—¿Por qué lees tanto? —(…) Mi mejor arma está en el cerebro. Mi hermano tiene su espada; el rey Robert tiene su maza, y yo tengo mi mente… Pero una mente necesita de los libros, igual que una espada de una piedra de amolar, para conservar el filo. —(…)—. Por eso leo tanto, Jon Snow.

TYRION LANNISTER.

sábado, 16 de febrero de 2013

204.-Patricio de Azcárate Argumento de Fedón.-a


Luis Alberto Bustamante Robin; José Guillermo González Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdes;  Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto  Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Álvaro Gonzalo  Andaur Medina; Carla Verónica Barrientos Meléndez;  Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo  Price Toro;  Julio César  Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andrés Oyarce Reyes; Franco González Fortunatti; 


Patricio de Azcárate  Argumento de Fedón.


Primer emblema: "Sé prudente"

El Fedón no es, como los precedentes diálogos, una mera serie de preguntas y respuestas sin otro objeto que poner en evidencia el error de una teoría o la verdad de un principio; sino que es una composición de distinto género, en la que, en medio de los incidentes de un argumento principal, se proponen, discuten y resuelven problemas complejos, que interesan a la vez a la psicología, a la moral y a la metafísica; obra sabia en la que están refundidos, con profunda intención, tres objetos muy diferentes: el relato histórico, la discusión y el mito.

El relato histórico consiste en la pintura sensible y viva del último día y de la muerte de Sócrates, que a Equecrates de Flionte hace Fedón, testigo conmovido aún por la muerte serena y noble, que fielmente refiere con un lenguaje en el que campean la sencillez y la grandeza antiguas; cuadro de eterna belleza, en el que nadie puede fijar sus miradas sin verse insensiblemente poseído de la admiración y entusiasmo que respiran las palabras de su autor.

 En el momento en que Fedón nos abre las puertas de la prisión, aparece Sócrates, sentado al borde de su cama, en medio de sus discípulos, que muy de mañana concurrieron para recoger las últimas palabras de su venerado maestro. Aparece con un aire tranquilo y risueño, sin advertirse en él sombra alguna de tristeza ni de decaimiento, que altere su semblante; sino sereno y tranquilo como el pensamiento que le anima.

 Fuera de la emoción, mal contenida, de sus amigos, y las lágrimas, que a pesar [10] de estos salen de sus ojos, y las lamentaciones de Jantipa, su mujer; nada absolutamente se advertía en la persona de Sócrates, que indicara la proximidad de su muerte; él mantiene sin esfuerzo su modo de ser y su lenguaje ordinarios. Fedón nos enternece con sus recuerdos personales; se complace en traer a la memoria que su maestro, a cuyos pies tenía costumbre de sentarse en un pequeño cojín, jugaba aquel mismo día con su cabellera, durante la conversación; y se chanceaba recordándole que al día siguiente, con motivo del duelo, se vería precisado a cortarla.
 Resuelto a dar a sus amigos el ejemplo de una vida consagrada hasta el último momento a la filosofía, Sócrates hizo retirar a su mujer y a sus hijos; puso trabas al dolor de sus amigos, y no tardó en provocar a Simmias y a Cebes a una discusión, que debía prolongarse hasta la puesta del sol, o sea hasta el instante marcado por la ley para beber la cicuta. Será, como lo dice él mismo, el canto del cisne; no un canto de tristeza, sino más bien de sublime esperanza en la vida bienaventurada e inmortal.

¿No debe el filósofo desear morir? 
¿Tiene el derecho de decidir, según su voluntad, la muerte que tarda demasiado en venir, y no esperar el plazo del destino? 

Estas son las primeras cuestiones que debían ocurrir naturalmente en aquella situación. La opinión de Sócrates es que la esperanza de encontrar, en una vida mejor que la nuestra, dioses justos, buenos y amigos de los hombres, basta para obligar al sabio a mirar la muerte con la sonrisa en los labios. Y en cuanto a acortar el término natural de la vida, ningún hombre, y el sabio menos que los demás, debe hacerlo; porque si hay una justa razón para no temer la muerte, hay dos para esperarla. Por lo pronto, debe dar una prueba de valor soportando con paciencia los males de esta vida; y considerar que es una cobardía abandonar el puesto que le ha cabido en suerte. Por otra parte, su persona y su destino pertenecen a los [11] dioses, sus creadores y dueños; y no tiene ningún derecho para disponer de sí, puesto que no se pertenece. 

