La etiqueta sobre la mesa es el conjunto de normas que cada cultura preescribe como normas de educación a la hora de comer en grupo y suele incluir el correcto manejo de los utensilios de comer: cubertería, cristalería, etc. Cada cultura tiene sus propias normas establecidas y muchas de ellas radican en las costumbres tradicionales y en la forma de ver y comprender la vida. Hoy en día las buenas maneras sobre la mesa se han incluido en todos los aspectos de la relación y comportamientos humanos y forma parte de la educación básica de las personas siendo observada, por ejemplo, en las empresas. El objetivo de todas las etiquetas sobre la forma de comportarse en la mesa, se puede resumir en: "ser prácticos", es más sencillo y directo comunicarse en una mesa si hay unas normas establecidas que si no las hay. En muchas ocasiones la etiqueta de la mesa no comporta sólo a los comensales sino que también a los profesionales de la hostelería. Evolución de la etiqueta en la mesa. La mesa, hablando en general y no en particular del objeto, ha sido una de las cosas que nos ha marcado no sólo el grado de civilización y de refinamiento de un país sino los períodos de decadencia. Antes de haber logrado el momento actual, la etiqueta en la mesa ha debido salvar obstáculos verdaderamente difíciles y ha tenido que pasar por largas etapas de evolución. Nuestro antecesor, el hombre primitivo, aquél que vivía atento para defenderse contra las acechanzas de los animales y de sus semejantes, aquél que al abrigo de una caverna debía cobijarse sin conocer ni siquiera el fuego protector, ese hombre comía como comen los animales, sin mesa, sin cocinar la carne y únicamente ayudado con los dientes y las manos. Es fácil imaginar a una familia primitiva reunida, comiendo para dos en un oscuro rincón de la caverna, arrojando los residuos por los rincones, residuos que no iban a ser recogidos por los perros desde el momento que en aquellas épocas aun el hombre no se había procurado ese compañero insustituible. Pero esto no es de extrañarse, desde el momento que en épocas medievales los caballeros y las damas en los grandes banquetes comían los manjares con los dedos y ayudados, a veces, con el cuchillo para despedazarlo. Gastón de Tourneur, un conocido escritor francés, publicó un libro realmente interesante que se titula: La historia de la etiqueta en la mesa. En ella ha tratado de dar a conocer las diferentes costumbres en las diversas épocas, todo esto con bastante originalidad. El refinamiento en la mesa según él, es uno de los síntomas de decadencia de una nación. La glotonería, los excesos de bebidas, los placeres, incitan al reposo y a la inercia, que es la base de toda corrupción. La vida frugal, sana, activa, es la que precisa un país para progresar y vivir. Es muy interesante seguir la evolución que ha sufrido la mesa desde los tiempos más antiguos. Comencemos por los egipcios: los banquetes se realizaban en grandes salones en el que cada uno de los invitados tenían una mesa especial, pequeña, y un criado para servirlo. Todas ellas estaban artísticamente decoradas con flores de loto; el vino estaba siempre de acuerdo con la comida. Los platos preferidos eran el ganso y el antílope. La mesa griega era aún más sobria. Se comía y bebía lo necesario, y mientras los señores estaban en ella un filósofo era el encargado de amenizar el banquete con discursos instructivos, mientras que algún músico las animaba con sus melodías. El lujo deslumbrante de los banquetes romanos, sobre todo en la última época del imperio, era asombroso. Los comensales se sentaban en cómodos divanes adornados con pétalos de flores y perfumados con exquisitas esencias. Los platos eran variados y numerosos, y el vino abundante. Durante la cena se realizaban algunos espectáculos: bailes, lectura de poesías, etc. En tiempo de Calígula, mientras se llevaba a cabo la cena, unos gladiadores luchando eran los encargados de entretenerlos, y allí caían mortalmente heridos. Dejando atrás estos tiempos, llegamos a la Edad Media. Los grandes señores, los reyes mismos en los banquetes tomaban los alimentos con los dedos arrojando los desperdicios a los perros que siempre descansaban a sus pies. Estos banquetes podían ser presenciados por los nobles, más aun si es que era el rey quien lo ofrecía. Esto ocurría en tiempo de Carlomagno, Ricardo Corazón de León y otros. La elegancia en el comer data desde Catalina de Medici, la que ideó las más ingeniosas cosas para la cocina y la mesa. Catalina trajo a París cocineros italianos: usaban éstos, por insinuación de la reina, hielo para algunos platos y en las bebidas, cosa hasta entonces desconocida. Ella fue quien introdujo el tenedor y la cuchara, pues el cuchillo ya se usaba en casi todos los círculos elegantes de Europa, para complicar la etiqueta de la mesa, hasta entonces por cierto bien sencilla. En tiempo de la reina Isabel de Inglaterra la ceremonia que se realizaba en la mesa era realmente digna de mencionarse. Primeramente entraba un caballero llevando el mantel, y otro la servilleta, ambos se arrodillaban tres veces y después tendían la mesa; llegaba otro caballero luego, con el solero, los cubiertos y el pan, después de arrodillarse los colocaba en la mesa. Por último dos damas, una soltera y otra casada, eran las encargadas de terminar el arreglo de la misma, no sin haber hecho graciosas reverencias a la reina al entrar. Todos ellos permanecían durante la cena de la reina, y en ocasiones participaban de sus comidas. Los banquetes en tiempo de Luis XV y Luis XVI fueron célebres de lujo que en ellos se desplegaba; con la revolución decayó todo esto y se crearon los llamados restaurantes. Ya en 1794, había en París 107 restaurantes y en 1804 llegaron al número de 563. Fuente: Revista Crítica Nº 38, «Evolución de la etiqueta en la mesa», por Mighel Thorse, 20 de julio de 1935. Una introducción a la etiqueta. September 29, 2016 by Calendario de Colores Se lo explicaba muy bien el viejo inventor Vincent Price a su creación, Eduardo Manostijeras, en la película dirigida por Tim Burton allá por los 90: "La etiqueta nos dice lo que se espera de nosotros, y nos protege de la humillación y la incomodidad." Etiqueta Estas palabras podrían resumir el contenido de este texto y hacer innecesarias más explicaciones, pero hoy me