—¿Por qué lees tanto? —(…) Mi mejor arma está en el cerebro. Mi hermano tiene su espada; el rey Robert tiene su maza, y yo tengo mi mente… Pero una mente necesita de los libros, igual que una espada de una piedra de amolar, para conservar el filo. —(…)—. Por eso leo tanto, Jon Snow.

TYRION LANNISTER.

domingo, 6 de enero de 2013

181.-Platón El primer Alcibiades o de la naturaleza humana I a


Luis Alberto Bustamante Robin; Jose Guillermo Gonzalez Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdes;  Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto  Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Alvaro Gonzalo  Andaur Medina; Carla Veronica Barrientos Melendez;  Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo  Price Toro;  Julio César  Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andres Oyarse Reyes; Franco Gonzalez Fortunatti; 

Aldo Ahumada Chu Han 

Sócrates – Alcibiades



Sócrates

Hijo de Clinias, estarás sorprendido de ver, que habiendo sido yo el primero a amarte, sea ahora el último en dejarte; que después de haberte abandonado mis rivales, permanezca yo fiel; y en fin, que teniéndote los demás como sitiado con sus amorosos obsequios, sólo yo haya estado sin hablarte por espacio de tantos años. No ha sido ningún miramiento humano el que me ha sugerido esta conducta, sino una consideración por entero divina, que te explicaré más adelante. Ahora que el Dios no me lo impide, me apresuro a comunicarme contigo, y espero que nuestra relación no te ha de ser desagradable para lo sucesivo. En todo el tiempo que ha durado mi silencio, no he cesado de mirar y juzgar la conducta que has observado con mis rivales; entre el gran número de hombres orgullosos que se han mostrado adictos a ti, no hay uno que no hayas rechazado con tus desdenes, y quiero explicarte la causa de este tu desprecio para con ellos. Tú crees no necesitar de nadie, tan generosa y liberal ha sido contigo la naturaleza, comenzando por el cuerpo y concluyendo con el alma. En primer lugar te crees el más hermoso y más bien formado de todos los hombres, y en este punto basta verte para decir que no te engañas. En segundo lugar, tú te crees pertenecer a [118] una de las más ilustres familias de Atenas, Atenas que es la ciudad de mayor consideración entre las demás ciudades griegas. Por tu padre cuentas con numerosos y poderosos amigos, que te apoyarán en cualquier lance, y no los tienes menos poderosos por tu madre{1}. Pero a tus ojos el principal apoyo es Pericles, hijo de Xantippo, que tu padre dio por tutor a tu hermano y a ti, y cuya autoridad es tan grande, que hace todo lo que quiere, no sólo en esta ciudad, sino en toda la Grecia y en las demás naciones extranjeras. Podría hablar también de tus riquezas, si no supiera que en este punto no eres orgulloso. Todas estas grandes ventajas te han inspirado tanta vanidad, que has despreciado a todos tus amantes, como hombres demasiado inferiores a ti, y así ha resultado que todos se han retirado; tú lo has llegado a conocer, y estoy muy seguro de que te sorprende verme persistir en mi pasión, y que quieres averiguar qué esperanza he podido conservar para seguirte sólo después que todos mis rivales te han abandonado.

Alcibiades

Lo que tú no sabes, Sócrates, es que me has llevado de ventaja un solo momento, porque tenía intención de preguntarte yo el primero qué es lo que justifica tu perseverancia. ¿Qué quieres y qué esperas, cuando te veo, importuno, aparecer siempre y con empeño en todos los parajes a donde yo voy? Porque, en fin, yo no puedo menos de sorprenderme de esta conducta tuya, y será para mí un placer el que me digas cuáles son tus miras.

Sócrates

Es decir, que me oirás con gusto, puesto que tienes deseo de saber cómo pienso; voy, pues, a hablarte como [119] a un hombre que tendrá la paciencia de escucharme, y que no tratará de librarse de mí.

Alcibiades

Sí, Sócrates, habla pues.

Sócrates

Mira bien a lo que te comprometes, para que no te sorprendas si encuentras en mí tanta dificultad en concluir como he tenido para comenzar.

Alcibiades

Habla, mi querido Sócrates, y por mí te doy todo el tiempo que necesites.

Sócrates

Es preciso obedecerte, y aunque es difícil hablar como amante a un hombre que no ha dado oídos a ninguno, tengo, sin embargo, valor para decirte mi pensamiento. Tengo para mí, Alcibiades, que si yo te hubiese visto contento con todas tus perfecciones y con ánimo de vivir sin otra ambición, ha largo tiempo que hubiera renunciado a mi pasión, o, por lo menos, me lisonjeo de ello. Pero ahora te voy a descubrir otros pensamientos bien diferentes sobre ti mismo, y por esto conocerás que mi terquedad en no perderte de vista no ha tenido otro objeto que estudiarte. Me parece que si algún Dios te dijese de repente: Alcibiades, ¿qué querrías más, morir en el acto, o, contento con las perfecciones que posees, renunciar para siempre a otras mayores ventajas? se me figura que querrías más morir. He aquí la esperanza que te hace amar la vida. Estás persuadido de que apenas hayas arengado a los atenienses, cosa que va a suceder bien pronto, los harás sentir que mereces ser honrado más que Pericles y más que ninguno de los ciudadanos que hayan ilustrado la república; que te harás dueño de la ciudad, que tu poder se extenderá a todas las ciudades griegas y hasta a las naciones bárbaras que habitan nuestro continente. Pero si ese mismo Dios te dijera: Alcibiades, serás [120] dueño de toda la Europa, pero no extenderás tu dominación sobre el Asia; creo que tú no querrías vivir para alcanzar una dominación tan miserable, ni para nada que no sea llenar el mundo entero con el ruido de tu nombre y de tu poder; y creo también que, excepto Ciro y Xerxes, no hay un hombre a quien quieras conceder la superioridad. Aquí tienes tus miras; yo lo sé y no por conjeturas; bien adviertes que digo verdad, y quizá por esto mismo no dejarás de preguntarme: Sócrates, ¿qué tiene que ver este preámbulo con tu obstinación en seguirme por todas partes, que es lo que te proponías explicarme? Voy a satisfacerte, querido hijo de Clinias y de Dinomaca. Es porque todos esos vastos planes no puedes llevarlos a buen término sin mí; tanto influjo tengo sobre todos tus negocios y sobre ti mismo. De aquí procede sin duda que el Dios que me gobierna no me ha permitido hablarte hasta ahora, y yo aguardaba su permiso. Y como tú tienes esperanza de que desde el momento en que hayas hecho ver a tus conciudadanos lo digno que eres de los más grandes honores, ellos te dejarán dueño de todo, yo espero en igual forma adquirir gran crédito para contigo desde el acto en que te haya convencido de que no hay ni tutor, ni pariente, ni hermano que pueda darte el poder a que aspiras, y que sólo yo, como más digno que ningún otro, puedo hacerlo, auxiliado de Dios. Mientras eras joven y no tenías esta gran ambición, Dios no me permitió hablarte, para no malgastar el tiempo. Hoy me lo permite, porque ya tienes capacidad para entenderme.

