La Paradiplomacia se refiere a las relaciones internacionales de los gobiernos y actores locales de un país (Entidades subestatales, regionales, provinciales u otras ), con el fin de promover sus propios intereses. La interpretación originaria de paradiplomacia es de Ivo Duchacek entendió el concepto a partir de las “entradas directas e indirectas de los gobiernos no-centrales al campo de las relaciones internacionales (Duchacek, 1990: 15), poniendo énfasis en la palabra “para-” ya que entendía que esta capacidad de los gobiernos locales era “paralela”, es decir “subsidiaria o accesoria” (Duchacek, 1990: 25) respecto a los gobiernos centrales . En síntesis, la paradiplomacia es la acción internacional de los gobiernos no centrales y puede verse como una suerte de democratización de la política exterior al contemplar las necesidades e intereses de los diferentes niveles al interior de un Estado. Siguiendo la definición de Noé Cornago (2001: 56): “la paradiplomacia puede ser definida como la participación de los gobiernos no centrales en las relaciones internacionales, a través del establecimiento de contactos permanentes o ad hoc con entidades públicas o privadas extranjeras, con el propósito de promover diversos aspectos socioeconómicos o culturales, así como cualquier otra dimensión exterior de sus propias competencias constitucionales”. Cada ente subestatal se proyecta a través de diversas formas realizando una diplomacia a escala sin interferir con la política exterior del estado nacional que integra. Una de las formas más comunes que tienen las ciudades de proyectarse es el hermanamiento de ciudades y la participación en redes temáticas. Aparición de la paradiplomacia Este fenómeno parece ser un aspecto propio del proceso general de mundialización y cambio del estado westfaliano, donde los actores no estatales desempeñan un papel cada vez más significativo en la dinámica internacional. Las fronteras actuales del contacto internacional incorporan, cada vez más, factores públicos y privados en la prosecución de intereses de cooperación y asociación. Las adecuaciones al Derecho Internacional Público y el futuro del sistema de estados como base para el orden político internacional en los últimos siglos se ha abierto al debate. De génesis reciente, el término “paradiplomacy” compareció en el espacio público gracias al debate académico de Panayotis Soldatos a mediados de la década de los ochenta. Claro que fue el canadiense Ivo Duchacek quien desarrolló el concepto y se convirtió en uno de sus principales teóricos. De acuerdo con Nahuel Oddone (2016) se pueden registrar cinco grandes encuadres teóricos sobre la paradiplomacia: 1) Desde la perspectiva del actor internacional; 2) Desde la perspectiva de la política exterior y los procesos de toma de decisiones; 3) Desde la perspectiva de desarrollo territorial; 4)Desde la perspectiva de la integración regional y 5) Desde los enfoques de la gobernanza. Todos ellos han confluido en la construcción de un entendimiento sobre el concepto de paradiplomacia. Los actores internacionales Inicialmente se consideraba que solamente los Estados Soberanos formaban parte de la comunidad internacional, posteriormente se agregaron algunas entidades internacionales intergobernamentales como, las Organización de las naciones unidas (ONU), entres otros organismos mundiales o regionales.1 En el caso de las entidades subestatales (municipios, comunas, provincias, departamentos, etc.) su competencia en el orden internacional resultará de las normas del Derecho interno del Estado al que pertenecen. Ubicación de las entidades subestatales. Desde hace unos años hizo su aparición en el área de las relaciones el término "paradiplomacia" para designar a las actividades internacionales de las instituciones no centrales de un país: municipios, estados o regiones, , etc. Si bien la actividad de los grupos subnacionales venía de antes, fue adquiriendo mayor fuerza con el fin de la Guerra Fría. Ocurre que al cesar la bipolaridad, que bajo el argumento de la lucha contra el otro bando justificaba el monopolio del Estado central sobre la política internacional, se abrió paso a una descentralización política y económica de los Estados y a las aperturas democráticas que permiten a las regiones actuar en el escenario internacional, proceso favorecido además por el progreso enorme en las comunicaciones. La formación de bloques regionales transnacionales como en el caso de la región de Texas (Estados Unidos), Nuevo León, Tamaulipas y Coahuila (México), permite que los temas locales puedan ser abordados directamente por las instancias de la región y no esperar a que el gobierno central decida sobre asuntos alejados a su propia realidad. Este nuevo realineamiento tiende a que el Estado central se encargue de la visión global del país y la paradiplomacia de las necesidades locales. Se puede hablar de paradiplomacia positiva y paradiplomacia negativa. La primera se da cuando las regiones actúan dentro del marco global y permite una complementariedad de las acciones gubernamentales. La segunda responde a los fenómenos que pueden ir desde la búsqueda de una mayor autonomía o inclusive el separatismo no siempre utilizando métodos democráticos, a simplemente acciones erróneas en el plano internacional que van en detrimento de la política general de la Nación. Esta interpretación negativa de la paradiplomacia se conoce como protodiplomacia. Zidane Zeraoui* * Profesor-investigador del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM). Autor de varios trabajos, entre otros: Los procesos mundiales contemporáneos, (2009); Regionalización y paradiplomacia. La política internacional de las regiones, (2009); Teoría y práctica de la paradiplomacia, (2011) y Islam y política, (2013). En las últimas décadas, el concepto de paradiplomacia se ha hecho presente en las discusiones académicas y en la teoría de las Relaciones Internacionales, desplazando paulatinamente la idea estato-céntrica del sistema internacional. Si bien este concepto está presente en muchas publicaciones, aún no ha sido plenamente definido. Aunque el análisis del fenómeno inició desde la década de