—¿Por qué lees tanto? —(…) Mi mejor arma está en el cerebro. Mi hermano tiene su espada; el rey Robert tiene su maza, y yo tengo mi mente… Pero una mente necesita de los libros, igual que una espada de una piedra de amolar, para conservar el filo. —(…)—. Por eso leo tanto, Jon Snow.

TYRION LANNISTER.

viernes, 2 de octubre de 2015

348.-Un decálogo para el orador forense.-a

Luis  Bustamante Robin; José Guillermo González Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdés;  Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto  Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Alvaro Gonzalo  Andaur Medina; Carla Verónica Barrientos Meléndez;  Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo  Price Toro; Julio César  Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andrés Oyarse Reyes;Franco González Fortunatti; Patricio  Hernández Jara; Demetrio Protopsaltis Palma; Nelson González Urra; Ricardo Matias Heredia Sanchez;Katherine Alejandra Del Carmen Lafoy Guzmán; Alamiro Fernández Acevedo;  Soledad García Nannig; Paula Flores Vargas; María Verónica Rossi Valenzuela; Aldo Ahumada Chu Han; 


Un decálogo para el orador forense.




Óscar Fernández León,
Abogado. Experto en habilidades profesionales


La exposición oral en sala del abogado constituye una tarea nada sencilla en la que se funden aspectos vinculados a diversas disciplinas y cuyo dominio completo difícilmente se alcanza, pues es una tarea con tantos matices que siempre quedará inacabada. No obstante, existen diversas reglas o principios inalterables que pueden ayudarnos a evolucionar en este campo, tan trascendental, de nuestra práctica profesional.

Con esta premisa,  abordaremos, a modo de decálogo, algunas de las reglas más importantes para crecer y con ello mejorar en el campo de la oratoria forense.

1.-Estudia: el buen orador estudia a fondo el caso encomendado, tanto desde la perspectiva de los hechos que lo conforman como desde el ámbito de la norma positiva, doctrina y jurisprudencia aplicables al mismo. Una regla forense no escrita, nos indica que cuando intervengas en sala tienes que saber, como mínimo, lo mismo del asunto y del derecho aplicable que tu adversario, y aspirar siempre a superarlo.  A la hora de actuar en sala, no hay atajos para el estudio.

Prepárate: complementario del anterior, la preparación se refiere a la necesidad de incorporar a nuestros hábitos el empleo de una adecuada gestión del tiempo y una no menos importante organización. Si hay que estudiar, hemos de hacerlo de forma disciplinada empleando todas las herramientas que tengamos a nuestra disposición para que el trabajo cunda y nos encontremos verdaderamente preparados.  

Conoce el auditorio: conocer y analizar al auditorio forense (juez, tribunal, adversario, partes, testigos, peritos, etc.) te ayudará a disponer anticipadamente de una valiosa información que permitirá desplegar durante la intervención una conducta oratoria mucho más eficaz, y ello porque nuestra intervención será más flexible y adaptada al mismo (especialmente al juez), sin olvidar que con ello evitaremos incidencias y situaciones desagradables que no hacen más que obstruir el canal de comunicación que hemos de mantener con el auditorio.   

Estructura el alegato: el informe oral debe cubrir las partes esenciales del caso, y para ello el buen orador empleará las técnicas de división del mismo en partes bien estructuradas que ayuden al propósito persuasivo dando al discurso orden, unidad, coherencia y flexibilidad. La disposición del discurso, u ordenación del material del mismo, es una fase clave del alegato, pues su acertada ejecución nos permitirá exponer en sala con mayores posibilidades de que nuestra intervención consiga llamar la atención del juez.

Argumenta: el buen orador tiene que saber argumentar eficazmente su discurso a través de un ordenado examen crítico de las pruebas y la aplicación del derecho. No en vano, la argumentación, y su hermana la refutación, son las fases esenciales del discurso.  

Crea tu propio estilo: el estilo forense es el aire, modo o el carácter que identifica o personaliza al orador por la forma en la que usa el lenguaje en el foro. Todo estilo forense reúne una serie de características universales que hemos de implementar, pues, alejado de la familiaridad y de la ampulosidad, es tributario de la claridad, sencillez, brevedad, naturalidad y precisión, todo ello en un contexto que invita al respeto, decoro y buenas formas.

Domina el lenguaje verbal y no verbal: a través del lenguaje comunicamos el mensaje de nuestro alegato, por lo que para que la transmisión sea eficaz, es fundamental dominar de ambas modalidades. A través del lenguaje oral empleamos las reglas gramaticales, sintácticas y semánticas, así como en los recursos retóricos para dotar de riqueza al mensaje. Simultáneamente,  mediante el uso del lenguaje no verbal damos forma a la transmisión del lenguaje (voz y movimientos corporales) y acompañamos el lenguaje verbal.   