apetece tratar este tema, no siempre bien entendido ni bien recibido. Etiqueta aprendizaje Sé por experiencia que la palabra etiqueta tiende a malinterpretarse. Al oírla mencionar suelen ocurrir dos cosas: imaginamos escenas de otra época donde abundan los corsés y los monóculos, o traemos a la memoria la alfombra roja del último gran evento que haya tenido lugar. Su propia definición en los diccionarios incita a propagar esta idea, al considerarla “un conjunto de reglas y formalidades que se observan en ciertos actos públicos, oficiales y solemnes”. El resultado es que solemos asociar su uso a situaciones de alto copete, con mucho elitismo y parafernalia, o lo limitamos a una cuestión referente a la ropa que debemos vestir en un momento dado. En realidad, ninguna de estas imágenes es del todo exacta. Entonces, ¿por qué pensamos en gente estirada cuando se habla de etiqueta? La asociación es bastante comprensible. Pensemos en nuestros antepasados sin tener que remontarnos muy atrás. Cuando la enseñanza sólo estaba al alcance de las clases pudientes, que a la vez eran las únicas que podían permitirse organizar eventos, asistir a reuniones sociales o tener atuendos diferentes para cada ocasión, el conocimiento y transmisión de las normas de etiqueta estaba reservado a estos pocos privilegiados. No tenía ninguna utilidad, para el ciudadano de calle y clase baja, conocer las normas de un círculo social al que no podía acceder. Etiqueta caballero. A principios del siglo XIX, con la Revolución Industrial y la aparición de las nuevas clases burguesas, el conocimiento y la práctica de la etiqueta social empezaron a extenderse. Personas que no habían nacido en familias aristocráticas de pronto podían acceder a los mismos ambientes y entretenimientos que disfrutaban las clases más altas gracias a la prosperidad de sus negocios. Especialmente interesados en encajar, y a sabiendas de que el desconocimiento de las normas sociales de la época podía convertir al infractor en motivo de burla, ofensa o humillación, se procuraban una buena educación en cuestiones de etiqueta. Aparecen con ese fin los primeros libros y tratados que recogen las costumbres de la época. Apenas un siglo después su uso se había extendido tanto que eran pocas las familias que no disponían en su hogar de uno de estos manuales. ¡Siempre en la mesita! Pero, ¿en qué consistían esas normas? ¿Eran tan rígidas como las imaginamos? De damas y caballeros bien educados se esperaba generalmente cosas como estas: que no hablasen con la boca llena durante las comidas ni se limpiasen con la manga al terminar, que no interrumpiesen las conversaciones ajenas, no alzasen la voz, ni encendiesen sus cigarrillos sin permiso en lugares cerrados. Se les enseñaba la importancia de saludar correctamente, levantarse del asiento para recibir a un invitado o ceder el paso en las puertas a las mujeres, niños y personas de avanzada edad. También resultaba indispensable conocer el tipo de vestimenta apropiado para cada ocasión y saber desenvolverse adecuadamente en cada una de ellas. ¿Os resulta familiar? Las normas de etiqueta no dejaban de ser formas de comportamiento que todos conocemos y a las que hoy en día nos referimos sencillamente como buenos modales o tener educación. Las connotaciones negativas de la palabra le vienen heredadas de aquellos días en los la etiqueta se usaba como frontera invisible de clases y marcador de estatus social. La realidad es que todos usamos la etiqueta a diario. Llegar puntual a una reunión, vestirse formalmente para una entrevista de trabajo o guardar silencio durante una obra de teatro son sólo algunos ejemplos. Naturalmente las normas de etiqueta de cada generación van cambiando y adaptándose a los tiempos. Nuestros antepasados no tenían que preocuparse de apagar el sonido del móvil en el cine. Nosotros sí. También se explica que la palabra etiqueta se use actualmente y casi en exclusiva para hablar de la ropa que debemos usar en determinados eventos. Se da por hecho que todos tenemos ya una buena educación social, pero no hace tanto que podemos asistir a fiestas y celebraciones donde la vestimenta sea mirada con atención y susceptible de ser criticada. Es la etiqueta al vestir la ultima lección que se nos resiste y por eso también la más demandada. Desde este blog la abordaremos próximamente para evitar esas "humillaciones e incomodidades" contra las que nos prevenía el sabio Vincent Price. Desgraciadamente él falleció antes de poder darle a su discípulo esa lección y el pobre Eduardo se paseó por la pantalla vestido de forma nada apropiada. |
Como cualquier persona, nuestra forma de presentarnos y nuestro comportamiento en público definen una forma de expresar nuestra personalidad y nuestra manera de ser. El conocimiento de algunas reglas de etiqueta y el comportamiento adecuado pueden ayudarnos a sentirnos más seguras y confiadas, lo que a su vez hace que los demás nos perciban como personas bien educadas y seguras de sí mismas. Veamos algunas reglas de etiqueta que toda mujer debería conocer para comportarse de la mejor manera posible en cualquier situación y contexto. 1. Vestir de forma apropiada para cada ocasión. La primera regla de etiqueta que toda mujer debe conocer es vestirse adecuadamente para cada ocasión. Esto significa, considerar el evento al que asistiremos: qué tipo de evento, a qué hora y dónde se celebra, y elegir nuestro vestuario respondiendo a las preguntas anteriores. Si no estamos seguras de qué llevar, es mejor vestirse de manera más clásica, sin arriesgar demasiado. Es importante asegurarnos de que nuestra ropa esté en buenas condiciones antes de usarla. La elegancia también es vestir prendas de ropa bien cuidadas. 2. Comportarse de forma adecuada en la mesa. La mesa es uno de los 'tableros de juego' más importantes a nivel social. Comportarse correctamente en la mesa es una habilidad imprescindible para cualquier persona. Esto incluye una serie de normas que casi todo el mundo conoce: no hablar con la boca llena, no poner los codos en la mesa, no retocarse en la mesa, no colocarse la servilleta en el cuello, usar los cubiertos adecuados para cada plato, etcétera. También es importante seguir el ritmo de los demás comensales en la mesa. 3. Saludar correctamente. Cuando conocemos a alguien nuevo, es importante saber saludar de forma correcta. Es muy sencillo: simplemente hacer contacto visual, sonreír y dar la mano si es apropiado. Es mejor opción que nos presente una tercera persona. Si nos autopresentamos, debemos asegurarnos de presentarnos adecuadamente, diciendo claramente nuestro nombre y cualquier otra información interesante que pueda facilitar una conversación posterior. 