Patricio de Azcárate Argumento de Laques. |
El verdadero objeto del Laques no es el valor, sino, con ocasión del valor, la educación de los hijos, es decir, la ciencia de los estudios y de los Ejercicios que más pueden convenirles. Melesías y Lisímaco, dos ancianos, cuyos hijos han llegado ya a la adolescencia, acompañados de Nicias y de Laques que intervienen a propósito en la discusión, acometen, todos juntos, a Sócrates, para pedirle consejo sobre los mejores medios de desenvolver las facultades físicas y morales de sus hijos. Sócrates les obliga a convenir en que el beneficio de la educación consiste en que se arraigue en el alma de los jóvenes la idea de la virtud; mas para que así suceda, es preciso poseerla, o por lo menos conocerla, como quedó ya demostrado en el Primer Alcibíades. Por lo pronto ya se nota la mucha dificultad que presenta una buena educación. La verdadera cuestión que debe resolverse, si este punto se ha de tratar a fondo, no puede menos de ser la siguiente: ¿Qué es la virtud? Pero como este objeto es tan vasto, Sócrates, en vez de examinar lo que es la virtud en general, limita la cuestión a indagar si se conoce bien alguna de sus partes, el valor, por ejemplo. Laques da el primero una definición: el valor consiste en mantenerse firme y no huir delante del enemigo. Pero el hombre valiente puede ceder por táctica delante del enemigo, y esto en realidad es también una especie de valor. ¿Y no tiene necesidad el hombre de mostrarse valiente en la enfermedad, en la pobreza, en la buena o mala fortuna y en la lucha con sus pasiones? Esta definición, que [258] presenta el general de ejército, es rechazada por Sócrates, por exclusiva y por falsa. Laques propone en seguida otra: el valor es la constancia. Pero Sócrates le prueba que la constancia sola, desprovista de prudencia y de razón, no merece el nombre de valor, y resulta ser una definición demasiado general y por consiguiente falsa. Nicias a su vez define el valor: la ciencia de las cosas que son de temer y de las que no lo son. Pero los médicos que saben lo que es y lo que no es de temer, los labradores que saben lo mismo con relación a la agricultura, no por esto son hombres valientes. Aun cuando admitamos que lo sean, los adivinos que prevén todo lo que es o no es de temer en la vida, deberían ser los hombres más valientes del mundo; conclusión evidentemente inadmisible. Pero no es esto sólo; si el valor es verdaderamente una ciencia, precisamente constituye un conocimiento universal de todo lo que es de temer y de esperar, es decir, de todos los bienes y de todos los males. Es así que esta ciencia aplicándose por su naturaleza a lo pasado, a lo presente y al porvenir, no es nada menos que el conocimiento absoluto del bien y del mal; luego el hombre que poseyese tal ciencia, no sólo conocería una parte de la virtud, el valor, sino también todas las demás, la sabiduría, la piedad, la justicia, y se pondría fuera de la condición humana, al abrigo de toda falta, y sería un ser perfecto y no el hombre valiente. De aquí se sigue, que el valor no ha sido aún definido, puesto que todas las definiciones propuestas están, por exceso o por defecto, en desacuerdo con la idea misma de valor. La última conclusión que debe sacarse de lo que queda dicho es que es difícil conocer la virtud, puesto que no es fácil formar idea de una de sus partes. La dificultad y la grandeza de la ciencia son las dos grandes verdades que la enseñaza socrática no se cansa de establecer. {Obras completas de Platón, por Patricio de Azcárate, tomo primero, Madrid 1871, páginas 257-258.} |
"La Navidad de Platón y sus familiares, celebrada en la Villa de Careggi por Lorenzo el Magnífico", cuadro de Luigi Mussini, (1862-1867). La pintura representa un pasaje descrito por Marsilio Ficino en "De Amore", cuando el 7 de noviembre de 1468 él y sus amigos (incluidos otros humanistas del Renacimiento) se reunieron en una recreación del Simposio, en una celebración de "Platoneia". La Academia Platónica florentina fue una institución humanista fundada en 1459 por el mecenas Cosme de Médicis. Al principio no fue sino un cenáculo de amigos para discutir temas literarios, y no trascendió del grupo de eruditos ligados a la familia Médicis. Sin embargo, fue imitada en otras ciudades de Italia y posteriormente en todas las naciones de Europa. Historia Explica Ferrater Mora, en su Diccionario de Filosofía, Editorial Suramericana, Quinta edición 1964, que la llegada del filósofo bizantino Georgios Gemistos Plethon a la corte florentina de Cosme de Médicis, y las enseñanzas que dio en la misma de la filosofía platónica y neoplatónica indujeron a Cosme a fundar la llamada Academia Florentina o Academia platónica de Florencia en 1459. La Academia fue protegida asimismo por Lorenzo de Médicis. Sus principales miembros fueron, además de Plethon, el Cardenal Bessarion, Marsilio Ficino y luego Pico della Mirándola. La tendencia común fue, ante todo, el estudio de Platón. Otros rasgos comunes de esta Academia fueron:
Hay que observar, por lo demás, que el platonismo y neoplatonismo influyeron en muchas otras corrientes del Renacimiento, inclusive en algunas que parecían opuestas a Platón; es el caso de las renovaciones del estoicismo y el epicureismo. Integrantes. La siguiente lista contempla a los más importantes miembros de la Academia, todos grandes intelectuales y multifacéticos en las diversas artes y oficios.
