Archipiélago balear.
El archipiélago está formado por dos grupos de islas y numerosos islotes: las islas Gimnesias (Mallorca, Menorca, Cabrera y algunos islotes cercanos como Dragonera, Conejera, la isla del Aire o la isla de Colom - de propiedad privada -) y las islas Pitiusas (Ibiza y Formentera, junto los islotes que las rodean, como Espalmador - de propiedad privada - y Espardell). |
Consejo Insular
Un Consejo Insular (en catalán Consell Insular) es una institución propia de autogobierno en el archipiélago balear (islas de Mallorca, Menorca, Ibiza y Formentera).
1.-Bandera de Menorca |
2.-Bandera de Mallorca |
3.-Bandera de Ibiza |
4.-Bandera de Formentera |
Creación y evolución del Consejo. Con la promulgación del Real Decreto-Ley 18/1982 (13 de junio de dicho año) por el que se creaba el régimen preautonómico balear, se instituían el Consejo General Interinsular, embrión del que nacería el Gobierno Balear, y los tres consejos insulares: Mallorca, Menorca e Ibiza y Formentera. El número de componentes, así como el modo de elección se reguló inicialmente mediante la Ley 39/1978, de 17 de julio, de elecciones locales, y el Real Decreto 119/1979, de 26 de enero. El Consejo Insular serían elegidos en unas elecciones coincidentes con las locales. Las elecciones al Consejo Insular se celebraron el 3 de abril de 1979. El 24 de abril se constituyó el primer Consejo Insular como órgano de gobierno insular. Se mantuvo este sistema hasta la entrada en vigor del Estatuto de Autonomía de las Islas Baleares en 1983. En el estatuto se definió un gobierno interinsular llamado Gobierno Balear y se mantuvieron los tres consejos insulares: Mallorca, Menorca e Ibiza y Formentera (el estatuto de autonomía de 2007 creó un consejo insular específico para Formentera), ahora ya como instituciones de la comunidad autónoma. El noviembre de 1986, se aprobó la Ley Electoral de Baleares, por la que el Consejo Insular pasaba a tener los 33 diputados actuales. Con la aprobación de la Ley de Consejos Insulares por el Parlamento Balear en 2000 se introducen innovaciones profundas, siendo la más importante la posibilidad de que el presidente del Consejo cree un Consejo Ejecutivo, que puede tener componentes que no sean miembros del Consejo Insular. Los diputados del pleno, desde su creación y hasta el año 2003 eran elegidos de la misma candidatura presentada por cada partido a la circunscripción para las elecciones al Parlamento de las Islas Baleares. Es decir, había una única lista de cada formación política para las dos instituciones, si bien existía un mecanismo de renuncias que permitía a los electos pertenecer sólo a una o a la otra. A partir del año 2007, tras la aprobación del nuevo estatuto de autonomía, los ciudadanos eligen a los consejeros insulares de la institución en listas separadas de las del Parlamento. |
Las Islas Baleares son un archipiélago español del Mediterráneo occidental, situado al este de la Comunidad Valenciana, al sur de Cataluña y el Golfo de León, al oeste de Cerdeña y al norte del Atlas Telliano, (Magreb), actualmente constituidas como comunidad autónoma. Los primeros pobladores Hasta hace poco, los historiadores tenían la hipótesis de que Ibiza fue poblada por pueblos procedentes de la península ibérica, en el quinto milenio antes de Cristo. Entre el 2500 y el 850 a. C., pequeñas colectividades organizadas alrededor de la agricultura y la ganadería habitaron el archipiélago. Es la época de los sepulcros megalíticos y los rituales religiosos en túmulos mortuorios formados por piedras gigantescas. A finales de este período comienzan a surgir las navetas, unas edificaciones en forma de nave invertida destinadas a fines funerarios, aunque en Mallorca, las llamadas navetiformes servían de habitación. La más famosa de ellas es la Naveta des Tudons, en la isla de Menorca. Los restos humanos más primitivos encontrados en la isla de Mallorca datan de c. 2350-2150 a. C., coincidiendo con el inicio de la Edad de Bronce en las costas continentales. No existe seguridad actual sobre su procedencia, aunque la cerámica y las formas constructivas de esa época inicial de colonización (fundamentalmente los dólmenes y navetas) coincide con las culturas coetáneas de la cerámica incisa del sur de la actual Francia. Durante los primeros siglos sus habitantes estuvieron prácticamente aislados del continente, no existiendo constancia de contactos de intercambio hasta mucho después, posiblemente por la ausencia de tecnología naval que permitiese el comercio marítimo. Esta fase de aislamiento de los iniciales pobladores pasó por diversas fases que incluyeron nuevas oleadas de colonización, difusión de colectividades en todas las islas y evolucionando progresivamente hacia una nueva cultura, solo presente en Mallorca y Menorca: la cultura talayótica, que persistió hasta la llegada de los romanos a la isla e incluso más allá de esta. En 1200 a. C. estaba ya habitada por una numerosa población, con escasos recursos, dedicada a la agricultura y a la ganadería. Este pueblo construía sus viviendas y murallas con grandes piedras sin cimentación, siendo su construcción más característica los talayots todavía existentes, de carácter megalítico.4 La ubicación costera de algunos de sus poblados, incluso sobre pequeños islotes, y la presencia de objetos de bronce de imposible elaboración en la isla por la ausencia de estaño, demuestra que en el primer milenio a. C. existía un comercio activo con navegantes de otras zonas del Mediterráneo. Los restos arqueológicos encontrados muestran que seguían el rito de la inhumación, colocando junto a los cadáveres modestos ajuares de cerámica, huesos y algunos utensilios de metal. Parece no existir constancia de jerarquización social, ni de elementos militares en esa cultura, al no haberse encontrado ni estructuras defensivas, ni armas defensivas u ofensivas hasta casi el final de este período. Las armas encontradas son fundamentalmente punzones y dagas, hechas en cobre y algunos cortantes de sílex residuales, todos ellos de dimensiones útiles para la agricultura, caza y uso doméstico. La espada de bronce solo aparece al final de este período y debió ser lógicamente importada del continente. La llegada de las civilizaciones antiguas Los griegos, fenicios, cartagineses y romanos serán las invasiones de las grandes civilizaciones mediterráneas, serán tempranas y notables y causantes del primer poblamiento estable en las islas. Esta diferencia radica en la diferente historia paleogeografíca que ha condicionado ecosistemas diferentes, muy pobres para los humanos en el caso de las islas y con más recursos aprovechables en el caso de gimnésica. El nombre de las Islas Baleares proviene del griego Βαλλιαρεῖς, nombre con el que eran conocidas desde la Antigüedad clásica. Los autores griegos y romanos derivaban el nombre del pueblo de su habilidad como lanzadores (baleareis, βαλεαρεῖς, de bailo, βάλλω), aunque Estrabón consideraba que el origen del nombre era fenicio. De hecho, la raíz bal- tiene un origen fenicio, quizá las islas fueron consagradas al dios Baal, la similitud con la raíz griega ΒΑΛ (en βάλλω), y el empleo de las personas, podrían ser el fundamento de la asimilación de esta designación al griego. Que su origen no sea griego, se ha inferido de que el nombre griego más común para las islas no es βαλεαρεῖς. Los fenicios se establecen en la isla de Ibiza en el siglo VIII a. C.,18 y el 654 a. C. fundan la ciudad de Ibiza pasando a convertirse, gracias a su privilegiada y estratégica ubicación, en el centro del comercio mediterráneo occidental. Al final de la segunda guerra púnica, la isla avitualla al general cartaginés Mago antes de poner rumbo a Menorca, donde se establece temporalmente y tradicionalmente se ha dicho que funda Mahón (hoy esto se pone en duda). Honderos La espectacular pericia y valor en combate de estos guerreros isleños, los convirtió en famosos soldados a lo largo del Mediterráneo. Participaron en la primera guerra púnica como mercenarios a favor de los fenicios, con decisiva actuación en la guerra de Sicilia contra los griegos. Al finalizar el contencioso greco-púnico en Sicilia —las llamadas guerras sicilianas— comenzó la rivalidad entre Cartago y Roma. Las relaciones entre ambos imperios fueron cordiales hasta que Roma se convirtió en una potencia naval y comercial que extendió su influencia más allá de la península itálica, por lo que las disputas políticas y económicas entre ambos pueblos surgieron desembocando en la primera guerra púnica. Los honderos de Baleares combatieron como mercenarios en dos de las primeras de las tres diferentes guerras púnicas que tuvieron lugar (abarcando el período comprendido entre el 264 a. C. y el 146 a. C.), junto a Amílcar Barca, bajo las órdenes de su yerno Asdrúbal y posteriormente en la hazaña de su hijo Aníbal en la batalla de Cannas (en agosto del 216 a. C.) Los honderos menorquines se unen a los ejércitos cartagineses. La necrópolis púnica de Ibiza, formada por unas cinco mil tumbas, data de esta época y es, hoy en día una de las mejor conservadas del mundo, además de formar parte del Patrimonio de la Humanidad desde 1999. En un momento incierto de difícil datación que algunos sitúan entre el final de la segunda guerra púnica y el final de la tercera guerra púnica Ibiza pactará un tratado de federación (pacto