Luis Alberto Bustamante Robin; José Guillermo González Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdés; Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Álvaro Gonzalo Andaur Medina; Carla Verónica Barrientos Meléndez; Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo Price Toro; Julio César Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andrés Oyarce Reyes; Franco González Fortunatti; |
Platón El primer Alcibiades o de la naturaleza humana III |
Sócrates Pero, Alcibiades, sea fácil o no, es cosa infalible que si una vez llegamos a conocerlo, sabremos bien pronto y sin dificultad el cuidado que debemos tener de nosotros mismos; en vez de que si lo ignoramos, jamás llegaremos a conocer la naturaleza de este cuidado. Alcibiades Eso es indudable. Sócrates ¡Ánimo, pues! ¿Por qué medio encontraremos la esencia de las cosas, hablando en general? Siguiendo este rumbo encontraremos bien pronto lo que somos nosotros, y si ignoramos esta esencia nos ignoraremos siempre a nosotros mismos. Alcibiades Dices verdad. Sócrates Sígueme, y te conjuro a ello por Júpiter. ¿Con quién conversas en este momento? ¿Es con otro más que conmigo? Alcibiades No, es contigo. [180] Sócrates ¿Y yo contigo? Alcibiades Sí. Sócrates ¿Es Sócrates el que habla? Alcibiades Sí. Sócrates ¿Es Alcibiades el que escucha? Alcibiades Así es. Sócrates Y para hablar Sócrates, ¿no se vale de la palabra? Alcibiades ¿Qué quieres decir con eso? Sócrates Servirse de la palabra y hablar, ¿no son la misma cosa? Alcibiades Sin dificultad. Sócrates El que se sirve de una cosa y la cosa de que se sirve, ¿no son diferentes? Alcibiades No te entiendo. Sócrates Un zapatero, por ejemplo, ¿se sirve del trinchete, de las hormas y otros instrumentos? Alcibiades Sin duda. Sócrates ¿Y el que corta con su trinchete es diferente del trinchete con que corta? Alcibiades Ciertamente. [181] Sócrates ¿Por consiguiente, el hombre que toca la lira no es la misma cosa que la lira con que toca? Alcibiades Es seguro. Sócrates Esto es lo que te preguntaba antes: si el que se sirve de una cosa te parece diferente siempre de la cosa de que él se sirve. Alcibiades Sí, muy diferente. Sócrates Pero el zapatero no corta sólo con sus instrumentos, corta también con sus manos. Alcibiades También con sus manos. Sócrates ¿Se sirve de sus manos? Alcibiades Sin duda. Sócrates ¿Se sirve igualmente de sus ojos al cortar? Alcibiades Seguramente. Sócrates ¿Estamos de acuerdo en que el que se sirve de una cosa es siempre diferente de la cosa de que se sirve? Alcibiades Estamos de acuerdo. Sócrates Por consiguiente, ¿el zapatero y el tocador de lira son otra cosa que las manos y los ojos de que ambos se sirven? Alcibiades Es claro. [182] Sócrates El hombre se sirve de su cuerpo. Alcibiades ¿Quién lo duda? Sócrates ¿Y lo que se sirve de una cosa es diferente que la cosa de que se sirve? Alcibiades Sí. = Sócrates El hombre, por consiguiente, es otra cosa que su cuerpo. Alcibiades Lo creo. Sócrates ¿Qué es el hombre? Alcibiades Yo no puedo decirlo, Sócrates. Sócrates Por lo menos podrías decirme, que el hombre es una cosa que se sirve del cuerpo. Alcibiades Eso es cierto. Sócrates ¿Hay alguna cosa que se sirva del cuerpo más que el alma? Alcibiades No, no hay más que el alma. Sócrates ¿Es ella la que manda? Alcibiades Ciertamente. Sócrates Y yo creo, que no hay nadie que no se vea forzado a reconocer... [183] Alcibiades ¿Qué? Sócrates Que el hombre es una de estas tres cosas. Alcibiades ¿Qué cosas? Sócrates O el alma o el cuerpo, o el compuesto de uno y otro. Alcibiades Conforme. Sócrates ¿Pero estamos conformes en que el alma manda al cuerpo? Alcibiades Lo estamos. Sócrates. ¿El cuerpo se manda a sí mismo? Alcibiades No, ciertamente. Sócrates Porque hemos dicho que el cuerpo es el que obedece. Alcibiades Sí. Sócrates Luego no es lo que buscamos. Alcibiades Así parece. Sócrates ¿Es el compuesto el que