—¿Por qué lees tanto? —(…) Mi mejor arma está en el cerebro. Mi hermano tiene su espada; el rey Robert tiene su maza, y yo tengo mi mente… Pero una mente necesita de los libros, igual que una espada de una piedra de amolar, para conservar el filo. —(…)—. Por eso leo tanto, Jon Snow.

TYRION LANNISTER.

domingo, 30 de septiembre de 2012

143.-Ancestros de Felipe VI de España: Cosme I de Medici.

  
Cosme I de Medici.


  
Aldo  Ahumada Chu Han 


Cosimo I de' Medici, llamado Cosme I de Medici o de Médicis; Florencia, 1519 - id., 1574; Duque de Florencia (1537-1574) y gran duque de Toscana (1569-1574), miembro de una rama colateral de los Médicis.

Los Médicis, que habían perdido el control de Florencia entre 1494 y 1512, lo volvieron a perder en 1527 al proclamarse la República, pero lo recuperaron en 1530 gracias al apoyo del emperador Carlos V. Sucesor de Alejandro de Médicis, que murió asesinado en 1537, Cosme I gobernó por medio del terror e impidió el retorno de los exiliados republicanos (familia Strozzi).
En el interior, Cosme I de Médicis fortaleció su poder a base de debilitar las instituciones parlamentarias tradicionales; en el exterior, dotó a Florencia de su máxima extensión territorial: en 1555 se anexionó Siena y desde 1569 dominó el conjunto de la Toscana. Ese mismo año el papa Pío V refrendó su poder coronándolo gran duque de Toscana. En 1574 cedió el poder a su hijo Francisco, que se proclamaría vasallo del rey de España.

La organización del estado

Aunque Cosme ejerció el poder en forma despótica, la administración que configuró en Toscana fue un estado que resistió el paso del tiempo. Despojó de sus facultades a la mayor parte de las más importantes familias florentinas, de cuyos componentes desconfiaba y en cambio reclutó funcionarios de origen humilde. Dividió jurídica y administrativamente el territorio en "Estado antiguo" (Florencia y su territorio) y "Estado nuevo" (Siena), manteniendo las dos zonas separadas. Renovó la administración de justicia, promulgando un nuevo código penal y propiciando la eficiencia de los magistrados y la policía. Sus cárceles eran las más temidas de Italia.
Trasladó su residencia del Palazzo Medici -hoy Palazzo Medici Riccardi- al Palazzo Vecchio, de modo que cada florentino tuviera bien claro que el poder estaba totalmente en sus manos. Años más tarde se mudó al Palazzo Pitti, edificio que fue comprado por su esposa Leonor Álvarez de Toledo, en 1549, a Buonaccorso Pitti, descendiente de Luca.
Introdujo y financió la fabricación de alfombras. Construyó calles, alcantarillados, puertos. Dotó a las ciudades toscanas de fortalezas. Reforzó el ejército; instituyó en 1561 la Orden Militar de San Esteban y modernizó la flota florentina, que participó en la Batalla de Lepanto. Promovió las actividades económicas, incluidas nuevas industrias y la recuperación de labores antiguas (como la extracción de mármol en Seravezza). El continuo aumento de los impuestos, a pesar del incremento del comercio, causó descontento popular que se incrementó con sus sucesores. Fue sin embargo, muy pródigo como mecenas.
Fomentó el estudio de la Alquimia y de ciencias esotéricas, pasión heredada de su abuela Caterina Sforza.

Gran duque de Toscana.



Cosme no se resignó a ser un vasallo del emperador Carlos V y buscó mayor independencia política. Solicitó del papa Paulo IV el título de rey o archiduque, pero fue en vano. Finalmente, en 1569, después de muchos favores a cambio, Pío V emitió una Bula que creó el Gran Ducado de Toscana, que en lo sucesivo sería coronado por el papa en Roma. Por considerar que el derecho a establecer un Gran Ducado estaba reservado al emperador, España y Austria se negaron a reconocerlo, mientras Francia e Inglaterra aguardaron, para reconocerlo finalmente; con el paso del tiempo, todos los estados europeos acabaron por reconocerlo.

Mecenas y las artes

Cosme de Médici fue un gran mecenas. Entre las obras que promovió Cosme se recuerda especialmente los Uffizi, originariamente destinado a oficinas del estado y actualmente uno de los más importantes museos del mundo. Culminó la construcción del Palazzo Pitti, que se convirtió en la residencia oficial de los Medici; creó los maravillosos Jardines de Boboli, cerca de la residencia del Gran Duque. Comunicó su nueva residencia con el Palacio Vecchio a través del Corredor de Vasari. Financió a muchos artistas, como Giorgio Vasari, Agnolo Bronzino y Benvenuto Cellini. Coleccionó numerosos objetos etruscos, chiusini y de otras culturas antiguas.

Una gran estatua ecuestre de Cosme I, erigida en Giambologna, se encuentra ahora en la Plaza de la Señoría, en Florencia.


  
Consortes


 
Leonor Álvarez de Toledo y Osorio


  
En este cuadro Bronzinio resalta la riqueza de la indumentaria de la duquesa, así como su postura cariñosa con su hijo. Leonor tiene una mirada firme, segura, pero al mismo tiempo abraza y apoya, relajada, su mano derecha sobre un hombro de su hijo Juan mientras este, a su vez, apoya su mano izquierda sobre las faldas del elegante vestido de su madre.

Leonor de Toledo conocida también como Leonor Álvarez de Toledo​ o Eleonora Álvarez de Toledo​ (Alba de Tormes, Salamanca, 1522 - Pisa, 17 de diciembre de 1562) fue una aristócrata española y duquesa consorte de Florencia por ser la esposa de Cosme I de Médici desde 1539 hasta su fallecimiento.



Con este cariñoso apodo fue conocida y recordada una española en la fastuosa corte de los Médici. Leonor de Toledo llegó a Florencia por razones de estado pero pronto se ganó la estima de su marido y de su pueblo. Fue madre de once hijos y una de las más importantes mecenas del renacimiento tardío.

Una española en Nápoles

Leonor Álvarez de Toledo y Pimentel-Osorio nació en la localidad salmantina de Alba de Tormes hacia 1522. Leonor venía de alta cuna. Sus padres eran Pedro Álvarez de Toledo y Zúñiga, virrey de Nápoles y Juana Osorio y Pimentel, II marquesa de Villafranca. Era además, nieta del segundo duque de Alba, don Fadrique Alvarez de Toledo y Enríquez.
La joven aristócrata pasó muy poco tiempo en España. Con diez años, Leonor y toda su familia se trasladó a vivir a Nápoles donde su padre debía de tomar el título de virrey, cargo asignado por el emperador Carlos V.
Desde su infancia Leonor de Toledo , recibió una educación especial para ser alguien más que la protagonista de sus sueños. Estos y los de sus padres se cumplieron con creces según narran los acontecimientos de su propia historia.

Una española en Florencia

Cuando Leonor se convirtió en una bella joven de 17 años, su padre y el emperador vieron en ella la candidata perfecta para casarla con Cosme I de Médici, algo que al duque también le beneficiaba. Así, en 1539, se casó con la joven española en la basílica de San Lorenzo de Florencia. Leonor aportó al matrimonio una importante herencia así como una alianza estratégica con el virrey de Nápoles y el emperador.
Esta boda se celebró en la Basílica de San Lorenzo de Florencia. Leonor aportó a este matrimonio su belleza, su cultura, su amor por las artes, una importante dote, así como una alianza estratégica entre el duque Cosme I de Médici con el virrey de Nápoles y el Emperador Carlos V.
Este fue otro, entre muchos, matrimonios de conveniencia por razones de Estado, pero las crónicas de la época cuentan que ambos cónyuges se enamoraron pronto uno del otro y que Leonor supo templar el fuerte temperamento de su esposo. Tuvieron 11 hijos , dando continuidad a este linaje.

Un matrimonio de amor y arte

A pesar de haber sido un enlace concertado, la pareja vivió enamorada. Tuvieron once hijos, de los cuales cuatro murieron aun en vida de sus padres, llenando de tristeza a Leonor.
La nueva duquesa, una mujer culta y amante del arte, dedicó parte de su vida y su fortuna a llenar Florencia de arte. En 1547 fundó la Academia Literaria Deglo Elevatti y dos años después adquiría el Palacio Pitti, que con el tiempo aglutinaría un número importantísimo de obras de arte.
Además, Leonor ejerció un importante papel como mecenas de algunos artistas como Pontormo o Bronzino, quien la inmortalizó en varias ocasiones, siendo el retrato con su hijo Juan uno de los más conocidos.