los años setenta, se limitó a una descripción de las actividades internacionales de las regiones, más que a un debate conceptual. Frente a esta carencia, cuando Ivo Duchacek (1984) y Soldatos Panayotis (1988) propusieron el término de paradiplomacia, éste fue rápidamente aceptado, debido a la ausencia de un término más adecuado. Un fenómeno similar se dio con el concepto de Relaciones Internacionales. Cuando Jeremy Bentham acuñó el término en 1780, se refería a relaciones que no eran internacionales, sino entre Estados, pero que no solo se limitaba exclusivamente a las relaciones interestatales (Halliday, 2002). En la actualidad, a pesar de la conciencia de que el término no es el más idóneo, se ha adoptado como el de mayor uso en el análisis internacional. Así, aun cuando se reconocen los límites del término de paradiplomacia, lo tomaremos como un concepto global para integrar a las demás acepciones, a pesar que desde 1985 algunas voces han criticado la propuesta de Duchacek y Soldatos, como lo ha hecho John Kincaid (citado por Blindenbacher y Koller, 2003). Refiriéndose a la actividad internacional de las regiones, el investigador norteamericano exclama "¿Cómo llamar a esta actividad? Paradiplomacia, pero "para" significa al lado, de un lado, al lado de, o algo secundario. (…) en cambio diplomacia constitutiva toma la idea que los Estados, las provincias, los cantones, los Länders son unidades constitutivas de la política federal" (Kuznetzov, 2015) . Aunque la crítica de Kincaid tiene algún fundamento, no logra abarcar a la totalidad del fenómeno internacional de las regiones, como la protodiplomacia, que lejos de ser constitutiva es disruptiva. Sin embargo, no toda actividad internacional de las regiones es "constitutiva" de la política federal y en muchos casos puede ser opuesta; ejemplo de esto es el caso de Cataluña. Además del aporte de Kincaid, se hace referencia a la diplomacia paralela, a la diplomacia pública, a la diplomacia convergente, a la microdiplomacia, a la protodiplomacia, y a la diplomacia identitaria, entre otras. Nuestra propuesta analítica es utilizar el término de paradiplomacia, con todas sus limitaciones, como un concepto "paraguas", que incluya a todas las demás acepciones que representan casos específicos de política internacional de las regiones. La diplomacia convergente, por ejemplo, representa una paradiplomacia de la región complementaria de la política nacional, mientras que la protodiplomacia es una paradiplomacia con visos al separatismo. Por otra parte, planteamos que al instar de la diplomacia, que es exclusiva del poder político federal y no de entidades privadas, la paradiplomacia es una actividad reservada a los gobiernos intermedios,1 provincias o municipalidades y no a las instituciones privadas. Las universidades o las empresas privadas pueden tener actividades internacionales o relaciones internacionales, pero diferenciadas de la diplomacia o la paradiplomacia. Para Cornago (2000), la paradiplomacia es "la participación de gobiernos no centrales en las relaciones internacionales a través del establecimiento de contactos ad hoc con entidades privadas o públicas del extranjero, con el fin de promover asuntos socioeconómicos y culturales, así como cualquier otra dimensión externa de sus competencias constitucionales"(p. 66). En su definición, este autor enfatiza el papel de las entidades "no centrales", es decir, de los gobiernos intermedios, y no de las empresas privadas o de las instituciones no gubernamentales. En esta misma línea encontramos también a Duchacek que precisa que son "las relaciones de los gobiernos no centrales con centros culturales, comerciales e industriales de otros Estados incluyendo relaciones con los gobiernos de Estados extranjeros. Y se distingue de la diplomacia normal en que es específica sectorialmente, más que en representar a la unidad territorial como un todo" (Iglesias y Zubelzú, 2008). El padre de la paradiplomacia en las Relaciones Internacionales se enfoca en la problemática de Quebec, cuando menciona la relación con "los gobiernos extranjeros", característica muy peculiar de la provincia francesa de Canadá, que se ha distinguido por su grado avanzado de paradiplomacia, incluyendo la apertura de oficinas en el extranjero. Nuestra posición converge con estos autores en la medida en que reservamos el término de paradiplomacia a los actores gubernamentales, difiriendo en esto de aquellos que atribuyen esta prerrogativa incluso a grupos culturales o nacionales. Por ejemplo, Martins Senhoras (2009) incluye a todos los actores que tienen una actividad internacional, siendo o no estatales; así, en su particular concepción, las empresas o las universidades pueden hacer paradiplomacia. Tampoco nos situamos en la posición de los autores que ven a la paradiplomacia solamente como una actividad complementaria de la diplomacia tradicional, como lo define Hocking (2000) en su diplomacia multiniveles o a la diplomacia constitutiva de Kincaid, que no ve una acción autónoma de las entidades subnacionales, sino una política de sumisión al poder central. Sin bien es cierto que los gobiernos sub-nacionales generalmente se alinean con el gobierno central en una diplomacia de múltiples niveles o constitutiva, no siempre la política internacional del actor local es un reflejo a pequeña escala de la política nacional. Puede haber intereses divergentes en juego que se reflejan particularmente en las entidades fronterizas que defienden sus propias visiones. La profusión de los conceptos en relación a la actividad internacional de las regiones se debe a la complejidad misma de las entidades y a la variedad de sus actividades internacionales. Así, para este ensayo vamos a definir, en primer lugar, la paradiplomacia, con el objetivo de avanzar sobre un terreno más despejado conceptualmente. El siguiente apartado se centra en el análisis del origen del concepto, desde su uso en el Derecho Internacional hasta su aceptación en las Relaciones Internacionales. En el campo de las Relaciones Internacionales, hemos utilizado de una manera laxa el concepto de paradiplomacia, mientras el Derecho Internacional define