manda al cuerpo? ¿y éste compuesto es el hombre? Alcibiades Podrá suceder. Sócrates Nada menos que eso, porque no mandando uno de los dos, es imposible que los dos juntos manden. [184] Alcibiades Eso es muy cierto. Sócrates Puesto que ni el cuerpo ni el compuesto de alma y cuerpo son el hombre, es preciso de toda necesidad, o que el hombre no sea absolutamente nada, o que el alma sola sea el hombre. Alcibiades Seguramente. Sócrates ¿Hay necesidad de demostrar aún más claramente que el alma sola es el hombre? Alcibiades No, ¡por Júpiter! está bastante probado. Sócrates Aún no hemos profundizado esta verdad con toda la exactitud que ella exige, pero es suficiente la prueba hecha, y esto basta. La profundizaríamos más, cuando hubiésemos encontrado lo que acabamos de abandonar, porque era de difícil indagación. Alcibiades ¿Qué es? Sócrates Lo que dijimos antes, que era preciso, en primer lugar, conocer la esencia de las cosas generalmente hablando, y en lugar de esta esencia absoluta nos hemos detenido a examinar la esencia de una cosa particular, y quizá esto baste, porque no podremos encontrar en nosotros nada que sea más que nuestra alma. Alcibiades Eso es muy cierto. Sócrates Por consiguiente, es un principio sentado que cuando conversamos tú y yo, es mi alma la que conversa con la tuya. [185] Alcibiades Entendido. Sócrates Esto es lo que decíamos hace un momento: que Sócrates habla a Alcibiades dirigiéndole la palabra, no a su cuerpo como parece, sino a Alcibiades mismo; es decir, a su alma. Alcibiades Eso es evidente. Sócrates ¿El que manda que nos conozcamos a nosotros mismos manda, por consiguiente, que conozcamos nuestra alma? Alcibiades Yo lo creo así. Sócrates Luego el que conoce sólo su cuerpo conoce lo que está en él, pero no conoce lo que él es? Alcibiades Sí. Sócrates Así un médico no se conoce a sí mismo, en tanto que médico, ni un maestro de palestra, en tanto que maestro de palestra? Alcibiades No, a mi parecer. Sócrates Aún menos los labradores y todos los demás artesanos que lejos de conocerse a sí mismos, ni conocen lo que particularmente les toca, y además su arte los liga a cosas más lejanas aún de ellos que lo que está en ellos. En efecto, el objeto de sus cuidados no es tanto su cuerpo como las cosas que tienen relación con el cuerpo. Alcibiades Todo eso es también muy verdadero. [186] Sócrates Por lo tanto, si es sabiduría conocerse a sí mismo, ninguno de estos artistas es sabio por su arte. Alcibiades Soy de tu dictamen. Sócrates Y he aquí por qué todas estas artes parecen viles, y por consiguiente indignas de una persona decente. Alcibiades Eso es cierto. Sócrates Volviendo, pues, a nuestro principio, todo hombre que tiene cuidado de su cuerpo, tiene cuidado de lo que le pertenece, pero no de sí mismo. Alcibiades Estoy de acuerdo. Sócrates Todo hombre que ama las riquezas no se ama a sí mismo, ni lo que está en él; sino que ama una cosa aún más lejana de él y de lo que está en él. Alcibiades Así me lo parece. Sócrates El que sólo se ocupa en amontonar riquezas, ¿maneja mal sus negocios? Alcibiades Es muy cierto. Sócrates Si alguno se ha enamorado del cuerpo de Alcibiades, no es Alcibiades el objeto de su cariño, sino una de las cosas que pertenecen a Alcibiades. Alcibiades Estoy convencido de ello. Sócrates El que ha de amar a Alcibiades ha de amar su alma. [187] Alcibiades Consecuencia necesaria. Sócrates He aquí por qué el que sólo ama tu cuerpo se retira desde que esta flor de belleza comienza a marchitarse. Alcibiades Es cierto. Sócrates Pero el que ama tu alma, no se retira jamás, en tanto que puede ella aspirar a mayor perfección. Alcibiades Así parece. Sócrates Aquí tienes la razón por qué he sido yo el único que no te ha abandonado y que permanece constante, después que aparece marchita la flor de tu belleza y que todos tus amantes se han retirado. Alcibiades Gran placer me das, y te suplico que