Luis Alberto Bustamante Robin; José Guillermo Gonzalez Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdés; Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Álvaro Gonzalo Andaur Medina; Carla Verónica Barrientos Meléndez; Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo Price Toro; Julio César Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andrés Oyarse Reyes; Franco Gonzalez Fortunatti; Patricio Hernández Jara; Demetrio Protopsaltis Palma;
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Reina Ana de Austria. |
Ana de Austria. Cigales (Valladolid), 2.XI.1549 – Badajoz, 26.X.1580. Reina de España. Hija primogénita del emperador Maximiliano II (1527-1576) y de la emperatriz María, hermana mayor de Felipe II. Nació en el palacio que poseía en Cigales el conde de Benavente durante el período en que sus padres ejercieron como gobernadores del reino en nombre de Carlos V (1548-1550). A los dos años de edad, el 15 de agosto de 1551, emprendió viaje con sus progenitores con destino a Praga donde debían hacerse cargo del gobierno de Bohemia y de los erblande austríacos. En la culta y sofisticada corte de Maximiliano II aprendió geografía, historia, labores, música, el arte de la caza y el de escribir cartas. Muy dotada para los idiomas como su padre, además del alemán estudió latín, italiano y quizá francés y, por expreso deseo de su madre, un perfecto castellano. Destinada en 1564 a casarse con el primogénito de su tío, el malogrado príncipe Don Carlos, el matrimonio sufrió continuos retrasos provocados por Felipe II, que molestaron tanto al príncipe como al Emperador que siempre se preocupó por procurar un casamiento políticamente favorable para su hija, a la que describía en la correspondencia con su embajador Adam de Dietrichtein como “su niña predilecta”. Con la muerte del infante (24 de junio de 1568) y de la tercera esposa de Felipe II, Isabel de Valois (3 de septiembre de 1568), Ana se convirtió en la candidata perfecta —según el contexto de la política dinástica de la casa de Austria— para ocupar el trono junto al monarca español que a la edad de cuarenta y un años, veía comprometida su sucesión sin descendencia masculina y con dos hijas pequeñas. Fue Maximiliano II, a través del archiduque Carlos de Estiria que llegó a Madrid el 10 de diciembre de 1568 para protestar oficialmente por la muerte del conde de Egmont, quien ofreció la posibilidad de este enlace a Felipe II, aunque el cardenal de Guisa, Luis de Lorena, que por entonces ejercía en Madrid de enviado de la reina de Francia Catalina de Medici, le había ofrecido la posibilidad de hacerlo con Margarita de Valois, la hermana de su difunta esposa. Felipe II optó por el enlace austríaco, tanto por el reparo que sentía a casarse con la hermana de su mujer anterior, como por creer que las féminas Valois tenían dificultades para procrear hijos varones. Sabía, sin embargo, que la elección de Ana presentaba algunas dificultades de cara a las autoridades eclesiásticas de Roma dada su extrema consanguinidad. De hecho, el nuevo proyecto matrimonial del Rey Prudente dio argumentos a los creadores de la leyenda negra para elaborar parte de la mala imagen de Felipe II en la Europa protestante, y así Guillermo de Orange llegó a afirmar que el Rey había propiciado la muerte de su hijo para casarse con su sobrina. En las negociaciones con el papado, el Sumo Pontífice exigió al Emperador concesiones religiosas en el Sacro Imperio y en los territorios patrimoniales austríacos para que pudiera celebrarse el matrimonio, aunque finalmente Pío V otorgó la dispensa papal el 9 de agosto de 1569. Las capitulaciones se firmaron en Madrid el 24 de enero de 1570 y la ceremonia por poderes tuvo lugar en la catedral de San Vito en Praga el 4 de mayo de 1570, actuando de sustituto de Felipe II en aquel acto per procuratorem, el propio Carlos de Estiria. La dote fijada para el matrimonio se cifró en 10.000 escudos que debían pagarse en dos plazos, el primero al consumarse el matrimonio y el segundo un año después en Medina del Campo o en Amberes a elección de Felipe II. Según el contrato matrimonial, el importe de la dote quedaría en manos de la Reina si el Monarca moría o si la pareja no tenía hijos. Estas “seguridades” económicas pretendían proporcionar una situación desahogada a la Reina en el caso probable —dada la diferencia de edad entre los cónyuges— de que ésta enviudara, ya que sería prácticamente imposible encontrar para ella un nuevo marido dado que además de ser hija del Emperador, podía quedar viuda del Monarca más poderoso de la cristiandad. El viaje de Ana de Austria hacia España transcurrió por los dominios imperiales, aunque hubo que cambiar varias veces el itinerario debido a la hostilidad de algunos lugares bajo control protestante, por los que se había trazado el recorrido. Las primeras jornadas las realizó junto a su hermana Isabel de Austria que, casada a los dieciséis años con Carlos IX de Francia, se encaminaba también a París para consumar el enlace. Ofició de mayordomo mayor en el traslado el marqués de La Adrada y le acompañaban también en su séquito inicial Leopoldo de Herberstein, Baltasar de Stubenberg y Andrea Herberstorf. Desechado su embarque en Génova por temor a un ataque turco, se decidió que atravesarían los Países Bajos y desde allí emprenderían viaje por mar hasta Laredo. La comitiva partió de Spira, lugar de reunión de la Dieta Imperial, con un acompañamiento encabezado por Luis Venegas Figueroa que era aposentador mayor del Rey y embajador extraordinario, el arzobispo de Münster —el más alto prelado de Alemania— y el gran maestre de la Orden Teutónica de Prusia. Desde esta ciudad navegó por el Rin hasta llegar a Nimega el 15 de agosto de 1570. Fue recibida por el duque de Alba, gobernador de los Países Bajos en esos momentos y anfitrión de la Reina durante toda su estancia en aquellas tierras y junto a él una parte de la nobleza flamenca —el duque de Arschot, conde de Sauchimont, el conde de Lignen, el conde de Lalain, el conde de Arembergue o el vizconde de Gante— y de la aristocracia española residente en Flandes además de las autoridades eclesiásticas. Tras cuatro días de celebraciones en Bruselas, la Reina emprendió de nuevo viaje hacia la Península y tras atravesar Grave, Bois le Duc y Breda llegó a Bergen donde finalmente embarcó rumbo a España. El arribo de toda la comitiva estaba previsto en Laredo, pero finalmente el mal tiempo aconsejó que se efectuara en Santander el 3 de octubre. Llegó acompañada de sus hermanos menores de once y doce años respectivamente, Alberto y Wenzel, y allí fue recibida por una comitiva integrada por más de dos mil personas y encabezada por el arzobispo de Sevilla, cardenal Gaspar de Zúñiga, el duque de Béjar y el conde de Lerma, que fueron sus acompañantes hasta el encuentro con Felipe II. Diez días después de su llegada, desde Santander emprendió camino a Burgos donde le esperaba un gran recibimiento tanto en el monasterio de Las Huelgas donde pernoctó, como en la ciudad que ofreció fiestas durante tres días. Continuó viaje hacia Valladolid por Santobeña. Allí se encontraban