Introducción. La primera definición de studiolo que poseemos podemos encontrarla en la tercera edición del prestigioso diccionario italiano de la Accademia della Crusca, editado en el año 1692, para referirse a un “Piccolo stipo”, es decir, un “pequeño gabinete”. |
Principales studiolos italianos.
Studiolos en el resto de Europa. El único studiolo construido en Francia se encuentra en el castillo de Lude. Un auténtico studiolo acaba de ser descubierto en el castillo de La Vigne (Cantal) con motivo de la restauración de sus pinturas murales de 1530. El studiolo de Francisco I era un studiolo o pequeña estancia del Palazzo Vecchio de Florencia, construida por orden de Francisco I de Médici, en el que el gran duque se dedicaba a sus actividades e intereses privados. Se emprendió un ambicioso plan decorativo en el que participó lo más granado de los pintores manieristas del momento, encabezados por Giorgio Vasari, que se encargó de la dirección del proyecto (1570-1572), ayudado por los humanistas Giovanni Battista Adriani y Vincenzo Borghini. Historia El refugio del príncipe alquimista Este gabinete era parte despacho, en parte laboratorio, escondite y gabinete de curiosidades. Aquí el príncipe practicaba la alquimia y disfrutaba de su colección de objetos raros, rodeado de una serie de lienzos temáticos de gran tamaño, basados en las piezas que la colección abarcaba. Los muros contienen 34 pinturas, de tema mitológico, religioso y representativos de las actividades humanas más diversas. Mirabello Cavalori aportó la Fábrica de lanas, Giovanni Battista Naldini pintó una Mansión de los Sueños, tal vez relacionada con el dormitorio adyacente de Francisco I. Un retrato de la madre del duque, Leonor de Toledo, obra de Bronzino, presidía la estancia. La distribución original de los temas es objeto de especulación. El studiolo, que fue el refugio secreto del gran duque Francisco, personaje de carácter complicado y taciturno, fue olvidado tras la muerte del príncipe. Desmantelado en 1590 por el nuevo gobernante, su hermano Fernando I de Médici, fue reconstruido en el siglo XX como una rareza digna de visitar. A pesar de su mala fortuna posterior, el studiolo representa la culminación de lo que se llamó Alta Maniera, si no en calidad, sí en representatividad de lo que significó dicho estilo, que entró poco después en franca decadencia, superado por el movimiento contramanierista y el posterior barroco. Recuperación del studiolo. Ya incluso antes de la muerte del duque Francisco, el studiolo comenzó a desmantelarse. Muchas de las obras de arte que contenía fueron reubicadas en la Tribuna de los Uffizi. El studiolo fue olvidado durante siglos e incluso se perdió memoria de su ubicación dentro del palacio. Sin embargo, en 1910, Giovanni Poggi, superintendente de bienes culturales de la Toscana, y Alfredo Lensi, jefe de la Oficina para las Artes del Comune de Florencia, redescubrieron el paradero de la habitación perdida. Ello fue posible gracias al reconocimiento de los frescos supervivientes en el techo. Milagrosamente, fue posible recuperar los treinta y cuatro lienzos que originalmente decoraban las paredes de la estancia, conservados durante siglos en los Uffizi, así como las ocho esculturas de bronce. |
Pintores Alessandro Allori, Banquete de Cleopatra Niccolò Betti, Saqueo de una ciudad Ludovico Buti La Armería, Apolo y Quirón Giovanni Maria Butteri, Descubrimiento del vidrio, Factoría del vidrio Vittore Casini, Forja de Vulcano Mirabello Cavalori. Jacopo Coppi, llamado "il Meglio", Invención de la pólvora,3 La familia de Darío ante Alejandro Magno Francesco del Coscia, Juno toma el ceñidor de Venus Giovanni Fedini, El anillo de Policrates Alessandro Fei, llamado Alessandro del Barbiere, El taller del Orfebre Sebastiano Marsili, Hipómenes y Atalanta Girolamo Macchietti, y Los baños de Pozzuoli Andrea del Minga, Deucalión y Pirra Francesco Morandini (llamado "il Poppi"), Fundición del bronce Giovanni Battista Naldini, Alegoría de los Sueños y Recogida del ámbar gris. Carlo Portelli, Neptuno y Anfitrite, Océano regala la caracola a Pan Maso da San Friano, Mina de diamantes Giovanni Stradano, Circe y los compañeros de Ulises Santi di Tito, Paso del Mar Rojo Bartolomeo Traballesi, Danae Lorenzo Vaiani "dello Sciorina", Hércules mata al dragón de las Hespérides Giorgio Vasari, Perseo y Andrómeda Jacopo Zucchi, Las canteras Además, Francesco Morandini y Jacopo Zucchi se encargaron de la decoración de los techos de las estancia. Escultores Giovanni da Bologna, Apolo Vincenzo de'Rossi, Vulcano Stoldo Lorenzi, Anfítrite Vincenzo Danti, Venus Elia Candido, Bóreas Giovanni Bandini, Juno Bartolomeo Ammanati, Ops (Abundancia) Domenico Poggini, Pluto (Riqueza) |
