de Castañeda,​ hija de los marqueses de Aguilar de Campoo. Le sucedió su hija:
Catalina Vélez Ladrón de Guevara y Manrique de la Cerda (m. 24 de septiembre de 1684), IV condesa de Villamediana y IX condesa de Oñate.

Casó en primeras nupcias con su tío Beltrán Vélez de Guevara, y en segundas, siendo su tercera esposa, con Ramiro Núñez de Guzmán, II duque de Medina de las Torres, II duque de Sanlúcar la Mayor, II marqués del Toral, conde de Arzarcóllar. Sin descendencia de este matrimonio. Le sucedió, de su primer matrimonio, su hijo:
Iñigo Manuel Vélez de Guevara y Tassis (1642-5 de noviembre de 1699), V conde de Villamediana,​ X conde de Oñate, II conde de Campo Real, II y último marqués de Campo Real, permutado por el marquesado de Guevara del que fue el primer titular, señor de Salinillas y de la casa de Orbea, correo mayor de España y caballero de la Orden del Toisón de Oro.
Casó en 1666 con Luisa Clara de Lamoral y Ligne, de quien fue su segundo esposo.[7]​ Le sucedió su hijo:

Diego Gaspar Vélez de Guevara (m. 1725), VI conde de Villamediana,​ XI conde de Oñate, II marqués de Guevara y II conde de Campo Real.[7]​
Casó con María Nicolasa de la Cerda y Aragón. Sin descendencia, le sucedió su hermana:
Melchora de la Trinidad Vélez de Guevara (m. 13 de septiembre de 1727), VII condesa de Villamediana, XII condesa de Oñate, grande de España, III marquesa de Guevara[7]​ y III condesa de Campo Real.
Casó, el 18 de noviembre de 1708, con Sebastián de Guzmán de Spínola, V marqués de Montealegre, grande de España,[11]​ V marqués de Quintana del Marco, VI conde de los Arcos, VI conde de Castronuevo, etc. Le sucedió su hijo:

José María de Guzmán y Guevara (Madrid, 22 de septiembre de 1709-19 de septiembre de 1781), VIII conde de Villamediana,​ XIII conde de Oñate, VI marqués de Montealegre, dos veces grande de España, IV marqués de Guevara, VI marqués de Quintana del Marco, IX conde de Añover de Tormes, VII conde de los Arcos, IV conde de Campo Real (II), VII conde de Castronuevo, caballero del Toisón de Oro, Gran Cruz de Carlos III, correo mayor de España, caballero de la Orden de San Jenaro, gentilhombre de cámara con ejercicio, sumiller de corps, mayordomo mayor de las reinas María Bárbara de Portugal y María Amalia de Sajonia.

Casó en primeras nupcias el 10 de agosto de 1728 con María Felicia Fernández de Córdoba-Figueroa y Spínola de la Cerda, hija de Nicolás Fernández de Córdoba y de la Cerda, X duque de Medinaceli etc, y su esposa Jerónima Spínola de la Cerda. Casó en segundas nupcias el 21 de septiembre de 1748 con Ventura Francisca Fernández de Córdoba Folch de Cardona Requesens y de Aragón (1712-1768), XI duquesa de Sessa, IX duquesa de Baena, X duquesa de Soma, XV condesa de Cabra etc. Le sucedió un hijo de su primer matrimonio:


Diego Ventura de Guzmán y Fernández de Córdoba (Madrid, 11 de noviembre de 1738-8 de julio de 1805), IX conde de Villamediana,​ XVII marqués de Aguilar de Campoo,​ XIV conde de Oñate, V marqués de Guevara,​ VII marqués de Montealegre,​ VII marqués de Quintana del Marco, tres veces grande de España, X conde de Añover de Tormes,[13]​ VIII conde de los Arcos, V conde de Campo Real,[13]​ XXI conde de Castañeda, VIII conde de Castronuevo, caballero de la Orden del Toisón de Oro, etc.