sus hermanos los archiduques Rodolfo (de dieciocho años), —futuro emperador Rodolfo II que permaneció en España ocho años en viaje de formación— y Ernesto (de diecisiete años) que también residía por entonces en la corte española. A partir de ese momento, se unieron a la comitiva hasta llegar a Segovia el 12 de noviembre, donde el Rey la esperaba acompañado de su hermana Juana de Austria. El arco triunfal efímero que le dio la bienvenida insistía, en su inscripción latina, en el carácter de regreso que tenía la llegada de la nueva reina que con un dilatado origen Habsburgo, era además, natural de las tierras en las que ahora iba a reinar: “A doña Anna hija del emperador Cesar Maximiliano, nieta del emperador Cesar Fernando, bisnieta de Philippo rey de España y señor de Flandes, tercera nieta del emperador Cesar Maximiliano, la qual de España donde nasció, aviendo sido llevada a los reynos de su padre, agora es buelta para ser casada con Philippo”. Fue en la Sala de Reyes del alcázar segoviano donde tuvo lugar la ceremonia nupcial propiamente dicha, el 14 de noviembre de 1570, oficiando el arzobispo de Sevilla asistido por el titular de la diócesis de Sigüenza, el cardenal Diego de Espinosa. Ejercieron de padrinos el archiduque Rodolfo y Juana de Portugal. Los cónyuges pasaron su luna de miel en el palacio de Valsaín, uno de los favoritos de Felipe II, a pesar de las duras jornadas invernales. Poco después, partieron para visitar El Escorial y El Pardo. El 23 del mismo mes hicieron su entrada oficial en Madrid donde la magnificencia de la recepción con arquitecturas efímeras, fuegos artificiales, músicas y desfiles, llegaron a su máxima expresión. Tras las celebraciones, Ana comenzó a cumplir muy pronto con sus obligaciones dinásticas. En primavera quedó embarazada y el 4 de diciembre de 1571 nació su primer hijo; un varón bautizado con el nombre de Fernando en honor a su bisabuelo Fernando el Católico. Tras el parto, el Rey pasó seis horas al lado de la cama de la Reina. La feliz noticia casi coincidió en el tiempo con la victoria de Lepanto frente a los turcos y ambos acontecimientos quedaron inmortalizados en un célebre cuadro de Tiziano Felipe II ofreciendo al Cielo al infante Don Fernando (1573-1575), que fue de los más apreciados de la colección real, aunque desgraciadamente para el Monarca el príncipe no llegó a la edad adulta pues falleció el 18 de octubre de 1578, a los siete años. Tras el nacimiento de Fernando, la reina Ana pronto volvió a quedar embarazada dando a luz de forma repentina en Galapagar a otro niño, Carlos Lorenzo, el 12 de agosto de 1573 en el transcurso de un viaje a El Escorial. El infante también falleció el 9 de julio de 1575. Tres días después de su muerte, nació en Madrid el tercer hijo de la real pareja bautizado con el nombre de Diego Félix, quien llegó a ser jurado como Príncipe de Asturias el 1 de marzo de 1580 en una ceremonia celebrada en la capilla del alcázar de Madrid. Este heredero también murió con siete años a causa de la viruela. Por fin, el 14 de abril de 1578 nació en el alcázar madrileño un nuevo infante que recibió el nombre de Felipe; sería el heredero de la corona (Felipe III) aunque en el momento de su nacimiento había dos hermanos varones en la línea de sucesión. Todavía Ana de Austria dio a luz otra niña, María, el 14 de febrero de 1580 que murió tres años después. Los diez años de vida en común de Felipe II y la reina Ana —fue el matrimonio más largo del Rey— estuvieron presididos por la armonía y la buena convivencia. Fue de sus cuatro esposas la única con la que pudo comunicarse con mayor fluidez pues hablaba perfectamente castellano. De hecho, el embajador imperial Khevenhüller se quejaba una vez en carta al Emperador que la Reina olvidaba su alemán por las pocas veces que lo practicaba (23 de febrero de 1573). A pesar de las separaciones causadas por las obligaciones de Estado, el Monarca se mantuvo en contacto permanente con su esposa mediante cartas que enviaba una o dos veces por semana. También, siempre que era posible, hacían excursiones para verse y compartir ratos de ocio cazando o asistiendo a representaciones teatrales y musicales e incluso a torneos caballerescos y procuraban pasar juntos todo el verano en El Escorial. El profundo afecto que el Rey sintió por su esposa queda reflejado en los detalles que de su vida personal daba un enviado veneciano al gran duque de Toscana en 1577: “El rey visita a la reina tres veces al día: por la mañana antes de la misa; durante el día antes de comenzar su trabajo; y por la noche en el momento de acostarse. Tienen dos lechos bajos con un palmo de separación entre ellos, pero a causa de la cortina que los cubre parecen uno sólo. El rey manifiesta una gran ternura por la reina y no deja jamás de visitarla”. Por su parte, Ana de Austria disfrutó de la compañía de su esposo y del ambiente familiar que consiguió recrear rodeada de sus hijos, de las hijas de Felipe II y de sus hermanos pequeños. A pesar de ello no descuidó las relaciones con su padre. Se preocupaba de su salud a través de la correspondencia directa que mantenía con él y con terceros, y le enviaba obsequios, algunos tan peculiares y sencillos como unas semillas que desde Aranjuez quería que fructificaran en los jardines imperiales austríacos (Madrid, 25 de mayo de 1574). Es posible que esta buena sintonía con su padre y con su marido pudiera servir en ocasiones de nexo en las relaciones políticas entre Viena y Madrid. Así parecen confirmarlo las actitudes de los embajadores del Sacro Imperio Dietrichstein y Khevenhüller, que mantuvieron un estrecho contacto con la Reina en la esperanza de que ésta ejerciera una cierta influencia positiva sobre Felipe II en los asuntos imperiales. Ana de Austria falleció embarazada de seis meses a la edad de treinta y un años, el 26 de octubre de 1580, víctima de una epidemia de gripe muy virulenta que se extendió por casi toda la Península y que también afectó al Rey, a buena parte de la Familia Real y los miembros de la Corte aposentados en esos momentos en Badajoz por los asuntos de Portugal. Su entierro tuvo lugar el 11 de noviembre. Las exequias se celebraron en Madrid, en la iglesia de San Jerónimo. Al parecer, tras su desaparición, el Rey no buscó nuevas aventuras amorosas y no parece que contemplara seriamente la idea de volver a contraer matrimonio. Cuando en el verano de 1583 la flota española venció a la conjunta de portugueses y franceses en Terceira, al reflexionar sobre el desenlace favorable de la contienda que tuvo lugar el 26 de julio, día de Santa Ana, Felipe estaba convencido que su difunta esposa había intercedido a favor de sus intereses y “Debe tener mucha parte destos buenos sucesos. Pues siempre he creydo que la Reyna no dexa de tener su parte en ellos”. El sincero afecto que sintió por su cuarta esposa y el hecho de que fuera la madre de su heredero, le inclinaron a elegirla como compañera en la sepultura de El Escorial, ya que con ella, como confesaba en carta al conde de Monteagudo fechada en Segovia el 16 de noviembre 1670, “[...] me [ha] dado Dios todo el bien que yo en la tierra podía desear”. Bibl.: J. López de Hoyos, Real aparato y sumptuoso recibimiento con que Madrid [...] recibió a la Serenísima reyna D. Ana de Austria, Madrid, Juan Gracián, 1572 (ed. facs. Madrid, Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid, 1976); A. de Cotereau, “Voyage de la reine Anne en Espagne en 1570”, en L. Gachard y Ch. Piot (eds.), Collections des voyages des souverains de Pays-Bas, vol. 3, Bruxelles, Hayez, 1881, págs. 573- 596; L. Pérez Bueno, “Del casamiento de Felipe II con su sobrina Ana de Austria”, en Hispania n.