La muerte de la madre

Leonor fue una mujer prolífica que dio a la dinastía de los Médici grandes nombres como sus dos hijos duques de Toscana, Francisco y Fernando. Sería también la abuela de la futura reina de Francia, María de Médicis.
Leonor amó y cuidó a sus hijos. Muchos de ellos fueron víctimas de la malaria y la tuberculosis. Una de estas dos enfermedades, no se sabe exactamente cual, fue también la causa de la desaparición de la gran duquesa. Tenía 40 años cuando moría en Pisa el 17 de diciembre de 1562. Poco antes había visto morir a sus amados hijos Juan, García y Lucrecia.
Cosme I de Médici lloró sinceramente la muerte de su esposa.

Personalidad

Los relatos contemporáneos de Leonor, desmienten la apariencia formal que presenta en muchos de sus retratos. En su vida privada le encantaba jugar, y era una viajera dedicada, moviéndose sin cesar de palacio a palacio. 
Empleaba continuamente a 10 tejedores de oro y plata para trabajar en sus vestidos, y se dice que pudo haber utilizado su espléndida ropa para disfrazar su apariencia defectuosa; estudios forenses del siglo XXI realizados sobre sus restos, han revelado una enorme deficiencia de calcio en sus huesos (una de las consecuencias de embarazos demasiado numerosos y seguidos) que debió haberle causado una enorme cantidad de problemas de salud, y dolor dental.

Mecenas

En 1547 fundó la Academia Literaria Deglo Elevatti. Fue una importante mecenas de algunos artistas como Pontormo ó Bronzino. Este último la pintó en una de sus obras más conocidas, el retrato de Leonor con su hijo Juan. Inquieta con el arte, también lo fue con la prosperidad de su familia interesándose por la mejor explotación agrícola y rendimientos de sus propiedades. También se ocupó de asuntos de la Iglesia, ocupándose que los españoles de su Corte, afincados en Florencia, tuviesen su propia capilla en la Iglesia Santa María Novella, así como influyó en la instalación de los jesuitas en Florencia.

Por su posición, Cosme I y Leonor vivieron en el Palacio de los Médici Riccardi, así como en el Palacio Vecchio, en Florencia. Pero Leonor quiso vivir en la otra orilla del río Arno. Motivado por problemas de salud, buscaba un lugar con más sosiego, lejos del bullicio callejero y cortesano de la Florencia palaciega. Y lo encontró en el Palacio Pitti que compraron, por 9.000.- florines de oro, a Buonaccorso Pitti, descendiente del banquero Luca Pitti quien fue quien lo mandó construir. En 1550 se trasladaron a este Palacio. Cosme I y Leonor lo ampliaron a su gusto y necesidades.
Vasari nos cuenta que "esta mansión la adquirió no hace muchos años la ilusitrísma señora Doña Leonor de Toledo, por consejo del ilustrísimo señor Duque, su esposo, y se ensanchó tanto en derredor que ha realizado un grandísimo jardín, parte en llanura, parte en el monte y parte en la cuesta; y la ha llenado con toda suerte de hermosísimos árboles domésticos y silvestres, y amenísimos bosquecillos con toda suerte de verduras en todo tiempo, por no hablar de las aguas, las fuentes, los caños en verdad de magnánimo príncipe, los cuales callaré, pues no es posible a quién no los viera poderlos imaginar de tamaña grandeza y belleza como son ..."

El Palazzo PItti es un impresionante palacio renacentista, situado en la ribera sur del Arno, cerca del Puente (Ponte) Vecchio. La mampostería almohadillada de la piedra, reforzada por la repetición de vanos y arcadas, dan al edificio una apariencia severa y de equilibrio. En la parte trasera del edificio está la colina Bóboli donde hicieron los Jardines de Bóboli. Entre este majestuoso jardín y el edificio del Palacio se construyó un elegante patio central.

Desde este enorme Palacio y Jardines, Leonor continuó con sus labores de mecenazgo, así como con la adquisición de multitud de obras de arte para que vistieran los lienzos de las paredes de Palacio y sus rincones, creando lo que siglos después sería uno de los más importantes Museos de Italia, junto con la Galería del Palacio Uffizi, construido por su marido Cosme I.


Ascendientes.


Escudo jaquelado de 15 piezas de plata y azur

García Álvarez de Toledo (m. Ciudad Rodrigo, 1370), conocido también como Garcí Álvarez de Toledo o García Álvarez de Toledo y Meneses, I Señor de Oropesa y Valdecorneja fue un ricohombre castellano, hijo de García Álvarez de Toledo, alcalde mayor de Toledo, y de Mencía Téllez de Meneses

Fernando Álvarez de Toledo (¿?-Lisboa, 1384 ), conocido también como Fernán Álvarez de Toledo o Fernado Álvarez de Toledo y Meneses, llamado el Tuerto, fue un ricohombre castellano. Era hijo de García Álvarez de Toledo, alcalde mayor de Toledo, y de Mencía Téllez de Meneses.

García Álvarez de Toledo, III señor de Valdecorneja, fallecido en 1430.

Fernando Álvarez de Toledo y Sarmiento (1390-1460) fue un noble español, IV señor de Valdecorneja, II señor y I conde de Alba de Tormes.

García Álvarez de Toledo y Carrillo de Toledo (n circa 1424 - m. 20 de junio de 1488), fue un noble castellano que primeramente fue el II conde de Alba de Tormes y luego I duque de Alba de Tormes, título nobiliario hereditario que el rey Enrique IV de Castilla le otorgó en 1472 al convertir el condado de Alba de Tormes en un ducado. También fue el V señor de Valdecorneja, el I marqués de Coria y el I conde de Salvatierra de Tormes.

Fadrique Álvarez de Toledo y Enríquez (1460-Alba de Tormes, 1531), II duque de Alba de Tormes desde 1488, con Grandeza de España en 1520, fue asimismo II marqués de Coria, II conde de Salvatierra de Tormes y I de conde de Piedrahíta, señor de Valdecorneja, señor de Huéscar y caballero de la Orden del Toisón de Oro

Pedro de Toledo o Pedro Álvarez de Toledo y Zúñiga​ (Alba de Tormes, Salamanca, 13 de julio de 1484 - Florencia, 21 de febrero de 1553) fue un aristócrata español, II marqués consorte de Villafranca del Bierzo, virrey de Nápoles, militar, político y mecenas de las bellas artes.

  
Descendientes.

Francisco I de Médici (Florencia, 25 de marzo de 1541 – ibídem, 19 de octubre de 1587), II gran duque de Toscana, de 1574 a 1587, fue el hijo mayor de Cosme I de Médici, II duque de Florencia y de su esposa Leonor Álvarez de Toledo, hija del virrey de Nápoles Pedro Álvarez de Toledo y Zúñiga.

María de Médici (Florencia, Italia; 26 de abril de 1575 - Colonia, 3 de julio de 1642) fue reina consorte de Francia, como la segunda esposa del rey Enrique IV de Francia —de 1600 a 1610— y Reina Regente de Francia hasta la mayoría de edad de su hijo, el futuro rey Luis XIII de Francia —de 1610 a 1617—. Tuvo una actuación destacada como coleccionista y mecenas de las artes.

Luis XIII de Francia, llamado el Justo (Fontainebleau, 27 de septiembre de 1601 – Saint-Germain-en-Laye, 14 de mayo de 1643), fue rey de Francia y de Navarra (1610–1643) y copríncipe de Andorra (1610-1643). En 1641, tras la sublevación de Cataluña, el principado se puso bajo el vasallaje de Francia y nombró conde de Barcelona a Luis XIII.

Luis XIV de Francia, llamado «el Rey Sol» (le Roi Soleil) o Luis el Grande (Saint-Germain en Laye, Francia, 5 de septiembre de 1638-Versalles, Francia, 1 de septiembre de 1715), fue rey de Francia y de Navarra​ desde el 14 de mayo de 1643 hasta su muerte, con casi 77 años de edad y 72 de reinado.


 
Biografía de Real Academia de Historia.

Toledo, Leonor de. Duquesa de Florencia (II) y duquesa de Siena (I), en Italia. ¿Villafranca del Bierzo (León)?, c. 1522 – Pisa (Italia), 17.XII.1562. Noble.