rigurosamente los conceptos de Política Exterior y quien tiene el privilegio exclusivo de esta facultad además del propio concepto de paradiplomacia. Sin embargo, en el Derecho Internacional este término tuvo como origen una misión ad hoc de representantes de un Estado para una finalidad concreta, pero que no son diplomáticos. En el cuarto apartado incluimos el concepto de marca territorial o marca-región, elemento estrechamente vinculado con la paradiplomacia turística, cultural o comercial. En efecto, para lograr una paradiplomacia exitosa, los gobiernos sub-nacionales deben consolidar su imagen internacional, es decir, deben generar una marca territorial que les permita promover su producción local; de esta manera el concepto de región está íntimamente vinculado al de paradiplomacia. En su obra Kuznetzov (2015) dedica su segundo capítulo a definir el término de región por su relevancia en el debate internacional. Para la Asamblea de las Regiones Europeas, la región es "una unidad territorial inmediatamente debajo del Estado soberano, con un sistema de auto-gobierno, con una propia constitución, un estatuto de autonomía o con cualquier ley que forma parte de la legislación del Estado y que determina como la región es organizada y que poderes tiene" (Sodupe, 1991, p. 59), que le permite precisamente utilizar su propia marca para trascender las fronteras. Finalmente, cerramos este trabajo con una reflexión breve sobre los límites de la paradiplomacia y en particular su ausencia de institucionalidad. 1. Definiendo la paradiplomacia La participación de nuevos actores no estatales en la arena internacional (Arts, Noortmann y Reinalda, 2001), ha relegado la preeminencia del Estado central en el sistema global. Sin embargo, para ir definiendo el término debemos limitar el alcance de los conceptos. De una manera general, podemos hablar de paradiplomacia positiva cuando la actividad de la región es complementaria de la nacional o no entra en contradicción con los intereses globales del país. En cambio, la paradiplomacia negativa se refiere al choque de las dos políticas por motivos económicos, políticos o culturales. Por otra parte, no haremos referencia a los casos específicos de la actividad internacional, como en el caso del medioambiente, la cultura y la frontera, que conllevan al uso de los términos de paradiplomacia medioambiental, paradiplomacia cultural y paradiplomacia transfronteriza. No se trata de nuevos conceptos, sino de campos específicos de la aplicación de la paradiplomacia. Por su parte, Duchacek hace una clasificación entre la paradiplomacia directa e indirecta. "La paradiplomacia directa se da cuando la región o subgrupo tiene una actuación directa en la escena internacional y tiene las verdaderas relaciones al exterior. En cambio la paradiplomacia indirecta, se usa cuando desde el interior se hace presión para moldear las políticas que usara el gobierno central al exterior" (2009, p. 20). En su definición, este autor separa la acción directa de las entidades intermedias en el sistema internacional y las acciones indirectas a través de los grupos de presión o de interés. Una vez definidas estas acepciones que posicionan a la paradiplomacia en relación al Estado central vamos a analizar las distintas acepciones utilizadas en el medio académico. La paradiplomacia convergente o constitutiva hace referencia a una política internacional complementaria entre el Estado central y los gobiernos intermedios.2 En este sentido se trata de actividades de apoyo mutuo en donde el Estado central se ve relevado de ciertas tareas puntuales que se delegan a las entidades sub-nacionales; en este caso no hay confrontación entre los intereses de las partes. Por su parte, la diplomacia divergente hace referencia a intereses opuestos entre el poder central y las autoridades locales. En muchos casos la visión del interés nacional puede chocar con las problemáticas regionales; sin embargo, estas divergencias son temporales y no reflejan una oposición permanente entre los intereses de las dos partes. Cuando una región busca consolidar su imagen internacional, hablamos de paradiplomacia identitaria. La unidad sub-nacional quiere proyectar una cierta marca territorial o ciertos rasgos particulares del territorio. El reforzamiento identitario puede tener su origen en el desarrollo de una imagen regional para promoción del territorio o simplemente como una táctica para posibiltar el rescate de los valores locales. La marca regional está vinculada con esta paradiplomacia, que no solamente tiene un valor simbólico, sino que puede representar una marca propia para promover turísticamente a la región o bien generar una marca de productos locales. Por ejemplo, en el Estado de Chiapas, en México, se ha promovido la "marca Chiapas" para impulsar el desarrollo local sobre una identidad de productos. Sin embargo, cuando este impulso se lleva a sus extremas consecuencias, es decir, a la imposición de una identidad regional como paso previo a la ruptura con el Estado nacional, estamos frente a una protodiplomacia. La línea entre la diplomacia identitaria y la protodiplomacia es muy delgada, y depende más de la voluntad política de la entidad y su objetivo final. Muchas regiones aun no independientes, han estado enfatizando sus propios valores en detrimento de la identidad nacional, como podría ser el caso de Cataluña, Flandes, Escocia o el Kurdistán. 