Castillo de Sant'Angelo. Mausoleo de Adriano |
Passetto.
El Passetto di Borgo, o simplemente Passetto, es un paso elevado que une la Ciudad del Vaticano con el Castillo Sant'Angelo. Se trata de un corredor de aproximadamente 800 metros de largo, 3,5 metros de ancho, y 14 metros de altura, ubicado en el distrito (rione) de Borgo en Roma, Italia. Fue erigido en 1277 por el papa Nicolás III, pero algunas partes de la muralla que lo sustenta fueron construidas por Totila durante la guerra Gótica. En varias ocasiones ha servido como vía de escape para papas en peligro. El Passetto cuenta con un largo pasadizo en su interior del mismo tamaño que el pasaje, aunque no está abierto al público. El papa Alejandro VI lo tuvo que atravesar cuando Carlos VIII de Francia invadió la ciudad con treinta mil hombres en agosto de 1494, y la vida del pontífice estaba en peligro. También el papa Clemente VII, enfrentado a Carlos I de España, escapó hacia la seguridad del Castillo Sant'Angelo a través de este pasaje cuando las tropas del monarca saquearon Roma el 6 de mayo de 1527 y masacraron a la Guardia Suiza Pontificia. El castillo se convirtió en la prisión del papa durante siete meses. Para conseguir su libertad se le pidió una capitulación formal y el pago de 300.000 ducados. Tras la ocupación de Roma por el Reino de Italia en 1870 el Passetto quedó en desuso al perder el papado el Castillo Sant'Angelo. No fue mencionado en los Pactos de Letrán en 1929 y generó posteriormente una disputa respecto de su soberanía. Permaneció cerrado y en avanzado deterioro hasta que el papa Juan Pablo II decidió reconocer la soberanía italiana sobre el Passetto, hecho consumado mediante un intercambio de notas diplomáticas el 18 de mayo de 1991. Mediante el pago de un alquiler simbólico, la Santa Sede retiene bajo su control los primeros 80 metros del Passetto desde el Vaticano, para proveer a su seguridad. Luego de ser restaurado por el estado italiano, fue reabierto el 11 de noviembre de 1999, siendo permitidos los visitantes durante temporada estival.
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Adriano. (Publio Elio Adriano; Roma, 76 - Baia, 138) Emperador romano de la dinastía de los Antoninos. Procedente de una familia hispana de Itálica (cerca de Sevilla) que había alcanzado el rango senatorial, quedó huérfano a los ocho años y recibió una esmerada educación bajo la protección del emperador Trajano, que era pariente suyo; su casamiento con una sobrina del emperador y su amistad con la emperatriz Plotina fortalecieron ese vínculo. Acompañó a Trajano en la guerra de Dacia (105-106), fue nombrado gobernador de Panonia Inferior (107), cónsul (109) y gobernador de Siria (116). Al morir Trajano, Adriano accedió al Trono imperial en extrañas circunstancias, contando con el apoyo de la emperatriz (que aseguró que el emperador había adoptado a Adriano días antes de morir) y del «clan hispano» del Senado, que había acrecentado su influencia durante el reinado anterior. Para asegurarse el apoyo del ejército elevó la paga de los soldados; Plotina multiplicó las cartas a los senadores indicando que había sido la última voluntad de su esposo ser sucedido por Adriano; y su prefecto del pretorio, Atiano, hizo ejecutar sin juicio a varios adversarios. Las protestas del Senado por estos hechos le obligaron a destituir a Atiano, quien sin embargo fue recompensado con el rango senatorial. El reinado de Adriano estuvo marcado por los enfrentamientos con el Senado y por los viajes del emperador; además de múltiples visitas a las provincias y fundaciones de ciudades, encabezó algunas campañas militares: primero contra las tribus del norte de Britania, en donde hizo levantar la muralla que lleva su nombre; y más tarde contra la rebelión de los judíos (la Segunda Guerra Judía de 132-35). Pero globalmente fue un periodo de paz, durante el cual, derrotado el «partido belicista», se abandonaron las conquistas realizadas por Trajano en Oriente y se desarmaron las regiones ya civilizadas. Adriano consolidó el Consejo del emperador e introdujo reformas en la burocracia (que quedaría reglamentada hasta el fin del Imperio), en el ejército y en la Hacienda (haciendo prevalecer la recaudación directa de los impuestos frente a los intereses de los intermediarios particulares). Promovió grandes construcciones, como el anfiteatro de Nimes, el anfiteatro de Venus, el Castillo de Sant'Angelo y los puentes del Tíber en Roma. Abandonado por sus principales colaboradores hacia el final de su reinado, no consiguió restaurar la sucesión hereditaria. A su muerte le sucedió Antonino Pío, hijo adoptivo suyo. |
La villa de Adriano, conocida comúnmente como Villa Adriana, es uno de los más famosos complejos arqueológicos romanos. Está situada a 23 kilómetros de Roma, en las afueras de Tívoli. Historia La villa fue creada en Tibur (actual Tívoli) como lugar de retiro de Roma por el emperador Adriano en el siglo ii. Se decía que a Adriano le disgustaba el palacio del monte Palatino de Roma, lo que le llevó a construir este lugar de retiro, donde pasó los últimos años de su vida y desde donde gobernó el imperio. Una gran corte, por lo tanto, vivió allí de manera permanente. Después de Adriano, la villa fue usada por varios de sus sucesores. Durante el declive del Imperio Romano, la villa cayó en desuso y quedó parcialmente en ruinas. En el siglo xvi, el cardenal Hipólito II de Este hizo que gran parte de los mármoles y estatuas de la villa se trasladara para decorar su propia residencia (Villa de Este) ubicada en las cercanías. Entre las estatuas que había aquí se citan una copia del Discóbolo de Mirón, las ocho musas de Cristina de Suecia (Museo del Prado) y posiblemente la Diana de Versalles (Museo del Louvre). Estructura y arquitectura. La Villa Adriana era un complejo de más de 30 edificios en una extensión de al menos un kilómetro cuadrado, gran parte de la cual aún está sin excavar. La villa fue el más grande ejemplo romano de un jardín tipo alejandrino, recreando un paisaje sagrado. La Villa es como una pequeña ciudad con palacios, fuentes, varias termas, bibliotecas, teatro, templos, salas para ceremonias oficiales y habitaciones para los cortesanos, los pretorianos y los esclavos. Reunió distintas construcciones que representan diferentes lugares y monumentos del mundo romano. Por ello muestra ecos de diferentes órdenes arquitectónicos, en su mayor parte griegos y egipcios. Adriano, un emperador que viajó mucho, tomó prestados estos diseños, como las cariátides para el Canopo, junto con las estatuas junto a ellos representando al dios egipcio de la fertilidad, Bes. La biografía de Adriano afirma que las zonas de la villa recibieron su nombre de lugares que el emperador vio durante sus viajes. Sólo unos pocos lugares mencionados en la biografía pueden tener un correlato preciso con las ruinas de la actualidad. Una de las partes de la villa más sorprendentes y mejor conservadas son una piscina y una gruta artificial que recibieron el nombre de Canopus («Canopo») y