El título de Príncipe. |
Príncipe de Viana es el título que ostenta el heredero o heredera del Reino de Navarra. Fue instituido por Carlos III el Noble para su nieto Carlos de Trastamara y Evreux, llamado desde entonces de Viana, nacido del matrimonio entre su hija Blanca y Juan, príncipe de Aragón. Tras la conquista del Reino de Navarra por Castilla en 1512, dicho título se transmitió a dicha Corona y posteriormente a los monarcas españoles, unido al de Príncipe de Asturias, Gerona, Duque de Montblanc, Conde de Cervera y Señor de Balaguer. Antecedentes Fue un reflejo de lo que venía ocurriendo en Europa, donde los príncipes herederos recibían un título que los dotaba de unas rentas para su beneficio personal. Así existen, entre otros, el Príncipe de Asturias, en Castilla; el Príncipe de Gerona, en Aragón; el Príncipe de Gales, en Inglaterra; o ya en épocas más recientes, el Príncipe de Orange en Holanda. El documento que instauró dicho título está fechado en Tudela el 20 de enero de 1423 y dice así:
Tras la conquista del reino de Navarra peninsular por Fernando el Católico (Medio hermano del fallecido Carlos, Príncipe de Viana), a principios del siglo XVI, y al proclamarse Fernando rey de Aragón y Navarra, el título de Príncipe de Viana quedó vinculado al heredero de la Corona de Aragón primero, Castilla después y finalmente, España. |
Ciudad de Viana. |
Principado. |
Se hallaba integrado por un total de 13 villas, 38 aldeas y 8 castillos situados mayoritariamente en el extremo más suroccidental del reino, en la Merindad de Estella, en la frontera con el reino de Castilla. Las villas y aldeas eran: Viana, como capital del principado, Laguardia, San Vicente de la Sonsierra, Bernedo, Aguilar, Genevilla, Lapoblación, San Pedro y Cabredo, con sus aldeas en Val de Campezo. Respecto a los castillos: Las fortalezas de las ya citadas (Viana, Laguardia, San Vicente y Bernedo) más las de Marañón, Toro, Ferrera y Buradón. Por último a todo ello se le añadío el señorío de Corella, Peralta, Cintruénigo y Cadreita. |
El príncipe don Carlos de Viana. Carlos de Viana (Peñafiel, Castilla, 29 de mayo de 1421-Barcelona, 23 de septiembre de 1461) fue infante de Aragón y de Navarra, príncipe de Viana (1423-1461) y de Gerona (1458-1461), duque de Gandía (1439-1461) y de Montblanch (1458-1461), y rey titular de Navarra como Carlos IV (1441-1461).
Fecha:1881 Características:310 x 242 cm A la Exposición Nacional de 1881 presentó Moreno Carbonero este lienzo, consiguiendo una primera medalla. El lienzo nos presenta al príncipe don Carlos (1421-61), hijo primogénito de Juan II de Aragón y Blanca de Navarra, heredero al trono de ambos reinos. El príncipe cayó en desgracia tras las segundas nupcias de su padre con doña Juana Enríquez, madre de Fernando el Católico. La popularidad del príncipe en Cataluña motivaría que fuese hecho prisionero por orden real. El saberse despreciado para la sucesión a la corona y el fracaso de los distintos pactos y tratados auspiciados por él, le llevaron a aceptar con resignación su sino y retirarse de la política para llevar una vida dedicada al estudio y la lectura, huyendo a Francia en primer lugar y posteriormente a Nápoles, donde se refugió en un monasterio cercano a la localidad de Mesina, lugar en el que el pintor emplaza al personaje. Don Carlos viste un grueso manto de pieles y se adorna con un gran medallón al cuello, apareciendo en la soledad de la biblioteca conventual, sentado en un sitial de estilo gótico, con la única compañía de su fiel perro a los pies. El príncipe parece pensativo, con gesto de amargo desencanto, recostado sobre un almohadón al tiempo que apoya su pie izquierdo en otro, con la mirada perdida mientras sostiene en la mano un legajo que acaba de leer. Ante él se observa un gran libro en un atril, destacando la librería del fondo, con grandes tomos encuadernados, ocupando el primer plano varios rollos de documentos y grandes volúmenes. El pintor ha reducido la narración a una sola persona, al protagonista, concentrando su atención en mostrar la personalidad interior del personaje, melancólico e introvertido, y en los elementos accesorios que envuelven su figura y que adquieren un protagonismo tan destacado como el propio príncipe. Todos los objetos que le rodean introducen al espectador en el ambiente de abandono, concibiendo todo el conjunto de manera vetusta, de tal manera que hasta los colores son austeros. La luz está muy bien estudiada y la pincelada empleada por el pintor es bastante rápida y empastada, siguiendo el estilo de Pradilla. El lienzo fue adquirido por el Museo del Prado por 5.000 pesetas. |