Domina las reglas procesales: el dominio del marco procedimental en el que interviene el orador es esencial para el desenvolvimiento de la actividad oratoria. El abogado litigante debe ocuparse y preocuparse de dominar de forma absoluta las reglas procesales que lo van a acompañar durante el desarrollo del juicio, conocimiento que constituirá un eficaz aliado para la mejor defensa del interés de su cliente y de su propio crecimiento profesional. De esta forma, el abogado, no solamente ganará en solvencia a la hora de dicha defensa, sino que lo hará en autoestima profesional, de inapreciable ayuda para lidiar con los imprevistos y con el temor escénico que, de alguna forma, todos sufrimos cuando toca ponerse la toga.

Conoce las herramientas auxiliares oratorias: la oratoria pone a nuestra disposición gran cantidad de material auxiliar. Desde las técnicas asociadas al funcionamiento de la memoria, del control de temor escénico y de la forma de dominar la improvisación, hasta técnicas de elocución, dicción y respiración. Conocerse en este campo, detectar nuestras deficiencias, y mejorar mediante el uso de estas herramientas será fundamental para nuestra evolución y mejora.   

Sé humilde: el abogado, como profesional que desarrolla su actividad oratoria en un contexto que demanda una formación técnica extraordinaria y unas habilidades de diversa naturaleza, debe ser humilde, es decir, conocer y admitir sus debilidades, y así aceptar que su práctica profesional es un continuo aprendizaje con el fin de alcanzar un mejoramiento. A través de la humildad no ponemos límites al deseo de crecer mediante un proceso de formación y mejoramiento continuo, tan necesario en la profesión. En definitiva, el abogado humilde sabe que para superar sus limitaciones debe aprender y se ocupa y preocupa de ello. El buen orador debe aprender las reglas de la oratoria forense y aprovechar todas las ocasiones que disponga para perfeccionarlas.   



El informe oral en sala: un decálogo para el abogado.


El abogado español Óscar Fernández León señala que el informe oral no se limita a una mera exposición anárquica de los hechos, pruebas y argumentos resultantes, sino que está sometido a una serie de principios estratégicos.

13 de febrero de 2017

En una columna publicada recientemente, el abogado español Òscar Fernández León señala que en su opinión, el informe oral es un trámite procesal de enorme importancia que generalmente es considerado por los jueces a la hora de adoptar una resolución.

Buen informe oral.

Un buen informe oral, continúa, es decir, aquél elaborado con el objetivo puesto en la persuasión del juez, debe disponer de diversas características que lo hagan acreedor de una completa atención e interés durante su exposición. Partiendo de esta base, destaca las siguientes características:

Técnicamente solvente: Es decir, precedido de un profundo estudio del caso (de los elementos de hecho y de derecho) que lo dote de una diestra argumentación jurídica.

Estructurado: Formado por diversas partes que lo revistan de orden y coherencia.

Conciso: Centrado exclusivamente en los elementos esenciales que deben integrar todo informe forense: hechos, prueba y argumentos, de modo que traslade al juez de forma clara las cuestiones de hecho y los problemas jurídicos debatidos.

Claro: El informe oral debe ser diáfano, en el sentido de que elementos como la concisión y orden, permitan al Juez entender al orador cuando critica el resultado de las pruebas practicadas y expone su tesis jurídica.

Breve: La exposición debe realizarse con la máxima concisión, siempre con una duración proporcional a la complejidad del asunto, tratando de aplicar todas y cada una de las reglas que lo hagan acreedor de la atención por el juez. Un informe oral debe pecar más por breve que por extenso.

Flexible: La flexibilidad permite al orador durante su exposición verbal realizar las modificaciones (supresiones, añadidos o cambios) que requieran las circunstancias concurrentes e imprevistas, sin demérito del contenido del mismo.

Atractivo: El informe oral no debe limitarse a una mera exposición técnica carente de emociones. En la medida de lo posible, el orador debe ser creativo, y aprovechar las partes del mismo que permitan tal licencia, usando frases, moralejas, experiencias propias, paradojas o metáforas con situaciones sociales vigentes, que pueden servir para llamar la atención del juez.



Estructura.

El empleo de una estructura en la elaboración del informe oral ayudará, de acuerdo al autor,  cumplir con la finalidad persuasiva del mismo, y ello debido a que al dotarse de orden y coherencia a través de diversas partes perfectamente ensambladas, se lograrán los objetivos persuasivos propios del mismo.
“Un informe sin estructura difícilmente facilitará al juez la retención de los argumentos principales. Es más, llegado el caso, un informe no estructurado carece de flexibilidad y, difícilmente podrá el abogado decidir qué partes del discurso puede suprimir en beneficio de las más importantes”, sostiene el abogado.
A modo de apunte, el profesional deja señaladas las partes en las que, acorde con la oratoria forense, suele dividirse el informe oral:

1. Exordio: Captar el interés, atención y benevolencia del juez.

2. La división: Transmitir una noción de orden en el informe.

3. Narración: Suministrar ordenadamente los hechos probados

4. Argumentación y refutación: Ofrecer la fundamentación a través de examen crítico de la prueba y valida los hechos principales.