Alcibiades

Confieso, Sócrates, que te encuentro más admirable ahora, desde que has comenzado a hablarme, que antes cuando guardabas silencio, aunque siempre me lo has parecido; has adivinado perfectamente mis pensamientos, lo confieso; y aun cuando te dijera lo contrario, no conseguiría persuadirte. Pero, ¿cómo conseguirás probarme [121] que con tu socorro llegaré a conseguir las grandes cosas que medito, y que sin ti no puedo prometerme nada?

Sócrates

¿Exiges de mí que haga un gran discurso como los que estás tú acostumbrado a escuchar? Ya sabes, que no es esa la forma que yo uso. Pero estoy en posición, creo, de convencerte de que lo que llevo sentado es verdadero, con tal que quieras concederme una sola cosa.

Alcibiades

La concedo, con tal que no sea muy difícil.

Sócrates

¿Es cosa difícil responder a algunas preguntas?

Alcibiades

No.

Sócrates

Respóndeme, pues.

Alcibiades

No tienes más que preguntarme.

Sócrates

¿Supondré, al interrogarte, que meditas estos grandes planes que yo te atribuyo?

Alcibiades

Así me gusta; por lo menos tendré el placer de oír lo que tú tienes que decirme.

Sócrates

Respóndeme. Tú te preparas, como dije antes, para presentarte dentro de pocos días en la Asamblea de los atenienses, para comunicarles tus luces. Si en aquel acto te encontrase y te dijese: Alcibiades, ¿con motivo de qué deliberación te has levantado a dar tu dictamen a los atenienses? ¿Es sobre cosas que sabes tú mejor que ellos? ¿Qué me responderías?

Alcibiades

Te respondería sin dudar, que es sobre cosas que yo sé mejor que ellos. [122]

Sócrates

Porque tú no puedes dar buenos consejos, sino sobre cosas que tú sabes.

Alcibiades

¿Cómo es posible darlos sobre lo que no se sabe?

Sócrates

¿Y no es cierto, que tú no puedes saber las cosas, sino por haberlas aprendido de los demás, o por haberlas descubierto tú mismo?

Alcibiades

¿Cómo se pueden saber las cosas de otra manera?

Sócrates

Pero ¿es posible que las hayas aprendido de los demás o encontrado por ti mismo, cuando no has querido ni aprender nada, ni indagar nada?

Alcibiades

Eso no puede ser.

Sócrates

¿Te ha venido a la mente indagar o aprender lo que tú creías saber?

Alcibiades

No, sin duda.

Sócrates

Luego lo que tú sabes ahora, hubo un tiempo en que pensabas no saberlo.

Alcibiades

Eso es muy cierto.

Sócrates

Pero yo sé, poco más o menos, las cosas que has aprendido; si olvido alguna, recuérdamela. Tú has aprendido, si no me equivoco, a leer y escribir, tocar la lira y luchar, porque la flauta la has desdeñado{2}. He aquí todo lo que tú sabes, a no ser que hayas aprendido algo de que [123] no dé yo cuenta, a pesar de que día y noche he sido testigo de tu conducta.

Alcibiades

Es cierto; son las únicas cosas que he aprendido.

Sócrates

Cuando los atenienses deliberen sobre la escritura, ¿te levantarás para dar tus consejos acerca de cómo es necesario escribir?

Alcibiades

No, seguramente.

Sócrates

¿Te levantarás cuando deliberen sobre el modo de tocar la lira?

Alcibiades

¡Vaya una magnífica deliberación!

Sócrates

Pero los atenienses, ¿no tienen costumbre de deliberar sobre los diferentes ejercicios de la palestra?

Alcibiades

Convengo en ello.

Sócrates

¿Sobre qué esperas tú que deliberen para que pueda aconsejarles? ¿No será sobre la manera de construir una casa?

Alcibiades

No, ciertamente.

Sócrates

El más miserable albañil les aconsejaría mejor que tú.

Alcibiades

Tienes razón.

Sócrates

¿Tampoco será cuando deliberen sobre algún punto de adivinación?

Alcibiades

No. [124]

Sócrates

Un adivino sabe en esta materia más que tú.

Alcibiades

Seguramente.

Sócrates

Ya sea pequeño o grande, hermoso o feo, de alto o bajo nacimiento.

Alcibiades

Ciertamente.

Sócrates

Porque un buen consejo viene de la ciencia y no de las riquezas.

Alcibiades

Sin dificultad.

Sócrates

Y si los atenienses deliberasen sobre la salud de los ciudadanos, ¿no buscarían un médico para consultarle, sin averiguar si era rico o pobre?

Alcibiades

Eso es bien seguro.

Sócrates

¿Con qué motivo y con qué razones te levantarlas a dar a los atenienses buenos consejos?

Alcibiades

Cuando deliberan sobre sus negocios.

Sócrates

¡Qué! ¿cuando deliberan en lo relativo a la construcción de buques para saber la clase de los que deben construir?

Alcibiades

No es eso, Sócrates.

Sócrates

Porque tú no has aprendido a construir buques, y he aquí por qué sobre esta materia no hablarás. ¿No es así?

Alcibiades

Tú lo has dicho. [125]

Sócrates

¿Cuándo, pues, deliberan sobre sus negocios, dime?

Alcibiades

Cuando se trata de la paz, de la guerra o de cualquier otro negocio que atañe a la república.

Sócrates

Es decir, cuando deliberan con qué pueblos debe estarse en guerra o hacerse la paz, y cuándo y cómo?

Alcibiades

Eso mismo.

Sócrates

¿Si es preciso llevar la paz o la guerra a pueblos con que convenga adoptar uno u otro medio?

Alcibiades

Sí. =

Sócrates

¿Consultando la conveniencia como mejor partido?

Alcibiades

Seguramente.

Sócrates

¿Y por todo el tiempo que convenga?

Alcibiades

Nada más cierto.

Sócrates

Si los atenienses deliberasen con qué atletas es preciso luchar, y con quiénes agarrarse de manos, sin tocar a los cuerpos, y cómo y cuándo es preciso hacer estos diferentes ejercicios, ¿darías tú mejores consejos sobre todo esto que un maestro de palestra?