foedus) que respetaba su derecho a mantener su religión, su lengua y tradiciones, además del derecho a acuñar moneda propia. Romanos Quinto Cecilio Metelo (que recibiría más tarde el sobrenombre de Balearicus), conquistó a la isla para la república romana en el año 123 a. C.22 Argumentando supuestas incursiones piratas con base en las islas, y con la verdadera finalidad de establecer una cuña al comercio fenicio, Roma decidió apoderarse del archipiélago.23 Cuenta la leyenda que el general romano tuvo que proteger sus embarcaciones con pieles de animales, porque los habitantes, expertos en el manejo de las hondas, les impedían desembarcar.24 Las legiones romanas tardaron dos años en someter todas las islas. Tras la conquista, los honderos de Mallorca pasaron a formar parte de las tropas auxiliares romanas, combatiendo de manera destacada junto a Julio César en la conquista de la Galia (las corazas defensivas no resultaban muy efectivas contra los proyectiles de los honderos). Terminada las guerras púnicas, los romanos intentan someter Mallorca en varias ocasiones, pero fracasan hasta el 123 a. C., cuando las huéstes de Quinto Cecilio Metelo, cónsul de Roma, llamado por eso «el Baleárico», conquista la isla y funda con tres mil colonos las ciudades de Palma y Pollentia (en Alcudia). Casi doce años después de la conquista ya se habían integrado en la campaña africana de los ejércitos romanos. En el siglo IV, el emperador Teodosio unió las Pitiusas con Mallorca y Menorca para formar la provincia romana de Baleares. Vándalos En el año 425, con la caída de Roma, Mallorca sufrió la invasión y el saqueo de los vándalos, pueblo germánico comandado por Genserico que se asentó en la isla hasta el año 534, cuando el general bizantino Flavio Belisario del emperador Justiniano ordenó conquistar el archipiélago balear. Los judíos mallorquines La comunidad judía de Mallorca se remonta a los tiempos romanos. La historiografía mallorquina tradicional ha dado por hecho, sin poder documentarlo, que la llegada de judíos en la isla se produjo con la diáspora posterior a la destrucción del segundo Templo de Jerusalén, en el siglo I, y si bien hay indicios de esa presencia,28 los primeros vestigios seguros se remontan al siglo V: la epístola del Obispo Severo de Menorca, en el año 418, en la que se habla de los vínculos de la comunidad judía menorquina con Mallorca, la existencia de un obispo mallorquín con el nombre hebreo de Elías en 484, y los hallazgos arqueológicos de los plomos funerarios de Ses Fontanelles de Son Torrella (Santa María), con inscripciones hebraicas, y de una lámpara con la representación de una menorá, en Palma, constituyen el inventario material que acredita su presencia en aquellos momentos. Aun así, del análisis de la descripción que hace Severo de la comunidad judía de Menorca, muy numerosa, ocupando altas dignidades municipales, capaz de oponerse enérgicamente a la iglesia cristiana... se deduce que sólo puede corresponder a una comunidad sólidamente asentada desde tiempos atrás, como ocurriría en Mallorca. En 1391 una revuelta campesina, dirigida inicialmente contra el poder político y los excesos fiscales, pero seguramente influida por los asaltos generalizados en las juderías castellanas y aragonesas del mismo año, acabó con el asalto a las juderías de Ciudad de Mallorca y de Inca. Muchos judíos fueron asesinados y expoliados, y finalmente una buena parte se exilió o se convirtió. Tras un breve periodo de decadencia en 1435, el resto de la comunidad judía mallorquina fue obligada a convertirse al cristianismo, finalizando en esta fecha la existencia oficial de los judíos en la isla. Pero, como en muchos otros lugares, buena parte de los judíos mallorquines practican el criptojudaísmo, es decir, continuaron practicando su religión bajo apariencia cristiana, y lo articularon bajo la organización de la Cofradía de San Miguel o los Conversos, posteriormente de Nuestra Señora de Gracia, como instrumento de cohesión interna, ayuda mutua y resolución de conflictos. De esta comunidad, en el siglo XVII se derivará la cuestión chueta, con las condenas bajo acusación de criptojudaísmo y el consiguiente proceso de estigmatización que sufrieron esta minoría desde entonces y hasta la actualidad. Los chuetas mallorquines Los chuetas, también llamados chuetones, son un grupo social de la isla de Mallorca, descendientes de una parte de los judíos mallorquines conversos al cristianismo y de los que a lo largo de la historia se ha conservado conciencia colectiva de su origen a causa de ser portadores de alguno de los apellidos, de linaje converso, afectados por las condenas inquisitoriales por criptojudaísmo en el último cuarto del siglo XVII, o por estar estrechamente emparentados. Los chuetas han sido históricamente estigmatizados y segregados, por lo que, y hasta la primera mitad del siglo XX, han practicado una estricta endogamia. A día de hoy, entre 18 000 y 20 000 personas en la isla son portadoras de alguno de estos apellidos. Conquista bizantina La dominación bizantina de las Islas Baleares es un oscuro período histórico que se inicia en 534, con la conquista bizantina de esta parte del Reino Vándalo, y finaliza en una fecha incierta situada entre principios del siglo VIII y principios del X. La documentación sobre esta época es muy escasa así como los restos arqueológicos conocidos, por lo que abundan las suposiciones historiográficas. Derrocado el rey vándalo Hilderico, aliado bizantino, por el usurpador Gelimer, el emperador Justiniano I encargó a Belisario (533) la expedición de conquista del Reino Vándalo, que además de la región de Numidia, en África noroccidental, incluía las islas de Cerdeña, Córcega y las Baleares. Belisario encomendó un año más tarde a su lugarteniente Apolinario la conquista de las Baleares, donde ejerció el cargo de gobernador. Los bizantinos mantuvieron la estructura territorial vándala, y Baleares, extremo occidental del imperio, permanecieron en la provincia de Cerdeña, que a su vez dependía de la jefatura de África. Máxima expansión bizantina Poco después de la conquista bizantina de las Islas Baleares, el imperio de oriente conquistó Spania, extensos territorios del sur de Hispania (552-620), iniciada en Cartago Nova, (lo que hace pensar que las Baleares fueron la cabeza de puente). Así las Baleares pasaron a ser un territorio estratégico en las rutas marítimas imperiales hacia el occidente del imperio, que en estos años ocupaba un territorio muy similar al del antiguo imperio romano (excepto el resto de Hispania y Galia). Esta centralidad permite suponer que las Baleares estaban bien integradas en el conjunto del imperio. De esta época, las escasas referencias documentales conservadas, se refieren a cuestiones religiosas:
Pérdida bizantina de las posesiones de Hispania En el siglo VII los bizantinos vivieron una etapa de decadencia, muy debilitados en las luchas contra el Imperio sasánida, en oriente, y con los longobardos, en sus posesiones itálicas. Así en el año 620 los bizantinos perdieron a manos de los Visigodos sus posesiones hispánicas, y Baleares volvieron a ocupar una posición excéntrica en el imperio. Poco tiempo después los árabes emergen como una nueva potencia mediterránea, y entre los años 633 y 645 los bizantinos perdieron definitivamente sus posesiones en Siria, Egipto y Cirenaica, e incluso sufrieron el asedio de Constantinopla en el 688. Se supone que, en este contexto, el poder bizantino se fue debilitando en Baleares. La incierta dependencia de Bizancio En este estado de debilidad imperial, Bizancio mantenía sus posesiones de Sicilia, Cerdeña, algunos enclaves en el centro y sur de la península itálica así como las posesiones de Numidia, en el norte de África occidental, pero estas son tomadas por Musa ibn Nussayr, en 705, el cual, en 707, envía a su hijo Abdalah ibn Musa ibn Nussayr a una expedición a los territorios imperiales insulares de Sicilia, Cerdeña y las Islas Baleares, firmando con sus gobernantes un tratado de sumisión o ahd, asimismo se llevó, entre otros rehenes de los distintos territorios atacados, los malik de Mallorca y Menorca, seguramente gobernadores bizantinos, en Damasco, para ratificarlo ante el Califa omeya al-Walid. Este tratado no se ha conservado, pero debía ser parecido al tratado de Orihuela, firmado por el hermano de Abdalah, Abd al-Aziz, seis años más tarde. Estos tratados de sumisión, reiterados en 848, parecen incompatibles con el mantenimiento de la dependencia de Bizancio, enemigo declarado de los musulmanes, pero esta es una cuestión sin resolver definitivamente. También a finales del siglo VIII, en 799, frente a los continuos ataques musulmanes en las Islas Baleares enviaron embajadas a la corte de Carlomagno para ofrecerle la sometimiento de las Baleares a los carolingios a cambio de ayuda, la cual fue aceptada. No se documenta la continuidad de esta sumisión, pero no parece que esta dependencia se pudiera mantener una vez iniciadas las guerras civiles francas (830-840) y en todo caso después de la renovación del tratado de sumisión con el emir de Córdoba Abderramán II, en 848. Todos estos episodios, junto con la expedición normanda de 859, y las pretensiones del obispado de Gerona sobre Mallorca y Menorca formuladas en 892 y 897 ponen de manifiesto que si todavía existía una dependencia de Bizancio