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El Renacimiento en Florencia: Un Renacimiento Cultural. Alrededor de 1400 en la ciudad de Florencia, un grupo de artistas tenía como objetivo revivir las formas artísticas del Imperio Romano, que luego se extendieron por toda Italia y Europa Occidental. El término 'Renacimiento' fue acuñado en 1550 por Bashar y cobró importancia en el siglo XIX. Antes de 1400, Europa Occidental experimentó un crecimiento cultural con la reconquista cristiana de la Península Ibérica, las Cruzadas y el surgimiento de universidades. El período vio un resurgimiento de textos clásicos griegos, lo que llevó a un florecimiento de la literatura en lenguas romances. Los artistas comenzaron a alejarse de los estilos bizantinos hacia el realismo, especialmente en la escultura. La revolución en la pintura y la escultura, influenciada por artistas como Klaus Luther, llevó a avances en la perspectiva y las técnicas de pintura al óleo. El Renacimiento en Florencia marcó una reinvento del Imperio Romano como una identidad cultural distintiva, diferente de las influencias germánicas. Artistas como Brunelleschi y Donatello jugaron roles clave en este renacimiento, con Cosimo de' Medici apoyando a una nueva generación de artistas. El período se caracterizó por la experimentación en el arte, con un enfoque en incorporar elementos clásicos en la pintura y la arquitectura. El movimiento artístico en Florencia durante el período del Renacimiento trajo avances significativos en la perspectiva y las técnicas de pintura al óleo, sentando las bases para futuros desarrollos artísticos. El Renacimiento en Italia durante el siglo XV fue un período de inmensa creatividad y renacimiento cultural. Artistas y pensadores en Florencia abrazaron los ideales del humanismo, centrándose en el potencial y los logros de los seres humanos. Este cambio de perspectiva influyó en el arte, la arquitectura y la literatura, lo que llevó a un renovado interés en las formas clásicas y a una ruptura con las tradiciones medievales. El Renacimiento en Florencia no solo transformó el panorama artístico de la ciudad, sino que también tuvo un impacto duradero en el desarrollo cultural de Italia y Europa Occidental, dando forma al curso de la historia del arte durante siglos. |
Ficino, el creador de la Academia de Florencia. Es considerado el filósofo florentino más importante e impulsor de estudios humanistas y difusor de Platón. Joaquín Callabed Barcelona 14/02/2024 Marsilio Ficino (Caveggi, Florencia, 1443-1499) estudió Medicina en la Universidad de Pisa-Florencia, pues su padre quería que tuviera su misma profesión. Sin embargo, aunque publicó algunas obras médicas (como De triplice vita libri tres y Epidemiarum antidotus), no siguió esa carrera. Estudió Humanidades, Filosofía y Teología. Fue ordenado sacerdote. Se le considera el filósofo florentino más importante e impulsor de los estudios humanistas y difusor del pensamiento de Platón. Tuvo influencias de Jorge Gemisto Pletón, impulsor del griego y del neoplatonismo en el mundo latino, y de Basilio Besarion, educado en Constantinopla, que fue defensor de Platón sin descalificar a Aristóteles. Ficino cultivó géneros literarios como el tratado, el diálogo, el discurso y la carta. Tradujo del griego al latín los diálogos de Platón, Plotino y el Corpus Hermeticum y algunos tratados y cartas escritos por un monje desconocido del siglo V, el Pseudo Dionisio Aeropagita. Ficino cultivó géneros literarios como el tratado, el diálogo, el discurso y la carta. Escribió –aparte de un enorme epistolario– un famoso comentario al Banquete de Platón y la teología platónica. Aspiraba a una fusión de platonismo y hermetismo con el cristianismo y en el De Vita llegó a tener problemas con la Inquisición. Sus influencias llegan a Descartes, Erasmo, Spinoza, Leibniz y Kant. Su filosofía contribuyó al surgimiento de creaciones artísticas como La primavera y El nacimiento de Venus de Botticelli y su influjo se extendió por todo el Renacimiento, llegando a afectar a personalidades tan diversas como Durero, Agrippa von Nettesheim, Paracelso, Milton y Pico della Mirandolla , Marsilio Ficino fue el creador de la Academia de Florencia en 1462. Cosme de Médici fue el mecenas que le dio una casa en Caveggi cerca de Florencia y puso numerosos manuscritos griegos a su disposición. Está considerado el creador del neoplatonismo. En 1473 es ordenado sacerdote. Recibe