Diálogo en forma de visión nocturna (1525). Un poema: Espejo del alma pecadora (1531) atacado por la Sorbona tras su reedición en 1533, necesitó la intervención de Francisco I. El libro está plagado de ideas evangélicas que hacen de la fe y de la caridad principio de la salud. A esta obra le siguieron numerosos poemas basados en los cantos espirituales de los que Margarita utilizaba la estructura poética de canciones profanas sustituyéndola por textos religiosos. Las Margaritas de la Margarita de las princesas (1547), una recopilación de textos. |
Heptamerón. En la recta final de su vida escribió sus dos grandes creaciones: “Las prisiones de la Reina de Navarra”, en la que condensó sus inquietudes filosóficas, teológicas, místicas y artísticas, y el “Heptamerón”, (1542) que está considerada como su obra cumbre.1 Siguiendo el modelo del Decamerón de Boccaccio, que ya se conocía desde 1414. Pero no puede acabarlo, ya que la muerte le sobreviene antes de terminar la obra. El Heptámeron recoge 72 relatos que se desarrollan durante siete días. Como en la obra de Boccaccio, los relatos se inscriben en una historia cerrada. Margarita hace que cinco hombres y cinco mujeres, atrapados por el derrumbe de un puente a causa de una fuerte lluvia, cuenten una historia cada día durante diez jornadas hasta completar cien relatos. Sin embargo, la reina navarra solo pudo completar siete jornadas, de ahí el título de “Heptamerón” a causa de su muerte. El historiador Jon Oria, autor de una biografía de la reina destaca de la obra «Margarita hace feminismo intelectual, ya que si en el “Decamerón” Bocaccio hace que los hombres se rían de las mujeres, en el “Heptamerón”, Margarita hace que las mujeres ridiculicen a los hombres». |
Margarita de Angulema o de Navarra. La “Décima” Musa, La Cuarta Gracia. Angulema (Francia), 11.IV.1492 – Odos-en-Bigorre (Francia), 21.XII.1549. Reina de Navarra y escritora. Era hija de Luisa de Saboya y de Carlos de Orleans, conde de Angulema, primo hermano del rey de Francia Luis XII, al que se consideraba como jefe de la familia. Por ello, cuando Carlos murió, se llevó a la Corte a su familia. Margarita y su hermano Francisco se educaron junto al Rey en Blois y en Amboise. Francisco casó con Claudia, hija única, del rey Luis XII. Por tanto, cuando éste murió (1515), el trono pasó a Francisco, y Margarita se convirtió en una de las primeras damas de la Corte. Era dos años mayor que su hermano y tenían una estrecha relación, y su mayor edad hacía que Francisco siempre la tuviera en gran consideración. Durante la primera época de su vida, en que residió en la Corte francesa, tuvo una importante actuación política de colaboración con su hermano Francisco I, al que apoyó incondicionalmente, además contribuyó a su formación cultural convirtiendo la Corte en un foco de ideas humanistas. Margarita es un ejemplo de los ideales de la época, pues se dio en ella la paradoja propia del humanismo que, junto a una gran curiosidad intelectual, demostró una gran piedad y preocupación religiosa que mantuvo siempre, pero, al mismo tiempo, fue autora de una serie de cuentos libertinos recogidos en el Heptameron. Margarita casó (1509) en primeras nupcias con Carlos, III duque de Alenzon y condestable de Francia. Cuando enviudó, casó (1527) en segundas nupcias con el rey de Navarra Enrique Albret. Navarra había quedado reducida a un pequeño reino al Norte del Pirineo, tras la conquista del territorio navarro meridional por Fernando el Católico (1512), la nueva capital fue Saint-Jean-Pied-de-Port. Pronto fue madre de una niña, la futura reina Juana Albret de Navarra, puesto que Margarita no logró que ningún otro hijo viviera. Juana casó con Antonio de Borbón, duque de Vendome, y fue madre del rey de Francia Enrique IV Borbón, el cual accedió a la Corona a la muerte sin sucesión de Enrique III (1607), alegando los derechos de su abuela Margarita de Angulema a la Corona francesa. Su posición como hermana del Rey, junto con sus matrimonios, unidos a su inteligencia y buena formación, hicieron que tuviera un importante papel político en la Corte francesa. Cuando Francisco fue derrotado por el ejército de Carlos V y hecho prisionero en la batalla de Pavía (1525), se le trasladó a Madrid como prisionero. Ella no dudó en viajar a esta ciudad para consolarle por su cautiverio y cuidarle en su enfermedad. Sobre todo, le