Pedro de Cosme de Médici (italiano: Piero di Cosimo de' Medici; 19 de septiembre de 1416-2 de diciembre de 1469), llamado el gotoso (il Gottoso), debido a la enfermedad que padecía. Gobernante de facto de Florencia de 1464 a 1469 durante el renacimiento florentino. Hijo de Cosme de Médici y Contessina Bardi1 y padre de Juliano y Lorenzo. Murió a los 53 años. Biografía.
Durante la vida de su padre, Cosme de Médici, Pedro no jugó un papel importante debido a su permanente mala salud, causa de su sobrenombre. Fue el último Médici elegido para el cargo de Gonfaloniere, en 1461. Al recibir de su padre el banco familiar, Pedro ya tenía un panorama financiero del negocio; el resultado le llevó a requerir la devolución de varios créditos otorgados a largo plazo, muchos de ellos a seguidores de los Médici, que su padre había dejado estar. Esto produjo la inmediata bancarrota de varios mercaderes, que se sumaron a los opositores de la familia. Su período de gobierno en Florencia estuvo marcado por un intento de golpe encabezado por Luca Pitti y Niccoló Soderini, usando tropas provistas por Borso de Este, duque de Ferrara, mandadas por su hermano Ercole de Este. Pedro fue avisado por Giovanni II Bentivoglio, con lo que pudo huir del golpe, en parte porque su hijo Lorenzo descubrió un bloqueo de caminos efectuado por los conspiradores para apresarlo. El golpe falló, al igual que un segundo intento apoyado por Venecia, con tropas mandadas por Bartolomeo Colleoni. Luego de esto, el gobierno de Pedro no tuvo contratiempos, aunque tampoco logros notables. Pedro continuó la tradición familiar de mecenazgo artístico. Entre las obras que encargó se incluyen la "Adoración de los Reyes Magos" de Botticelli y los frescos de Gozzoli para la "Procesión de los Magos". Su gusto fue más ecléctico que el de su padre, extendiendo su apoyo a obras holandesas y flamencas. También continuó la colección de libros raros, agregando varios al acervo familiar. Aunque no fue un banquero tan brillante como su padre, fue capaz de mantener las cosas funcionando durante su permanencia al mando. |
Acontecimientos más importantes que caracterizan al renacimiento y su relación con el papel que juegan el libro, la biblioteca y la imprenta. Los grandes núcleos comerciales de Venecia y de Florencia fueron los centros del mundo del libro en el Renacimiento. Los Medicis fueron trascendentales en la época ya que fueron grandes coleccionistas y con el auxilio de su fortuna se reunió una enorme cantidad de manuscritos, incluso manuscritos de países más allá de los Alpes en donde los monjes hacían tratos con los potentados coleccionistas italianos. Fueron los Medicis los que hicieron realidad la idea de Petrarca de una biblioteca pública. En 1441 Cosme Medici, fundó la biblioteca marciana, llamada así por que se alojó en el convento de los dominicos de San Marcos. Otra de las bibliotecas de los Medicis es la biblioteca Laurenziana uno de los edificios más bellos del Renacimiento italiano construída por Miguel Ángel y que hasta la fecha existe. En 1808 la biblioteca Laurenziana se unificó con la Marciana y juntas hoy constituyen uno de los más grandes atractivos de Florencia, la Biblioteca Mediceo-Laurenziana. Por su parte el Cardenal Basilios Bessarion, se dedicó a coleccionar manuscritos principalmente después de la caída de Constantinopla y debió de invertir un aproximado de 30,000 florines en su biblioteca la cual legó a Venecia donde hoy forma la base de la gran biblioteca de San Marcos. En el renacimiento los hombres solían gastar grandes sumas en las encuadernaciones que a veces era hechas con terciopelo carmesí con guarnición de plata, también se realizaban en piel de ternero, ciervo, cerdo o cuando se quería