—¿Por qué lees tanto? —(…) Mi mejor arma está en el cerebro. Mi hermano tiene su espada; el rey Robert tiene su maza, y yo tengo mi mente… Pero una mente necesita de los libros, igual que una espada de una piedra de amolar, para conservar el filo. —(…)—. Por eso leo tanto, Jon Snow.

TYRION LANNISTER.

domingo, 20 de enero de 2013

192.-Platón Ion o de la poesía.-a



Platón  Ion o de la poesía.


El segundo de los medallones posee la misma estructura con una inscripción latina que reza:PACE/ AC CON/CORDIA/ PARVE/ RES CRES/CVNT DISCORDIA/ DILABVN(TUR)Viene a recordar la máxima de Salustio "Concordia parvae res crescunt, discordia maximae dilabuntur" (Que su traducción sería: "en armonía las pequeñas cosas crecen, en discordia las grandes decaen").17 La ilustración de elefantes u hormigas la hizo San Jerónimo, tal y como lo indican algunos estudiosos.16 El autor Pierio Valeriano heredó el jeroglífico en su libro. Se trata de una alusión a la ética nicomáquea de Aristóteles en su relación con la concordia.

Sócrates – Ion de Efeso



Sócrates

¡Júpiter te salve! Ion.{1} ¿De dónde vienes hoy? ¿De tu casa de Efeso?

Ion

Nada de eso, Sócrates; vengo de Epidauro y de los juegos de Esculapio.

Sócrates

¿Los de Epidauro han instituido en honor de su Dios un combate de rapsodistas?

Ion

Así es, y de todas las demás partes de la música.

Sócrates

Y bien, ¿has diputado el premio? ¿cómo has salido?

Ion

He conseguido el primer premio, Sócrates. [188]

Sócrates

Me alegro y animo, porque es preciso tratar de salir vencedor también en las fiestas Panateneas.

Ion

Así lo espero, si Dios quiere.

Sócrates

Muchas veces, mi querido Ion, os he tenido envidia a los que sois rapsodistas, a causa de vuestra profesión. Es, en efecto, materia de envidia la ventaja que ofrece el veros aparecer siempre ricamente vestidos en los más espléndidos saraos, y al mismo tiempo el veros precisados a hacer un estudio continuo de una multitud de excelentes poetas, principalmente de Homero, el más grande y más divino de todos, y no sólo aprender los versos, sino también penetrar su sentido. Porque jamás será buen rapsodista el que no tenga conocimiento de las palabras del poeta, puesto que para los que le escuchan, es el intérprete del pensamiento de aquél; función que le es imposible desempeñar, si no sabe lo que el poeta ha querido decir. Y, todo esto es muy de envidiar.

Ion

Dices verdad, Sócrates. Es la parte de mi arte que me ha costado más trabajo, pero me lisonjeo de explicar a Homero mejor que nadie. Ni Metrodoro de Lampsaco, ni Stesimbroto de Taso, ni Glaucón, ni ninguno de cuantos han existido hasta ahora, está en posición de decir sobre Homero tanto, ni cosas tan bellas, como yo.

Sócrates

Me encantas, Ion, tanto más, cuanto que no podrás rehusarme el demostrar tu ciencia.

Ion

Verdaderamente, Sócrates, merecen bien ser escuchados los comentarios que he sabido dar a Homero, y creo merecer de los partidarios de este poeta el que coloquen sobre mi cabeza una corona de oro. [189]

Sócrates

Me congratularé de que se me presente ocasión más adelante para escucharte; pero en este momento sólo quiero que me digas si tu habilidad se limita a la inteligencia de Homero, o si se extiende igualmente a la de Hesíodo y Arquíloco.

Ion

De ninguna manera; yo me he limitado a Homero, y me parece que basta.

Sócrates

¿No hay ciertos asuntos sobre los que Homero y Hesíodo dicen las mismas cosas?

Ion

Yo pienso que sí y en muchas ocasiones.

Sócrates

¿Podrías tú explicar mejor lo que dice Homero sobre estos objetos que lo que dice Hesíodo?

Ion

Los explicaría perfectamente en todos aquellos puntos en que hablan de las mismas cosas.

Sócrates

¿Y en aquellos que no dicen las mismas cosas? Por ejemplo, Homero y Hesíodo ¿no hablan del arte divinatorio?

Ion

Seguramente.

Sócrates

¡Y qué! ¿estarás tú en estado de explicar mejor que un buen adivino lo que estos dos poetas han dicho de una manera igual o de una manera diferente sobre el arte divinatorio?

Ion

No.

Sócrates

Pero si fueses adivino, ¿no es cierto que si podías [190] explicar los pasajes en que están de acuerdo, en igual forma podrías explicar aquellos en que están en desacuerdo?

Ion

Eso es evidente.

Sócrates

¿Por qué razón estás versado en las obras de Homero y no lo estás en las de Hesiodo, ni en las de los demás poetas? ¿Homero trata de distintos objetos que todos los demás poetas? ¿No habla principalmente de la guerra, de las relaciones que tienen entre sí los hombres, sean buenos o malos, sean particulares u hombres públicos, de la manera que los dioses conversan entre sí y con los hombres, de lo que pasa en el cielo y en los infiernos, de la genealogía de los dioses y de los héroes? ¿No es esta la materia que constituye las poesías de Homero?

Ion

Tienes razón, Sócrates.

Sócrates

¡Pero qué! ¿los demás poetas no tratan las mismas cosas?

Ion

Sí, Sócrates, pero no como Homero.

Sócrates

¿Por qué? ¿hablan peor?

Ion

Sin comparación.

Sócrates

¿Y Homero habla mejor?

Ion

Sí, ciertamente.

Sócrates

Pero, mi querido Ion, cuando muchas personas hablan sobre números, y una entre ellas habla excelentemente, ¿no reconocerá alguno de los demás que efectivamente habla bien? [191]

Ion

Sin contradicción.

Sócrates

Y esa misma persona será la que reconozca a los que hablan mal: ¿o será otra distinta?

Ion

La misma seguramente.

Sócrates

Y esa persona, ¿no será la que sabe el arte de contar?

Ion

Sí.

Sócrates

Y cuando muchas personas hablan de alimentos buenos para la salud y hay entre ellas una que habla perfectamente, ¿serán dos personas diferentes las que distingan, la una al que habla bien, y la otra al que habla mal, o bien será una misma persona?

Ion

Es claro que será la misma.

Sócrates

¿Quién es? ¿cómo se llama?

Ion

El médico.

Sócrates

En suma, cuando se habla de unos mismos objetos, será siempre el mismo hombre el que dará cuenta de los que hablan bien y de los que hablan mal; y es evidente que si no distingue el que habla mal, no distinguirá tampoco el que habla bien; se entiende respecto al mismo objeto.

Ion

Convengo en ello.

Sócrates

El mismo hombre, por consiguiente, está en estado de juzgar lo uno y lo otro. [192]

Ion

Sí.

Sócrates

¿No dices que Homero y los otros poetas, entre quienes se cuentan Hesiodo y Arquiloco, tratan de los mismos objetos, pero no de la misma manera, y que Homero habla bien y los otros menos bien?

Ion

Sí, y nada he dicho que no sea verdadero.

Sócrates

Si, pues, conoces tú al que habla bien, debes conocer igualmente a los que hablan mal.

Ion

Así parece.