Alcibiades

El maestro de palestra los daría mejores sin dificultad.

Sócrates

Puedes decirme a qué atendería principalmente este maestro de palestra, para ordenar con quién, cuándo y [126] cómo deben hacerse estos ejercicios? ¿No atendería a que se ejecutaran lo mejor posible?

Alcibiades

Sin duda.

Sócrates

Ordenaría, como lo mejor, que se ejecutaran por todo el tiempo que se creyera conveniente?

Alcibiades

Por todo el tiempo.

Sócrates

¿Y en las ocasiones que mejor conviniera?

Alcibiades

Seguramente.

Sócrates

Y el que canta ¿no debe tan pronto acompañarse con la lira y tan pronto bailar, cantando y tocando?

Alcibiades

Así es preciso.

Sócrates

¿Y esto debe hacerlo, cuando sea lo mejor y más conveniente?

Alcibiades

Es cierto.

Sócrates

¿Y por todo el tiempo que mejor sea?

Alcibiades

Sí.

Sócrates

Puesto que hay un mejor en el canto y en el acompañamiento, como le hay en la lucha, ¿cómo llamas tú a este mejor? porque al de la lucha yo le llamo mejor gimnástico.

Alcibiades

No te entiendo.

Sócrates

Procura seguirme. Si fuera yo, respondería, que este [127] mejor es lo que siempre es bien; y lo que siempre es bien ¿no es lo que se hace conforme a las reglas del arte?

Alcibiades

Tienes razón.

Sócrates

¿El arte de la lucha no es la gimnástica?

Alcibiades

Así lo has dicho.

Sócrates

¿Pero no tengo razón?

Alcibiades

Me parece que sí.

Sócrates

Ánimo; a ti me dirijo, y procura responderme bien. ¿Cómo llamas el arte que enseña a cantar, tocar la lira y bailar bien? ¿No podrías decírmelo en una sola palabra?

Alcibiades

No en verdad, Sócrates.

Sócrates

Haz un ensayo; voy a ponerte en el camino. ¿Cómo llamas tú a las diosas que presiden a este arte?

Alcibiades

¿Quieres hablar de las musas?

Sócrates

Seguramente. Mira qué nombre ha tomado este arte de las musas.

Alcibiades

¡Ah! ¿hablas de la música?

Sócrates

Precisamente; y como te he dicho, que lo que se hace conforme a las reglas de la lucha y de la gimnasia se llama gimnástica, dime igualmente cómo llamas tú lo que se hace según las reglas de este arte.

Alcibiades

Yo lo llamo arte musical. [128]

Sócrates

Muy bien. Pero, dime, en el arte de hacer la guerra y en el de hacer la paz ¿cuál es lo mejor y cómo lo llamas? Así como en cada una de las otras dos artes dices que lo mejor en el uno es lo que es más gimnástico, y lo mejor en el otro lo que es más musical, trata de decirme ahora, en lo que te he preguntado, el nombre de lo mejor.

Alcibiades

No podré decírtelo.

Sócrates

Pero si alguno te oyese razonar y dar consejos sobre alimentos, y decir: este alimento es mejor que aquel, es preciso tomarlo en tal tiempo y en tal cantidad, y él te preguntase: Alcibiades, ¿qué es lo que llamas mejor? ¿no sería una vergüenza que no pudieses responderle que lo mejor es lo que es más sano, aunque no seas médico, y que en las cosas que haces profesión de saber y sobre las que te mezclas en dar consejos, como sabiéndolas mejor que los demás, no tuvieses nada que responder? ¿No te llena esto de confusión?

Alcibiades

Lo confieso.

Sócrates

Aplícate pues y haz un esfuerzo para decirme cuál es el objeto de este mejor que buscamos en el arte de hacer la paz o la guerra, y con quién se debe estar en guerra o en paz.

Alcibiades

Yo no podré encontrarlo por más que me empeñe.

Sócrates

¡Qué! ¿No sabes, que cuando hacemos la guerra nos quejamos de cualquier cosa que nos han hecho aquellos contra los que tomamos las armas, e ignoras qué nombre damos a aquello de que nos quejamos? [129]

Alcibiades

Sé que decimos que se nos ha engañado o insultado o despojado.

Sócrates

Ánimo y sigamos. Cuando tales cosas nos suceden, ¿puedes explicarme la diferente manera en que pueden ocurrir?

Alcibiades

¿Quieres decir, Sócrates, que pueden ellas ocurrir justa o injustamente?

Sócrates

Eso mismo.

Alcibiades

Y esto constituye una diferencia infinita.

Sócrates

¿A qué pueblos declararán la guerra los atenienses por tus consejos? ¿Será a los que siguen la justicia o a los que la violan?

Alcibiades

¡Terrible pregunta, Sócrates! Porque aun cuando hubiese alguno que creyese que es preciso hacer la guerra a los que respetan la justicia, se atrevería a sostenerlo?

Sócrates

Es cierto; eso no es conforme a las leyes.

Alcibiades

No, sin duda; eso no es ni justo, ni decente.

Sócrates

¿Tendrás por consiguiente en cuenta la justicia en todos tus consejos?

Alcibiades

Es indispensable.

Sócrates

Pero ese mejor, que yo te reclamaba antes, con motivo de la paz y de la guerra, para saber con quién, cómo y cuándo es preciso hacer la guerra y la paz ¿no es siempre lo más justo? [130]

Alcibiades

Así me parece.

Sócrates

Pero, mi querido Alcibiades, es preciso que suceda una de dos cosas: o que sin saberlo, ignores tú lo que es justo, o que, sin saberlo yo, hayas ido a casa de algún maestro que te enseñara a distinguir lo que es más justo y lo que es más injusto. ¿Quién es ese maestro? Dímelo, te lo suplico, para que me pongas en sus manos y me recomiendes a él.

Alcibiades

Esa es una de tus ironías, Sócrates.

Sócrates

No, te lo juro por el Dios que preside a nuestra amistad, y que es un Dios a quien no querría ofender con un perjurio. Te lo suplico muy seriamente; si tienes un maestro, dime quién es.

Alcibiades

¡Ah! y aunque yo no tenga maestro, ¿crees tú que no pueda saber por otra parte lo que es justo y lo que es injusto?

Sócrates

Lo sabrás, si lo has descubierto tú mismo.

Alcibiades

¿Y crees tú que no lo he descubierto?

Sócrates

Si has hecho indagaciones, lo habrás descubierto.

Alcibiades

¿Piensas que no he hecho yo indagaciones?

Sócrates

Pero si has hecho indagaciones, habrás creído ignorarlo.