5. Epílogo: Dejar huella de los argumentos principales (recapitulación).


Forma

Una vez estudiado, y esbozadas las ideas esenciales del informe oral, continúa el autor, es conveniente elaborarlo por escrito, siguiendo las reglas de división del informe.
 “Este informe escrito no debe ser muy extenso, pues la concreción y concisión de nuestra exposición oral debe germinar de un documento sencillo pero contundente en el que se excluyan las ideas superfluas que poco pueden aportar”, afirma.
Es conveniente igualmente, añade, una vez elaborado el informe escrito, redactar otro, a modo de guión o resumen del anterior, en el que únicamente recojamos la identificación del argumento, hecho o prueba.

Disponiendo del informe escrito, lo leeremos detenidamente hasta que nos familiaricemos con su contenido. Para ello, es interesante computar la duración de su lectura, para así buscar «huecos» en los que podamos dedicar el tiempo necesario (por ejemplo 10 minutos) para leerlo intercalándolo con otros trabajos. Esto nos permitirá no solo alcanzar un conocimiento completo de su contenido, sino igualmente corregir aquellos detalles y matices que, probablemente, consideremos merecen un cambio”, recomienda el abogado.
Una vez familiarizados con el informe, es hora de trabajar con el guión, indica el escritor. 
“La mera enunciación de los conceptos básicos nos permitirá exponer, sin necesidad de lectura, las ideas esenciales del mismo. Aquí recomiendo recitar el informe, bien sea en la intimidad que nos proporciona nuestro despacho o incluso en nuestra vivienda. Verbalizar el informe es fundamental para asentar los conceptos y que queden perfectamente anclados en nuestra memoria”, agrega el profesional.
Duración.

En todo caso, la decisión de la duración del informe, explica, dependerá de las circunstancias y factores concurrentes: la importancia y la naturaleza del asunto, las circunstancias del caso concreto, el desarrollo de la práctica de la prueba, el número de litigantes, incluso la propia duración del juicio, etc., si bien será la experiencia del orador la que deberá establecer la medida adecuada.

Ahora bien, “sin perjuicio de que la brevedad en la exposición del alegato está bien vista por los jueces, estimamos que la duración máxima de un informe debe rondar los diez minutos, siendo esta duración suficiente para una exposición completa del asunto con la concreción necesaria, pues no hemos de olvidar que la finalidad del informe es enteramente persuasiva, lo que supone que para que nuestro mensaje llegue a nuestro auditorio será necesario que sea claro, concreto y conciso, lo que solamente puede conseguirse manteniendo la atención del juez y, claro está, por las leyes de la atención, ésta no puede mantenerse durante demasiado tiempo”, recomienda Fernández León.
Uso del lenguaje no verbal.

El abogado explica que:
“La importancia de la comunicación no verbal radica en que a través de ésta, el abogado complementa el contenido del mensaje con una serie de «informaciones» que ayudarán al auditorio a comprender aspectos relativos a sentimientos y emociones de todo tipo que no sólo pueden ayudar o no a persuadir al auditorio, sino que van a ser valoradas por el auditorio para la toma de la decisión final”.

“Y aquí la importancia de los gestos, ademanes y miradas juega un papel esencial, ya que constituye una parte muy importante de nuestros pensamientos los juicios que hacemos como consecuencia del lenguaje no verbal de los intervinientes (la forma de articulación, entonación y volumen de voz de la otra parte; la manera en la que el juez nos mira y el tono empleado al darnos la palabra; los movimientos corporales del juez mientras informamos; el tono, ademán, voz, etc. que el juez emplea cuando se dirige a nosotros, etc.)”, agrega el escritor.
Errores del informe oral.

Entre los defectos más habituales que podemos encontrar a la hora de la preparación y exposición del informe oral, podemos destacar los siguientes:

— La falta de preparación del informe oral, es decir, falta de tiempo, dedicación e interés a su planificación, estudio y preparación.

— La falta de estructuración del informe oral.

— La falta de orden en la exposición.

— La exposición de un informe con una demasiada extensión y por tanto excesiva duración.

— La lectura del informe oral o su exposición de memoria.

— Un empleo erróneo del lenguaje verbal a la hora de exponer el informe.

— Un empleo erróneo del lenguaje no verbal a la hora de exponer el informe.

— No incluir en el informe los hechos la prueba y la fundamentación jurídica.

— Inclusión en el informe de juicios de valor, opiniones y afirmaciones y conclusiones, incluso jurídicas, que no se encuentren avaladas por una prueba.

— Informar pensando que el informe no tiene valor alguno para el juez.

Finalmente, el abogado señala que “estoy convencido que un buen informe oral ayudará al juez a confirmar su decisión, le planteará dudas sobre la decisión tomada o, finalmente, le aportará información con la que no había contado que podrá ser relevante a la hora de resolver”.