Casó, el 100 de octubre de 1756, con su prima hermana, María Isidra de la Cerda y Guzmán, XIX duquesa de Nájera,[15]​ XIV condesa de Paredes de Nava,[16]​ dos veces grande de España y VI marquesa de la Laguna de Camero Viejo. Le sucedió su hijo:

Diego Isidro de Guzmán y de la Cerda (1776-1849), X conde de Villamediana, XX duque de Nájera,​ XVIII marqués de Aguilar de Campoo,​ VIII marqués de Montealegre, XV conde de Oñate, XV conde de Paredes de Nava, cinco veces grande de España, VI marqués de Guevara, VII marqués de la Laguna de Camero Viejo, VIII marqués de Quintana del Marco, IX conde de los Arcos, VII conde de Campo Real IX conde de Castronuevo,​ conde de Castañeda, XVII conde de Treviño y conde de Valencia de Don Juan.
Contrajo un primer matrimonio, el 1 de agosto de 1795, con María del Pilar de la Cerda y Marín de Resende (m. 1812). Casó en segundas nupcias, el 7 de febrero de 1814, con María Magdalena Tecla Caballero y Terreros (m. 1865). Le sucedió su hija del segundo matrimonio:
María del Carmen de Guzmán y Caballero (3 de junio de 1820-3 de mayo de 1882), XI condesa de Villamediana y dama de la Orden de María Luisa.
Casó el 16 de marzo de 1847, en la iglesia de San Ginés en Madrid, con Serapio del Alcázar y Vera de Aragón (1821-1880), X conde de Crecente,​ VI marqués de Peñafuente, caballero de la Orden de Alcántara y gentilhombre de cámara con ejercicio.Le sucedió su hijo:

Diego del Alcázar Guzmán y Vera de Aragón (1849-1940), XII conde de Villamediana, VII marqués de Peñafuente, V conde de los Acevedos,​ VI conde del Sacro Romano Imperio, II vizconde de Tuy (por rehabilitación a su favor en 1921) y gentilhombre de cámara con ejercicio del rey Alfonso XIII.
Casó el 25 de mayo de 1876, en París, con María del Carmen Roca de Togores y Aguirre-Solarte.​ Le sucedió su hijo:
Diego del Alcázar y Roca de Togores (18 de septiembre de 1882-31 de julio de 1966), XIII conde de Villamediana, VIII marqués de Peñafuente,​ VIII conde del Sacro Romano Imperio, XIV conde de Añover de Tormes.
Casó el 15 de junio de 1922 con su prima María de la Piedad Caro y Martínez de Irujo, I duquesa de Santo Buono y VIII marquesa de la Romana. Le sucedió su hijo:

Diego del Alcázar y Caro (1925-28 de octubre de 1994), XIV conde de Villamediana,​ IX marqués de Peñafuente,​ IX marqués de la Romana, XIV conde de Añover de Tormes, VII conde del Sacro Romano Imperio.
Casó con María Teresa Silvela y Jiménez-Arenas.​ Le sucedió su nieto, hijo de Mariano de Alcázar y Silvela (m. 1995) y de su esposa María de la Concepción Narváez y López de Cevallos:

Pedro del Alcázar y Narváez (n. 7 de abril de 1980), XV conde de Villamediana.





La Casa Principesca de Thurn y Taxis (en alemán: Das Fürstenhaus von Thurn und Taxis) es una familia aristócrata alemana que desempeñó un gran papel en el servicio postal en Europa durante el siglo XVI, siendo hoy bastante conocida por ser la propietaria de numerosas cervecerías y constructora de un gran número de castillos además de una de las mayores fortunas de Alemania.

Historia.

En el siglo XII, la familia lombarda Tasso (que en italiano significa tejón) residía en Camerata Cornello, Bérgamo. El tejón (en alemán: Dachs) se convirtió en el escudo de armas de la familia cuando los aristócratas Tasso se establecieron en Alemania y, en 1624, se convirtieron en condes (en alemán: Grafen). Hacia 1650, cambiaron su apellido italiano original "Della Torre e Tasso" a una traducción al alemán por la cual son conocidos: Thurn und Taxis. En 1695, el emperador Leopoldo I concedió a la familia el privilegio de usar el título de príncipes.
Ruggiano de Tassis fundó un servicio postal en Italia a fines del siglo XV, alcanzando gran éxito. Más tarde, el 11 de diciembre de 1489, en Innsbruck, Janetto von Taxis fue designado jefe de los servicios postales del Sacro Imperio Romano Germánico en régimen de monopolio.
La familia conservó esa exclusiva posición durante siglos, dividiendo sus actividades comerciales en tanto los feudos del Sacro Imperio se hacían cada vez más autónomos; pese a esto, ni la Guerra de los Treinta Años ni posteriores conflictos o conmociones les arrebataron la dirección de los servicios postales de gran parte de la Europa Central.
 El 12 de noviembre de 1516, la familia Thurn y Taxis estableció un servicio postal en Bruselas, que llegaba hasta Roma, Nápoles, España (donde Francisco de Tassis, había establecido varias sedes desde 1505), Alemania y Francia a través de estafetas y redes de mensajeros.
La compañía Thurn y Taxis duraría hasta el siglo XVIII, cuando sus sedes en territorios bajo dominio de España fueron compradas por el gobierno de ese país, dejando de operar como empresa particular en los territorios de los Borbones. Tras las Guerras Napoleónicas, las actividades del servicio postal de Thurn y Taxis se concentraron en Alemania, ofreciendo un servicio privado de correos en Baden, Hesse, Wurtemberg, Baviera, Baja Sajonia y Renania.