esta era puramente formal y los baleares debían afrontar las grandes dificultades del momento por sí solos. Finalmente las Baleares fueron anexionadas en 903 al Califato de Córdoba. En el relato de la conquista que hace el historiador al-Zuhri (muerto entre 1154-1161), se afirma que los rum, resistieron al Castillo de Alaró por espacio de ocho años y cinco meses. La palabra árabe rum es polisémica, y tanto puede referirse, en un sentido restringido, a los bizantinos como, en un sentido extenso, a los cristianos, por eso se ha defendido que los mallorquines de entonces todavía eran percibidos, al menos, como bizantinos. Ataques musulmanes en las Islas Baleares (siglos VIII y IX) A lo largo de los siglos VIII y IX hubo varios ataques musulmanes en las Islas Baleares, sin que llegaran a suponer la ocupación efectiva del territorio, si bien la documentación existente permite deducir que hubo relaciones de sumisión, seguramente concretada con tributos, y actas de resistencia a esta dependencia. Desde el año 534 las Baleares, integradas en el imperio bizantino, forman parte de la provincia de Cerdeña. En 707 tuvo lugar el primer desembarco musulmán del que se tiene constancia, el cual consistió en un saqueo dirigido por Musa ibn Nusayr, gobernador y general del califato Damasquino Omeya en el norte de África.34 Este mismo realizó una expedición en los territorios imperiales insulares de Sicilia, Cerdeña y las Islas Baleares, firmando con sus gobernantes un tratado de sumisión o ahd, así mismo se llevó los malik de Mallorca y Menorca (seguramente gobernadores bizantinos) a Damasco, para ratificarlo con el Califa omeya al-Walid. Siguieron dos siglos de zozobra permanente hasta que a partir del año 903, Mallorca quedó en poder de la dinastía musulmana de los Omeyas. El castillo de Alaró resistió durante ocho años, según cuentan las crónicas, y fue el último refugio de la resistencia de los rumi (cristianos) durante la conquista musulmana. A continuación vino una etapa floreciente, durante la que Madina Mayurqa, la Palma actual, fue un gran centro cultural. Se desconoce la vigencia de este tratado, pero estableciendo paralelismos con situaciones parecidas, hay que suponer la desvinculación con el Imperio Bizantino y la independencia de hecho de los insulares condicionada al pago de tributos. En todo caso la documentación franca de finales del siglo VIII informa de las frecuentes razias musulmanas sobre las Baleares: En el año 798 los baleares remitieron embajadas a la corte de Carlomagno, al que le ofrecieron su sumisión a cambio de ayuda, contra los musulmanes que los habían asaltado el año anterior, y la obtuvieron. También consta que en 813, la flota franca, bajo mando de Ermenguer de Ampurias usó las Baleares como base para perseguir a la escuadra musulmana. Todo ello hace pensar que entre finales del s. VIII y principios del IX la sumisión no era efectiva. En el año 848 el emir de Córdoba Abd al-Rahman II, somete a los isleños por haber dejado de pagar los tributos a que estaban obligados, tal vez derivados del primer tratado o de otro posterior firmado con los emires independientes de Córdoba. En el año siguiente los baleares le enviaron una embajada que obtiene el perdón y la restitución del antiguo estatus a cambio de una multa. El Imperio Carolingio en las Islas Baleares La influencia del imperio carolingio en las Islas Baleares se encuentra testimoniada en varios textos y crónicas francas. Las noticias que ofrecen estas fuentes son escasas y se prestan a la especulación sobre el grado de relación, o incluso de dominio, del imperio carolingio y las Islas Baleares. Las referencias más antiguas provienen de la obra de Einhard, dignatario de la corte con Carlomagno, con quien mantuvo una relación estrecha y escribió su biografía, hacia el año 830. Precisamente en la biografía hace una referencia genérica en las Islas afirmando que: “Balearico mari miscetur” (mezcló el mar Balear). Pero es en su otra obra, Annales Reine Francorum, escrita por los mismos años que el anterior, donde se dan las informaciones más detalladas y que será el modelo de las citas posteriores. Así, informa que en 798 las Baleares fueron atacadas por los musulmanes, así mismo aclara que esto era un hecho habitual y que el nombre de las islas eran Mallorca y Menorca.36 Por este motivo al año siguiente los baleares se dirigieron al emperador para suplicarle auxilio y ofreciéndole su sumisión. El monarca atendió las súplicas y los defendió. La misma crónica cita otro episodio que sólo está vagamente relacionado con las Islas Baleares, en 813 Ermenguer de Ampurias, apostado en las costas mallorquinas, atacó la flota musulmana, procedente de Córcega, arrebatando ocho naves y liberando quinientos corsos cautivos. En este contexto, las crónicas islámicas documentan una expedición de la marina musulmana a las islas de Mallorca, Ibiza y Cerdeña, en 815. Esta razia fue reforzada por un convoy procedente de Tarragona y conjuntamente asolaron los entornos de Marsella. De los años 892 y 897 son dos bulas papales sobre la vinculación de Mallorca y Menorca al obispado de Gerona, de compleja interpretación y que algún historiador ha vinculado a la tradición carolingia, mientras que otros han negado que se refieran a las Islas Baleares. Incursiones normandas en las Islas Baleares Las incursiones normandas en las Islas Baleares se produjeron a lo largo del siglo IX por la movilización hacia el Mediterráneo en busca de fortuna. A la península ibérica llegaron primero por Galicia y después de atacar las costas orientales, llegaron al archipiélago balear. Según el historiador Pere Xamena Fiol, una escuadra de normandos que atacaron las Baleares, llegaron a despoblarla por completo (859). En 1018 un numeroso destacamento de piratas normandos operaban por el mediterráneo comandados por Roger de Tosny y atacaban a los sarracenos del Emirato de Diriyah y las Baleares. El año 1109, durante la cruzada noruega se produjo un ataque normando, comandado por Sigurd I de Noruega, que atacó Formentera, Ibiza y Menorca, obteniendo grandes botines. El pueblo normando era de ascendencia escandinava, en su mayoría, vikingos daneses, que lograban las tierras del centro y sur de Europa. Con el rey Carlos III de Francia, denominado "El Simple", conseguirán las tierras de Normandía para establecerse. Cambiaron de religión y pactaron alianzas con los principales reinos de Europa occidental. La arabización de las Islas Baleares A finales del siglo VIII, en 799, frente a los continuos ataques musulmanes en las Islas Baleares enviaron embajadas a la corte de Carlomagno para ofrecerle el sometimiento de las Baleares a los carolingios a cambio de ayuda, la cual fue aceptada. No se documenta la continuidad de esta sumisión, pero no parece que esta dependencia se pudiera mantener una vez iniciadas las guerras civiles francas (830-840) y en todo caso después de la renovación del tratado de sumisión con el emir de Córdoba de Abderramán II, en 848. Todos estos episodios, junto con la expedición normanda de 859, ponen de manifiesto que los baleares debían afrontar estas dificultades por sí solos y que si aún existía una dependencia de Bizancio esta era puramente formal hasta la invasión de los árabes. En 902 las islas se incorporaron de forma definitiva a la dinastía musulmana de los Omeyas. Siguió una etapa de gran crecimiento, que tuvo en Medina Mayurka, la Palma actual, un lugar de irradiación cultural. La caída y desmembramiento del califato de Córdoba deja las Baleares dentro de la taifa de Denia. En 1076, la Taifa de Zaragoza conquista la de Denia y las Islas Baleares se independizan y forman una taifa propia que viviría de una excelente explotación agrícola y de la piratería, con unas eficaces razzias que golpeaban las costas vecinas desde Italia a Cataluña pasando por la costa mediterránea francesa. En 1113 la taifa mallorquina es conquistada en la cruzada pisano-catalana que tenía por objetivo poner fin a la piratería y probablemente pretendía ser también una expedición de castigo. Las fuentes islámicas dicen que Medina Majurca fue arrasada y parece que la arqueología apunta a que es cierto. Esta expedición llegó a Mallorca e Ibiza, pero no habría en ningún caso un dominio efectivo de las islas. En 1116 los Almorávides desembarcan en Mallorca y Baleares entran en el dominio de su Imperio, junto con el resto de al-Ándalus. Posteriormente el dominio almorávide decae y se forma una segunda taifa mallorquina que consigue un gran esplendor con la dinastía de los Banu Ghaniya. Esta dinastía almorávide se enfrentó a los almohades, siendo el último reino de taifas conquistado por estos. Se siguió dedicando a la piratería, pero también la dirigió hacia el norte de África, donde llegó a poner en problemas a los almohades, que seguían enfrentados a los almorávides. En 1203 los almohades conquistan la Taifa de Mallorca, que sigue bajo su dominio hasta su incorporación a la Corona de Aragón tras la conquista catalana. Conquista islámica de Mallorca e Ibiza La conquista de Mallorca e Ibiza por parte de las tropas musulmanas se produjo en 290 del Hégira (902/903 de la era cristiana). La conquista de Mallorca enfrentó las tropas de Isam al-Jaulani El emir Abdalah ibn Muhámmad le reconoció la conquista y lo nombró valí de la isla, cargo que ejerció desde el 904 hasta el 912.