Serapeum, respectivamente. Canopo era una ciudad egipcia donde había un templo (Serapeum) dedicado al dios Serapis. Sin embargo, la arquitectura tiene influencias griegas (lo cual es típico en la arquitectura romana del Alto y Tardío Imperio) como puede verse en las columnas corintias y las copias de famosas estatuas griegas que rodean la piscina. Del agua emergía un cocodrilo esculpido con todo detalle. Una anécdota involucra al Serapeum y su cúpula en forma peculiar. Un destacado arquitecto de la época, Apolodoro de Damasco, despreció los diseños de Adriano, comparando la cúpula del Serapeum con una «calabaza». La cita íntegra es: «Vete y dibuja tus calabazas. No sabes nada de estos asuntos arquitectónicos». Cuando Adriano se convirtió en emperador, Apolodoro sufrió el exilio y más tarde se ordenó su muerte. Una estructura interesante en la villa es el llamado Teatro marítimo. Consiste en un pórtico redondo con una bóveda sostenida por pilares. Dentro del pórtico hay una piscina en forma de anillo con una isla central. En la Antigüedad la isla estaba conectada con el pórtico por dos puentes levadizos. En la isla hay una pequeña villa romana completa, con un atrio, una biblioteca, un triclinium y pequeños baños. Muestra estilo jónico clásico. La zona fue usada probablemente por el emperador como un retiro de la atareada vida cortesana. |
El emperador romano Adriano construyó una lujosa villa en Tívoli: la villa Adriana. Lo hizo de manera que pudiera incluir en ella los nombres más célebres de las provincias y regiones. Por ejemplo, encontramos el Liceo, la Academia, el Pritaneo, el Canopo, la Stoa Pecile o el valle de Tempe. Asimismo, mandó construir incluso un mundo subterráneo. Origen de la villa Adriana La villa palaciega que el emperador Adriano se hizo construir en Tívoli constituye el más espléndido testimonio arquitectónico del lujo y la opulencia de la corte imperial romana. Situada en una ladera, constaba de una soberbia colección de termas, pabellones y estanques sobre un fondo ajardinado. Y es que a pesar de su actual estado ruinoso, da prueba inequívoca del gusto por el lujo y el esplendor de los palacios imperiales de la capital romana. Éstos encabezados por la perdida Mansión de Oro, que hiciera construir Nerón setenta años antes. De los veinte años que duró el reinado de Adriano (117-138), nueve de ellos los pasó viajando desde Gran Bretaña a Egipto y Oriente. Se convirtió así, en el primer emperador romano que visitó la totalidad del Imperio. Poseía un espíritu culto, hablaba griego y latín, había estudiado filosofía y retórica, y tenía un notable talento para la arquitectura. Durante su reinado se llevaron a cabo algunos de los grandes proyectos urbanísticos de Roma. Entre ellos destaca el Panteón de Roma y el impresionante templo de Venus, en la actualidad en ruinas. Además de todos estos edificios de carácter público, se hizo construir en Tívoli (la Tibur de los antiguos), a unos 28 km de Roma, una preciosa villa de recreo de grandes dimensiones. Tívoli había sido desde siempre el lugar elegido por los romanos más acaudalados para construir sus villas donde refugiarse del sofocante calor estival de la capital imperial. No obstante, estas villas no eran simples lugares de recreo y descanso, sino que satisfacían otras funciones no menos importantes. En sus orígenes, la villa campestre nació como el corazón de una finca agrícola. Con el tiempo se convirtió en un centro de ocio (otium), en el que transcurría la parte de la vida en que sus moradores no trabajaban (negotium). Influenciadas por los lujosos palacios del este helenístico, y muy especialmente por el palacio real de los Ptolomeos en Alejandría, las villas romanas y las fincas de los suburbios (horti) fueron incorporando elementos tales como termas, comedores, gimnasios o bibliotecas, así como jardines. Dichos jardines contaban con plantas esculturales y exóticas, dotados de cierta vida salvaje artificial de la mano de animales exóticos y aviarios lujosamente decorados a los que se ponía nombres de lugares lejanos del fabuloso Oriente. Eran muchos los que elegían Tívoli por la belleza del paisaje, así como por la fertilidad del terreno, dispuesto en forma de terrazas y terraplenes. Los elementos acuáticos desempeñaban un papel fundamental en el diseño de las villas, ya fuese por la existencia de un río en el lugar o por la construcción de canales artificiales. Los estanques proporcionaban peces a las mesas de sus habitantes, el acueducto suministraba agua a las termas y las fuentes refrescaban el ambiente y alegraban el espíritu con el murmullo del agua. Características de la villa de Adriano. La villa que se hizo construir Adriano se inscribía plenamente en esta arraigada tradición arquitectónica de origen oriental, si bien con unas dimensiones y peculiaridades muy concretas. Dado el carácter relativo del otium del emperador, hubo que contemplar la necesidad de dar cabida a la corte, que inevitablemente iba siempre con él. Sabemos que el mismo Adriano supervisó las obras de la villa gracias a varias copias que nos han llegado de una carta que envió desde Tívoli hacia el año 125. Según cálculos recientes, se cree que la extensión total de la villa debía de rondar las 120 hectáreas. Esto es, el doble de la superficie de poblaciones tan importantes como Pompeya u Ostia. De hecho, en cierto sentido venía a ser como una ciudad, con sus templos, termas, teatro y almacenes. Aunque eso sí, sin el caos de los edificios residenciales y administrativos de la gran urbe. En definitiva, todo estaba diseñado siguiendo estrictamente los deseos del emperador. Hasta la fecha tan sólo se ha excavado la mitad del yacimiento, por lo que todavía es aventurado establecer las relaciones que existían entre los diferentes edificios. Se sabe, sin embargo, que se tuvo en todo momento muy en cuenta el potencial del lugar. Se aprovechaban, por ejemplo, los desniveles del terreno para unir visualmente edificios separados físicamente entre sí. En algunos casos, dicha separación física es más aparente que real, ya que en el fondo toda la villa estaba unida entre sí por medio de innumerables pasillos y túneles subterráneos. Muchos de los edificios que se han conservado se han bautizado con los nombres de los lugares más célebres de la antigüedad. Tales nombres eran de lo más habituales por aquel entonces, así que no hay que ver en ellos ningún exceso de imaginación. De hecho, dado el apego que sintió Adriano por las ciudades de la región oriental del Imperio, no era de extrañar que pusiera a uno de sus jardines el nombre de la archiconocida Academia de Platón en Atenas. Al fin y al cabo, incluso Cicerón, el célebre orador de tiempos de la República, tuvo una Academia en una de sus villas. Así, mientras que la Academia, el Liceo, el Pecile y el Pritaneo tenían un innegable sabor ateniense, el Canopo homenajeaba a otra de las ciudades predilectas de Adriano, Alejandría y su famoso canal. En realidad, el agua es uno de los motivos más recurrentes de la