2. El origen de un concepto Tanto en los países centralizados, como en las naciones federales, hay presiones contradictorias sobre la conducción de la política exterior: por un lado, existen fuerzas centralizadoras, que buscan lograr una sola voz en el escenario mundial, pero al mismo tiempo hay presiones descentralizadoras, que permiten a los actores subnacionales irrumpir en el sistema internacional. Estas actividades internacionales de las sub-regiones o de actores no-estatales se han denominado como paradiplomacia. Aunque el concepto ya existía en el derecho internacional desde la década de los años sesenta, en las relaciones internacionales debemos esperar hasta finales de los años setenta para que el término entre en el análisis del sistema mundial y de sus interacciones. "En efecto, la paradiplomacia, o diplomacia paralela que emprenden actores subnacionales, puede leerse desde la década del 80 desde el debate transnacionalista y federalista. Éste da cuenta de la profundización de las actividades internacionales emprendidas fundamentalmente por Gobiernos No Centrales en el contexto de la creciente globalización e interdependencia de las sociedades a distinta escala de acción, posibilitada por los ajustes institucionales del sistema político norteamericano promovidos por el nuevo federalismo, sobre todo en el ámbito de la política exterior y la intromisión de los Estados federados en esta actividad reservada solo para el Estado federal" (Ovando Santana, 2013, p. 2). Para Aguirre, "existen dos aproximaciones teóricas más que abordan el fenómeno paradiplomático. Uno, el debate promovido por las teorías reflectivistas posmodernas encabezadas por Der Derian (1987) que plantean, escudriñan e interpretan las actividades paradiplomáticas que han emprendido históricamente distintos actores sean o no estatales alojados en la escala regional o subnacional, aunque no admitidos por la diplomacia tradicional estadocentrica centralizada. Y una segunda, a partir de la década del 90, denominada gobernanza multinivel (Marks), que responde a los retos institucionales de la ampliación de la Unión europea, sobre todo en lo referido al surgimiento de nuevas instituciones que promueven el desarrollo de las regiones europeas y sus conexiones con otras escalas de acción internacional" (p. 209). La hegemonía estatocéntrica en la teoría de las relaciones internacionales no había facilitado el interés académico sobre la participación de las regiones en la política internacional, a pesar del surgimiento de los enfoques behavioristas o las teorías parciales, que se centraban en los elementos del sistema internacionales. A pesar de la ausencia de estudios sobre el fenómeno paradiplomático hasta finales de la década de los años setentasa, éste "no es una novedad. (…) Parece que se puso de moda abrir oficinas en el extranjero, inmiscuirse en los organismos internacionales o estar presente sin descanso en las conferencias. Esta actividad logró frutos como la introducción en la Convención de Lomé IV (de la Unión Europea conlos países ACP-África, Caribe y Pacífico) del concepto de cooperación descentralizada en la UE, lo que permitió a organizaciones ajenas al gobierno central, utilizar recursos destinados por la Comisión (europea) a la cooperación" (Mateos, 2010, [en línea]). En Europa existen 250 regiones que acaparan el tercio del presupuesto comunitario, es decir, 213 mil millones de euros para proyectar su imagen a nivel internacional para fines culturales, sociales, económicos o políticos. La idea de convertir a las regiones en el nivel principal de gobierno conoció su auge en la Unión Europea en la década de los años ochenta, cuando varios países promovieron la regionalización de su política interna, como España, y que la política regional europea estaba en plena expansión. Es en este contexto que los Länder3 alemanes lograban la creación del Comité de Regiones en el seno de la UE. Además, desde el Tratado de Maastricht,4 los representantes de los organismos regionales o sub-estatales podían participar en las delegaciones nacionales cuando se negociaba en el seno del Consejo de la Unión. A partir de ahí, representantes de las comunidades y regiones belgas, del gobierno escocés, galés o de Irlanda del Norte, las autonomías españolas, de los Länder alemanes, los austriacos y de las regiones autónomas portuguesas pueden participar en las sesiones del Consejo de Ministros de la Unión europea. A pesar de su práctica cotidiana, la paradiplomacia sigue siendo un fenómeno poco estudiado. La mayoría de las obras se enfocan en describir el proceso, más no en explicarlo, menos aún, en buscar un fundamento conceptual. "La paradiplomacia sigue siendo desconocida, pero el fenómeno que representa se volvió común: la ciudad de San Francisco sanciona un país extranjero que no respeta los derechos humanos; el gobierno de Quebec inaugura una temporada cultural en París; las entidades subestatales flamencas y valonas conforman la delegación belga en la Organización del Comercio Mundial; los Estados australianos asisten en el seno de la representación gubernamental de Australia en una conferencia de las Naciones Unidas sobre desarrollo y medio ambiente; el Länd de Baden-Wurtemburg participa a las misiones de restablecimiento de la paz en Bengladesh, en Rusia, en Bosnia-Herzegovina, en Burundi y en Tanzania; Jordi Pujol, presidente de Cataluña, se encuentra con el presidente George Bush (padre)" (Paquin, 2003, p.640). Por otra parte, la paradiplomacia, fenómeno global y extenso en todo el planeta por su carácter poco mediatizado, confuso y complejo, tiene un perfil bajo en los medios de comunicación de masas, aunque en los centros universitarios se ha convertido en un tema de moda. Las administraciones locales, municipales y estatales pueden promocionarse a nivel regional e internacional, es decir, pueden llevar a cabo acciones acciones externas y de relaciones internacionales que salen del marco centralizado del Estado, tomando decisiones e iniciativas propias. De esta manera, la esencia de la paradiplomacia es "Lla implicación de los Gobiernos No Centrales en las relaciones internacionales, a través del establecimiento de contactos formales e informales, permanentes o ad hoc con entidades extranjeras, públicas o privadas, con el propósito de promover asuntos de carácter socioeconómicos, políticos o culturales, así como cualquier otra dimensión externa de sus competencias constitucionales" (Cornago, 2005, p.8). Sin embargo, la primacía de la política exterior central del Estado no está en cuestión, a pesar de la creciente relevancia de la política internacional de las regiones. Las prerrogativas del Estado Federal y la concentración de varios poderes en su seno, le permiten seguir siendo el centro de la actividad internacional de los países, aunque hay nuevos patrones en el orden internacional y uno de ellos ha sido la creciente participación