Alcibiades

¿Te imaginas que no ha habido un tiempo en que yo lo ignoraba?

Sócrates

Muy bien. Pero podrías señalarme precisamente ese [131] tiempo, en que has creído que ignorabas lo que es justo e injusto. Veamos; ¿fue el año pasado cuando empezaste a hacer tus indagaciones porque lo ignorabas? ¿O creías saberlo? Di la verdad para que no hablemos en vano.

Alcibiades

El año pasado creía saberlo.

Sócrates

¿Hace tres, cuatro, cinco, no lo creías lo mismo?

Alcibiades

Lo mismo.

Sócrates

Antes de este tiempo tú eras un niño; ¿no es así?

Alcibiades

Sí.

Sócrates

¿Y en ese mismo tiempo de tu infancia, estoy seguro de que creías saberlo?

Alcibiades

¿Cómo dices que estás seguro?

Sócrates

Porque durante tu infancia, en casa de tus maestros y en todas partes; en medio de tus juegos de dados o cualquier otro, te he visto muchas veces no dudar sobre la decisión de lo justo y de lo injusto, y decir con tono firme y seguro a cualquiera de tus camaradas, que era un pícaro, que era injusto, que te hacia una injusticia; ¿no es cierto esto?

Alcibiades

¿Qué debía hacer, a juicio tuyo, cuando se me hacía alguna injusticia?

Sócrates

¿Quieres decir, lo que debías hacer, ignorando o sabiendo que lo que te se hacía era una injusticia?

Alcibiades

Pero yo no lo ignoraba; antes bien, reconocía perfectamente que se me hacía una injusticia. [132]

Sócrates

Ya ves por esto que, cuando no eras más que un niño, creías conocer ya lo justo y lo injusto.

Alcibiades

Creía conocerlo y lo conocía.

Sócrates

¿En qué época fue el descubrimiento? porque no fue cuando ya creías saberlo.

Alcibiades

No, sin duda.

Sócrates

¿En qué tiempo creías tú ignorarlo? Míralo, hecha cuentas; tengo mucho miedo que no des con ese tiempo.

Alcibiades

En verdad, Sócrates, no puedo decírtelo.

Sócrates

¿Por consiguiente, tú no has encontrado por ti mismo esta ciencia de lo justo y de lo injusto?

Alcibiades

Así parece.

Sócrates

Pero confesaste antes que no la has aprendido de los demás; y si no la has encontrado por ti mismo ni la has aprendido de los demás, ¿cómo la sabes? ¿De dónde te ha venido?

Alcibiades

Pero quizá me engañé, cuando te dije que no la había aprendido por mí mismo.

Sócrates

Pues entonces, ¿cómo la has aprendido por ti mismo?

Alcibiades

Creo, que la he aprendido como los demás.

Sócrates

¿Otra vez volvemos a empezar? ¿de quién la has aprendido? habla. [133]

Alcibiades

Del pueblo.

Sócrates

Mal maestro me citas.

Alcibiades

¡Qué! ¿el pueblo no es capaz de enseñarla?

Sócrates

¡Bien libre está! si no es capaz de enseñar a juzgar bien sobre las jugadas de un tablero{3}, ¿cómo ha de enseñar lo que es justo o injusto, que es mucho más difícil? ¿no lo crees tú como yo?

Alcibiades

Si, sin duda.

Sócrates

¿Y si no es capaz de enseñarte cosas de tan poca consecuencia, cómo te ha de enseñar las que son más importantes?

Alcibiades

Soy de tu dictamen; sin embargo, el pueblo es capaz de enseñar muchas cosas muy superiores a este juego.

Sócrates

¿Cuáles?

Alcibiades

Nuestra lengua, por ejemplo, yo no la he aprendido de nadie sino del pueblo, sin que pueda nombrar ni un solo maestro; y esta enseñanza se la debo a él, a pesar de tenerle tú por un mal maestro.

Sócrates

¡Ah! es cierto, querido mío, que el pueblo, en materia de lengua, es muy excelente maestro y tienes razón en referirte a él. [134]

Alcibiades

¿Por qué?

Sócrates

Porque en materia de lengua el pueblo tiene todo lo que deben tener los mejores maestros.

Alcibiades

¿Qué es lo que tiene?

Sócrates

¿Los que quieren enseñar una cosa no deben saberla bien antes?

Alcibiades

¿Quién lo duda?

Sócrates

¿Los que saben bien una cosa no deben estar de acuerdo entre sí sobre lo que saben, sin disputar jamás?

Alcibiades

Sí.

Sócrates

¿Y si disputasen, creerías que estaban bien instruidos?

Alcibiades

De ninguna manera.

Sócrates

¿Cómo, pues, serían capaces de enseñarlo?

Alcibiades

De ningún modo.

Sócrates

¡Qué! ¿todo el pueblo no conviene sobre la significación de estas palabras: una piedra, un bastón? Interroga a todos los griegos; ellos te responderán la misma cosa, y cuando les pidan una piedra o un bastón, todos se dirigirán a estos objetos, y así de todo lo demás. ¿Porque creo que esto es lo que tu quieres decir por saber la lengua?

Alcibiades

Sí. [135]

Sócrates

¿Y todos los griegos no convienen en esto, ciudadanos con ciudadanos, ciudades con ciudades?

Alcibiades

Seguramente.

Sócrates

¿Por consiguiente, para la lengua el pueblo sería muy buen maestro?

Alcibiades

Sin duda.

Sócrates

¿Y así si quisiéramos que un hombre se hiciera muy entendido en la lengua, le pondríamos justamente en manos del pueblo?

Alcibiades

Justamente.

Sócrates

Pero si en lugar de querer saber lo que significan las palabras hombre o caballo, quisiéramos saber si un caballo es bueno o malo, ¿el pueblo sería capaz de enseñárnoslo?

Alcibiades

No, seguramente.

Sócrates

Porque una prueba bien segura de que no lo sabe y de que no puede enseñarlo es que no está de acuerdo sobre este punto consigo mismo.

Alcibiades

Sin duda.

Sócrates

Y si quisiéramos saber, no lo que quiere decir la palabra hombre, sino lo que es un hombre sano o enfermo, ¿el pueblo estaría en estado de decírnoslo?

Alcibiades

Menos aún. [136]

Sócrates

En todo lo que le veas en desacuerdo consigo mismo, ¿no le juzgarás muy mal maestro?

Alcibiades

Sin dificultad.

Sócrates

¿Y crees tú que sobre lo justo y lo injusto y sobre sus propios negocios el pueblo esté más de acuerdo consigo mismo que en los demás?