Cuarta hija de Pedro de Toledo y de María Osorio Pimentel, Leonor de Toledo nació probablemente en Villafranca del Bierzo hacia 1522. Junto a su madre y su hermana Isabel, en junio de 1534 llegó a Nápoles, donde su padre era virrey desde hacía dos años. Allí debió de seguir recibiendo una educación convencional, mientras anudaba estrechos vínculos con los numerosos parientes y criados de la Corte virreinal en un período en el que ésta estaba siendo ampliada por don Pedro como medio de distanciamiento frente a la poderosa nobleza napolitana. Entre ellos figuraban judíos, como su dueña Bienvenida Abravanel, con la que mantendría una duradera relación, concediendo a su familia diversos privilegios en Florencia tras la expulsión de los judíos del Reino de Nápoles ordenada por su padre en 1541. Para entonces, Leonor se había convertido en uno de los ejes de la ambiciosa política familiar de los Toledo en Italia gracias a su boda con el II duque de Florencia.

Frente a las dudas de Carlos V sobre la idoneidad del joven Cosme de Médicis para ocupar el ducado, alentadas por algunos de sus agentes en Italia, el virrey Toledo prestó un respaldo decidido al nuevo duque de Florencia desde que éste, nacido en 1519, llegara inesperadamente al poder tras el asesinato de su primo Alessandro en 1537. Esos contactos cobrarían una nueva dimensión al plantearse el matrimonio de Cosme. Entre las primeras candidatas figuraron Cristina de Dinamarca —sobrina de Carlos V—, una princesa Tudor, la hermana del duque de Alba y una sobrina del Papa, Vittoria, como clave de un intento de acercamiento a los Farnese que habría disgustado a Carlos V. Ante la necesidad de estabilizar su dominio frente a las conjuras republicanas mediante un matrimonio que garantizase la sucesión tras el compromiso entre la viuda del anterior duque, Margarita de Austria, a la que inicialmente había pretendido, con el nieto del Papa, Ottavio Farnese, Cosme —que había pedido al Emperador que le consiguiera una esposa “bella, nobile, ricca”— optaría por la candidata que podía afianzar la protección imperial y del virrey de Nápoles. Éste envió a la Corte en 1538 al regente del tribunal de la Vicaría, Juan de Figueroa, para conseguir el permiso de Carlos V al enlace de Cosme con su hija. Los agentes imperiales en Italia seguían divididos por la animadversión contra los Médicis que impulsaban los Farnese. 
Si Cosme podía encontrar un apoyo en Pedro de Toledo, los adversarios de éste, los Ávalos y los Doria, se oponían a esa alianza, respaldados por el nuevo embajador imperial en Roma, el marqués de Aguilar, que señaló la inconveniencia del matrimonio con una hija del virrey, dado que éste podía ser sustituido y degradar el enlace a una simple operación privada. Esa era también la opinión de algunos consejeros de Cosme, para quienes la unión con la hija de un noble castellano podía ser interpretada como un signo excesivo de sumisión al Emperador.

Frente a esos recelos acabó imponiéndose el interés de éste por establecer un eje familiar entre Nápoles y Florencia que reforzaba su reputación sin comprometer a una princesa imperial.

Cosme centró sus esfuerzos en la elección entre las hijas del virrey y en las negociaciones de la dote. Pedro quería que la esposa fuera su hija mayor, Isabel, “come maggiore d’età et più difficile a trovar conditione”, según Agnolo Niccolini, agente de Cosme en Roma. Pero el duque, al parecer informado por Niccolini de su escaso atractivo y condición “di cervello al ludibrio di Napoli”, insistió en reclamar a su hermana pequeña, Leonor, a la que quizás había conocido cuando tres años antes acompañó al anterior duque de Florencia a Nápoles.
Los aspectos económicos fueron más complicados. Alessandro de Médicis había dotado a Margarita de Austria y el virrey pretendía que Cosme procediese de igual forma, por lo que reclamaba 80.000 ducados. En febrero de 1539 el duque envió a Nápoles a dos representantes, Luigi Ridolfi y Jacopo de’ Medici, con instrucciones para acordar una cifra mucho menor. El 29 de marzo se firmaron las capitulaciones matrimoniales, por las que Pedro de Toledo dotaba a su hija con 20.000 escudos —al parecer nunca pagados— y Cosme se comprometía a entregarle dos donativos de 10.000 y 20.000.

Tras un acuerdo alcanzado el 26 de febrero anterior, los esponsales se celebraban ahora por poderes en la residencia napolitana del virrey. Se trataba de un contrato ventajoso para Cosme, a pesar de las críticas que suscitaría una unión en principio desigual. Según el cronista S. Gallo, su elección disgustó a la mayoría de los florentinos, que consideraban a Leonor “una barbara spagnola et nimica della patria del suo marito”.

En cambio, uno de los procuradores ducales en Nápoles, Jacopo de’ Medici, realizó el primero de una larga serie de elogios de la duquesa, como encarnación de todas las virtudes.

El 11 de junio Leonor embarcó en Nápoles en una flota de siete galeras al mando de su hermano García. Con ella iba un séquito elegido por su padre. Además de sus primos Pedro y Gutierre de Toledo, figuraban algunos de los hombres de confianza del virrey como Antonio de Aldana, Fabrizio Marramaldo, Federico de Urríes, Cesare di Gennaro, Julián y Diego Pérez, entre otros capitanes, cortesanos y servidores.

En cuanto al séquito que debía quedarse en Florencia, se trataba de un grupo de damas y pajes españoles que la habían atendido en Nápoles desde su infancia, dirigidos por María de Contreras, camarera mayor a cargo de diez damas y “tres mozas de servicio entre esclavas y mozas”, y un tal Marzilla —napolitano— “para acompañamiento y servitio y para tener cuydado de la buena guarda y honestidad de su casa”, así como Pedro de Solís, antiguo criado del virrey que iba en calidad de mayordomo —con cuatro pajes a su cargo— “y para servilla en aquellas cosas que la duquesa allende de su offitio le quisiere emplear [...]”.

El 22 de junio la flota llegó a Liorna, donde se celebraron los primeros festejos con los que se pretendía exteriorizar el restablecimiento de la normalidad en el ducado, aún afectado por las crisis de 1530 y 1537.

Leonor fue recibida por el arzobispo de Pisa, ciudad a la que marchó ese mismo día, tras encontrarse a mitad de camino con Cosme. Este acababa de realizar una inspección de la zona occidental del ducado para atraerse el apoyo de los pisanos, tradicionales adversarios de Florencia. De ahí que el cortejo y los aparatos efímeros levantados en Pisa revistiesen especial suntuosidad. A continuación, la comitiva se dirigió a la villa medicea de Poggio a Caiano mientras se acababan de construir los aparatos dispuestos para su entrada en Florencia, que tendría lugar el 29 de junio.

La boda, celebrada en el palacio de los Médicis en vía Larga el 6 de julio, dio lugar a unos festejos que, presentados como el inicio de la recuperación del esplendor florentino, insistían en la protección imperial. El escenario erigido en el patio grande del palacio, cubierto por un gran toldo y adornado en tres de sus lados por ricos tapices, albergó el primer gran espectáculo de Corte de la Florencia del siglo XVI. Después de un suntuoso banquete se representó la comedia en cinco actos de Antonio Landi Il Commodo, con siete Intermezzi, que contenían danzas alegóricas de figuras mitológicas y personificaciones de los dominios del ducado, con música de Francesco Corteccia. Varias pinturas de Angiolo Bronzino y otros artistas florentinos evocaban los principales momentos del ascenso de la dinastía, coronados por empresas y escudos ligados a los Médicis y los Toledo.

El mensaje celebrativo reflejaba la consagración del eje de intereses familiares y políticos entre Nápoles y Florencia —cuya ruta costera era vital para las comunicaciones con España— como uno de los soportes del poder imperial en Italia. Pedro de Toledo aconsejaría a Cosme en materia de familia y de gobierno, apoyándolo cuando, como poco después de la boda con Leonor, una gran escasez en Toscana obligó al duque a pedir a su suegro el envío de grano napolitano, solicitud que se reiteraría en los años siguientes.

En septiembre de 1540 Musefilo, agente mediceo en Nápoles, comunicó a Cosme la intención del virrey de ir a Florencia aprovechando la próxima visita del Emperador a Italia con motivo de la campaña de Argel. Ésta no tuvo lugar hasta 1541, pero proporcionó una nueva oportunidad para reforzar la acción conjunta de los Médicis y los Toledo. Cosme deseaba pedir la devolución de las fortalezas de Florencia y Liorna —ocupadas por guarniciones españolas— y asegurarse el respaldo imperial frente a nuevas maniobras republicanas. Entre tanto se produjo el esperado nacimiento del primogénito en mayo de 1541.