La historiografía debate sobre quién eran los rum que ofrecieron resistencia, por la polisemia de esta palabra; por un lado podría referirse, en un sentido restringido, a los bizantinos o, en un sentido extenso, a los cristianos, pues en 897, una bula papal hace depender las islas del obispado de Gerona, mostrando la grande debilidad de las estructuras de poder, que han ido quedando muy debilitadas con los sucesivos ataques musulmanes. La dominación musulmana en Mallorca (902-1229) empezó cuando un poderoso hombre del emir de Córdoba, Isam al-Jaulani, viajó de camino a La Meca en peregrinación con más barcos. Ante una gran tormenta, el emir y su cortejo se refugiaron en Mallorca. Descubrió una isla que no conocía y al volver de su peregrinación intentó indagar más sobre ella e informar a su señor, el emir Abd-Allah, de las condiciones defensivas y lo incitó a conquistarla. La dominación musulmana de Ibiza (902-1235) se inició con la llegada de las tropas de Isam al-Jaulani a las islas si bien en el caso de la pitiusa mayor, la despoblación y el abandono propia de la época oscura (periodo entre el (455-902) había dejado la ciudad con muy poca población y el campo en una situación de pobreza. Esta situación hizo que resultara fácil la conquista musulmana y que no haya pruebas de una resistencia a la islamización de la isla ni de sus gentes. Isam al-Jaulani informó a su señor que Mallorca pertenecía a un archipiélago de islas que los viejos romanos denominaban Balearia. Pronto el emir envió muchas naves hacia el archipiélago, principalmente a la más grande para conseguir su conquista. A pesar de la oposición, los nativos aguantaron 8 años y cinco meses. Una vez reintegrado dentro del emirato de Córdoba, la llegada de sarracenos fue constante. Isam al-Jaulani fue designado señor de Mallorca. Conquista por Ramón Berenguer III En 1115 una escuadra pisano-catalana atacó Mallorca en una expedición de castigo en represalia por las actividades piratas que se realizaban desde la isla.4445 Saqueada y destruida por primera vez Madina Mayurqa, y en ausencia de Ramón Berenguer III, la escuadra pisana huyó al avistar la escuadra almorávide enviada desde África. La isla quedó en manos de una familia almorávide, los Banu Ganiya, que mantuvieron buena relación con las potencias del mediterráneo, llegando incluso a firmar un tratado de no agresión. Posteriormente, en 1203, los almohades se apoderaron de Mallorca, hasta que años después, en 1208, designaron como gobernador a Abú Yahya, el cual formó un principado semi-independiente, con apenas una sumisión formal al emir almohade. Conquista aragonesa y Reino de Mallorca dentro de la Corona de Aragón La Corona de Aragón, durante los siglos XII y XIII experimenta un fuerte proceso de expansión hacia el Mediterráneo que la lleva a hacer suyas las tierras baleares. El joven rey aragonés Jaime I el Conquistador, con 21 años, comanda una flota que desembarca en Mallorca a finales de verano de 1229. Tras ardientes combates que se prolongaron durante meses, entra victorioso en la ciudad el 31 de diciembre de ese año. El asalto fue seguido de una matanza indiscriminada que ocasionó un verdadero genocidio de la población mallorquina. Los miles de cuerpos muertos que no podían ser enterrados produjeron una epidemia entre los conquistadores que provocó numerosas muertes. Como consecuencia, los nobles quisieron apoderarse de todo el botín en lugar de sortearlo entre la tropa. Esto motivó la revuelta de peones y caballeros. Finalmente se hizo el reparto del botín, que duró hasta el 30 de abril de 1230. Gracias a todo ello, los musulmanes supervivientes tuvieron tiempo de organizar diferentes focos de resistencia en las montañas, lo que prolongó durante un par de años más las luchas contra los musulmanes en Mallorca, que finalmente acabaron convertidos en esclavos o semi-esclavos. A raíz de toda esta destrucción, pero también debido a la debilidad en que había quedado el ejército de Jaime I, Menorca pidió el vasallaje de la Corona y así le fue concedido. De esta manera, Menorca se convertiría en una taifa autónoma donde la religión y la cultura árabe todavía se mantuvieron medio siglo más. Pero en pleno enero de 1287, y con una flota medio diezmada por un fuerte temporal, Alfonso el Franco llegó al puerto de Mahón. El almojarife pactó la capitulación de modo que caudillos y nobles pudieron escapar de los catalanes a cambio de entregar el resto de la población para ser esclavizada. Ibiza, también fue conquistada durante el reinado de Jaime I, Guillermo de Montgrí, arzobispo electo de Tarragona solicitó al rey Jaime I el feudo de conquista para atacar la isla y conquistarla en su nombre. Tras conseguir el apoyo de dos notables más, el infante Pedro de Portugal y Nuño Sánchez, conde del Rossellón y la Cerdaña, su flota zarpó de Tarragona y desembarcó en el Pou des Lleó, en el Nordeste de la isla, marchando sobre la ciudad y sitiándola a continuación. Tras atacarla de forma continuada con las armas de asedio de la época (como el trabuco de contrapeso), el día 8 de agosto del 1235 el soldado Joan Xicó atravesó una brecha en las murallas y encabezó la toma de los 3 recintos amurallados de los que contaba la Medina. Sus habitantes fueron muertos o esclavizados y sus bienes repartidos entre los magnates. Las Islas Baleares fueron repobladas por cristianos del Ampurdán y de la Cataluña Vieja que importaron el catalán y la religión cristiana. El nuevo reino cristiano de Mallorca o Mallorcas queda instituido por la Carta de privilegios y franquicias de Mallorca (1230). Como su nombre indica, no sólo instituye el nuevo reino, sino que es una carta que da una serie de libertades a los nuevos repobladores en un intento de protegerlos de los abusos del régimen feudal y para atraerlos a las nuevas tierras. No existen cortes ni instituciones comunes a todas las Islas, salvo la propia monarquía. Así, el lugarteniente (llamado también virrey en tiempos de la Monarquía Hispánica) y la Real Audiencia de Mallorca son las únicas instituciones para todas las islas. Mallorca se rige por el Gran y General Consejo y Menorca y las Pitiusas por la Universidad de cada isla. Menorca e Ibiza eran gobernadas también por gobernadores nombrados por los lugartenientes mallorquines. En 1276 muere Jaime I y la Corona de Aragón se parte, quedándose los reinos peninsulares (Aragón y Valencia) y el principado de Cataluña en manos del hijo mayor, Pedro el Grande y el reino de Mallorca en manos del hijo menor, Jaime II de Mallorca, si bien los reyes de Mallorca eran vasallos de los de Aragón. Nace así el llamado Reino Privativo de Mallorca. Este reino estaba formado, además de por las Islas Baleares, los condados catalanes del norte de los Pirineos (condado del Rosellón y condado de Cerdaña) y las posesiones que aún le quedaban en Occitania y pese a hacer construir sus reyes el castillo de Bellver, no residieron habitualmente en la isla. El palacio de los reyes de Mallorca está en Perpiñán. Durante este periodo la Corona de Aragón conquista Menorca, que definitivamente se incorpora al reino de Mallorca en 1295. El período del reino privativo duró de 1276 a 1349, cuando Pedro el Ceremonioso de Aragón conquista Mallorca a Jaime III. Así, el reino de Mallorca queda definitivamente integrado en la Corona de Aragón. Económicamente las islas gozan de la pujanza económica del siglo XIII y buena parte del XIV, cuando empieza la crisis bajomedieval. Las Islas Baleares sufren durante la Baja Edad Media un retroceso económico y demográfico. Además, sufren también durante la Edad Media y el principio de la Edad Moderna numerosos ataques de la piratería berberisca. En este aspecto destacan el desembarco y saqueo de Barbarroja en Mahón en 1535 y el de Ciudadela en 1558. En 1521 estalla en Mallorca la Germanía, en parte como consecuencia de la de Valencia. Los hermanados se hacen con el control de la ciudad y el virrey se ve obligado a huir y refugiarse en Ibiza, que sufre el ataque de los hermanados. La revuelta terminó con el envío de una flota en Mallorca por parte de Carlos I. El siglo XVII también es un siglo de persecución religiosa. En Mallorca los procesos y la discriminación pública contra los judíos, llamados despectivamente chuetas, son especialmente duros. Desde la Baja Edad Media los chuetas habían sido discriminados y obligados a convertirse, viviendo como criptojudíos. Esclavos en Mallorca La Antigüedad fue un periodo esclavista por excelencia, haciendo hincapié en la sociedad romana, que a lo largo de toda la historia de su dominio sobre el Mediterráneo fue esencialmente esclavista, y tanto su economía como su estructura social se basaba en un sistema de clases donde el esclavo constituía el escalón más bajo de la sociedad. Esto se potenció enormemente debido a los cambios sufridos en la economía romana durante la época de expansión, en especial en el sector agrario, donde se multiplicaron las grandes propiedades, especialmente en las nuevas provincias y colonias de la República primero y del Imperio después. Tras la conquista de la isla por el rey Jaime I, algunos judíos norteafricanos, gracias a que el rey protegía a este colectivo y les concedía ciertos privilegios jurídicos,4849 se instalaron en ella estableciendo vínculos comerciales con los parientes que habían dejado en África, ya que gracias a su competencia financiera y económica facilitaban las operaciones de compra y venta actuando como embajadores. Los musulmanes que quedaron en Mallorca luego de su conquista, tanto libres como cautivos, jamás contaron con estatutos jurídicos que garantizasen la posesión de sus bienes, su religión y costumbres, de modo que se les reconociese como una comunidad autónoma distinta de la de los cristianos. Reinado de Jaime II Jaime II de Mallorca reinó sobre las islas durante más de dos décadas y se esforzó en garantizar la viabilidad del reino. Impulsó una vasta política de colonización agraria, con la creación de núcleos rurales; incrementó las rentas reales; favoreció la creación de consulados en el Norte de África y en el reino de Granada; creó un nuevo sistema monetario para el reino; fomentó la creación de industrias textiles; procedió a incrementar el poder real sobre la nobleza y la Iglesia; e impulsó la construcción de palacios y castillos como el Palacio Real de La Almudaina, la catedral de Santa María y el castillo de Bellver. La apertura de proceso a los templarios y posterior supresión de la orden permitió la incautación de sus rentas en las islas. De Reino a Provincia Española. Las Islas Baleares se declaran leales al archiduque Carlos de Austria durante la Guerra de Sucesión. En 1715 los castellanos ocupan Mallorca y las Pitiusas y se hace efectiva la derrota. Se aprueba el decreto de Nueva Planta de las Islas Baleares, que pone fin a la administración surgida de la conquista catalana y al derecho foral, implanta el municipio castellano y el centralismo. Además, la lengua catalana desaparece de la administración y es prohibido su uso público. En 1706 los ingleses ocupan Menorca en nombre