luego a dos comunidades a modo de prebendas por parte de Lorenzo de Médici y luego es nombrado canónigo de la catedral de Florencia. El nombre de Academia lo utilizó como Comunidad Espiritual. Celebraban el nacimiento de Platón con un banquete en el que cada participante pronunciaba un discurso filosófico. En la Academia se celebraban recitales, declamaciones, lecturas privadas de Platón y conferencias públicas sobre Platón y el neoplatónico , pronunciadas en una iglesia cercana o auditorio adyacente. Recibían visitas y mantenían contactos con miembros extranjeros. Otras personas relevantes en la historia de la Academia fueron: Pleton y el cardenal Besarion, Cristóforo Landino, León Battista Alberti, Benedetto Varchi y Angelo Poliziano. Características de la Academia florentina:
Se demuestra con Ficino que el platonismo no ha terminado su curso. El platonismo es una adaptación y una amalgama constante. Es una "philosofia perennis". Ideas de Marsilio Ficino. 1. El alma es el medio de todas las cosas creadas por Dios. El alma es el mas grande de todos los milagros de la naturaleza porque combina todas las cosas y posee la fuerza de todo. Por eso se le puede llamar el centro de toda la naturaleza, el término medio de todas las cosas, el lazo y coyuntura del universo. 2. La vida contemplativa es un ascenso gradual del alma hacia grados de verdad y del ser cada vez mas altos y que culmina en el conocimiento y visión inmediata de Dios, última meta de la vida y de la existencia humana: "Se llega a Dios con dos alas: la del intelecto y la voluntad". 3. La inmortalidad del alma es un tema primordial en su doctrina y fue admitida en el Concilio Laterano de 1512. 4. Respecto al amor platónico, lo define como "el amor por otro ser humano, es una preparación mas o menos consciente para el amor de Dios que constituye la meta real y el verdadero contenido del derecho humano". 5. Respecto a la religión y filosofía, "toda religión aunque sea primitiva está relacionada con el único Dios verdadero". 6. Si bien Dios era el autor de la Creación, el hombre es el centro del mundo porque fue creado a su imagen y semejanza. 7. Tenía como objetivo conectar la filosofía griega con la revelación cristiana considerando que la verdad se revelaba en ambas. 8. Describe con elocuencia la renovación de los estudios humanísticos característicos del Renacimiento: "Este siglo es un siglo de oro que ha visto el nuevo esplendor de las disciplinas liberales casi extinguidas". La gramática, la poesía, la elocuencia, la pintura, la arquitectura, la escultura, la música y el arte de cantar "con la antigua lira de Orfeo". |
Plotino. |
Nacimiento:1 enero 204 en Licópolis. Muerte:1 enero 270 en Campania. (Πλωτίνος) Filósofo de origen egipcio, nacido probablemente en Licópolis, aunque de lengua y cultura griega. Se le considera el fundador del neoplatonismo. A los veintiocho años ingresó en la Escuela de Alejandría, donde permaneció durante once años siendo discípulo de Ammonio Saccas. Se enroló en el ejército del emperador Gordiano III para participar en las campañas contra Persia, aunque su verdadera motivación era la de conocer el mazdeísmo y la cultura persa. Después del fracaso militar de la expedición, viajó a Antioquía y finalmente se instaló en Roma, donde residió hasta su muerte, ocurrida en la Campania. Durante los primeros años de su estancia en Roma se limitó a repetir las enseñanzas de su antiguo maestro Ammonio Saccas, aunque sin plasmarlas por escrito, ya que una antigua promesa efectuada entre los discípulos de Ammonio les prohibía difundir sus doctrinas. Pero cuando otro discípulo rompió la promesa, Plotino comenzó a escribir, aunque sus obras solamente nos son conocidas gracias a la recopilación efectuada por su discípulo y biógrafo Porfirio, quien las agrupó por orden temático (no cronológico) en seis grupos de nueve tratados monográficos cada uno, razón por la cual se conocen como Enéadas (en griego nuevo es ennéa). La primera Enéada está dedicada a la moral, y está precedida por una biografía de Plotino, que sigue siendo la fuente principal del conocimiento de su vida; las Enéadas segunda y tercera están dedicadas a la cosmología, al estudio del tiempo, de la naturaleza y el mundo sensible, así como a combatir a los gnósticos; la cuarta Enéada estudia el alma; la quinta, la Inteligencia del Mundo y las ideas y la sexta, la más metafísica, estudia los géneros del ente, el ser y el Bien-Uno.