Nunca se han invocado razones más fuertes contra el suicidio; y no es pequeño honor para Platón el que en un problema tan importante y tan delicado, no tenga nada que envidiar su espiritualismo pagano ni a la moral cristiana, ni al espiritualismo moderno. ¡Con qué fuerza pone en claro las razones de la diferente idea que de la vida y de la muerte se forman el filósofo y el vulgo! El vulgo se apega a la vida, porque lo único de que se cuida es del cuerpo y de los placeres de los sentidos, olvidándose de que tiene alma; y así la muerte le aterra, porque al destruirse el cuerpo, se ve privado de lo que más quiere. 

¿Pero qué son el precio de la vida y el terror de la muerte para el que no da al cuerpo ningún valor? 
En este caso se halla el filósofo, que encuentra su felicidad sólo en el pensamiento; que aspira a bienes invisibles como el alma misma, e imposibles en este mundo; y que ve venir la muerte con alegría, como término del tiempo de prueba que le separa de esos mismos bienes, que han sido para él objeto de meditación durante toda su vida.
 Su vida, a decir verdad, no es más que una meditación sobre la muerte. Preguntad a Platón cuáles son estos bienes invisibles: 
«Yo no hablo sólo, dice, de lo justo, de lo bueno y de lo bello; sino también de la grandeza, de la santidad, de la fuerza; en una palabra, de la esencia de todas las cosas; es decir, de lo que son en sí mismas.»
Este es el primer rasgo de la teoría de las ideas, cuyo plan se va a desarrollar bien pronto.

¿Pero de dónde procede la certidumbre del filósofo de que con la muerte no perece todo él? Y no teniendo la prueba de que el alma debe sobrevivir al cuerpo, ¿quién le asegura que no sea esto un engaño y una bella ilusión? Platón, por boca de Sócrates, se resuelve firmemente a explicar todos estos problemas terribles, y toca uno tras [12] otro los puntos siguientes, que basta indicar, para conocer su importancia: la supervivencia del alma respecto del cuerpo, la reminiscencia, la preexistencia del alma, la existencia de las ideas en sí, la simplicidad, la inmaterialidad, la indisolubilidad, la libertad del alma, y, en fin, su inmortalidad.

Parte de las ideas pitagóricas de la estancia del alma en los infiernos y de su vuelta a la vida, para probar que existe después de la muerte. Este es el sentido de la máxima: «los vivos nacen de los muertos, envuelta en esta otra más general: «todo lo que tiene un contrario nace de este contrario;» como lo más grande de lo más pequeño, lo más fuerte de lo más débil, lo más ligero de lo más lento, lo peor de lo mejor, la vigilia del sueño, y la vida de la muerte. –A este argumento en favor de la supervivencia del alma, tomado de la doctrina de la metempsicosis, se añade otro puramente platoniano en favor de la preexistencia.

 Es una consecuencia del principio según el que la ciencia es una reminiscencia; principio que supone ya la teoría de las ideas, con que nos encontramos aquí por segunda vez. Saber no es más que recordar, y el recuerdo supone un conocimiento anterior; por consiguiente, si el alma se acuerda de cosas que no ha podido conocer en esta vida, es una prueba de que ha existido antes.
 ¿No es cierto que nuestra alma, al través de la imperfecta igualdad que muestran los objetos sensibles entre sí, tiene la idea de una igualdad perfecta, inteligible e inaccesible a los sentidos?
 ¿No tiene asimismo la idea del bien, de lo justo, de lo santo y de la esencia de todas las cosas? 
Estos conocimientos no ha podido adquirirlos después de nacer, puesto que no son perceptibles a los sentidos, y es preciso que los haya adquirido antes:
«la consecuencia de todo es que el alma existe antes de nuestra aparición en este mundo, y lo mismo las esencias.»– Estos dos argumentos, a decir verdad, [13] 
a pesar del prestigio de los nombres de Pitágoras y Platón, no tienen a nuestros ojos más que un valor histórico. El primero es tan débil como la muerta teoría de la metempsicosis, de donde procede. El segundo tendría toda la fuerza de una demostración, si las dos teorías de la Idea y de la Reminiscencia, que tanta importancia tienen en la doctrina de Platón, pudiesen ser hoy aceptadas sin reserva.