de otros actores que no son el Estado tradicional, además de que con la continua apertura democrática y el crecimiento de las comunicaciones, cada vez es más común que las administraciones locales, e incluso empresas e instituciones, tomen iniciativas propias al relacionarse con el exterior. Las acciones de paradiplomacia son muy variadas. A nivel gubernamental pueden ir desde la administración más básica y local, hasta un conjunto de estados o provincias de un país actuando bajo un mismo propósito, quienes "buscan la vinculación externa, pues se presume que ésta contribuye al mejoramiento de las capacidades institucionales para atraer los recursos y el talento necesarios para gestar su propio desarrollo" (Carreón, 2007, [en línea]). El término de paradiplomacia, recién en el discurso de los internacionalistas,5 es un concepto bastante antiguo en el Derecho Internacional. Sin embargo, para este último, "la paradiplomacia se integra de grupos muy variados, tal como el de los funcionarios de organizaciones internacionales, los delegados a conferencias internacionales, los agentes ad-hoc, los expertos, los especialistas, los enviados, etcétera, y está exigiendo nuevos tratamientos y reglamentaciones, pues el número de estos agentes y la diversidad de sus ocupantes requieren normas diferentes de las usuales. La intervención masiva de técnicos en las relaciones exteriores de los Estados trae consigo la necesidad de prever alguna competente ordenación legal de sus actividades" (Sepúlveda, 1988, p. 162). Así, el Derecho Internacional incluye en esta actividad internacional a representantes oficiales de los Estados solamente con una función ad hoc, no a entes subnacionales que actúan por su cuenta o a organismos descentralizados, y menos aún a las empresas o las instituciones educativas. De esta manera, ciertas prácticas paradiplomáticas ya han sido reguladas, en particular las referentes a las actividades de los funcionarios de organizaciones internacionales, sobre todo en relación con su inmunidad en sus relaciones con otros Estados. En cambio, los delegados a conferencias internacionales, los representantes de los gobiernos, los enviados itinerantes y las misiones especiales (que no sean diplomáticos) tienen un tratamiento menor que los anteriores, pero gozan de ciertos privilegios "diplomáticos". Esta necesaria regulación de las actividades paradiplomáticas tiene su origen en la formulación misma del Derecho Internacional. En sus inicios, éste se enfocaba exclusivamente en el Estado, que era considerado como el único agente del Derecho Internacional. Hasta el día de hoy, aunque se acepta que los actores internacionales se han multiplicado, los únicos "órganos de las relaciones internacionales" se centran en el Estado, como "órganos centrales" (jefe de Estado y ministerios de Relaciones Exteriores) y "órganos exteriores" (agentes diplomáticos y consulares). Toda la literatura del Derecho gira en regular y explicar las obligaciones y privilegios de estos órganos, no de los actores paradiplomáticos. "El sistema internacional, o la sociedad internacional, si se prefiere denominarlo así, se basa fundamentalmente en los Estados como sujetos o actores predominantes. Durante mucho tiempo se sostuvo uniformemente que los Estados eran los únicos sujetos o los sujetos exclusivos del orden jurídico internacional.6 Sólo hasta los años veintes empezó a abrirse paso débilmente la tesis de que además del Estado existen otros sujetos –o actores-titulares de derechos y obligaciones internacionales, y que hay una parte del derecho de gentes, cada vez más creciente, que se dirige a ellos. Esta postura no ha dejado de tener oposición, sobre todo de los positivistas, que mantienen que el único derecho internacional es aquél producido por la "voluntad del Estado", y que lo demás es sólo una emanación subsidiaria" (Sepúlveda, 1988, p. 476). En efecto, el derecho internacional se preocupa primordialmente por los Estados, que son los que definen y crean el derecho, aunque su aplicación puede abarcar a otros actores, pero secundarios en términos de la jurisprudencia del sistema mundial. "La concepción y la definición del derecho internacional, tal como han sido propuestas por los escritores en cualquier periodo de la historia, han ejercido una profunda influencia en el problema de determinar quiénes son los sujetos de derecho internacional. Así, de acuerdo con la definición clásica que considera el derecho internacional como un conjunto de normas que rigen la conducta de los Estados, en sus relaciones mutuas, sólo éstos, los Estados, son sujetos de derecho internacional" (Sorensen, 2000, p. 261). Aunque el derecho internacional actual se preocupa por el papel de los individuos y de las instituciones internacionales, y busca otorgarles derechos pero también responsabilidades, es un hecho que su propia elaboración sigue siendo una facultad casi exclusiva de los Estados. El derecho internacional reconoce la existencia de otros sujetos, además de los Estados soberanos y las instituciones internacionales (que son una expresión del rol del Estado central), pero con un rango menor. Así "hay otros sujetos menos importantes de derecho internacional que, sin embargo, ocupan una posición especial en el orden jurídico internacional. Si alguna característica común puede señalárseles, es que todos carecen de uno u otro de los requisitos esenciales de un Estados soberano. Es decir carecen, ya sea de autoridad gubernamental, de población, de territorio o de soberanía y, especialmente, de soberanía en sus relaciones exteriores. En este grupo de sujetos de derecho internacional, consideramos entidades tales como la Santa Sede, los Estados diminutos, las colonias, los protectorados, algunos territorios autónomos, los territorios en fideicomiso, las partes beligerantes y los insurgentes" (Sorensen, 2000, p. 271). Todos los actores señalados por Sorensen son "casi-Estados" o "para-Estados", pero no subregiones, a menos que entre en conflicto bélico con el poder central, o entidades no públicas, es decir, instituciones académicas, empresas transnacionales, etc. El derecho internacional funciona dentro de la