Aldo Ahumada Chu Han |
El Archiduque Carlos de Habsburgo-Lorena (en alemán: Erzherzog Karl von Habsburg-Lothringen; Florencia, 5 de septiembre de 1771 - Viena, 30 de abril de 1847), hijo de Leopoldo II y de María Luisa de Borbón, fue el hermano más joven del emperador Francisco II del Sacro Imperio Romano. A pesar de padecer epilepsia, Carlos consiguió labrarse el respeto como comandante y como reformador del ejército austriaco.
Primeros años
Carlos nació en Florencia, Toscana, hijo del emperador Leopoldo II del Sacro Imperio Romano Germánico y de su esposa María Luisa de Borbón. Su padre, entonces Gran Duque de Toscana, generosamente permitió que su tía María Cristina de Habsburgo-Lorena y su marido Alberto de Sajonia-Teschen que no tenían hijos, adoptaran y criaran a Carlos en Viena. Su nombre completo fue: Carlos Luis Juan José Lorenzo.
Carrera militar
Pasó su juventud en la Toscana, Viena y los Países Bajos austriacos, donde comenzó su carrera militar en las Guerras Revolucionarias Francesas. Comandó una brigada en la Batalla de Jemappes, y en la campaña de 1793 tuvo una distinguida actuación durante la Acción de Aldenhoven y en la Batalla de Neerwinden. En este año se convirtió en Statthalter (gobernador) de Bélgica y recibió el grado de teniente de mariscal de campo, promoción a la que le siguió muy pronto la de Feldzeugmeister (equivalente a comandante en jefe). El resto de la guerra de los Países Bajos tuvo a su cargo el alto mando, y estuvo presente en la Batalla de Fleurus, en 1794.
En 1795 estuvo sirviendo en el Rin, y el año siguiente se le confió la comandancia en jefe de todas las fuerzas austriacas en este río. Su conducta durante las operaciones contra Jean-Baptiste Jourdan y Moreau en 1796 elevó su reputación a la altura de los más grandes generales de Europa. Retrocediendo al principio, y evitando tomar la iniciativa, finalmente se alejó, dejando unas simples fuerzas como pantalla frente a Moreau. Cayó sobre Jourdan y le golpeó en las batallas de Amberes y de Wurzburgo, llevándoles sobre el Rin con grandes pérdidas. Entonces se volvió contra el ejército de Moreau, al que derrotó y forzó a abandonar Alemania.
En 1797 fue enviado a detener la marcha victoriosa del general Bonaparte en Italia, y condujo la retirada de los agotados austriacos con los mejores resultados. En la campaña de 1799 se opuso una vez más a Jourdan, al cual derrotó en la Batalla de Osterach y en la Batalla de Stockash, en 1800, como continuación de su éxito en la invasión de Suiza y la derrota de Masséna en la Primera Batalla de Zürich, tras de lo cual reentró en Alemania y envió una vez más a los franceses de vuelta al Rin.
El Archiduque Carlos se distinguió en la lucha contra Napoleón en 1796, y posteriormente batió en combate a oponentes menores como Jourdan y Masséna en la Primera Batalla de Zürich (junio de 1799).
Su enfermedad, sin embargo, le obligó a retirarse a Bohemia, de donde fue pronto reclamado para detener el avance de Moreau sobre Viena. Sin embargo, el desastroso resultado de la Batalla de Hohenlinden le forzó a firmar el armisticio de Steyr. Su popularidad por entonces ya era tal que el gobierno de Ratisbona resolvió en 1802 erigir una estatua en su honor y otorgarle el título de salvador de la patria, honores que Carlos rehusó recibir.
En la corta y desastrosa guerra de 1805, el Archiduque Carlos mandó lo que se pretendía que fuera el mayor ejército en Italia, pero los acontecimientos hicieron de Alemania el teatro de operaciones más decisivo de Europa, y las derrotas sufridas en el Danubio neutralizaron el éxito obtenido por el Archiduque sobre Masséna en la desesperada Batalla de Caldiero. Con la paz llegó su oportunidad de iniciar la reorganización del ejército, que fue probada por primera vez en 1809. Como Generalísimo de los ejércitos, había sido nombrado mariscal de campo algunos años antes.
En 1806, Francisco II (ahora Francisco I de Austria) nombró al Archiduque Carlos comandante en jefe del ejército austriaco, así como Jefe del Consejo de Guerra. Apoyado por el prestigio de ser el único general que había demostrado ser capaz de derrotar a los franceses, inició una reforma a largo plazo que reemplazó los métodos obsoletos del siglo XVIII, adoptando la organización y las tácticas de los ejércitos franceses. El ejército fue sorprendido en pleno proceso de transición por la guerra de 1809, en la cual Carlos actuó como comandante en jefe. En ella reveló ser un enemigo mucho más formidable que antes y sólo sucumbió contra los heterogéneos ejércitos que Napoleón dispuso contra él tras una lucha desesperada.