4. Saber cuándo es apropiado usar el teléfono móvil. En el mundo actual, es muy fácil caer en la tentación de mirar constantemente el teléfono móvil. Salvo que sea algo muy importante, este uso no es apropiado en todas las situaciones. En reuniones, comidas, espectáculos, espacios de culto, hospitales, etcétera, debemos apagar el teléfono móvil o ponerlo en modo silencioso para evitar interrupciones innecesarias o molestias a las personas de nuestro alrededor. Si necesitamos consultar nuestro teléfono, hacer una llamada o enviar un mensaje de texto, debemos pedir disculpas y retirarnos a un espacio donde no causemos molestias. 5. Mantener una postura correcta. La forma de sentarnos y de estar de pie puede enviar una información relevante sobre nosotras. Es importante mantener una postura adecuada en todo momento para demostrar seguridad y dar una buena imagen de nosotras mismas. Debemos mantener los hombros rectos y la cabeza en alto. Sin estar demasiado altivas pero tampoco encogidas. Es aconsejable evitar cruzar los brazos o las piernas, ya que esto puede hacernos parecer a la defensiva o incómodas al ser posturas consideradas de cierre. 6. Ser respetuosas con los demás. El respeto es la base de la convivencia. Hay que tratar a todo el mundo con amabilidad y respeto, independientemente de su estatus social, género, creencia, cultura, etcétera. Hablar mal de los demás dice mucho de nosotras. Juzgar a las personas por su apariencia puede llevarnos a cometer errores por presuponer cosas que no son. Si estamos en desacuerdo con alguien o con sus opiniones, debemos ser respetuosas, aunque no comportamos esa opinión o punto de vista. 7. ¡Qué importante es ser puntual!. La puntualidad es una de las reglas más importantes en todos los ámbitos de nuestra vida. Ser puntual es ser respetuoso con el tiempo de los demás. Los horarios están para cumplirlos. Cuando una cita se pone a una hora, cuando en una invitación se indica una hora en concreto, etcétera., no se hace por capricho. Se indica una hora determinada para que la organización y desarrollo de un acto, reunión o celebración fluyan según el orden establecido previamente. Llegar tarde puede suponer una molestia para el resto de personas y un trastorno para los anfitriones u organizadores de la reunión o celebración. Mejor llegar unos minutos antes que después del horario previsto. 8. Controlar nuestras emociones. Las mujeres, como cualquier otra persona, podemos ser más o menos emocionales. Está bien. Lo que no está tan bien es demostrarlas en público de una forma incontrolada. Por muy intensas que sintamos esas emociones, debemos tratar de controlarlas. Si nos dejamos llevar por nuestras emociones y actuamos de manera impulsiva, podemos causar una mala impresión y hacer que los demás se sientan incómodos. Ese ataque de ira que tenemos contra un dependiente o camarero; esa cara de miedo exagerada cuando nos encontramos un insecto o cualquier otro bicho en la ropa; esos lamentos exagerados cuando estamos tristes, etcétera. En su lugar, es mejor respirar profundamente, contar hasta 10 para calmarnos y pensar un poco antes de dejarnos llevar por emociones extremas. En cualquier caso, las emociones son complejas y pueden variar en función de cada persona y la situación. 9. Aprender a escuchar. La comunicación es una parte importante de nuestras interacciones diarias con los demás. Comunicamos con nuestras palabras pero también con nuestros gestos. Es necesario aprender a escuchar de forma activa cuando hablamos con alguien. Esto significa prestar atención a lo que la otra persona está diciendo y mostrar interés por lo que dice. Es una regla de cortesía importante evitar interrumpir o hablar por encima de los demás. Esperamos a que termine la persona que habla para contestar o dar nuestra opinión. La escucha activa no únicamente consiste en atender a lo que nos dicen sino a lo que se hace, es decir, a los gestos que acompañan a esas palabras. 10. Ser amables, educadas y generosas. La amabilidad y la generosidad generan buenas sintonías con las personas. También es importante mostrar empatía y preocupación por los demás. Hay que estar dispuestas a ayudar cuando sea necesario o cuando nos lo soliciten. Debemos tratar de ser agradables y mantener una actitud positiva, incluso en situaciones difíciles. Saber estar en todo momento y contexto nos proyecta como personas bien educadas y seguras. |
Cinco normas de etiqueta en la mesa que debes conocer. 1. La primera persona en comer es el anfitrión. Cuando la comida ya está servida, siempre debes esperar por el anfitrión para empezar a comer. Así que, hasta que este no se encuentre en la mesa y diga que puede iniciar la velada, no deben tocarse los cubiertos. La única manera de comer antes que el anfitrión, es que él se excuse de no poder acompañarlos y pida que inicien sin su presencia. Una vez que inicia la comida es muy importante: Mantener el mismo ritmo que el resto de los comensales. No debes comer muy rápido, pero tampoco lento. Cortar cada pieza de alimento en el momento que la llevarás a la boca. Una vez que la comida ya está en el cubierto es para comerla, no debes apartarla, ni dejarla para conversar. Es de mala educación beber cuando tengas la boca llena. Tampoco hagas tragos largos, siempre cortos para evitar dar la impresión de que estás sediento. 2. La servilleta va en el regazo. Al sentarte encontrarás la servilleta al lado izquierdo del plato o encima de él. Tómala con delicadeza y desdóblala para colocarla sobre el regazo, ¡nunca en el cuello! Solo está permitido usar la servilleta como babero en los niños y personas con capacidades especiales. Para limpiar tus labios, realiza pequeños toques. No está permitido utilizar la servilleta para secar el sudor de la frente o limpiar los cubiertos. Una vez que termines de comer, la servilleta debe ir del lado derecho del plato y un poco arrugada. Si eres tú el anfitrión, jamás coloques las servilletas dentro de las copas. Es una mala práctica y si tienen algún logo o bordado, procura que este quede a la vista. 