Con la creación del sello postal en Gran Bretaña el año 1840 y la primera emisión de sellos hechos en Alemania (Baviera, 1849), la familia Thurn y Taxis adoptó esta innovación y emitió sus propios sellos postales a partir de 1852, los cuales se emplearon profusamente en la compañía. El triunfo de Prusia sobre Austria en la Guerra de las Siete Semanas causó que las tropas prusianas ocuparan toda Renania, incluyendo Fráncfort, la sede comercial de los Thurn y Taxis. Ante ello, la familia decidió vender todo su negocio postal privado al gobierno de Prusia, dejando de operar definitivamente en 1867.
Muchos miembros de esta familia se convirtieron en caballeros de la Orden de Malta.


Correo mayor de España

El título de Correo Mayor fue un cargo introducido por el rey Felipe I con el fin de organizar, administrar y promover el servicio de correo en los territorios del reino y, posteriormente, con otros reinos y naciones. En el dominio de la Monarquía Hispánica este oficio fue ejercido principalmente entre los siglos XVI y XVII, bajo el reinado de los Austrias.
Los trece portadores de este título fueron los precursores del servicio postal en España, y los once primeros pertenecieron a dos grandes familias: los Tassis y los Vélez de Guevara, familias que llegaron a controlar el monopolio postal en sus respectivas épocas.

Historia.

Felipe I el Hermoso otorgó, el 18 de enero de 1505, el cargo de Correo Mayor de Castilla al empresario de origen lombardo Francisco de Tassis, con el fin de organizar el transporte de la correspondencia entre las diferentes cortes del Imperio: España, los Países Bajos, Austria e Italia. Francisco de Tassis ya servía con semejantes fines desde 1490 en la corte del rey Maximiliano I del Sacro Imperio y desde 1501 para el mismo Felipe I en los Países Bajos.

La empresa establecida por Francisco de Tassis se basaba en la existencia de correos a caballo y de correos mayores: los primeros transportaban la correspondencia con un sistema de relevos entre las ciudades, los segundos administraban las postas y trataban de establecer sólidas alianzas. Sobre la base de este sistema, y la transmisión a sus herederos del cargo de Correo Mayor, la familia Tassis desarrolló un verdadero monopolio de alianzas y rutas postales en toda Europa.

El Convenio Postal de 1516

El rey Carlos I mantiene al frente del negocio postal a Francisco de Tassis como Correo Mayor General (a quien venía ayudando su sobrino Simón desde 1506 en los territorios de Castilla) , el cual se compromete en el Contrato Postal del 12 de noviembre de 1516, junto con otro ayudante y sobrino Juan Bautista, a seguir prestando el servicio postal en el Imperio, mejorar las postas, ampliar las rutas y reducir el tiempo usado por los relevos. Con la muerte de Francisco de Tassis un año más tarde, Juan Bautista se convierte en su sucesor en el oficio junto con sus hermanos Mateo y el referido Simón, a los que les será concedido por el rey Carlos I el cargo de Correo Mayor y Maestro General de Postas. Los tres hermanos serán naturalizados españoles el 28 de agosto de 1518 por cédula emitida por la reina doña Juana y su hijo don Carlos. Juan Bautista será nombrado cabeza principal de dicho oficio, autorizándole a ejercer dicho cargo a su hermano Mateo por ausencia o muerte del primero y a Simón, por ausencia o muerte de los dos anteriores.

El monopolio de la familia Tassis.