Sócrates

Así, mi querido Ion, no podemos engañarnos, si decimos que Ion está versado en el conocimiento de Homero igualmente que en el de los demás poetas, puesto que confiesa que un mismo hombre es juez competente de todos los que hablan de los mismos objetos, y que todos los poetas tratan poco más o menos las mismas cosas.

Ion

Pero entonces, Sócrates, ¿me dirás por qué, cuando se me habla de cualquiera otro poeta, no puedo fijar la atención, ni puedo decir nada que valga la pena, y en realidad me considero como dormido? Por el contrario, cuando se me cita a Homero, despierto en el acto, presto la mayor atención, y las ideas se me presentan profusamente.

Sócrates

No es difícil, mi querido amigo, adivinar la razón. Es evidente, que tú no eres capaz de hablar sobre Homero, ni por el arte, ni por la ciencia. Porque si pudieses hablar por el arte, estarías en estado de hacer lo mismo respecto todos los demás poetas. En efecto, la poesía es un solo y mismo arte, que se llama poética; ¿no es así? [193]

Ion

Sí.

Sócrates

¿No es cierto, que cuando se abraza un arte en toda su extensión, una misma crítica sirve para juzgar de todas las demás artes? ¿Quieres, Ion, que te explique cómo entiendo esto?

Ion

Con el mayor placer, Sócrates; gusto mucho en oíros, porque es oír a un sabio.

Sócrates

Quisiera mucho que dijeras verdad, Ion; pero ese título de sabio sólo pertenece a vosotros los rapsodistas, a los actores y a aquellos cuyos versos cantáis. Con respecto a mí, no sé más que decir sencillamente la verdad, cual conviene a un hombre de poco talento. Júzgalo por la pregunta que te acabo de hacer, y ya ves que es trivial y común, como que lo que he dicho está al alcance de cualquiera, esto es, que la crítica es la misma en cualquier arte que se considere, con tal que sea uno. Tomemos un ejemplo. La pintura en su conjunto ¿no es un solo y mismo arte?

Ion

Sí.

Sócrates

¿No hay y ha habido gran número de pintores buenos y malos?

Ion

Seguramente.

Sócrates

¿Has visto tú alguno que, siendo capaz de discernir lo bien o mal pintado en los cuadros de Polignoto,{2} hijo [194] de Aglaofon, no pueda hacer lo mismo respecto a los otros pintores? ¿Que cuando se le presentan las obras de éstos se duerma, se vea embarazado, y no sepa qué juicio formar? ¿Mientras que cuando se trata de dar su dictamen sobre los cuadros de Polignoto o de cualquiera otro pintor particular que sea de su agrado, se despierte, preste su atención, y se explique con la mayor facilidad?

Ion

No ciertamente, yo no le he visto.

Sócrates

¡Pero qué! en materia de escultura ¿has visto alguno que esté en actitud de decidir sobre el mérito de las obras de Dédalo, hijo de Melitón, o de Epeas, hijo de Panope, o de Teodoro de Samos, o de cualquiera otro estatuario, y que se vea dormido, embarazado y sin saber qué decir de las obras de los demás escultores?

Ion

No, ¡por Júpiter! no he visto a nadie en este caso.

Sócrates

No has visto, me figuro, a nadie, sea con relación al arte de tocar la flauta o el laúd, o de acompañar con el laúd al canto, o sea con relación a la rapsodia, que esté en estado de pronunciar su juicio sobre el mérito de Olimpo de Tamiras, de Orfeo y de Femius, el rapsodista de Itaca, y que tratándose de juzgar del mérito de Ion de Efeso, se viese en el mayor embarazo, y se considerase incapaz de decidir, en qué es bueno o mal rapsodista.

Ion

Nada tengo que oponer a lo que dices, Sócrates. Sin embargo, puedo asegurar, que soy yo, entre todos los hombres, el que habla mejor y con más facilidad sobre Homero, y que cuantos me escuchan convienen en lo bien que hablo, mientras que nada puedo decir sobre los demás poetas. Dime, yo te lo suplico, de dónde puede proceder esto. [195]

Sócrates

Eso es lo que quiero examinar, y quiero exponerte mi pensamiento. Ese talento, que tienes, de hablar bien sobre Homero, no es en ti un efecto del arte, como decía antes, sino que es no sé qué virtud divina que te transporta, virtud semejante a la piedra que Eurípides ha llamado magnética, y que los más llaman piedra de Heráclea. Esta piedra, no sólo atrae los anillos de hierro, sino que les comunica la virtud de producir el mismo efecto y de atraer otros anillos, de suerte que se ve algunas veces una larga cadena de trozos de hierro y de anillos suspendidos los unos de los otros, y todos estos anillos sacan su virtud de esta piedra. En igual forma, la musa inspira a los poetas, éstos comunican a otros su entusiasmo, y se forma una cadena de inspirados. No es mediante el arte, sino por el entusiasmo y la inspiración, que los buenos poetas épicos componen sus bellos poemas. Lo mismo sucede con los poetas líricos. Semejantes a los coribantes, que no danzan sino cuando están fuera de sí mismos, los poetas no están con la sangre fría cuando componen sus preciosas odas, sino que desde el momento en que toman el tono de la armonía y el ritmo, entran en furor, y se ven arrastrados por un entusiasmo igual al de las bacantes, que en sus movimientos y embriaguez sacan de los ríos leche y miel, y cesan de sacarlas en el momento en que cesa su delirio. Así es, que el alma de los poetas líricos hace realmente lo que estos se alaban de practicar. Nos dicen que, semejantes a las abejas, vuelan aquí y allá por los jardines y vergeles de las musas, y que recogen y extraen de las fuentes de miel los versos que nos cantan. En esto dicen la verdad, porque el poeta es un ser alado, ligero y sagrado, incapaz de producir mientras el entusiasmo no le arrastra y le hace salir de sí mismo. Hasta el momento de la inspiración, todo hombre es impotente para hacer versos y pronunciar oráculos. Como los poetas no [196] componen merced al arte, sino por una inspiración divina, y dicen sobre diversos objetos muchas cosas y muy bellas, tales como las que tú dices sobre Homero, cada uno de ellos sólo puede sobresalir en la clase de composición a que le arrastra la musa. Uno sobresale en el ditirambo, otro en los elogios, éste en las canciones destinadas al baile, aquél en los versos épicos, y otro en los yambos, y todos son medianos fuera del género de su inspiración, porque es ésta y no el arte la que preside a su trabajo. En efecto, si supiesen hablar bien, gracias al arte, en un sólo género, sabrían igualmente hablar bien de todos los demás. El objeto que Dios se propone al privarles del sentido, y servirse de ellos como ministros, a manera de los profetas y otros adivinos inspirados, es que, al oírles nosotros, tengamos entendido que no son ellos los que dicen cosas tan maravillosas, puesto que están fuera de su buen sentido, sino que son los órganos de la divinidad que nos habla por su boca. Tinnicos de Calcide es una prueba bien patente de ello. No tenemos de él más pieza en verso, que sea digna de tenerse en cuenta, que su Pean{3} que todo el mundo canta, la oda más preciosa que se ha hecho jamás, y que, como dice él mismo, es realmente una producción de las musas. Me parece, que la divinidad nos ha dejado ver en él un ejemplo patente, para que no nos quede la más pequeña duda de que si bien estos bellos poemas son humanos y hechos por la mano del hombre, son, sin embargo, divinos y obra de los dioses, y que los poetas no son más que sus intérpretes, cualquiera que sea el Dios que los posea. Para hacernos conocer esta verdad, el Dios ha querido cantar con toda intención la oda más bella del mundo por boca del poeta más mediano. ¿No crees tú que tengo razón? mi querido Ion. [197]

Ion

Sí, ¡por Júpiter! tus discursos, Sócrates, causan en mi alma una profunda impresión, y me parece que los poetas, por un favor divino, son para con nosotros los intérpretes de los dioses.