Valoración: el mecenas, el artista y el santo. A la hora de valorar al príncipe Carlos de Viana, resulta inevitable dirigir la vista a su retrato compuesto en 1881 por el artista José Moreno Cambronero. El lienzo representa a Carlos como un joven príncipe, sereno y reposado, a quien uno de sus lebreles, dormido a sus pies, le acompaña en una jornada de lectura dentro de su enorme biblioteca, una de las más importantes de la realeza hispánica en el siglo XV. Fue Carlos, en definitiva, un digno príncipe del Renacimiento, a quien su temprana muerte y las circunstancias adversas privaron de un mayor reconocimiento: destacó por sus aficiones artísticas, pues cultivó la música, la pintura, la poesía y realizó además diversas traducciones de obras clásicas, entre ellas la Ética a Nicómaco, a partir de la versión del humanista italiano Leonardo Bruni (a su muerte, Fernando de Bolea, su secretario, animaría a continuar con su magna obra de recuperar la obra del Estagirita para España). Puede considerársele también como un difusor de las obras humanísticas de los autores italianos en España; además, mantuvo una importante relación literaria y cultural con los autores de su época, sobre todo con el poeta Ausías March. Como autor se le debe una Crónica de Navarra, escrita, según parece, durante su apresamiento en el castillo de Monroy; compuso también una Epístola exhortatoria, remitida por Fernando de Bolea y Galloz, mayordomo y secretario de Carlos de Viana, a los príncipes de España tras la muerte de su autor para animarles a seguir con los estudios de Aristóteles, como queda dicho. Siendo innegable su importancia en este sentido, el análisis de su figura política es mucho más complejo, debido a los fuertes y apasionados sentimientos que despertó el príncipe en su época y en las posteriores, de forma que los testimonios que nos han llegado son totalmente parciales y poco objetivos. Durante los siglos XV y XVI, sobre todo en Navarra y en Cataluña, tuvo fama de santo, de forma que los catalanes le llamaban en ocasiones Sant Carles de Catalunya. En los siglos XVII, XVIII y XIX, la crónica de Ramírez Dávalo, los escritos del Padre Queralt, los Anales de Moret y la edición de Yanguas de la Crónica del Carlos de Viana fomentaron esta áurea de santidad y benevolencia con que el desdichado príncipe fue tratado. Es cierto que su triste destino y su oscura muerte son ingredientes que dan pábulo a la formación de esta imagen, pero tampoco es menos cierto que algunos episodios de su vida, sobre todo el envenenamiento por parte de su madrastra, no son más que pura invención popular. El magnífico estudio de su figura efectuado por el francés Desdevises du Dezert, amén de los trabajos de Vicens Vives y de Lacarra, han contribuido a crear la correcta imagen del príncipe Carlos. Obra literaria. Tradujo la Ética a Nicómaco de Aristóteles, a través de la versión en italiano de Leonardo Bruni: posiblemente inició el trabajo cuando se encontraba en la corte napolitana de Alfonso V, a quien dedicó la obra; la muerte de su protector dio lugar a una lamentación que se incluye en los códices tras el texto de Aristóteles. El trabajo del príncipe de Viana seguía las enseñanzas y el modelo de san Jerónimo, pero además ordenó los materiales incorporando índices y tablas con el contenido de los libros para facilitar la lectura, de acuerdo con unas pautas habituales en épocas anteriores; naturalmente, nada de ello se encuentra en la versión de Bruni. Esta traducción se imprimió cincuenta años después de su muerte con el título La Philosofía moral del Aristotel: es a saber Éthicas, Políthicas y Económicas, en romance (Zaragoza, 1509; sin reimpresiones posteriores conocidas), junto con la Política y la Económica atribuida al Estagirita, aunque sólo la Ética es traducción realizada por el príncipe. El volumen presenta los prólogos de Bruni en una traducción anónima. Poco antes (entre 1488 y 1491) se había publicado, también en Zaragoza, otra versión de la Éthica, atribuida al «egregio bachiller de la Torre», aunque el trabajo fue realizado por Nuño de Guzmán. Para procurarse un poco de solaz en su adversa fortuna, Carlos de Viana tradujo De toda la condición de la nobleza de Plutarco (también conocida como Oración de Publio Cornelio Escipión sobre la nobleza); se sabe que disponía de una copia de la versión italiana realizada por Angelo Decembri y dedicada al marqués de Santillana, a partir de la traducción