villa. La ubicación escogida por el emperador permitía abastecerla con el agua de los principales acueductos romanos. Éstos hacían llegar el agua a Roma, procedentes del curso alto del Amo que, por su peculiar orografía, hacía innecesario el empleo de mecanismos que elevasen el agua. Ésta venía desde el sudeste y se canalizaba a través de una compleja red de cañerías y cisternas. Cada sección de edificios tenía su propio elemento arquitectónico acuático, unos cien en total, desde el enorme estanque del Pecile a las termas menores. Un ejemplo perfecto del enorme grado de sofisticación alcanzado lo tenemos en el Serapeo. Era, una especie de comedor de planta semicircular rodeado de agua sobre el que los comensales se podían inclinar con unos bancos en forma de “C» (stibadium) bajo un baldaquín abovedado. Delante de los comensales había un canal que hacía las veces de mesa. Allí, se depositaban unos platos que flotaban, y más allá había un estanque de pequeñas dimensiones que daba al Canopo, o canal principal. El agua procedía de un repecho situado detrás de la bóveda, lo que permitía crear todo tipo de cascadas y fuentes por doquier. Detrás de los comensales había una gruta que subía hasta el techo y de la que manaba agua. Con ello, todo el conjunto adquiría un efecto de indudable vistosidad. Arquitectura de la villa de Adriano Uno de los elementos más característicos de la villa de Adriano es la gran cantidad de salas y pabellones de planta circular. Desde los relativamente sencillos espacios circulares o semicirculares del Serapeo a los más complejos de la “villa” o el pabellón principal de la “Plaza del Oro”. Muchos de estos recintos llevaban por techo complejas bóvedas de hormigón divididas en secciones cóncavas. Y, decoradas con mosaicos de cristal para que reflejaran la luz y el agua. En algunos casos, el diseño del conjunto lleva a su máxima expresión la indudable capacidad creativa y técnica de los arquitectos romanos a la hora de cubrir dichos espacios con hormigón. Tal como se puede apreciar en las termas menores, impresionantes todavía hoy en día. Ciertos indicios llevan a pensar que Adriano no se inspiró tanto en unas calabazas a la hora de diseñar su villa, tal como cuentan algunas fuentes de la época, sino en las tiendas de las cortes persas y helenísticas. Las delgadísimas columnas que decoraban en un principio los ángulos interiores del vestíbulo de la «Plaza del Oro» venían a ser como réplicas de los postes que aguantaban la tela de las tiendas (hormigón en este caso), yendo pues más allá de su función decorativa original. No se ha conservado la decoración de la bóveda del vestíbulo. Lo más probable, es que estuviera recubierta de un mosaico de cristal para así realzar esta impresión de ligereza. Cabe imaginar que los motivos decorativos y cromáticos del mismo estuvieran inspirados directamente en las telas de seda procedentes de Próximo Oriente que se utilizaban a modo de entoldado en el Coliseo romano durante las ceremonias de gala. Por otro lado, respondiendo así a la larga polémica acerca de si el pabellón principal de la «Plaza del Oro» estaba cubierto y cómo, se tiende a creer que tuvo como techo un armazón temporal de madera recubierto de tela que resguardaba a los comensales del sol en plena canícula. Para crear esa misma sensación de ligereza, se pusieron en práctica otros muchos recursos arquitectónicos. Como tal, el de unos arquitrabes en madera imposibles de conseguir en piedra. Se obtuvieron mediante el empleo de unas barras de hierro que sostenían los arcos de los delgados dinteles de hormigón. Y, que iban sujetos a las columnas por medio de unos bloques en forma de cuña, los canales constituyen lo único que se ha conservado. Este «refuerzo» se disimulaba bajo un recubrimiento de mármol, lo que proporcionaba al conjunto el aspecto típico de los grandes edificios romanos. En definitiva, la villa de Adriano ilustra a la perfección el grado de innovación y modernidad que había alcanzado por aquellas fechas la siempre desafiante arquitectura romana. Tívoli, antigua Tibur, es una ciudad italiana de la provincia de Roma, en la región del Lacio. Se ubica en la margen izquierda del río Aniene (antiguo Anio), al noreste de Roma. Fue una localidad romana de gran belleza por su paisaje agreste, de bosques escalonados y cascadas, lo que le daba un clima más fresco que Roma. Se convirtió en lugar favorito de veraneo en los tiempos del Imperio romano. En ella tuvieron sus villas muchos personajes romanos, entre los que cabe mencionar al emperador Adriano y al poeta Quinto Horacio Flaco. Las modernas obras hidráulicas de captación de agua desecaron muchos de los viejos manantiales y el paisaje del lugar ha variado sensiblemente. |
Los masones españoles. |
HISTORIA Todo sobre los masones españoles: ¿por qué son tan odiados? |
Actualmente sólo hay una observancia histórica y oficial que es el Gran Oriente Español o la Gran Logia de España 23/07/2020 - Una Marianne con un gorro frigio y el colgante donde aparecen dibujados un ojo que todo lo ve y una escuadra entrelazada con un compás preside el principal templo de la francmasonería en Francia. No es coincidencia que los principios de la República y de la organización se repitan: liberté, égalité, fraternité. Tampoco que el autor de la Marsellesa, Rouget de Lisle, perteneció a les Frères Discrets de Charleville. En la sede de la Francmasonería de París, situada en el número 16 de la Rue Cadet, a un lado un museo despliega cientos de objetos de todo tipo –pinturas, banderas, incluso menaje de cocina– que exhiben los símbolos más representativos de la organización, la mayoría relacionados con los oficios y las ciencias: al igual que en la Marianne, la escuadra (cuyo significado es la virtud), el compás (la representación de los límites) y el ojo que todo lo ve (alegoría de la omnipresencia y del Gran Arquitecto del Universo). Al otro lado, se suceden los templos francmasónicos, a los que sólo pueden acceder los miembros de esta organización semisecreta que desde su nacimiento en Inglaterra entre finales del siglo XVII y principios del XVIII –sus orígenes no fueron bien documentados– convive entre el misterio y la polémica. Recientemente, las redes sociales han vuelto a poner de actualidad las supersticiones sobre la masonería y su relación con el poder, con algunos periodistas cercanos a Vox tildando el funeral de Estado por las víctimas del covid como un "fraude masónico-propagandístico". Pero, ¿qué es exactamente la masonería? ¿Y cómo llegó ésta a España? No es una religión. Tampoco una filosofía. Es, más bien, "una forma de socializar propia de la época moderna", regida por un sistema de valores en los que el masón se considera dentro de la logia como "un hermano más, en absoluta igualdad al resto de miembros, con derechos y deberes establecidos estatutaria y constitucionalmente, con derecho a elegir y ser elegido a los cargos". Es, según sus propias palabra, "una Institución universal, ética, filosófica e iniciática, que persigue un