Pero he aquí, en cambio, una serie de razonamientos, que bien pueden satisfacer a los espíritus más exigentes. Se fundan en el examen de la naturaleza del alma. Nuestra alma, ¿es una de las cosas que pueden disolverse, o es indisoluble? 
¿Es simple o compuesta, material o inmaterial?
 En fin, ¿con qué se conforma más; con lo que cambia sin cesar, o con lo que subsiste eternamente idéntico a sí mismo? Todas estas cuestiones bastan por sí solas, para probar que en el pensamiento de Platón el problema del destino del alma, después de la muerte, no puede tener solución, sino después del relativo a su misma esencia. La busca desde luego, y a este fin distingue dos órdenes de cosas; unas que son simples, absolutas, inmudables, eternas, en una palabra, las esencias inteligibles; otras, imágenes imperfectas de las primeras, que son compuestas, mudables; es decir, cuerpos perceptibles por medio de los sentidos. 
¿En cuál ele estos dos órdenes se encuentra nuestra alma?

 En el de las Esencias; porque es como ellas invisible, simple, y llevada por su propia tendencia a buscarlas, como bien acomodado a su naturaleza. Si nuestra alma es semejante a las Esencias, no muda nunca, como no mudan ellas; y no tiene que temer la disolución por la muerte como el cuerpo; ella es inmortal. Pero Platón tiene gran cuidado de decir en seguida, que de que el alma, tenga asegurado a causa de su naturaleza un destino futuro, no se sigue que haya de ser este destino igual para todas las [14] almas indistintamente. 
La del filósofo y la del justo, depuradas mediante la constante meditación sobre las Esencias divinas, serán indudablemente admitidas a participar de la vida bienaventurada de los dioses. Pero las del vulgo y la del hombre malo, manchadas con impurezas y crímenes, serán privadas de esta dichosa eternidad, y sometidas a pruebas, cuya pintura toma Platón de la mitología. Estas creencias de otro tiempo prueban por lo menos la antigüedad de la fe del género humano en una sanción suprema de la ley moral, y fortifican, con el peso del consentimiento universal, uno de los principios más ciertos de la filosofía.

Pero esta argumentación suscita dos objeciones.
 ¿No puede decirse de la armonía de una lira, lo mismo que del alma, que es invisible e inmaterial?
 ¿Y no puede entonces temerse que suceda con el alma lo que con la armonía, esto es, que perezca antes del cuerpo, como la armonía perece antes de la lira?

 Esta objeción es especiosa. Para reducirla a la nada, basta considerar que no puede seriamente compararse el alma con la armonía por dos poderosas razones: la primera, porque existe antes del cuerpo, como se ha demostrado, y es un absurdo decir que la armonía existe antes que la lira; la segunda, porque el alma manda al cuerpo y gobierna sus órganos, al paso que es un absurdo decir que la armonía manda a las partes de la lira. Y véase cómo la preexistencia y la libertad del alma vienen, en cierto modo, en auxilio de la inmortalidad que se pone en duda.

La otra objeción se funda en la idea de que no es imposible que el alma, después de haber sobrevivido a muchos cuerpos, llegue a perecer con el último a que anime. No estando esta objeción, como estaba la precedente, en contradicción con la preexistencia y la libertad del alma, con las cuales puede concordarse, Platón la refuta en nombre del principio, a que apela sin cesar con motivo [15] de todas las cuestiones capitales. Es el principio de la existencia de las Ideas, que aparece aquí desenvuelto con más extensión, y sobre el que entra al fin en explicaciones. Por cima de todas las cosas que hieren nuestros sentidos en este mundo, hay seres puramente inteligibles, que son los tipos perfectos, absolutos, eternos, inmutables de todo cuanto de imperfecto existe en este mundo. Estos seres son las Ideas, no abstractas, sino realmente existentes; únicas realidades, a decir verdad, y de las que es sólo una imperfecta imagen todo lo que no son ellas; son la justicia absoluta, la belleza absoluta, la santidad absoluta, la igualdad absoluta, la unidad absoluta, la imparidad absoluta, la grandeza absoluta, la pequeñez absoluta; entre las que no parece hacer al pronto Platón ninguna distinción, en cuanto admite la realidad de todas ellas del mismo modo.
 Ahora bien, si no hay repugnancia en admitir que la justicia, la belleza, la verdad absoluta existen en sí, como otros tantos atributos de Dios, es preciso convenir en que no están en el mismo caso estas otras ideas platonianas, tales como la igualdad, la magnitud, la fuerza, la pequeñez, y otras más lejanas aún de la naturaleza divina; es decir, de las ideas-tipos de todos los seres sensibles. Así nos vemos obligados a una de estas dos cosas: o a rechazar absolutamente la teoría de las Ideas, porque es excesiva, o a suponer que el buen sentido de Platón ha debido establecer entre las ideas distinciones y grados, mediante los que su teoría sería racional. 