del archiduque y posteriormente se la quedan como colonia en virtud del Tratado de Utrecht. La administración pública utiliza el inglés en las relaciones con la metrópoli, pero a nivel interno continúa utilizándose la lengua catalana, siendo Menorca el único territorio donde el catalán es oficial después del fin de la Guerra de Sucesión. La presencia británica en Menorca deja cambios en la ganadería y la agricultura (introducción de vacas, cerdos y cultivos de leguminosas y forrajes) y se construyen nuevas carreteras (destaca el Camino de Kane) que ayudan a la prosperidad demográfica y económica de la isla. Además, los ingleses suprimen la Inquisición y dejan su huella arquitectónica en las casas señoriales del campo menorquín. Entre 1756 y 1763 los franceses ocupan la isla, que volvió al dominio inglés. La Paz de Amiens (1802) supuso el retorno definitivo de Menorca en España. El siglo XVIII es también un siglo de reformas ilustradas dentro de la política general de la monarquía borbónica. Se funda la Sociedad Económica de Amigos del País de Mallorca, que intenta poner en marcha reformas importantes con la introducción de cultivos más comerciales (algodón, lino, morera, vid, almendro, algarrobo...) y difundir la utilización de abonos. El reformismo borbónico permitirá la apertura al mercado americano y se participará en la fundación de la Compañía de Comercio, que pretendía fomentar los intercambios comerciales con América e impulsar las primeras fábricas. En Ibiza, el cambio en la organización territorial también pretendía urbanizar la isla, ya que los ilustrados consideraban que el poblamiento disperso en el campo era el mayor obstáculo para el progreso de la isla. El descenso de la piratería y el corso hace que definitivamente se repuebla Formentera, que nunca había tenido un poblamiento estable desde el siglo XIII. En conjunto hay que decir que a pesar de los esfuerzos, todas las medidas ilustradas en Mallorca y las Pitiusas serán en general, fracasos, o éxitos más bien relativos. Es decir, siguen siendo zonas básicamente atrasadas. Guerra de Sucesión Española en las Islas Baleares Toma austracista de Mallorca La toma austracista de Mallorca fue un episodio de la Guerra de Sucesión Española que tuvo lugar el 27 de septiembre de 1706 cuando el Gran i General Consell del reino de Mallorca decidió rendirse ante la presencia en el puerto de Palma de una flota angloholandesa de la Gran Alianza que apoyaba al Archiduque Carlos en sus pretensiones a ocupar el trono de la Monarquía Hispánica frente al borbón Felipe V, que había sido designado como sucesor un mes antes de morir por el último rey de la Casa de Austria, Carlos II. Con el alineamiento del reino de Mallorca a favor de la causa austracista —aunque Menorca no sería tomada hasta dos años después— todos los estados de la Corona de Aragón se habían decantado por el Archiduque, mientras la Corona de Castilla apoyaba a Felipe V, como lo había demostrado la fracasada primera entrada en Madrid del archiduque Carlos que había tenido lugar tres meses antes. La capitulación de Ibiza y de Mallorca. El proyecto de tomar las Islas Baleares se ideó al mismo tiempo que se planeaba la ofensiva austracista sobre Madrid. El objetivo era conseguir para la flota de guerra aliada —integrada por barcos ingleses y holandeses— una base segura y un centro de aprovisionamiento para sus operaciones navales en el Mediterráneo. En las tres islas baleares existía un partido austracista que mantenía contactos con los austracistas catalanes a través de Joan Antoni de Boixadors, conde de Savellà, cuya esposa estaba emparentada con destacados nobles mallorquines. Por eso el Archiduque Carlos puso le puso al frente de la expedición y en cuanto fuera ocupado el reino de Mallorca desempeñaría el cargo de gobernador en su nombre. La escuadra aliada formada por unos 35 barcos, en su mayoría ingleses, primero se dirigió a Ibiza que capituló el 19 de septiembre de 1706 nada más avistar la flota. Inmediatamente el Consejo de Ibiza proclamó a Carlos III y juró obediencia al conde de Savellà. Seis días después la flota se presentó en el puerto de Palma y el día 26 estallaba un motín popular austracista durante el cual algunas casas y tiendas de franceses y de algunos señalados felipistas fueron saqueadas, lo que dificultó la resistencia del virrey de Mallorca, el conde de Alcudia, que contaba con pocos efectivos para la defensa de la isla. Así el día 27 de septiembre el Gran i General Consell decidió capitular. Tras desembarcar el conde de Savellà reunió al Consell al que asistió la representación al completo de los artesanos y de los payeses ('campesinos'), pero no así la de los otros estamentos de los que sólo asistieron la mitad de sus representantes, "lo que resulta indicativo de los apoyos políticos con que contó Carlos III", según Joaquim Albareda. En esa sesión del Consell se aprobaron las capitulaciones, entre las que figuraba la confirmación de «todos los privilegios, prágmáticas, franquezas» concedidos a la Ciudad y al Reino en tiempo de Carlos II, pero no los «concedidos por los serenísimos reyes pasados», tal como reclamó el Consell al conde Savellà. Después de esta reunión del Consell el Archiduque fue proclamado el 4 de octubre como rey de Mallorca con el título de Carlos III, actuando como plenipotenciario suyo el conde de Savellà —que en diciembre sería nombrado virrey y capitán general del reino de Mallorca—. El 6 de octubre embarcaron para Almería el conde de Alcudia, y otros destacados felipistas, como el obispo Francesc de la Portilla y el jurista de la Audiencia, Francesc Ametller. La insurrección austracista de Menorca y la reconquista borbónica La noche del 11 de octubre tuvo lugar una insurrección austracista iniciada en Ciudadela que se hizo con el control de toda Menorca. Joan Miquel Saura fue nombrado gobernador por el conde de Savellà, quien juró en nombre de Carlos III los privilegios de la isla. Pero el dominio austracista duró sólo tres meses, porque en cuanto la flota aliada abandonó las islas Baleares, se presentó una flota francesa en Mahón y recuperó la isla para los borbónicos el 1 de enero de 1707. La represión contra los austracistas fue muy dura y se convirtió en una ola de terror cuando en febrero fue descubierta una nueva conspiración en favor de Carlos III el Archiduque; Treinta y tres personas fueron ejecutadas. En noviembre de 1707 el gobernador borbónico, el castellano Diego Leonardo Dávila, "suprimió los privilegios de la isla, restringió el sistema de representación y ordenó que los jurados mayores de las villas [equivalentes a los jurats del Reino de Valencia] fueran nombrados por el rey". Toma borbónica de Mallorca La toma borbónica de Mallorca fue el último episodio de la Guerra de Sucesión Española. Tuvo lugar el 2 de julio de 1715 cuando la isla de Mallorca —el último reducto de la resistencia austracista que apoyaba a Carlos VI del Sacro Imperio Romano Germánico en sus pretensiones a ocupar el trono de la Monarquía Hispánica— capituló ante la llegada de una flota borbónica, diez meses después de la caída de Barcelona en poder de Felipe V de España. A continuación fue ocupada Ibiza, pero no la isla de Menorca, ya que según lo estipulado en el Tratado de Utrecht pasó a soberanía de Gran Bretaña, bajo la que permanecería casi sin interrupción hasta 1802 (Tratado de Amiens). La capitulación de Mallorca Una vez producida la caída de Barcelona en septiembre de 1714, el último reducto austracista era el Reino de Mallorca que desde 1706, como el resto de los estados de la Corona de Aragón, se había alineado con el Archiduque Carlos, quien a finales de 1711 había sido proclamado emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Durante los meses siguientes Mallorca e Ibiza —Menorca según el Tratado de Utrecht había pasado a soberanía británica— estuvieron gobernadas por el virrey nombrado por Carlos VI, el marqués de Rubí, que contaba con el apoyo de fuerzas imperiales y con la presencia de algunos catalanes que se habían refugiado allí a causa de la derrota de los austracistas del Principado. Según informó el general británico conde de Peterborough los mallorquines pidieron la protección del rey de Gran Bretaña «no pudiendo asumir de ningún modo sufrir la esclavitud de los españoles y considerándose siempre como súbditos del emperador». Por su parte el enviado británico Matthew Prior comunicó al gobierno francés que era una «fábula sin fundamento alguno» que Jorge I hubiera «ofrecido a los mallorquines entregarse a Inglaterra» o que «les acogería en caso que decidieran entregarse». En mayo de 1715, cuando ya parecía inminente la ocupación borbónica de la isla, un emisario del emperador Carlos VI, el austracista Juan Amor de Soria, intentó negociar en París las condiciones de la rendición, que incluirían el mantenimientos de las "libertades" del reino y de toda la Corona de Aragón. Pero las conversaciones no produjeron ningún resultado. "Beneficiándose de la pasividad de los británicos, ahora con los whigs en el gobierno, los ejércitos francés y español ocuparon la isla, que capituló el 2 de julio". El 11 julio el virrey Rubí entregaba las llaves de Palma de Mallorca al general francés Claude d'Asfeld, después de más de treinta días de resistencia al avance de las tropas borbónicas. A diferencia de lo ocurrido tras la toma austracista de Mallorca en la que el representante del Archiduque Carlos reunió al Gran i General Consell ante el que confirmó «todos los privilegios, prágmáticas, franquezas» concedidos a la Ciudad y al Reino en tiempo de Carlos II, Felipe V de Borbón promulgó un Decreto de Nueva Planta el 15 de noviembre de 1715, similar al Decreto de Nueva Planta de Valencia y de Aragón de 1707, por el que quedaron abolidas las leyes e instituciones propias del reino de Mallorca —lo que no hicieron los británicos en Menorca—. Así, como ha señalado, Nuria Sales, "con la Nueva Planta el reino de Mallorca dejaba de existir para convertirse en un simple título honorífico". El Gran i General Consell fue abolido, y sus poderes pasaron al capitán general, la nueva máxima autoridad en las islas con mayores atribuciones que el virrey al que sustituyó, y a la Real Audiencia que suplantó a la suprimida Audiencia. El sistema insaculatorio («de sac i sort») para la elección de los cargos fue suprimido y a partir de entonces serían designados por el rey o por el capitán general. Asimismo fue suprimido el derecho público —no así el derecho privado, que se mantuvo como en el Reino de Aragón tras el segundo Decreto de Nueva Planta de 1711; lo contrario de lo que sucedió en el Reino de Valencia—. Asimismo Mallorca perdió el derecho a acuñar moneda propia. En cuanto al régimen local se impuso el sistema castellano del corregidor y los regidores despareciendo la representación del estamento popular. Así en 1718 el ayuntamiento de Palma de Mallorca quedó formado por 20 regidores, 16 caballeros —nobleza— y 4 ciudadanos honrados, sistema que se aplicó al resto de municipios de la isla. En el Cronicón de Campaner se dijo: «si