no me abandones. Sócrates Trabaja sin descanso con todas tus fuerzas para hacerte mejor. Alcibiades Trabajaré. Sócrates Al ver lo que sucede, es fácil juzgar que Alcibiades, hijo de Clinias, jamás ha tenido, y aun ahora mismo no tiene, más que un único y verdadero amante; y este amante fiel, digno de ser amado, es Sócrates, hijo de Sofromico y de Ferarete. Alcibiades Nada más verdadero. Sócrates ¿No me dijiste, cuando me avisté contigo y antes de [188] que yo te hiciera prevención alguna, que tenías intención de hablarme para saber por qué era el único que no me había retirado? Alcibiades Así te lo dije, y es muy cierto. Sócrates Ahora ya sabes la razón, y es, que yo te he amado a ti mismo, mientras que los demás sólo han amado lo que está en ti. La belleza de lo que está en ti comienza a disiparse cuando tu belleza propia comienza a florecer; y si no te dejas malear y corromper por el pueblo, yo no te abandonaré en toda mi vida. Pero temo que infatuado con el favor del pueblo, como ha sucedido a un gran número de nuestros mejores ciudadanos; porque el pueblo de la magmánima Erectea{10} tiene una preciosa máscara; pero es preciso verle con la cara descubierta. Créeme, pues, Alcibiades, y toma las precauciones que te digo. Alcibiades ¿Qué precauciones? Sócrates La de ejercitarte y aprender bien lo que es preciso saber antes de mezclarte en los negocios de la república, a fin de que, robustecido con un buen preservativo, puedas sin temor exponerte a los peligros. Alcibiades Todo eso está muy bien dicho, Sócrates; pero trata de explicarme cómo podemos tener cuidado de nosotros mismos. Sócrates Ese es negocio ya ventilado; porque ante todas cosas hemos sentado lo que es el hombre, y con razón, porque temeríamos, no siendo este punto bien conocido, dirigir [189] nuestro cuidado a otras cosas que no fueran nosotros mismos, sin apercibirnos de ello. Alcibiades Así es. Sócrates Estamos convenidos, además, en que es el alma la que es preciso cuidar, debiendo ser este el único fin que nos propongamos. Alcibiades Sin duda. Sócrates Que es preciso dejar a los demás el cuidado del cuerpo y de lo que pertenece al cuerpo, como las riquezas. Alcibiades ¿Puede negarse eso? Sócrates ¿Cómo podríamos sentar esta verdad de una manera más clara y evidente? porque si consiguiéramos verla con toda claridad, es indudable que nos conoceríamos perfectamente a nosotros mismos. Tratemos, pues, en nombre de los dioses, de entender bien el precepto de Delfos, de que ya hemos hablado; pero ¿comprendemos, por ventura, ya toda su fuerza? Alcibiades ¿Qué fuerza? ¿Qué quieres decir con eso, Sócrates? Sócrates Voy a comunicarte lo que a mi juicio quiere decir esta inscripción y el precepto que ella encierra. No es posible hacértele comprender por otra comparación que por esta que se toma de la vista. Alcibiades ¿Cómo? Sócrates Fíjate bien: si esta inscripción hablase al ojo, como habla al hombre, y le dijese: mírate a ti mismo, ¿qué [190] creeríamos nosotros que le decía? ¿No creeríamos que la inscripción ordenaba al ojo que se mirase en una cosa, en la que el ojo pudiera verse? Alcibiades Eso es evidente. Sócrates Busquemos esta cosa, en la que, mirando, podamos ver el ojo y nosotros mismos. Alcibiades Puede verse en los espejos y en otros cuerpos semejantes. Sócrates Hablas muy bien. ¿No hay también en el ojo algún pequeño punto que hace el mismo efecto que el espejo? Alcibiades Hay uno seguramente. Sócrates Has observado que siempre que miras en tu ojo ves, como en un espejo, tu semblante en esta parte que se llama pupila, donde se refleja la imagen de aquel que en ella se ve? Alcibiades Es cierto. Sócrates Un ojo, para verse, debe mirar en otro ojo, y en aquella parte del ojo, que es la más preciosa, y que es la única que tiene la facultad de ver? Alcibiades ¿Quién lo duda? Sócrates Porque si fijase sus miradas sobre cualquiera otra parte del cuerpo del