Tras presidir el 1 de agosto el bautismo de Francesco —así llamado por un voto contraído por Leonor meses antes durante una peregrinación al santuario franciscano de la Verna—, nombró a la duquesa regente en su ausencia y se dirigió a Génova, donde llegó el día 25 para entrevistarse con Carlos V. El virrey, tras su encuentro con el Emperador, marchó con Cosme a Florencia, donde los esperaba Leonor. Ésta, que declararía no haberse sentido en ese primer período de gobierno a la altura de las expectativas depositadas por su marido, demostró una capacidad política que tendría ocasión de confirmar en otras ocasiones como regente, como en mayo-junio de 1544 —cuando Cosme volvió a Génova para una nueva entrevista con el Emperador— o en el otoño de ese mismo año, cuando el duque cayó enfermo y ella tomó de nuevo las riendas del poder durante casi diez meses, al igual que haría durante la campaña de Siena, que en 1557 se saldaría con el mayor triunfo de los Médicis al incorporar esa república como un nuevo ducado a sus dominios. La duquesa participó además en todas las actividades de su marido, desde las cinegéticas hasta las visitas de estado, como la realizada a Siena y a Roma en 1560 o los múltiples viajes de inspección por las tierras del ducado, con largas estancias de invierno en Pisa y Liorna. Leonor pretendió ser una colaboradora eficaz en el gobierno, sobre todo tras la muerte de su suegra, María Salviati, en 1543.

Si en 1541 su energía quedó patente cuando protestó contra los abusos de las tropas imperiales en sus territorios, más tarde fue ella la encargada de organizar el aprovisionamiento del ejército florentino en la guerra de Siena. La duquesa se convirtió además en la principal intermediaria entre Cosme y sus súbditos para la concesión de cargos y mercedes, de modo que, como afirmaría Bernardo Segni, “La duchessa [...] governava in gran parte lo Stato, amandola il Duca sopramodo, e volendo ch’ella fosse partecipe di tutti i consigli pubblici: per lo che i Cittadini, che volevano mantenersi grandi, erano forzati ad adularla, ed a portarle più onore, che al duca stesso”.

Aunque los duques constituyeron uno de los pocos matrimonios principescos de la época que pudieron presentarse como ejemplo de virtudes familiares, la expresión recurrente de éstas refleja las intenciones políticas de Cosme, que gustaba de parangonarse a Augusto y a su restauración de los valores de la familia tras el caos republicano, mientras Leonor se presentada como una nueva Juno.
“Donna nel vero rarissima e di cioè sí grande et incomparabile valore, che può a qual sia piú celebre e famosa nell’antiche storie, senza contrasto aguagliarsi e per aventura preporsi”, según la célebre descripción de Vasari, la duquesa se erigió en la mejor intérprete de los criterios de gobierno de Cosme, patentes en los emblemas elegidos para exaltar su imagen modélica de esposa y madre. Junto a la divisa “famam servare memento” (“Acordaos de conservar la fama”), en la academia florentina a la que solía acudir con el nombre de Ardente Alterata se le asignó la empresa que con el lema “imis haerens ad suprema (“De las ínfimas [cosas] elevándose a las supremas”) mostraba un tronco de árbol del que subía una llama hacia el cielo, según Scipione Ammirato. A esas imágenes se sumaría la famosa empresa de la pava que protege con las alas extendidas a sus polluelos bajo el lema “cum pudore laeta foecunditas”, acuñada por Paolo Giovio para una medalla en 1551. Reputación, piedad y fecundidad eran los valores que presidían una ética familiar de la que Leonor se presentaba como encarnación, según declaró Pere Lauro de Módena al dedicarle en 1546 su traducción italiana del tratado que en 1523 escribiera Juan Luis Vives para la reina de Inglaterra Catalina de Aragón Dell’ufficio del Marito, come si debba portare verso la Moglie, De l’Istitutione della Femina Christiana, vergine, maritata, ò vedova, et dello ammaestrare i fanciulli nelle arti liberali.

En el ambiente abierto a la crítica religiosa de la Corte de Cosme en sus primeras décadas las obras del amigo valenciano de Erasmo encontraron una favorable acogida. Su síntesis de principios cristianos y de la Antigüedad clásica podía presentarse como complementaria de la tradición neoplatónica florentina, al tiempo que brindaba una ética cortesana útil para el régimen construido por Cosme y Leonor. Vives ofrecía un repertorio moral no sólo en el ámbito de la familia sino también en el de las relaciones de amistad y dependencia que ligaban al príncipe y la sociedad a través de un sistema de favores fundado en el beneficio.

Si el filósofo de Valencia fue uno de los primeros en interpretar en esos términos el tratado de Séneca De beneficiis, el interés despertado por el sincretismo cristiano-estoico de sus modelos morales llevaría a Leonor, con el concurso de su tío Pedro de Toledo, a encargar en 1546 a Benedetto Varchi la traducción al italiano de los dos libros del tratado de Séneca, al que se consideraba un autor español. En ambas dimensiones, la familiar y la del favor como base clientelar, la duquesa llegó a erigirse en un paradigma.

Cosme y Leonor tuvieron ocho hijos que permitieron a los Médicis conjurar la extinción que antes parecía amenazarles: María en 1540, Francesco en 1541, Isabella en 1542, Giovanni en 1543, Lucrecia en 1545, Garzia en 1547, Ferdinando en 1549 y Pietro en 1554, cuyos nombres en estos tres últimos casos respondían a la tradición de los Toledo. Además, la duquesa se hizo cargo de la educación de una hija natural de Cosme nacida antes del matrimonio. Leonor impartió una severa educación a sus hijos, sobre todo a las niñas, a las que, al parecer, impedía salir de sus estancias. 
Toda la Corte se impregnó de un ambiente de austeridad y rigor moral que reforzaba el distanciamiento respecto al libertinaje del odiado predecesor de Cosme, Alessandro. Ello no impidió que favoreciera las distracciones cortesanas, compartiendo el gusto, muy extendido entre la nobleza de su tiempo, por la caza y la pesca, así como por el juego de cartas y las apuestas, en los que llegó a gastar grandes sumas. Pese a todo, no gozó del afecto de sus súbditos que parecen haberle reprochado su altivez y su favoritismo hacia los españoles, a quienes cedió una importante capilla en Santa Maria Novella.

Desde 1539 Cosme empezó a recibir peticiones de gracias por parte de los hermanos de Leonor, así como de otros parientes y criados del virrey de Nápoles. Un primo de éste, Francisco de Toledo, asentado en Roma desde principios de la década de 1530 y con notables inquietudes culturales, se convertiría en interlocutor privilegiado de la Corte de Cosme y Leonor con la Corte imperial —de la que llegó a ser embajador— y promocionaría también a numerosos clientes españoles.

De ese modo se fraguaron carreras como las de los hermanos Castillo, Antonio, rector de la Universidad de Pisa, y Jerónimo, que sería secretario de uno de los hijos de Cosme, el cardenal Giovanni de Médicis.

Otro primo homónimo del virrey, el ya citado Pedro de Toledo, alcanzaría también especial arraigo en Florencia y se distinguiría por su participación en el mecenazgo ducal, entrando a formar parte de la nueva Academia florentina en 1544, pocos meses después de que lo hiciera el poeta napolitano Luigi Tansillo, mientras desarrollaba una intensa labor como agente diplomático y cortesano de Cosme, primero en Nápoles y más tarde en Roma. Aún más decisivo fue el hecho de que cuando en junio de 1543 Cosme logró que el Emperador aceptara un acuerdo de devolución de las fortalezas a cambio de 150.000 escudos, el cardenal Juan de Toledo, hermano del virrey, pusiera a su disposición las rentas de su obispado de Burgos y, un año después, intercediera para que el duque permitiera el reclutamiento de tropas imperiales en sus dominios. El cardenal —que en el cónclave de 1549 aspiró a la tiara con el apoyo mediceo— inundó la Corte florentina de peticiones de cargos y mercedes para los miembros de la extensa clientela de letrados, religiosos y caballeros que había ido forjando entre Nápoles, Roma y Bolonia, de cuyo Colegio Español de San Clemente era protector.

Por su parte, la duquesa brindó un apoyo continuo a sus hermanos. El primogénito, Fadrique, que marchó a Castilla hacia 1544, solicitó desde Valladolid diversas mercedes para protegidos de los Toledo y agradeció a Cosme el favor dispensado a Carlo Antinori, banquero florentino afincado en España, a quien Fadrique —al igual que otros muchos nobles— recurría para sus frecuentes préstamos. En agosto de 1548 Leonor ordenó que se pagaran a su otro hermano García 6000 ducados a través de los banqueros genoveses Andrea Imperiale y Giovan Battista Lercaro en la feria de Lyon.