Alcibiades

No, ¡por Júpiter!

Sócrates

Sócrates

¿No crees tú que precisamente en esto es en lo que menos de acuerdo está el pueblo?

Alcibiades

Estoy persuadido de eso.

Sócrates

Has oído ni leído jamás, que por sostener que una cosa está sana o enferma, hayan tomado los hombres las armas y se hayan degollado los unos a los otros?

Alcibiades

¡Qué locura!

Sócrates

Pero confiesa que si no lo has visto, por lo menos has leído que eso ha sucedido por sostener que una cosa es justa o injusta; por ejemplo, en la Odisea y en la Iliada de Homero.

Alcibiades

Sí, seguramente.

Sócrates

El fundamento de estos poemas ¿no es la diversidad de opiniones sobre la justicia y la injusticia?

Alcibiades

Sí, Sócrates. [137]

Sócrates

¿No es esta diversidad la que causó tantos combates y tantas muertes entre los griegos y troyanos, la que ha hecho pasar por tantos peligros a Ulisses, y la que perdió a los amantes de Penélope?

Alcibiades

Dices verdad.

Sócrates

¿No es esta misma diversidad sobre lo justo y lo injusto la única causa que ha hecho perecer a tantos atenienses, lacedemonios y beocios en la tomada de Tanagre{4}, y después de ésta en la batalla de Coronea{5}, donde recibió la muerte tu padre?

Alcibiades

¿Podrá nadie negarlo?

Sócrates

¿Nos atreveremos a decir que el pueblo sabe bien una cosa sobre la que disputa con tanta animosidad, dejándose llevar de los más funestos arranques?

Alcibiades

No, sin duda.

Sócrates

¡Ah! ¡mira los maestros que nos citas; en el acto mismo reconoces su ignorancia!

Alcibiades

Lo confieso.

Sócrates

¿Qué trazas hay de que tú sepas lo que es justo o injusto, cuando se te ve tan indeciso y tan fluctuante, y [138] cuando ni lo has aprendido de los demás, ni lo has descubierto por ti mismo?

Alcibiades

Ninguna traza hay, según tú dices.

Sócrates

¿Cómo, según tú dices? hablas muy mal, Alcibiades.

Alcibiades

¿Cómo?

Sócrates

¿Sostienes que soy yo el que dice eso?

Alcibiades

¡Y qué! ¿no eres tú el que dices que yo no sé nada de todo lo relativo a la justicia e injusticia?

Sócrates

No, no soy yo seguramente.

Alcibiades

¿Quién es entonces? ¿soy yo?

Sócrates

Sí, tú mismo.

Alcibiades

¿Cómo?

Sócrates

He aquí cómo. Si yo te preguntase entre el uno y el dos, cuál es el mayor número, ¿no me responderías que el dos?

Alcibiades

Sí.

Sócrates

Y sí yo te preguntase, ¿en qué es más grande?

Alcibiades

En uno.

Sócrates

¿Quién de nosotros dice que dos es más que uno?

Alcibiades

Yo. [139]

Sócrates

¿No soy yo el que pregunta y tú el que respondes?

Alcibiades

Sí.

Sócrates

Y en este momento sobre lo justo y lo injusto, ¿no soy yo el que pregunta y tú el que respondes?

Alcibiades

Es cierto.

Sócrates

Y si te preguntase cuáles son las letras que componen el nombre de Sócrates y las dijeses una por una, ¿quién de los dos las diría?

Alcibiades

Yo.

Sócrates

¡Y bien!... en una palabra, en una conversación de preguntas y respuestas, ¿quién afirma una cosa? ¿el que pregunta o el que responde?

Alcibiades

Me parece, Sócrates, que el que responde.

Sócrates

¿Y hasta ahora no soy yo el que ha preguntado?

Alcibiades

Sí.

Sócrates

¿Y no eres tú el que me ha respondido?

Alcibiades

Seguramente.

Sócrates

¿Quién de los dos ha sido, tú o yo, el que ha afirmado todo lo que hemos dicho?

Alcibiades

Tengo que convenir en que yo. [140]

Sócrates

¿No se ha dicho que el precioso Alcibiades, hijo de Clinias, no sabiendo qué es lo justo y lo injusto, creyendo sin embargo saberlo, se presenta en la Asamblea de los atenienses para darles consejos sobre cosas que él mismo ignora? ¿no es esto?

Alcibiades

Eso mismo es.

Sócrates

Se te puede aplicar, Alcibiades, este dicho de Eurípides: tú eres él que la ha nombrado{6}, porque no soy yo el que lo he dicho, sino tú; y no tienes motivo para achacármelo.

Alcibiades

Me parece que tienes razón,

Sócrates

Créeme, Alcibiades; es una empresa insensata querer ir a enseñar a los atenienses lo que tú no sabes, lo que no has querido saber.

Alcibiades

Me imagino, Sócrates, que los atenienses y todos los demás griegos raras veces examinan en sus asambleas lo que es más justo o más injusto, porque están persuadidos de que es un punto demasiado claro. Así es que, sin detenerse en esta indagación, marchan derechos a lo que es más útil; y lo útil y lo justo son muy diferentes, puesto que siempre hubo gentes que se han encontrado muy bien cometiendo grandes injusticias, y otros que por haber sido justos han librado muy mal.

Sócrates

¡Qué! Si lo útil y lo justo son muy diferentes, según dices, ¿piensas conocer lo que es útil a los hombres y por qué les es útil? [141]

Alcibiades

¿Quién lo impide, Sócrates, a no ser que exijas de mí que diga de quién lo he aprendido, o si lo he descubierto por mí mismo?

Sócrates

¿Qué es lo que haces, Alcibiades? Supuesto que hablas así, puede ser, y de hecho lo es, fácil refutarte con las mismas razones que ya he expuesto; tú quieres nuevas pruebas y nuevas demostraciones, y tratas las primeras como trajes viejos que salen a la escena y que tú no quieres vestir, porque deseas cosa nueva. Yo, sin seguirte en tus extravíos, te preguntaré, como ya lo hice, dónde has aprendido lo que es útil y quién ha sido tu maestro; en una palabra, te pregunto de una vez todo lo que te pregunté antes. Es bien seguro que me darás la misma respuesta, y que no podrás probarme, ni que has aprendido de otros lo que es útil, ni que lo has encontrado por ti mismo. Pero como eres muy delicado, y no gustas oír dos veces la misma cosa, quiero abandonar esta cuestión: si sabes o no sabes lo que es útil a los atenienses. Pero si lo justo y lo útil son una misma cosa, o si son muy diferentes, como tú dices, ¿por qué no me lo has probado? Pruébamelo, sea interrogándome, como yo te he interrogado, sea en forma de discurso, haciendo patente la cosa.