al latín realizada por Buonaccorso de Montemagno. La obra se ha transmitido junto al Tratado de caballería de Leonardo Bruni, traducido por Pedro de la Panda, que es el único testimonio conservado de esta última obra. Es autor, además, de otras obras, como la Crónica de los Reyes de Navarra o un debate epistolar con Joan Roís de Corella sobre cuestiones amorosas, en la más pura línea de la casuística trovadoresca. Anexos. Fernando Abarca de Bolea y Galloz fue un noble español de la Corona de Aragón del siglo XV, muy erudito en poesía e historia, que fue mayordomo mayor del príncipe Carlos de Viana, a quien permaneció fiel en todos los trances de su novelesca vida. Posteriormente formó parte del Consejo de don Alfonso V de Aragón y en 1447 fue embajador en la corte de Castilla. Leonardo Bruni, también llamado Ldo Aretino (Arezzo, 1370-Florencia, 9 de marzo de 1444), fue un humanista, historiador y político italiano. Nació en 1369 y aunque su familia era Toscana, se trasladó a Florencia, de forma que se convirtió en ciudadano florentino en 1416. En Florencia aprendió retórica y entabló amistad con los humanistas Niccolò Niccoli, Poggio Bracciolini y Palla Strozzi, sus coetáneos, frecuentando también a maestros como Coluccio Salutati y Manuel Crisoloras. Desde 1405 emprendió una carrera política en Roma, al servicio de Inocencio VII. En el año 1411 participó en el Concilio de Constanza en el séquito del antipapa Juan XXIII y desde el 1415 se estableció definitivamente en Florencia, desempeñando el cargo de canciller de la República de Florencia desde 1427 a su muerte, en Florencia, en 1444. Está sepultado en la iglesia de la Santa Croce. Escribió una Historiae Florentini populi en 12 libros que fue impresa en 1492. Esta obra destaca en su tiempo por adoptar un método historiográfico científico: confrontación de documentos y alejamiento de una concepción providencialista de la historia. En lengua vulgar escribió una Vita di Dante y una Vita di Petrarca, ambas de 1434, así como algunas rimas y novelle. También compuso una pieza dramática que es uno de los antecedentes de La Celestina, la comedia Poliscena. Fue uno de los mejores escritores de latín de su tiempo y se empeñó en lograr que se tradujesen desde el griego las obras de Platón y Aristóteles. Disputó con el humanista español Alfonso de Cartagena con motivo de su traducción de la Ética de este último. Su traducción, realizada en 1417 de la Ética a Nicómaco de Aristóteles fue bastante controvertida pues variaba mucho de la respetada traducción de Roberto Grosseteste e introdujo la famosa discusión sobre el "sumo bien" que ocupó a la flor y nata de la intelectualidad italiana durante los años sucesivos. Roís de Corella, Joan. Gandía (Valencia), 1433- 1443 – Valencia, 6.XI.1497. Escritor. Es el último cronológicamente de los grandes escritores clásicos de la literatura valenciana. Hijo de Ausiàs Roís de Corella y de su mujer Aldonça, de la pequeña nobleza de Gandía, emparentada lejanamente con los condes de Cocentaina. No hay certeza sobre la fecha y lugar de su nacimiento, aunque Jaime J. Chiner da el 28 de septiembre de 1435, quizá en Gandía, donde residía su familia, pero ya en 1439 su padre figura como caballero habitante en Valencia. Mantuvo fuertes lazos de amistad con Ausiàs March y su familia. También se relacionó epistolarmente con el príncipe de Viana (Epistolario), aunque nunca tuvo cargos públicos. Renunció al mundo caballeresco y a la vida pública para dedicarse de forma exclusiva a la literatura, a la teología —obtuvo el título de maestro entre 1468 y 1471— y, en su juventud, al amor. Adquirió fama de buen orador, aunque no se conservan sus textos. Tuvo dos hijos naturales, Joan y Estefanía, con la noble Isabel Martínez de Vera, de Cocentaina, con la que mantuvo relación desde 1473 hasta su muerte. El escritor tuvo otros tres amores más, entre ellos los tempestuosos con Caldesa, reflejados en su obra literaria. Corella es el máximo representante de los nuevos aspectos formales y humanos que reflejan la penetración de las nuevas formas del Renacimiento literario en Valencia. Frente a Canals o a Ausiàs March, Corella buscó en las adaptaciones de los autores clásicos y en la poesía la belleza como fin último. El amor es el centro de la vida y la literatura de Corella. Su literatura es aristocrática en sentido general, dirigida a la alta sociedad, pero en ella se refleja la crisis del espíritu de la caballería. Sus poesías amorosas, que recogen la tradición de los grandes poetas valencianos