una calidad mejor en cabritilla de Córdoba (llamado cordobán), por lo general se repetían ciertos motivos como por ejemplo la rosa y el lirio góticos, el león, el águila y el ciervo. Se empleaba gran primor en las guarniciones, a los cortes se les solía dar color verde o amarillo, así como raramente rojo. En Francia e Inglaterra, en los países nórdicos y Alemania, esta fue la encuadernación usada en todo el siglo XV. Por su parte la patria de los Medicis Italia, fue el lugar en donde su ejemplo fue seguido con mayor entusiasmo. Por otra parte la artesanía modesta del libro pertenece en mayor parte a la Reforma. Los innumerables opúsculos (literatura corta), alemanes de la Reforma por lo general no se detenían a atender la decoración mas qué en lo indispensable debido que se trataba de literatura de circunstancias y se tenía que vender a precios muy bajos para poder cumplir su misión de propaganda, excepto las Biblias y otras pocas obras literarias. Los vendedores ambulantes experimentaron un incremento desconocido en sus negocios, en especial cuando además de la Biblia comenzaron a publicarse libros de himnos religiosos en alemán, así como también el catecismo de Lutero que vendió 4000 ejemplares en cinco días. Junto a los vendedores ambulantes también los libreros aumentaron sus ingresos quienes asistían dos veces por año a la feria de Frankfort para negociar. Por lo anterior la Reforma produjo un vigoroso florecimiento literario pero al mismo tiempo fue una señal para la destrucción de libros ya existentes. No obstante el hecho de que sea poco el tesoro bibliográfico no solo es culpa de los hombres de la Reforma. No se puede desconocer que bastante había sido destruido ya en la Edad Media, en parte por los incendios y en parte por la negligencia de los monjes. La Reforma también dejó huella en los países en los que triunfó, en la historia de la Biblioteca, debido especialmente a su influjo indirecto. Cuando los gobiernos comenzaron a confiscar los bienes eclesiásticos y monásticos fueron con ello a parar a las manos del Estado sus bibliotecas y no fue siempre un destino feliz el que les tocó en suerte a los viejos libros. En los países que siguieron unidos a la iglesia por el contrario subsistieron las antiguas bibliotecas después de los desórdenes de los primeros tiempos y también se constituyeron otras nuevas, sobre todo en donde predominaban los jesuitas. Y en estos países, en Alemania meridional y en Austria, en Francia y en Italia, el estado no secularizó los tesoros bibliográficos medievales hasta los siglos XIII y XIX. Posteriormente en el siglo XV, se extiende por Europa un movimiento cultural de gran importancia, el Renacimiento nacido en Italia en la centuria anterior y es llamado así porque parecía que después de los siglos oscuros y medievales, la cultura greco-latina había resucitado. Coincidió con una intensa vida urbana que permitió un gran desarrollo de las letras y el libro. Si por un lado el interés de los renacentistas se centró en mejorar su conocimiento de la antigüedad clásica y consiguientemente de la lengua latina, y posteriormente de la griega, por otro adquirieron una gran lozanía las literaturas que se expresaban en las lenguas vernáculas, cuyos mensajes llegaban a mucha más gente, a los que eran capaces de leer y escribir en su lengua o en alguna otra vecina pero desconocían las clásicas. Es además el momento dorado de las bibliotecas privadas para uso de su dueño y de algunos amigos, que se trataban de bibliotecas de bibliófilos que se sienten inclinados por ejemplares con características especiales. La bibliofilia tiene doble dirección, por un lado se orienta a los manuscritos bellamente presentados en una vitela fina, grata al tacto y flexible. Otros bibliófilos se afanan en el descubrimiento, captura y copia de textos desconocidos y difíciles de encontrar, de escritores clásicos latinos y griegos. El adelantado de estos bibliófilos fue el poeta Petrarca que en las catedrales y viejos monasterios de Italia, Francia y Bélgica encontró y copió manuscritos de obras antiguas y encargó además a personas competentes que hicieran esa tarea para él. Reunió la biblioteca privada mas importante de su tiempo en la que junto a