proporcionó auxilios espirituales, ya que era una mujer creyente y piadosa, aunque con una religiosidad propia. Recorrió Cataluña en septiembre de 1525 y tras la mejoría de Francisco se trasladó a Toledo a negociar con Carlos V la libertad de su hermano. La entrevista duró del 4 al 14 de octubre y Margarita logró su propósito. Tras su segunda boda, se trasladó a Navarra, donde residió, pero no por ello abandonó totalmente la Corte francesa y mantuvo gran influencia sobre su hermano Francisco y sobre su marido y no dejó de intervenir en los asuntos políticos. Por ello, nunca fue bien considerada por la Corte española, en primer lugar, por su decidido apoyo a su hermano Francisco I, enemigo del emperador Carlos V y, después, por su boda con el rey de Navarra, que no mantenía tampoco buenas relaciones con la Monarquía hispana, por la reciente conquista de la Navarra meridional. La intervención en la política del momento la hizo tomar partido en los conflictos religiosos que asolaban a Europa en aquellos años originados por el enfrentamiento entre católicos y reformistas. No obstante, su dedicación por la escritura fue prioritaria. Era una mujer muy inteligente y desarrolló una gran formación cultural y puede considerarse como ejemplo de educación humanista para una princesa. Desde los cuatro años, su madre, que era italiana y, por tanto, mucho más próximas a los principios renacentistas, se ocupó de su instrucción basándola en la lectura de los autores clásicos y las Sagradas Escrituras. Llegó a conocer, además del francés, el italiano, que eran sus lenguas maternas, y el latín, el alemán, el hebreo, el griego y el español, que estudió. Y siempre tuvo una profunda preocupación teológica, aunque sus escritos no fueron todos sobre Teología. Además, como la Corte navarra era muy proclive a los protestantes, pudo desarrollar más libremente sus ideas y dedicarse a su formación cultural, por lo que acabó protegiendo no sólo a los humanistas, sino también a los protestantes. Mantuvo buenas relaciones con Calvino y Melachton. Se rodeó de personalidades del momento, como el erudito Robert Estienne y los escritores y poetas Bonaventura des Périers, Mellin de Saint Geldis y Marot. Rabelais debió de sentir admiración hacia ella, pues le dedicó una de sus obras. Su dedicación intelectual la llevó a ser autora de varias obras, unas poéticas y otras de carácter filosófico y teológico. Los títulos más importantes son: Diálogo en forma de visión nocturna (1523), sus primeras poesías, El espejo del alma pecadora (1531), El Navío (1547), donde manifiesta su dolor por la muerte de su hermano Francisco, Margaritas de la Margarita de las Princesas (1547), donde está recogida la mayor parte de sus poemas, Misterio de Navidad, Últimas poesías de carácter religioso. También escribió una serie de comedias, algunas de carácter bíblico y otras profanas. Su obra literaria tiene una importancia notable, pero no ha tenido gran difusión ni reconocimiento si exceptuamos el Heptameron (1558-1559). Su consejero y director espiritual fue Guillaume Briçonnet, obispo de Meaux, en el que encontraba eco a su pensamiento religioso, y, junto con Jacques Lefèbvre d’Etaples, formaron el conocido como Cenáculo de Meaux. Margarita consideraba y defendía que a través de la oración las almas llegaban a la unión con Dios y que las Sagradas Escrituras debían ser traducidas y leídas en francés, no en latín, para que todos los fieles las entendieran y pudieran interpretarlas. Era contraria a cierta jerarquía eclesiástica y, en Meaux, participó en reuniones clandestinas en las que se discutía sobre teología y se denunciaba la degradación a la que había llegado el papado, incluso se quemaron indulgencias en la puerta de la catedral, lo que suponía una grave desviación y acercamiento al protestantismo. Sus obras fueron cuestionadas desde el primer momento por su proximidad con las ideas luteranas. En el Diálogo (1523) defendía la teoría de que sólo con la gracia y la fe las almas podían justificar sus actos para conseguir la salvación, este principio es muy próximo a las ideas de Lutero. Margarita pudo llevar a cabo esta política, gracias a la tolerancia de su hermano Francisco I en cuestiones religiosas, ya que además de la enemistad de Francia con el Imperio hispano, el Rey tenía cierta inclinación, en parte por influencia suya, a las ideas reformistas