Juan Bautista ejerce el cargo pertinentemente, con la ayuda de sus hermanos Mateo, que será quien permanecerá todo el tiempo en España ejerciendo dichas funciones, y Simón, hoste de correos que se hará cargo de las oficinas postales de Roma y Milán. El cargo pasa posteriormente por sucesión familiar al hijo de Juan Bautista Raimundo de Tassis y después de éste a Juan de Tassis y Acuña, quien obtuvo del rey Felipe III el título noble de conde de Villamediana en 1603 por su buena gestión y su apoyo. En el período que estos dos últimos correos mayores pasan en el oficio, el servicio postal se fortalece y se convierte en un monopolio exclusivo de la familia Tassis.
A la muerte de Juan de Tassis y Acuña, el cargo pasa a su único hijo, don Juan de Tassis y Peralta, II conde de Villamediana, poeta y conocido cortesano que era famoso por sus dotes diplomáticas y por sus oscuros líos amorosos e intrigas palaciegas. Bajo el reinado de Felipe III, fue desterrado dos veces; ganándose nuevamente el favor real.

La casa de Vélez de Guevara.

Al morir asesinado el II conde de Villamediana en 1622 sin descendencia, la familia Vélez de Guevara inicia un pleito por adquirir los títulos de éste. Íñigo Vélez de Guevara y Tassis, V conde consorte de Oñate, como primo hermano de Juan de Tassis y Peralta, consigue para su hijo Íñigo Vélez de Guevara el cargo de Correo Mayor así como el título de conde de Villamediana, ratificados por sentencia de 10 de marzo de 1623. De esta manera el título pasa a los condes de Oñate en la persona del referido Íñigo Vélez de Guevara como VIII conde de Oñate (los VI y VII condes fueron sus hermanos Pedro y Juan, respectivamente, muertos con anterioridad), III conde de Villamediana y Correo Mayor General de España.

Es así como la casa de Vélez de Guevara se alza con el monopolio del correo en España desde 1622 hasta que con la llegada de los Borbones al trono, en los albores del siglo XVIII, Felipe V incorpora brevemente el servicio de correos a la Corona en 1706, arrebatando el privilegio a la familia Vélez de Guevara, indemnizámdolos previamente.

Felipe V y el fin del cargo.

Al poco tiempo de poner el servicio postal en manos de la Corona, Felipe V se ve en la necesidad de arrendarlo nuevamente: primeramente al marqués de Monte Sacro. En 1716, Felipe V nombra a Juan Tomás de Goyeneche como juez superintendente y administrador general de las Estafetas de dentro y fuera de estos Reynos… el 8 de julio de 1716. Con este nombramiento, el correo español pasaba a ser administrado directamente por el Estado, a la vez que se indemnizaba a los descendientes de la familia Tassis, que hasta ese momento habían ejercido el cargo de Correo Mayor del Reino por concesión real.

Posición y funciones

La labor del Correo Mayor consistía en brindar un correcto y seguro transporte del correo por medio de un sistema eficaz y sólido de mensajeros, postas y rutas repartidos por todos los territorios del reino. Entre sus tareas estaban las de establecer nuevas rutas, contratar y despedir jefes de postas y mensajeros, y negociar en tiempos de guerra o conflictos con los enviados de los estados enemigos. Para cumplir estas tareas, el rey se encargaba de otorgarle una considerable paga anual y una casi completa potestad sobre sus subordinados.

Desde el principio, al constatar el rey la importancia de contar con un servicio postal bien organizado y eficaz, decide poner bajo su control directo el cargo de Correo Mayor. Otorgando así su plena confianza en la persona portadora del oficio de Correo Mayor y dándole libertades y privilegios significativos. Es así como el cargo de Correo Mayor se convierte en un título importante y respetado dentro de la corte real, motivo por el cual los portadores se vuelven personajes influyentes en la política de la Monarquía, llegando a involucrarse en asuntos internos y en pleitos o querellas.

Con el paso de los años y tras una buena organización a cargo de los primeros correos mayores, la empresa postal se convierte en uno de los monopolios más prósperos e importantes en la Europa de esa época; razón por la que los sucesivos correos mayores dedicaron parte de su tiempo no a sus labores propiamente dichas, sino en su papel y calidad de cortesanos de la Corte, en inmiscuirse en la vida política y social de la época.


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