Alcibiades

Pero no sé, Sócrates, si seré capaz de hablar delante de ti.

Sócrates

Mi querido Alcibiades; supón que soy yo la Asamblea, que soy yo el pueblo; cuando concurres allí, ¿no es preciso que persuadas a cada particular?

Alcibiades

Así es.

Sócrates

Y cuando se sabe bien una cosa, ¿no es igual [142] demostrarla a uno por uno, o a muchos a la vez, como un maestro de lira enseña a uno o a muchos discípulos?

Alcibiades

Eso es cierto.

Sócrates

Y el mismo maestro, ¿no es capaz de enseñar la aritmética a uno o a muchos?

Alcibiades

Sí.

Sócrates

Y este hombre ¿no debe saber aritmética?

Alcibiades

Ciertamente.

Sócrates

Por consiguiente, lo que puedas enseñar a muchos lo puedes enseñar a uno solo.

Alcibiades

Sin duda.

Sócrates

¿Pero qué es lo que puedes enseñar? ¿No es lo que sabes?

Alcibiades

Seguramente.

Sócrates

¿Qué otra diferencia hay entre un orador, que habla a todo un pueblo, y un hombre que habla con su amigo en conversación particular, sino que el primero tiene que convencer a muchos, y el segundo a uno solo?

Alcibiades

Así parece.

Sócrates

Veamos. Puesto que el que es capaz de probar a muchos lo que sabe, es con más razón capaz de probarlo a uno sólo, despliega para conmigo toda tu elocuencia, y trata de demostrarme, que lo que es justo no siempre es útil. [143]

Alcibiades

Eres bien exigente, Sócrates.

Sócrates

Tan exigente, que voy a probarte en el acto lo contrario de lo que tú rehúsas probar.

Alcibiades

Vamos, habla.

Sócrates

Sólo quiero que me respondas.

Alcibiades

¡Ah! Nada de preguntas, te lo suplico; habla tú sólo.

Sócrates

¡Qué! ¿Es que no quieres que se te convenza?

Alcibiades

Yo no pido tanto.

Sócrates

Cuando tú mismo me concedas que lo que yo siento es verdadero, ¿no te darás por convencido?

Alcibiades

Así me parece.

Sócrates

Respóndeme, pues, y si no aprendes por ti mismo que lo justo es siempre útil, no lo creas jamás bajo la fe de ningún otro.

Alcibiades

En buen hora; estoy dispuesto a responderte, porque pienso que en ello ningún mal me resultará.

Sócrates

Eres profeta, Alcibiades; pero dime, ¿crees tú que haya cosas justas que sean útiles, y otras que no lo sean?

Alcibiades

Seguramente lo creo.

Sócrates

¿Crees igualmente, que las unas sean honestas y las otras todo lo contrario? [144]

Alcibiades

Sea como tú dices, si gustas.

Sócrates

Pregunto: ¿un hombre que hace una acción inhonesta, hace una acción justa?

Alcibiades

Estoy muy lejos de creerlo.

Sócrates

¿Crees que todo lo que es justo es honesto?

Alcibiades

Estoy persuadido de ello.

Sócrates

¿Pero todo lo que es honesto es bueno? ¿o crees que hay cosas honestas que son malas?

Alcibiades

Yo creo, Sócrates, que hay ciertas cosas honestas que son malas.

Sócrates

¿Y, por consiguiente, que las hay inhonestas que son buenas?

Alcibiades

Sí.

Sócrates

Observa si te he entendido bien. En los combates ha sucedido muchas veces que un hombre, queriendo socorrer a su amigo o pariente, ha recibido muchas heridas o ha sido muerto, y que otro, abandonando a su pariente o amigo, ha salvado la vida. ¿No es esto lo que tú quieres decir?

Alcibiades

Eso mismo.

Sócrates

El socorro que un hombre da a su amigo es una cosa honesta en cuanto se trata de salvar al que está obligado a socorrer; ¿y no es esto lo que se llama valor? [145]

Alcibiades

Sí.

Sócrates

¿Y este mismo socorro es una cosa mala, en cuanto el que lo ejecuta se expone a ser herido y a morir?

Alcibiades

Sí, sin duda.

Sócrates

¿Pero el valor no es una cosa y la muerte otra?

Alcibiades

Seguramente.

Sócrates

¿Entonces este socorro que se da a su amigo no es al mismo tiempo y por el mismo concepto una cosa honesta y una cosa mala?

Alcibiades

Así me lo parece.

Sócrates

Pero mira, si lo que hace esta acción honesta no es igualmente lo que la hace buena; porque tú has reconocido que, con respecto al valor, esta acción es bella. Examinemos, pues, ahora si el valor es un bien o un mal, y he aquí el medio de hacer bien este examen. ¿Te deseas a ti mismo bienes o males?

Alcibiades

Bienes sin duda.

Sócrates

¿Sobre todo, los mayores bienes de que no querrías verte privado?

Alcibiades

Sí, los mayores.

Sócrates

¿Qué piensas tú del valor? ¿A qué precio consentirías verte privado de él? [146]

Alcibiades

A precio de la vida, si era cosa de vivir con nota de cobarde.

Sócrates

¿La cobardía se parece al más grande de todos los males?

Alcibiades

Sí.

Sócrates

¿Igual a la muerte misma?

Alcibiades

Sí, a la muerte.

Sócrates

¿La vida y el valor no son los contrarios de la muerte y de la cobardía?

Alcibiades

Quién lo duda.

Sócrates

¿Desechas los unos y deseas los otros?

Alcibiades

Sí, ciertamente.

Sócrates

¿No es porque encuentras los unos muy buenos y los otros muy malos?

Alcibiades

Sin dificultad.

Sócrates

¿Has reconocido tú mismo, que socorrer al amigo en los combates es una cosa honesta, considerándola con relación al bien, que es el valor?

Alcibiades

Lo he reconocido.

Sócrates

Y que es una cosa mala con relación al mal, es decir, a la muerte? [147]

Alcibiades

Lo confieso.

Sócrates

Se sigue de aquí, que se debe llamar cada acción según lo que ella produce; si la llamas buena cuando se convierte en bien, es preciso también llamarla mala cuando se convierte en mal.

Alcibiades

Así me parece.

Sócrates

Una bella acción ¿no es honesta en cuanto es buena, e inhonesta en cuanto es mala?

Alcibiades

Sin contradicción.

Sócrates

Desde el momento en que dices, que socorrer a un amigo en los combates es una acción honesta y al mismo tiempo una acción mala, es como si dijeras que es mala y que es buena.