los escritores sagrados como San Ambrosio, San Agustín y San Jerónimo o representativos de la latinidad tardía como Casiodoro y San Isidoro, figuraban obras de escritores clásicos como Cicerón, Seneca, Livio, Salustio, Suetonio , Virgilio, Horacio, Lucano, Ovidio y Juvenal. Una gran biblioteca con cerca de un millar de ejemplares, formó Coluccio Salutati, canciller de Florencia durante muchos años. Florencia fue el foco más importante del Renacimiento porque en esta ciudad se dieron circunstancias favorables. Entre las familias que hicieron poderosa esta riqueza y que mejor la utilizaron en fines artísticos destaca la de los Medici. Cosimo el Viejo, creó dos bibliotecas: La de San Jorge el Mayor en Venecia y la de la Abadía de Fiésole, para esta última Vespasiano Bisticci, un famoso librero consiguió copiar 200 manuscritos en 22 meses utilizando 45 copistas. Sus hijos Juan y Pedro, fueron grandes bibliófilos como su nieto Lorenzo denominado el magnífico. En cien años los Medici habían reunido, como el uncial de Orosio del siglo VI y numerosos Carolingios, gran cantidad de griegos y algunos hebreos y árabes. Todo esto lo puso generosamente Lorenzo, que recibió la biblioteca con 158 volúmenes y con él llegó al millar, al servicio de los estudiosos a los que prestó libros con liberalidad. Lorenzo muró en 1492 y dos años después los Medici fueron expulsados, en el asalto a su palacio se salvaron 1019 volúmenes que fueron llevados a San Marcos. Un tercio fue vendido después a la familia Salviati y dos tercios al hijo de Lorenzo, Juan que después fue el Papa León X. Su sobrino el cardenal Julio de Medici, posteriormente el papa Clemente VII devolvió los libros a Florencia y encargó a Miguel Ángel el trazado de una biblioteca como la de San Marcos pero en el claustro de la iglesia de San Lorenzo. Por otra parte Doménico Malatesta Novello, fue el señor de Cesena y fundó en la ciudad una biblioteca, que se mantiene en su estructura original entre 1447 y 1452, en el Convento de San Francisco y esta biblioteca es considerada como la primera biblioteca pública de los tiempos modernos. Un hermano de Doménico, Segismundo Panfoldo, creó una biblioteca similar en el convento de San Francisco en Rímini. Entre los grandes coleccionistas de obras griegas esta el cardenal Bessarion, quien casi llegó a ser papa y que fue el traductor de la Metafísica de Aristóteles y fue también propagandista de las ideas platónicas, pero su empeño mayor lo puso en reunir una gran cantidad de libros griegos para ponerlos a disposición de los que emigraran a Italia, mediante su entrega a la ciudad de Venecia, puerto de entrada de los refugiados y donde muchos se quedaban, con la condición de que se estableciera una biblioteca pública, que recibió el nombre de San Marcos o Marciana. Por su parte los papas debieron tener, desde los años iníciales del pontificado, una colección de libros a su disposición. Sin embargo la primera noticia de una biblioteca vaticana se refiere a la que estaba instalada en el palacio de Letrán, en la cual en 1600 ingresó la rica herencia de Fulvio Orsini, que había ofrecido su herencia cuando muriera a cambio de una pensión vitalicia. Por otra parte la familia Este, duques de ferrara, creó, a lo largo de los siglos XV y XVI una importante biblioteca que sobrepasó los 500 volúmenes, formada por manuscritos muy bellos en los que figuraban escritos griegos que los duques habían hecho traducir al italiano. También la familia Visconti, primero y Sforza después, señores de Milán después, formaron una de las bibliotecas más importantes de su tiempo en el castillo de Pavia. Posteriormente en el siglo XV cambió la imagen del bibliotecario, que ya no fue solo un responsable de la conservación y reposición de los libros. Ahora los príncipes italianos nombran a un bibliotecario a una persona de gran formación intelectual. Acerca de las imprentas, Italia fue el primer país en contar con talleres tipográficos después de Alemania. Allí residía el papa y había surgido el Renacimiento. Las organizaciones comerciales estaban muy desarrolladas, contaban con buena financiación y sus canales de distribución y venta alcanzaban las ciudades más importantes de Italia y Europa. Estas