Esto último es lo que debe hacerse a pesar del silencio de Platón; pues si bien ni en el Fedón, ni en ningún otro escrito se encuentra razón alguna explícita, debe tenerse casi como un argumento su insistencia manifiesta en fijarse con más empeño, en más ocasiones y con más fuerza, en ciertas ideas con preferencia a otras. Estas ideas preferentes son las de lo bello, de lo justo, de lo verdadero, de lo santo, la del bien en sí; a las que parece dar, por lo [16] mismo, una importancia capital. 
Desde este acto, decídase lo que se quiera sobre el carácter de las otras ideas, el principio de las Esencias mantiene toda su fuerza contra las dudas propuestas con respecto a la inmortalidad del alma. Si esta, como se ha demostrado, participa de la naturaleza divina de las Esencias, no puede, como no pueden las Esencias mismas, admitir nada contrario a su naturaleza; no puede, cuando el cuerpo se disuelve, perecer con él, porque es inmutable, indisoluble; porque escapa por su propia esencia a todas las condiciones de la muerte. Y si tal es su destino, añade Sócrates, no hay que decir cuánto la importa poner en esta vida todo su cuidado en hacerse digna de una dichosa eternidad.

En este punto cesa la discusión, y comienza el mito. No vamos a someter a un riguroso análisis esta pintura poética, y al mismo tiempo profundamente moral, de las estancias diferentes de los malos y de los justos; de las pruebas impuestas a los unos, y de la felicidad concedida a los otros. Pero importa observar, de una vez para siempre, el sentido filosófico de estas explicaciones tomadas de la mitología, que se encuentran en la mayor parte de los diálogos importantes de Platón.
 ¿A qué venía recurrir a las creencias religiosas y a las tradiciones populares?
 ¿Es una concesión prudente al politeísmo, para el que los adelantos de la filosofía corrían el riesgo de hacerse sospechosos, como lo prueban el proceso y la condenación de Sócrates?
 No es irracional pensarlo así. Pero parece explicación más digna la de que Platón, en interés mismo del progreso de las creencias morales, a cuya propagación consagró tantos esfuerzos, no despreciaba nada de cuanto pudiese contribuir a grabarlos más pronto en el espíritu de sus contemporáneos.
 ¿Qué cosa más conforme al objeto que se proponía, que establecer el acuerdo de los dogmas religiosos con las conclusiones de la filosofía sobre las cuestiones fundamentales de la moral?
 ¿Qué cosa [17] mas hábil que presentar las tradiciones populares como una imagen y una profecía de las doctrinas nuevas?
 Pero es preciso tener en cuenta la exactitud y superioridad de miras con que procura tomar de estos mitos primitivos sólo aquello que puede engrandecer el espíritu, hiriendo la imaginación. Todos los pormenores de estas pinturas contribuyen a este fin.
 Y con el mismo propósito nos presenta a Sócrates, cumpliendo rigurosamente todos los actos que la religión imponía como homenaje debido a la omnipotencia de la Divinidad: la libación y la oración a los dioses antes de beber la cicuta, y el sacrificio de un gallo a Esculapio.

Volviendo al fin al relato histórico, que en cierta manera abraza la obra entera, el Fedón termina con los pormenores dolorosos de los últimos momentos de Sócrates, a quien no abandonan sus amigos, sino después de cerrarle piadosamente los ojos. En dos palabras se resume la impresión que deja en el espíritu esta grande y noble figura: Sócrates ha sido el más sabio y el más justo de los hombres.


{Obras completas de Platón, por Patricio de Azcárate,

 


puerta al infierno


Noche de Reyes o La duodécima noche.









Un regreso al origen teatral con la emblemática obra de Shakespeare.

Teatro Nacional Chileno celebra 70 años de la Sala Antonio Varas con "Noche de Reyes"

La misma obra que marcó su inauguración en 1954. Bajo la dirección de Rodrigo Pérez, las funciones se llevarán a cabo del 8 al 30 de noviembre. La celebración incluye exposiciones de vestuario, documentos históricos y una serie documental en colaboración con UchileTV, reafirmando la relevancia de este espacio en la historia de las artes escénicas en Chile.

La Sala Antonio Varas, ícono del teatro chileno, se prepara para recibir al público con la obra que la inauguró en 1954: "Noche de Reyes" de William Shakespeare.

Una de las imágenes históricas de la primera versión de 'Noche de Reyes' en 1954, con la que se inauguró la sala Antonio Varas y que marcó el inicio de una tradición teatral en el TNCh.