bien quedaron los caballeros muy satisfechos de empuñar ellos solos el gobierno económico de la Ciudad, en breve se desengañaron viendo que su autoridad no era como la que tuvieron los Jurados». Sin embargo, si bien es cierto que la Real Audiencia podía suspender cualquier acuerdo de los municipios, estos tenían competencias, por ejemplo, sobre jornales lo que permitió a la nobleza imponerse sobre las clases populares, que no estaban representadas en los municipios —al contrario de lo que sucedía durante la «época foral»—. Menorca bajo dominio británico Menorca, conquistada por una escuadra anglo-holandesa en 1708 en plena Guerra de Sucesión Española, pasó a la soberanía de Gran Bretaña en virtud del Tratado de Utrecht de 1713 y así permaneció a lo largo del siglo XVIII hasta la firma del Tratado de Amiens de 1802, excepto durante la Guerra de los Siete Años (1756-1763) que estuvo ocupada por los franceses y entre 1782 y 1797 en que estuvo bajo la soberanía del rey de España. Como el interés británico por Menorca era estrictamente militar —tener una base naval en pleno Mediterráneo Occidental en el que Mahón constituía un excelente puerto natural, de ahí que pasara a ser la nueva capital de la isla frente a la aristocrática Ciudadela—, la Corona mantuvo las instituciones y leyes propias de Menorca, excepto la Inquisición española que fue abolida. Así los municipios continuaron siendo universitats gobernadas por los históricos jurats que representaban a los diferentes estamentos. En Ciudadela eran cuatro: un cavaller (noble), un ciutadà (burgués), un pagès (campesino) y un menestral (artesano). La lengua propia siguió siendo la oficial y de uso público. "Contrastaba, por ejemplo, la Societat Maonesa de Cultura fundada en 1778 donde todo se hacía en catalán, con la Real Sociedad de Amigos del País del Reino de Mallorca fundada el mismo año en Palma que competía en celo con la Real Audiencia y con el obispado en materia de campañas sistemáticas de extirpación del «dialecto mallorquín» e imposición del castellano". Esto redundó en el florecimiento de la literatura en catalán en la isla con figuras como Joan Ramis i Ramis o Antoni Febrer i Cardona hasta tal punto que algunos estudiosos han llamado al último tercio del siglo XVIII el "periodo menorquín de la literatura catalana". El primer gobernador británico fue sir Richard Kane, que estuvo en el cargo entre 1712 y 1736, y dejó muy buen recuerdo por las medidas que tomó como la construcción de la carretera entre Mahón y Ciudadela —el «camí d'en Kane»—, el desecamiento de muchos aiguamolls —zonas pantanosas—, o la introducción en la isla del cultivo de la trepadella ('esparceta') y otras plantas forrajeras. Asimismo, la presencia de la flota británica acabó con las incursiones de los piratas berberiscos del norte de África, con lo que la población a partir de entonces pudo instalarse en la costa sin temor a ser atacada. Cuando a partir de 1802 por el Tratado de Amiens Menorca pasó a soberanía española perdió sus instituciones de autogobierno y en su lugar se impuso el centralismo a través de Palma de Mallorca; el catalán dejó de ser la lengua oficial para serlo el castellano; fue suprimida la libertad de comercio y Mahón dejó de ser un puerto franco; los menorquines perdieron la exención de servir en el Ejército y en la Marina que habían conservado no sin dificultades bajo la dominación británica; y al desaparecer la flota británica volvió la amenaza de los piratas berberiscos del norte de África. Guerra Civil Española Tras producirse el Golpe de Estado en España de julio de 1936, el 19 de julio los sublevados se unieron a la rebelión militar y se hicieron fácilmente con el control de Mallorca y de Ibiza. No ocurrió así con Menorca, que permaneció fiel a la República. A mediados de agosto los republicanos lanzaron desde la península una operación anfibia para intentar recuperar el archipiélago. Inicialmente lograron recuperar Ibiza, Formentera y Cabrera, y a partir del 16 de agosto establecieron una cabeza de playa al este de Mallorca. Sin embargo, la desorganización de las fuerzas republicanas, mandadas por el capitán Alberto Bayo, paralizan cualquier avance posterior. Eso coincidió con la llegada de efectivos italianos al mando del jerarca fascista Arconovaldo Bonaccorsi (conocido como el "Conde Rossi"). Italianos y militares rebeldes lograrán contraatacar y expulsar a los republicanos de la isla. Poco después serían reconquistados el resto de islas, excepto Menorca, que permanecería bajo control republicano hasta 1939. Tras ese momento, Bonaccorsi inició un brutal régimen de terror sobre Mallorca, organizando el asesinato de 3.000 personas en la isla bajo la acusación de ser comunistas; esto incluyó "sacas" de prisioneros de las cárceles de la isla y su posterior ejecución. El dominio italiano sobre la isla fue tal que, a pesar de que no se trataba de una ocupación militar de iure, las banderas italianas llegaron a ondear sobre la isla. Su influencia también se proyectó en la vida diaria: la Rambla de Palma fue renombrada como Vía Roma y adornada con estatuas de águilas romanas. Durante el resto de la contienda Mallorca se convirtió en una base aeronaval italiana de primer orden, con una presencia militar que implicó numerosas bases terrestres, aéreas y hasta el uso del puerto de Palma como una base naval. A finales de octubre de 1936 los italianos ya tenían unos 1.200 efectivos en la isla.66 A partir del verano de 1936 los italianos comenzaron a enviar cada vez más aviones y efectivos de tierra, hasta constituirse en Mallorca una poderosa agrupación aérea que hostigaba tanto el tráfico marítimo republicano como las ciudades de la retaguardia republicana, especialmente Valencia y Barcelona. Italia tenía autonomía en el uso de sus bases aéreas en Mallorca, cuyos efectivos estaban integrados en el Comando Aviazione Legionaria delle Baleari. Después de la victoria de Franco en la Guerra civil en abril de 1939, los efectivos italianos comenzaron su repliegue. No obstante, todavía permanecerían en las Baleares dos años y medio más después de producirse el final de la contienda. Estatuto de Autonomía de las Islas Baleares La transición democrática iniciada con la muerte Francisco Franco permitieron dotar a las Islas Baleares de un Estatuto de Autonomía en 1983 como expresión de su identidad histórica, después de que el 4 de junio de 1977 el Pacto Autonómico de las Islas Baleares. El Estatuto establece la doble oficialidad del catalán, lengua propia de las islas, y del castellano, lengua oficial del Estado. Con el Estatuto, las Islas Baleares recuperan las instituciones propias: los tres Consejos o gobiernos insulares, el Parlamento y el Gobierno de las Islas Baleares. Todo esto es fruto de la recuperación de la democracia en España en 1977, con la nueva Constitución del Estado de las Autonomías. Surge así un período democrático donde florece un enorme asociacionismo civil con movimientos alternativos importantes en las Islas como el ecologismo, el feminismo y el pacifismo. El desarrollo turístico de las Islas Baleares es enorme en estos años, con la llegada de turistas de la Europa occidental y central (alemanes) que tienen una enorme presencia en el territorio. La evolución económica es muy positiva a pesar del debate sobre el impacto en el territorio o los déficits fiscales. También ha resurgido el debate sobre el hecho diferencial de Baleares representado por una enorme red de entidades y partidos políticos. La incorporación a la Unión Europea y la creación de la Universidad de las Islas Baleares son otros hechos destacables. Las Islas Baleares mantienen hoy en día una fuerte realidad cultural y artística. Se ha hecho un gran esfuerzo de recuperación de la cultura popular y tradicional que todavía son muy vivas. Se han recuperado las relaciones culturales con Cataluña y las aportaciones de los diferentes gobiernos autonómicos que han cambiado varias veces de manos han creado una institucionalidad propia. |
Archipiélago canario.
El cabildo insular es una entidad administrativa exclusiva de las Islas Canarias (España), y que tiene su origen en los Cabildos o consejos de gobierno existentes en el Antiguo Régimen.
Son órganos de ámbito insular en las islas de El Hierro, Fuerteventura, Gran Canaria, La Gomera, La Palma, Lanzarote y Tenerife.
5.-Bandera de El Hierro |
6.-Bandera de Gran Canaria |
7.-Bandera de La Palma |
8.-Bandera de Lanzarote |
9.-Bandera de Tenerife |
10.-Bandera de La Gomera |
11.-Bandera de Fuerteventura |
Diccionario panhispánico del español jurídico. cabildo insular. Adm.; Esp. Órgano de gobierno y administración de cada una de las islas del archipiélago canario, expresamente mencionado en el artículo 141.4 de la Constitución Española . En el Estatuto de Autonomía de Canarias se consideran al tiempo órganos de gobierno, administración y representación de la isla e instituciones de la Comunidad Autónoma. Ley Orgánica 1/2018, de 5 de noviembre, de reforma del Estatuto de Autonomía de Canarias, arts. 65.2, 3 y 4; LRBRL, art. 40. Historia Institucional Los cabildos insulares nacen en Canarias al amparo de la Ley sobre Organización Administrativa y Representación a Cortes en las Islas Canarias, aprobada el 11 de julio de 1912, comúnmente conocida como Ley de Cabildos Insulares, y supone un hito esencial en la historia y en el devenir de Canarias, en la medida en que introdujo cambios en la organización administrativa, económica y política de Canarias. La constitución de los cabildos insulares supuso una modificación trascendental en la organización político-administrativa del archipiélago, constituyendo la primera solución legislativa del siglo XX de lo que ha venido a denominarse el problema de la organización político-administrativa de los territorios españoles, y lo hizo reconociendo las singularidades de las Islas Canarias. La mencionada Ley de 11 de julio, en su artículo quinto, constituyó los cabildos insulares, fijando sus atribuciones y determinando los recursos de su hacienda, remitiendo a un reglamento posterior la regulación de su funcionamiento y condicionando su entrada en vigor a la aprobación del reglamento de los cabildos insulares, aprobándose el 12 de octubre de 1912 el Reglamento provisional de los Cabildos Insulares en las Islas Canarias (publicado oficialmente el 14 de octubre siguiente), con el que se fijaba el régimen de los cabildos insulares, abarcando la composición y régimen electoral, la organización y funcionamiento, las competencias y atribuciones, así como el régimen de la hacienda, presupuestos y cuentas. Con esta nueva normativa se ponía fin a la situación creada por la división de España en provincias, constituyéndose las Islas Canarias en una de ellas, erigiéndose a Santa Cruz como capital con jurisdicción en todo el archipiélago, y que determinó la pérdida de la entidad insular y la del Cabildo que la representaba. El establecimiento de esta provincia única, que para Canarias supuso la introducción de un eslabón político-administrativo intermedio entre el poder central y el