ideal realizable fundado sobre la razón, la educación, y el trabajo constante y paciente", que además cree en la existencia de un ser supremo, conocido como el Gran Arquitecto del Universo. Además, han mostrado posturas bastante vanguardistas respecto a temas como los derechos laborales o el aborto–en 1974 ya sentenciaron que "la palabra la tiene la mujer". La mística relaciona sus orígenes con los albañiles constructores de catedrales en la Edad Media, por eso su simbología. En España, la sede de la Gran Logia se encuentra en la calle José Lázaro Galdiano 4, cerca del Santiago Bernabeu, cuya puerta aparece flanqueada por dos columnas con las siglas "G.L.E" grabadas bajo el símbolo de la escuadra y el compás entrelazados. Pero, ¿cómo saltó este culto el Canal de La Mancha? ¿Cómo llegó y se extendió por la Europa continental? "Vector de las luces del siglo XVIII, sostén de las ideas vanguardistas del XIX, el Gran Oriente de Francia a jugado un papel importante en la historia de nuestro país [refiriéndose al vecino, claro]", explica el libro ' Dos siglos y medio de historia del Gran Oriente de Francia' (Éditions Internationales du Patrimoine). "Todavía hoy, las logias son un lugar de intercambio y de reflexión sobre los retos de nuestro tiempo. Acogiendo diversas sensibilidades políticas y filosóficas, el Gran Oriente de Francia hace que hombres y mujeres de buena voluntad se encuentren y trabajen juntos". Porque, el Gran Oriente de Francia es la observancia masónica más antigua de Europa y contaba hace dos años con 53.000 miembros repartidos en más de 1.300 logias. Cuando la masonería llegó a Francia en 1728 lo hizo a través de ingleses inmigrados, que constituyeron las primeras logias fuera del mundo anglosajón. Entonces, la orden estaba limitada a Gran Bretaña y Norteamérica: George Washington, que se unió a la logia de Fredericksburg, en Virginia, en 1752, con apenas veinte años, fue, por ejemplo, una de las primeras grandes figuras de la francmasonería, creando nuevas logias dentro del ejército y posteriormente llegando a jurar su cargo como presidente en una biblia de la logia de St. John de Nueva York. Los primeros años de la masonería en Francia son complejos y oscuros, sin demasiada documentación y sin una estructura clara separada de las ramificaciones inglesas. Un desorden que desaparece en 1799 con la integración obligada por Napoleón de todas las logias francesas en el Gran Oriente, que había sido creada en 1773 por Luis Felipe José de Orleans, duque de Chartres, elegido Gran Maestre. Pero son "la élite administrativa y la burguesía local" el sustrato principal de la masonería después de la Revolución y los principales cargos los ostentará gente del círculo de confianza del primer cónsul, como Luis Bonaparte, los mariscales Massena y Murat o el Canciller del Imperio Jean-Jacques Regis de Cambaceres. Durante estos dos siglos y medio es difícil enumerar todos los artistas, cinetíficos y políticos que han pertenecido a alguna logia dentro del Gran Oriente de Francia: desde Stendhal y Casanova hasta Ignace Joseph Guillotin, médico, diputado e impulsor del uso de la guillotina y el arquitecto y escultor Auguste Bartholdi, padre de la Estatua de la Libertad. Y también Juan Gris, que se inició en la logia de Voltaire de Gran Oriente, y permaneció en activo hasta su muerte. Y, por supuesto, José Bonaparte, que fue nombrado Gran Maestro del Gran Oriente en 1804 y fundador de la Gran Logia Nacional de España en 1809. Queda claro que la historia de la Europa Occidental moderna ha estado íntimamente ligada con la francmasonería. La masonería ya había aparecido en España a principios del siglo XVIII, pero de la misma manera desordenada que en sus primeros pasos franceses: algunos ingleses inmigrados a Madrid fundaron una pequeña ramificación llamada 'La Matritense', adscrita a Inglaterra, pero poco efectiva. La persecución por parte de la Iglesia y la monarquía –en 1751 Fernando VI emitió una Real Cédula que la prohibía– y la precariedad hicieron que las logias primigenias tuviesen una vida corta e irrelevante. No fue hasta la llegada de Bonaparte cuando la masonería realmente se asentó en nuestro país. "Yo tengo para mí que antes de 1809, época en que los franceses establecieron formalmente la masonería, en España ser masón y no ser nada eran una misma cosa. Y no me digan que Carlos III, el conde de Aranda, el de Campomanes y otros célebres personajes eran masones, pues como nunca los he tenido por tontos, presumo que esta afirmación es hija del celo excesivo de aquellos buscadores de prosélitos que, no hallándolos en torno a sí, llevan su banderín de recluta por los campos de la Historia, para echar mano del mismo padre Adán, si le cogen descuidado", escribió Galdós en la cuarta novela de la segunda serie de sus Episodios Nacionales, titulada, precisamente 'El Grande Oriente'. Con la caída de Bonaparte en 1814 y la Restauración, la francmasonería vuelve a la oscuridad de la que, durante algunos años, había conseguido salir y la Inquisición instiga una persecución como nunca antes se había visto: la mayor parte de los afrancesados masones tuvieron que exiliarse del país. Primero, por haberse puesto de parte de un gobierno extranjero. Y segundo, por propugnar la existencia de un dios, el Gran Arquitecto del Universo, que no era del gusto de la Iglesia católica. Por eso, el Gran Oriente Nacional de España tuvo que nacer en el exilio, en Lisboa, en 1834, y toda la actividad intramuros siguió siendo completamente clandestina. Los francmasones tuvieron que esperar más de tres décadas hasta que, en 1968, la revolución Septembrina bajó del trono a Isabel II y la masonería consiguió la legalización. Pero nunca sin controversia y sin luchas de poder entre unas observancias y otras. Como si de un 'sketch' de Monty Python se tratase, las nuevas organizaciones que surgieron, el Gran Oriente de España y el Gran Oriente Nacional de España, anduvieron enfrentados hasta que en 1889 el periodista e historiador Miguel Morayta dio un golpe en la mesa y las unió en la que hoy es heredera de alquel Gran Oriente Francés: el Gran Oriente Español, la única oficial e histórica que sigue hoy operando después del paréntesis durante el Franquismo. Porque, durante la Dictadura, el discurso oficial del régimen echaba pestes de la masonería, tildándola como un nido de rojos dedicados permanenetemente a conspirar contra España. "Aún no sabíamos que Franco, hijo y hermano de masones, había sido rechazo dos veces como aspirante. Una, siendo teniente coronel, en la logia 'Lukus' de Larache", escribió en este mismo diario el periodista Antonio Casado. "Y otra, ya en tiempos de la República, por el veto de su propio padre, Nicolás Franco. Eso explica su odio africano a la masonería y una de sus primeras decisiones como general de todas las fuerzas sublevadas en 1936: 'La francmasonería y otras asociaciones clandestinas son declaradas contrarias a la ley. Todo activista que permanezca en ellas tras la publicación del presente edicto será considerado como reo del crimen de rebelión'. Más conocida es la Ley para la represión de la Masonería y el Comunismo, promulgada en marzo de 1940". Hoy, el Gran Oriente Nacional no se esconde. Su supuesto secretismo es tal que cuentan con una página web en la que informan periódicamente de sus actividades, explican sus diferentes ritos y enumeran los requisitos para convertirse en miembro de la logia abierto a todo el que quiera y que sea "una persona libre", "de buenas costumbres" y "creyentes en un principio superior", es decir, en un Dios, que responde al nombre del Gran Arquitecto del Universo. Los periódicos cubren sus cumbres mundiales (en 2016 se reunieron en Madrid) y los Grandes Maestres posan a cara descubierta y con amplia sonrisa. Muy atrás quedan las persecuciones y el misticismo de una asociación de la que queda poco más misterio que aquel de la leyenda, por mucho que las redes se empeñen en buscar rituales masónicos y códigos secretos hasta debajo de las piedras. |