En 1954 el Teatro Experimental de la Universidad concretaba un sueño, el sueño de la sala propia que aportara el carácter permanente a la disciplina teatral. 

“Todos buscábamos la sala propia. Como en ocasiones anteriores, el azar estuvo de nuestra parte. Pasaba un día por la galería Antonio Varas donde se terminaba de construir el Banco del Estado. Yo era muy intruso, cualidad que me ayudó bastante. Me asomé y vi una sala con vidrios en relieves de dibujos persas en llamativos colores. Entré y me encontré con un espacio enorme sin construir. Lo miré detenidamente y vi la caja de una futura sala de teatro”, así describe Domingo Piga -en su libro “Teatro experimental de la Universidad de Chile”- el inicio de una relación que hoy se mantiene intacta y que permite seguir proyectando el trabajo de las artes escénicas en Chile en un espacio seguro.

En el contexto de la celebración también llegan las buenas noticias para la caja negra de Morandé 25, ya que este año se logró la remodelación de los camarines y otros espacios, a cargo del Banco Estado institución que acoge la sala Antonio Varas, lo que refuerza el compromiso con el TNCh que tiene por misión contribuir a la formación cultural, artística y educacional de Chile, siendo un referente de las artes escénicas a través de la producción y exhibición de obras de teatro clásico y contemporáneo abriendo sus puertas a la creación de nuevas dramaturgos y dramaturgas chilenas siempre con miras hacia la internacionalización del trabajo.

En este contexto, el equipo de programación del TNCh apostó por incluir en su cartelera “Noche de Reyes” de William Shakespeare ya que fue esta misma obra la que inauguró en 1954 la sala. 

La producción de este clásico incluyó la convocatoria de Rodrigo Pérez quien estará a cargo de la dirección escénica del montaje dada su vasta experiencia en otras tantas, dentro de las que destacan: “Ofelia o La madre muerta” (1995), “La zapatera prodigiosa” (1996), “Fantasmas borrachos” (1997) y “El coordinador” (2000). 

Sobre la obra: ¡Qué locos son los mortales!

Noche de Reyes es una comedia de equivocaciones donde luego de un naufragio dos hermanos gemelos pierden el rastro el uno del otro. Ambos piensan que han muerto y para sobrevivir en la extraña tierra a la que ha llegado Viola (una de las hermanas) comienza una serie de confusas historias. 

En este juego de roles, Viola se enamora de Orsino, quien a su vez adora a Olivia; sin embargo, ella ama a Viola… quien se ha disfrazado de hombre –Cesario– para ser contratada en la casa de Orsino. Así transcurre esta intrincada historia donde nada es lo que realmente parece ser. 

Esta comedia de equivocaciones escrita por William Shakespeare y traducida al español por León Felipe fue la obra que inauguró la sede permanente del TNCh en noviembre de 1954. 

Sobre la obra, Pedro Orthous quien dirigió el montaje en aquella época escribía: “En todo momento hemos tenido presente que nos hallamos ante un cuento, una fábula tejida con el mismo material con el que están tejidos nuestros sueños y que, por lo tanto, nada tiene que hacer en ese juego la gravedad de los mensajes […] tal como ocurre en ‘Sueño de una noche de verano’ los amantes, en pleno desvarío, se persiguen y se rechazan unos a otros, despreciando la felicidad que les pertenece por atrapar la que no les corresponde, se produce el conflicto shakespereano por excelencia: el del ser humano que, por no estar en lo que le corresponde, por estar fuera de sí, pierde precisamente aquello que le distingue: su condición humana.

Sobre la versión 2024 de este montaje, Rodrigo Pérez, director de la obra comenta que: “Esta es una obra de equivocaciones que genera escenarios muy enredosos, lo que la hace muy graciosa, porque finalmente son puras equivocaciones que en este caso en particular tiene que ver con la sexualidad […] y en ese sentido hay una manera de entender la sexualidad de una manera libre. A eso se suma que esta versión traducida por León Felipe está escrita en verso libre español lo que le da una riqueza muy grande al lenguaje y hay un punto en el que se ha hecho acento en la puesta en escena donde se dice muy bien el verso, cuando se sale del verso se nota y eso aporta una cuota de humor. Es una puesta en escena contemporánea que rescata una historia milenaria”.