EJEMPLOS DE GRANDES ABOGADOS COMO ORADORES: 
 Roy Cohn.




Roy Cohn y Donald Trump en la inauguración de la Torre
 Trump en Nueva York, octubre de 1983.


Hoy se estrena 'The Apprentice. La historia de Trump', en la que veremos a su mentor proporcionarle las instrucciones para triunfar en los negocios... pasando por encima de todo

Carlos Hernández-Echevarría
11/10/2024 

Donald Trump no es un hombre dado a sentimentalismos. Sin embargo, la noche de 2016 en la que sorprendió al mundo ganando la presidencia de Estados Unidos tuvo un momento de sensibilidad con un viejo conocido:
  “¿No crees que a Roy le encantaría este momento? Cuánto le echamos de menos”. 
Roy es Roy Cohn. Su abogado, pero mucho más que su abogado. Su mentor, su esbirro, su maestro... Llevaba treinta y dos años muerto, pero sí, seguro que le habría encantado ver a su pupilo en la presidencia. Sobre todo, porque Trump ha triunfado en la política usando cada lección del manual de Roy Cohn.
Ahora parece difícil creer que alguien como Trump buscara a un hombre con experiencia que le guiara, pero eso es porque ha pasado mucho tiempo desde 1973. Entonces, el expresidente era un chaval de veintisiete años con muchos planes y pocos éxitos. Su padre se había hecho rico construyendo grandes bloques de viviendas subvencionadas en los barrios trabajadores de Nueva York, pero Donald no quería saber nada de Brooklyn ni Queens: él quería conquistar la joya de la corona, Manhattan.
 Y para ello necesitaba a alguien que supiera navegar en las complicadas aguas de la isla: los políticos corruptos con sus licencias y recalificaciones, las mafias que controlaban la construcción y, por supuesto, los medios de comunicación. Roy Cohn, que tenía veinte años más que él, sabía eso y mucho más.

Mándales al infierno” fue la frase con la que Cohn lo conquistó. El taxativo consejo vino después de que el rico heredero le contara que el gobierno iba a por él y a por su padre por usar subterfugios para no alquilar apartamentos a negros. Los abogados de los Trump aconsejaban negociar con las autoridades, pero Cohn tenía otra estrategia: 
“Mándales al infierno, peléalo en un juicio y deja que sean ellos los que prueben que has discriminado”.
Trump lo contrató poco después, y lo primero que su nuevo abogado hizo por él fue demandar al gobierno por “difamar” el buen nombre de Trump y exigir cien millones de indemnización. La cosa acabó en un pacto y Trump lo vendió como una victoria, el primero de tantos engaños.
Cohn y él conectaron desde el principio, no solo en una fructífera relación de negocios, sino también en lo que parece una genuina amistad. Como cliente suyo, Trump entró en una exclusiva lista de la que formaban parte desde capos de la mafia, como Tony Salerno o John Gotti, hasta al cardenal Spellman, arzobispo de la ciudad. Del millonario Aristóteles Onassis al propietario de los Yankees George Steinbrenner.

El cazador de brujas.

Roy Cohn nació en 1927 en una familia bien conectada políticamente: su padre era un juez de la Corte Suprema de Nueva York. Estudió en las mejores universidades y, al salir de Columbia, se hizo fiscal. Antes de cumplir los veinticinco ya se había hecho una reputación al lograr varias condenas a miembros del Partido Comunista de Estados Unidos, y por eso le llamaron para participar en el gran juicio de espionaje de la época: la causa contra Julius y Ethel Rosenberg en 1951.
El matrimonio fue ejecutado en la silla eléctrica, y ese “éxito” catapultó la carrera de Cohn. Su colaboración con el FBI durante el juicio le granjeó el aprecio de su director, el siniestro J. Edgar Hoover. Tanto es así que este le recomendó sus servicios a un senador de Wisconsin que había salido del anonimato gracias a la dudosa afirmación de que poseía una lista con los nombres de doscientos trabajadores del Departamento de Estado que eran comunistas. Se llamaba Joseph McCarthy.
A los veintiséis años, Roy Cohn se convirtió en el abogado principal del subcomité investigador del senador McCarthy. Era un interrogador implacable y, aunque él mismo era gay, fue uno de los instigadores del llamado “terror Lavanda”, por el que el gobierno prohibió a los homosexuales trabajar en la administración y despidió a centenares de funcionarios.

Cohn llevó a trabajar para el subcomité a un joven amigo suyo furibundamente anticomunista llamado David Schine. Cuando este fue llamado a filas como recluta, Cohn presionó al Ejército para asegurarse de que tuviera un servicio militar cómodo y de que le hicieran oficial. Tal fue el escándalo que armó que el Senado decidió crear un comité especial para investigar el asunto.
Así fue como los estadounidenses conocieron de primera mano los métodos de McCarthy, y eso supuso el principio del fin de su reinado del terror. En su informe final, el comité exoneró al senador, pero criticó la conducta de su abogado principal. Poco antes, Roy Cohn había dimitido para regresar a Nueva York, aunque en ningún caso renegó de su antiguo jefe: 
“Nunca he trabajado para un mejor hombre ni para una causa más justa”.