del Cuatrocientos, sobre todo Ausiàs March, gozaron de gran éxito y eran las preferidas de las damas valencianas. Roís de Corella gustaba de los cenáculos literarios de escritores amigos, siendo éste su ideal de la vida de relación. Sus obras profanas están inspiradas en Ovidio y en Bocaccio, destacando la breve pero magnífica Tragedia de Caldesa (1458), en la que se evoca un desengaño amoroso. La acción se desarrolla en Valencia y cuenta cómo una doncella deseada por el autor encierra a éste en una habitación mientras festeja con otro hombre de condición villana. Roís de Corella no creó obras maestras como Tirant lo Blanch, pero el conjunto de su obra es de una gran calidad literaria, con piezas excepcionales. En sus obras mitológicas manifiesta su gusto por los temas clásicos, la fábula mitológica y los amores desdichados, como en sus Lamentacions de Mirra, e Narciso e Tisbe; Història de Biblis, que s’enamorà de Cauno, germà seu (posterior a 1471); el Raonament de Télamo e de Ulises, en lo setge de Troia davant Agamenó, aprés mort d’Aquil.les sobre les seves armes (antes de 1483), y el Plant dolorós de la reina Hécuba, raonant la mort de Príamo de Policena e d’Astianacres (antes de 1483). Más extensa es la Història de Medea (antes de 1483); también escribió la Història de Leander i Hero (antes de 1486) y la alegoría hecha a la narración mitológica de mosén Joan Escrivà Lo juí de Paris. Obras de circunstancias son el Triunfo de les dones (antes de 1483), en que defiende a las mujeres frente a sus detractores; o la Letra que Honestat escriu a les dones (1462) y Sepultura de Mossèn Franci d’Aguilar (1482). En las poesías profanas, el tema predominante es también el desengaño amoroso, provocado por la intromisión de otro seductor más convincente. Entre estas poesías se puede citar la Balada de la garsa i l’esmerla. Los versos religiosos de Corella son fríos y grandilocuentes, pero impresionan al lector por su imaginación. Ello se explicaría porque el autor se refugió en la religión para evitar las actividades político-militares que le hubieran correspondido como primogénito de una familia noble. Es famosa su Oració a la Santísima Verge Maria tenint son fill, Déu Jesús, en la falda, davallat de la creu, calificada por Martí de Riquer como una de las mejores cien poesías de la literatura autóctona. En 1487 participó en el certamen poético en honor de la Inmaculada con la poesía Vesió. En prosa escribió por encargo algunas vidas de santos, como La vida de la gloriosa santa Anna (entre 1461-1469- 1471); Història de la gloriosa santa Magdalena (antes de 1483), e Història de Josef, fill del gran patriarca Jacob (antes de 1486), en las que sigue la tradición medieval y, por lo tanto, carecen de originalidad. Acorde con las corrientes espirituales de la época, tradujo el Salteri y Lo Cartoixà (1495-1500), traducción de la Vita Christi del cartujo Ludolfo de Sajonia. Corella trató de crear en su prosa y en sus poesías un lenguaje culto y declamatorio, para minorías selectas, admirado entonces, menospreciado después y reivindicado ahora por su refinamiento, su elegancia formal y su musicalidad. En sus obras se aprecia una continua interferencia entre la prosa y la poesía, lo que lo lleva a las narraciones cortas en prosa y a la intercalación de fragmentos en verso. Los elementos religiosos, que no aparecen en sus primeras obras, se fueron incorporando gradualmente en la última etapa de su vida. La poesía de Corella es variada, nueva y actual, en la que confluye el lirismo y el dramatismo, siendo considerado como “el poeta més ‘modern’ de la nostra literatura medieval” (Jordi Carbonell). Con él culminó el “estil de la valenciana prosa”. Su obra, fastuosa y señorial, tiene ya un pie en el Renacimiento. La castellanización cultural de la aristocracia valenciana en el siglo XVI hizo que la fama de Roís de Corella desapareciera rápidamente y que no se aprovecharan las fórmulas literarias nuevas que creó, hasta su recuperación en 1747 por Josep Rodríguez, que en su Bibilioteca Valencina citó el Cartoixà, y, sobre todo, ya en el siglo XX, en que han proliferado los estudios y ediciones de sus obras. Obras de ~: Balada de la garsa i l’esmerla, s. l., s. f. (atrib.); Debat epistolar, s. l., junio de 1458-septiembre de 1461; Tragedia de Caldesa, s. l., 1458; Lletres d’Aquil·les e Policena, s. l., 1458; Lletra consolatòria, s. l., 1458; Letra que Honestat escriu a les dones, s. l., 1462; Sirventés contra Bernat del Bosch, s. l., 1466; Parlament en casa de Berenguer Mercader, s. l., 