hombre, o sobre cualquier otro objeto, a menos que no fuese semejante a esta parte del ojo que ve, de ninguna manera se vería a sí mismo. [191] Alcibiades Tienes razón. Sócrates Un ojo, que quiere verse a sí mismo, debe mirarse en otro ojo, y en esta parte de ojo, donde reside toda su virtud, es decir, la vista. Alcibiades Seguramente. Sócrates Mi querido Alcibiades, ¿no sucede lo mismo con el alma? para verse ¿no debe mirarse en el alma, y en esta parte del alma donde reside toda su virtud, que es la sabiduría, o en cualquiera otra cosa a la que esta parte del alma se parezca en cierta manera? Alcibiades Así me lo parece. Sócrates ¿Pero podremos encontrar alguna parte del alma, que sea más divina que aquella en que residen la esencia y la sabiduría? Alcibiades No ciertamente. Sócrates En esta parte del alma, verdaderamente divina, es donde es preciso mirarse, y contemplar allí todo lo divino, es decir, Dios y la sabiduría, para conocerse a sí mismo perfectamente. Alcibiades Así me parece. Sócrates Conocerse a sí mismo es la sabiduría, según hemos convenido. Alcibiades Es cierto. [192] Sócrates No conociéndonos a nosotros mismos, y no siendo sabios, ¿podemos conocer ni nuestros bienes, ni nuestros males? Alcibiades ¡Ah! ¿cómo los conoceríamos, Sócrates? Sócrates Porque no es posible que el que no conoce a Alcibiades conozca lo que pertenece a Alcibíades, como perteneciendo a Alcibiades. Alcibiades No, ¡por Júpiter! eso no es posible. Sócrates Sólo conociéndonos a nosotros mismos, es como podemos conocer, que lo que está en nosotros nos pertenece. Alcibiades Seguramente. Sócrates Y si no conociésemos lo que está en nosotros, no conoceríamos tampoco lo que se refiere a las cosas que están en nosotros. Alcibiades Lo confieso. Sócrates Hemos hecho mal, cuando hemos convenido en que hay gentes, que no conociéndose a sí mismos, conocen sin embargo lo que está en ellos, porque ni aun las cosas que pertenecen a lo que está en ellos conocen. Estos tres conocimientos: conocerse a sí mismo, conocer lo que está en nosotros, y conocer las cosas que pertenecen a lo que está en nosotros, están ligados entre sí; son efecto de un solo y mismo arte. Alcibiades Así parece. [193] Sócrates Todo hombre que no conoce las cosas que están en él, no conocerá tampoco las que pertenecen a otros. Alcibiades Eso es verdad. Sócrates No conociendo las cosas pertenecientes a los demás, no puede conocer las del Estado. Alcibiades Es una consecuencia necesaria. Sócrates ¿Un hombre semejante puede ser alguna vez un buen hombre de Estado? Alcibiades No. Sócrates ¿Ni puede ser tampoco un buen administrador para gobernar una casa? Alcibiades No. Sócrates ¿Ni sabe lo que hace? Alcibiades Nada sabe. Sócrates No sabiendo lo que hace, ¿es posible que no cometa faltas? Alcibiades Imposible, seguramente. Sócrates Cometiendo faltas, ¿no causa mal en particular y en público? Alcibiades Seguramente. [194] Sócrates Haciendo mal ¿no es desgraciado? Alcibiades Sí, muy desgraciado. Sócrates ¿Y aquellos a cuyo servicio se consagra? Alcibiades Desgraciados también. Sócrates ¿Luego no es posible que el que no es ni bueno, ni sabio, sea dichoso? Alcibiades No, sin duda. Sócrates ¿Todos los hombres viciosos son entonces desgraciados? Alcibiades Muy desgraciados. Sócrates ¿Luego no son las riquezas, sino la sabiduría la que libra al hombre de ser desgraciado? Alcibiades Seguramente. Sócrates Por lo tanto, mi querido Alcibiades, los Estados para ser dichosos no tienen necesidad de murallas, ni de buques, ni de arsenales, ni de tropas, ni de grande aparato; la única cosa de que tienen necesidad para su felicidad es la virtud. Alcibiades Es cierto. Sócrates Y si quieres manejar bien los negocios de la república, es preciso que imbuyas a tus conciudadanos en la virtud. Alcibiades Estoy persuadido de eso. [195] Sócrates ¿Pero puede darse lo que no se tiene? Alcibiades ¿Cómo puede darse? Sócrates