La Gran Logia de España es la principal obediencia masónica española por lo que se refiere a su número de miembros y logias bajo su jurisdicción. Forma parte de la corriente masónica encabezada por la Gran Logia Unida de Inglaterra y se ajusta a la interpretación que esta Obediencia hace de las leyes, tradiciones, usos y costumbres para definir la regularidad masónica. Esta obediencia entronca con la antigua Gran Logia de Londres que, fundada en 1717, es considerada como la primera obediencia masónica especulativa, a través de su unificación con la Gran Logia denominada "de los antiguos" creada en 1751. Principios reguladores La Gran Logia de España extiende su jurisdicción sobre sus logias en los tres primeros grados de la Masonería (Masonería simbólica), y su ámbito territorial es el del Reino de España. Pretende estar formada por hombres dignos y de sólidos valores éticos y filantrópicos (libre y de buenas costumbres); además de una creencia en un principio superior o causa de todo lo creado, al que se denomina comúnmente como Dios, y que los masones, respetando siempre la libertad del individuo ante cualquier creencia particular, nombran como Gran Arquitecto del Universo. En línea con las demás Obediencias de esta corriente, no admite mujeres en sus filas. Como Orden iniciática Tradicional que busca el perfeccionamiento del ser humano, consiste en la transmisión y enseñanza de un método, el ritual y simbólico, por cuyo conocimiento y asimilación el masón está en condiciones de aplicarlo a sí mismo y a su entorno social. Realiza sus trabajos en presencia de las que considera las Tres Grandes Luces de la Masonería: la escuadra, el compás y el volumen de la Ley Sagrada. Propugna las libertad religiosa y política de sus miembros, no permitiendo la discusión sobre cuestiones políticas o religiosas en Logia ni el posicionamiento institucional sobre estos aspectos. Ritos La Gran Logia de España es una obediencia plurirritual. Las logias adscritas a ella pueden elegir el Rito que desean practicar con la única limitación de realizarlo plenamente y siempre y cuando obtengan autorización para ello del gran maestre de la Gran Logia de España. Los ritos practicados en la actualidad son:
La Gran Logia de España mantiene relaciones con cuerpos masónicos que desarrollan los altos grados de los diferentes ritos. En concreto con el Supremo Consejo del Grado 33 y último para España del Rito Escocés Antiguo y Aceptado afín a esta corriente masónica, el Arco Real, el Gran Capítulo Francés, la Gran Logia de Maestros Masones de Marca, el Gran Priorato Rectificado y la Orden Masónica del Temple, entre otras. Logias provinciales. La Gran Logia de España se divide territorialmente en Grandes Logias Provinciales, que son: GLP de Andalucía, con sede en Fuengirola. GLP de Baleares, con sede en Palma de Mallorca. GLP de Canarias, con sede en Santa Brígida. GLP de Castilla, con sede en Bilbao. GLP de Cataluña, con sede en Barcelona. GLP de Madrid, con sede en Madrid. GLP de Murcia, con sede en Torrevieja. GLP de Valencia, con sede en Jávea. Esbozo histórico. Hasta fechas recientes, la Masonería simbólica española, que se ocupa de los tres primeros grados de aprendiz, compañero y maestro, no ha estado, en general, vinculada a la corriente de regularidad masónica. Sin embargo, a partir de la consagración de la Gran Logia de España en el año 1982, la misma es considerada, a nivel internacional, la única obediencia regular en el Estado español, siendo reconocida como tal por el resto de grandes logias regulares del mundo. De hecho, solo en dos ocasiones ha ocurrido algo así. La primera, en 1728, en los primeros tiempos de la Masonería especulativa, cuando el Duque de Wharton, que había sido Gran Maestro de la Gran Logia de Inglaterra, fundó en Madrid[cita requerida] la logia "Las Tres Flores de Lis" o "Matritense", inscrita en el registro de la Gran Logia de Inglaterra con el número 50. Esta logia estuvo formada solo por ciudadanos británicos residentes en España. La segunda ocasión está relacionada con el Gran Oriente Lusitano Unido. Con la legalización de la Masonería en España en 1868, la obediencia portuguesa llegó a auspiciar una cincuentena de logias en España. En los años 1870, el Gran Oriente Lusitano Unido obtuvo y mantuvo durante unos años el reconocimiento de la Gran Logia Unida de Inglaterra y del resto de las potencias masónicas regulares, de esta corriente, como única obediencia regular para la península ibérica, rompiendo relaciones con el Gran Oriente de Francia, en 1877, a consecuencia de la decisión de esta obediencia francesa de eliminar de sus estatutos la necesidad de la creencia en Dios para sus miembros. Más adelante, sin embargo, el Gran Oriente Español, que fue la obediencia española más importante desde su fundación en 1889 hasta la ilegalización de la Masonería en España en 1937, quedó al margen del reconocimiento de las potencias de esta corriente de regularidad, volviendo a establecer relaciones con la corriente encabezada por el Gran Oriente de Francia. Luis Salat i Gusils puede ser considerado como el impulsor de la implantación de esta corriente de la Masonería regular en España tras el retorno de la democracia. Iniciado en 1935 en la Logia Hermes del Gran Oriente Español, Salat, estando a punto de acabar la Guerra Civil, marcha a Francia siendo internado en un campo habilitado por el gobierno francés para los españoles que huían de la inminente victoria franquista. Después, gracias al amparo de la Masonería, es sacado del campo de concentración y llevado a Burdeos; posteriormente eligió como destino Colombia. Allí conoce a la que fue su esposa Dña. Anzuria Verdú, y ocupó diversos cargos en la Gran Logia de Colombia, entre ellos el de Gran Secretario, lo que le permitió establecer contactos masónicos en toda América, Venezuela, Colombia y México. Colaboró con el gobierno de Estados Unidos en el esfuerzo bélico contra el nazismo durante la II Guerra Mundial, organizando el suministro de caucho desde Manaos (Brasil). A