1.-La filosofía de Plotino: las tres hipóstasis. Durante su estancia en Roma, junto a su labor docente, fue forjando un vigoroso pensamiento original que dio lugar al neoplatonismo, filosofía que, a pesar de este nombre, no es una mera repetición o interpretación de la de Platón. Bien al contrario, su filosofía es una interpretación original de Platón con muchos nuevos elementos, extraídos en parte de Aristóteles (por ejemplo, su concepción del alma deriva en buena parte del De Anima aristotélico) y de los estoicos (la búsqueda de la virtud como contemplación de lo eterno). Junto a estas fuentes de inspiración, Plotino se basa también en el escepticismo, el eclecticismo y el neopitagorismo. De esta manera, el neoplatonismo plotiniano aparece como una gran síntesis del pensamiento pagano antiguo. Por otra parte, la influencia platónica predominante en su pensamiento es la derivada del platonismo medio y su concepción de las ideas entendidas como pensamientos de la divinidad, más que como un mundo inteligible separado del mundo físico. Esta tesis es la que está en la base de su concepción de la relación entre lo Uno y lo múltiple entendida como un proceso de emanación, así como del proceso de alejamiento de lo Uno y posterior retorno a él por medio de la purificación (ver texto). La primera hipóstasis Más allá del mundo sensible, Plotino afirma la existencia de tres hipóstasis fundamentales: por encima de todo, incluso por encima del ser y de toda idea, hay el Uno Absoluto (inspirado en el Bien platónico), que es la primera de las tres hipóstasis divinas, el punto de partida de la «procesión» de las otras dos hipóstasis que emanan de su propia superabundancia (ver texto). Lo Uno tiende a expandir su propio ser, que irradia como una fuente de luz o de calor. Esta expansión o emanación no es, pues, en nada semejante a la noción judeo-cristiana de creación, sino que la concibe como irradiación necesaria del Uno entendido como único principio de realidad. Este Uno perfecto es inefable e indefinible, porque es tanto no-ser como ser más allá del ser, y carente de toda determinación finita. En cuanto que no puede tener determinaciones (¿qué lo determinaría, si por definición es lo Uno Absoluto?). Tampoco puede pensarse, ya que el pensar supone una dualidad entre lo pensado y el pensamiento. (Esta concepción de la inefabilidad e indefinibilidad de lo Uno, junto con su concepción ética ascética que culmina en el éxtasis, influyó poderosamente tanto en la mística -especialmente en J.Böhme y el Maestro Eckhart -, como en la llamada teología negativa; ver texto). La segunda hipóstasis El Uno engendra la segunda hipóstasis: el Logos, Intelecto o Nous, cuya principal característica es conocerse a sí mismo y, en este sentido, ya no es lo Uno sino que supone la dualidad entre lo inteligible y la inteligencia. A diferencia de Platón, Plotino afirma que las Ideas, lo inteligible, no le son superiores, ni tampoco exteriores. En efecto, las Ideas forman una unidad con el intelecto, que se auto descubre examinándolas, siendo radicalmente uno-múltiple. La tercera hipóstasis La tercera hipóstasis es el Alma, que es fundamentalmente activa. El Alma es primariamente el Alma del mundo que mantiene una religación entre todas las cosas mediante un proceso de simpatía. El Alma transmite lo inteligible (propio del dominio lógico-dialéctico de la segunda hipóstasis) a lo sensible y, a su vez, vincula lo sensible no sólo con lo inteligible sino con lo Uno. En esta vinculación con lo sensible Plotino insiste en la noción de materia inteligible, ya que para él la materia no se limita a formar el mundo sensible sino que es el principio que permite la introducción de la multiplicidad en la unidad. En el Alma se distinguen dos partes: la parte superior que reside en lo eterno y la parte inferior, que es la que genera las cosas sensibles. Por tanto, es en el Alma donde la eternidad se transforma en tiempo. 2.-La ética y la teoría de la belleza. En el hombre, su alma individual debe acordarse de su relación inicial con la tercera hipóstasis, para no extraviarse en el mundo y permanecer prisionera del cuerpo. Por un movimiento de conversión, y apoyándose en su participación con el Alma del mundo -obsérvese que no se trata de la reminiscencia platónica-, puede triunfar sobre las pasiones y sobre el cuerpo y lograr que su racionalidad supere la irracionalidad impuesta por el cuerpo material. Siguiendo la teoría aristotélica del alma, Plotino afirma que la Inteligencia no debe ser concebida como una parte de esta alma personal: la poseemos sólo cuando hacemos uso de ella, pero no forma parte del alma individual. Al pensar conforme a ella nos encontramos transportados a la región inteligible, lo que nos permite alcanzar un pensamiento intuitivo que está más allá de la razón discursiva. Por la práctica de la virtud, el hombre, liberado de sus pasiones, puede emprender el ascenso hacia el reencuentro con el Uno. En este proceso ascendente hay cuatro grados de perfección:
Como ya hemos señalado, su concepción de la inefabilidad del Uno y su concepción del éxtasis influyó decisivamente sobre la teología negativa y sobre la mística. Pero, además, la teoría plotiniana de las tres hipóstasis influyó sobre la noción cristiana de la trinidad y sobre la formación inicial del cristianismo (en San Agustín, por ejemplo). Por otra parte, su concepción de corte intuicionista (más allá de la mera inteligencia), también estará presente en la obra de algunos filósofos modernos o contemporáneas como Leibniz, Schopenhauer o Bergson, así como entre muchos filósofos románticos. Sus obras fueron recopiladas por Porfirio en las Enéadas. |
Plotino. Plotino (205-270) nació en Egipto, se educó en Alejandría y se estableció en Roma. Rubén H. Ríos* 06-07-2021 La historia de la filosofía occidental, y durante varios siglos, es inseparable de la religión y la teología cristiana. Desde luego, a muchos esto puede resultarle indiferente o un tema erudito que en nada compromete a la fe religiosa, pero sucede que esta misma, desde un punto de vista histórico, resulta inconcebible e impensable sin el diálogo de los cristianos con la filosofía griega entre el siglo I y IV. En primer lugar, porque el cristianismo se helenizó tempranamente al difundirse, dentro del Imperio Romano, en un mundo bajo dominio de la lengua y la cultura griega. Los judíos, en la época de San Pablo, ya estaban helenizados, tanto los de la diáspora como los de Palestina. Sin ir más lejos, la nueva secta judía, llamada de los christianoi, apareció en la ciudad griega de Antioquía, en un ambiente helenizado. En segundo término, la teología cristiana no habría sido posible sin el viraje que da la filosofía griega, hacia el siglo I, de la ética a la religión, fortaleciendo de ese modo los componentes teológicos de las escuelas tradicionales. El neoplatonismo de Plotino (circa 205-270) se considera el principal eslabón que articula la filosofía griega y el cristianismo, si bien no ha sido el único filósofo en influir sobre el pensamiento cristiano de los primeros siglos. En los tiempos del emperador Cómodo, Plotino se formó en Alejandría con el neoplatónico Ammonio Sakkas, con quien también estudió el eminente teólogo cristiano Orígenes luego de recibir lecciones de Clemente de Alejandría, miembro de la ekklesia cristiana y autor de libros donde relaciona a la filosofía griega (en particular, el estoicismo) con el cristianismo. A su vez, también el neopitagórico Moderato de Gades y el pitagórico neoplatónico Numenio de Apamea, cuyo pensamiento trata ya de una “Trinidad” teológica, influyeron sobre Plotino. Hay que señalar que se registran elementos del neopitagorismo, fundado en el siglo I a.C., en el catecismo cristiano más antiguo, Doctrina de los doce apóstoles. En la obra de San Justino (siglo II), por otra parte, uno de los apologistas originarios del cristianismo, se menciona a Platón y Sócrates y se compara a este con Cristo, a quien define como el Logos estoico (causa divina del mundo) encarnado en forma humana, según afirma el Evangelio de San Juan. Plotino nació en la ciudad de Licópolis, en la ribera del Nilo, mientras comenzaba a expandirse el segundo período de la apologética griega del cristianismo en torno a Alejandría, Cesarea (hoy costa mediterránea de Israel) y Antioquía. Sin embargo, por su nombre latino se estima que también pudo nacer en la parte occidental del Imperio Romano como hijo una familia romana de clase alta después radicada en Egipto. No hay certezas sobre esto último y tampoco acerca de lo primero. Las referencias de su vida se deben a Porfirio, su discípulo más célebre, quien se ocupó de compilar y publicar póstumamente sus obras completas, las Enéadas, y que también escribió una Vida de Plotino. Los contemporáneos lo tomaban por egipcio a causa de su piel oscura y a su pronunciado acento, pero Porfirio relata que nunca dio a conocer su fecha ni lugar de nacimiento a fin de evitar que los astrólogos (en los que no creía) confundieran a sus discípulos respecto de sus enseñanzas. Según su biógrafo, pese a la belleza de su rostro, su apariencia era en extremo austera y era vegetariano, célibe y abstemio y despreciaba las imágenes artísticas, porque entendía que eran meras copias degradadas de las Ideas. De ahí su rechazo a que lo retrataran. Plotino vivió en una época de decadencia de la civilización grecorromana. El período del 235 al 268 del Imperio Romano es conocido como “la gran anarquía” producida a continuación del fin del régimen militar de los Severinos (193-235). Las fronteras estaban asediadas por germanos y persas, y la amenaza de una invasión de los bárbaros parecía inminente. El Estado imperial se encontraba en bancarrota y acrecentaba los impuestos, mientras de desarrollaban conspiraciones y luchas palaciegas, asesinatos de senadores e insurrecciones de las legiones. La falta de autoridad estable llevó que varias provincias occidentales y orientales se escindieran para formar el Imperio galo y el Imperio de Palmira, con el fin enfrentar con sus propios medios los ataques exteriores. Los campos de cultivo no daban abasto, había hambruna y sucesivas olas de peste devastaban Roma y sus dominios imperiales. De hecho, Plotino murió de una enfermedad parecida a la lepra (o sencillamente era lepra, no se sabe) a los 66 años. Muy enfermo, se retiró a morir a la Campania, a la finca de un amigo. Se sabe que Plotino, a los 28 años, abandonó sus ocupaciones y la residencia familiar y se trasladó Alejandría para escuchar a los filósofos. Conoció allí las escuelas de filosofía griega ya orientadas hacia la teología, la gnosis (un sincretismo de