circunstancias favorecieron a la producción incunable italiana, que fue la de mayor volumen y la de más amplia extensión geográfica, pues nada menos que setenta ciudades contaron con talleres. En Italia, había más autores que en Alemania y por tanto la imprenta además de facilitar el acceso a la gran memoria escrita fue poco a poco convirtiéndose en un gran medio de difusión de las nuevas ideas. En Roma fue grande la actividad impresora donde eran numerosos los documentos a imprimir para la curia, sin embargo, su crecimiento fue limitado, pues si los impresores de la ciudad recibieron patronato del Pontífice y de los príncipes de la Iglesia, su clientela al no contar la ciudad con buenas organizaciones mercantiles que distribuyeran los libros por el ancho mundo, se tuvo que limitar a la jerarquía religiosa y secular romana y a los peregrinos u visitantes de la urbe. La imprenta llegó tarde a Florencia porque los Medicis se desinteresaron por los libros impresos de pobre aspecto al lado de los venerables y fastuosos manuscritos que ennoblecían sus bibliotecas y las de sus amigos. El impresor de la bella y culta ciudad de Florencia fue el italiano Bernardo Cennini del Fora, orfebre, que solo imprimió una obra aunque voluminosa, Commentarius in Virgilium, de Servio Mauro Honorato, entre 1471 y 1472. En Bolonia, asiento de una muy famosa universidad por sus estudios jurídicos, también se retrasó el establecimiento de la imprenta, probablemente por la resistencia ofrecida por los copistas que constituían un numeroso y poderoso gremio. Por su parte en Francia la primera ciudad en contar con un taller de imprenta fue París. Su instalación por la iniciativa de la ciudad de Sorbona, la más importante entonces, fue tardía, cuando llevaban más de diez años vendiéndose libros impresos en la ciudad. El retraso se explica por la resistencia que al nuevo invento se oponían las miles de personas que en París vivían de la producción de manuscritos. En los países bajos se han conservado algunos fragmentos de impresos, sin fecha y sin nombre de impresor, que muy bien podían corresponder a los años sesenta. El primer impresor inglés fue William Caxton, anteriormente comerciante de paños, que primeramente tuvo su taller en Brujas, la siguiente ciudad en Inglaterra que contó con imprenta fue Oxford , donde se estableció Teodoro Rood, procedente de la colonia, cuyo primer libro Expositio Sancti Ieronimi Apostolorum, de Ruffino. Refiriéndonos a España sobre la introducción de la imprenta, falta de claridad que se debe en parte a la falta de documentos encontrados en los archivos sobre los primeros impresores y fundamentalmente a la falta de colofones explícitos en los primeros libros. El colofón más antiguo fechado aparece en Comprehensorium, de Johannes, Impreso en Valencia probablemente por Lambert Palmart. En conclusión en Europa existió un poco de resistencia a los libros impresos debido a su falta de lujo, sin embargo, poco a poco fue más utilizada debido a su aspecto útil para producir un mayo. Fuentes: Escolar Sobrino, Hipólito. La imprenta en Italia. Pp. 318-325. En: Historia universal del libro. Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruiperez, 1993. _ _ _ _ La imprenta en el resto de Europa, excepto España. Pp. 325-329. En: Historia universal del libro. Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruiperez, 1993. _ _ _ _ Los incunables (III). Pp. 344-369. En: Historia universal del libro. Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruiperez, 1993. _ _ _ _ El siglo XVI (I). Pp. 370-385. En: Historia universal del libro. Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruiperez, 1993. Dahl, Svend. Los Médicis y su círculo. La biblioteca papal. Matías Corvino. Pp. 84-89. En: Historia del libro. Madrid: Alianza. 1972. _ _ _ _ La imprenta de la reforma. Pp. 139-141. En: Historia del libro. Madrid: Alianza. 1972. _ _ _ _ Destrucción de las bibliotecas monásticas. La secularización. Pp.141-145. En: Historia del libro. Madrid: Alianza. 1972. Escolar Sobrino, Hipólito. Renacimiento. Pp. 221-252. En: Historia universal del libro. Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruiperez, 1993. |
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