1471; Història de Biblis, que s’enamorà de Cauno, germà seu, s. l., 1471 post.; Vida de la Sacratíssima Verge Maria, Mare de Déu, Senyora Nostra, s. l., 1474 ant.; Sepultura de Mossén Francí d’Aguilar, s. l., noviembre de 1482; Raonament de Télamo e de Ulises, en lo setge de Troia davant Agamenó, aprés mort d’Aquil.les sobre les seves armes, s. l., 1483 ant.; Plant dolorós de la reina Hécuba, raonant la mort de Príamo de Policena e d’Astianacres, s. l., 1483 ant.; Triümfo de les dones, s. l., 1483 ant.; Història de la gloriosa santa Magdalena, s. l., 1483 ant.; Història de Medea, s. l., 1483 ant.; La vida de la gloriosa santa Anna (1461-1469/1471), Valencia, c. 1485; Història de Leander i Hero, s. l., 1486 ant.; Lamentacions de Mirra, e Narciso e Tisbe, s. l., 1486 ant.; Lo juí de Paris, s. l., 1486; Història de Josef, fill del gran patriarca Jacob, s. l., 1486 ant.; Vesió, s. l., 1487; Epitafi de Perot Penarroja, s. l., c. 1487; Obra del reverend mestre Corella e vesió que véu a la porta de la senyora nostra de Gràcia (conocida como Vesió), Valencia, impresor Lambert Palmar, 28 de junio de 1488; Salteri, Venecia, 1490; Tractat de la concepció de la sacratíssima verge Maria, mare de Déu, senyora nostra, fet per lo reverent Mestre Corella, s. l., c. 1490; Lo Passi en cobles, Valencia, 1493 [contiene: Oració a la Santísima Verge Maria tenint son fill, Déu Jesús, en la falda, davallat de la creu]; Lo Cartoixà, Valencia, 1495-1500; Vida de la sacratísima verge Maria, en cobles de rims estramps, s. l., 1496; Obra profana, est. prelim. de J. Carbonell, Valencia, Tres i Quatre, 1983; Obres de Joan Roiç de Corella, transcr. y est. prelim. de J. Almiñana Vallés, Valencia, Del Cenia al Segura, 1984-1985, 2 vols. |
Hallan la 'Crónicas del Príncipe de Viana' reescritas en 1584 en francés y en verso por un consejero de Henry III de Navarra. No existe ningún ejemplar en el Estado y fueron escritas por Pierre Victor Cayet de Palma en 1584 para Henry el Bearnés, entonces rey de Navarra y, posteriormente, también de Francia. Ana Oliveira Lizarribar PAMPLONA | 13·06·24 |
“Rara” y “bonita”. Así es L’Heptameron de La Navarride, obra escrita en 1584 y publicada en 1602 por Pierre-Victor Cayet de Palma, consejero de Henry el Bearnés, que fue solo rey de Navarra antes de ser monarca de Francia. La peculiaridad de este volumen, del que no existe ningún ejemplar en el Estado y solo hay otros cinco conocidos en el mundo, es que es una traducción al francés y trasladada a verso de la emblemática Crónica de los Reyes de Navarra que Carlos, Príncipe de Viana, comenzó a escribir en 1454, durante su cautiverio. Un documento del que los historiadores expertos “no tenían noticia”, afirma Aritz Otazu, responsable de la editorial Mintzoa, que adquirió el ejemplar a través de un contacto que, a su vez, se hizo con él en una subasta de París. Mikel Zuza, historiador navarro especialista en la figura del Príncipe de Viana, desconocía la existencia de un libro como este. Aritz Otazu le consultó para certificar su autenticidad. “Cuando me llamó y me lo contó, me sorprendió mucho”, admite. En su opinión, su mayor valor reside en que, a través de este texto, Pierre-Victor Cayet de Palma pone a Henry III frente a su antepasado, el Príncipe de Viana, “para que no olvide los territorios que pertenecen al Reyno y, por tanto, de los que él es soberano, ya que se mantiene la independencia de la Baja Navarra y el Béarn”. Y es que Henry heredó el trono de su madre, Juana III de Albret, en 1572 –hija de Enrique de Albret– y fue rey de Navarra, título que mantuvo cuando fue coronado como monarca de Francia en 1589 (como Henry IV). Desde entonces y hasta su asesinato en 1610 a manos del fanático católico François Ravaillac. Y es que, si algún legado dejó, fue, sobre todo, su “apuesta por la tolerancia religiosa”, señala Zuza. No en vano, desde que era muy joven luchó –“fue uno de los últimos reyes en ir al frente con su espada”– en las conocidas como guerras de religión que asolaron el país vecino durante gran parte del siglo XVI. Él combatió en el bando de los hugonotes (protestantes), ya que su madre lo había educado en la fe calvinista, aunque para obtener la corona de Francia se convirtió al catolicismo. En 1598, “acabó con estas guerras” con el Edicto de Nantes, que declaró “perpetuo e irrevocable”, y por eso se le conoció como Enrique el Grande o El Pacificador, tal y como destacó Begoña Pro en Una muerte honrosa, primera entrega de una trilogía promovida por Mintzoa en torno a esta figura.