y puede afirmarse que ella favoreció la introducción del protestantismo en Francia, a pesar de que no comulgase totalmente con todas las ideas reformistas pues rechazada la idea de la predestinación que era fundamental en los movimientos luteranos. Tras su boda con el rey de Navarra, con el que nunca tuvo buenas relaciones, pero sobre el que ejerció una influencia paralela a la que ejercía sobre su hermano, encontró una buena acogida a sus ideas en este reino, donde las ideas reformistas estaban muy extendidas. Pero cuando escribió un tratado espiritual de poesía teológica, denominado El espejo del alma pecadora (1531), la Facultad de Teología de la Sorbona no dudó en condenar la obra, a pesar de las presiones que recibieron por parte de la Corona. En este texto expresaba su doble preocupación religiosa y cultural y causó tal escándalo que, incluso, se pensó incluirla en el Índice de libros prohibidos por el papado. No se llegó a este extremo por su posición e influencia, pero no se pudo impedir que el Colegio de Navarra, pues aquí era Reina, criticara duramente el escrito, sobre todo por haber osado una mujer disputar sobre herejías y fue condenada por sectaria y visionaria. En los primeros tiempos del reinado de su hermano Francisco I, que frenaba los excesos de los católicos intransigentes franceses, tuvo una mayor libertad de actuación en la Corte. En los últimos tiempos del reinado de Francisco I, éste tuvo que acatar por motivos políticos los dictados de Roma, lo que dio lugar a que Margarita perdiese poder. La situación se hizo más difícil para ella tras la muerte del Rey, que dio paso a un período de predominio de los defensores a ultranza del catolicismo y se inició una fuerte política represora contra las desviaciones reformistas. Como ejemplo de la intolerancia dominante, se llegó a la quema de herejes en la hoguera y, por tanto, los ideales de Margarita eran muy duramente cuestionados, pues aunque no abrazó el protestantismo, tampoco seguía fielmente la doctrina católica romana. Ella se había construido una religiosidad propia, muy espiritual y de una gran unidad con la divinidad. En su poema “Prisiones de la Reina de Navarra”, narra el proceso seguido, gracias a la oración y las penitencias, para culminar el camino de ascensión mística hasta llegar al conocimiento de la divinidad. Es una obra de gran profundidad teológica, no estrictamente fiel con los principios católicos, pero que tampoco se puede encuadrar totalmente dentro de las ideas reformistas. La postura religiosa de Margarita estaba mucho más relacionada con la corriente evangélica; esta corriente buscaba la confluencia de las doctrinas protestantes con las católicas para evitar de esta manera la separación dentro de la Iglesia cristiana. Además, Margarita tenía una fuerte influencia neoplatónica e iluminista, que la alejaba de la ortodoxia católica y la acercaba a los principios evangélicos. El texto de mayor renombre de Margarita es conocido como Heptameron en el que se recopilan setenta y dos relatos, son cuentos breves, cómicos la mayoría, y profanos muy relacionados con los ideales renacentistas, sigue la moda literaria iniciada con el Decameron de Bocaccio. En esta obra se manifiesta otra faceta del pensamiento de Margarita menos profundo y trascendente que sus textos de teología y que demuestran una faceta humorística y muy vitalista, relacionada con el pensamiento burgués, que cuestiona de una forma festiva toda una serie de defectos y vicios de la sociedad. Pensaba reunir cien cuentos contados durante diez días por otras tantas personas, que habían quedado aisladas por el desbordamiento de un río, pero murió cuando sólo habían llegado al séptimo día. No se sabe si este escrito fue elaborado a lo largo de la vida de Margarita, o si lo había hecho de joven y en los últimos tiempos de su vida lo estaba retocando. Se sabe que había encargado en 1531 la traducción al francés del Decamerón de Bocaccio a Antoine Le Maçon, que se publicó en 1545 dedicado a Margarita. Es posible que en 1546 ya estuviera terminado, aunque la publicación no se hizo hasta 1558-1559. La obra tuvo un gran éxito sucediéndose las ediciones y gozando de una gran difusión, siendo traducida a los principales idiomas. En este texto no se siguen los preceptos de la moral cristiana, sino más bien los postulados del ideal burgués. La crítica es ácida y