Sócrates

Y vosotros los rapsodistas ¿no sois los intérpretes de los poetas?

Ion

También es cierto.

Sócrates

Luego sois vosotros los intérpretes de los intérpretes.

Ion

Sin contradicción.

Sócrates

Vamos, respóndeme Ion, y no me ocultes nada de lo que te voy a preguntar. Cuando recitas, como conviene, ciertos versos heroicos, y conmueves el alma de los espectadores, ya cantando a Ulises en el momento en que lanzándose al umbral de su palacio, se da a conocer a los amantes de Penélope y derrama a sus pies una multitud de flechas{4} o ya a Aquiles arrojándose sobre Héctor{5} o cualquiera otro pasaje conmovedor de Andrómaca, de Hécuba, o de Priamo,{6} ¿te dominas, o estás fuera de tí mismo? llena tu alma de entusiasmo, ¿no te imaginas estar presente a las acciones que recitas, y que te encuentras en Itaca o delante de Troya, en una palabra, en el lugar mismo donde pasa la escena?

Ion

¡La prueba que me pones a la vista es patente, Sócrates! Porque si he de hablarte con franqueza, te aseguro, que [198] cuando declamo algún pasaje patético, mis ojos se llenan de lágrimas, y que cuando recito algún trozo terrible o violento, se me erizan los cabellos y palpita mi corazón.

Sócrates

¡Pero qué! Ion. ¿Diremos que un hombre está en su sano juicio, cuando, vestido con un traje de diversos colores y llevando una corona de oro, llora en medio de los sacrificios y de las fiestas, aunque no haya perdido ninguno de sus adornos, o cuando, en compañía de más de veinte mil amigos, se le ve sobrecogido de terror, a pesar de no despojarle ni hacerle nadie ningún daño?

Ion

No ciertamente, Sócrates, puesto que es preciso decirte la verdad.

Sócrates

¿Sabes tú, si trasmitís los mismos sentimientos al alma de vuestros espectadores?

Ion

Lo sé muy bien. Desde la tribuna, donde estoy colocado, los veo habitualmente llorar, dirigir miradas amenazadoras, y temblar como yo con la narración de lo que oyen. Y necesito estar muy atento a los movimientos que en ellos se producen, porque si los hago llorar, yo me reiré y cogeré el dinero; mientras que si los hago reír, yo lloraré y perderé el dinero que esperaba.

Sócrates

¿Ves ahora cómo el espectador es el último de estos anillos, que como yo decía, reciben los unos de los otros la virtud que les comunica la piedra de Heráclea? El rapsodista, tal como tú, el actor, es el anillo intermedio, y el primer anillo es el poeta mismo. Por medio de estos anillos el Dios atrae el alma de los hombres, por donde quiere, haciendo pasar su virtud de los unos a los otros, y lo mismo que sucede con la piedra imán, está pendiente de él una larga cadena de coristas, de maestros de capilla [199] de sub-maestros, ligados por los lados a los anillos que van directamente a la musa. Un poeta está ligado a una musa, otro poeta a otra musa, y nosotros decimos a esto estar poseído, dominado, puesto que el poeta no es sui juris, sino que pertenece a la musa. A estos primeros anillos, quiero decir, a los poetas, están ligados otros anillos, los unos a éste, los otros a aquel, e influidos todos por diferentes entusiasmos. Unos se sienten poseídos por Orfeo, otros por Museo, la mayor parte por Homero. Tú eres de estos últimos, Ion, y Homero te posee. Cuando se cantan en tu presencia los versos de algún otro poeta, tú te haces el soñoliento, y tu espíritu no te suministra nada; pero cuando se te recita algún pasaje de este poeta, despiertas en el momento, tu alma entra, por decirlo así, en movimiento, y te ocurre abundantemente de qué hablar. Porque no es en virtud del arte, ni de la ciencia, el hablar tú de Homero como lo haces, sino por una inspiración y una posesión divinas. Y lo mismo que los coribantes no sienten ninguna otra melodía que la del Dios que los posee, ni olvidan las figuras y palabras que corresponden e este arte, sin fijar su atención en todos los demás, de la misma manera tú, Ion, cuando se hace mención de Homero, apareces sumamente afluyente, mientras que permaneces mudo tratándose de los demás poetas. Me preguntas cuál es la causa de esta facilidad de hablar cuando se trata de Homero, y de esta infecundidad cuando se trata de los demás, y es que el talento, que tienes para alabar a Homero, no es en tí efecto del arte, sino de una inspiración divina.

Ion

Muy bien dicho, Sócrates. Sin embargo, sería para mí una sorpresa, si tus razones fuesen bastante poderosas para persuadirme de que cuando hago el elogio de Homero, estoy poseído y fuera de mí mismo. Creo que tú mismo no lo creerías, si me oyeses discurrir sobre este poeta. [200]

Sócrates

Pues bien, quiero escucharte; pero antes responde a esta pregunta. Entre tantas cosas como Homero trata, ¿sobre cuáles hablas tú bien? Porque sin duda tú no puedes hablar bien sobre todas.

Ion

Vive seguro, Sócrates, de que no hay una sola de la que no esté en estado de hablar bien.

Sócrates

Probablemente no de las cosas que tú ignoras, y que Homero trata.

Ion

¿Cuáles son las cosas que Homero trata y yo ignore?

Sócrates

¿Homero no habla de las artes en muchos parajes y muy detenidamente? Por ejemplo, ¿el arte de conducir un carro? Si pudiera recordar los versos, te los diría.

Ion

Yo los sé; voy a decírtelos.

Sócrates

Recítame, pues, las palabras de Néstor a su hijo Antícolo, cuando le da consejos sobre las precauciones que debe tomar para evitar el tocar a la meta en la carrera de carros, en los funerales de Patroclo.

Ion

Inclínate, le dice, bien preparado, sobre tu carro a la izquierda; al mismo tiempo con el látigo y la voz apura al caballo de la derecha, flojándole las riendas; haz que el caballo de la izquierda se aproxime a la meta, de manera que el cubo de la rueda, hecho con arte, parezca tocar en ella, y que sin embargo evite tropezarla.{7}

Sócrates

Basta. ¿Quién juzgará mejor, Ion, si Homero habla [201] bien o mal en estos versos, un médico o un cochero?

Ion

El cochero sin duda.

Sócrates

¿Es porque conoce el arte que corresponde a todas estas cosas o por otra razón?

Ion

No, sino porque conoce este arte.

Sócrates

Dios ha atribuido a cada arte la facultad de juzgar sobre las materias que a cada uno correspondan, porque no juzgamos mediante la medicina las mismas cosas que conocemos por el pilotaje.

Ion

Verdaderamente no.

Sócrates

Ni por el arte de carpintería lo que conocemos por la medicina.

Ion

De ninguna manera.

Sócrates

¿No sucede lo mismo con todas las demás artes? Lo que nos es conocido por la una, no nos es conocido por la otra. Pero antes de responder a esto, dime: ¿no reconoces que las artes difieren unas de otras?

Ion

Sí.