º 7 (1947), págs. 372- 416; L. Wyts, “Viaje”, en J. García Mercadal, Viajes de extranjeros por España y Portugal, Vol. I: Desde los tiempos más remotos hasta fines del siglo xvi, Madrid, Aguilar, 1952, págs. 1173 y ss.; J. Vilar, “Segovia, 1570”, en C. Iglesias, C. Moya y L. Rodríguez Zúñiga (comps.), Homenaje a José Antonio Maravall, vol. III, Madrid, Instituto de Investigaciones Sociológicas, 1985, págs. 463 y ss.; F. Edelmayer, “Honor y dinero. Adam de Dietrichtein al servicio de la Casa de Austria”, en Studia Historica. Historia Moderna 10-11 (1992-1993), págs. 89-116; K. Vocelka y L. Heller, Die private Welt der Habsburger. Leben und Alltag einer Familie, Graz-Wien-Köln, Styria, 1998; H. Kamen, “Anna de Austria”, en C. Iglesias (coord.), Felipe II. Un monarca y su época. La Monarquía Hispánica, Madrid, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 1998, págs. 265-272; F. Edelmayer, “El mundo social de los embajadores imperiales en la corte de Felipe II”, en E. Martínez Ruiz (ed.), Madrid, Felipe II y las ciudades de la Monarquía. Vol. II: Capitalidad y Economía, Madrid, Actas 2000, págs. 57-68; D. Suárez Quevedo, “Arte efímero, exaltación monárquica y concordatio entre antigüedad clásica y humanismo cristiano: entrada triunfal y matrimonio real de Ana de Austria en Segovia, 1570”, en Felipe II y las Artes, Madrid, Departamento de Arte II, Facultad de Geografía e Historia, Universidad Complutense, 2000, págs. 423-452; B. M. Lindorfer, “Ana de Austria. La novia de un hijo y la esposa de un padre”, en M.ª V. López-Cordón y G. Franco (coords.): La Reina Isabel y las reinas de España: realidad, modelos e imagen historiográfica. Madrid, Fundación Española de Historia Moderna, 2005, págs. 441-425; G. Parker, Felipe II, Madrid, Alianza Editorial, 2008. |
La Reina Ana de Austria y la consanguinidad. Una de las características que se dan en los Habsburgos es su tradición de casarse entre ellos, que casi en muchos casos eran incestos. 28 de noviembre de 2015 Nace el uno de noviembre de 1549, en el pueblo de Cigales en Valladolid. Sus padres son el emperador Maximiliano II que era primo del rey español Felipe II y su madre es la emperatriz María de Austria, que era hermana de de Felipe II. A pesar de haber nacido en España fue educada en Viena aunque siempre conoce las costumbres y usos españoles. Su madre le inculca el amor hacia España. Anna era la hija mayor de la pareja imperial que tuvieron otros catorce hijos. Vivió feliz en la corte imperial vienesa, hasta que fue requerida para ejercer su papel en la familia española de los Habsburgos. En 1568, Felipe II se queda viudo de su tercera esposa, Isabel de Valois, sin descendencia masculina y con dos hijas huérfanas La Corte estaba profundamente preocupada, porque después de tres matrimonios, Felipe II no había tenido hijos y se necesitaba un hijo para asegurarse la continuidad dinástica. Por lo tanto, hay muchas prisas para conseguir una nueva esposa para Felipe II, dado que éste comenzaba a ser mayor y se encontraba muy envejecido. Dos son las candidatas a ser la cuarta esposa, por un lado está Margarita de Valois que era la hermana de Isabel de Valois, su tercera esposa. El mayor inconveniente que tenía es, que su hermana Isabel había sido incapaz de darle un hijo. Por otro lado, estaba Ana de Austria, que era sobrina de Felipe II y que venía de una familia que tenía muchísimos hijos, lo cual le hizo al final ser la elegida. Uno de los problemas que tendría este matrimonio con Ana de Austria era el de la consanguinidad, pues al principio el Papa Pío V, presentaba dificultades para autorizar dicho matrimonio, pero ante las urgencias que debía darse acabó permitiéndolo. En ese momento tenía Felipe II cuarenta y cuatro años y Anna veintiuno. El 24 de enero de 1570, se firman en Madrid, las capitulaciones matrimoniales. En representación de Felipe II firmó el cardenal Espinosa y por parte del emperador Maximiliano, su embajador Adán von Dietrichsten. Entre las clausulas pactadas estaba la dote de la boda de la novia que es de 100.000 escudos de oro El 4 de mayo de 1570, se celebra la boda por poderes en la iglesia de San Virto de Praga. Está presente Anna de Austria y por parte de Felipe II, acude el archiduque Carlos de Etruria. Desde ese mismo momento, Anna de Austria ya recibe el tratamiento de Alteza real. Su viaje hacia España es a través del río Rin para llegar así a Flandes y de allí tomar un barco hasta Santander, pero el mal tiempo hace que desembarque en Laredo. De ahí se traslada a Burgos y posteriormente a Valladolid. Felipe II la espera en Segovia que era donde todo estaba preparado para la boda. Anna viste para la ceremonia un traje de terciopelo negro, ricamente engarzado con piedras preciosas. Todos los grandes de España asisten a la boda. Sin embargo, ante la grave situación que tiene el país, Felipe II ordena que no se den grandes fiestas. Parten hacia Madrid, y al entrar en el Alcázar, Anna conoce a las dos hijas de Felipe II, Isabel Clara Eugenia que entonces tenía cuatro años y Catalina Micaela de tres. Cuando se acercan a las niñas, Felipe II les dice “Besad la mano de vuestra madre”. Catalina lo hace pero la mayor, Isabel grita “no, no es mi verdadera madre”. Anna de Austria con su carácter cariñoso y sosegado va ganándose poco a poco a toda la Corte. Anna es pausada, elegante y muy discreta. Tiene una tez pálida, pelo rubio y unos preciosos ojos azules. La pareja real se entiende perfectamente pues coinciden en muchos aspectos de la vida. Anna nunca interviene en la política de Felipe II y éste no dice nada en cuanto a los sistemas educativos de sus hijos. Se sabe que Anna y Felipe II se llevaron muy bien aunque no se sabe si se amaban. En la época de este matrimonio es donde se sitúa la relación de Felipe II y la princesa de Ebolí. Sin embargo, no se conoce ninguna manifestación ni reproche de la reina sobre este amorío de Felipe II. En la primavera de 1571, se anuncia el primer embarazo de Anna. Todos los cercanos a la reina tienen especial cuidado para que el embarazo llegara a buen puerto. El 4 de diciembre de 1571 da a luz a Fernando. Felipe II le nombra príncipe de Asturias, el uno de mayo de 1573. Este nacimiento da seguridad a Felipe II porque la monarquía ya tiene sucesor. Felipe II y Anna de Austria tuvieron cinco hijos:
El embajador veneciano relata que Felipe II visitaba a su esposa Anna tres veces al día y describe la alcoba real: “dos camas bajas, separadas dos palmos una de otra y cubiertas por una cortina, de tal manera que parecían una sola”. La llegada de Anna significa una mayor austeridad y sencillez en la corte madrileña. Esto hace que el embajador francés en Madrid, considere que la corte real se parece a un convento de monjas. Tras el quinto parto, Anna sufre una profunda anorexia que casi le provoca la muerte. Para evitar esta, interviene el padre fray Alonso de Orozco, que le hace comer, mientras le recita un verso del Magnificat. Pocos meses después del parto de su hija María, estando en Talavera de la reina en Badajoz se produce una epidemia de gripe que contagia a Felipe II, tan grave estuvo, que redactó testamento e instauró un consejo de Regencia con su esposa como Regente. Finalmente se cura. Posteriormente, también contagia a la reina Anna que se encontraba embarazada nuevamente, siendo atendida por los médicos de las universidades de Salamanca y Alcalá donde le aplicaron los métodos tradicionales de sangrías y purgantes para combatir la fiebre, pero esto le ocasionó la muerte el 26 de octubre de 1580, cuando contaba con treinta y un años. Es enterrada en el Real Monasterio de Santa Ana de Badajoz, hasta que sus restos sean trasladados al Real Panteón de San Lorenzo de El Escorial. Siendo la única esposa de Felipe II enterrada en dicho monasterio. Sin embargo, en el primer enterramiento se conservan las entrañas de Anna de Austria. Es habitual en la época la muerte de muchos nacidos en tempranas edades pero se ha especulado muchísimo sobre las reiteradas muertes de los hijos de la pareja real. Se piensa que pudieran deberse a una sífilis congénita heredada por Felipe II. Otro motivo, que también se aduce son las continuas y peligrosas diarreas estivales como causantes de estas muertes. Una de las características que se dan en los Habsburgos es su tradición de casarse entre ellos, que casi en muchos casos eran incestos. Sin embargo, en el matrimonio de Felipe II y Anna de Austria no se da y confirma la fecundidad de las mujeres de los Habsburgos. BIBLIOGRAFIA Fisas, Carlos. “Historia de las reinas de España”. Vol I “La casa de los Austrias”. 1988. Plantea. Barcelona. González Doria, F. “Las reinas de España”. 1999. Edt Trigo. Madrid. Nadal, S. “Las cuatro mujeres de Felipe II”. 1971 . Juventud. Barcelona. Ríos Mazcarelle. M. “Reinas de España: la casa de Austria”. 1999. Aldeabaran. Madrid. |
Ancestros. |
Los Condes de Celje |
Los Condes de Celje (en alemán : Grafen von Cilli , en húngaro : Cillei Grófok y en esloveno : Celjski Grofje ) fueron la familia noble más importante de la Baja Edad Media en el territorio que hoy corresponde a la actual Eslovenia. Gobernaron el condado de Celje . Surgieron como vasallos de la dinastía de los Habsburgo en un momento en que la casa local de condes se había extinguido, recibiendo autoridad imperial bajo el título de Grafs , y también fueron elevados a Príncipes del Sacro Imperio Romano Germánico así como varios otros títulos en los territorios de lo que hoy es Europa Central . Armando II (en esloveno: Herman; hacia 1365 - Bratislava, 13 de octubre de 1435), conde de Celje, fue un príncipe y magnate estirio, notable por ser el fiel partidario y suegro del rey húngaro y emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Segismundo de Luxemburgo. Su lealtad al rey le garantizó generosas concesiones de tierras y privilegios que lo llevaron a convertirse en el mayor terrateniente de Eslavonia. Fue gobernador de Carniola y dos veces ban de las provincias combinadas de Eslavonia, Croacia y Dalmacia, siendo reconocido por un tratado en 1427 como presunto heredero del Reino de Bosnia. El ascenso al poder de la Casa de Celje culminó con la obtención de la dignidad de príncipe del Sacro Imperio Romano Germánico. En la cúspide de su poder, controlaba dos tercios del territorio de Carniola, la mayor parte de la Baja Estiria y ejerció el poder sobre toda la Croacia medieval. Armando fue uno de los representantes más importantes de la Casa de Celje, habiendo llevado la dinastía desde su importancia regional al primer plano de la política centroeuropea.
Armando II nació hacia 1365, hijo de Armando I de Celje (1332/1334-1385) y de la princesa bosnia Catalina Kotromanic. En 1392 heredó el título de Conde de Celje y pronto fue a la corte del rey Segismundo de Hungría. Lo acompañó en 1396 en la cruzada contra los turcos otomanos, participando en la desastrosa batalla de Nicópolis, de la cual consiguieron escapar. En 1399 obtuvo el título de Conde de Zagoria (comes Zagoriae) luego de que obtuviera en ese año la provincia húngara de Varasd otorgada por el rey Segismundo. A partir de 1401 se convierte en el político más influyente del reino húngaro, después de que una facción de la nobleza apresase a Segismundo para sustituirlo por el rey Ladislao I de Nápoles, hijo del asesinado rey Carlos II de Hungría (1385-1386). Armando y Nicolás Garai el joven negociaron la liberación del rey, recibiendo a cambio cargos administrativos altos, y lo que es más importante aún, Segismundo tomó como esposa a la hija del conde, Bárbara de Celje. La otra hija de Armando, Ana de Celje, fue dada en matrimonio a Nicolás Garai el joven, quien fue nombrado Nádor de Hungría (1402-1433), quedando así las dos familias aristocráticas emparentadas con el rey húngaro. Armando, como suegro de Segismundo, se volvió su consejero más cercano y fue gobernador de la región de Croacia-Eslavonia entre 1406 y 1408. En 1408 el monarca fundó la Orden del Dragón, en la cual incluía a la alta nobleza húngara, haciéndole jurar lealtad a él y entre ellos; Armando y su hijo Federico figuraban desde luego entre los primeros miembros fundadores. Entre 1408 y 1423 Armando no ocupó ningún cargo administrativo, limitándose a permanecer junto a Segismundo, apoyándolo política y militarmente cuando fuera necesario. En 1422 Armando se vio forzado a arrestar y a desheredar a su hijo mayor, Federico II de Celje, pues este había matado a su esposa para poder casarse con su amante (sin embargo, recibió posteriormente el perdón y se le restituyó la herencia). En 1411 Segismundo fue nombrado rey germánico y le otorgó al condado de Celje los derechos de Principado independiente, el cual confirmó por escrito dos veces: el 1 de mayo de 1430 y antes de su muerte, el 25 de septiembre de 1435. En 1419, luego de que Segismundo regresase del Concilio de Constanza ordenó que su esposa Bárbara de Celje, se marchase del palacio de Buda y se fuese a la ciudad de Várad, pues no quería ni verla ni oírla, ya que se había enterado de algo terrible sobre su esposa (las crónicas no esclarecen de que se trataba, pero se presume que se pudiese haber tratado de adulterio). De esta manera, el rey no se encontró con su esposa por un largo tiempo, hasta que finalmente hizo las paces con ella. Luego de esto, Armando fue nombrado gobernador de la región de Eslavonia en 1423 (cargo administrativo que ocupó hasta su muerte en 1435). En 1425, Armando consiguió que Segismundo firmase una alianza en contra de los turcos otomanos con el rey Tvrtko II de Bosnia, pues la madre del conde de Celje era pariente cercana del monarca bosnio. El 2 de septiembre de 1426, el rey bosnio sin esposa y herederos nombró heredero a su primo