3. Los cubiertos se usan de afuera hacia adentro. Los cubiertos se colocan en el orden en que se servirán los platillos y se distribuyen de la siguiente manera: El tenedor que encontrarás más a la izquierda y el cuchillo de la derecha se usan para el pescado. Los cubiertos que están en la parte interior son los indicados para la carne. Generalmente, es el segundo plato. También es importante que sepas que los cubiertos tienen su propio lenguaje y te permiten conectarte con los mesoneros sin tener que articular palabra. Así que la forma en que los coloques les enviará un mensaje: Déjalos apoyados en el plato si continuarás comiendo. Junta cuchillo y tenedor a un solo lado del plato al terminar de comer. Un dato importante: No utilices los cubiertos para picar el pan. Este se parte con las manos. 4. Mantén una buena postura En la mesa es preciso sentarse de forma apropiada, con nuestro cuerpo a unos 10 centímetros de ella y con la espalda recta, siempre pegada del borde de la silla. Cuando inicie la velada, está permitido apoyar los antebrazos en el borde de la mesa para tener mayor comodidad. Y, contrario a lo que se piensa, sí puedes colocar los codos en la mesa. Siempre que en el momento que los subas no estés comiendo. Por ejemplo: si haces una pausa para conversar, deja los cubiertos en el plato y permítete subir los codos. En el momento que vuelvas a comer es importante bajarlos. En cuanto a las piernas, no las cruces, ni las estires en exceso. Así, evitarás tropezar con la persona que esté sentada de frente a ti. Es muy importante mantener la postura, pero tampoco tienes que lucir con rigidez. Solo relájate y procura cumplir con las normas. 5. El teléfono móvil no va sobre la mesa Es de mala educación colocar el teléfono móvil sobre la mesa, por norma este no debe usarse al momento de comer. La razón es que interrumpes la conversación con otras personas y resulta molesto atender llamadas y mensajes mientras se está degustando un plato. Este siempre debe estar en silencio. Los caballeros pueden llevarlo en el bolsillo y las damas en su bolso de mano. Si necesitas contestar una llamada, la forma correcta de hacerlo es retirarte de la mesa y ofrecer una disculpa a los acompañantes. En caso de no poder alejarte, que la conversación sea muy breve y en voz baja. |
Eduardo Manzano Moreno, un medievalista contra los falsos mitos de la historia de España. | Babelia 04.05.2024 |
Hace nueve siglos, las monjas que vivían en el monasterio de Santa María la Real de las Huelgas se dieron a sí mismas “el título de domina o dominatrix y ejercían prerrogativas como nombrar a los curas de las iglesias de sus dominios, autorizar a los notarios para ejercer en ellos, castigar a los delincuentes o dar permiso para predicar en sus territorios. (…) Pensaban que si la Virgen María estaba por encima de los apóstoles, no se entendía por qué las mujeres tenían un papel subalterno en la práctica religiosa”. Lo cuenta Eduardo Manzano Moreno (Madrid, 64 años) en su libro España diversa. Claves de una historia plural (Crítica), donde narra también cómo este templo ocupó durante mucho tiempo un lugar destacado en el imaginario del nacionalismo español. Un símbolo más de la verdadera España una vez que a alguien se le ocurrió celebrar la primera reunión del Consejo Nacional de Falange Española Tradicionalista y de las JONS en diciembre de 1937 y se convirtió en una especie de sede social de Franco con el Movimiento. Manzano Moreno, historiador, medievalista y experto en Al Andalus, cree que la elección del templo por los falangistas vino dada por el desconocimiento de su historia, mucho más rica de lo que parece, y que va mucho más allá de las reivindicaciones de sus inquilinas por un mejor lugar en la Iglesia. “Para empezar, es un monasterio cisterciense plagado de inscripciones en árabe. Cuando estuve de visita con la arabista María Antonia Martínez y se puso a traducirlas, el guía que nos acompañaba nos dijo que nadie les había contado nada de lo que contienen las paredes, pensaba que eran cosas decorativas”, cuenta entre risas después de posar para las fotos delante de la estatua dedicada a Isabel de Borbón, La Chata, situada en el paseo del Pintor Rosales de Madrid. Y si aquel guía lo desconocía, no es extraño concluir que los líderes del franquismo también. El autor, profesor de Investigación en el Instituto de Historia del CSIC, transmite de cerca lo mismo que en las casi 500 páginas de su libro. Que viene desprejuiciado de casa, que la historia genera un conocimiento que tiene mil y un matices, que conviene ver a España —será diversa o no será— con la tensión arterial más bien bajita. Y al mismo tiempo se muestra optimista con el hoy precisamente porque ha repasado lo que ocurrió con anterioridad. “Todo intento de acabar con la diversidad ha fracasado, porque este país resiste mucho más de lo que nos creemos”, cuenta. Solo en los últimos 50 años, cita el terrorismo de ETA, el golpe de Estado de 1981, el procés en Cataluña y el progresivo desmoronamiento de la figura de Juan Carlos I, “tensiones muy superiores a las vividas en países como Estados Unidos, ahora que hablamos tanto de él. Siempre hemos pensado que el modelo que teníamos que seguir estaba fuera; y no, creo que el modelo es España”, comenta. “La historia de España es como el arcón viejo de los abuelos. Algunos lo que han hecho es meter todo tipo de trastos en vez de llevarlos al punto limpio a reciclarlos, mientras que en otros casos viene alguien que sabe un poco del tema y te dice: ‘Oye, ¿has visto qué tipo de mueble es?’