Sócrates

En cuanto puede conjeturarse, digo, que una es diferente de otra, porque esta es la ciencia de un objeto y aquella de otro. ¿Piensas tú lo mismo?

Ion

Sí.

Sócrates

Porque si fuese la ciencia de los mismos objetos, ¿qué [202] razón tendríamos para hacer diferencia entre un arte y otro arte, puesto que ambos conducían al conocimiento de las mismas cosas? Por ejemplo, yo sé que estos son cinco dedos, y tú lo sabes como yo. Si yo te preguntase, si lo sabemos ambos por la aritmética, o lo sabemos tú por un arte y yo por otro, dirías sin dudar que por un mismo arte, la aritmética.

Ion

Sí.

Sócrates

Responde ahora a la pregunta que estaba a punto de hacerte antes, y dime, si crees, con relación a todas las artes sin excepción, que es necesario que el mismo arte nos haga conocer los mismos objetos, y otro arte objetos diferentes.

Ion

Así me parece.

Sócrates

Por consiguiente, el que no posee un arte, no está en estado de juzgar bien de lo que se dice o se hace en virtud de este arte.

Ion

Dices verdad.

Sócrates

Con relación a los versos que acabas de citar, ¿juzgarás tú mejor que el cochero, si Homero habla bien o mal?

Ion

El cochero juzgará mejor.

Sócrates

Porque tú eres rapsodista y no eres cochero.

Ion

Sí.

Sócrates

¿El arte del rapsodista es distinto que el del cochero? [203]

Ion

Sí.

Sócrates

Puesto que es distinto, tiene que ser la ciencia de otros objetos.

Ion

Sí.

Sócrates

¡Pero qué! cuando Homero dice, que Hecamedes, concubina de Néstor, dio a Macaon, que estaba herido, un brebaje y se expresa así:{8} «lo echó en vino de Pramnea, sobre el que raspó queso de cabra con un cuchillo de metal, y mezcló con ello cebolla para excitar la sed,» ¿pertenece al médico o al rapsodista juzgar si Homero habló bien o mal?

Ion

A la medicina.

Sócrates

Y cuando Homero dice:{9} «Ella se lanzó en el abismo, como el plomo que, atado al asta de un buey salvaje, se precipita en el fondo de las aguas, llevando la muerte a los peces voraces,» ¿diremos que corresponde al pescador, más bien que al rapsodista, el calificar estos versos, y si lo que expresan está bien o mal hecho?

Ion

Es evidente, Sócrates, que esto corresponde al arte del pescador.

Sócrates

Mira ahora si tú me presentarías la cuestión siguiente: Sócrates, puesto que encuentras en Homero los objetos, cuyo juicio pertenece a cada uno de estos diferentes artes, busca en igual forma en este poeta los objetos que [204] pertenecen a los adivinos y al arte adivinatorio, y dime si Homero se ha expresado bien o mal en sus poesías en este punto. Ve ahora con qué facilidad y con qué verdad yo te respondería. Homero habla de estos objetos en muchos pasajes de su Odisea, por ejemplo, en aquel en que el divino Teoclimenes, nacido de la raza de Melampe, dirige estas palabras a los amantes de Penélope:{10} «¡Desgraciados, cuán horrible suerte os espera! vuestras cabezas, vuestras fisonomías, vuestros miembros, se verán rodeados de tinieblas. Oigo vuestros gemidos incesantes, y veo vuestras mejillas anegadas en lágrimas. El vestíbulo y atrio del palacio están llenos de fantasmas que se precipitan al Tártaro en medio de las sombras. El sol ha desaparecido del firmamento, y una fatídica nube cubre el universo.» Homero en muchos pasajes habla de esta manera, como cuando describe el ataque del campamento de los griegos, donde se leen estos versos:{11} «En el momento de ir a salvar el foso, un ave apareció a la izquierda del ejército; era un águila de remontado vuelo, que llevaba en sus garras una enorme serpiente ensangrentada, aún viva y palpitante, que hacía esfuerzos para defenderse. Habiéndose inclinado hacia atrás, hirió cerca del cuello el pecho del águila, obligando a ésta a soltarla a causa de la violencia del dolor, y dejándola caer en medio de los soldados, voló, por el espacio, a placer de los vientos, dando terribles quejidos.» Estos, te diría, y otros semejantes, son los pasajes cuyo examen y juicio pertenecen al adivino.

Ion

En eso no dirías más que la verdad.

Sócrates

Tu respuesta no es menos verdadera, Ion. Lo mismo [205] que te he señalado en la Odisea y en la Iliada pasajes que pertenecen, unos al adivino, otros al médico, otros al pescador, desígname tú ahora, Ion, tú que conoces mejor que yo a Homero, los pasajes que son del resorte de la rapsodia, y que te corresponde examinar y juzgar con preferencia á los demás hombres.

Ion

Te respondo, Sócrates, que todos son de la competencia del rapsodista.

Sócrates

Pero eso no lo decías hace poco. ¿Cómo tienes tan mala memoria? No es propio de un rapsodista ser tan olvidadizo.

Ion

¿Pues qué es lo que yo he olvidado?

Sócrates

¿No te acuerdas haber dicho que el arte del rapsodista es distinto que el del cochero?

Ion

Sí, me acuerdo.

Sócrates

¿No has confesado que, siendo distinto, tiene que conocer de otros objetos?

Ion

Sí.

Sócrates

El arte del rapsodista, según lo que tú dices, no conocerá todas las cosas, como no las conocerá el rapsodista.

Ion

Quizá es preciso exceptuar esta clase de objetos, Sócrates.

Sócrates

Pero tú entiendes por esta clase de objetos todo lo que pertenece a las otras artes. Por consiguiente, [206] ¿qué objetos habrás de conocer tú como rapsodista, puesto que no puedes conocerlos todos?

Ion

Conoceré, creo yo, los discursos que se ponen en boca del hombre y de la mujer, de los esclavos y de las personas libres, de los que obedecen y de los que mandan.

Sócrates

¿Quieres decir que el rapsodista sabrá mejor que el piloto de qué manera debe hablar el que manda una nave batida por la tempestad?

Ion

No; para esto será mejor el piloto.

Sócrates

¿El rapsodista sabrá mejor que el médico los discursos de que habrán de valerse los que dirigen a enfermos?

Ion

No, lo confieso.

Sócrates

¿Quieres hablar de los discursos que convienen a un esclavo?

Ion

Sí.

Sócrates

Por ejemplo, ¿pretendes que el rapsodista, y no el vaquero, sabrá lo que es preciso decir para amansar las bestias cuando están irritadas?

Ion

No.

Sócrates

¿Y sabrá mejor que un trabajador en lana lo tocante a su trabajo?

Ion

No. [207]

Sócrates

¿Sabrá mejor los discursos de que un general debe valerse para inspirar ánimo a sus soldados?

Ion

Sí, he aquí lo que el rapsodista debe conocer.

Sócrates

¡Pero qué! ¿el arte del rapsodista es el mismo que el arte de la guerra?

Ion

Por lo menos yo sé muy bien cómo debe hablar un general de ejército.

Sócrates

Quizá, Ion, estás versado en el arte de mandar la tropa. En efecto, si fueses a la vez buen picador y buen tocador de laúd, distinguirías los caballos que tienen buena o mala marcha. Pero si yo te preguntase mediante qué arte conoces los caballos que marchan bien, si por tu cualidad de picador o por la de tocador de laúd, ¿qué me responderías?

Ion

Te respondería que como picador.