El “mejor amigo” de Trump.

De vuelta en Manhattan, Cohn disfrutó de un enorme éxito como abogado durante casi tres décadas. Vivía y trabajaba en una bonita mansión del Upper East Side, a una manzana de Central Park, donde frecuentemente recibía a sus clientes en albornoz. Se le veía igual de cómodo en compañía de presidentes como Nixon y Reagan que rodeado de mafiosos. No tenía reparos en representar a criminales como el “capo de los capos” Carmine Galante. A diferencia de los comunistas que persiguió en Washington, “a ellos los defendería siempre porque son buenos americanos”.
Era famoso por su agilidad mental en los juicios, donde podía exponer un caso durante horas sin consultar un papel, pero su verdadero valor como abogado no estaba en la sala de vistas. “No quiero conocer la ley, quiero conocer al juez”, dijo en una ocasión, y una buena prueba de lo lejos que iba para defender a sus clientes es la cantidad de veces que tuvo que defenderse a sí mismo: antes siquiera de conocer a Trump, ya había ido a juicio en varias ocasiones por fraude y soborno, y además le habían amenazado con expulsarle del Colegio de Abogados, pero siempre había salido limpio. Para el futuro presidente, tan entusiasta de “los ganadores”, Cohn era la opción natural: agresivo, decidido y sin escrúpulos.
Cohn, por su parte, estaba fascinado con Trump. “Donald es mi mejor amigo”, decía de su cliente. Cuando el futuro presidente cumplió treinta y siete años, fue él quien organizó la celebración en Studio 54. Su adoración por el empresario y playboy le causaba incluso problemas económicos, ya que Cohn se negaba a “cobrar a un amigo”, y solo le pedía dinero cuando se veía falto de liquidez. Decía: “Que Donald me pague lo que considere razonable”, y Donald, la mayor parte del tiempo, consideraba que lo razonable era no darle absolutamente nada. Puro Trump.
Eso a pesar de que su abogado le prestaba un servicio muy completo. Además de solucionarle los problemas legales, se tomaba muy en serio la defensa de su imagen. En 1974, David Rosenthal publicó una investigación en el New York Post sobre presuntas donaciones ilegales a políticos por parte de los Trump. Al día siguiente sonó el teléfono y escuchó la voz de Roy Cohn gritando:

 “¡Pedazo de mierda, te vamos a arruinar!”, y amenazándole con una demanda millonaria. Como tantas otras en la trayectoria de Trump, la demanda nunca llegó. La historia era cierta.
Tal era la fe que el futuro presidente tenía en Cohn que se decía que guardaba en su oficina un retrato de su abogado y que, cuando las cosas se ponían mal, se lo enseñaba a su interlocutor y le decía:
 “¿Prefieres hablarlo con él?”.
La traición final.

A principios de los ochenta, en el cenit de su poder e influencia, a Roy Cohn se le acabó la suerte de golpe. Tal vez fue demasiado lejos al tomar la mano de un cliente comatoso en la cama de un hospital y hacerle firmar un documento en el que le nombraba albacea de su herencia. Esto le puso en serios aprietos legales, pero la peor noticia la trajeron los médicos. Tenía sida, o eso se comentaba por todo Manhattan, porque él lo negaba furiosamente. Mantuvo hasta el final que estaba recibiendo tratamiento por un cáncer de hígado.
Por entonces, su cliente favorito estaba entrando como un elefante en una cacharrería en el mundo de los casinos, levantando un imperio en Atlantic City. Para su gran dolor, Trump empezó a apartarse de él al saber de su enfermedad. El futuro presidente dijo a posteriori que Cohn no podía con el trabajo, pero la secretaria del abogado tiene una explicación más contundente:
 “Se enteró de su enfermedad y lo dejó caer como una patata caliente”. 
El sida en el año 1985 era todavía un estigma fortísimo.

A Cohn se lo habían diagnosticado poco después de la muerte del que había sido su pareja durante años. Para que Russell Eldridge pasara cómodamente sus últimos días de vida, Cohn le pidió a Trump una suite en el hotel Barbizon. Sin embargo, el abogado se llevó una sorpresa cuando, al término de la estancia, le pasaron la factura. Cohn, que nunca la pagó, se fue distanciando cada vez más de Trump.
“Donald mea agua helada”, dijo de él.
Incluso al filo de la muerte, Cohn se mantenía desafiante. Cuando la Corte Suprema le abrió un proceso para decidir si debía echarle del Colegio de Abogados por sus jugarretas, se presentaba a las sesiones en un descapotable rojo, aunque oficialmente lo tenía todo embargado tras años y años de no pagar impuestos. Cuando faltaba poco para su muerte, la misma corte en la que su padre había sido juez lo echó para siempre de la abogacía.