comunidad de los Estados soberanos, cuyas políticas exteriores conforman sus relaciones, y esto se pone en ejecución a través de la diplomacia. Estas consideraciones conllevan a establecer que solamente las entidades soberanas pueden ejercer una diplomacia y una política exterior, mientras que los actores no-estatales realizan paradiplomacia y política internacional. De esta manera, "la política exterior es el conjunto de decisiones tomadas por un gobierno en relación con la posición del Estado vis-à-vis otros Estados y, además, su actitud dentro de las organizaciones y conferencias internacionales. La diplomacia es el instrumento mediante el cual se lleva a efecto la política exterior" (Sorensen, 2000, p. 385). Así, queda muy clara la diferencia en el actuar en el escenario mundial entre el Estado y los demás actores con proyección internacional. Seara Vázquez (1988) reconoce que "el estudio del Estado corresponde fundamentalmente al derecho político y constitucional (…) por ser el sujeto principal del derecho internacional" (p. 83). Las regiones se convierten en sujeto del derecho internacional solamente en estado de beligerancia y no por sus acciones en el sistema mundial. Por los reconocimientos "de beligerancia, de insurgencia y del derecho a la independencia", otras entidades se convierten en sujetos de derecho. Esta posición limitada del derecho internacional se encuentra también en la visión del realismo político,7 dominante durante toda la Guerra Fría, que sostiene que los únicos actores internacionales son los Estados y que los demás entes son subordinados a la voluntad del poder estatal o que, en el mejor de los casos, expresan, de manera distinta, esta misma voluntad. 3. Paradiplomacia y marca territorial Un elemento central en la paradiplomacia es la identidad regional; para que una provincia pueda tener un rol regional o internacional debe consolidar su imagen. Según Abderrahmane Rachik (1995) existen dos identidades: la dura y la blanda. La primera se refiere primordialmente a los irredentismos que se oponen abiertamente a la cultura nacional, mientras que la identidad blanda existe en todas las provincias o regiones y es lo que permite diferenciar un Estado de otro, sin hacer de estas diferencias antagonismos. Relacionado con este elemento, las identidades pueden ser inclusivas o exclusivas, tal como lo definen Klotz y Lynch (2007). Generalmente las identidades duras suelen ser exclusivas, mientras que las identidades blandas tienen tendencia a ser más inclusivas, pero no es una regla permanente. Por su parte, la identidad debe ser territorializada para poder expresarse. En efecto, sin la territorialización de la identidad, ésta no puede existir. Sin embargo, debemos diferenciar el espacio del territorio. Así, el primero se refiere a una extensión geográfica que no necesariamente genera un vínculo afectivo con la población, mientras que el territorio es un espacio valorizado (Giménez y Malgesini, 2000). De esta manera, la territorialidad puede definirse como la capacidad humana de producir "territorios" mediante la delimitación y la valorización espacial, lo que permite consolidar la identidad, base de toda actividad paradiplomática. Desde el momento de delimitación y valorización, se desarrolla un apego por este espacio que provee de recursos a sus habitantes. Sin embargo, la existencia de una identidad regional no implica la negación de la identidad nacional. Podemos tener varias identidades superpuestas que se complementan unas a otras; de hecho, varias micro-identidades territoriales pueden compartir una sola macroidentidad territorial. El estudio de la paradiplomacia quedaría incompleto sin la inclusión de las identidades y dela marca territorial que le den una autonomía propia. Precisamente, la marca región se ha analizado no solamente en el marco de las relaciones internacionales, sino en varios campos disciplinarios, como la política, la cultura, el comercio, el turístico, el desarrollista y el comunicacional. "La política económica y comercial, la promoción de las inversiones extranjeras y la atracción de centros de decisiones, la promoción de las exportaciones, la ciencia y la tecnología, la energía, el medio ambiente, la educación, la inmigración y la movilidad de las personas, las relaciones multilaterales, le desarrollo internacional y los Derechos Humanos forman los principales expedientes de la paradiplomacia" (Paquin, 2004, p. 207). De esta manera, el estudio de la identidad territorial es inherente al estudio de las regiones y de su necesidad de proyectarse hacia el exterior como entidad autónoma, con intereses definidos y claramente separados tanto de los del Estado central como de las demásregiones. Conclusión: Los límites de la paradiplomacia A diferencia de la diplomacia tradicional, que está institucionalizada en la figura de las secretarías de relaciones exteriores o los ministerios de asuntos internacionales, la paradiplomacia está íntimamente ligada a la figura del líder político regional. En el Estado de Nuevo León, en México, durante su gubernatura (2004-2010), Natividad González Parás impulsó a Monterrey como Ciudad del Conocimiento y como centro médico alternativo a Houston; además, con su programa "Invite" vinculó a Nuevo León con Tamaulipas, Coahuila y el Estado de Texas (la vieja relación colonial) para generar un bloque negociador a nivel global. Su sucesor, Medina, frente a la crisis de seguridad en el Estado (y a nivel nacional durante los años 2010-2012) se centró en la problemática interna, dejando de lado la política internacional de Nuevo León. La ausencia de una institucionalización de las actividades paradiplomáticas conlleva a su debilidad y su vinculación con el liderazgo en turno. Por otra parte, tampoco existe una definición constitucional de la actividad paradiplomática. Durante la Guerra Fría, los Estados centrales no permitían una autonomía de los gobiernos intermedios a nombre de la seguridad nacional del Estado. Con el derrumbe del mundo bipolar, en varios países la necesidad de regular las actividades internacionales de las provincias que se dieron por el propio debilitamiento del Estado nacional, se