Sócrates

En igual forma, si conocieses los que tocan bien el laúd, ¿no confesarías que este discernimiento le hacías como tocador de laúd y no como picador?

Ion

Sí.

Sócrates

Pues bien, puesto que entiendes el arte militar, ¿tienes este conocimiento como hombre de guerra o como buen rapsodista?

Ion

Importa poco, a mi parecer, en qué concepto.

Sócrates

¿Cómo dices que importa poco? El arte del rapsodista [208] es el mismo, a juicio tuyo, que el arte de la guerra, o son dos artes diferentes?

Ion

Yo creo que es el mismo arte.

Sócrates

De manera, que el que es buen rapsodista ¿es también buen general de ejército?

Ion

Sí, Sócrates

Sócrates

Por esta razón, ¿el que es buen general de ejército es igualmente buen rapsodista?

Ion

Por la misma razón no lo creo.

Sócrates

Por lo menos crees que un excelente rapsodista es igualmente un excelente capitán.

Ion

Seguramente.

Sócrates

¿Y no eres tú el mejor rapsodista de toda la Grecia?

Ion

Sin comparación, Sócrates

Sócrates

Por consiguiente, tú, Ion, ¿eres el capitán más grande de toda la Grecia?

Ion

Yo te lo garantizo, Sócrates; he aprendido el oficio en Homero.

Sócrates

En nombre de los dioses, Ion, ¿cómo, siendo tú el mejor capitán y el mejor rapsodista de la Grecia, andas de ciudad en ciudad recitando versos y no estás al frente de los ejércitos? ¿Piensas que los griegos tienen gran [209] necesidad de un rapsodista con su corona de oro, y que para nada necesitan un general?

Ion

Nuestra ciudad, Sócrates, está sometida a vuestra dominación; vosotros mandáis nuestras tropas y no necesitamos de ningún general. En cuanto a vuestra ciudad y a la de Lacedemonia, no me elegirán para conducir sus ejércitos, porque os creéis vosotros con capacidad para hacerlo.

Sócrates

Mi querido Ion, ¿no conoces a Apolodoro de Cinica?

Ion

¿Quién es?

Sócrates

El que los atenienses han puesto muchas veces a la cabeza de sus tropas, aunque extranjero; ¿y a Fanostenes de Andros y Heráclides de Clazomenes que nuestra república ha elevado al grado de generales y a los primeros puestos a pesar de ser extranjeros, porque han dado pruebas de su mérito? ¿Y no escogerá para mandar sus ejércitos y no colmará de honores a Ion de Efeso, si le considera digno de ello? ¡Pues qué! vosotros los efesienses ¿no sois atenienses de origen, y Efeso no es una ciudad que no cede en nada a ninguna otra? Si dices la verdad, Ion; si es al arte y a la ciencia a lo que debes tu buena inteligencia de Homero, entonces obras mal conmigo, porque después de haberte alabado por las bellezas que sabes de Homero y haberme prometido que me harías partícipe de ellas, veo ahora que me engañas, porque no sólo no me haces partícipe, sino que tampoco quieres decirme cuáles son esos conocimientos en que sobresales, por más que te he apurado; y, semejante a Proteo, giras en todos sentidos, tomas toda clase de formas, y para librarte de mí, concluyes por trasformarte en general, para que yo no pueda ver a qué punto llega tu habilidad en la [210] inteligencia de Homero. Por último, si es al arte al que debes esta habilidad y comprometido como estás a mostrármela, faltas a tu palabra, entonces tu procedimiento es injusto. Si por el contrario, no al arte sino a una inspiración divina se debe el que digas tan bellas cosas sobre Homero, por estar tú poseído y sin ninguna ciencia, como te dije antes, en este caso no tengo motivo para quejarme de tí. Por lo tanto mira si quieres pasar a mis ojos por un hombre injusto o por un hombre divino.

Ion

La diferencia es grande, Sócrates; es mucho mejor pasar por un hombre divino.

Sócrates

En este caso, Ion, te conferimos precioso título de celebrar a Homero por inspiración divina y no en virtud del arte.




{1} Los rapsodistas fueron, entre los griegos, los primeros depositarios de las obras de los grandes poetas Hesíodo, Homero, Arquíloco y miraban como una profesión formal el popularizar sus versos. Tenían concurso cada cinco años en Epidauro, donde había un templo consagrado a Esculapio.

{2} Era de la isla de Tasos. Los frescos célebres que pintó en Delfos hacia el año 395 antes de J. C. llamaban la atención por el dibujo y por la expresión de los semblantes.

{3} Oda en honor de Apolo

{4} Homero, Odisea, XXII.

{5} Homero, Iliada, XXII, 311.

{6} Homero, Iliada, 405, 430, 431, 515.

{7} Iliada, XXIII, 335.

{8} Iliada, XI, 639.

{9} Iliada, XXIV, 80.

{10} Odisea, XX, 351.

{11} Iliada, XII, 200.

{Obras completas de Platón, por Patricio de Azcárate,
tomo segundo, Madrid 1871, páginas 187-210.}



PLATÓN Y LA POESÍA. "ION"
Javier Aguirre 

  

La filosofía de Platón se construye a partir de un modelo, la vida y el pensamiento de Sócrates, y en disputa con la poesía -Homero, Hesíodo y dramaturgos- y la retórica tradicional -sofistas, oradores y logógrafos-. Platón no niega que las composiciones de poetas y sofistas estén dotadas de belleza y poder persuasivo; muy al contrario, el filósofo ateniense reconoce abiertamente el poder de seducción de sus rivales. Lo que el filósofo ateniense les reprocha a todos ellos es que, lejos de someterse a la utilidad de la comunidad, la belleza de sus composiciones constituye un peligro para el buen orden de la ciudad y del ciudadano; y por ello, en la medida en que se trata de obras capaces de causar el mal, su belleza no solo no es motivo de honra, sino que merece la mayor censura, pues  presentan un gran mal bajo un aspecto agradable. La filosofía de Platón se alza contra aquellos que se han constituido como educadores de los griegos -los poetas Homero y Hesíodo- y también contra los nuevos educadores que pretenden detentar el monopolio educativo de Atenas, ya se trate de oradores o de dramaturgos.
 Y no obstante, a pesar de toda esta crítica, en su pretensión de elaborar un discurso no solo agradable sino también políticamente útil para la ciudad y el ciudadano, Platón no rechaza en modo alguno hacer uso de todos los recursos poéticos y retóricos en vista a la creación de un lenguaje eficaz en la transmisión de la verdad. En este sentido, tal como el propio filósofo expresa en más de una ocasión, lo criticable no es el uso de la poesía o de la retórica, entendidas como herramientas de persuasión por medio de las palabras, sino el uso espurio que de ella hacen sofistas y poetas, por dirigirlas al placer y al halago de sus audiencias y desvincularlas del conocimiento de la verdad y de aquello que es útil para el recto orden de la pólis y los ciudadanos. A partir de esta idea fundamental, el fundador de la Academia elabora un nuevo tipo de poesía y un nuevo tipo de retórica que no solo pretenden ser agradables, sino también útiles; o lo que es lo mismo: una poesía y una retórica sometidas al dictado de la filosofía. 