. Y te das cuenta de que sacándole brillo y poniéndolo de otra manera es algo que puede tener mucho interés”, afirma. Hablamos de un relato que ha sido generalmente hecho por hombres (aquí no hay ni rastro de mujeres, dice) que han considerado que sus creencias y sus valores han existido siempre y por lo tanto tienen que ser asumidos con naturalidad por toda la sociedad. Y no. “¡Hay tantas otras cosas distintas que no se han contemplado y que es un error despreciarlas! En los últimos 30 o 40 años ha habido historiadores que han trabajado mucho sobre estos temas, pero algunos han decidido que hay que seguir con el discurso de hace 150 años. Es alucinante. Como dice [el historiador] Ángel Viñas, la gente está recibiendo una historia muy mal hecha por publicistas, novelistas y políticos que quieren monopolizar un relato en provecho propio”, añade. Esa “mala historia de España” sigue este trazado más o menos: con los visigodos llegó la primera unidad nacional, luego aparecieron los árabes —un accidente histórico— y a continuación la Reconquista, que consigue echarlos. Sin olvidar, por supuesto, el imperio. “Que un país como España tenga un conocimiento tan escaso de Al Andalus y del islam es vergonzoso. Madrid es la única capital europea de origen árabe, y la primera historia de España la escribió un árabe, en la Córdoba de los omeyas, pleno siglo X. ¿Les vamos a seguir contando a los musulmanes de hoy lo de la Reconquista? ¿Y a la gente que viene de Hispanoamérica les vamos a decir que los civilizamos nosotros y pacíficamente además? Hay que poner todas estas ideas frente al espejo, no pasa nada”, comenta. Al autor le saca de quicio lo monolítico y asegura que lo más interesante siempre viene cuando el conocimiento te permite abandonar ideas preconcebidas. Que es importante ver el pasado de una manera desapasionada. Porque los sentimientos no crean consensos, insiste. Pero también escribe sobre la falta de rigor, la pereza, la visión parcial. Y de ella no escapa la izquierda, demasiado centrada en el siglo XX:
En la conversación repetirá varias veces una idea que enhebra a lo largo del libro, esa de que no estaría mal que nos relajáramos un poco. Básicamente para no llegar a las manos, como aquella escena que vivió en la terraza del restaurante Casa Mingo de Madrid. En la mesa de al lado, dos personas estaban hablando de don Pelayo. De repente, uno de ellos le rompió al otro una botella en la cabeza y abandonó el lugar. Perplejo, Manzano Moreno preguntó al camarero por lo sucedido. Este le dijo que los dos hombres no se conocían de nada, simplemente se habían puesto a conversar y de la charla se pasó a la discusión y después al botellazo. “Me dijo Ana [Rodríguez, su esposa y también historiadora]: ‘A ver si resulta que ser historiador es una profesión de alto riesgo”, bromea, para añadir luego: “La historia es un arma de destrucción masiva, porque la gente mata por ella. Y no nos damos cuenta”. Las esencias Por más que algunos se empeñen, Manzano Moreno escribe que no hay nada esencialmente español, como tampoco lo hay catalán y vasco, aunque manifiesta su interés por entender por qué en el País Vasco ha pervivido ese vínculo emocional con la propia identidad, esa reivindicación ciudadana de una serie de elementos que enraízan. “No es un invento del nacionalismo del siglo XX, porque en el XVII ya tenías gente hablando de que las mujeres vascas son distintas, los hombres son distintos a los castellanos, no están contaminados por la sangre árabe, la judía, etcétera”, explica. Una idea, la de la pureza de sangre, la de la genética, que no comparte por las consecuencias que acarrea. “Los confiados genetistas, que suelen tener muy escasa o nula formación histórica, deberían ser más conscientes de los peligros que encierran sus investigaciones en unos tiempos en los que existe mayor preocupación por saber quiénes somos o de dónde venimos que en conocer cómo somos y hacia dónde vamos”, escribe en el libro. Como también rechaza de pleno esa idea de hacernos creer que somos también protagonistas del pasado. Un “truco identitario tremendo” el de que participamos en la conquista de América, o cuando derrotamos a no sé quién. “Vale, pero entonces tienes que entender que haya alguien en el otro lado que diga que es descendiente de los que fueron vencidos y todavía están esperando la venganza. Eso mismo está en los discursos islamistas”, aclara. Acabemos con los tópicos y con las trampas, insiste durante la hora y media de conversación. Para empezar, corrige a todo aquel que ha definido alguna vez un embrollo o algo inviable como “reino de taifas”. “¡Pero si es una de las épocas de máximo esplendor y más brillantes de España! Todos esos reyes, el de Zaragoza que era un matemático impresionante, el de Sevilla uno de los mejores poetas…, son tipos sensacionales. Además, coincidió con una época de mucho crecimiento económico”. Un error que procede del desconocimiento profundo de Al Andalus o, cuando se conoce algo, a una visión muy parcial, como se obvia también la aportación de los judíos a la historia de España. “Su estancia nos sirve para aprender cómo se estigmatiza a una comunidad a través de los bulos. Se decía de ellos que eran los que envenenaban el agua de los pozos… y funcionaba”, cuenta. O la poca atención que se le ha mostrado a los gitanos. “Escribir este libro me sirvió para darme cuenta de que no están incluidos en las historias de España, y muchas cosas no se entienden sin ellos. No solo es una comunidad importantísima para los mercados locales, su trabajo como buhoneros y caldereros, que conozcan muy bien los caminos… En términos de cultura, muchos aspectos que tenemos hoy y que consideramos típicos de España son gracias a ellos”, dice. A veces ese desconocimiento le provoca cierto enfado. Como cuando reitera el salvaje papel de la Inquisición, por mucho que desde algunos ámbitos se insista en minusvalorar su importancia. “Me llama la atención cuando se menciona que los españoles civilizaron a unos indios que practicaban sacrificios humanos. En España también se sacrificaba a humanos, solo que aquí lo llamaban ‘autos de fe’. No es solo la gente que mataron, sino los descendientes que quedaban estigmatizados desde ese momento. Se nos olvida que la Inquisición está presente hasta el siglo XIX, ejerciendo muchísimo control”, afirma. Las trampas y las risas. En Manzano Moreno también hay hueco para la sorna y la risa. Sobre todo, cuando se refiere a lo que denomina “argumentos de pantufla”. Enumera sus favoritos, encabezados por ese “menos mal que existió la Reconquista, porque si no hubiera existido hoy las mujeres estarían todas veladas y como en Marruecos”. “Lo peor de ese argumento es darnos a entender que Pelayo tenía ya un ideario feminista. ¿Pero usted sabe cómo estaban las mujeres en el siglo XIX y durante buena parte del XX? Lo que tienen hoy es gracias a las luchas feministas del último medio siglo”, explica. Otro de sus preferidos