Ante todas cosas es preciso, pues, que pienses en ser virtuoso, como debe de hacer todo hombre, que no sólo quiera tener cuidado de sí mismo y de las cosas que son suyas, sino también del Estado y de las cosas que pertenecen al Estado. Alcibiades Sin dificultad. Sócrates No debes, por consiguiente, pensar en adquirir para ti y para el Estado un grande imperio y el poder absoluto de hacer todo lo que te agrade, sino únicamente lo que dicten la sabiduría y la justicia. Alcibiades Eso me parece muy cierto. Sócrates Porque si tú y el Estado gobernáis sabia y justamente, obtendréis el favor de los dioses. Alcibiades Estoy persuadido de ello. Sócrates Y gobernaréis justa y sabiamente, si como te dije antes, no perdéis de vista esa luz divina que brilla en vosotros. Alcibiades Así parece. Sócrates Porque mirándoos en esta luz, os veréis vosotros mismos, y conoceréis vuestros verdaderos bienes. Alcibiades Sin duda. [193] Sócrates Y obrando así, ¿no haréis siempre el bien? Alcibiades Ciertamente. Sócrates Si hacéis siempre el bien, me atrevo a salir garante de que seréis siempre dichosos. Alcibiades En esta materia eres tú una buena garantía, Sócrates. Sócrates Pero si gobernáis injustamente, y en lugar de suspirar por la verdadera luz, os fijáis en lo que está sin Dios y lleno de tinieblas, no haréis, sin que pueda ser de otra manera, sino obras de tinieblas, porque no os conoceréis a vosotros mismos. Alcibiades Así lo creo. Sócrates Mi querido Alcibiades, represéntate un hombre que tenga el poder de hacerlo todo, y que no tenga juicio; ¿qué debe esperarse y cuál será el resultado para él y para el Estado? Por ejemplo, que un enfermo tenga el poder de hacer todo lo que le venga a la cabeza, que no conozca la medicina, y que nadie se atreva a decirle nada ni a contenerle, ¿qué le sucederá? Destruirá sin duda su cuerpo. Alcibiades Eso es cierto. Sócrates Y si en una nave un hombre, sin tener ni buen sentido ni la habilidad de piloto, se toma la libertad de hacer lo que le parezca, tú mismo ves lo que no puede menos de suceder a él y a todos los que a él se entreguen. Alcibiades No podrán menos de perecer todos. [197] Sócrates Lo mismo sucede con todas las ciudades, repúblicas y todos los poderes; si están privados de la virtud, su ruina es infalible. Alcibiades Imposible de otra manera. Sócrates Por consiguiente, mi querido Alcibiades, si quieres ser dichoso tú y que lo sea la república, no es preciso un grande imperio, sino la virtud. Alcibiades Seguramente, Sócrates. Sócrates Y antes de adquirir esta virtud, lejos de mandar, es mejor obedecer, no digo a un niño, sino a un hombre, siempre que sea más virtuoso que él. Alcibiades Eso me parece cierto. Sócrates Y lo que es mejor, ¿no es lo más precioso? Alcibiades Sin duda. Sócrates Y lo que es más precioso, ¿no es lo más conveniente? Alcibiades Sin dificultad. Sócrates ¿Es conveniente al hombre vicioso ser esclavo, porque esto le cuadra mejor? Alcibiades Seguramente. Sócrates ¿El vicio, pues, es una cosa servil? Alcibiades Convengo en ello. [198] Sócrates ¿Y la virtud una cosa liberal? Alcibiades Sí. Sócrates ¿Y no es preciso evitar este servilismo? Alcibiades Seguramente, Sócrates. Sócrates Pues bien, mi querido Alcibiades, conoces tu propia situación; ¿eres digno de ser libre o esclavo? Alcibiades ¡Ah! Sócrates, conozco bien mi situación. Sócrates ¿Pero sabes cómo puedes salir de ese estado, que no me atreveré a calificar, hablando de un hombre como tú? Alcibiades Sí, lo sé. ¿Cómo? Si Sócrates quiere. Sócrates Dices muy mal, Alcibiades. Alcibiades ¿Pues cómo tengo que decir? Sócrates Si Dios quiere. Alcibiades Pues bien, digo si Dios quiere; y añado, que para lo sucesivo vamos a mudar de papeles, tú harás el mío y yo el tuyo, es decir, que yo voy a mi vez a ser tu amante, como tú has sido el mío hasta aquí. Sócrates En este caso, mi querido Alcibiades lo que se dice de [199] la