García se erigiría en referencia esencial para la política naval florentina, dada su brillante carrera al frente de la flota virreinal. En 1553, cuando se hizo cargo de la dirección del ejército que por tierra debía marchar desde Nápoles a la guerra de Siena, llevó consigo a Florencia a su mujer, Vittoria Colonna, quien, un mes después de la muerte del virrey, dio a luz en la ciudad de los Médicis a su hija Leonor, así llamada en honor de su tía y madrina. Cuando García regresó a Nápoles, la pequeña permaneció en la Corte de Cosme. Especiales favores recibió el más pequeño de los hijos del virrey, Luis, al costear la duquesa sus largas estancias en Florencia, donde llegaría a adquirir la villa del banquero republicano Bindo Altoviti. Leonor ordenó que se facilitase el mantenimiento de su casa y avaló el pago de sus deudas, como los 3000 ducados por los que respondió en julio de 1552 ante el banquero Rafaelle Acciaiuoli en Valladolid. En junio de 1560 Luis se comprometería a devolver a su hermana la enorme cantidad de 100.000 ducados. 
La llegada al solio pontificio de Julio III permitió que en 1551 Luis de Toledo fuera elegido para la próxima promoción de cardenales por iniciativa de los duques de Florencia, aunque finalmente contraería matrimonio tras la muerte de su padre, abandonando la carrera eclesiástica. Su cultura y conocimientos jurídicos facilitaron su participación en diversas misiones diplomáticas, tal y como demuestra la misión que realizó a finales de 1552 ante el papa Julio III para preparar el paso de las tropas imperiales hacia Siena. Tras la muerte del virrey, Luis de Toledo siguió frecuentando la Corte medicea como uno de los agentes de máxima confianza de Cosme. En febrero de 1556 éste lo envió como su representante a Felipe II para volver a negociar sobre Siena. Cuando, en diciembre de 1562, Leonor otorgó su testamento, poco antes de morir, Luis fue el único hermano mencionado, como beneficiario de 500 escudos.

Leonor acumuló una gran fortuna personal que desbordaba el papel secundario de una consorte. Desde 1540 se ocupó con libertad de la administración de un capital propio, gestionando múltiples negocios al tiempo que contribuía a mejorar el rendimiento del patrimonio mediceo. Los fondos del Archivo de Estado de Florencia revelan la ingente cantidad de compras, concesiones de terrenos, alquileres, adquisiciones o donativos realizados por la duquesa, además de la comercialización de los excedentes de las cosechas de las posesiones ducales. En sus cartas trata los más diversos asuntos: estado de los campos y transacciones de grano —enviados hasta España—, vino, animales, minas..., o gobierno de las factorías y cambios de agentes.

Sus actividades comerciales y financieras afectaron a mercaderes como “Girolamo di miranda et martino d’ariaga” o Alfonso Lopes Gallo, que actuaban entre Florencia y Nápoles —donde la duquesa adquirió títulos fiscales y otros bienes a través de su agente Biffoli—, sobre todo desde mayo de 1552, cuando consta que tramitaron diversos encargos financieros de Leonor, quien, a su vez, les pagaba a través de su secretario Cristóbal de Herrera. En 1553 aparece en tratos con otros mercaderes: “Gabriello fernandes di Castro et alvero Santa Croce, spagniuli” y, en enero de 1556, se hizo cargo del transporte de las mercancías con Nápoles y España, con sus propias naves. Esta actividad comercial se complementaba con los numerosos negocios y adquisiciones de tierras o casas que la propia Leonor protagonizó en el ducado, incluyendo propiedades de origen eclesiástico y extensos dominios en la Maremma pisana, así como los feudos de Castiglion della Pescaia e Isola del Giglio. Una de sus compras más relevantes fue la de Palazzo Pitti en 1549, incrementado con otros terrenos próximos y cuyo edificio principal comenzó a ampliarse en 1555, bajo la dirección de Batolommeo Ammanati desde 1557.
 En esos años los grandes gastos de la campaña sienesa parecen haber intensificado sus especulaciones financieras. En este sentido, no faltan tampoco las deudas contraídas por la duquesa con algunas de las principales personalidades españolas de su entorno, como Antonio de Aldana, castellano de Liorna, o Pedro Jiménez, secretario del embajador Diego de Mendoza. En 1558, Leonor —que en 1552 se había hecho cargo de diversos gastos personales de la nueva esposa de su padre, Vincenza Spinelli— realizó transacciones por valor de más de 15.000 escudos con el tesorero del Reino de Nápoles, Alfonso Sánchez.

Además de su familia, el entorno cortesano de Leonor siguió siendo básicamente español. Con motivo de su primer embarazo el virrey le envió otras damas españolas en febrero de 1540. Más adelante llegaron nuevos servidores, de modo que casi todos sus criados serían españoles. La duquesa repartió entre ellos cuidados y mercedes que confirmó en su testamento con el encargo de que Cosme siguiera protegiéndolos. Según una lista de pagos de 1553, en ese año veintiocho de las ciento treinta y seis personas —hombres y mujeres— que servían en la casa ducal, eran españoles. Entre ellos destacan: “Mr. Cristofano Herrera, secretario dell’Illma. Sra. Duchesa”; Antonio Montalvo, “coppiere”; Francisco Osorio, “spagnuolo, gentiluomo di S.Ecc.”, así como once damas españolas. Además, en los “Quartieri per i gentiluomini ed altre persone appartenenti alla corte” en el Palazzo Vecchio, aparece un “appartamento dove habita Don Girolamo Montalvo et Vascos” —cuatro estancias— y otras tres salas para un Francisco Pacheco “et suoi servitori”, cuya relevancia en la Corte queda reflejada por la riqueza de la decoración, según el inventario realizado en octubre del año citado, pocos meses después de que el virrey muriera en el mismo palacio.

En mayo de 1540 Cosme había trasladado su residencia desde el antiguo palacio mediceo de vía Larga al palacio de la Signoria, como un símbolo más de la transformación del estado republicano en una Monarquía, convirtiendo el interior del viejo edificio gótico en uno de los espacios más característicos del manierismo cortesano, con un programa de exaltación dinástica agrupado en torno a dos grandes sectores: el del duque y el de su esposa.

La descripción del Quartiere di Eleonora en el inventario de 1553 es uno de los mejores testimonios de la importancia de la presencia española. De especial significación es la existencia, sobre la “Sala de’200” —entre los cuartos de Cosme y Leonor—, de las estancias que, hasta 1543, había ocupado la madre del duque, Maria Salviati, y que ahora aparecían asignadas al hermano de la duquesa, Luis de Toledo, y a su tío Francisco de Toledo.

El Palazzo Vecchio se convirtió así en la mejor expresión cortesana del poder de la duquesa, como refleja la relevancia de su escritorio, donde los frescos de Francesco Salviati aludían a la Abundancia como tributo a la actividad comercial y política localizada en ese espacio que albergaba también su archivo personal. Similar valor simbólico asumieron la Camera verde, decorada por Ridolfo del Ghirlandaio, presidida por el doble escudo de los Médicis y los Toledo en el techo y, sobre todo, la capilla de Leonor, donde Angiolo Bronzino desplegó, de nuevo bajo el escudo de los dos linajes, un programa de legitimación política y religiosa de la alianza familiar que, presidida por la imagen de la Piedad en el altar, se servía de ciclos bíblicos en las paredes para completar la iconografía alegórica de cuatro medallones alusivos a las virtudes cardinales en función de los períodos en que la duquesa desempeñó funciones de regente.

Los intercambios de objetos artísticos fueron una constante entre los Médicis y los Toledo. Retratos, joyas, esculturas antiguas y modernas, mármoles de Carrara y otros materiales, libros, así como los propios artistas y criterios estéticos, circularon entre Nápoles, Florencia y España. Leonor, que desplegó un gusto insaciable por los ricos tejidos y las joyas, encargó numerosas obras a los mejores artistas, como Benvenuto Cellini, aunque finalmente éste sería desplazado en su favor por Baccio Bandinelli. Su afición por la escultura sólo fue superada por la que parece haber sentido por la arquitectura y los jardines, de acuerdo con un gusto cultivado en Nápoles por su padre. La actitud consciente de la duquesa ante el mecenazgo como deber de gobierno se refleja en una carta al secretario Bartolomeo Concini, donde afirmaba que los creadores de mérito debían ser utilizados por el buen príncipe, buscándolos éste sin esperar a que le ofrecieran sus servicios.