finales de los sesenta, Salat entró en contacto con J. Roux, dirigente de la Gran Logia Nacional Francesa. La Gran Logia Unida de Inglaterra manifestó su respaldo a la iniciativa de que la Gran Logia Nacional Francesa abriera logias en Occitania compuestas por españoles. A finales de los setenta, al contrario que otros miembros del antiguo Gran Oriente Español (GOE), Salat cree que la solución de la Masonería en España pasa por comenzar de nuevo. La costumbre en Masonería, aconseja que cuando en un país no existe masonería o esta ha sido abolida, el país limítrofe se encarga de reinstalarla. Como en Portugal no existía la Orden (el dictador Salazar, como otros tantos dictadores, la persiguió), la Masonería Francesa creó las dos primeras logias con españoles en Perpiñán: San Juan de Catalunya nº208, el 14 de marzo de 1977 y San Jordi nº227, el 15 de octubre de 1978; liderada esta labor por el estadounidense Nat Granstee y el francés Jean Crozet. En Barcelona y existía la logia Perseverança dirigida por Lusi Salat, que no dependía de ninguna obediencia y en una ceremonia celebrada en Tolosa, sede de la Gran Logia Provincial de Ocitania, esa logia pasó a ser la n.º 246 de la G.L.N.F. el 10 de octubre de 1979. El 18 de octubre de 1980, tras la sentencia del Tribunal Supremo número 47.103 de 3 de julio de 1979 que, a instancias del Grande Oriente Español, obliga al gobierno a inscribirle como una Asociación legal en los Registros del Ministerio del Interior, legalizando con tal sentencia la Masonería en España, la Gran Logia de España obtuvo su inscripción en el Registro Nacional de Asociaciones del Ministerio del Interior. El 16 de junio de 1980, fue consagrada la Gran Logia de Distrito de España. Por las mismas fechas, el Grande Oriente Español Unido, formado a partir de un grupo de masones españoles vinculados al Grande Oriente Español exiliado en México y presidido por Francisco Espinar Lafuente, establece las bases para su integración en la Gran Logia de Distrito de España, lo que se realiza con la autorización previa del Gran Maestro de la Gran Logia Nacional Francesa. El 17 de junio de 1982, se solicitó al Gran Maestro de la Gran Logia Nacional Francesa la constitución de la Gran Logia de España. y Jean Mons, el 2 de julio de 1982, creó la Gran Logia de España, de la que fue primer Gran Maestro, hasta su fallecimiento en 1996, Luis Salat i Gusils. Y así mismo, Jean Mons, transfirió las diez Logias españolas a la jurisdicción de la Gran Logia de España. La Gran Logia de España fue definitivamente formalizada (consagrada), en Madrid, en el acto (ceremonia) dirigida por Jean Mons, el 6 de noviembre de 1982, celebrando su primera Gran Tenida (Gran Reunión masónica) anual el 19 de marzo de 1983. A partir de su consagración, la Gran Logia de España fue reconocida por las Grandes Logias Regulares del mundo entero, siéndolo por la Gran Logia Unida de Inglaterra el 16 de septiembre de 1987. El 31 de marzo de 2001 se unieron el Grande Oriente Español y la Gran Logia de España, formando una única Obediencia Masónica. El Gran Oriente Español, que mantenía algunos miembros en su registro, se incorpora de esta forma a la Gran Logia de España, uniéndose, de este modo, la línea tradicional de la Masonería española a la línea de regularidad de la corriente internacional de la Gran Logia Unida de Inglaterra En la actualidad la Gran Logia de España es reconocida en fraternales relaciones con la práctica totalidad de las Grandes Logias Regulares del Mundo y mantiene relaciones con 155 Grandes Logias, la práctica totalidad de las Grandes Logias Regulares, siendo, además, miembro de pleno derecho de la Confederación Masónica Interamericana. En la actualidad cuenta con 170 Logias distribuidas por todo el territorio nacional y su sede está fijada en Barcelona. Territorialmente la Gran Logia de España se organiza en Grandes Logias Provinciales, con funciones sobre todo administrativas delegadas del Gran Maestro y de la Gran Logia de España, y cuya función principal es prestar servicios a las logias de la circunscripción y servir de nexo de unión entre ellas. (Art.- 1 del Reglamento II.). La Gran Logia de España en el territorio de su jurisdicción, además de con el Supremo Consejo del Grado 33 y Último del Rito Escocés Antiguo y Aceptado para España, fundado en 1811, mantiene relaciones fraternales con las siguientes Potencias Masónicas y Cuerpos Colaterales: Supremo Gran Capítulo de los Masones del Arco Real para España; Gran Priorato de las Órdenes Unidas, Religiosas, Militares y Masónicas del Temple, de San Juan de Jerusalén, Palestina, Rodas y Malta; Gran Priorato Rectificado de España; Gran Logia de Maestros Masones de Marca de Inglaterra, Gales y de sus Distritos y Logias de Ultramar; Consejo Gran Maestral del Arca Real de la Gran Logia de Maestros Masones de Marca de Inglaterra, Gales y de sus Distritos y Logias de Ultramar; Gran Cónclave de la Orden del Monitor Secreto o Fraternidad de David y Jonathan en las islas británicas y sus Territorios de Ultramar; Gran Consejo de los Grados Masónicos Aliados de Inglaterra, Gales y de sus territorios de Ultramar; Gran Capítulo Francés; Gran Consejo de la Orden de Maestros Reales y Selectos de Inglaterra, Gales y sus Distritos y Consejos de Ultramar; La Sociedad de Masones Libres, Canteros, Mamposteros, Pizarreros, Soladores, Yeseros y Albañiles – Operativos. |
La masonería española en el exilio. Relaciones con las potencias mexicanas (1939-1953) |
José-Ignacio Cruz-Orozco 1 1 Universidad de Valencia, España. Resumen La masonería española sufrió un duro exilio al finalizar la Guerra Civil. Más de un millar de masones se vieron obligados a salir del país. y un grupo destacado pudo reconstruir sus estructuras básicas en México. Las relaciones entre las potencias de ese país y las españolas estuvieron presididas, por lo que se ha podido documentar, por el acuerdo y la solidaridad. Las americanas concedieron decretos de asilo a las españolas y apoyaron en sus reivindicaciones contra el régimen franquista. En correspondencia, las españolas expresaron repetidamente su agradecimiento a las mexicanas, en especial a la Gran Logia Valle de México. Introducción. La masonería española posee una amplia trayectoria histórica. Los momentos iniciales han sido situados en los primeros años del siglo XIX. Desde esas fechas, con lapsos de inactividad —en especial en las primeras décadas de aquel siglo, y con altibajos— la masonería ha sido una constante en la realidad social española. Con una destacada salvedad la cual va a ser objeto de estudio en este trabajo. Durante el período de la dictadura franquista, entre 1939 y 1975, las autoridades implantaron una férrea política antimasónica y persiguieron cualquier actividad de sus afiliados imposibilitando su normal desarrollo. Ahora bien, durante esos años los masones españoles no permanecieron inactivos. Algunos de ellos ante la total imposibilidad de celebrar tenidas y reuniones en su tierra natal, las llevaron a cabo en el amplio territorio