“El punto de partida y de llegada es el goce escénico lo que convierte a la obra en un material muy atractivo, hermoso, muy poético. Hemos redescubierto el goce con este material, más que rendir tributo y, particularmente algo que yo tengo, es gozar poniendo en escena con el goce de los actores haciendo […] el mayor desafío, diría, es apropiarse del lenguaje que no es cotidiano y entenderlo, para hacer aparecer el texto en primer plano, porque las acciones están ya escritas en el texto y es muy bonito ver un gran oficio actoral, pero también gozar con la palabra” explica.

Hay una puesta en escena muy hermosa por parte de César Erazo, el diseñador, que es habitada por actores gozosos. Es de esas obras, espero, donde quien la ve dice qué ganas de estar arriba del escenario” puntualiza.
Así en este montaje, que llega a transformarse en una pieza hasta pedagógica dado su origen de excelencia en términos dramatúrgicos, se elevan las temáticas sobre la ambición, la vanidad, la obsesión, la cuestión del género, la torpeza que termina por pecar contra la autenticidad de cada persona que en los casos más dramáticos (como Hamlet, Macbeth o Ricardo III) termina en la catástrofe.
Sin embargo, esta obra es una invitación a reírse de esta condición humana a través de personajes fuera de sí que hace perder la autenticidad. 

Curiosidades a 70 años de la sala y de Noche de Reyes

Parte de la decisión de programar esta obra, según explica Cristian Keim, director del TNCh, “viene motivada, dado que se trata de una obra clásica; con esa condición la carga de simbolismos es ineludible y al momento de festejar lo que uno quiere es generar símbolos que cubran de una cierta mística nuestro presente para mirar hacia el futuro con esperanza. Eso es muy propio de quienes nos dedicamos al arte, sobre todo al arte escénico y es algo que queremos compartir, por supuesto con las y los espectadores que vengan al teatro durante noviembre”.

Según Rodrigo Pérez la relevancia de este tipo de texto recae en que “si siguen vigentes es porque son buenos. Si siguen malos, desparecen. Cuando hablamos de clásico, por un tema de época, hablamos de clásico porque de algún modo dan cuentan de algún tema de la condición humana desde la comedia o la tragedia. De alguna manera apela a un lugar conmovedor y reflexivo”.

Y efectivamente esta obra y la sala guardan ciertas curiosidades que enaltecen el mito a cargo del Teatro Nacional Chileno. Dentro de ellas destacan: que los bocetos de los vestuarios originales de la obra fueron hechos por el destacado artista Roberto Matta; que dentro del elenco de la época e interpretando papeles secundarios se encontraban las destacadas actrices María Elena Fricke, Delfina Guzmán, Shenda Román y el actor Gustavo Meza, quienes serán invitados de honor de la función estreno; que el elenco de la época estaba conformado por más de 20 personas; que todavía existe parte de los vestuarios de la obra en el archivo del teatro; que la destacada actriz María Elena Duvauchelle es hermana de uno de los protagonistas de la época; y que la sala Antonio Varas debe su mural de estilo persa ya que antes de su apertura el destino de la inmediación sería un cine, el cine persa, lo cual es considerada una batalla ganada del teatro.

Otras actividades de celebración

Como parte de las actividades aledañas a la celebración el teatro ha preparado una exposición de tres piezas de vestuario del montaje original, el diseño de una caja conmemorativa con documentos inéditos del teatro, además del estreno de un capítulo especial de Universidad de Chile podcast y el lanzamiento de una microserie documental coproducción con UchileTV con testimonios de diversas voces en torno a Noche de Reyes.

Reseña:

Luego de un naufragio dos hermanos gemelos pierden el rastro el uno del otro. Ambos piensan que han muerto y para sobrevivir en la extraña tierra a la que ha llegado Viola (una de las hermanas) comienza una serie de confusas historias. 

En este juego de roles, Viola se enamora de Orsino, quien a su vez adora a Olivia; sin embargo, ella ama a Viola… quien se ha disfrazado de hombre –Cesario– para ser contratada en la casa de Orsino. Así transcurre esta intrincada historia donde nada es lo que realmente parece ser. 

Con esta comedia de equivocaciones escrita por William Shakespeare y traducida al español por León Felipe, el Teatro Nacional Chileno celebra los 70 años de la sala Antonio Varas, ya que fue esta obra la que inauguró la sede permanente del TNCh en noviembre de 1954. 

Ficha Artística:

Dirección: Rodrigo Pérez; Diseño integral: César Erazo; Asistente de dirección: Catalina Rozas; Elenco: Jaime Leiva, Marcelo Lucero, Francisca Márquez, Roxana Naranjo, Francisco Ossa, Marco Rebolledo, Diana Sanz, Nicole Vial; Compositor musical: Guillermo Ugalde; Producción: Teatro Nacional Chileno.




