llevaron a cabo reformas constitucionales. La revisión Constitucional en México en el año 1992 permitió abiertamente la cooperación exterior de los Estados en el marco de la política internacional del poder central. Sin embargo, esta reforma no precisa los alcances de la paradiplomacia y se limita a señalar que los Estados deben "notificar" a la Secretaría de Relaciones Exteriores de cualquier acuerdo firmado, pero no existen sanciones en caso de incumplimiento. Por su parte, en Argentina la reforma constitucional de 1994, abrió la puerta a la legitimización de la política internacional de las provincias o municipios. El artículo 124 de la Carta Magna permite su proyección internacional y afirma la facultad de celebrar tratados internacionales, conforme los límites que establece el propio artículo 124 para las provincias. Además, reconoce a las regiones como nuevos sujetos del derecho internacional, legitimadas para actuar en el escenario mundial, al igual que las provincias. La Ciudad Autónoma de Buenos Aires tiene la legitimidad para celebrar convenios internacionales conforme lo establece la Constitución Nacional, como también lo dispone su estatuto organizativo. Así, aunque varios países hayan incluido en su Constitución la actividad internacional de sus provincias, no está claro los límites de los gobiernos intermedios. Para los Estados centrales, y varios autores comparten esta visión, la paradiplomacia, retomando la definición de Paquin (2004) es "un mandato dado a representantes oficiales por un gobierno sub-estatal para negociar con actores internacionales" (p. 209), pero los límites de la paradiplomacia depende de las correlación de poder entre la región y el centro. Es decir, el alcance de la actividad internacional de los gobiernos intermedios depende de su propia voluntad y de su capacidad de negociar con el poder central. |
Notas
1 Hablamos de una manera genérica de provincias, aunque en la práctica los términos referentes a los gobiernos intermedios varían de país a país: autonomías para España, estados para México, provincias para Argentina, departamento o región en Francia, länders en Alemania, intendencias en Chile, etc. 2 Retomamos el concepto de gobierno intermedio que es utilizado por la Asociación Latinoamericana de Gobiernos Intermedios (OLAGI), que reúne tanto a gobiernos municipales o como provinciales. 3 Alemania es una federación de 17 Länder (de Land "país" o "estado"). Los Länder son sujetos de derecho internacional, con personalidad estatal propia, aunque la función diplomática la representa el Estado Federal, pero varios Länder tienen acuerdos internacionales y oficinas en las principales ciudades europeas. 4 El Tratado de Maastricht de 1992 fue decisivo para el viejo continente, en la medida en que introdujo el mercado común, cambió el nombre de Comunidad Económica Europea a Unión Europea, y finalmente decidió la introducción del Euro como moneda comunitaria. 5 En efecto, en toda la literatura relacionada a esta problemática, los autores se refieren a Ivo Duchacek y Panayotis Soldatos como los "padres" de la paradiplomacia. En parte esta aseveración es cierta en la medida que los dos especialistas del Québec, Canadá, fueron los pioneros en introducir este concepto en el campo de las Relaciones Internacionales como lo demuestra la gran cantidad de obras publicadas: Duchacek, Ivo "Perforated Sovereignties: Towards a Typology of New Actors in International Relations" o Soldatos, Panayotis "An Explanatory Framework for the Study of Federated States as Foreign-policy Actors" ambos en Michelmann, H. y Soldatos, P., Federalism and International Relations. The Role of Subnational Units, Oxford, Clarendon Press, 1990; Duchacek, I., Latouche, D., Stevenson, G. (eds.) Perforated Sovereignties and International Relations: Trans-Sovereign Contacts of Subnational Governments, Nueva York, Greenwood Press, 1988; Duchacek, Ivo. The territorial dimension of politics: within, among and across nations, New York, Greenwood Press, 1986 y Soldatos, Panayotis "Cascading Subnational Paradiplomacy in an Interdependent and Transnational World" en Brown, D., Fry, E., States and Provinces in the International Political Economy, Berkeley, California, Institute of Governmental Studies (IGS), 1993. Sin embargo, como lo hemos visto es en realidad en el Derecho Internacional que se empezó a utilizar este término, aunque con referencia a "actores" designados por los Estados, no independientes. 6 Desde su creación, el Derecho Internacional se concibió para regular las relaciones entre los "sujetos del Derecho", los Estados, considerados depositarios de los plenos poderes en el ámbito internacional. En el nacimiento del Derecho Internacional, la Universidad de Salamanca, España, fue pionera por los trabajos de los religiosos. El fraile dominico español, Francisco de Vitoria (1483/86-1546), fue el primero en desarrollar una teoría sobre el derecho de gentes (ius gentium) que sin lugar a dudas puede calificarse de moderna. Extrapoló sus ideas de un poder soberano legítimo sobre la sociedad al ámbito internacional, concluyendo que este ámbito también debe regirse por unas normas justas y respetuosas con los derechos de todos. El bien común del orbe es de categoría superior al bien de cada Estado. Esto significó que las relaciones entre estados debían pasar de estar justificadas por la fuerza a estar justificadas por el derecho y la justicia. Así, Francisco de Vitoria se convirtió en el creador del derecho internacional moderno. El ius gentium se fue diversificando con los aportes de otros pensadores de la Universidad de Salamanca. El padre jesuita Francisco Suárez (1548-1617), que ya trabajaba con categorías similares, distinguía entre ius inter gentes e ius intra gentes. Mientras que el ius inter gentes, que correspondería al derecho internacional moderno, era común a la mayoría de países (por ser un derecho positivo, no natural, no tiene porqué ser obligatorio a todos los pueblos), el ius intra gentes o derecho civil, es específico de cada nación. 7 Cfr. a los clásicos del realismo político Morgenthau, Hans Joachim. Politics among nations: the struggle for power and peace, Nueva York, Knopf Editores, 1985 (la primera edición es de 1948) y Waltz, Kenneth Neal. Man, the state and war: a theoretical analysis, Nueva York, Columbia Press, 2001 (primera edición de 1954). Sin embargo, el realismo político sigue siendo un referente central de la idea del Estado como actor único de las Relaciones Internacionales: Pont Mestres, Magín. Realismo político, Madrid, Plaza & Janes, 1977; Bethke Elshtain, Jean. |