Situados en este contexto, el breve diálogo Ion se entiende como un intento platónico de desautorizar el papel de los poetas y rapsodas en la tradición griega y en la sociedad de su tiempo, por tratarse de los mediadores necesarios de un modelo de educación pernicioso para la ciudad y los ciudadanos. Frente al rapsoda Ion, Sócrates, modelo platónico de un nuevo tipo de educación, tratará de conducir a su interlocutor a la afasia y erigirse él mismo como portador del nuevo discurso autorizado. Para ello, el filósofo intenta mostrar que, frente al technítes o poseedor de un conocimiento real, poetas y rapsodas carecen de un ámbito específico sobre el que aplicar un conocimiento propio y exclusivo. Muy al contrario, en el Ion Platón trata de señalar la diferente naturaleza de la poesía y la filosofía, asociando la primera a la pasividad, la irracionalidad y la ausencia de conocimiento, en tanto que la segunda queda vinculada a la autonomía, la razón y el conocimiento. 

Para llevar a cabo toda esta crítica a la antigua paideía poética, Platón se vale de los conceptos de tékhne y enthousiasmós, ejes centrales en torno a los cuales se desarrolla el diálogo entre Sócrates y el rapsoda. El resultado del examen llega a una conclusión contundente: el discurso de rapsodas y aedos no constituye un saber, no existe un arte poético (poietikè tékhne), pues aquel que lo reproduce es incapaz de ofrecer un conocimiento justificado de las cosas sobre las que trata. Si bien el rapsoda Ion aborda una amplia serie de temas, entre las que cabe señalar la adivinación, la medicina, la equitación o el arte de la guerra, lo cierto es que el poeta no es un experto (tekhnítes) en ninguna de esas materias, que corresponden al adivino, al médico, al auriga y al general, es decir, a aquellos que realmente poseen el dominio sobre ellas en cualquier circunstancia. En efecto, según el razonamiento de Sócrates, cada arte se ocupa de un solo dominio específico de conocimiento (principio de especialidad) y el experto es capaz de aplicar su conocimiento a cualquier objeto que se incluya en dicho dominio (principio de totalidad). Frente al technítes, el rapsoda habla de una gran variedad de asuntos, pero sin dominar ninguno de los objetos sobre los que versa, de tal modo  que su actividad en ningún sentido puede constituir un verdadero saber. Obviamente, Sócrates no se deja impresionar por la capacidad del poeta para ofrecer un discurso bello o la capacidad del rapsoda para mover a la audiencia hacia las emociones deseadas, pues su interés no radica en la belleza formal del discurso poético, sino en su capacidad de transmitir la verdad. La conclusión a la que llega Sócrates es clara: desprovistos de un verdadero saber, el poeta Homero y el rapsoda Ion quedan desautorizados como guías educativos de los griegos. 

Pero si la actividad poética desarrollada por rapsodas y poetas no constituye una téchne, ¿de dónde procede su capacidad compositiva y rapsódica? Para responder a esta cuestión Sócrates introduce la noción de inspiración divina o enthousiasmós. La elocuencia del poeta no tiene su fuente en un conocimiento justificado, sino en cierta inspiración de origen divino, una posesión por parte de un dios que permite al poeta ser el canal a través del que brotan las palabras. Sócrates conduce la conversación de tal modo que téchne y enthousiasmós, conocimiento e inspiración, aparecen como una alternativa  excluyente según la cual el poeta inspirado aparece desvinculado del conocimiento. En efecto, el nexo introducido entre la actividad poética y el enthousiasmós sirve para caracterizar al poeta como alguien enajenado, pasivo y desprovisto del dominio racional sobre aquello que expresa. Y lo que es más grave, el canto del rapsoda se apodera también del auditorio, que bajo el influjo del canto rapsódico queda alienado. El objetivo de Platón es evidente: mediante la acusación de que la poesía tradicional constituye un hechizo irracional que suscita la pasividad de los ciudadanos, el diálogo Ion  trata de desautorizar uno de los discursos dominantes y allanar así el terreno a la filosofía, en tanto que novedosa forma discursiva que debe guiar el rumbo de la ciudad. Ajena, pues, a los principios que rigen el verdadero conocimiento, la actividad de  poetas y rapsodas responde a la inspiración, regalo de los dioses que, al tiempo que los convierte en seres divinos, los convierte también en seres ignorantes, y en cuanto ignorantes, incapacitados para la labor educativa, que en una sociedad regida racionalmente debe corresponder a los filósofos. 

Javier Aguirre es profesor de Filosofía Antigua y Filosofía Medieval en la Universidad del País Vasco. Ha sido también profesor en secundaria y profesor invitado en varias universidades americanas y europeas. Ha publicado Filosofo presokratikoak (2004), La aporía en Aristóteles (2007), Aristotelesen Metafisikari sarrera (2008) y Platón y la poesía. Ion (2013) y ha cotraducido textos clásicos griegos al euskara, entre los que destacan la Metafísica (1997) y la Etica a Nicómaco (2001). Recientemente ha participado en los libros Filosofía en un mundo global (2007), Filosofiaren Historia (2008), Filosofía de la Innovación (2009) y Filosofia eta poesia (2011), y ha coeditado Racionalidad, Visión, Imagen (2009) y Diseñando el futuro. Reflexiones desde la Filosofía (2011). Su próximo libro, Dialéctica y filosofía primera. Lectura de la Metafísica de Aristótes se publicará en breve en Prensas Universitarias de Zaragoza. 



Hablando del alma y de poesía.

12 octubre, 2023
Manuel Mora Serrano.


Fragmento del diálogo de Ion y Sócrates (470-309 a. C. )


ION. - No tengo nada que oponerte, Sócrates. Pero yo tengo el convencimiento íntimo de que, sobre Homero, hablo mejor y con más facilidad que nadie, y todos los demás afirman que yo hablo bien, cosa que no me ocurre si se trata de otros poetas. Mira, pues, qué es esto.

SÓCRATES. - Ya miro, Ion, y es más, intento mostrarte lo que me parece. que es. Porque no es una técnica lo que hay en ti al hablar bien sobre Homero; tal como yo decía hace un momento, una fuerza divina es la   que te mueve, parecida a la que hay en la piedra que Eurípides llamó magnética y la mayoría, heráclea. Por cierto que esta piedra no sólo atrae a los anillos de hierro, sino que mete en ellos una fuerza tal, que pueden hacer lo mismo que la piedra, o sea, atraer otros anillos, de modo que a veces se forma una gran cadena de anillos de hierro que penden unos de otros. A todos ellos les viene la fuerza que los sustenta de aquella piedra. Así, también, la Musa misma crea inspirados, y por medio de ellos empiezan a encadenarse otros en este entusiasmo. 