Además de ser el predilecto de los monárquicos galos, “es el rey que más respetan los republicanos de Francia”, donde está considerado, en general, como uno de los mejores monarcas de su historia. Sin embargo, su hijo, Luis XIII, padre del Rey Sol (Luis XIV), unió en 1620 los territorios navarros al resto de Francia, perdiendo la independencia que le restaba al viejo Reyno. Casi 20.000 versos. Por eso es tan “importante” el hallazgo de este libro de P. Cayet de Palma, “porque se encargó de recordar a Henry III de dónde venía y cuáles eran sus territorios; igual que hizo el Príncipe de Viana en sus textos cuando reclamó sus derechos dinásticos”, comenta Zuza. Y Otazu añade: “El volumen tiene mucho valor también por el tremendo interés que pone en este tema un tipo francés al que esta historia ni le iba ni le venía y que tradujo las crónicas y las convirtió en casi 20.000 versos”. Pierre-Victor Cayet de Palma primero fue nombrado por Henry III pastor de su hermana, Catherine, y en 1584, consejero del rey, cuando parece que cayó en sus manos la Crónica de los Reyes de Navarra de Carlos de Viana, escritas más de un siglo antes (1454). “Era un hombre cultísimo que fue profesor de Lenguas Orientales en el Colegio de Navarra de la Universidad de París y que publicó más de 40 libros”. Tuvo “una gran influencia” en el monarca, hasta el punto de que, al igual que este, se convirtió al catolicismo y también murió en 1610, unos meses después del magnicidio. “Tenía auténtico interés en la historia de Navarra, porque, además de traducir esos textos, en el volumen añadió otros en los que habla de Jaime Vélaz y de la resistencia de Amaiur”, incide el editor, asombrado por la defensa de alguien que no era navarro por una historia “que aquí ni conocemos ni valoramos lo suficiente”, y eso que “me río yo de Juego de Tronos al lado de nuestros reyes”. Para Mikel Zuza, el volumen tiene un valor añadido en cuanto a que no solo mantiene en Henry III el interés por el Reyno, sino que sirve, asimismo, para conservar viva la memoria del Príncipe de Viana. “Él mismo indicó que su crónica iba a tener cuatro partes, pero solo se conservan tres”. Si apareciera la cuarta, “sería el santo grial de la bibliofilia navarra”, subraya el historiador, que, en su biografía sobre el príncipe (El hombre que pudo reinar, Pamiela), encontró un documento en Pau que recogía las críticas de los agramonteses hacia el aspirante al trono navarro “por haber escrito una crónica en la que alababa a los que lucharon contra su padre”, y por fechas, “eso demuestra que esa parte existe”.
Proteger el patrimonio Ahora, el destino de este documento está por decidir. Mintzoa se dedica a la obra de bolsillo, el facsímil y la compraventa de libro antiguo. “Este se venderá, no hay otro en el Estado, pero si alguna institución está interesada, tendrá prioridad”, destaca Aritz Otazu, que recuerda uno de los objetivos del sistema de archivos del Gobierno foral: custodiar, conservar y difundir los fondos de las instituciones del Reyno de Navarra. |
Tribuna histórica El Príncipe de Viana, ¿humanista de conveniencia? El autor señala que, pese a que hay quien le considera como uno de los iniciadores del humanismo, Carlos de Viana se basó en la filosofía de Aristóteles para apoyar las verdades del cristianismo y la subordinación de la razón a la fe. Luis Landa Publicado el 24/01/2022 Durante el pasado año se celebró el 600 aniversario del nacimiento de Carlos en Peñafiel (1421), hijo de la reina Blanca de Navarra y de Juan II de Aragón. Exposiciones, nuevos libros, biografías y conferencias se han ido desarrollando, mostrando las distintas vicisitudes del Príncipe. Pero nos ha quedado una duda ¿podemos considerar humanista a don Carlos? Sería conveniente hacer una reflexión. El Renacimiento fue un período específico en la historia, del siglo XIV al XVI, que abarcó todos los aspectos de la vida; el humanismo fue un movimiento filosófico, cultural, artístico e ideológico que nació en ese período, como Escuela de pensamiento. Se caracterizó por la vuelta al estudio de la antigüedad clásica greco-romana en oposición a la filosofía escolástica, donde el centro era Dios, propio del medievo. ARISTÓTELES, EJE DE LA CULTURA EN EUROPA. Durante los siglos XII y XIII, Aristóteles se convirtió en el padre de la filosofía occidental. Fue un referente fundamental para entender la historia política y cultural de Europa y, por tanto, también de la península Ibérica. Sus obras originales provenían de la influencia árabe y de ahí se sirvió occidente, de tal manera que las distintas versiones tenían su origen en raíces orientales. Los textos de los clásicos en árabe se tradujeron al griego o al latín por autores como el italiano Gerardo de Cremona o el escocés Miguel Escoto. La universidad, tan propicia en favor del filósofo Aristóteles (384-322 a. C.), impulso la faceta ética y cobró interés en los círculos intelectuales. Parte de la doctrina de Aristóteles se reflejó en el Libro de Alexandre, donde va repasando las virtudes que debe tener todo gobernante. Aristóteles puso como modelo a Alejandro Magno, rey de Macedonia (356-323 a C), para ello se convirtió en maestro del monarca. Tres son las virtudes imprescindibles a practicar: generosidad, grandeza y desprendimiento y que, además, fortalecen la