neoplatonismo, neopitagorismo, cristianismo y creencias orientales esotéricas y mágicas), el pensamiento religioso judeo-alejandrino que se había difundido en la región oriental del imperio desde los trabajos de Filón de Alejandría en el siglo I– un filósofo estoico-platónico de origen judío, maestro de Numenio de Apamea, en cuya doctrina el Dios bíblico crea el universo por medio del Logos, lo cual tuvo un enorme interés para la teología cristiana–, y finalmente el neoplatonismo de Sakkas, el cual consistía en una convergencia de las metafísicas de Platón y Aristóteles. Lo único que se conoce de su filosofía es la teoría de la unión inconfusa, en la que el alma se compenetra íntimamente con el cuerpo como su proyección atenuada, sin dejar de trascenderlo y reteniendo, a la vez, su naturaleza incorpórea. Después de once años como discípulo de Sakkas, Plotino abandonó la escuela para conocer los misterios de los persas e indios y se unió a la expedición del emperador Gordiano III contra Persia en el 242. No se sumó como soldado sino a la corte del emperador, seguramente gracias a sus relaciones en Alejandría, pero no llegó ni a Persia ni a la India. Se dirigió entonces a Roma, donde abrió su propia escuela en el 246, financiada al poco tiempo por el coemperador Galieno, desde el momento que el gobierno imperial se dividió para combatir a los persas y germanos. Las clases de Plotino, impartidas en griego, eran de entrada libre y asistían a ellas personas de todas las clases sociales, tanto cristianos como gnósticos, miembros de las escuelas filosóficas griegas y senadores, además de la esposa de Galieno. Muchos padres y tutores le confiaron niños y huérfanos, ya que su escuela era un sitio seguro en medio del caos. Plotino administraba sus bienes, y muchas veces de hijos de nobles asesinados o víctimas de la peste. Según aparece en la biografía de Porfirio, en Plotino se consolidó un nuevo tipo de filósofo de carácter místico y asceta. Su pensamiento rompió con el platonismo en exceso formalizado que se transmitía en Alejandría y Atenas y, en esa medida, se aproximaba a los cristianos que criticaban a Platón porque no había profundizado lo suficiente, de acuerdo a Porfirio, en la “Esencia inteligible”. No obstante, para Plotino, quien como otros neoplatónicos aspiraba a un acceso directo a la divinidad, el cristianismo se equivocaba respecto del advenimiento de un mesías o de la creación del mundo a partir de la nada. Por eso se apoyó en el neopitagorismo que afirmaba la posibilidad humana de alcanzar lo divino. Además, creía que en las religiones de Oriente se expresaba un problema que era nuevo, desde el giro teológico de la época helenística, en la filosofía griega: el del origen del alma individual en el Uno – el principio primero y supremo, en una palabra, Dios – y del retorno a éste. En suma, ya no se trata de la participación de lo inteligible en lo sensible, como en la doctrina platónica de las Ideas, sino de cómo lo participado (lo inteligible, el Uno) ha originado lo participante (lo sensible) y, luego, más importante todavía, de la peripecia de un regreso de este último al primero (el Uno) en un éxtasis o iluminación que, según Porfirio, Plotino experimentó cuatro veces. El neoplatonismo plotiniano se encuentra enteramente en las Enéadas. Respondiendo a la solicitud de su maestro, Porfirio ordenó 54 tratados por tema y cronológicamente siguiendo el criterio de lo simple a lo más complejo (y oscuro, dicho sea de paso) y de lo más breve a lo más extenso. La obra de Plotino se titula Enéadas (ennéa en griego significa nueve), porque Porfirio los separó en seis grupos para encontrar el producto del número perfecto, 6, por el número 9 (54 dividido por 6). De manera que las secciones se dividen en (I) lo bello, ética y felicidad, (II) mundo sensible, (III) libertad y temporalidad, (IV) el Alma, (V) la Inteligencia y (VI) el Uno. Las Enéadas no se inscriben estrictamente en la filosofía griega clásica ni tampoco con la religión en sentido cristiano, pero su contenido la prefigura en mucho. Plotino tiene un sentimiento místico de índole monoteísta y lo fundamenta en una colosal estructura teológica. En cierto modo, es el canto del cisne del pensamiento griego antes que el cristianismo se imponga y lo haga suyo por completo. Invirtiendo el esquema de Porfirio, puede decirse que Plotino denomina emanación o procesión (próodos) al modo intemporal en que se constituye la existencia de la totalidad del cosmos y de lo real en cuanto emana o fluye desde el Uno –supraontológico e incausado, intangible e invisible, tanto trascendente como inmanente al mundo– con el que está implicado o plegado. No es una creación del universo a partir de la nada, como en el Dios bíblico, porque la emanación del Uno (él mismo anterior a la eternidad, denominado a veces “el Padre” por Plotino) se realiza eternamente. Nunca ha comenzado y, por lo tanto, nunca finalizará. El Uno plotiniano combina la Idea de Bien de Platón, de la que irradian todas las cosas, y el motor inmóvil de Aristóteles, al que ellas tienden como a su finalidad última. Dicho de otro modo, el universo se conforma de un doble movimiento circular de descenso y ascenso hacia el Uno y desde él, como un principio del que brota un manantial sin fin que está en todas partes y en ninguna. El Uno, en cuanto ultra-ser, no