Armando, quien tenía casi 20 años más que él. Si bien Armando murió antes que Tvrtko, su hijo Federico II de Celje no renunció a sus pretensiones al trono bosnio. Tras la muerte del rey Tvrtko, Ulrico II de Celje, hijo de Federico, reclamó el trono en 1443, pero no logró ascender al trono, pues el regente húngaro Juan Hunyadi, adversario del conde de Celje, nombró como candidato a Esteban Tomás, hijo natural del rey Esteban Ostoja de Bosnia. Armando murió en 1435, dos años antes que su yerno Segismundo. La esposa de Armando era Ana de Schaunberg (c. †1396), hija del conde Enrique VII de Schaunberg, con la cual se casó hacia 1377. De su matrimonio nacieron 6 hijos, tres varones y tres hembras: Bárbara era la más pequeña y perdió a su madre a muy temprana edad; Federico II de Celje sucedió a su padre; Armando; Ana de Celje, quien se casó con Nicolás Garai el joven. Bárbara de Celje (en idioma esloveno: Barbara Celjska, en idioma húngaro: Cillei Borbála; entre 1390/1395-11 de julio de 1451) fue una noble húngara de origen esloveno que fue reina consorte de Hungría y posteriormente emperatriz consorte del Sacro Imperio Romano Germánico. Era la hija de Armando II, conde de Celje, y de su esposa Ana de Schaunberg. Armando II era hijo del conde Armando I y de la princesa Catalina Kotromanic de Bosnia. En 1408, Bárbara se casó con el rey Segismundo de Hungría (1387-1437), posteriormente también rey de romanos (1410-1437), rey de Bohemia (1419-1437) y emperador del Sacro Imperio Romano Germánico (1433-1437). Dio a luz a una hija, Isabel de Luxemburgo (1409-1442), la única descendiente y heredera de Segismundo, quien a su vez se casó con el duque Alberto V de Austria de la Casa de Habsburgo, el cual fue posteriormente rey de Hungría, Bohemia y rey de romanos. Bárbara acompañó a su esposo Segismundo al Concilio de Constanza en 1414, pero fue enviada de regreso a Hungría por el monarca. En 1419, fue exiliada a la ciudad de Nagyvárad tras haber sido hallada presuntamente culpable de adulterio, pero a finales de año se reconcilió con Segismundo y volvió a la corte. Teniendo conflictos con Alberto, negoció con el rey Vladislao III de Polonia para que éste tomase el control en el reino tras la muerte del anciano y enfermo rey Segismundo de Hungría. Temiendo por su seguridad, luego de que su esposo se enterase de la conspiración, Bárbara se escapó en noviembre de 1437 de Buda con varias carretas cargadas de tesoros y objetos personales con dirección al oeste. Sin embargo, Segismundo ordenó al ispán Jorge Rozgonyi que la interceptara, y luego de ser capturada, fue llevada al palacio de la ciudad de Presburgo (en húngaro Pozsony), donde fue mantenida bajo arresto. En diciembre murió Segismundo, y Bárbara pronto fue liberada por el nuevo rey Alberto de Hungría, tras lo cual abandonó el reino y se fue a Polonia. No fue bien recibida allá, por lo que se retiró al castillo de Mělník, en Bohemia, donde vivió doce años más hasta su muerte. Isabel de Luxemburgo (en húngaro: Luxemburgi Erzsébet; Visegrád, 7 de octubre de 1409-Győr, 19 de diciembre de 1442) fue reina consorte de Hungría, esposa del rey Alberto de Hungría. Era la única hija del rey Segismundo de Hungría de la Casa de Luxemburgo, y madre del rey Ladislao el Póstumo de Hungría y Bohemia. Isabel nació en la ciudad húngara de Visegrád el 7 de octubre de 1409 como hija única del rey Segismundo de Hungría y de su segunda esposa, Bárbara de Celje. Creció rodeada de lujos bajo el reinado de quien será uno de los más influyentes monarcas de la Hungría medieval. El 28 de septiembre de 1421 en Bratislava (la ciudad más importante del noreste del reino húngaro) fue comprometida en matrimonio con el duque Alberto de Habsburgo, aliado y protegido de Segismundo. Tras la muerte de su padre, se llevó a cabo la coronación de su esposo Alberto el 1 de enero de 1438, pues Segismundo lo había nombrado su heredero. Luego de la coronación de su esposo, se esforzó porque sus derechos reflejados en las leyes promulgadas en 1439 fuesen reconocidos, donde ella era tratada como la heredera del reino húngaro por ser hija de Segismundo. Sin embargo, al poco tiempo su esposo enfermó gravemente y murió en 1439, dejándola embarazada. El trono húngaro vacío y la amenaza de los ejércitos otomanos en la cercanía generó gran consternación y esta fue la causa del estallido de una serie de conflictos internos, donde una facción apoyaba a la reina, y otra consideraba más apropiado llamar al monarca polaco, Ladislao III Jagellón, para que fuese coronado rey de Hungría. Luego de sentirse insegura en la corte de Visegrád, la reina embarazada y su séquito abandonó la ciudad y se retiró a Komárom, al noroeste de Hungría, desde donde envió a su dama de compañía de mayor confianza, Helena Kottanner, de vuelta al palacio de Visegrád para que robase la Santa Corona húngara. Si daba a luz un hijo varón, la reina estaba dispuesta a toda costa a que este fuese coronado rey y la única forma de que la ceremonia fuese legitima era que fuese llevada a cabo con la Santa Corona. Sin embargo en mayo de 1439 había muerto Jorge de Pálócz, el arzobispo de Estrigonia, el único que podía efectuar la ceremonia de coronación. Comenzó entonces la reina viuda a gestionar, obteniendo que el papa Eugenio IV nombrase primero cardenal y después, el 15 de febrero de 1440, arzobispo de Estrigonia a su aliado, el clérigo Dionisio Szécsi. Mientras tanto, luego de una complicada operación nocturna con varios ayudantes, Helena Kottaner llevó hasta su reina la corona oculta dentro de un cojín y esa misma noche en que arribó, Isabel de Luxemburgo entró en labores de parto. La reina viuda dio a luz a un hijo varón el 22 de febrero de 1440, Ladislao el Póstumo, al cual ya podía coronar de inmediato, pues tenía en su poder la corona, el arzobispo de Esztergom era su aliado, y solamente debían marchar a la ciudad de Székesfehérvár para la ceremonia. Los nobles más importantes del reino fueron llamados y los citó en la ciudad de Székesfehérvár: gran parte de ellos se presentó —Nicolás Újlaki, Ulrico II de Celje y muchos obispos— sin embargo, uno de sus más cercanos colaboradores para su sorpresa, Ladislao Garai, se abstuvo de presentarse en la ceremonia efectuada el 15 de mayo de 1440, coronando al pequeño como Ladislao V de Hungría. Isabel no impidió el ascenso al trono del polaco Ladislao, al contrario, huyó primero desde Komárom a Bratislava, llevándose a sus hijos y a la corona húngara, la última viéndose forzada a entregársela al emperador germánico Federico III de Habsburgo, quien los recibió en el extranjero. La reina fue servida durante mucho tiempo por el comandante mercenario checo Jan Jiskra, quien había sido leal al fallecido rey Alberto y a Segismundo también. De esta forma, pronto Jiskra con ayuda de sus ejércitos mercenarios checos se hizo con el control de los territorios del norte de Hungría, aislando al nuevo rey Ladislao I de su tierra natal Polonia. Al poco tiempo, el 13 de diciembre de 1442, consiguió que el enviado del papa, Giuliano Cesarini, consiguiese en parte hacer valer los derechos del pequeño Ladislao ante el polaco