Sus éxitos iniciales fueron neutralizados por los reveses en la Batalla de Abensberg, en la Batalla de Landshut y en la Batalla de Eckmuhl, pero tras la evacuación de Viena, el Archiduque venció en la Batalla de Aspern-Essling, y a continuación luchó en la Batalla de Wagram, más desesperada aún, al final de la cual los austriacos habían sido derrotados, pero no expulsados. Infligió a Napoleón unas pérdidas de unos 50.000 hombres en las dos batallas. Al final de la campaña, el Archiduque puso a disposición de la corona todos sus cargos militares.
Matrimonio
Carlos pasó el resto de su vida retirado, excepto durante el corto periodo de 1815 en el que fue gobernador de Maguncia. En 1822 accedió al ducado de Sajonia-Teschen.
Se casó en 1815 con la princesa Enriqueta de Nassau-Weilburg (1797-1829). Tuvo cuatro hijos, el mayor de los cuales, el Archiduque Alberto, se convirtió en uno de los más celebrados generales de Europa, y dos hijas, la mayor de las cuales, María Teresa, llegó a ser Reina de Nápoles.
Muerte
Carlos murió en Viena el 30 de abril de 1847, donde se erigió una estatua ecuestre en su memoria en 1860.
Consecuencias de sus acciones
La precaución con la que el archiduque llevó a cabo su estrategia le indujo a ponerla en práctica solo cuando la situación lo requería, aunque por su educación se inclinaba a estrategias de defensa a toda costa. Fue capaz también de preparar y ejecutar la estrategia más ofensiva, y sus capacidades tácticas a la hora de manejar a los hombres, ya fuera en amplios movimientos como en Wurzburgo y Zürich, o en masa, como en Aspern y Wagram, fueron ciertamente iguales a las de cualquier líder de su tiempo, con sólo unas pocas excepciones.
Su campaña de 1796 es considerada casi carente de fallos. Lo que provocó su derrota en 1809 fue en parte la gran superioridad numérica de las tropas francesas y sus aliadas, y en parte las condiciones en las que se encontraban sus recientemente reorganizadas fuerzas. Las seis semanas de inacción tras la victoria en Aspern fueron, sin embargo, motivo de críticas desfavorables. Como escritor de temas militares, su posición en la evolución del arte de la guerra fue muy importante, y sus doctrinas tuvieron naturalmente el mayor peso. No obstante, estas tácticas son consideradas anticuadas incluso para 1806. La precaución y la importancia de los puntos estratégicos son las características centrales de su sistema. La rigidez de su estrategia geográfica puede ser resumida en el principio de no permitir nunca perder la posición.
Una y otra vez repetía que no debían aventurarse a nada a menos que el ejército estuviera completamente seguro, una regla que él mismo incumplió en sus brillantes resultados de 1796. Decía que la conservación de los puntos estratégicos (y no la derrota del ejército enemigo) decidían el destino del país de uno, y que esta debía ser la prioridad de los generales, una máxima que nunca se demostró más desacertada que en la guerra de 1809. El editor del trabajo del Archiduque pudo defenderle, aunque débilmente, contra los reproches de Carl von Clausewitz de que Carlos otorgaba más valor al terreno que a la aniquilación del enemigo.
Primeros años
Carlos nació en Florencia, Toscana, hijo del emperador Leopoldo II del Sacro Imperio Romano Germánico y de su esposa María Luisa de Borbón. Su padre, entonces Gran Duque de Toscana, generosamente permitió que su tía María Cristina de Habsburgo-Lorena y su marido Alberto de Sajonia-Teschen que no tenían hijos, adoptaran y criaran a Carlos en Viena. Su nombre completo fue: Carlos Luis Juan José Lorenzo.
Carrera militar
Pasó su juventud en la Toscana, Viena y los Países Bajos austriacos, donde comenzó su carrera militar en las Guerras Revolucionarias Francesas. Comandó una brigada en la Batalla de Jemappes, y en la campaña de 1793 tuvo una distinguida actuación durante la Acción de Aldenhoven y en la Batalla de Neerwinden. En este año se convirtió en Statthalter (gobernador) de Bélgica y recibió el grado de teniente de mariscal de campo, promoción a la que le siguió muy pronto la de Feldzeugmeister (equivalente a comandante en jefe). El resto de la guerra de los Países Bajos tuvo a su cargo el alto mando, y estuvo presente en la Batalla de Fleurus, en 1794.