municipio, fue un hecho uniformador que no contemplaba la peculiaridad canaria en su expresión insular. La Ley de 11 de julio de 1912 es la primera norma legislativa estatal que recoge unas atribuciones específicas de los cabildos insulares en el ámbito de lo que sea propio y peculiar de cada una de las islas, lo que las diferencia de las instituciones provinciales del resto del estado español. Esta asignación de la gestión de los intereses insulares puso de manifiesto que en Canarias las islas se constituían en las auténticas instancias a través de las cuales ha de organizarse y ejecutarse la actividad administrativa. El reconocimiento de las singularidades insulares que plasmó la Ley 11 es, sin duda, el germen del reconocimiento constitucional de los cabildos insulares que efectúa el artículo 141.4 de la Constitución española, al asegurar que en los archipiélagos las islas tengan su administración propia en forma de cabildos o consejos, como del mandato contenido en el artículo 138.1 de la Carta Magna, que exige tener en cuenta las circunstancias del hecho insular. Partiendo del reconocimiento y mandato constitucional, pero especialmente por el importante papel que las entidades insulares han jugado y que están llamadas a desplegar en el devenir, desarrollo y progreso de Canarias, como consecuencia natural del arraigo y prestigio que determinan que los canarios los perciban como algo propio, el Estatuto de Autonomía de Canarias, primero implícitamente, y después de la reforma del mismo por la Ley Orgánica 4/1996, de 30 de diciembre,de forma expresa, los ha caracterizado, además, como instituciones de la Comunidad Autónoma. La norma institucional básica de la Comunidad Autónoma Canaria integra a los cabildos insulares en su organización política, dotándoles de la consideración de instituciones de la Comunidad Autónoma y los caracteriza como partícipes de sus fines, como coadyuvantes estatutarios en la prosecución de los fines de la Comunidad Autónoma de Canarias; les atribuye la iniciativa legislativa, la representación ordinaria del Gobierno y de la administración autónoma en cada isla, y la ejecución en su nombre de cualquier competencia que esta no ejerza directamente a través de órganos administrativos propios, en los términos que establezca la ley. En definitiva los cabildos insulares son, simultáneamente, órganos de gobierno, administración y representación de cada isla e instituciones de la Comunidad Autónoma. Desde la óptica de su naturaleza, en la que concurre su doble condición de institución insular y autónoma, no son órganos de gobierno, administración y representación de la provincia, sino de las islas, pues en Canarias solo subsisten como órganos de representación de la provincia las denominadas mancomunidades provinciales interinsulares. Los cabildos insulares no son diputaciones provinciales, pese a que por legislación básica en materia de régimen local se apele al régimen jurídico de las mismas. Desde el punto de vista de su composición y conformación democrática, los cabildos son instituciones con plena legitimidad democrática directa, al ser elegidos los consejeros insulares de forma directa por los residentes de cada isla. Es precisamente el régimen electoral donde la diferencia entre los cabildos insulares y las diputaciones provinciales de régimen común se hace más patente. Desde la perspectiva de las competencias, si bien es cierto que se les han atribuido a los cabildos insulares las competencias que tienen asignadas las diputaciones provinciales, aunque territorialmente limitadas a la isla respectiva, hay que resaltar que desde su instauración han sido titulares de un elenco de funciones que nunca se han residenciado en las entidades provinciales. Los cabildos ostentan un conjunto de competencias mucho más amplio que el de las instituciones provinciales, que, además, se ha visto sustancialmente incrementado con la doble consideración de órgano de gobierno y administración insular y de institución de la Comunidad Autónoma. |
HISTORIA DE ISLAS CANARIAS. Antigüedad. La mitología grecolatina ubicaba en el entorno de Canarias, situadas «más allá de las Columnas de Hércules», en el Mar Tenebroso, en los límites del mundo conocido («la Ecúmene»), muchos de los relatos fantásticos de su tradición. Podrían ser la ubicación de los mitológicos Campos Elíseos, las islas Afortunadas, el Jardín de las Hespérides o la Atlántida. Para muchos investigadores, la primera alusión histórica a las islas Canarias podría encontrarse en las obras de historiadores griegos como Plutarco. Pero la descripción más certera de un autor antiguo sobre Canarias es la que hace Plinio el Viejo en su obra Naturalis Historia, donde relata una expedición realizada hasta el archipiélago por el rey de Mauritania Juba II. Los romanos bautizaron a cada una de las islas como; Ninguaria o Nivaria (Tenerife), Canaria (Gran Canaria), Pluvialia o Invale (Lanzarote), Ombrion (La Palma), Planasia (Fuerteventura), Iunonia o Junonia (La Gomera) y Capraria (El Hierro). Periodo prehispánico Las islas Canarias estaban habitadas antes de la conquista europea por los llamados guanches. El término guanche es propiamente el gentilicio de los aborígenes de Tenerife, aunque su uso se ha extendido para denominar a los antiguos habitantes de todo el archipiélago, entroncados étnica y culturalmente con los bereberes del norte de África. Antes de la incorporación a la Corona de Castilla, no existía una unidad política, sino que en cada isla existían varias tribus o reinos independientes los unos de los otros, sin que los habitantes de una isla tuvieran contacto con los de las demás, al no poder navegar entre ellas.121 No se conoce exactamente el modo en que se produjo la colonización de las islas, aunque las teorías más aceptadas en la actualidad son aquellas que defienden que dichas poblaciones fueron traídas desde el norte de África bien por los fenicios o por los romanos. Hasta ahora las cronologías más rigurosas indicaban que los primeros isleños llegaron a Canarias entre los siglos III y I a. C., aunque se han sugerido fechas de poblamiento anteriores incluso al siglo V a. C. Recientes descubrimientos acreditan que el archipiélago canario fue poblado en dos fases: en una primera fase la cultura bereber arcaica llegó a las islas en torno al siglo VI a. C.; en una segunda fase, en torno al cambio de Era y el siglo I d. C., habrían llegado a Lanzarote, Fuerteventura, Gran Canaria, El Hierro y Tenerife, poblaciones bereberes romanizadas. La economía de los antiguos isleños se basaba fundamentalmente en la ganadería de especies introducidas desde el continente africano: la cabra, la oveja, el cerdo y el perro. Este último cumplía funciones de guarda, pero también era consumida su carne. Con respecto a la agricultura, había enormes diferencias entre islas, siendo Gran Canaria la más desarrollada al respecto. Se trataba de una agricultura fundamentalmente cerealista, basada en variedades de trigo y cebada utilizadas como ingredientes para el tradicional gofio que aún se consume en Canarias. La actividad económica se completaba con la recolección de frutos, el marisqueo y la caza ocasional. Culturalmente, los aborígenes canarios son al parecer una rama «insularizada» del conglomerado de pueblos bereberes norteafricanos. Se suele hablar del horizonte neolítico de los guanches, aunque este estuvo determinado en gran medida por la ausencia de metales en suelo insular. La existencia de inscripciones alfabéticas (escritura líbico-bereber) nos hablan en cambio de unos pueblos con un horizonte cultural protohistórico. La arqueología ha fijado su mirada en manifestaciones como la cerámica (fabricada sin torno, con técnicas que se han mantenido hasta la actualidad), los grabados rupestres (espirales, formas geométricas, signos alfabéticos, podomorfos, etc.) y, en el caso de Gran Canaria, la pintura rupestre, de la que es principal exponente la Cueva pintada de Gáldar. Las viviendas eran fundamentalmente cuevas naturales pero también hechas artificialmente en las islas centrales; existían poblados de casas de cierta envergadura en Gran Canaria o Lanzarote. La religión aborigen canaria era politeísta aunque el culto astral estaba generalizado. Junto a él había una religiosidad animista que sacralizaba ciertos lugares, fundamentalmente roques y montañas (El Teide en Tenerife, Idafe en La Palma o Tindaya en Fuerteventura). Había gran cantidad de dioses en las diferentes islas. Entre los principales dioses por ejemplo de la isla de Tenerife, se podrían destacar: Achamán (dios del cielo y supremo creador), Chaxiraxi (diosa madre identificada más tarde con la Virgen de Candelaria), Magec (dios del sol) y Guayota (el demonio) entre otros muchos dioses y espíritus ancestrales. Especialmente singular era el culto a los muertos, practicándose la momificación de cadáveres, en este aspecto fue en la isla de Tenerife donde se alcanzó mayor perfección. Cabe destacar también la fabricación de ídolos de barro o piedra. Redescubrimiento y conquista En el siglo XIV se produce el «redescubrimiento» de las islas por los europeos, sucediéndose numerosas visitas de mallorquines, portugueses y genoveses. Este proceso se encuadra en la llamada expansión europea por el Atlántico, que tendría su punto álgido en la llegada de Colón a América. Los avances en materia de navegación facilitaron la hazaña, que tuvo como principal motivación, en este primer momento, el acceso más directo posible al oro del África central. En este contexto, el navegante genovés Lancelloto Malocello desembarcó en Lanzarote en 1312 y el vizcaíno Martín Ruiz de Avendaño en 1377. Los mallorquines establecieron una misión en las islas (Obispado de Telde), que permaneció vigente desde 1350 hasta 1400. Asimismo las mismas estaban bajo la atenta mirada de los reyes de Castilla, siendo el papa Clemente VI quien a favor de aquellos nombrara al infante Luis de la Cerda monarca del «Reino de las Islas Canarias» o Principado de la Fortuna en 1355. En 1402 se inicia propiamente la conquista con la expedición a Lanzarote de los normandos Jean de Bethencourt y Gadifer de la Salle, motivados por las posibilidades de explotación de la orchilla. En esta primera fase, la conquista de Canarias se llevó a cabo por iniciativa de particulares, y no por la Corona, de ahí que se denomine conquista de señorío, aunque Bethencourt se hubiese hecho vasallo del rey de Castilla. La conquista de señorío incluyó las islas de Lanzarote, Fuerteventura, La Gomera y El Hierro: eran estas las menos pobladas del archipiélago, y su rendición resultó relativamente sencilla. La Gomera, sin embargo, mantuvo una organización mixta, en la que conquistadores e indígenas pactaron su coexistencia hasta la llamada «Rebelión de Los Gomeros» de 1488, que supuso la efectiva conquista de dicha isla. La siguiente fase de la conquista, o conquista de realengo, se llevó a cabo a instancias de la Corona de Castilla, después de que los señores de las islas hubiesen cedido sus derechos sobre Gran Canaria, La Palma y Tenerife –islas