Ladislao. Varios días después, el 19 de diciembre de 1442, murió la reina Isabel en la ciudad húngara de Győr. Fue enterrada en la ciudad de Székesfehérvár. Tras la muerte de Ladislao en 1444, el pequeño Ladislao que estaba bajo la tutela por su pariente lejano, el emperador Federico III de Habsburgo, fue colocado en el trono húngaro, acordando con el comandante militar Juan Hunyadi, quien se convirtió en regente, para gobernar en nombre del infante. Isabel de Habsburgo (en húngaro: Habsburg Erzsébet; 1437-Cracovia, 30 de agosto de 1505) fue una princesa real húngara, princesa austríaca. Se convirtió en Reina consorte de Polonia tras su matrimonio con el rey Casimiro IV Jagellón de Polonia, nació posteriormente el rey Vladislao Jagellón. Isabel era hija del rey Alberto de Hungría. Isabel nació en 1437 como hija del rey Alberto de Hungría de la Casa de Habsburgo, y de su esposa la reina consorte Isabel de Luxemburgo, hija del anterior rey Segismundo de Hungría. En 1439 murió el rey Alberto de Habsburgo, y al poco tiempo su esposa dio a luz a un hijo varón al que llamó Ladislao. Sin desearlo, Isabel se enredó en medio de serios conflictos políticos desde muy temprana edad. Helena Kottanner era la nodriza de Isabel de Habsburgo, y en 1440 por órdenes de la reina Isabel de Luxemburgo, esta robó la Santa Corona Húngara del castillo de Visegrád llevándola dentro de un cojín carmesí, luego de un tortuoso viaje de regreso y graves riesgos. Tras esto el pequeño hermano menor recién nacido de Isabel fue coronado como rey Ladislao V de Hungría y la familia real huyó a Viena, pues la nobleza húngara no estaba de acuerdo con la coronación de un infante. Los nobles húngaros llamaron entonces a ocupar el trono a un joven polaco al que coronaron como Vladislao I de Hungría. Fue entonces cuando surgió una cruenta guerra interna donde Isabel de Luxemburgo intentaba hacer valer a toda costa los derechos de su hijo Ladislao frente a Vladislao I, mientras los turcos otomanos atacaban constantemente las fronteras del reino. Para aliviar las tensiones, en 1442 Isabel de Luxemburgo comprometió a su hija Ana con el rey Vladislao I, mientras a Isabel de Habsburgo la prometió a Casimiro IV de Polonia, el hermano menor del rey húngaro. Pocos días después de formalizado el acuerdo murió Isabel de Luxemburgo en la ciudad de Győr. A causa de la prematura muerte del joven rey Vladislao I en la batalla de Varna en 1444 contra los turcos, su matrimonio con Ana de Habsburgo nunca se pudo consumar. Sin embargo, Isabel de Habsburgo sí se llegó a casar con Casimiro IV de Polonia, convirtiéndose en reina consorte polaca en 1454. Tras la muerte del rey, este fue sucedido por Ladislao V, el hermano menor de Isabel, quien gobernó con tutores por un tiempo hasta que murió en 1457. Luego del fallecimiento del rey Ladislao el Póstumo, y de su hermana mayor la princesa Ana, Isabel intentó obtener el trono húngaro haciendo valer sus derechos reales, sin embargo la nobleza del reino no se lo permitió. En su lugar fue colocado Matías Corvino, el hijo del conde Juan Hunyadi, quien había sido regente del reino durante la minoría de edad de Ladislao. Isabel consideró al rey húngaro Matías Corvino un usurpador del trono, y se negó absolutamente a que este tomase por esposa a alguna de sus hijas, lo cual consiguió. En 1490 murió el rey Corvino y fue precisamente uno de los hijos de Isabel de Habsburgo y Casimiro IV de Polonia, quien accedió al trono siendo coronado como Vladislao II de Hungría. Isabel murió el 30 de agosto de 1505 habiendo presenciado cómo su familia había logrado conservarse en el trono de Hungría. Vladislao II Jagellón de Hungría y Bohemia (en húngaro: II. Ulászló) (Cracovia, 1 de marzo de 1456-Buda (ahora Budapest), 13 de marzo de 1516), Rey de Bohemia (1471-1516) y trigésimoquinto Rey de Hungría (1490-1516). Tras obtener la corona húngara heredándola a través de su madre gobernó en Hungría y Bohemia desde la corte de Buda como era costumbre en esa época, así como sus otros predecesores habían hecho. Ana Jagellón de Hungría y Bohemia, también llamada Ana Jagellón (Buda —actual Budapest—, 23 de julio de 1503-Praga, 27 de enero de 1547), fue por su matrimonio con Fernando I de Habsburgo, Reina de Romanos y Reina de Hungría y Bohemia (1526-1547) por derecho propio. Era hermana de Luis II de Hungría e hija de Vladislao II de Hungría, también rey de Bohemia. Maximiliano II (Viena, 31 de julio de 1527-Ratisbona, 12 de octubre de 1576) fue un emperador electo del Sacro Imperio Romano Germánico, rey de Hungría entre 1564 y 1576, rey de Bohemia entre 1564 y 1576. Ana de Austria (Cigales, 1 de noviembre de 1549 - Badajoz, 26 de octubre de 1580), fue reina consorte de España y de Portugal, como la cuarta esposa de su tío, Felipe II, siendo además la madre del rey Felipe III. |
Los relicarios de la reina Ana de Austria en el Real Monasterio de El Escorial Pieza del mes: Marzo 2022 Almudena Pérez de Tudela Almudena Pérez de Tudela, “Los relicarios de la reina Ana de Austria en el Real Monasterio de El Escorial”, Agenart: La agencia artística de las mujeres de la Casa de Austria, 1532-1700, 1 de marzo de 2022. |
Ana de Austria nació en Cigales (Valladolid) el 1 de noviembre de 1549 [Figura 1]. Fue la primogénita del matrimonio formado por María de Austria y Maximiliano II, en aquel momento gobernadores en España por la ausencia del príncipe Felipe (II) en su ‘Felicísmo Viaje’. Cuando regresó éste en 1551, la incipiente familia de los reyes de Bohemia partió rumbo a Centroeuropa, donde transcurrió su juventud. La joven archiduquesa estuvo prometida al príncipe don Carlos, heredero del trono español. Su muerte en 1568 junto a la de la reina Isabel de Valois propició que se acordara su matrimonio con su tío, Felipe II, quien necesitaba un heredero. En su viaje hacia España atravesó los estados paternos rumbo a los Países Bajos, donde la esperaba el III Duque de Alba. A su paso recibió numerosos obsequios de los territorios imperiales. Entre otros, fue obsequiada en Nuremberg con la artificiosa arqueta de plata de estilo rústico del orfebre Wenzel Jamnitzer que al llegar a España regaló a su tía Juana de Austria y pasó a contener la reliquia de San Víctor. Actualmente se pude admirar en el relicario de las Descalzas Reales de Madrid [Figura 2]. El inventario del ajuar de la joven nos habla de elementos que hoy ha perdido en este tour de force entre Arte y Naturaleza, como las conchas de nácar de los caracoles de plata sobre los que descansa la arqueta o los ramos de coral de la parte superior. Uno de los regalos que mejor serían recibidos en la corte española eran las reliquias y sus preciosos contenedores. Una vez convertida en reina donó algunos de estos relicarios a la fundación religiosa de su marido: el Real Monasterio de El Escorial que comenzó a habitarse en 1571 [Figura 3]. Aunque muchos de ellos fueron saqueados por los franceses por su excepcional riqueza, otros han llegado a nuestros días. En concreto, ha sobrevivido un pequeño relicario rectangular en cristal de roca tallado con motivos circulares con engarces de plata dorada de decoración vegetal