donde se asentó el exilio republicano de 1939, especialmente en México. El país estaba presidido en aquellas fechas por el general Lázaro Cárdenas, el cual realizó una generosa oferta para acoger a los republicanos españoles, enmarcada en la amplia política reformista que estaba llevando a cabo. Sus palabras no quedaron en el aire, sino que se transformaron en hechos y al poco tiempo de la finalización de la Guerra Civil arribaron grupos de españoles, los cuales fueron denominados por el común de los mexicanos como ''los refugiados''. En total se asentaron allí cerca de 20 mil, una cantidad destacada. México fue el país del continente americano que acogió al mayor número de ellos, y si ampliamos la perspectiva, tras Francia, fue la nación en la que se asentó el colectivo más numeroso. Todo ello propició que el exilio republicano español de 1939 llevara a cabo en aquella nación un buen número de iniciativas, bastantes de ellas muy destacadas 1 (1) (4). El apoyo de Cárdenas a los refugiados españoles no tuvo un carácter puntual, sino que fue ratificado por la totalidad de los presidentes que le siguieron. De hecho, México no inició el proceso para reanudar las relaciones diplomáticas formales con el estado español hasta finales de marzo de 1977, cuando los preparativos para realizar las primeras elecciones democráticas en nuestro país desde el final de la Guerra Civil, hacía casi cuatro décadas, estaban bastantes avanzadas. Apoyo político tan decidido no tuvo parangón en el resto de naciones, ni siquiera entre el pequeño grupo que apoyó con más intensidad la causa de los republicanos. En consecuencia, permitió, entre otros aspectos, que los refugiados crearan una tupida red societaria y que elementos destacados del universo político, social, cultural, e incluso pedagógico de la segunda república española, perviviera en aquellos lugares a miles de kilómetros del lugar en donde se originaron 2 (2) (3). Dentro de las entidades creadas y recreadas por los exiliados en tierras aztecas debemos situar las obediencias masónicas. En ellas se centra la presente investigación. En primer lugar contextualizaremos la conformación del exilio en los primeros meses de 1939, cuando la guerra se encaminaba hacia su trágico final. Seguiremos analizando cómo se organizó la masonería en esos primeros momentos en Francia y el traslado de buen número de masones a México. Por último, estudiaremos cómo se llevó a cabo la instalación en la nueva sociedad de acogida. En este apartado, prestaremos especial atención a cómo se reorganizaron y a las relaciones que establecieron con las obediencias del país que les acogió. Desde la perspectiva cronológica, hemos situado el punto inicial en el año 1939, en los momentos de la conclusión de la guerra y el inicio del exilio definitivo de la República. El punto de cierre lo hemos situado en 1953, cuando la condena de las democracias al franquismo se desdibujó por completo al firmarse los Pactos de Madrid, entre los Estados Unidos y el régimen presidido por el general Franco, lo que supuso un firme apoyo para éste y un serio revés para los exiliados. En cuanto a la cuestión metodológica, queremos señalar que para realizar esta investigación hubiera sido nuestro deseo haber manejado un mayor número de documentos procedentes de fuentes primarias. Lamentablemente importantes obstáculos lo han impedido. La pandemia y las medidas para combatirla han hecho muy complicado, imposible durante meses, el acceso a los archivos y centros de documentación. Hemos constatado en repetidas ocasiones el bloqueo para la consulta de la documentación histórica custodiada en ciertas instituciones mexicanas. Además de contar con escasas fuentes, su distribución resulta muy desigual. Contamos con bastantes referencias sobre el Gran Oriente Español (en adelante GOE), la potencia mayoritaria, pero apenas disponemos de noticias de la Gran Logia Española (en adelante GLE), la otra potencia española que se asentó en México, y también resultan escasas las procedentes de los organismos de los grados filosóficos. Por todas esas razones, las reflexiones y conclusiones que aquí planteamos, a buen seguro, deberán ser objeto de matizaciones, puntualizaciones, ampliaciones y rectificaciones, conforme se pueda consultar y estudiar nueva documentación. Esperemos que esta revisión se pueda llevar a cabo dentro de poco tiempo. El exilio de 1939 En los primeros meses de 1939, la situación de las fuerzas que apoyaban al gobierno de la Segunda República española se fue tornando cada vez más complicada. Tras más de dos años y medio de guerra, las tropas que mandaba el general Franco realizaron importantes avances en Cataluña. El 26 de enero ocuparon Barcelona, el 6 de febrero caía Girona y unos pocos días después, el 10, las tropas sublevadas dominaban toda la raya pirenaica que marcaba la frontera con Francia. La acometida nacionalista supuso un revés importante para las fuerzas gubernamentales y el éxodo de numerosos republicanos. Para muchos de ellos se trató de la primera etapa, del inicio de un exilio que se tornó en definitivo. Los especialistas cifran la cantidad total de españoles que se vieron forzados a abandonar sus hogares en algo más de medio millón de personas, sumando a la retirada de Cataluña todas las producidas a lo largo de los casi tres años que duró la Guerra Civil. Debe precisarse que esas fueron las cifras iniciales. El gobierno francés propició las repatriaciones, por lo cual la cantidad primera se redujo a 200.000 personas. Esas son las cifras aproximadas, pero no tan precisas, que de acuerdo con las estimaciones de los especialistas conformaron el exilio republicano español de 1939 3. La gran mayoría de ellos, tras pasar la frontera, fueron confinados por las autoridades francesas en campos de internamiento ubicados en localidades de los departamentos del sureste francés próximos a la frontera: Argelès-sur-Mer; Le Barcarès; Saint Cyprien; Vernet les Bains, etcétera. Los de mayor capacidad se ubicaron en zonas de playa que no contaban con ninguna infraestructura. Los españoles tuvieron que construirlos ellos mismos las barracas de madera para alojarse en medio de la arena y las condiciones de vida en los campos fueron difíciles, especialmente en los primeros momentos 4 (6). El horizonte para los exiliados, ya complicado de por sí, se ennegreció aún más cuando el 1 de abril finalizó la guerra con la derrota de las fuerzas republicanas y la instauración de la dictadura franquista en todo el territorio nacional. A lo que debe sumarse el inicio de la Segunda Guerra Mundial cinco meses después 5 (5) . Ante tal coyuntura, fue preocupante para todos los republicanos españoles, una de las principales líneas de actuación de los dirigentes exiliados y las estructuras que se mantenían en activo consistió en facilitar el traslado del mayor número posible de ellos al otro lado del Atlántico, buscando lugares de acogida más seguros en los países del continente americano 6. De ese modo, desde casi el mismo momento del final