De ahí que todos los poetas épicos, los buenos, no es en virtud de una técnica por lo que dicen todos esos bellos poemas, sino porque están endiosados y posesas. Esto mismo le ocurre a los buenos líricos, e igual que los que caen en el delirio de los Coribantes 9 no están en sus cabales al bailar, así también los poetas líricos hacen sus bellas composiciones no cuando están serenos, sino cuando penetran en las regiones de la armo nía y el ritmo poseídos por Baco, y, lo mismo que las bacantes sacan de los ríos, en su arrobamiento, miel y leche, cosa  que no les ocurre serenas, de la misma manera trabaja el ánimo de los poetas, según lo que ellos mismos dicen. Porque son ellos, por cierto, los poetas, quienes nos hablan de que, como las abejas, liban los cantos que nos ofrecen de las fuentes melifluas que hay en ciertos jardínes y sotos de las musas, y que revolotean también como ellas 10. Y es verdad lo que dicen. Porque es una cosa leve, alada y sagrada el poeta, y no está en condiciones de poetizar antes de que esté endiosado, demente, y no habite ya más en él la inteligencia. Mientras posea este don, le es imposible al hombre poetizar y profetizar.  
Pero no es en virtud de una técnica como hacen todas estas cosas y hablan tanto y tan bellamente sobre sus temas, cual te ocurre a ti con Homero, sino por una predisposición divina, según la cual cada uno es capaz de hacer bien aquello hacia lo que la Musa le dirige; uno compone ditirambos, otro loas, otro danzas, otro epopeyas, otro yambos. En las demás cosas cada uno de ellos es incompetente. Porque no es gracias a una técnica por lo que son capaces de hablar así, sino por un poder divino, puesto que si supiesen, en virtud de una técnica, hablar bien de algo, sabrían hablar bien de todas las cosas. Y si la divinidad les priva de la razón y se sirve de ellos como se sirve de sus profetas y adivinos es para que, nosotros, que los oímos, sepamos que no son ellos, privados de razón como están, los que dicen cosas tan excelentes, sino que es la divinidad misma quien las dice y quien, a través de ellos, nos habla.

 La mejor prueba para esta afirmación la aporta Tínico de Calcis que jamás hizo un poema digno de recordarse con excepción de ese peán que todos cantan, quizá el más hermoso de todos los poemas líricos; y que, según él mismo decía, era «un hallazgo de las musas. Con esto, me parece a mí que la divinidad nos muestra claramente, para que no vacilemos más, que todos estos hermosos poemas no son de factura humana ni hechos por los hombres, sino divinos y creados por los dioses, y que los poetas no son otra cosa que intérpretes de los dioses, poseídos cada uno por aquel que los domine. Para mostrar esto, el dios, a propósito, cantó, sirviéndose de un poeta insignificante, el más hermoso poema lírico. ¿No te parece Ion, que estoy en lo cierto?

ION. -Sí, ¡por Zeus! Claro que sí: me has llegado al alma, no sé de qué manera, con tus palabras, oh Sócrates, y me parece que los buenos poetas por una especie de predisposición divina expresan todo aquello que los dioses les comunican.



puerta al infierno



Varios.



Tomboy 2011







Tomboy es una película dramática francesa de 2011 escrita y dirigida por Céline Sciamma. La historia sigue a una niña de 10 años que no se ajusta al género, Laure, que se muda a un nuevo vecindario durante las vacaciones de verano y experimenta con su presentación de género, adoptando el nombre de Mickaël.




El hacha de piedra.
Historia

¿Pudo Shakespeare inspirar la marca de un barbitúrico?

Jugando a encontrar el significado original de las palabras científicas, nos encontramos con curiosidades que a veces alcanzan la ficción.

Shakespeare palabras científicas.

'Las Comedias, Historias y Tragedias de William Shakespeare' de 1623.

07 DIC 2024
Montero Glez

La etimología es la disciplina lingüística que se ocupa del origen de las palabras. Bien mirado se trata de un juego por el cual alcanzamos el primer aroma de la palabra a estudiar; la razón de su existencia e interpretación.
Dispuestos a jugar, y sin salirnos de la dimensión científica, nos encontramos con algunas curiosidades etimológicas que bien merecen ser señaladas. Sin ir más lejos, el origen de la palabra “barbitúrico” se remonta hasta el 4 de diciembre de 1863, fecha en la que el ácido barbitúrico fue sintetizado por el químico Adolf von Baeyer, coincidiendo en el santoral con el día de Santa Bárbara, de ahí el nombre que lo designa.
Sin embargo, hay voces que apuntan que la denominación se debe a otra Bárbara, amante de Adolf von Baeyer y camarera en Múnich. Según estas voces, la tal Bárbara fue quien proporcionó a Adolf von Baeyer la orina para realizar el experimento que tuvo como resultado la síntesis del citado ácido. Hay que apuntar que para conseguir el ácido barbitúrico es necesario combinar ácido malónico con urea, compuesto químico que se encuentra en la orina. Pero como toda mitología se presta a distorsión, es posible que la denominación se deba a que el día del descubrimiento, Adolf von Baeyer y sus ayudantes fueron a celebrarlo a una taberna donde también se estaba celebrando el día de Santa Bárbara. Por lo cual volvemos hasta el principio, obviando las voces que apuntan al juego amoroso entre Adolf von Baeyer y la camarera.

Siguiendo con el origen etimológico de los compuestos químicos tenemos el Veronal, nombre comercial del primer somnífero del grupo de los barbitúricos que tuvo su mercado a principios del siglo XX. Su etimología nos lleva hasta Verona, ciudad italiana donde dicen que despertó su descubridor Josef von Mering después de ingerir una dosis para dormir en un viaje en tren. Con todo, y como ya hemos visto, los supuestos son una constante, y hay quienes dicen que la marca Veronal tuvo un origen más literario, apuntando a William Shakespeare y a su tragedia Romeo y Julieta, donde los amantes de Verona viven un amor prohibido que, con el tiempo, ha ido convirtiéndose en un arquetipo. En uno de sus pasajes, Julieta toma una sustancia somnífera para simular la muerte, de ahí el nombre de este barbitúrico de propiedades hipnóticas.
Sin dejar de lado los narcóticos, tenemos la palabra “asesino”, cuya etimología nos lleva hasta nuestras raíces árabes por ser de lengua árabe su procedencia. Así tenemos la palabra ḥaššāšīn que, según el Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana de Corominas, significa “bebedor de ḥaššiš, bebida narcótica de hojas de cáñamo”. De esta forma, ḥaššāšīn será el término que se utilice para nombrar a los seguidores de una secta musulmana (siglos X-XIII) que se dedicaba a realizar asesinatos políticos bajo los efectos del ḥaššiš.

De hecho, la palabra assassin viene a significar magnicida en inglés, diferenciándose de murderer que es quien, a la hora de matar, no solo lo hace por motivos políticos.

Para terminar, la palabra “científico” es originaria del latín scientificus y significa “relativo al que hace sabiendo” siendo “ciencia”, scientia, “cualidad del que sabe”. El primero en utilizar el término “científico” fue William Whewell, teólogo, filósofo y también científico, quien quiso dar un carácter global a todas aquellas personas que se dedicaban a la física, las matemáticas, la biología y demás disciplinas cuyo atributo común reside en el método con el que se procede para alcanzar el conocimiento.
William Whewell presentó el término en una reunión de la Asociación Británica para el Avance de la Ciencia en 1833 y, aunque en un principio tuvo sus reservas, con el paso de los años logró ser aceptado. Por mucho que se buscase, no se iba a encontrar otro término más preciso.






Opinión

¿Quién le teme a William Shakespeare?

23 de octubre de 2024

Por Drew Lichtenberg

A principios de este mes, los amantes del teatro del Área de la Bahía, en Estados Unidos, recibieron una muy mala noticia. California Shakespeare Theater, la querida compañía sin fines de lucro que ha funcionado allí durante 50 años, anunció que pronto cerraría ante un “estancamiento financiero insuperable”. Como productor artístico de la Shakespeare Theatre Company de Washington, me tomo muy en serio este tipo de pérdidas. Y también me preocupan. A veces parece que la relación del teatro estadounidense con el Bardo se está resquebrajando.