Alcibiades

Me parece que dices verdad.

Sócrates

No hay nada honesto que sea malo, en tanto que honesto, ni nada de inhonesto que sea bueno, en tanto que inhonesto.

Alcibiades

Así me parece.

Sócrates

Busquemos otra prueba de esta verdad. ¿Todos los que hacen bellas acciones no obran bien?

Alcibiades

Muy bien.

Sócrates

Y obrar bien ¿no es ser dichoso? [148]

Alcibiades

Sí.

Sócrates

¿No es dichoso por la posesión del bien?

Alcibiades

Ciertamente.

Sócrates

¿Y este bien no se adquiere por obrar bien?

Alcibiades

¿Quién lo duda?

Sócrates

Luego son dichosos los que obran bien?

Alcibiades

Sí, seguramente.

Sócrates

Luego hay razón para decir, que obrar bien y ser dichoso es todo uno?

Alcibiades

Sí.

Sócrates

Las bellas acciones ¿son siempre buenas?

Alcibiades

¿Quién puede negarlo?

Sócrates

Lo que es honesto y lo que es bueno ¿nos parecen la misma cosa?

Alcibiades

Es indudable.

Sócrates

Por consiguiente ¿todo lo que encontremos honesto debemos encontrarlo bueno?

Alcibiades

Es de una necesidad absoluta.

Sócrates

Y ahora, lo que es bueno, ¿es útil o no lo es? [149]

Alcibiades

Muy útil.

Sócrates

Te acuerdas de lo que hemos dicho, hablando de la justicia, y en lo que estamos de acuerdo?

Alcibiades

Estamos de acuerdo, me parece, en que las acciones justas son necesariamente honestas.

Sócrates

Y lo que es honesto ¿es bueno?

Alcibiades

Sí.

Sócrates

Por consiguiente, Alcibiades, todo lo que es justo es útil.

Alcibiades

Así parece.

Sócrates

Ten bien presente, que eres tú mismo el que asegura todas estas verdades, porque yo no hago más que interrogar.

Alcibiades

En eso estoy.

Sócrates

Si alguno, creyendo conocer bien la naturaleza de la justicia, entrase en la Asamblea de los atenienses o de los peparetienses{7}, y les dijese, que sabía que las acciones justas son algunas veces malas, ¿no te burlarías de él, tú que acabas de reconocer que la justicia y la utilidad son la misma cosa?

Alcibiades

Te juro, Sócrates, por todos los dioses, que yo no sé lo que digo, y francamente, temo que he perdido la razón, porque estas cosas me parecen tan pronto de una manera, tan pronto de otra, según tú me preguntas. [150]

Sócrates

¿Ignoras, querido mío, la causa de este desorden?

Alcibiades

La ignoro completamente.

Sócrates

Y si alguno te preguntase, si tienes dos o tres ojos, dos o cuatro manos, responderías tú tan pronto de una manera, tan pronto de otra? ¿No responderías siempre de una misma manera?

Alcibiades

Comienzo a desconfiar mucho de mí mismo; creo, sin embargo, que respondería siempre de igual modo.

Sócrates

¿Y por qué? Porqué sabes bien que no tienes más que dos ojos y dos manos; ¿no es así?

Alcibiades

Lo creo.

Sócrates

Puesto que respondes tan diferentemente, a pesar tuyo, sobre la misma cosa, es una prueba infalible de que tú la ignoras.

Alcibiades

Así parece.

Sócrates

Si convienes en que fluctúas en tus respuestas sobre lo justo y lo injusto, sobre lo honesto y lo inhonesto, sobre lo bueno y lo malo, sobre lo útil y su contrario, ¿no es evidente que esta incertidumbre procede de tu ignorancia?

Alcibiades

Eso me parece evidente.

Sócrates

Es máxima segura, que el espíritu siempre está fluctuante e incierto sobre lo que ignora.

Alcibiades

No puede ser de otra manera. [151]

Sócrates

Pero, dime, ¿sabes cómo podrías subir al cielo?

Alcibiades

No, ¡por Júpiter! te lo juro.

Sócrates

¡Y tu espíritu está fluctuante sobre esto?

Alcibiades

Nada de eso.

Sócrates

¿Sabes la razón, o quieres que te la diga?

Alcibiades

Dila.

Sócrates

Es, querido mío, que no sabiendo el medio de subir al cielo, no crees saberlo.

Alcibiades

¿Qué dices?

Sócrates

Examinemos este punto. Cuando ignoras una cosa y sabes que la ignoras, ¿estás incierto y fluctuante sobre esta misma cosa? Por ejemplo, no sabes que ignoras el arte de preparar las viandas?

Alcibiades

Sí.

Sócrates

Te complaces en razonar sobre la manera de prepararlas, y hablas de ellas tan pronto de una manera, tan pronto de otra? ¿no dejas obrar al cocinero, que es a quien corresponde?

Alcibiades

Dices verdad.

Sócrates

Y si estuvieses a bordo de un buque, te mezclarlas en dar tu dictamen sobre el movimiento del timón, si había de ser a la izquierda o a la derecha? ignorando el arte de [152] navegar, ¿dirías tan pronto una cosa, tan pronto otra, o dejarías más bien gobernar al piloto?

Alcibiades

Sin duda le dejaría gobernar.

Sócrates

Luego tú jamás estás fluctuante e indeciso sobre cosas que no sabes, con tal que sepas que no las sabes.

Alcibiades

Así me parece.

Sócrates

¿Comprendes bien que todas las faltas que se cometen, no proceden sino de esta especie de ignorancia, que hace que se crea saber lo que no se sabe?

Alcibiades

¿Qué dices?

Sócrates

Digo, que lo que nos arrastra a emprender una cosa es la creencia en que estamos de que sabemos llevarla a cabo.

Alcibiades

Ya entiendo.

Sócrates

Porque cuando estamos persuadidos de que no lo sabemos, se deja el negocio a otros.

Alcibiades

Eso sucede constantemente.

Sócrates

Así es, que los que están en esta última clase de ignorancia, jamás faltan; porque dejan a los demás el cuidado de las cosas que ellos no saben.

Alcibiades

Estoy conforme.

Sócrates

¿Quiénes son, pues, los que cometen faltas? ¿No son los que saben las cosas? [153]

Alcibiades

No, seguramente.

Sócrates

Puesto que no son ni los que saben las cosas, ni los que las ignoran, sabiendo que las ignoran, se sigue de aquí necesariamente, que son aquellos, que no sabiéndolas, creen sin embargo saberlas; ¿hay otros?