cigüeña se podrá decir de mi amor para contigo, si después de haber hecho nacer en tu seno un nuevo amor alado, este le nutre y le cuida a su vez. Alcibiades Así será; y desde este día voy a aplicarme a la justicia. Sócrates Deseo que perseveres en ese pensamiento; pero te confieso, que sin desconfiar de tu buen natural, temo que la fuerza de los ejemplos que dominan en esta ciudad, nos arrollen al fin a ti y a mi. ——— {1} Por su padre, Clinias, descendía de Eurisaces, hijo de Axas; y por su madre, Dinomaca, descendía de Alemeonides y de Megacles. {2} Le hinchaba los carrillos desagradablemente. {3} Este juego no era de damas ni de ajedrez, sino un juego científico, porque enseñaba el movimiento de los cielos, los eclipses, &c. {4} Esta gran batalla se dio en la Olimpiada 80, cuando Sócrates contaba cerca de 12 años. {5} Esta batalla de Coronea se dio el segundo año de la Olimpiada 83. Sócrates tenía 22 años. {6} El Hipólito, v, 352. {7} Peparetes es una de las islas Cicladas. {8} Cenon de Elea, discípulo de Parménides, había venido con su maestro a Atenas (590 años antes de J. C.) donde Sócrates en su juventud oyó a ambos. {9} Homero, l. II, v. 547 de la Iliada. {10} Alusión al picaresco dicho popular contra los libertos que habían salido de la esclavitad.—Lleva aún sobre su cabeza la cabellera de esclavo. {Obras completas de Platón, por Patricio de Azcárate, tomo primero, Madrid 1871, páginas 117-199.} |
Sócrates y Alcibiades. |
Sócrates y Alcibiades. |
Sócrates reprendiendo a Alcibíades en casa de una cortesana.
La obra es la más importante entre las que el artista realizó en Roma donde estuvo con pensión extraordinaria entre 1853 y 1858. El pintor la estudió con cuidado, según muestra el boceto preparatorio que se conserva en el Museo de Bellas Artes de Murcia. En él se manifiesta la dependencia del asunto respecto del motivo clásico de la Juventud o Hércules entre la Virtud y el Vicio, sustituyéndose la habitual alegoría femenina de aquélla por la figura de Sócrates, que pasa de sujetar el brazo de Alcibíades en el boceto a interpelarle con ademán más didascálico que admonitorio en el cuadro definitivo, en lo que expresa la autoridad moral de Sócrates sobre el licencioso joven, tal y como la describe Plutarco en su Alcibíades. El asunto había sido frecuente en el Neoclasicismo, pues mostraba el valor del ejemplo moral de un filósofo de la Antigüedad. Su contención es patente en el equilibrio de la composición, el orden de planos paralelos al espectador, la corrección del dibujo y la suavidad, algo mortecina del colorido. La fidelidad casi arqueológica al pasado en tipos y detalles, que celebraron los críticos españoles, era un aspecto primordial en esta pintura, que se manifiesta aquí, ante todo, en los tipos. El rostro de Alcibíades recuerda al de Antínoo, tal y como aparece en el bajorrelieve de Villa Albani (Torlonia) en Roma, pero su postura, la piel de felino sobre la que se sienta y la corona de hojas de vid evocan la figura de Dionisos con Ariadna en las representaciones de vasos y mosaicos antiguos y aluden al motivo del vino que acaba de beber. La cabeza de Sócrates es la del conocido arquetipo antiguo del Museo Vaticano. Para la figura de la cortesana Teodota, el pintor se valió de un estudio que había hecho de cabeza femenina. (Murcia, Col. Particular), que pintó en 1855. También tratan de ser veraces los detalles del mobiliario y de la ornamentación. En este Eros de inspiración praxitélica que preside la estancia de la lujosa casa deriva de la iconografía del Apolo Lacchaeus, al que el pintor agrega el arco y la venda, amén de la inscripción epigráfica. La enócoe de figuras rojas sobre el velador para servir el vino en la copa de bronce que sujeta Alcibíades y que alude al otro vicio que suscita la reconvención de Sócrates, se decora con una figura femenina relacionada con los inicios del primer clasicismo