Aunque, al parecer, su dominio del italiano fue deficiente, Leonor se convirtió en una de las principales promotoras de las letras y las artes de su tiempo. A su impulso se debió la reapertura de la Universidad de Pisa, con nuevas facilidades de alojamiento para profesores y alumnos, así como la fundación de la Academia degli Elevati en la residencia ducal, para favorecer el estudio de la poesía. A la profusión con que se reprodujo su efigie antes y después de su muerte —según demuestra la serie de retratos familiares ejecutados por su principal artista de Corte, Bronzino—, se sumaron los elogios literarios de que fue objeto por parte de poetas como Benedetto Varchi o, en España, Jerónimo de Urrea, que incluiría a la duquesa en la galería de damas ilustres de la nobleza española en su traducción del Orlando Furioso. La influencia española se reflejó en las costumbres de la Corte y en las opciones religiosas, como refleja la protección brindada por la duquesa al establecimiento de los jesuitas en Florencia.

Uno de los miembros más destacados de la Compañía, Laínez, fue su confesor, y otro, Francesco Strada, la asistió en su muerte. Entre sus numerosas donaciones y fundaciones religiosas destaca la creación de un monasterio de monjas benedictinas en Florencia —el monastero nuovo di via della Scala, empezado a construir en 1568— que, según su testamento, debía destinarse a las hijas de las principales familias toscanas, como equivalente femenino de la orden militar de Santo Stefano fundada por Cosme I en 1561. En 1560 el papa Pío IV —pariente de los Médicis— le confió la administración de los beneficios eclesiásticos del ducado procedentes de sedes vacantes para invertir sus rentas en obras de beneficencia, terminando así con una larga polémica entre Cosme y la Iglesia.

Los últimos años de Leonor se vieron sacudidos por varias desgracias familiares que dañarían una salud ya debilitada por los continuos partos. En noviembre de 1557 murió la primogénita María, con diecisiete años, y en 1561 su otra hija Lucrecia, poco antes casada con Alfonso II de Este. En el otoño de 1562, mientras los duques se encontraban en las marismas de Liorna, acompañados por sus hijos Giovanni —recientemente nombrado cardenal— y Garzia, éstos murieron de malaria.

Leonor —enferma de tuberculosis al menos desde 1558 y quizás contagiada también por la malaria— moriría en Pisa el 17 de diciembre de ese mismo año. Enterrada solemnemente en la Basílica florentina de San Lorenzo, los poemas y las oraciones fúnebres de los principales literatos de su Corte —Pier Vettori, Giambattista Adriani, Pietro Perondini, Varchi o el mismo Bronzino— exaltarían el carácter y las realizaciones de la duquesa, asociada desde entonces a la mitología medicea cultivada bajo el gobierno de sus hijos Francesco I y Ferdinando I que, asimismo, mantendrían la alianza con los Toledo a través de nuevos enlaces.

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Camilla Martelli (c. 1545 - 30 de mayo de 1590) fue primero la amante y luego la segunda esposa del Gran Duque de Toscana, Cosme I de Médici.​ Ella era la madre de Virginia de Médici, futura duquesa de Módena.

Biografía.

Nacida en una de las familias más importantes de la aristocracia florentina, Camilla era la hija de Antonio Martelli y Fiammetta Soderini. Elogiada por su belleza, después de la muerte de Leonor de Toledo, la primera esposa de Cosme y después del final de la relación de este con Leonor de Albizi, Camilla se convirtió en la amante de Cosme a pesar de ser 26 años menor que él. Camilla estaba junto a él durante su vejez, cuando a causa de su mala salud se retiró a la vida privada en la villa di Castello, abdicando en favor de su hijo Francisco I de Médici.


Camilla tuvo una hija con Cosme en 1568, Virginia, pero ella siempre estaba resentida por los hijos del primer matrimonio de Cosme. A pesar de su oposición, Cosme se casó con Camilla en 1570, por orden explícita del Papa Pío V. Sin embargo, el matrimonio era morganático, y a Camilla no se le dio el título de Gran Duquesa. En respuesta a las quejas de su hijo Francisco, Cosme escribió: «Soy un privado y me casé con una dama florentina, y de buena familia», lo que significaba que porque ya no era gran duque, que era libre de elegir a su esposa de cualquier rango de la sociedad. Su hija, Virginia, fue legitimada e integrada en la línea de sucesión de la Toscana.

Camilla fue el foco principal de amargas discusiones entre Cosme y sus hijos en su vejez. No estaban de acuerdo con su apetito por el lujo ostentoso, que pareció vulgar en comparación con la elegancia de buen gusto de su difunta esposa Leonor de Toledo. El Gran Duque, por no despertar el escándalo, se recluyó y prohibió las fiestas y celebraciones oficiales.

En 1574 Cosme I, que había sufrido al menos un accidente cerebrovascular, tenía movilidad limitada y era incapaz de hablar debido a problemas circulatorios; murió el 30 de abril. Después de su muerte, Camilla se vio obligada a retirarse al convento florentino de la Murate a los veintinueve años, donde no ocultó sus esperanzas de casarse de nuevo. Debido a sus quejas, y los caprichos de la verdadera histeria, fueron las propias hermanas a pedir al Gran Duque transferirla a otra parte, en el convento de Santa Mónica, donde había sido criada cuando niña. Se le permitió abandonar el convento sólo para asistir a la boda de su hija Virginia, el 6 de febrero de 1586, con César de Este, nieto de Alfonso I de Este, duque de Ferrara. Deseosa de disfrutar de una mayor libertad después de la muerte de Francisco I, le preguntó al Gran Duque Fernando I si podía de dejarla salir del convento. Se le concedió su deseo y pudo vivir en la villa de Lappeggi. Pero después de una serie de crisis políticas, la obligó a regresar a Santa Mónica, donde murió en 1590.

Descendientes 

Virginia de Médici (Florencia, 29 de mayo de 1568-Módena, 15 de enero de 1615) fue una noble italiana, hija natural de Cosme I de Médici y de su amante, Camilla Martelli. Fue duquesa de Módena y Reggio por su matrimonio con César de Este.
Virginia nació el 29 de mayo de 1568 en Florencia,[1]​ en el Gran Ducado de Toscana, como única hija del duque Cosme I de Médici y de su amante, Camilla Martelli.[2]​[3]​ Nació dos años antes del matrimonio entre sus progenitores, y a pesar de que pasó a ser hija legítima de Cosme, siempre fue resentida por los hijos del primer matrimonio de su padre. Se dice que sufrió desde joven accesos de locura.
En 1581, Virginia fue comprometida con Francisco Sforza, pero las negociaciones fracasaron debido a que Francisco prefirió aceptar un sombrero de cardenal del papa Gregorio XIII.
El 6 de febrero de 1586, contrajo matrimonio por poderes con César de Este, duque de Ferrara y desde 1597 duque de Módena; hijo de Alfonso de Este, marqués de Montecchio, y de Julia della Rovere.
Virginia vivió en Ferrara y varias veces volvió a Toscana para algunas ocasiones especiales, tales como el matrimonio de su medio hermano, Fernando, con la princesa Cristina de Lorena (1589), o el bautismo de su sobrino, Cosme (abril de 1592).
Cuando su esposo perdió Ferrara, se trasladó a Módena con la corte, en 1598.
Después de diez años de matrimonio, mostró los primeros signos de la locura que la acompañaron hasta su muerte en 1615. Fue enterrada en Módena, en la Iglesia de San Vicente, y se extendió el rumor de que fue envenenada por su marido.

Alfonso III de Este (Ferrara, 22 de octubre de 1591-Castelnuovo di Garfagnana, 24 de mayo de 1644) fue duque de Módena y Reggio desde 1628 a 1629.

Francisco I de Este (Módena, 6 de septiembre de 1610-Santhià, 14 de octubre de 1658) fue el hijo mayor de Alfonso III de Este, duque de Módena y Reggio, e Isabel de Saboya. Sucedió a su padre en los derechos al ducado el 25 de julio de 1629 y fue duque de Módena y Reggio desde 1629 hasta su muerte.

Isabel de Este (Módena, 3 de octubre de 1635-Colorno, 21 de agosto de 1666)[1]​ fue duquesa de Parma y Plasencia como la segunda esposa del duque Ranuccio II Farnesio. Fue la abuela paterna de Isabel Farnesio, reina consorte de España.