es cognoscible, por lo que ninguna predicación le conviene. En ello está el origen de la teología negativa o mística que circulará extensamente por la Edad Media. El movimiento eterno del universo transcurre, en degradación, entre dos polos. Por un lado, el Uno –el Bien superior al ser, a lo real y a toda vida–, por el otro, en el extremo inferior de la emanación, su residuo, la materia oscura, “el Mal”, según Plotino. El proceso se da a través de las llamadas “hipostásis” (del griego hypotassis: literalmente “detenido debajo”) a partir de la primera, el Uno. Este genera por su propia exuberancia la segunda hipóstasis, el Logos, Intelecto o Nous, el cual se conoce a sí mismo pero no el Uno. Las Ideas integran una unidad con el Intelecto, que se reconoce como tal al descubrirlas. La tercera hipóstasis provocada por la anterior es el Alma del Mundo que se relaciona con todo lo que existe, transfiere lo inteligible a lo sensible y vincula a este con el Uno. El Alma se desdobla en una parte superior sujeta a la eternidad y en otra inferior que produce los entes sensibles, entre ellos el espacio y el tiempo, por medio de los lógoi de los estoicos. El alma individual (la psiché humana) logra ascender hacia el Uno y alcanza el éxtasis, la fusión con lo divino, por un acto de conversión (epistrophé) hacia el lado eterno del Alma del Mundo, sólo si se libera de las pasiones, del yo y de los apetitos irracionales del cuerpo. En realidad, en Plotino hay una triple teología convergente: una negativa, otra trascendente y otra inmanente. Como teología negativa, el Uno no es ninguna de las cosas ni cosa alguna, ya que se encuentra más allá del ser, inefable, en consecuencia, incluye una teología trascendente por la superioridad absoluta con respecto al ser y los entes, y a causa de su emanación cósmica en descenso y continua a través de las tres hipostásis encierra una teología inmanente, porque el Uno es, de fondo, todas las cosas. La confluencia de estas tres teologías hace que el Uno emane por doquier produciendo el mundo entero sin confundirse con este y sin perder trascendencia. En otras palabras, por intermedio del Intelecto o Logos – un “Dios segundo” para Plotino – rebasado por la potencia del Uno proviene la multiplicidad de las Ideas (el Intelecto disgrega lo que recibe al tratar de contenerlo), y del Alma del Mundo, una vez vuelta hacia su origen (epistrophé), contemplándose a sí misma, procede el Alma inferior – una suerte de enajenación de la superior – que da forma a la exterioridad y genera el mundo sensible como un nivel intermedio entre el espiritual y el material, al que Plotino denomina physis, una “naturaleza” poblada de almas individuales en conexión con las Ideas del Intelecto transformadas en lógoi, que funcionan como duplicados débiles de aquellas. Plotino afirma que el Intelecto o Logos permite el despliegue del ser porque es también el eros (el amor) del Alma. El mundo sensible, de este modo, resulta una cuasi realidad en la medida que llega hasta él la emanación de la espiritualidad del Logos heredada del Alma inferior. La materia indica el colapso de ese manantial de luz y, por consiguiente, el “mal” o las tinieblas, un vapor residual, la pura exterioridad que meramente refleja su impotencia y que ya no puede ordenar. El Alma del Mundo, antes de originar el plano sensible al desdoblarse, alberga en ella las almas individuales (imágenes degradadas de las Ideas), todavía afuera de la materia, como diversos puntos de vista sobre sí misma. El cuerpo material se obtiene luego en la naturaleza, apartado de ella por el descenso del alma individual que lo hace suyo. Las almas caídas en el grado inferior de la emanación divina, sumergidas en parte en lo sensible, se dotan de pasiones y se extravían, lo cual no es más que el precio de su encarnación. El alma encarnada en un cuerpo orgánico, o en los distintos cuerpos en que reencarna, es eterna y siempre eternamente involucrada en las tres hipóstasis, en cuanto es un reflejo empobrecido de las Ideas. La desgracia del alma individual consiste en su descenso al mundo sensible, si bien por ella sabe de aquello que le impide retornar al Uno. Para conseguir esto, el alma debe ascender hacia su cima, el Logos, a fin de conocerse a sí misma en una visión intemporal e iluminadora. La condición de este despertar a la verdadera realidad es la ascesis (áskesis), la suspensión de las emociones, sensaciones y acciones, no más (o poco más) que ilusiones. El alma contempla, en éxtasis, de esta manera lo que hay en ella de divino y eterno. Se trata, en primera instancia, de escapar de la Providencia que regula lo que sucede en el mundo como una fatalidad que asigna los destinos de las almas encarnadas según lo vivido en vidas pasadas. La fusión con el Uno exige un acto contemplativo del yo que lo despoje de lo espacio-temporal y de sí mismo. Sólo así alcanza su libertad y la posibilidad de reencarnaciones cada vez más superiores. Lo dicho: el neoplatonismo de Plotino, que se extiende a sus discípulos más destacados (Porfirio, Jámblico y Proclo), ha influido notablemente en el cristianismo. En el siglo IV, el obispo de Milán, San Ambrosio, pronunciaba sus homilías inspirado en el neoplatonismo (sobre todo, en Plotino), en el platonismo, en Aristóteles y el estoicismo de Cicerón. En el 384, todavía