griego. El interior no es el de una casa griega, sino más bien romana antigua, como las que el propio artista había podido ver en Pompeya, si bien los motivos de grecas y palmetas y el orden dórico del patio hacen también referencia, en un sentido amplio, al mundo helénico. El pintor envió la obra a Madrid, realizada como trabajo de pensionado, en 1858. El 14 de abril de ese año se expuso en la galería principal del Ministerio de Fomento. Poco después fue adquirida, por Real Orden de 10-V-1858, en 35.000 reales, con destino al Museo Nacional de Pintura y Escultura. Presentada luego a la Exposición Nacional de Bellas Artes de ese mismo año, obtuvo una medalla de segunda clase. La difusión de la pintura fue notable y a ella contribuyeron los grabados de Pedro Martí para la Revista valenciana Bellas Artes (1-VI-1858) y de Tomás Carlos Capuz, en madera, para la madrileña El Museo Universal (30-XI-1858). El crítico de esta última apreció la obra, que consideró de las mejores de la exposición: la figura del filósofo es digna, y su actitud conveniente; que la cortesana, cuya cabeza es preciosa en forma y expresión, tiene un color en la garganta y nacimiento del pecho que nada deja que desear; que su forma grandiosa y fina al mismo tiempo, revela un gran gusto y sentimiento del arte, nada común. Barón, Javier, Germán Hernández Amores Sócrates reprendiendo a Alcibíades en casa de una cortesana' En:. El vaso griego y sus destinos. Cabrera,P. Rouillard,P. Verbank-Pierard, A.(dir.), Madrid, Ministerio de Cultura, 2004, p.370-371 n.149 |
Las monedas de euro. |
Las monedas de 1 euro están formadas por una zona interior de níquel revestido en cuproníquel y de una zona exterior de níquel-latón. Tienen un diámetro de 23,25 mm, un grosor de 2,33 mm y un peso de 7,50 gramos. Su borde es estriado alterno: 3 grupos de estriado fino entre 3 segmentos lisos. Todas las monedas tienen una cara común (la cual cambió en 2007 con respecto a la original) y una cara o monumento nacional específica de cada país. El ministro de Economía y Hacienda y el gobernador del Banco de Grecia escogieron los diseños para la cara nacional de las monedas en euros de este país entre varias propuestas presentadas por una comisión técnica y artística. El diseñador de los motivos ganadores, uno diferente para cada denominación, fue el escultor Georges Stamatopoulos, que recibió el patrocinio del Banco de Grecia. La moneda de 1€ muestra una lechuza, diseño tomado de una antigua pieza ateniense de cuatro dracmas (s. V a.C.). Imagen de una tetradracma ateniense del siglo V a. C., que muestra un mochuelo. |
Las monedas de 2 euros son monedas bimetálicas acuñadas por los Estados miembros de la Eurozona como moneda de curso legal en dichos países, están formadas por una zona interior de níquel revestido en níquel-latón y una zona exterior de cuproníquel. Tienen un diámetro de 25,75 mm, un grosor de 2,20 mm y un peso de 8,50 gramos. Su borde es estriado fino con una inscripción grabada propia de cada nación. Todas las monedas tienen una cara común y una cara nacional específica de cada país. El ministro de Economía y Hacienda y el gobernador del Banco de Grecia escogieron los diseños para la cara nacional de las monedas en euros de este país entre varias propuestas presentadas por una comisión técnica y artística. El diseñador de los motivos ganadores, uno diferente para cada denominación, fue el escultor Georges Stamatopoulos, que recibió el patrocinio del Banco de Grecia. La moneda de 2€ representa una escena de un mosaico aparecido en Esparta (s. III d.C.), en la que se muestra el rapto de Europa por Zeus, que ha adoptado la forma de un toro. Europa es un personaje de la mitología griega del que toma el nombre del viejo continente. Grabado del canto (virola) de la moneda de 2€: EΛΛHNIKH ΔHMOKPATIA * (República Helénica). |
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