 “Solo pudieron con él porque estaba enfermo. Si no, no le hubieran cogido”, dijo Trump.
En agosto de 1986, Roy Cohn murió a los cincuenta y nueve años. Su pareja, Peter Fraser, heredó su fortuna, pero Hacienda se lo quitó prácticamente todo para saldar una deuda de seis millones de euros que tenía con el Estado. Para salir del paso, él quiso empeñar unos gemelos de diamantes que Trump le había regalado a Cohn hacía años par.



Reputación.




En 1978, Ken Auletta escribió en un perfil de Cohn para Esquire :
"Él lucha por sus casos como si fueran los suyos. Es una guerra. Si siente que su adversario ha sido injusto, es una guerra a muerte. No hay banderas blancas. No hay señor buen tipo. Los clientes potenciales que quieren matar a su marido, torturar a un socio comercial, romperle las piernas al gobierno, contratan a Roy Cohn. Él es un verdugo legal: el más duro, el más mezquino, el más leal, el más vil y uno de los abogados más brillantes de Estados Unidos".
Maureen Dowd escribió en un artículo para The New York Times que describía la película de Matt Tyrnauer ¿Dónde está mi Roy Cohn?: 
"Roy Cohn comprendía el valor político de envolverse en la bandera. Era un buen candidato. Sabía cómo manipular a la prensa y dictar historias a los tabloides de Nueva York. Se rodeaba de mujeres hermosas. Siempre había algo de naturaleza nefasta en juego. Era como un animal enjaulado que te perseguiría en cuanto se abriera la puerta de la jaula". 
Marie Brenner, de Vanity Fair , escribió en un artículo sobre la mentoría de Cohn a Trump : 
"Cohn, que poseía un intelecto agudo... podía mantener a un jurado hechizado. Cuando fue acusado de soborno , en 1969, su abogado sufrió un ataque cardíaco cerca del final del juicio. Cohn intervino hábilmente y realizó un alegato final de siete horas , sin referirse ni una vez a un bloc de notas... Cuando Cohn hablaba, te fijaba con una mirada hipnótica. Sus ojos eran del azul más pálido, aún más sorprendentes porque parecían sobresalir de los lados de su cabeza. Si bienla versión de Cohn de Al Pacino (en la adaptación de Mike Nichols de HBO dede Ángeles en América de Tony Kushner ) capturó la intensidad de Cohn, no logró transmitir su anhelo infantil de ser querido"




Roy Cohn: el abogado más duro, más cruel y más brillante de Nueva York.

El compañero de Joe McCarthy y mentor de Donald Trump no era un hombre muy agradable.

Por Peter Carlson
19/03/2020
Roy Cohn, asistente político en el evento de Steinbrenner, enero de 1980


El compañero de Joe McCarthy y mentor de Donald Trump no era un hombre muy agradable.