Eduardo II Farnesio (en italiano: Odoardo Farnese) (Colorno, 12 de agosto de 1666 – 6 de septiembre de 1693), heredero del ducado de Parma y Plasencia. Era hijo del duque Ranuccio II Farnesio y de Isabel de Este, su segunda esposa, quien murió a los 9 días de dar a luz al príncipe Eduardo.

Isabel Farnesio (Parma, 25 de octubre de 1692-Aranjuez, 10 de julio de 1766) fue una aristócrata italiana, reina consorte de España como segunda esposa del rey Felipe V y madre de Carlos III.


  
ESCUDO DE ARMAS









Cuando uno visita la Toscana, usted no puede evitar fijarme en el escudo de armas de la familia Medici, famoso por su escudo de armas amarillo, con  6 bolas rojas, que se llaman bezantes  en un escudo de oro  en la heráldica.
Sin embargo algunas de estos escudos de armas a menudo tienen un número de bezantes diferentes. Al principio de la dinastía las "bolas" eran 11, hasta que Giovanni di Bicci bajo a 9.
Cosimo il Vecchio, su hijo, la reducida a 8, y el hijo de este último, Piero el gotoso, bajo a 7.
Escudo de Piero, eran de siete bolas  que el medio, era azul con color diseñado por los tres lirios dorados de real de Francia, como resultado del privilegio concedido por el rey Luis XI en 1465.La última disminución de "bezantes" vino con Lorenzo il Magnifico. 

En la opción de "bolas" hay varias leyendas y supuestos: Hay quien dice que la nave originalmente llevada a cabo por la familia, Doctor, Luego usaron las píldoras, en la edad media que eran en realidad rojo y redondo.
Otra leyenda dice que el fundador ha curado de una enfermedad grave no menos que el emperador Carlo Magno, aplicación de las tazas que inventó para salassarlo. El emperador, agradecido, daría estas tazas que tendrían las "bolas" que se observan en la capa de brazos.
Otra leyenda quiere que los médicos discendino directamente de la mitología de Dios semilla Perseus, y que las "bolas" de la capa de brazos representan las perillas, reunió en el jardín de las Hespérides.
Incluso la leyenda que podría rastrear el origen de la capa de brazos de Averardo de ' Medici, Caballero llevó a cabo en Italia por Carlo Magno, Eso lo mataría en un duelo de un gigante que lanzó el Mugello, Es muy sugerente.
Es más probable que el número de "bolas" representa el número de enemigos muertos en combate que tomó como su nombre.
Los médicos entonces podría ser iniciados por cualquier soldado que, en una gran batalla o campaña, como una cruzada, asesinado 11 enemigos, número de bolas que tenía razón al principio en el escudo de armas.
También hay quienes dicen que "bolas" podrían ser monedas, en recuerdo de los banqueros familiares.


  
Cosme I, el poderoso Médici que Leonardo da Vinci ha eclipsado sin querer
Dos genios florentinos.

Escudo de armas completo de la Casa de Médici


El gran artista del Renacimiento ha compartido quinto centenario con el gobernante que diseñó la Florencia actual y el ducado de la Toscana.

27/12/2019

El mismo año que moría Leonardo da Vinci, en 1519, nacía en Florencia uno de los personajes más relevantes de la historia de la ciudad, Cosme I. Ambos han sido recordados este año con motivo de sus respectivos quinto centenarios, aunque no existe ningún resquicio de duda: la conmemoración en honor al genial artista florentino ha eclipsado a la del Médici, incluso entre los descendientes de los que fueron sus súbditos.

“Florencia debe mucho a Cosme I; si no todo, casi todo; mientras que muy poco a Leonardo”, explica con resignación el historiador Maurizio Arfaioli, especialista en el primer gran duque de Florencia y comisario de la exposición Cento lanzi per il Principi que le ha dedicado la Galería de los Uffizi. La memoria es débil, mientras que la fama del pintor no dejó de crecer desde el famoso robo de la Gioconda del Louvre a finales del siglo XIX. La última gran contribución a su popularidad cabe buscarla en las exitosas novelas de Dan Brown.

El artífice de la Florencia actual.

El primer gran duque de la Toscana parece haber caído en un olvido que va mucho más allá. “La memoria del Renacimiento está desapareciendo lentamente”, constata Arfaioli. Y con él, los grandes personajes que lo forjaron, especialmente los que no dejaron para la posteridad una firma asociada a una obra de arte que haya podido vencer el paso del tiempo y de las modas, como las que Leonardo ejecutó sobre todo lejos de Florencia, donde se formó como artista en el taller de Verrochio.
Cosme no es Leonardo ni Michelangelo. En cambio, parte de su legado puede apreciarse en el aspecto de la Florencia actual. Algunos ejemplos: él mandó construir la galería de los Uffizi, el famoso Corridoio Vasariano, finalizó las obras del palacio Pitti, inició las del Bóboli, transformó el palacio Vecchio dándole el aspecto actual, lo mismo con la plaza de la Signoria con su estatua a Neptuno... “La ciudad que hemos heredado ha sido creada y reconstruida por Cosme y sus descendientes”, insiste el historiador.
Su faceta como impulsor urbanístico y artístico sigue. Otros ejemplos: creó la primera academia de diseño ‘estatal’ para formar a los futuros artistas, con un anciano Michelangelo como académico de honor, y lideró la recuperación del pasado etrusco. Ahora bien, la política cultural de Cosme I resulta la punta del iceberg de la inmensa herencia de un hombre que revolucionó Florencia y que ni tan siquiera estaba destinado a gobernar. Sin duda, los caminos del Señor son inescrutables y el de los Médici, todavía más.

Un Médici secundario.

Cosimino, como le llamaban de pequeño, llegó al poder de carambola tras la muerte de Alejandro de Médici, primer duque de Florencia, a manos de Lorenzino, un pariente que pretendía ocupar su lugar. Sin embargo, el plan le salió mal y se vio obligado a huir rápidamente de la ciudad para salvar el pellejo, dejando la rama principal de la familia sin ningún heredero claro.
Ante tal situación, los patricios de Florencia, quienes realmente gobernaban la ciudad, se apresuraron a buscar un sucesor. Cosme, que tenía 17 años y procedía de la rama secundaria de los Médici, se convirtió en el escogido. “Él mismo fue el primer sorprendido por esta elección”, revela Arfaioli. Las familias poderosas vieron en él a un joven criado en la campiña fácilmente manipulable. Pero se equivocaron, y de qué manera. Con Cosme I, los Médici dejaron de ser los ‘primi inter pares’ (primeros entre iguales) para convertirse, hasta el final de la dinastía, en la encarnación del poder sin prerrogativas.

Era un hombre de una inteligencia prodigiosa que se convirtió en duque sin haber sido educado para tal fin”
Maurizio Arfaioli
Historiador
Dicho de otro modo, Cosme acabó definitivamente con la república florentina, toda una revolución política a la que no le faltaron detractores. Ahora bien, Cosme consumó este vuelco institucional sin renegar de la república, al contrario. 
“Se apropió de su memoria y transformó sus administraciones para vertebrar una Florencia entorno a su figura”, detalla Arfaioli. “Era un hombre de una inteligencia prodigiosa que se convirtió en duque sin haber sido educado para tal fin, lo que hace que su estilo de gobierno sea único en toda Europa”.

Ejerció un control total sobre todo lo que se movía: el ejército, las leyes, las finanzas... hasta la cultura, donde jugó un papel vital a sus órdenes el artista Giorgio Vasari. “No lo hizo sólo por ambición, sino por necesidad, ya que al no ser un sucesor directo debía ostentar poder o, por el contrario, caería”, analiza Arfaioli.

Un matrimonio de estado.

Cosme I también quiso demostrar este dominio a través de un buen matrimonio político. Y logró esposarse con Leonor de Toledo, hija del virrey de Nápoles. Además, mantuvieron una feliz relación conyugal, algo poco habitual en este tipo de enlaces.
Con el paso del tiempo, el hábil Cosme se convirtió en el primer gobernante italiano en poseer el tratamiento de alteza.” No logró, como pretendía, que el emperador le nombrase rey de la Toscana”, relata Alfaioli, pero el Papa le consoló concediéndole el título de gran duque de la región que él mismo unificó muy a pesar de los pisanos y sieneses. Y no sólo eso, también se encargó de crear un sello identitario utilizando para ello el pasado etrusco.
En definitiva, el gran duque Cosme I transformó la arruinada Florencia en la capital próspera de un estado regional, asentando unas bases de gobierno eficaces que no agradaron a todo el mundo, tanto dentro como fuera de sus dominios. El paso del tiempo tampoco le ha ayudado y sigue considerándose una figura controvertida.
 “Todavía perdura el debate entorno a su figura, ¿fue el hombre que salvó Florencia o quien la destruyó?”, expone Arfaioli.