Alcibiades

No, no hay más que estos.

Sócrates

He aquí la más vergonzosa ignorancia; he aquí la que es causa de todos los males.

Alcibiades

Eso es cierto.

Sócrates

Y cuando esta ignorancia recae sobre cosas de grandísima trascendencia, ¿no es entonces vergonzosa y terrible en sus efectos?

Alcibiades

¿Puede negarse eso?

Sócrates

¿Puedes citarme cosa alguna que sea de mayor trascendencia que lo justo, lo honesto, lo bueno, lo útil?

Alcibiades

No, ciertamente.

Sócrates

Y no es sobre estas mismas cosas, sobre las que tú mismo dices que estás fluctuante e indeciso?

Alcibiades

Sí.

Sócrates

Y esta incertidumbre no es una prueba, como ya lo hemos dicho, de que no sólo ignoras las cosas más importantes, sino que, ignorándolas, crees saberlas? [154]

Alcibiades

Me temo que sea así.

Sócrates

¡Oh Dios! en qué estado tan miserable te hallas; no me atrevo a darle nombre. Sin embargo, puesto que estamos solos, es preciso decirlo. Mi querido Alcibiades, estás sumido en la peor ignorancia, como lo acreditan tus palabras, y como lo atestiguas contra ti mismo. He aquí, por qué te has arrojado, como cuerpo muerto, en la política, antes de recibir instrucción. Y tú no eres el único a quien sucede esta desgracia, porque es común a la mayor parte de los que se mezclan en los negocios de la república; un pequeño número exceptúo, y quizá sólo a Pericles, tu tutor.

Alcibiades

También se dice, Sócrates, que no se ha hecho tan hábil por sí mismo, sino que ha vivido en estrecha relación con muchos hombres hábiles, como Pitoclides, Anaxágoras, y aún hoy día, en la edad en que ya está, pasa días enteros con Damon, para instruirse constantemente.

Sócrates

¿Has conocido a alguno que, sabiendo perfectamente una cosa, no pueda enseñarla a otro? Tu maestro de lira te ha enseñado lo que sabía y lo ha enseñado a todos los que ha querido.

Alcibiades

Sí.

Sócrates

¿Y tú, que lo has aprendido de él, no podías enseñarlo a otro?

Alcibiades

Sí.

Sócrates

¿No sucede lo mismo con un maestro de música y un maestro de gimnasia? [155]

Alcibiades

Ciertamente.

Sócrates

Porque la mejor prueba de que se sabe bien una cosa, es el estar en posición de enseñarla a otros.

Alcibiades

Así es verdad.

Sócrates

¿Pero puedes nombrarme alguno a quien Pericles haya hecho hábil? Comencemos por sus propios hijos.

Alcibiades

¡Pero, Sócrates, si los hijos de Pericles son estólidos!

Sócrates

¿Y Clinias tu hermano?

Alcibiades

Eso es hablarme de un loco.

Sócrates

Si Clinias es loco, y los hijos de Pericles mentecatos, de dónde nace que Pericles se ha desentendido de material tan precioso como el tuyo?

Alcibiades

Tengo yo la culpa, por no haberme aplicado a nada de lo que él me ha dicho.

Sócrates

Pero entre todos los atenienses y entre los extranjeros, libres o esclavos, puedes nombrarme alguno a quien el trato con Pericles haya hecho más hábil, como puedo yo nombrarte un Pitodoras, hijo de Isoloco, y un Callias, hijo de Calliades, que se han hecho muy hábiles, a costa de cien minas, en la escuela de Zenon?{8} [156]

Alcibiades

No puedo nombrarte ni uno solo.

Sócrates

Enhorabuena; ¿pero qué pretendes hacer de ti, Alcibiades? quieres seguir como te encuentras, o en fin, quieres mirar por ti?

Alcibiades

Tratemos este asunto entre los dos, Sócrates. Comprendo todo lo que dices, y estoy conforme con ello; sí, todos los que se mezclan en los negocios de la república no son más que ignorantes, si se exceptúa un corto número.

Sócrates

¿Y después?

Alcibiades

Si fueren personas instruidas, sería preciso que el que pretende igualarse con ellos o sobrepujarlos, trabajase y se ejercitase, y que después entrase en lid con atletas de reputación; pero, puesto que no dejan de mezclarse en el gobierno sin saber nada, ¿qué necesidad hay de tomarse el trabajo de prepararse y ejercitarse? Yo estoy bien seguro de que con el solo socorro de la naturaleza sobrepujaré a todos.

Sócrates

¡Ah! mi querido Alcibiades, ¿qué es lo que acabas de decirme? ¡tu manifestación es indigna del noble continente y demás ventajas que posees!

Alcibiades

¿Cómo? Sócrates, explícate.

Sócrates

¡Ah! estoy inconsolable por ti y por mí, si...

Alcibiades

¿Qué significa ese si...

Sócrates

Si crees no tener que combatir y superar más que a gentes de esa calaña. [157]

Alcibiades

¿A quién quieres entonces que trate de superar?

Sócrates

Aún eso me sorprende más; ¿es esa la pregunta que debe hacer un hombre que cree tener un corazón grande?

Alcibiades

¿Qué quiere decir eso? ¿No son estos los únicos que puedo temer?

Sócrates

Si tuvieses que conducir un buque de guerra que debiese pronto combatir, ¿te bastaría ser más hábil para la maniobra que todos los que compusiesen la tripulación? ¿No te propondrías más bien superar a los mejores pilotos de los enemigos, en lugar de medirte, como haces ahora, con los tuyos, por cima de los cuales debes sobresalir tanto, que no sólo crean que no pueden disputarte el puesto, sino que reconociéndose inferiores no piensen más que en combatir con los enemigos bajo tus órdenes? He aquí los sentimientos que deben animarte, si tienes intenciones de hacer alguna cosa grande, digna de ti y de la patria.

Alcibiades

¡Ah! ese es mi ídolo.

Sócrates

¡Vaya una ambición digna de Alcibiades, limitarse a ser el más bravo de nuestros soldados! ¿No deberás tener más bien en cuenta los generales enemigos para superarlos, y por este medio ejercitarte y compararte sin cesar a ellos?

Alcibiades

¿Quiénes son esos grandes generales, Sócrates?

Sócrates

¿No sabes que nuestra república está casi siempre en guerra con los lacedemonios o con el gran rey? [158]

Alcibiades

Lo sé.

Sócrates

Si piensas ponerte a la cabeza de los atenienses, es preciso que te prepares para combatir los reyes de Lacedemonia y el rey de Persia.


puerta al infierno


Continuación

No hay comentarios:

Publicar un comentario