de la Guerra Civil a principios de abril, varias decenas de miles de españoles fueron recalando en las repúblicas americanas, ya fuera en pequeños grupos o integrados en expediciones colectivas. Aunque el último embarque grupal llegó a tierras mexicanas en octubre de 1942, la vía hacia el exilio continuó abierta durante mucho tiempo y se han documentado casos de españoles que se asentaron en la otra orilla del Atlántico huyendo de la represión franquista bastantes años después, bien avanzada la década de 1950. En Francia El amplio colectivo que conformaban los exiliados estuvo formado por parte de los dirigentes y los cuadros de las organizaciones políticas y sindicales que habían apoyado al gobierno de la República. Desde nuestro punto de vista debe añadirse un matiz destacado. Algunos de ellos sumaban a las identidades políticas y públicas, la masónica. A todos no les faltaron razones para abandonar sus hogares y sumarse al exilio. Pero, los que eran masones, al temer las represalias por su actuación con más o menos destacada a favor de República, se sumaba el grave estigma de haber formado parte del cuadro lógico de un taller masónico. Debemos insistir otra vez en ello. Una de las características principales del régimen franquista como sistema totalitario fue la represión de todo aquel que discrepara de su ideario político, en el cual las fórmulas antiliberales y los discursos ultraconservadores ocupaban posiciones privilegiadas. Dentro de ese enfoque, el pensamiento contubernista y el discurso antimasónico ocuparon lugares especialmente destacados y los masones fueron perseguidos con singular perseverancia desde los primeros momentos de la sublevación en julio de 1936 7 (8). Un buen ejemplo de la plasmación práctica de esos elementos fue la promulgación de la Ley sobre la Represión de la Masonería y el Comunismo el 1 de marzo de 1940. En su artículo 12 estableció la creación del Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo. En consecuencia, el nuevo estado se dotaba de una norma y un órgano judicial específicos para combatir a los que consideraba sus principales enemigos: la masonería y el comunismo. Aunque la persecución del franquismo fue inmisericorde con todos sus enemigos y oponentes en su conjunto, especialmente en los primeros años, ningún otro grupo ni organización, política, sindical, social o cultural fue objeto de iniciativas similares 8 (9) . Ante tal panorama, resulta comprensible que todos los masones españoles a los que se les presentó la posibilidad, optaron por sumarse a las filas del exilio, muchos de ellos acompañados de sus familiares. Como puede colegirse de lo señalado hasta el momento, la masonería española y los masones que en los primeros meses de 1939 se encontraban en suelo francés pasaron momentos difíciles. En este aspecto apenas se diferenciaban de la inmensa mayoría, por no decir la totalidad, de los exiliados. Aunque en esos momentos la mano solidaria de los masones franceses intentó aliviar algo sus múltiples necesidades. Las distintas obediencias galas, ante el grave problema originado por la llegada de los refugiados constituyeron un Comité de Ayuda a los Refugiados Españoles, el cual, aunque no estuvo destinado en exclusiva a socorrer a los masones, encauzó para ellos parte de las iniciativas. Entre las más destacadas debe mencionarse la creación de media docena de albergues en localidades del Mediodía, para que se refugiaran ellos y sus familias, además de atender en la medida de sus posibilidades otras muchas necesidades perentorias 9 (7) (10). Un elemento de especial interés que se produjo en aquellas fechas fue la creación por parte de las potencias españolas de un organismo de coordinación unitario. El mayoritario Gran Oriente Español y la Gran Logia de España, que contaba con menor implantación, superando sus históricas desavenencias mantenidas durante largos años, organizaron la Comisión Representativa de la Familia Masónica Española. La entidad se organizó de un modo paritario, comenzando por una presidencia compartida entre los grandes maestres, Lucio Martínez Gil del GOE y José Fernández Armengol de la GLE. Como parte principal de la infraestructura para realizar su actividad, contó con un par de oficinas abiertas en París, en las calles Puteaux, 8 y Cadet, 16, gracias a la solidaridad de la Gran Logia de Francia y el Gran Oriente de Francia respectivamente, aunque existieron dependencias en otros lugares10. El cometido principal de la Comisión, consistió en canalizar la ayuda proporcionada por el Comité francés entre los aproximadamente mil 200 hermanos españoles exiliados, la mitad de los cuales se encontraban en aquellos momentos internados en algunos de los campos de internamiento citados con anterioridad. Hemos mencionado aspectos cuantitativos, debemos completarlos señalando que según la documentación manejada por la comisión española, los citados masones estaban acompañados por algunos familiares. En conjunto sumaban unas tres mil 500 personas, las cuales conformaban en esas fechas de la primavera de 1939, en medio de la vorágine del exilio, el grupo identificado bajo el epígrafe de ''masónico''. Resulta de interés insistir en este aspecto. Dentro del amplio abanico de identidades políticas que pueden identificarse en el exilio republicano español de 1939 —republicana, socialista, comunista, libertaria, negrinista, prietista, subdividida bastantes de ellas en corrientes diversas— la identidad masónica consiguió mantenerse. Pese a las múltiples urgencias del momento y a las graves preocupaciones que los atenazaban, podemos identificar entre los 200 mil exiliados que constituyeron el exilio definitivo a esos mil 200 masones, que llegaban hasta los tres mil 500 si les sumamos los familiares. La masonería española no desapareció con la persecución franquista, ni quedó diluida en la pesadilla de los campos instalados en las playas del sur de Francia. Con mucho esfuerzo y con la contribución solidaria de otros hermanos masones, especialmente de los franceses, consiguió recomponer sus filas y seguir adelante pese a los destacados obstáculos que tuvo que superar 11. La iniciativa unitaria que supuso la Comisión Representativa de la Familia Masónica Española tuvo un recorrido muy concreto, centrado en el corto plazo. La posibilidad de que fuera aprovechada por los responsables para superar divisiones y consolidar un proyecto que a medio o largo plazo permitiera acercar posiciones o mantenerla, al menos como una estructura de colaboración, pensamos que ni siquiera fue planteada. Su trayectoria no fue muy larga en el tiempo. Se constituyó en mayo de 1939 y por los datos localizados solo permaneció activa unos meses, en los primeros momentos del exilio, sin duda los de mayores urgencias. Cuando los dirigentes masónicos comenzaron a trasladarse e instalarse en tierras mexicanas, la masonería española volvió a su sempiterna división y las ideas en pro de la unificación quedaron arrinconadas. |
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