Durante décadas, antes de morir de sida en 1986, Roy Cohn predijo que la primera frase de sus obituarios lo identificaría como el abogado del subcomité de caza de comunistas del senador Joseph McCarthy. Tenía razón. Pero Cohn trabajó para McCarthy menos de dos años. Durante 30 años más, cultivó la fama de abogado pitbull, fiestero, empresario corrupto, evasor de impuestos y holgazán. “No os metáis con Roy Cohn”, advertía la revista Esquire en 1978. 
"Es un verdugo legal, el más duro, el más mezquino, el más vil y uno de los abogados más brillantes de Estados Unidos. No es un hombre muy agradable”. 
Nacido en Manhattan en 1927, Roy era el único hijo de Albert Cohn, un intermediario de Tammany Hall, que recompensó a Cohn padre con un puesto de juez. Al ver a Pop, su hijo se convirtió en un estafador precoz. En el instituto, Roy utilizó la influencia de su padre para arreglar multas de tráfico a profesores y conseguir empleos en la oficina de correos para gente dispuesta a pagarle sobornos. Era un muchacho brillante y obtuvo una licenciatura y un título de abogado en la Universidad de Columbia antes de cumplir los 21 años. En 1948, con la ayuda de su padre, se convirtió en fiscal federal en Manhattan. Desempeñó un pequeño papel en el procesamiento de 1949 de los líderes del Partido Comunista por abogar por el derrocamiento del gobierno. Dos años más tarde, sus hábiles interrogatorios en los tribunales ayudaron a condenar a Julius y Ethel Rosenberg por espionaje. 
El juicio de Rosenberg hizo a Cohn lo suficientemente famoso como para salir de fiesta con J. Edgar Hoover y el columnista Walter Winchell. En 1953, McCarthy contrató a Cohn como asesor principal de su subcomité. Cohn nombró a G. David Schine, un apuesto vástago de un magnate hotelero, como su asistente no remunerado. Esa primavera, Cohn y Schine volaron a Europa para una búsqueda de 17 días de libros subversivos en las bibliotecas de la embajada de Estados Unidos, que recibió mucha publicidad. Cuando ambos regresaron, McCarthy celebró audiencias sobre escritores de izquierdas durante las cuales Cohn intimidó al poeta negro Langston Hughes sobre un flirteo con el comunismo durante la época de la Depresión. 
Ese verano, Cohn y Schine vivieron en habitaciones contiguas en un hotel de Washington y viajaban con frecuencia a Nueva York. 
“Los dos jóvenes de 25 años”, informó Time , “estaban abriendo una amplia franja en los mejores restaurantes y clubes nocturnos de Manhattan”.
La diversión terminó ese otoño cuando Schine fue reclutado. Molesto, Cohn presionó al ejército para que le otorgara al soldado Schine privilegios extraordinarios, incluidos viajes a Manhattan en limusina con chófer para pasar el rato con Cohn. Cuando la prensa expuso los beneficios de Schine, McCarthy acusó al ejército de tenerlo como “rehén”. Esa pelea figuró en las legendarias audiencias del Ejército-McCarthy. Durante 36 días en 1954, los estadounidenses vieron a McCarthy en la televisión en vivo mientras intimidaba a los testigos y gritaba “¡Cuestión de orden!”. Luego, los espectadores vieron a Joseph Welch, el abogado patricio del ejército, burlarse de McCarthy con su ahora famosa pregunta:
 “¿No tiene sentido de la decencia, señor?”.
Antes de que terminara el año, el Senado votó a favor de censurar a McCarthy. Cohn abandonó el comité y regresó a Nueva York. Los bromistas se burlaron de él llamándolo el más joven fracasado de Estados Unidos, pero Cohn no tenía intención de abrazar la oscuridad o la indigencia. Contratado por un bufete de abogados de Manhattan, atrajo a una clientela ecléctica: docenas de neoyorquinos ricos deseosos de deshacerse de esposas no deseadas, el cardenal católico romano Francis Spellman y la Arquidiócesis de Nueva York, los jefes de la mafia Carmine Galante y Anthony “Fat Tony” Salerno, el dueño de los Yankees George Steinbrenner y un joven magnate inmobiliario llamado Trump. Los clientes contrataron a Cohn para conseguir un asesino a sueldo despiadado, dispuesto a hacer cualquier cosa para ganar. “Mi fachada dura es mi mayor activo”, dijo.
 “No escribo cartas educadas. No me gusta negociar acuerdos. Me gusta pelear”. 
Ganó muchas de esas peleas, pero no todas. En 1973, el gobierno federal demandó a una empresa inmobiliaria propiedad de Fred Trump y su hijo por prejuicio contra los negros que intentaban alquilar apartamentos. El hijo le pidió consejo a Cohn. “Dígales que se vayan al infierno”, le respondió Cohn, “y luchen contra el asunto en los tribunales”. Encantado, Donald Trump contrató a Cohn para que hiciera precisamente eso. Él y Cohn celebraron una conferencia de prensa en la que anunciaron una contrademanda de 100 millones de dólares. Esa acción generó titulares, pero fue rápidamente desestimada. En 1975, después de dos años de batallas legales y honorarios legales, Trump se inclinó ante las condiciones del gobierno. A pesar de ese costoso truco fallido, Trump consideraba a Cohn un sabio. 
Cohn se dedicó a una gran variedad de negocios: bancos, compañías de seguros, aparcamientos, cines porno. Financiaba sus empresas con el dinero de otras personas. 

“Recorriendo el mundo a paso ligero”, informó Time en 1960, “Cohn hizo malabarismos con préstamos de prestamistas estadounidenses y extranjeros, pidiendo prestado a uno para pagar a otro”

A Cohn le encantaba obtener cosas, pero odiaba pagar por ellas. “Lo que hace es simple”, dijo un acreedor al Daily News.

 “Compra, no paga. Te hace ir a la corte y cuando obtienes una sentencia, quiere conformarte con 50 centavos por dólar”. 

Las maniobras de Cohn llevaron a acusaciones federales por fraude, soborno y conspiración. Tres veces, los federales lo juzgaron. Tres veces, obtuvo absoluciones. 
Eludir las balas legales lo envalentonó. Trató de evitar pagar impuestos y se jactó ante los periodistas de cómo lo hizo: sólo recibía un pequeño salario de su bufete de abogados, que pagaba todos sus gastos, incluidos almuerzos en Le Cirque y un Rolls Royce con chófer. Su bufete tenía el título de propiedad de la casa adosada de Manhattan que él ocupaba, y una corporación controlada por compinches era dueña de su yate de 97 pies, Defiance . Cuando el IRS acudió en busca de millones en impuestos atrasados, la agencia descubrió que Cohn no tenía activos que embargar. 