Noche de Reyes o La duodécima noche (inglés: Twelfth Night, or What You Will) es una comedia en cinco actos de William Shakespeare, escrita probablemente entre 1599 y finales de 1601. El título en inglés se refiere a la duodécima noche, contando a partir de Nochebuena, que es la Noche de Reyes o Epifanía. Fue escrita originalmente con el fin de ser parte de las celebraciones de Epifanía en la antigua Inglaterra. El nombre de su protagonista masculino, Orsino, probablemente fue sugerido por el príncipe Orsini, duque de Bracciano, un noble italiano que visitó Londres en el invierno de 1600 a 1601.

Argumento.


En la costa de Iliria naufraga un barco. Uno de los supervivientes era una mujer llamada Viola, quien cree perdido a su hermano mellizo Sebastián durante el naufragio. Con la ayuda del capitán se disfraza de hombre y cambia su nombre por el de Cesario para trabajar en el palacio de un conde llamado Orsino, quien está enamorado de lady Olivia. Esta no siente lo mismo por él y además recientemente habían muerto su padre y su hermano.

El hermano de Viola es rescatado por Antonio, un capitán de la tripulación y enemigo de Orsino. Sebastián se hace amigo de él.
Orsino envía de mensajero a Cesario para comunicar sus sentimientos a Olivia. Esta no acepta a Orsino y se enamora de Cesario. Cesario se enamora de Orsino. Se crea un triángulo amoroso.
Sir Toby, el tío de Olivia, trae un amigo a casa, sir Andrew, quien se enamora de Olivia. A Malvolio, un sirviente de Olivia, le hacen creer mediante una carta sir Toby, sir Andrew, María (otra sirvienta) y Feste (el bufón de Olivia), que ella se ha enamorado de él. Olivia se da cuenta del comportamiento raro de Malvolio y lo encierra en una habitación.

Sir Toby convence a sir Andrew para batirse con Cesario en un duelo por Olivia.
Sebastián y Antonio se hospedan en un hotel, Antonio le deja un poco de dinero a Sebastián para visitar la ciudad. En una visita de Cesario a la casa de Olivia se encuentra con sir Andrew y, antes de batirse, aparece Antonio por allí, le reconocen, este confunde a Cesario con Sebastián y lo detienen.
Finalmente Olivia se da cuenta de lo que le habían hecho a Malvolio. Olivia y Orsino descubren la verdadera identidad de Cesario por la aparición de su hermano, Orsino se casa con Viola y Olivia con Sebastián.

Personajes.




Orsino, Duque (o Conde) de Iliria.
Orsino es un poderoso noble que gobierna Iliria (1.2). Al comienzo de la obra, ha estado suspirando por Lady Olivia.
Sebastián, hermano mellizo de Viola
Cuando llega Sebastián a Iliria todo el mundo lo confunde con su hermana, quien ha vivido allí disfrazada de hombre.
Antonio, capitán, amigo de Sebastián.
Antonio rescata a Sebastián del naufragio, y se dedica mucho a él, y lo acompaña a Iliria, aunque allí sea un hombre perseguido.
Capitán, un capitán de barco que ayuda a Viola.
El capitán del barco hundido. Ayuda a Viola llevándola a la corte de Orsino.
Valentín y Curio, caballeros que sirven a Orsino.