que aún quedaban por conquistar– a los Reyes Católicos en 1477. Se inicia entonces la parte más dura del proceso, dado que se trataba de los territorios más poblados, mejor organizados y con más difícil orografía. La conquista de Gran Canaria se inicia en 1478 con la fundación del Real de Las Palmas junto al barranco de Guiniguada, y termina con la rendición de Ansite en 1483. Alonso Fernández de Lugo, que había participado en la conquista de Gran Canaria, obtuvo el derecho de conquista de La Palma y Tenerife. La invasión de La Palma se inicia en 1492 y finaliza en 1493 con el engaño y captura del jefe indígena Tanausú. Tenerife es la última de las islas en ser conquistada. A la primera batalla de Acentejo, de la que los guanches saldrían como vencedores, le sigue una «guerra de guerrillas» y las trascendentales victorias castellanas de la batalla de Aguere y la segunda batalla de Acentejo. La conquista finaliza oficialmente con la Paz de Los Realejos de 1496, aunque algunos indígenas mantienen focos de resistencia en las cumbres (los llamados «guanches alzados»). Finalmente, el 7 de diciembre de 1526, el emperador Carlos y la reina Juana expiden una Real Cédula por la que se crea en las islas un Tribunal de apelación con residencia en Gran Canaria –antes se entendía competente la Cancillería de Granada– que con el tiempo acabaría por convertirse en superior jerárquico común de todos los Cabildos y a ejercer una auténtica función de gobierno del archipiélago, patente desde 1556 hasta que en 1589 sea nombrado el primer capitán general de las islas, que es consolidado en 1625 cuando el conde-duque de Olivares envía a Canarias al marqués de Valparaíso, nombrándose este comandante general. Edad Moderna El proceso de mestizaje humano y cultural que caracterizó a las islas tras la conquista dio como resultado a la sociedad canaria moderna. A Canarias llegaron inmigrantes de Europa, y de Canarias salieron también emigrantes para América, incluso con carácter forzoso en ciertas épocas. A los descendientes de los indígenas se sumaron una gran cantidad de portugueses, nuevos colonos procedentes de Castilla a los que se había repartido tierras, normandos, berberiscos norteafricanos, esclavos negros que fueron traídos para el trabajo en las plantaciones azucareras, judíos, comerciantes genoveses, flamencos, ingleses, etc. Una amalgama cultural y humana que se fusionó de acuerdo a las nuevas leyes e instituciones de origen castellano (Fueros, Concejos o Cabildos, Real Audiencia, Gobernadores), y a las prácticas religiosas del catolicismo. En este sentido, el Obispado de Canarias se ubicó en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, como único centro de la jerarquía eclesiástica canaria hasta la creación de la diócesis de Tenerife en 1819. El modelo económico de las islas se basó, además de en el autoconsumo agrícola y ganadero, en productos de exportación como la orchilla, el vino y el azúcar de caña. El azúcar será el primer cultivo de exportación de la historia de Canarias, y la carta de presentación de las islas ante la nueva economía mundial que se estaba gestando. Desde Canarias, el azúcar y el ron se trasplantarán hacia América. Será precisamente la competencia de los azúcares de Indias una de las causas que explicarían la posterior decadencia de este cultivo en las islas. En el viaje que hizo Cristóbal Colón cuando descubrió América pasó el archipiélago: en Gran Canaria abordó el buque La Pinta para componer el timón y cambiar de velamen.124 Desde Gran Canaria se trasladó a la isla de La Gomera y desde esta isla, en el puerto de San Sebastián de La Gomera, continuó su expedición en 1492 a las Américas, en su primer viaje. Entonces Canarias se convirtió en escala de las rutas hacia el Nuevo Mundo. De hecho, las islas fueron una excepción al monopolio que ejercía la Corona española desde Casa de Contratación de Sevilla con respecto al comercio americano. Desde Canarias partían hacia América productos de contrabando europeos, así como producciones isleñas, principalmente vino. Esto convierte a las islas y a sus puertos en nudos comerciales entre las dos orillas del Atlántico. Como contrapartida, Canarias se convertiría también en zona de rapiña para piratas y corsarios. A la crisis del azúcar le sigue la etapa de desarrollo de la vid, asociado a la producción de vino. Los caldos de malvasía canarios fueron especialmente aceptados en Inglaterra, y en el comercio con este país se basó principalmente la economía canaria hasta el siglo XVIII. En cambio, las relaciones comerciales con el resto de España fueron escasas durante este periodo, debido a la falta de complementariedad entre las economías isleña y peninsular. El siglo XVIII comienza para Canarias con una larga serie de ataques de corsarios a las islas, pero sin lugar a dudas es el ataque inglés del famoso contralmirante Nelson el que escribió una de las páginas más decisivas en la historia de Canarias. La armada británica con 4000 efectivos no pudo conquistar una Santa Cruz de Tenerife con apenas 500 soldados regulares españoles, un destacamento francés y milicias locales. El 25 de julio de 1797 Nelson fue derrotado por las fuerzas defensoras, y cada año en la ciudad se realizan actos de recuerdo de ese día en que pudo cambiar el destino del archipiélago. Edad Contemporánea Las crisis de las exportaciones agrícolas que sufrió Canarias en el siglo XVIII provocaron profundas recesiones, lo que se agravaría con la posterior independencia de las colonias americanas y el giro de la economía española hacia el proteccionismo. Este resultará nefasto para Canarias, que nunca había mantenido estrechas relaciones comerciales con los territorios ibéricos. Periódicamente, algunas sequías producían, sobre todo en las islas menores y de menor relieve, períodos de graves hambruna y mortandad; durante algunos de tales períodos, las autoridades de las islas mayores llegaron a prohibir la emigración de la gente a las islas mayores, para protegerse de la invasión de hambrientos. En este contexto de miseria comenzó un auténtico éxodo migratorio hacia Cuba, Puerto Rico y las jóvenes repúblicas americanas. En mitad de esta profunda crisis, que durará hasta mediados del siglo XIX, se sientan las bases teóricas del llamado librecambismo isleño, apostando las islas por un sistema económico diferente al del resto del Estado. Las presiones políticas de las oligarquías insulares dan como resultado final el Decreto de Puertos Francos de 1852, que establece un régimen de libertad comercial para Canarias. El primer cultivo que se beneficia de ello será el de la cochinilla, insecto de la tunera o chumbera del que se extrae un tinte natural. Con ella se reinauguran las relaciones comerciales con una Inglaterra que precisaba de colorantes para su industria pero a partir de 1870 los colorantes artificiales desbancan a la cochinilla ocasionando una aguda crisis en las islas. A finales del siglo XIX los británicos introducen en Canarias el tomate y el plátano, cuya exportación estaría en manos de compañías comerciales como Fyffes. El colonialismo europeo en África y el creciente trasiego comercial convierten una vez más a los puertos de las islas en estratégicos puntos de escala para las rutas atlánticas. Otro fenómeno crucial para entender la historia contemporánea de Canarias será la rivalidad entre las élites de las ciudades de Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria por la capitalidad de las islas. Con la creación de la provincia de Canarias en 1833, dicha capitalidad única se situó en la ciudad de Santa Cruz de Tenerife.125126 Si bien, tras décadas de desencuentros, en 1927, durante la dictadura de Primo de Rivera, se procede a la creación de la provincia de Las Palmas, agrupando la mitad oriental de la que hasta entonces era la única provincia existente en Canarias, la provincia de Canarias. La mitad occidental se pasó a llamar oficialmente provincia de Santa Cruz de Tenerife. El pleito insular debilitó las posibilidades del nacionalismo canario, que tuvo escasa presencia en las islas hasta los últimos años de la dictadura franquista, teniendo mayor relevancia hasta ese momento entre las colonias de canarios emigrados a América. Fue precisamente en este continente donde desarrolló buena parte de su labor política Secundino Delgado, considerado como padre del nacionalismo canario. También sería al otro lado del Atlántico, concretamente en La Habana, donde se funda el Partido Nacionalista Canario en 1924 por José Cabrera Díaz Guerra Civil y dictadura franquista El 17 de julio de 1936, el general Franco, entonces comandante general de Canarias y con residencia en Tenerife, viajó desde Gran Canaria al Protectorado español de Marruecos para ponerse al mando del Ejército que se subleva contra el Gobierno de la II República (que un año más tarde presidiría el médico grancanario Juan Negrín) estallando con ello la guerra civil española. Acabada la Guerra Civil, se iniciará la dictadura hasta la muerte del general Franco en 1975. La posguerra y buena parte de la dictadura militar estarán marcados en Canarias por una nueva interrupción de su secular relación con otras economías ajenas al ámbito español. Serán tiempos de miseria y emigración, fundamentalmente a Venezuela. Desde los años 1960, en el llamado milagro económico español (1959-1973), irrumpe en las islas el turismo de masas como nueva alternativa económica, que perdura hasta la actualidad. En 1972 se dicta la Ley de Régimen Económico y Fiscal de Canarias que plantea un marco de desarrollo propio para las Islas, en el que no solo se actualiza el tradicional sistema de franquicias canario, sino que se incorpora un amplio repertorio de medidas económicas y se articula una Hacienda propia insular. La situación dictatorial previa a la creación del actual estado autonómico, así como el subdesarrollo económico de las islas hasta la llegada del turismo, el mantenimiento de ciertas estructuras caciquiles injustas y la habitual ocupación de cargos políticos y empleos por foráneos (debida a la falta de un sistema educativo adecuado en las islas, al gran papel del ejército durante la dictadura, y al centralismo autoritario existente durante el franquismo), y la descolonización de los dominios africanos, hizo surgir en los últimos años del franquismo y primeros de la democracia ciertos movimientos de tipo izquierdista/independentista de pretensiones panafricanistas (como el MPAIAC), que pretendían luchar contra la «ocupación colonial» de las islas por la «metrópoli» española. Alguna puntual deriva al terrorismo de alguno de estos grupos tuvo que ser evitada por medio de la represión policial. La tendencia panafricanista chocaba sin embargo con la vocación europeísta de las islas, y tal contradicción, junto con las pretensiones hegemónicas de Marruecos, puestas de manifiesto en la Guerra del Sahara, el desarrollo económico, y la normalización política democrática y autonomista de las islas hicieron perder el impulso a tales movimientos. |
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