En mis viajes de este verano, de costa a costa, por ejemplo, vi que los teatros de Shakespeare producían menos Shakespeare. En 2024, Oregon Shakespeare Festival —una de las compañías clásicas más grandes y antiguas del país— solo ofreció dos obras de Shakespeare de un total de 10 producciones. El Old Globe de San Diego produjo Henry 6, pero nada más del Bardo. El Chicago Shakespeare Theater solo está produciendo una obra de Shakespeare de un total de nueve. En mi propia Shakespeare Theatre Company, compañía en la que el calendario de obras se decide por comité, La comedia de los errores es nuestra única obra de Shakespeare. Es la primera temporada completa en los 38 años de historia de nuestra compañía en la que solo programamos una. Más al norte, el Hudson Valley Shakespeare Festival, con 37 años de existencia y situado al norte del estado de Nueva York, montó tres producciones el verano pasado, en las que, por primera vez, faltó alguna obra de Shakespeare, otro récord cuestionable.

¿Hasta qué punto es real esta contracción de Shakespeare? La revista American Theatre, que recopila datos de más de 500 teatros, publica una lista de las obras más representadas cada temporada. En 2023-24, hubo 40 producciones de obras de Shakespeare. En 2022-23 hubo 52 y en 2018-19, 96. En los últimos cinco años, la presencia de Shakespeare en los escenarios estadounidenses ha caído un asombroso 58 por ciento. En muchos teatros que antes solo representaban obras de Shakespeare, la producción de obras del Bardo ha descendido a menos del 20 por ciento del repertorio.

¿Por qué los teatros estadounidenses le rehuyen a Shakespeare?

Las obras de Shakespeare suelen ser grandes y caras. Los teatros se están viendo afectados por el aumento de los costos de mano de obra y material, así como por un público reacio a volver tras la COVID-19. Ante esta situación, muchos productores están recurriendo a espectáculos unipersonales, cuya producción es menos costosa, o a musicales y obras mediocres y genéricas con un atractivo más amplio. Como me dijo recientemente un director artístico, “Agatha Christie está salvando por sí sola el teatro regional estadounidense”.

La verdadera respuesta puede ser otra. En los últimos 10 años, a medida que la política y la cultura estadounidenses se han vuelto más polémicas, Shakespeare se ha politizado cada vez más. En 2017, la producción de Delacorte de Julio César del Public Theater representó el asesinato de un César parecido a Donald Trump. La producción suscitó protestas de los simpatizantes de Trump, y las empresas patrocinadoras retiraron su financiación. Shakespeare también está siendo atacado por la izquierda progresista. En julio de 2020, el colectivo de activistas teatrales We See You, White American Theater impactó la industria con exigencias de un “mínimo del 50 por ciento de representación BIPOC en la programación y el personal”, en referencia a personas negras, indígenas y de color. Aunque no se mencionó el nombre de Shakespeare, su obra era el elefante blanco, masculino y europeo en la habitación.

Las disputas en torno a Shakespeare son intensas, incluso aterradoras. En 2023, Nataki Garrett, la primera directora artística negra del Oregon Shakespeare Festival, dimitió tras recibir amenazas de muerte racistas y otras formas de acoso. Había sido una firme defensora de We See You y había intentado diversificar el repertorio y las prácticas de trabajo de la compañía. Hay una larga historia de teatros que huyen de Shakespeare en tiempos de división o incertidumbre política. De 1810 a 1820, El rey Lear estuvo prohibida en los escenarios ingleses cuando el rey Jorge III sufrió ataques de locura. En Estados Unidos, el motín de Astor Place de 1849 fue una revuelta antinmigrante con pretexto shakesperiano en la que perdieron la vida unas dos decenas de personas. Las chispas que encendieron la llama fueron producciones rivales de Macbeth: una estaba protagonizada por Edwin Forrest, un demócrata jacksoniano y patriota declarado. La otra estaba protagonizada por William Macready, de la élite británica cosmopolita.

En vida de Shakespeare, su compañía fue detenida para ser interrogada después de que el conde de Essex intentara dar un violento golpe de Estado y solicitara una representación especial de Ricardo II. En esa obra, el legítimo rey en ejercicio recibía el tratamiento de Joe Biden, depuesto por su aparente incapacidad. Al parecer, en 1601, la reina Isabel I dijo: “Yo soy Ricardo II, ¿no lo sabéis?”.

Debido a las divisiones políticas contemporáneas, cuando temas como el derecho de la mujer a controlar su propio cuerpo, el legado del colonialismo y el racismo contra las personas negras dominan los titulares, los productores teatrales bien podrían estar repitiendo patrones históricos. En los últimos años se han representado muy pocas obras como La fierecilla domada, La tempestad u Otelo. Es posible que resulten demasiado cercanas.

Sin embargo, lo que hace que Shakespeare sea controvertido también es lo que lo hace esencial y contemporáneo. Su obra aborda temas que hoy siguen siendo tan relevantes y controvertidos como lo fueron en su época. Sus comedias sugieren la fluidez del género y las ambigüedades del deseo. Sus tragedias nos muestran a seres humanos enfrentados a sus propios defectos. Sus obras históricas nos muestran a personajes que persiguen el poder a costa de los demás. El mercader de Venecia y Otelo nos muestran cómo nos dividen los prejuicios y el odio. En grandes obras filosóficas y políticas como La tempestad, todos estos temas confluyen.

Si se examina con detenimiento esta última temporada —como hice yo— y lo que está por venir, se verá que Shakespeare sigue presente, pero remezclado y reinterpretado, a menudo bajo otros nombres y disfraces. By The Queen, de Whitney White, en el Hudson Valley Shakespeare, es una exploración de la reina Margarita de Enrique VI y Ricardo III de Shakespeare. Mi propia compañía produjo Macbeth in Stride de White en Washington el año pasado, y el espectáculo llegará al Yale Repertory Theatre y a la Brooklyn Academy of Music. Oregon Shakespeare Festival está produciendo un nuevo montaje de Coriolanus con un reparto femenino y no binario, con una revisión en verso moderno del texto de Sean San José. El Chicago Shakespeare presenta Hamlet, de Teatro La Plaza, que combina el texto de Shakespeare con anécdotas extraídas de la vida del elenco, todos ellos con síndrome de Down.

El próximo año se pondrá a prueba si el público estadounidense vuelve a estar preparado para las grandes y desafiantes obras de Shakespeare. En 2025, Denzel Washington y Jake Gyllenhaal protagonizarán Otelo en Broadway. La última vez que se vio Otelo en Broadway fue en 1982, cuando James Earl Jones interpretó el papel.

El Oregon Shakespeare Festival, con su nuevo director artístico, Tim Bond, ha anunciado su temporada 2025 Homecoming. Está repleta de obras de Shakespeare y otros grandes clásicos, entre ellos Julio César. En el Folger Theatre, dos de las tres producciones de este año son de clásicos de Shakespeare, Romeo y Julieta y Noche de reyes.

Todo esto puede reflejar un deseo por parte de los artistas de dejar atrás la polarización de las guerras culturales. Al fin y al cabo, no son las obras de Shakespeare las que causan controversia, sino sus interpretaciones excesivamente simplificadas.

Los grandes actores siguen queriendo interpretar estos papeles. Y creo que el público seguirá queriendo ver sus obras. Necesitamos a Shakespeare, especialmente en momentos de conflicto y agitación. Los teatros le deben al público la oportunidad de recuperarlo, con toda su sangre y sus vísceras.

Drew Lichtenberg es productor artístico de la Shakespeare Theatre Company, profesor de la Universidad Católica de América y coautor del nuevo libro Shakespeare in the Theatre: Shakespeare Theatre Company.



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