Sir Toby Belch, pariente de Olivia.
Sir Toby está relacionado con Olivia, probablemente sea su tío ("qué plaga es mi sobrina..." (1.3)). Ella aguanta sus borracheras y su comportamiento pendenciero, pero realmente no se preocupa de él. Es "Señor del Desvarío, un pequeño Falstaff, bebedor, mujeriego y víctima de complejas burlas".
Sir Andrew Aguecheek, compañero de Sir Toby.
Un caballero tonto del campo que permanece con Toby esperando cortejar a Olivia, pero en realidad se está gastando el dinero en la incesante jarana promovida por Sir Toby.
Malvolio, mayordomo de Olivia.
Amargado, carece de sentido del humor, y puritano servidor principal de Lady Olivia, que está en desacuerdo con el resto del personal, y se muestra enemigo de los placeres de que gozan otros.
Feste.
Feste es un bufón en casa de Olivia. El bufón se mueve entre las casas de Olivia y la de Orsino, bromeando, cantando y gorroneando monedas de aquellos que las tienen. Su nombre proviene del latín, y significa trucos, bromas pesadas. Es posible ver a Feste como un personaje ligeramente dramático, con cierta tristeza que se revela en su canto: "La lluvia que llueve cada día..." al final de la obra, sugiriendo que cada día le tra algún tipo de tristeza. Es un personaje que tiene sus canciones, entre ellas "O mistress mine"
Fabián.
Fabián forma parte del personal de Olivia, con un cargo no especificado. entra cuando se espera a Feste (2.5), así que parece un añadido del último momento. Pero va desarrollando un personaje conforme avanza la obra.
Viola, hermana melliza de Sebastián. Se hace llamar Cesario cuando se disfraza de hombre.
Viola es una joven de noble cuna de Mesalina y la principal protagonista de la obra. Pasa toda la obra, después de la escena del naufragio, disfrazada de hombre joven "Cesario".
Olivia, una condesa
El padre de Olivia y su hermano han fallecido recientemente, así que ella es la dueña de su gran casa y de todo lo que puede mandar una condesa sin compromisos. Al principio de la obra, está de luto por su hermano, y no tiene interés en el cortejo por parte de Orsino.
María, una dama al servicio de Olivia
María es competente, agradable, cínica, bulliciosa y leal. Aunque trabaja para Lady Olivia, ha llegado a amar a Toby después de tantos años, y guía a este y al bufón Feste en su venganza sobre Malvolio.
Un sacerdote
El sacerdote es un personaje menor que participa en la ceremonia de boda en la última escena de la obra.
Músicos, Señores, Marineros, Oficiales, y otros asistentes
Valentine.




La obra en escena.


La primera representación que se conoce de esta obra tuvo lugar en Middle Temple Hall, uno de los Inns of Court, en la noche de la Candelaria, 2 de febrero de 1602. El único rastro documental que queda es una anotación en el diario de un estudiante de Derecho, John Manningham, quien escribió:

En nuestra fiesta hubo una obra titulada "Twelve Night, or What You Will", muy parecida a "La comedia de las equivocaciones" o "Menaechmi" de Plauto, pero muy cercana a lo que en italiano se llama "Inganni". 
Una buena treta en ella es que hacen creer al mayordomo que su señora, viuda, está enamorada de él, falseando una carta de su señora, diciéndole, en términos generales, lo que a ella le gusta más de él y ordenándole cómo debe sonreir, su forma de vestir, etc. y entonces, cuando él lo pone en práctica, haciéndole creer que piensan que está loco.6​
Es evidente que Manningham disfrutó sobre todo con la historia de Malvolio, y destacó el parecido de la obra con otra anterior de Shakespeare, así como su relación con una de sus fuentes, las obras de Inganni.

Después de permanecer en los escenarios a través de adaptaciones de finales del siglo xvii y principios del xviii, el texto original de Shakespeare de Noche de Reyes fue reestrenado en 1741, en una producción en Drury Lane. En 1820 se representó una versión operística de Frederic Reynolds, con música compuesta por Henry Bishop. Influyentes producciones fueron las de 1912, por Harley Granville-Barker, y 1916, en Old Vic.

Lilian Baylis reabrió el largamente inactivo Teatro de Sadler's Wells en 1931 con una producción de la obra con Ralph Richardson como Sir Toby y John Gielgud como Malvolio. Gielgud dirigió una producción en el Shakespeare Memorial Theatre con Laurence Olivier como Malvolio y Vivien Leigh interpretando tanto a Viola como a Sebastián en 1955. La producción de Broadway que duró más tiempo en cartel fue, de lejos, la de Margaret Webster, de 1941, con Maurice Evans como Malvolio y Helen Hayes como Viola. Se representó 129 veces, más del doble que cualquier otra producción de Broadway.



Junto a Como gustéis y Mucho ruido y pocas nueces, probablemente sea de las comedias de Shakespeare que más gustan en la actualidad. Cuando la obra se interpretó por primera vez, todos los personajes femeninos eran interpretados por hombres o por niños, pero a partir de la Restauración los han asumido actrices. 
La compañía del Shakespeare's Globe ha producido algunas representaciones muy populares, todo con actores masculinos, y un punto culminante de su temporada de 2002 fue Noche de Reyes, con el director artístico del Globo, Mark Rylance interpretando el papel de Olivia. Esta temporada vino precedida, en febrero, por una representación de la obra por la misma compañía en Middle Temple Hall, para celebrar el 400.º aniversario del estreno de la obra, en el mismo local.


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