legitimidad monárquica. Aristóteles le repetía una y otra vez a su discípulo el Magno que para reinar debía tener el dominio de sí mismo. Sin embargo Alejandro poseía una ambición insaciable, se dejaba llevar por pasiones sexuales y era un gran consumidor de vino. CARLOS DE VIANA EN LA CORTE DE NÁPOLES. En el s. XV la península itálica con sus ciudades-estado y repúblicas se convirtió en centro cultural con el Humanismo y el Renacimiento. La corona de Aragón ocupó varios territorios, entre ellos el Reino de Nápoles con Alfonso V de Aragón (1442). Con este movimiento humanista se encontró Don Carlos a la llegada a Nápoles (1457). El Príncipe de Viana, ante las dificultades y enfrentamientos con su padre Juan II, se refugió en la corte napolitana de su tío, Alfonso V, durante año y medio (primavera de 1457 hasta agosto de 1458). El hijo de la reina Blanca, al entrar en la corte, recibió un choque psicológico al observar entre los intelectuales un fuerte atractivo hacia el paganismo de los autores clásicos e inclinación sobre los gustos estéticos, totalmente opuestos a sus convicciones cristianas. El de Peñafiel se tuvo que empapar de las ideas de su tío Alfonso. Este creía que su autoridad, como rey-mecenas, se vería recrecida y reforzada con la creación de una academia cultural con el espíritu humanista renacentista. Para ello se sirvió de su sobrino, que también pretendía beneficiarse. Este humanismo, que se cuela en las cortes reales de Italia y, por tanto, también en Nápoles, puso todo su interés en la filosofía griega, sobre todo en Platón, Sócrates y Aristóteles. La difusión de las obras de Aristóteles entre la nobleza fue causada por la entrada de bachilleres que desarrollaron la práctica de una buena moral. El Príncipe en Nápoles pronto se dio cuenta que toda la fuerza de sus colaboradores se canalizaba en buscar el bien común, la perfección del ser humano, como centro del universo, pensamiento laico opuesto a la escolástica, libertad frente al dogmatismo. El espíritu humanista, el pensamiento literario y filosófico se opuso a una escolástica medievalista y gótica. Era la lucha de la lógica frente a la creatividad del ser humano. Tres eran las claves de la nueva corriente: razón, filosofía y libertad. El nuevo pensamiento napolitano rechazaba que el saber estuviera subordinado a la doctrina escolástica (Petrarca, Erasmo), basado en el estudio de la Biblia y de los Padres de la Iglesia. Estas nuevas ideas renacentistas no encajaban en los planes de Don Carlos, que proponía utilizar la filosofía para un mejor conocimiento de Dios. EL PRÍNCIPE DE VIANA, TRADUCTOR DE 'ÉTICA' Una propuesta revoloteaba en la mente del Príncipe, sin renunciar a su moral cristiana: despertar en la nobleza una cultura basada en la vuelta al pensamiento de los autores grecorromanos, así como impulsar el renacimiento (resurgir de las artes y las ciencias). Pronto se volcó en una obra de Aristóteles, que, por su contenido, le podría ayudar a convertir las ideas paganas en virtudes morales. Se fijó en el libro traducido del griego al latín por Leonardo Bruni: Ética a Nicómaco, que fue impreso cincuenta años más tarde por Jorge Coci en Zaragoza (1509). Por tanto, entre 1457-58, Don Carlos tradujo del latín al idioma navarro-aragonés (romance) el texto de Aristóteles: Ética a Nicómaco; hablaba el francés, pero prefirió la lengua materna En Nápoles, el Príncipe combinaba su ansia de gobernar Navarra y, al mismo tiempo, su preocupación por la cultura cristianizada. Dedicó el volumen a su tío resaltando sus virtudes ¿Fue el mediador entre la Edad Media y el Renacimiento? Carlos advertía que Aristóteles proponía alcanzar en la sociedad “la virtud”, adquirida con hábitos, es decir, con actos libres repetidos con esfuerzo. Puso como modelo la moral que debe seguir todo gobernante, por eso el Príncipe se convirtió en traductor y “autor” de esa idea, personalizando el libro. No se conformó con traducir sino que rebatió y añadió opiniones. Su parecer lo plasmó en el libro a través de las glosas (explicación o aclaración) que las dividió: en breves, colocadas en los márgenes; en extensas para resumir el contenido; en amplias que se convierten en comentarios. Además las utilizaba para adaptar la idea a la fe cristiana, incluso muestra su vena poética: “La fe sin un concepto/ es la vista creer/ así bien el amor perfecto/ es una ausencia más querer”. Para diferenciar sus aportaciones del texto original, colocó las expresiones “según mi parecer”, “remítame al preclaro juicio vuestro”, incluso añadió el pensamiento de Cicerón, de Horacio y, sobre todo, de Santo Tomás, cuando aclaraba algún aspecto filosófico. El pretendiente a reinar Navarra reiteró las virtudes a conseguir por toda persona: la amabilidad, la sinceridad, la agudeza, el pudor y la vergüenza, la continencia, la amistad, la valentía, la moderación, la benevolencia, la concordia y la dignidad. El de Viana hizo hincapié en la idea básica de Aristóteles: “In medio stat virtus”, cuyos extremos son la temeridad y la cobardía; en ese término medio debe prevalecer la justicia, que es la medida para un obrar correcto; sin olvidar también la amistad, superior a la anterior. Porque cuando dos personas son amigas no es necesario practicar la justicia ni hay miedo a desobedecerla. Por último, para dar