como maniqueo, Agustín de Hipona (después San Agustín, uno de los fundamentales teólogos cristianos), llegó a Milán para enseñar retórica y conoció al obispo, quien le dio a leer algunos textos de Plotino traducidos al latín, los cuales le revelaron que el Logos neoplatónico y el Logos cristiano eran lo mismo. En el 387 Agustín se convirtió al cristianismo. En definitiva, la orientación mucho no ha cambiado en la teología cristiana. En Introducción al cristianismo publicado en 1968, el por entonces cardenal Joseph Ratzinger, profesor de la universidad de Tubinga y Ratisbona, escribe: “La fe cristiana es ante todo una opción por el primado del Logos y en contra de la pura materia. Cuando decimos ‘creo que Dios existe’ afirmamos también que el Logos, es decir, la idea, la libertad y el amor no sólo están al final sino también al principio; que él es poder que abarca y da origen a todo ser”. *Doctor en filosofía, escritor y periodista. |
Un día para recibir a los filósofos. Es probable que ya haya oído que hoy se celebra el Día Mundial de la Filosofía. La Unesco decidió en 2002 dedicar al menos un día al año a la Filosofía, que se celebra siempre el tercer jueves del mes de noviembre. Con ello pretendía recordarnos a todos la importancia de la reflexión filosófica para analizar críticamente el mundo en que vivimos y poder tomar así mejores decisiones individuales y colectivas. Se podría pensar que dedicar un día al año a la Filosofía es casi como recordarnos que los otros 364 nuestras sociedades la ignoran; que a la reflexión no le va demasiado bien en el mundo de las nuevas tecnologías, los tuits y las prisas. Pero a los filósofos les queda el consuelo de saber que incluso en la antigua Grecia, esa época que asociamos directamente con el éxito de la Filosofía, tampoco las cosas les fueron tan bien. Basta recordar la anécdota del filósofo Menedemo. De paso por Chipre, fue invitado por el rey tirano de la isla a asistir a la fiesta que mensualmente daba en su corte y a la que solía invitar a los filósofos para darle realce. Estando ya en la fiesta, Menedemo comentó que si reunir a los filósofos era algo notable debía hacerse todos los días y que no tenía sentido en cambio hacerlo tan solo un día. El tirano le respondió que únicamente durante ese día tenía tiempo para atenderlos. Entonces Menedemo, reconocido tanto por su talante severo como por su libertad de palabra, insistió en que a los filósofos había que prestarles atención en todo momento. El tirano se encolerizó ante la audaz réplica del filósofo y el relato que nos ha llegado cuenta que gracias a un flautista que se puso a tocar justo en ese momento el ambiente se relajó, porque no hubiera sido extraño que el tirano hubiera condenado a muerte a Menedemo por su osadía. De hecho, algo parecido le ocurrió al más famoso de los filósofos antiguos, Platón, durante su visita a Sicilia, cuando fue invitado a Palacio por el tirano de esta isla, Dionisio. Interrogado por este, Platón le dijo sin ambages lo que pensaba: que la condición del poderoso nunca debe depender del derecho del más fuerte sino de la virtud. Dionisio le reprochó que sus palabras eran más propias de la vejez que de la sabiduría; y Platón le respondió que las suyas lo eran del deseo ilimitado de poder. El tirano se enfureció sobremanera ante la audacia del filósofo y, seguramente, también por la verdad de sus palabras. Esta vez fue la intervención de unos conocidos comunes la que evitó que Platón fuera sentenciado a muerte allí mismo y que el tirano se contentase con condenarlo a ser vendido como esclavo, como de hecho ocurrió. Así que, aunque a la Filosofía no le vaya bien hoy en día, tampoco los filósofos corren en absoluto riesgos como estos. Para empezar, nadie invita hoy a un filósofo a una fiesta para darle realce. Desde los tiempos de los salones ilustrados que esto no se estila. Ni tan siquiera valen para dar brillo a un debate televisivo. Sus razonamientos son lentos e intrincados, carecen del atractivo de la ocurrencia fácil y, sobre todo, no quitan la palabra a sus interlocutores ni elevan la voz, con lo que no dan ocasión al presentador para ir todos a publicidad. En fin, no son nada glamorosos, así que mucho mejor pues invitar a una influencer cualquiera. Afortunadamente para ellos, tampoco cabe riesgo alguno de que sean condenados a la esclavitud, sencillamente porque los poderosos ya nunca los escuchan ni mucho menos los llaman a Palacio. Desde que Maquiavelo aclaró que para el poderoso es mejor la apariencia que la verdad, quienes entretienen y aconsejan a los políticos son sus nuevos asesores. Unos gurús ocultos que, lejos de atender a la verdad, la virtud o el bien general, manejan sus tablas de datos y susurran a oídos de los poderosos lo grandes que son, cuándo les interesa convocar elecciones o lo que han de difundir en sus tuits. Lo peor que les puede pasar a ellos es que pierdan sus sueldos dorados o hayan de cambiar de líder. Así que, aunque a los filósofos les pueda parecer poco, es más que suficiente con que se les dedique un día; no vaya a ser que con sus graves verdades nos estropeen la fiesta, nos incomoden o nos distraigan de nuestras preocupaciones. Y además así ellos evitan correr cualquier riesgo. Todos contentos pues con un jueves al año. |
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