divertida, sobre todo con respecto a los clérigos, sin duda son los frailes franciscanos quienes sufren de una forma más insistente las críticas y se les presenta como promiscuos, ávidos de riqueza y de una falsa piedad. Por el contrario, en otros cuentos aparecen clérigos ejemplares que se contraponen a los relajados. En este texto, en realidad, también se pretende la reforma de la Iglesia en lo referente a la relajación de las costumbres, pero aquí lo hace de una forma divertida y mucho más asequible que en sus textos poéticos y teológicos, para, de esta forma, llegar a un público más numeroso. Margarita de Angulema fue una mujer de su época, que compartió los ideales del humanismo y que pretendió vivir de acuerdo con ellos, por lo que se preocupó por el desarrollo cultural y por las cuestiones religiosas, y pretendió, ya que consideraba que su posición le autorizaba para ello, influir en la sociedad y modificar aquellos aspectos en los que no estaba de acuerdo. De ahí su gran preocupación religiosa y sus numerosos escritos en esta materia. No tuvo ningún reparo en cuestionar aquello que no consideraba correcto, tanto en la práctica del catolicismo como dentro de las ideas reformadoras. Su posición como hermana del rey de Francia y esposa del rey de Navarra la facultaron para ello. Aunque ella sufrió críticas en vida, otra mujer que no hubiera gozado de su influencia hubiera sido duramente perseguida por su dedicación a la escritura y, sobre todo, por escribir sobre teología. Aunque ha sido considerada por muchos como reformista, es más correcto considerarla como evangélica, ya que en sus escritos hay un reconocimiento de la religión católica y una defensa de muchas de sus prácticas y otro tanto hace con las ideas reformistas. Asimismo, tampoco hay en ella un rechazo total hacia la Iglesia católica, como hacían los defensores de la reforma protestante, y tampoco una aceptación total hacia los nuevos principios. Lo cual demuestra su postura evangélica. Su pasión por la literatura hizo que se la conociera como La Décima Musa y La Cuarta Gracia. Obras de ~: Diálogo en forma de visión nocturna, 1523 (ed. Dialogue en forma de vision nocturne, Helsinki, 1983); El espejo del alma pecadora, 1531 (ed., intr. y notas de J. L. Allaire, München, W. Fink, 1972); Marguerites de la Marguerite des princesses, Lyon, 1547; Heptamerón, 1558-1559 (ed. y trad. de M.ª S. Arredondo, Madrid, Cátedra, 1991); Lettres de Marguerite d’Angoulême, Paris, 1641-1642; Oeuvres et nouvelles, Amsterdam, 1698; Oeuvres complètes, Paris, 1852 (ed. Estrasburgo- Nueva York, Heitz-G. E. Strechert & co., 1924); Les dernières poésies de Marguerite de Navarre [...], intr. de A. Lefranc, Paris, A. Colin & Cie., 1896; Théâtre Profane, Paris-Genève, 1978. Bibl.: F. Genin, Nouvelles lettres de la Reine de Navarre adressées au roi François I, Paris, 1842; A. J. M. Lefranc, Les idées religieuses de Marguerite de Navarre d’après son oeuvre poétique, Paris, 1898 (reimpr. Gevève, Slatkine Reprints, 1969); P. Jourda, Marguerite d’Angouleme, duchesse d’Alençon, reine de Navarre (1492-1549), Paris, 1930, 2 vols.; L. Fevbre, Amour sacré, Amour profane. Autour de l’Heptaméron, Paris, 1944; R. Lebègue, “Réalisme e apprèt dans la langue des personnages de l’Heptaméron”, en La littérature narrative d’imagination, Paris, 1961; E. Telle, L’oeuvre de Marguerite d’Angouleme, Reine de Navarre, et la querelle des Femmes, Genève, 1969; J. Palermo, “L’historicité des desvisants de l’Heptaméron”, en Revue Historique et Literaire (1969), págs. 193-202; E. V. Telle, L’ouvre de Marguerite d’Anglouleme, reine de Navarre et la Querelle des Femmes, Genève, 1979 (reimpr.); H. Heller, “Marguerite of Navarre and the reformers of Meaux”, en Bibliothèque d’Humanisme et Renaissance, XXIII (1971), págs. 272-310; Ph. Lajarte, “L’Heptaméron et le ficinisme”, en Revue des Sciences Humaines, 3 (1972), págs. 339- 371; M. Tetel, Maguerite de Navarre’s “Hepteméron”: Themes, language and structure, Duke, 1973; Ch. Martineau y M. Veissière (eds.), Briçommet, Marguerite d’Angouleme. Correspondance, 1521-1524, Genève, Droz, 1975, 1979, 2 vols.; N. Cazauran, L’Heptaméron de Marguerite de Navarre, Paris, 1976; M. M. de la Garanderie, Le dialogue des Romanciers: Une nouvelle lecture de L’Heptaméron de Marguerite de Navarre, Paris, 1977; R. 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