un salto en la perfección del ser humano se debe practicar la prudencia; sin embargo el grado más elevado de virtud es la sabiduría que se mueve en el ámbito de la contemplación y es el último peldaño de la escalera, donde se adquiere la felicidad. LA CULTURA COMO PROMOCIÓN POLÍTICA. Terminada la traducción, el pretendiente navarro escribió a “todos los letrados de España” para que siguieran la formación moral de Aristóteles y la transmitieran a sus políticos. Incluso el Príncipe dió un paso más, y utilizó la filosofía tomista para resaltar las virtudes morales del cristianismo. Su muerte inesperada (1461), a los 40 años en el Palacio Real de Barcelona, supuso que su mayordomo Bolea y Galloz mandara la misiva a los tres monarcas hispanos de Portugal, Aragón y Castilla. Además aconsejó la conveniencia de popularizar la fama de santidad de Carlos. Sobre todo se propagó el culto público en Cataluña, con supuestas dotes de milagrero y de curar enfermos. Algunos autores consideran que el Príncipe fue el germen del espíritu nacionalista catalán. Don Carlos pensó que “su humanismo” le serviría como promoción para convertirse en rey, pero se equivocó al comprobar que la cultura siempre está subordinada a los intereses políticos. Reitero, el Príncipe fracasó por su falta de pericia política al creer que su sensibilidad cultural renacentista le iba a aupar al trono navarro. Pero tropezó con un padre, el tosco y guerrero Juan II, que no entendía de esas florituras o exquisiteces intelectuales y le apartó de poder ser rey. Esto no quita para que fuera un hombre culto, amante de la música, pintura y poesía, que escribiera Crónica de los Reyes de Navarra, tradujera a Plutarco o estudiara a Séneca y Tito Livio. Poseía una extensa biblioteca con volúmenes de historia, literatura y teología. De nuevo, en el s. XIX, se realzó su atractiva figura, por eso su imagen está presente en libros, cuadros, obras de teatro, documentales y calles y plazas no solo de Navarra sino de otras autonomías. Sin duda que Carlos de Navarra ha pasado a la historia como “un héroe romántico, como un perdedor refinado”, con el lema Utrimque roditur, por todas partes me roen. ¿SE PUEDE CONSIDERAR HUMANISTA AL PRÍNCIPE DE VIANA? Muchos autores colocan a Don Carlos como el iniciador del humanismo. Pero si examinamos la traducción de Ética a Nicómaco, no mostró ningún elemento para otorgarle ese calificativo, porque fue un volver al sistema medieval. El dividir la obra en capítulos, epígrafes y glosas le abocó a no aplicar el espíritu humanista. No supo interpretar las ideas de Aristóteles más abiertas y se dedicó a estreñir el pensamiento con armazones rígidos y esquemáticos. Se apoyó en la filosofía aristotélica para explicar las verdades del cristianismo con aportes de san Anselmo y san Agustín. En su traducción y comentarios, el Príncipe continuó con su estructura poco flexible, al subordinar la razón a la fe. El de Viana, rodeado de inminentes literatos y pensadores, no consiguió absorber las vivencias de la Escuela napolitana. Porque el humanismo no consistía en desmenuzar las obras clásicas de los autores, para una mejor comprensión del lector, sino de darle a la sociedad unas nuevas formas de pensar y actuar poniendo como centro al ser humano en sus múltiples facetas de su desarrollo. Es decir, impulsar la educación estética de la sensibilidad humana. Sus compañeros humanistas en Nápoles ya habían renegado del enfoque metodológico de siglos anteriores y el Príncipe no logró desprenderse de sus ideas tomistas. El sobrino no interpretó el encargo de su tío Alfonso el Magnánimo de traducir a Aristóteles con mente amplia. Le faltó en sus comentarios el gusto estético y artístico con el fin de desarrollar la creatividad, el goce de los sentidos y la capacidad para discernir lo feo de lo hermoso. ¿Podríamos decir que fue un humanista chapado a la antigua? ¿Se puede considerar humanista a una persona que basó su ideología y sus escritos en la escolástica de Santo Tomás, en el teocentrismo, propio del medievo? ¿Fue un humanista de conveniencia, como medio para ser rey, o un anticipo del humanismo cristiano de Maritain? Muchos son los interrogantes que quedan sin aclarar. En conclusión, podríamos afirmar que las múltiples glosas utilizadas por el Príncipe de Viana en la traducción de Ética le sirvieron para cristianizar la filosofía pagana de los autores clásicos greco-romanos con un enfoque rígido. Le faltó plasmar la sensibilidad, el sentimiento afectivo, la belleza humana o el disfrute de los sentidos, propio de los humanistas. Su moralidad y su espíritu religioso le impidieron aceptar la búsqueda de la perfección humana, antropocentismo, sin los principios cristianos. Luis Landa es historiador y escritor. |
16 |
7 |
4 |
3 |
1 |
Otros príncipes ibéricos. |
Príncipe de Beira es el título tradicionalmente otorgado al heredero del heredero al trono de Portugal, aunque originalmente el título se le otorgaba a la hija mayor del monarca reinante de Portugal. El nombre del título tiene su origen en la comarca de Beira, en el centro de Portugal. El título, como princesa de Beira, fue creado en 1645 por el rey Juan IV, como denominación de la hija mayor del monarca, sea o no, presunta heredera de la corona. |
Continuación
No hay comentarios:
Publicar un comentario