es el que dice que España sería una república soviética si no hubiera sido por Franco o que si hubieran ganado los franceses seríamos un pueblo cultísimo. “Pregúnteselo a los argelinos, que, cuando fueron colonizados por los franceses, lo primero que hicieron estos fue cargarse todas sus bibliotecas. La destrucción patrimonial fue impresionante, en un país que entonces era una sociedad muy culta, con altos niveles de alfabetismo. Como colonizadores, una de las primeras cosas que hacen es cargarse la memoria del país”, dice. Pantuflas llevan también los que responden que la ley islámica es esa que te corta la mano si robas y apedrea a una señora adúltera. “No soy partidario de la ley islámica, pero precisamente porque la conozco sé que es una de las grandes creaciones legales que ha hecho la humanidad. Ya en la época andalusí recogen todos y cada uno de los posibles casos que se pueden dar cuando hay un divorcio”, afirma. “El derecho romano también es patriarcal, también hay esclavos, tiene penas muy duras, pero todos los alumnos de Derecho que hay en España lo están estudiando porque a todo el mundo le parece que es una gran creación”, añade. Está a punto de terminar la conversación, y ya están los primeros manifestantes que siguen acudiendo a diario a protestar frente a la sede socialista de la calle de Ferraz. Una de las banderas rojigualdas de los balcones cercanos incluye el Sagrado Corazón. Manzano Moreno recuerda que fue una reacción de la Iglesia católica hacia el laicismo del primer tercio del siglo anterior, temerosa de perder el monopolio. Y cómo tras la Guerra Civil, el mejor momento de la Iglesia “para cristianizar de verdad este país”, dicho por ellos, el turismo les rompió los esquemas. “Imagina en los años cincuenta medio millón de turistas. Hoy nos parecen nada, pero son muchos más que cualquier ejército que haya llegado a España a lo largo de toda la historia. Y cada año llegaban desnudos y desarmados, dispuestos a cambiar las cosas. Los obispos reaccionaron diciendo que las playas no son de los hoteles, ni de los operadores turísticos ni del ministerio. Que las playas son de Dios, así que no se puede permitir lo que está sucediendo ahí”, dice con los ojos muy abiertos, entre risas. Otra vez la amenaza de las mujeres, entonces las de Las Huelgas con sus hábitos y aquí las nórdicas con sus biquinis. Y al final, la diversidad. “Si tú y yo somos demócratas es porque pensamos que nuestras convicciones son más capaces de generar progreso que las de aquellas personas que tratan de negar eso. Y creo que es lo que se acabará imponiendo”, dice Manzano Moreno. Portada de 'España diversa. Claves de una historia plural', de Eduardo Manzano Moreno EDITORIAL CRÍTICA Eduardo Manzano Moreno Crítica, 2024 548 páginas. 24,90 euros |
El monasterio de Santa María la Real de las Huelgas, conocido popularmente como monasterio de las Huelgas, situado en la ciudad de Burgos (Castilla y León, España), es un monasterio de la congregación de monasterios de monjas cistercienses de San Bernardo. Fue fundado en 1187 por el rey Alfonso VIII de Castilla y su esposa Leonor de Plantagenet. Alberga obras de gran valor, entre ellas, algunas de las vidrieras más antiguas de España. Situación Está situado al occidente de la ciudad de Burgos, algo retirado del río Arlanzón, en un terreno llano que antiguamente estaba ocupado por prados y que era conocido como «Las Huelgas», que era la forma en que se denominaba al terreno de cultivo no trabajado y dedicado a pastos. Actualmente, está considerado como BIC (Bien de Interés Cultural) (fue declarado Monumento histórico-artístico perteneciente al Tesoro Artístico Nacional mediante decreto de 3 de junio de 1931). Historia
Existía un pequeño palacio en estos terrenos donde está ubicado el monasterio, del cual se conservan algunos pequeños vestigios. El lugar fue elegido por el rey Alfonso VIII y su esposa Leonor de Plantagenet para levantar un monasterio cisterciense femenino que se fundó en junio de 1187. Fue la reina Leonor quien puso mayor empeño en conseguir esta fundación con el fin de que las mujeres pudieran alcanzar los mismos niveles de mando y responsabilidad que los hombres, al menos dentro de la vida monástica. Elevaron al papa Clemente III la petición para fundar y consagrar el nuevo monasterio, petición que fue concedida de inmediato. Los reyes donaron cerca de cincuenta lugares cuyas tierras constituyeron desde el principio un importante patrimonio que se multiplicaría con el tiempo. Se conserva la carta fundacional del rey que empieza diciendo: Yo, Alfonso, por la gracia de Dios, rey de Castilla y Toledo, y mi mujer, la reina doña Leonor… Cîteaux otorgó a este monasterio el derecho a instituirse como matrem ecclesiam equiparándose así al gran monasterio francés de Fontevrault. En 1199 se convirtió definitivamente en casa madre de los monasterios femeninos de Castilla y de León. La vida del monasterio dio comienzo con un grupo de monjas que llegaron desde el Monasterio de Santa María de la Caridad de Tulebras (en Navarra), donde existía desde 1157 el primer monasterio cisterciense femenino de la península. Las dos primeras abadesas fueron la infanta de sangre real Misol (o Mariasol) y la infanta Constanza, hija de los reyes fundadores. La abadesa de Las Huelgas llegó a disfrutar de una autonomía y poder tan elevados que estaba por encima de la curia episcopal, dependiendo directamente del papa. La abadesa, como mujer, no podía confesar, decir una misa, ni predicar, pero era ella quien daba las licencias para que los sacerdotes hicieran estos trabajos. La concesión era dada en nombre de Dios y de la Sede Apostólica. Era dueña de un señorío material y un señorío jurídico. El señorío material estaba compuesto por:
El señorío jurídico tenía su propio fuero, cuyas leyes en el tema civil y criminal dirigía y vigilaba la abadesa. Podían nombrar alcaldes y ejercían su jurisdicción sobre un buen número de monasterios cuyas abadesas eran nombradas por la abadesa de Las Huelgas. Todos los privilegios se mantuvieron intactos a través de los siglos hasta el siglo xix, en que fueron suprimidos por el papa Pío IX.(Senigallia, 13 de mayo de 1792-Roma, 7 de febrero de 1878) Durante la Edad Media, en este monasterio se llevaban a cabo ceremonias tan importantes como las de proclamar a los reyes y armar caballeros. Entre los caballeros armados antes de ser reyes figuran Fernando III el Santo, Eduardo I de Inglaterra, Alfonso XI de Castilla y de León, Pedro I de Castilla (que además nació en la torre defensiva del edificio) y Juan II. Los reyes coronados aquí fueron Alfonso XI y su hijo Enrique II de Trastámara. También tuvo gran importancia como panteón real y de nobles, con magníficos sepulcros, muchos de los cuales fueron profanados durante la Guerra de la Independencia Española. Durante la guerra civil española, el día 2 de diciembre de 1937 se celebra en este monasterio el I Consejo Nacional del Movimiento. En la actualidad este monasterio está gobernado por monjas cistercienses. Tiene diez habitaciones preparadas para retiro espiritual de mujeres que lo soliciten. La abadesa actual no tiene mandos ni privilegios especiales civiles ni jurídicos. Tanto ella como la comunidad de monjas dedican su vida a la oración y a atender unas mínimas posesiones.
Coto Redondo, que formaba parte del Partido de Burgos, uno de los catorce que formaban la Intendencia de Burgos, en su categoría de pueblos solos, durante el período comprendido entre 1785 y 1833, en el Censo de Floridablanca de 1787, jurisdicción de abadengo. Contaba entonces con 343 habitantes. Jurisdicción de abadengo, siendo su titular el Monasterio de Las Huelgas: En el partido de Burgos sobre las villas de Sargentes de la Lora, con alcalde ordinario y los lugares de Lorilla y Valdeajos, ambos con alcalde pedáneo. En el partido de Juarros sobre las villas de Arlanzón y de Urrez, con alcalde ordinario. El la Merindad de Bureba sobre el lugar de Revillagodos. En la Hermandad de Montes de Oca las villas de Loranquillo y Quintanaloranco. |
Las obras. Contiene 186 piezas musicales compuestas originalmente desde el siglo XII hasta comienzos del siglo XIV. De ellas 7 carecen de música, por lo que en realidad tenemos solo 179 obras musicadas. Las formas musicales representadas abarcan casi todas las correspondientes al Ars Antiqua: motete, conductus, órganum y secuencia. Aproximadamente 145 de las piezas son polifónicas. Podemos clasificar las 186 obras de la siguiente manera (clasificación de Anglès y Roberto Pla):
31 secuencias o prosas. Podemos clasificarlas de la siguiente manera:
54 partes de la misa. De ellas:
Por el número de voces, 86 piezas son a dos voces, 49 a tres voces, 1 a cuatro voces. El resto son monódicas, grupo éste al que pertenecen la mayor parte de las secuencias, los conductus y los Benedicamus. La música la encontramos tanto en partitura como en partes separadas. La notación, de tipo franconiana, no es unitaria y presenta algunas anomalías como la distribución de las voces y ligaduras en la voz de tenor de los motetes. |
Estas son las medidas del Gobierno de Corea del Sur para frenar la masificación que genera el turismo en Seúl. Las restricciones, que abarcan desde el toque de queda para los turistas hasta las restricciones del transporte público, empezarán a aplicarse a partir de octubre. María Santos Viñas 18 Sep, 2024
Barcelona, San Sebastián, Canarias, Mallorca, Cádiz o Málaga son solo algunos de los lugares donde se han celebrado multitudinarias manifestaciones para protestar contra un modelo de turismo al que tildan de insostenible, que solo genera riqueza a las grandes empresas y que ha disparado los precios de la vivienda. Pero España, o los vecinos Italia, Francia o Portugal no son los únicos que tienen problemas con la pérdida de calidad de vida y masificación que genera el turismo. El problema del turismo excesivo se extiende por ciudades y países de todo el mundo. Y mientras que en España las medidas que se están tomando son locales y ligeras, rozando lo anecdótico, en otros países están tratando el problema de forma más tajante. Es el caso de Corea del Sur, donde las autoridades surcoreanas han anunciado controles y medidas más estrictas para proteger un distrito histórico de un barrio tradicional en el centro de Seúl, donde los turistas que han inundado las calles y causado conflictos con los vecinos. Se trata de Bukchon Hanok, una aldea situada en el barrio de Jongno. Es una de las zonas turísticas más populares, cada día acoge a miles de visitantes atraídos por las casas tradicionales coreanas llamadas “hanok”. Restricciones para Bukchon Hanok. En un intento por aliviar las tensiones y controlar las multitudes, desde el próximo mes de octubre, las autoridades del distrito comenzarán a restringir el acceso. Será designada como la primera “zona de gestión especial” del país en virtud de la Ley de Promoción Turística de Corea del Sur. El toque de queda para los no residentes se reforzará diariamente entre las 10:00 y las 17:00 horas. Los autobuses chárter que transportan turistas estarán restringidos en varios tramos. El objetivo es reducir el tráfico y hacer que Bukchon esté “centrado en los peatones”, según las declaraciones de las autoridades que recoge la CNN. También se designarán tres zonas codificadas por colores -rojo, naranja y amarillo- para permitir a las autoridades locales controlar y vigilar las aglomeraciones en las zonas más densamente pobladas. También se impondrán multas a los infractores, según las autoridades. Un problema global. En Grecia, las quejas por la masificación turística llevaron al Gobierno a tomar medidas drásticas. Hace unas semanas, Kiriakos Mitsotakis, el primer ministro griego, anunció un conjunto de medidas dirigidas a reducir el impacto negativo que causa la afluencia masiva de visitantes. Entre las nuevas regulaciones se incluirán aumentos significativos en las tarifas de atraque para cruceros, así como un límite diario para las llegadas de estos barcos a ciertas islas populares como Mykonos y Santorini donde, además, las tasas subirán a 20 euros durante la temporada alta. Mitsotakis señaló que el Gobierno también aumentará el impuesto sobre el alojamiento que pagan los hoteles y los alojamientos de alquiler de las islas, y que los ingresos se destinarán a las comunidades locales para ayudarlas durante la temporada alta. También explicó que los propietarios que ofrezcan alquileres a largo plazo, en lugar de los alquileres a corto plazo que generalmente se ofrecen a los visitantes internacionales, estarán exentos del pago del impuesto de alquiler durante tres años.