En 1795 estuvo sirviendo en el Rin, y el año siguiente se le confió la comandancia en jefe de todas las fuerzas austriacas en este río. Su conducta durante las operaciones contra Jean-Baptiste Jourdan y Moreau en 1796 elevó su reputación a la altura de los más grandes generales de Europa. Retrocediendo al principio, y evitando tomar la iniciativa, finalmente se alejó, dejando unas simples fuerzas como pantalla frente a Moreau. Cayó sobre Jourdan y le golpeó en las batallas de Amberes y de Wurzburgo, llevándoles sobre el Rin con grandes pérdidas. Entonces se volvió contra el ejército de Moreau, al que derrotó y forzó a abandonar Alemania.
En 1797 fue enviado a detener la marcha victoriosa del general Bonaparte en Italia, y condujo la retirada de los agotados austriacos con los mejores resultados. En la campaña de 1799 se opuso una vez más a Jourdan, al cual derrotó en la Batalla de Osterach y en la Batalla de Stockash, en 1800, como continuación de su éxito en la invasión de Suiza y la derrota de Masséna en la Primera Batalla de Zürich, tras de lo cual reentró en Alemania y envió una vez más a los franceses de vuelta al Rin.
El Archiduque Carlos se distinguió en la lucha contra Napoleón en 1796, y posteriormente batió en combate a oponentes menores como Jourdan y Masséna en la Primera Batalla de Zürich (junio de 1799).
Su enfermedad, sin embargo, le obligó a retirarse a Bohemia, de donde fue pronto reclamado para detener el avance de Moreau sobre Viena. Sin embargo, el desastroso resultado de la Batalla de Hohenlinden le forzó a firmar el armisticio de Steyr. Su popularidad por entonces ya era tal que el gobierno de Ratisbona resolvió en 1802 erigir una estatua en su honor y otorgarle el título de salvador de la patria, honores que Carlos rehusó recibir.
En la corta y desastrosa guerra de 1805, el Archiduque Carlos mandó lo que se pretendía que fuera el mayor ejército en Italia, pero los acontecimientos hicieron de Alemania el teatro de operaciones más decisivo de Europa, y las derrotas sufridas en el Danubio neutralizaron el éxito obtenido por el Archiduque sobre Masséna en la desesperada Batalla de Caldiero. Con la paz llegó su oportunidad de iniciar la reorganización del ejército, que fue probada por primera vez en 1809. Como Generalísimo de los ejércitos, había sido nombrado mariscal de campo algunos años antes.
En 1806, Francisco II (ahora Francisco I de Austria) nombró al Archiduque Carlos comandante en jefe del ejército austriaco, así como Jefe del Consejo de Guerra. Apoyado por el prestigio de ser el único general que había demostrado ser capaz de derrotar a los franceses, inició una reforma a largo plazo que reemplazó los métodos obsoletos del siglo XVIII, adoptando la organización y las tácticas de los ejércitos franceses. El ejército fue sorprendido en pleno proceso de transición por la guerra de 1809, en la cual Carlos actuó como comandante en jefe. En ella reveló ser un enemigo mucho más formidable que antes y sólo sucumbió contra los heterogéneos ejércitos que Napoleón dispuso contra él tras una lucha desesperada.
Sus éxitos iniciales fueron neutralizados por los reveses en la Batalla de Abensberg, en la Batalla de Landshut y en la Batalla de Eckmuhl, pero tras la evacuación de Viena, el Archiduque venció en la Batalla de Aspern-Essling, y a continuación luchó en la Batalla de Wagram, más desesperada aún, al final de la cual los austriacos habían sido derrotados, pero no expulsados. Infligió a Napoleón unas pérdidas de unos 50.000 hombres en las dos batallas. Al final de la campaña, el Archiduque puso a disposición de la corona todos sus cargos militares.
Matrimonio
Carlos pasó el resto de su vida retirado, excepto durante el corto periodo de 1815 en el que fue gobernador de Maguncia. En 1822 accedió al ducado de Sajonia-Teschen.
Se casó en 1815 con la princesa Enriqueta de Nassau-Weilburg (1797-1829). Tuvo cuatro hijos, el mayor de los cuales, el Archiduque Alberto, se convirtió en uno de los más celebrados generales de Europa, y dos hijas, la mayor de las cuales, María Teresa, llegó a ser Reina de Nápoles.
Muerte
Carlos murió en Viena el 30 de abril de 1847, donde se erigió una estatua ecuestre en su memoria en 1860.