Quinientos años después de su nacimiento, su ciudad no le ha abandonado del todo y durante este año que finaliza se han organizado exposiciones y conferencias en diferentes lugares, desde la Galería de los Uffizi con la citada muestra Cento lanzi per il Principe dedicada a su guardia personal, pasando por el palacio Pitti, que colgó toda una serie de tapices de época realizados en su honor en la espléndida Sala Bianca, o la Biblioteca Medicea Laurenziana, que enseñó sus libros de cabecera.
Fue un hombre de pulso duro y siempre ha habido una cierta indiferencia popular sobre su figura”
Valentina Zucchi
Historiadora

Aún así, su recuerdo queda muy lejos de los honores recibidos por Leonardo da Vinci por todo el mundo. “Fue un hombre de pulso duro y siempre ha habido una cierta indiferencia popular sobre su figura”, considera Valentina Zucchi, historiadora de Mus.e, la entidad que impulsa los museos cívicos florentinos, quien también pone en valor su herencia. “Creó el estado de la Toscana y su peso político, territorial, estratégico y cultural es enorme”, prosigue.
“Se debe reivindicar a Cosme”, espeta enérgicamente Arfaioli. “¿Cuántos turistas que vienen a Florencia han oído hablar de él?”, se pregunta. Y es que incluso su magnífica estatua ecuestre en la plaza de la Signoria, obra de Giambologna, puede pasar desapercibida ante la majestuosidad de la fuente de Neptuno o la copia del David de Michelangelo. 
Seguro que en 2074, cuando se celebre el quinto centenario de su muerte, habrá otra oportunidad de rescatarlo del olvido y reinterpretar su legado. De momento, la celebración de su nacimiento casi no ha logrado traspasar las fronteras de su tan ansiado gran ducado.


  
Biblioteca Laurenciana.


  
Biblioteca Laurenciana desde el claustro de San Lorenzo.

La Biblioteca Laurenciana o Biblioteca Medicea Laurenciana (en italiano: Biblioteca Medicea Laurenziana) es una de las bibliotecas más importantes de Florencia y de toda Italia. Es famosa por conservar aproximadamente 11.000 manuscritos. Construida en el claustro de la medicea basílica de San Lorenzo, fue patrocinada por el papa Clemente VII (Julio de Médici).

Historia

Julio de Medici invirtió su fortuna en proyectar un edificio que representara la prosperidad del poder de la familia Médici en Florencia. Para eso, eligió dos proyectos que serían anexos de la Basílica de San Lorenzo, uno de ellos fue la Nueva Biblioteca, la cual se destaca tanto por su elección como por el símbolo de filantropía que representa.
El Humanismo surgió como movimiento independiente, pero no hubiera podido florecer trascendiendo el estudio de antiguos manuscritos de no ser por el apoyo económico que recibió. Los Médici hicieron ostentación de su apoyo económico a las ciencias y las artes para reforzar y establecer aun más su posición política. El conocimiento y su adquisición pasaron a ser un símbolo de poder para esta familia.
Miguel Ángel, tras la realización de los frescos de la bóveda de la Capilla Sixtina retorna a Florencia, donde trabaja como arquitecto a las órdenes del nuevo papa León X de Médici, elegido después de la muerte de Julio II. Proyecta la fachada de la Basílica de San Lorenzo, nunca realizada, y en 1519 construye la Capilla Medicea o Sacristía Nueva para acoger los sepulcros de los Médici. A la realización de las tumbas mediceas se dedica desde 1521, y tres años después, en 1524 el papa Médici Clemente VII encarga la construcción de la Biblioteca Laurenciana, para la conservación de los preciosos códices de la colección medicea. Miguel Ángel comenzará a flanquear un costado del claustro levantado por el biógrafo y seguidor de Brunelleschi, Antonio Manetti.
En 1527, la invasión de las tropas de Carlos I de España y la expulsión de los Médici de Florencia, interrumpen los trabajos para los complejos laurencianos. Los trabajos en la sacristía nueva y en la biblioteca serán retomados en 1530, después del restablecimiento de los Médici en el gobierno de Florencia. Pero en 1534 Miguel Ángel se traslada definitivamente a Roma por el nuevo encargo de Clemente VII de pintar un Juicio Final para el altar de la Capilla Sixtina, interrumpiendo los trabajos en San Lorenzo para iniciar dicho proyecto.
Tras esta interrupción siguen construyendo el edificio de la Biblioteca Laurenciana Bartolomeo Ammannati y Giorgio Vasari.
En 1571, Cosme I de Médici, gran duque de Toscana, abrió la todavía incompleta Biblioteca al público. En 1757 fue elegido bibliotecario de esta a Angelo Maria Bandini, que pasó cincuenta años en el cargo y que siguió una política de adquisiciones para engrandecimiento de la Biblioteca y además publicó los primeros catálogos de los fondos bibliográficos.
A lo largo del tiempo se han realizado numerosas aportaciones a la colección. En el siglo XIX el bibliófilo florentino Angelo Maria d'Elci donó su colección de primeras ediciones de clásicos latinos y griegos y se adquirió la biblioteca de Lord Bertram Ashburnham, con importantes códices mayoritariamente en lengua italiana.

El edificio.

Durante la década de 1520, Miguel Ángel diseñó de la Biblioteca Laurenciana la sala de lectura y vestíbulo con la escalinata de acceso, anexa a la citada iglesia, aunque los trabajos no finalizaron hasta varias décadas después y ya no bajo la dirección del maestro toscano.
Miguel Ángel tomó como punto de referencia el tipo de articulación de muros desarrollado por sus predecesores florentinos, pero en lugar de seguir con fidelidad los cánones clásicos estipulados por griegos y romanos, Miguel Ángel utilizó estos motivos —columnas, frontones, ménsulas— de manera más personal y expresiva.
El vestíbulo o ricetto (construido en 1559 por Bartolomeo Ammannati) invita al silencio con sus ventanas ciegas de estípites colgantes y peraltados que se unen a las vigas del techo. Destaca en este la triple escalinata que se resume en una sola rampa, planeada por Miguel Ángel y que es el ejemplo perfecto de la Arquitectura del Manierismo.
Escaleras arriba, la sala de lectura es con reiterada contraposición de vanos ciegos rectangulares y cuadrados, una individualizada y recoleta insistencia al estudio y la meditación.
Bajo el actual suelo de taracea de madera de la sala de lectura de la biblioteca existe un enlosado de 15 paneles blancos y rojos de terracota. Este suelo se descubrió por casualidad en 1774 cuando una balda del escritorio 74 cedió por sobrepeso y se rompió. En la obra de reparación se descubrió este suelo oculto. Existen en la actualidad trampillas para que los visitantes admiren este inusual pavimento. Conforman, con losas cuadradas de 2,6 metros de lado, una secuencia basada en los principios básicos de la geometría. Se cree que las baldosas fueron colocadas siguiendo el diseño del mobiliario original que posteriormente se cambió para aumentar el número de escritorios de la sala.

Vestíbulo

Considerado el espacio más representativo de la Biblioteca de la Arquitectura del Manierismo, es un espacio de perímetro reducido pero gran altura, conforma un ambiente alto y estrecho con paredes ornamentadas, tratadas como fachadas externas. Los elementos utilizados destacan principalmente por su valor plástico, como si fuera una gran escultura, donde en su parte más alta la decoración es aun más espesa, a la par de las únicas entradas de luz del espacio, inalcanzable para la persona que se encuentra dentro, que ayuda a incrementar la sensación de angustia. Principalmente, el espacio en planta está invadido por la escalera que precede a la sala de la biblioteca.
La escalera es lo más destacable y la verdadera protagonista de este recinto. Ocupa más de la mitad del espacio en planta, con tres tramos distintos que se encuentran en un descanso para luego terminar en unificado hasta la sala de lectura.

Colección

Bancas diseñadas para la Biblioteca Laurenciana.
La Biblioteca conserva alrededor de:
  • 11 000 manuscritos.
  • 2.000 papiros.
  • 43 ostraka.
  • 566 incunables.
  • 1.681 libros impresos en el siglo XVI.
  • 126 527 libros del siglo XVII a la actualidad.
  • 592 publicaciones especializadas.
Ciertamente la colección no supera en número al de otras importantes bibliotecas del mundo, sin embargo, su valor excepcional lo compensa, debido al número de manuscritos, antigüedad de éstos, valor filológico y belleza.



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