y que apoya en cabezas de querubines alados [Figura 4]. Gracias a las entregas se puede identificar con uno que regaló la cuarta esposa de Felipe II al monasterio en la primavera de 1576: ‘Una arquilla de cristal de roca guarnecida de plata dorada que tiene por pies quatro serafines con una chapa de plata blanca por suelo y una guarnición por debaxo a la redonda labrada y en la delantera un escudo con las armas del Cardenal; y sobre la dicha plata asienta la dicha arquilla la qual es hecha de cinco pieças de cristal de roca labradas de unos círculos de bollones con dos bisagras de plata dorada que la abrazan toda ella y ocho cantoneras de plata, y por dentro tres barras de plata con dos medias lunas asentadas sobre dos garras de plata dorada sobre que se ponen reliquias […] la qual dio la Reyna Doña Ana nuestra señora’. El escudo esmaltado en blanco y gules con la rueda de Magunzia indica que fue un presente a la reina Ana de Austria por el arzobispo de Mainz (Magunzia) Daniel Brendel de Homburg, quien ocupó este cargo entre 1555 y 1582. Posiblemente se lo regaló a la reina en su viaje a los Países Bajos para embarcarse hacia España y sería un trabajo alemán o centroeuropeo. El arzobispo de Maguncia fue uno de los príncipes electores eclesiásticos del Imperio y un gran apoyo de su padre, el emperador Maximiliano II. En las entregas al monasterio se habla de un cardenal no identificado, pero gracias a este escudo esmaltado en gules se puede individualizar quién se lo regaló a ella. Este relicario también se describe en su equipaje en 1570 como: ‘Mas una arquilla de christal guarneçida de plata dorada, labrada la d[ic]ha plata de zinçel bajo y lo xpales de unas puntas y otras chapas tumbadas, esta arquilla es tumbada, el tapador metida en su caxa de cuero roxo’. La plata que guarnece y une los cristales está labrada con un fino trabajo de motivos vegetales de hojas. Sus dimensiones son 13.50 x 25 x 14 cm. Actualmente se custodia en el relicario bajo de San Jerónimo y contendría una reliquia de un santo inocente y otra de san Lorenzo. Felipe II apreciaría especialmente una reliquia del cuerpo de san Mauricio, el capitán de la legión tebana, que Ana de Austria condujo personalmente en su visita al monasterio del 24 de mayo de 1572, desgraciadamente perdido durante la francesada. Se trataría de un arca manierista de plata dorada y cristal de roca que descansaba sobre tortugas de plata[1]. Dada su riqueza se protegía en una caja de cuero negro. Provenía del monasterio
alemán de Wimpfen y la había conseguido a través de María Manrique en 1570. Gracias a la colección de documentos que nos informa de la autenticidad de estas reliquias, hoy conservada en la Real Biblioteca del Monasterio de El Escorial, podemos también saber que muchas de las reliquias que Ana de Austria trajo consigo las obtuvo a su paso por Colonia. Felipe II manifestó en momentos concretos de su vida un especial interés por adquirir determinadas reliquias, como una de santa Ana poco antes de su cuarto matrimonio para aumentar la devoción de su sobrina hacia su fundación predilecta. La reina era muy devota del relicario escurialense. Por ejemplo, en 1575 no quiso abandonar el monasterio sin antes haberse encomendado a las reliquias, en la entonces ‘sacristía de prestado’, para proseguir con fortuna su embarazo que llegó a buen puerto con el nacimiento de don Diego. En 1577 recibió un cargamento de reliquias que le envió su madre desde Alemania que a su muerte Felipe II destinó al monasterio. La reina también tuvo relicarios similares en su oratorio junto a sus habitaciones en el Alcázar de Madrid y cuando falleció en 1580, algunos de ellos pasaron a engrosar el escurialense. Así estarían cercanos a su cuerpo que se llevó a la Iglesia de Prestado en 1580 hasta su traslado en la cripta en la basílica en 1586. Bibliografía (selección) Almudena Pérez de Tudela, “Ana de Austria (1549-1580) y su colección artística. Una aproximación”, Portuguese Studies Review 13:1 (2007), 195–228. “La reina Anna de Austria (1549-1580), su imagen y su colección artística”, en Las relaciones discretas entre las monarquías hispana y portuguesa: Las casas de las reinas (siglos XV-XIX). Arte, música, espiritualidad y literatura, coord. José Martínez Millán y Mª Paula Marçal Lourenço (Madrid: Polifemo, 2008), III, 1563–1616. “Algunas joyas y relicarios de la reina Ana de Austria (1549-1580)”, en Estudios de Platería, ed. Jesús Rivas Carmona (Murcia: Universidad de Murcia, 2012), 455–474. “Apuntes sobre algunos relicarios del siglo XVI de procedencia alemana e italiana en el Real Monasterio de El Escorial”, en Contribución al conocimiento de la Platería en la Edad Moderna, ed. Rosario Anguita Herrador (Jaén: Universidad de Jaén, 2018), 15–34. Fernando Checa (ed.), Los libros de entrega de Felipe II a El Escorial (Madrid: Patrimonio Nacional, 2013). Cristina Esteras, “Wenzel Jamnitzer y el Arca Relicario de san Víctor de las Descalzas Reales de Madrid”, en La otra Corte. Mujeres de la Casa de Austria en los monasterios reales de Las Descalzas y La Encarnación, catálogo de la exposición (Madrid: Patrimonio Nacional, 2019), 316–321. Benito Mediavilla Martín y José Rodríguez Diez, Las reliquias del Real Monasterio del Escorial (Madrid: Ediciones Escurialenses, 2005). Pies de foto: Figura 1. Pompeo Leoni, Escultura orante en bronce dorado de la reina Ana de Austria, hacia 1592-1600. Real Monasterio de San Lorenzo el Real. Patrimonio Nacional, inv. 10233310. Figura 2. Wenzel Jamnitzer, Relicario de San Víctor, hacia 1570. Monasterio de las Descalzas Reales de Madrid. Patrimonio Nacional, inv. 00612650. Figura 3. Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Patrimonio Nacional. Figura 4. Relicario de cristal de roca regalo del Arzobispo de Magunzia a Ana de Austria, anterior a 1570. Real Monasterio de El Escorial. Patrimonio Nacional, inv. 10044207. |
Monasterio de las Descalzas Reales (Madrid) |
El monasterio de Nuestra Señora de la Visitación, ubicado en la ciudad española de Madrid y más conocido como las Descalzas Reales, es un monasterio de monjas de clausura, clarisas coletinas, fundado en 1559 por Juana de Austria, viuda del príncipe Juan Manuel de Portugal, hermana del rey de España Felipe II y madre del futuro rey portugués don Sebastián. Se encuentra situado en pleno centro de Madrid: en la actual plaza de las Descalzas, zona cercana a la Puerta del Sol, plaza de Celenque y calle de Preciados. Es un edificio clasicista del siglo XVI que alberga en su interior importantes obras de arte. Parte del monasterio está en la actualidad dedicado a museo que se puede visitar. Plaza de las Descalzas. Toma su nombre del convento que se encuentra situado en este espacio y que es el principal monumento. Este lugar constituyó en el siglo XIII el centro del antiguo arrabal de San Martín, en la segunda ampliación del antiguo Madrid. Aquí y delante del edificio del monasterio se proclamó en diversas ocasiones a los reyes y se aclamó a los príncipes de Asturias, alzando para la ocasión un tablado y un dosel. En el siglo XVII la plaza estaba constituida en cada uno de sus lados por: la iglesia de San Martín (anexa al convento de San Martín) cuya portada principal daba al postigo de San Martín, la casa del secretario Muriel, y en su frente meridional por la gran fachada del monasterio que se unía por un arco con las casas de Juan de Borja (mayordomo mayor de María, la viuda emperatriz de Austria). Este edificio fue destruido en 1724 para construir el nuevo Monte de Piedad creado por el capellán del monasterio Francisco Piquer. Más allá del arco existía otro edificio, obra del arquitecto Juan Bautista Monegro, que servía como vivienda de los capellanes y como Casa de la Misericordia para doce sacerdotes pobres. El lado norte de la plaza se cerraba con las casas del marqués de Mejorada y del duque de Lerma. Todos aquellos edificios eran de aspecto severo, con fachadas de color tostado. A partir de la llegada de Napoleón y durante los años posteriores (exclaustración y reformas), aquellos inmuebles fueron derribados unos y alterados otros, salvo el monasterio, que perdió parte de su extensión pero llegó casi intacto a nuestros días. En el siglo XIX se colocó en medio de la plaza la fuente de la Mariblanca que estuvo con anterioridad en la Puerta del Sol y que hoy se encuentra en el interior de la Casa de la Villa (en la Puerta del Sol hay una réplica en la actualidad). Hoy pueden verse dos estatuas, una en bronce dedicada a Francisco Piquer en homenaje a su obra de creación del Monte de Piedad, obra de José Alcoverro. Otra dedicada al marqués de Pontejos (Joaquín Vizcaíno), obra de Medardo Sanmartí. Historia El actual monasterio se encuentra ubicado en parte del solar donde hubo un antiguo palacio, uno de los primeros palacios que tuvo Madrid, que algunos investigadores creen que pudo ser de tiempos del rey Alfonso VI y otros dan una fecha mucho más tardía. En el siglo XIII el castiello o alcázar de que hablan los fueros era un lugar de defensa y no se utilizaba como vivienda palaciega, por lo que los reyes de la época tenían que residir en casas nobles o palacios de amigos que ofrecían hospedaje. Las crónicas hablan de que en 1339 se celebraron en este palacio las primeras Cortes en Madrid. (En el patio plateresco de la clausura del monasterio se conserva como testimonio los escudos de un noble desconocido). En el siglo XVI el antiguo palacio de que se ha hecho mención (posiblemente rehecho y rehabilitado) pertenecía al tesorero imperial Alonso Gutiérrez de Madrid,[2]que en más de una ocasión dio cobijo al emperador Carlos I. En esta casa nacieron varios hijos entre ellos la más pequeña, Juana, que más tarde fundaría en el mismo emplazamiento este monasterio de las Descalzas Reales. Juana de Austria, princesa de Castilla, estaba casada con Juan Manuel, príncipe de Portugal; quedó viuda muy joven y tuvo un hijo que sería el futuro rey de Portugal, Sebastián. Al quedar viuda, su hermano Felipe II de España la reclamó para darle el cometido de Gobernadora del Reino. (La política de gobierno de los Austria era repartir y confiar los altos cargos entre miembros de la familia). Juana de Austria fue la fundadora del monasterio de las Descalzas Reales. En 1558, Francisco de Borja (duque de Gandía), envió desde el convento de Santa Clara de Gandía una comunidad de monjas coletinas, de acuerdo con el padre Andrés Insulano, general de la Orden de San Francisco. Eligieron como abadesa a sor Francisca de Jesús, tía del duque de Gandía que no llegó a habitar el convento de Madrid pues murió en Valladolid antes de finalizar las obras. La segunda abadesa tampoco llegó a pisar el nuevo monasterio pues murió cuando la comunidad habitaba aún la casa de Gutiérrez. En 1559, día de la Asunción, tuvo lugar la gran fiesta de inauguración del monasterio, aun cuando la iglesia estaba todavía sin construir. Hubo una procesión solemne en la que participaron Felipe II y toda la familia real. En 1564 se concluyó la iglesia y el día de la Concepción se colocó el Santísimo Sacramento en el altar mayor. Aunque con cortas estancias en la corte, Juana residió en el monasterio hasta su muerte el 7 de septiembre de 1573, en su testamento dispuso que fuese enterrada en el mismo, dando instrucciones sobre su capilla funeraria, que debía ubicarse en el presbítero de la iglesia, designando al arquitecto real Juan de Herrera para que la diseñara, iniciándose los trabajos en 1574. De manera provisional, su cadáver fue depositado en la capilla de San Juan Bautista, hasta que un año después fue trasladada a su tumba definitiva. La pintura que preside la citada capilla es una de las pocas que han pervivido tras el incendio que sufrió la iglesia en 1862. La estatua orante sobre su tumba fue hecha por Pompeo Leoni por encargo directo de Felipe II. En 1580 el monasterio acogió a María de Austria, viuda del emperador Maximiliano II de Habsburgo, que llegó con su hija de trece años, Margarita. La emperatriz adoptó el régimen de la comunidad y su hija profesó como monja. María de Austria dio en el convento una grandiosa fiesta el 22 de abril de 1602, de acuerdo con el Concejo de la Villa y los frailes de Atocha, para agasajar al rey Felipe III y persuadirle de que no trasladara la corte a Valladolid. El agasajo duró tres días, con gran complacencia del rey, pero el traslado de la corte se hizo realidad. María de Austria murió el 21 de febrero de 1603, pidiendo en su testamento ser enterrada al pie del altar de la Oración del Huerto, en el claustro bajo, con una piedra llana y lisa como lápida. Trece años más tarde Felipe III trasladó el cadáver a un sepulcro lujoso hecho de mármoles y bronce, colocado en el coro de la iglesia. El compositor renacentista Tomás Luis de Victoria ejerció, al menos, desde 1587 hasta el día de su muerte, en agosto de 1611, primero el cargo de capellán de la emperatriz María de Austria y luego, desde 1606, de organista en el monasterio. El espacio del monasterio era enorme y en él estaba comprendida una gran huerta además de la iglesia y las dependencias monacales. A lo largo de los años ingresaron aquí mujeres de la casa real y de la alta aristocracia, haciendo importantes regalos y donaciones por lo que el monasterio llegó a tener un verdadero tesoro en obras de arte. Durante la guerra civil española el monasterio fue privado de su comunidad. No obstante fue cuidado y protegido, poniendo sus obras de arte a buen recaudo. Cayeron sobre él algunas bombas que produjeron desperfectos sobre todo en la bóveda de la escalera y en el coro que fue destruido. Se realizó la restauración durante esos mismos años de la guerra en que, entre otras cosas, cambiaron la teja deteriorada del tejado por una nueva de pizarra. Acabada la guerra, volvieron las monjas. En los años centrales del siglo XX se construyó en la plaza de las Descalzas un estacionamiento subterráneo cuyas obras afectaron levemente al edificio. Con este motivo fue restaurado y consolidado, acondicionando algunas de sus dependencias para ser visitadas en un recorrido turístico. Todo el proyecto fue dirigido y supervisado por el marqués de Lozoya, consejero de Bellas Artes del Patrimonio Nacional. |



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