Consecuencias de sus acciones
La precaución con la que el archiduque llevó a cabo su estrategia le indujo a ponerla en práctica solo cuando la situación lo requería, aunque por su educación se inclinaba a estrategias de defensa a toda costa. Fue capaz también de preparar y ejecutar la estrategia más ofensiva, y sus capacidades tácticas a la hora de manejar a los hombres, ya fuera en amplios movimientos como en Wurzburgo y Zürich, o en masa, como en Aspern y Wagram, fueron ciertamente iguales a las de cualquier líder de su tiempo, con sólo unas pocas excepciones.
Su campaña de 1796 es considerada casi carente de fallos. Lo que provocó su derrota en 1809 fue en parte la gran superioridad numérica de las tropas francesas y sus aliadas, y en parte las condiciones en las que se encontraban sus recientemente reorganizadas fuerzas. Las seis semanas de inacción tras la victoria en Aspern fueron, sin embargo, motivo de críticas desfavorables. Como escritor de temas militares, su posición en la evolución del arte de la guerra fue muy importante, y sus doctrinas tuvieron naturalmente el mayor peso. No obstante, estas tácticas son consideradas anticuadas incluso para 1806. La precaución y la importancia de los puntos estratégicos son las características centrales de su sistema. La rigidez de su estrategia geográfica puede ser resumida en el principio de no permitir nunca perder la posición.
Una y otra vez repetía que no debían aventurarse a nada a menos que el ejército estuviera completamente seguro, una regla que él mismo incumplió en sus brillantes resultados de 1796. Decía que la conservación de los puntos estratégicos (y no la derrota del ejército enemigo) decidían el destino del país de uno, y que esta debía ser la prioridad de los generales, una máxima que nunca se demostró más desacertada que en la guerra de 1809. El editor del trabajo del Archiduque pudo defenderle, aunque débilmente, contra los reproches de Carl von Clausewitz de que Carlos otorgaba más valor al terreno que a la aniquilación del enemigo.
En sus escritos sobre táctica puede verse también el mismo espíritu. Su reserva en el combate estaba destinada a cubrir la retirada. La vana influencia de estos anticuados principios fue demostrada con claridad en la defensa de Königgratz-Josefstadt en 1866 como punto estratégico, lo que se prefirió antes que la derrota de los ejércitos prusianos por separado, en los extraños planes gestados en Viena para la campaña de 1859, y en la aún más ininteligible Batalla de Montebello el mismo año. La teoría y la práctica del Archiduque Carlos crearon uno de los más curiosos contrastes en la historia militar, uno irreal, y otro donde este desplegó una vívida actividad, junto con las mayores capacidades, que le hicieron por mucho el oponente más formidable de Napoleón.
En el campo de batalla, se puede decir claramente que Carlos era comparable en capacidad y estilo a Sir Arthur Wellesley, ambos conservadores aunque a pesar de ello muy competentes. Que Wellesley surgiera con mayor reputación se debe probablemente al hecho de que sólo se enfrentó a Napoleón en una ocasión, y entonces era comandante de una fuerza aliada. Por contraste, Carlos en enfrentó a Napoleón en batalla más veces que cualquier otro comandante. Es estas ocasiones, las confiables y poco imaginativas tácticas de Carlos no fueron suficientes (excepto en una ocasión, en Aspern-Essling) para derrotar al impredecible corso. No obstante, Carlos es miembro del panteón de personajes napoleónicos famosos que incluye a figuras como el mismo Emperador, Davout, el Príncipe Carlos Felipe de Schwarzenberg, Aleksandr Suvórov, Gebhard Leberecht von Blücher y el anteriormente mencionado Sir Arthur Wellesley.
En el campo de batalla, se puede decir claramente que Carlos era comparable en capacidad y estilo a Sir Arthur Wellesley, ambos conservadores aunque a pesar de ello muy competentes. Que Wellesley surgiera con mayor reputación se debe probablemente al hecho de que sólo se enfrentó a Napoleón en una ocasión, y entonces era comandante de una fuerza aliada. Por contraste, Carlos en enfrentó a Napoleón en batalla más veces que cualquier otro comandante. Es estas ocasiones, las confiables y poco imaginativas tácticas de Carlos no fueron suficientes (excepto en una ocasión, en Aspern-Essling) para derrotar al impredecible corso. No obstante, Carlos es miembro del panteón de personajes napoleónicos famosos que incluye a figuras como el mismo Emperador, Davout, el Príncipe Carlos Felipe de Schwarzenberg, Aleksandr Suvórov, Gebhard Leberecht von Blücher y el anteriormente mencionado Sir Arthur Wellesley.
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