Jongno-gu es uno de los 25 distritos (gu) de Seúl, Corea del Sur. Toma su nombre de una de sus principales calles Jongno, la calle de la campana. Jongno-gu ha sido el centro de la ciudad durante 600 años, desde que la dinastía Joseon estableciera la capital en ella. Debido a su importancia en política, economía, cultura e historia, se le considera como el rostro y corazón de Corea. En Jongno-gu se pueden encontrar numerosos palacios donde los soberanos solían residir y trabajar, como los palacios de Gyeongbokgung, Changdeokgung, Changgyeonggung y Unhyeongung. La residencia del presidente de Corea del Sur, denominada Cheong Wa Dae (Casa Azul), se encuentra también en este distrito. Gracias a todos estos atractivos culturales e históricos, Jongno-gu atrae muchos visitantes. Además, otros lugares de interés son el arroyo Cheonggyecheon, el barrio tradicional de Insa-dong o el santuario Jongmyo. Museos como el Art Center Nabi y el Museo Gahoe, un museo de reliquias, también se encuentran es este distrito. Los campus de universidades como Universidad Sungkyunkwan y Baehwa Women's College se encuentran también en Jongno-gu. Jongno-gu alberga también el Jogyesa, el principal templo de la Orden de Jogye del Budismo Coreano. El pueblo hanok de Bukchon (Bukchon Hanok Village) es un barrio residencial del distrito de Jongno , en Seúl, Corea del Sur. Tiene muchas casas tradicionales coreanas restauradas, llamadas hanok . Esto lo ha convertido en un destino turístico popular, lo que ha provocado cierta fricción con los residentes que viven allí. |
Hanok (한옥) es el estilo arquitectónico tradicional de Corea que viene transmitiéndose durante muchos años sin cambiar los marcos básicos desde la época de los Tres Reinos (57 a. C.-668 d. C.) hasta la dinastía Joseon (1391-1910). Estilo de vida en un Hanok. Vivir en una casa Hanok significaba optar por un estilo de vida de sentarse en el piso en vez de la silla o la cama. Para ello debía quitarse los zapatos y sentarse o acostarse en el piso bien calefaccionado. Las habitaciones no eran tan grandes pero se podía cambiar la función de la habitación constantemente a través de las ubicaciones de los muebles. Materiales principales. Los principales materiales del hanok eran el barro, la madera, las vigas y los clavos de madera. El techo era de "giwa" (tejas). Las casas de la clase alta estaban compuestas por varias edificaciones en un solo terreno y básicamente estaban integradas por el "anchae" para la residencia de las mujeres y los niños, el "sarangchae" donde residían los mayores de la casa y los invitados y el "haengrangchae" donde vivían los sirvientes y todas estas edificaciones estaban rodeadas por un solo paredón. Detrás de la casa estaba el edificio para venerar a los ancestros. Algunas veces se construía una laguna artificial en el patio exterior de las casas. Diferencia por la clase. Las casas de la clase común eran de techo de paja, de guijarro, de juncos y de paredes de barro. Los pilares eran de madera y las paredes, de barro. Este tipo de pared ajustaba bien la temperatura y la humedad ya que absorbía bien el agua cuando había mucha humedad en la habitación y en cambio cuando el ambiente era muy seco, emitía la humedad contenida. Características por la región. Los estilos arquitectónicos del norte frío y del sur cálido eran diferentes. Las regiones del sur tenían casas más simples en forma de L sobre un piso rectangular donde en sus extremos se ubicaban la cocina y las habitaciones. Las razones de esta forma abierta se debía al clima caluroso y húmedo y para permitir la buena ventilación. En cambio, en las regiones del norte con una temperatura más baja había muchas casas en forma de U o de cuadrado que rodeaban el patio. Y en la isla de Jejudo donde hay mucho viento era común que hubiera un bosque para frenar el viento o un paredón muy alto alrededor de las casas. Ondol. El "ondol" o también llamado "gudeul" es el sistema de calefacción de piso típico de Corea y fue utilizado tempranamente en las regiones norteñas de la península coreana. El humo y el calor generados en el sistema de fogata de la cocina de la parte inferior eran transmitidos uniformemente por toda la habitación a través de los conductos. El "ondol" de las regiones sureñas, con un clima más cálido era utilizado con el piso de madera de la sala funcionando como sistema de ventilación. Había regiones donde la sala era construida con material rocoso para mantener por más tiempo el calor del "ondol". |
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