Cohn aprovechó su absoluta desvergüenza para ganarse la reputación de granuja pintoresco. Era un narrador de primera clase que encantaba a amigos famosos: Norman Mailer, Barbara Walters, Estee Lauder, Ronald y Nancy Reagan. En los años 80, se había convertido en un habitual de la discoteca Studio 54, llena de cocaína, y de las columnas de chismes de los tabloides que cubrían sus fiestas de cumpleaños, en las que jueces y políticos se codeaban con miembros de la alta sociedad y mafiosos. 
Los chismosos sabían, pero no informaron, que Cohn, que no había salido del armario, contrataba regularmente prostitutos masculinos para orgías a bordo del Defiance. 
Cohn negó ser gay, denunció a los homosexuales y calificó a los profesores gays de “grave amenaza para nuestros niños”. Y cuando a mediados de los años 80 contrajo el sida, juró que tenía cáncer de hígado.
En junio de 1986, cuando Cohn luchaba contra el sida, un panel de cinco jueces lo inhabilitó para ejercer la abogacía por robarle 100.000 dólares a un cliente, entre otras prácticas “reprobables”. Cohn calificó a los jueces de “un grupo de idiotas”. Murió seis semanas después.
En su obra épica ganadora del premio Pulitzer “Ángeles en América”, que se estrenó en 1991, el dramaturgo Tony Kushner resucitó a Cohn como su protagonista, interpretado a lo largo de los años por Nathan Lane, Al Pacino y F. Murray Abraham. Una reseña del New York Times sobre la producción de Broadway de 1993 evocó al Cohn ficticio con una frase que recordaba al artículo real:
 “…un demonio de grandeza shakespeariana, una mezcla alternativamente hilarante y aterradora de descaro y megalomanía, brillantez equivocada y astucia implacable”.
Esta columna de American Schemers apareció en la edición de junio de 2020 de America History.



JUZGADO DE FAMILIA DE QUINTA NORMAL












Un juzgado de Familia de Pudahuel, con sede en Quinta Normal, con doce jueces, con competencia sobre las comunas de Pudahuel, Quinta Normal, Cerro Navia y Lo Prado.
Juzgado de familia de Pudahuel, con un juez supernumerario.

Estación Gruta de Lourdes.



Gruta de Lourdes es una estación ferroviaria perteneciente a la red del Metro de Santiago, en la ciudad capital de Chile. Está ubicada en la comuna de Quinta Normal, en la intersección de Avenida San Pablo con la calle Patria Nueva, cerca de la Autopista Central - Eje General Velásquez.








Características y entorno

Pertenece a la Línea 5 y está en subterráneo entre las estaciones Blanqueado y Quinta Normal. En sus alrededores está el Internado Nacional Barros Arana, la Basílica de Lourdes, y el Juzgado de Familia de Pudahuel.(Quinta Normal.) Tiene una superficie de 2900 m².
Estación 

Accesos.

AccesoIntersección
A
San Pablo con Alcérrea
B
Patria Nueva con San Gumercindo
Patria Nueva con San Gumercindo

Origen etimológico.



Su nombre se debe a la Gruta de Lourdes, singular templo al aire libre que emula a la gruta de las apariciones de la Virgen María como la Inmaculada Concepción a Bernadette Soubirous en 1858, ubicada en la ciudad francesa de Lourdes. Está ubicada en el Paseo Lourdes, a unos pocos metros de la intersección de General Velásquez y San Pablo, donde se encuentra ubicada la estación. La gruta forma parte de un complejo religioso mayor conformado por esta y la basílica homónima de estilo gótico-bizantino que la enfrenta, denominado Santuario de Lourdes. La gruta es considerado el corazón del santuario y de allí el nombre de la estación.


Francia





Pinterest es una red social que permite a los usuarios crear y administrar, en tableros personales temáticos, colecciones de imágenes como eventos, intereses, aficiones y mucho más.​ Los usuarios pueden buscar otros pinboards, "repinchar" imágenes para sus propias colecciones.

 La misión de Pinterest es «conectar a todos en el mundo, a través de cosas que encuentran interesantes» también se puede charlar en ese sitio pero no contiene llamadas o videollamadas .Fundada por Ben Silbermann, Paul Sciarra y Evan Sharp, el sitio es manejado por Cold Brew Labs y financiado por un pequeño grupo de empresarios e inversores.

Su nombre se deriva de la suma de las palabras del inglés "pin" e "interest" (pin = 'alfiler, tachuela, puntilla, chincheta'; interest = 'interés, curiosidad, afición') y su funcionalidad sigue la metáfora de tableros o murales en los que se fijan con alfileres las fotos y temas que interesan. El término "pineador" es una hispanización de la palabra "pin" aduciendo al usuario registrado en este sitio, «quien realiza siempre y en todo caso la colocación de pines».

pinterest.com

fgonzalezfortun



















Compañeros del colegio

XVIII.- Instituto de Humanidades Luis Campino









Abogados Chilenos.

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