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Las relaciones culturales internacionales de la UE y la necesidad de incorporar a las ciudades 07/2020 Los estados miembros de la Unión Europea tienen una larga tradición de diplomacia cultural. Mientras que en el pasado buscaban especialmente los intercambios artísticos y las colaboraciones educativas y científicas con otros países, en la actualidad el arte y la cultura se están movilizando cada vez más para abordar los retos globales como el desarrollo sostenible, la democratización y la resolución de conflictos. La reciente presentación de la estrategia conjunta de la UE para las relaciones culturales internacionales se puede entender como parte del esfuerzo de los estados miembros por ampliar su agenda de diplomacia cultural. Sin embargo, para ser plenamente eficaz, esta estrategia necesita involucrar a todos los niveles de la gobernanza y, en especial, a las ciudades y a sus gobiernos locales. La Comunicación conjunta Hacia una estrategia de la UE para las relaciones culturales internacionales fue adoptada en junio de 2016, tan solo tres semanas antes que la Estrategia global para la política exterior y de seguridad de la Unión Europea. Establece la necesidad de ir más allá de la comprensión de la diplomacia cultural como un instrumento de poder blando para dotarlo de un enfoque más inclusivo y recíproco alrededor de «un nuevo espíritu de diálogo, comprensión y aprendizaje mutuo, desarrollo conjunto de capacidades y solidaridad global». Este enfoque innovador promete tener una amplia repercusión en otras áreas de la política exterior de la UE como la cooperación internacional y desarrollo y la Política Europea de Vecindad. No obstante, la implementación de las ambiciones que apunta la estrategia es un reto importante. Este nuevo espíritu de diálogo que se desea lograr requiere un enfoque de abajo arriba que limita la participación del Gobierno a favor de la cooperación de la sociedad civil y de la apropiación compartida con los actores locales de terceros países. A pesar de ello, el marco de actuación adoptado por el Consejo Europeo en abril de 2019 apenas hace referencia a los actores no estatales como los gobiernos locales, las organizaciones culturales independientes y la sociedad civil. Al contrario, centra su atención casi por completo en las alianzas con institutos nacionales de cultura (como el Goethe-Institut y el Institut français) y su entidad coordinadora, EUNIC (European Union National Institutes for Culture). Sorprende ver que la estrategia conjunta de la Unión Europea para las relaciones culturales internacionales se adoptó en el mismo mes que la Agenda Urbana de la UE, que pretende «pone[r] en práctica un sistema de gobernanza multinivel» y concede un rol formal a las autoridades locales en los procesos de toma de decisiones de la UE. Mientras que la Agenda Urbana de la UE reconoce el creciente papel de las ciudades a la hora de abordar retos globales como pueden ser el cambio climático, la desigualdad y la promoción de la diversidad cultural y religiosa, la relación entre las agendas urbana y global de la UE todavía está por construir. Hay tres razones que pueden explicar la falta de involucramiento de las ciudades en la estrategia de diplomacia cultural de la UE: en primer lugar, la reticencia de los estados miembros a transferir poderes a los gobiernos subestatales en un ámbito que consideran central para su soberanía; en segundo lugar, dados los niveles desiguales de descentralización, se dan diferencias importantes entre las ciudades europeas en cuanto a su autonomía, competencias, recursos y motivación para entablar relaciones culturales internacionales; en tercer lugar, las ciudades no invierten lo suficiente en realizar acciones de incidencia en Bruselas que sirvan para transmitir su contribución potencial a la estrategia global de la UE. Aun así, las ciudades europeas tienen un papel crucial en el desarrollo de vínculos culturales transfronterizos y progresivamente se han ido estableciendo como actores políticos autónomos en la esfera cultural internacional. Y cuando hablamos de ciudades no nos referimos solamente a los gobiernos de estos territorios sino, también, al rico ecosistema de instituciones culturales, organizaciones de la sociedad civil y productores artísticos y culturales que conjuntamente determinan la vida cultural de dichas ciudades. Tradicionalmente los centros urbanos han concentrado buena parte de las actividades culturales de los países. Las ciudades tienen un rol influyente en el desarrollo y la implementación de políticas culturales innovadoras. Prueba de ello es una de las iniciativas culturales más exitosas que se han desarrollado en la UE: el programa Capital Europea de la Cultura, que ha aprovechado ampliamente la ubicación de las ciudades en el centro de un sistema de gobernanza multinivel. El objetivo de este artículo es demostrar el potencial de las ciudades para la consecución de los objetivos que plantea la estrategia de la UE para las relaciones culturales internacionales a través de un nuevo enfoque multinivel. El nuevo jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, asumió el cargo el 1 de diciembre de 2019, con lo que se ha abierto una oportunidad para repensar la emergente diplomacia cultural de la UE y considerar a las ciudades como verdaderos socios capaces de contribuir a la implementación del nuevo espíritu de diálogo intercultural y de dar forma a las futuras acciones y políticas de la UE. 1. Las ciudades como actores de la diplomacia cultural Muchas ciudades grandes y medianas de Europa son hubs culturales y creativos muy conectados a nivel internacional desde una amplia variedad de situaciones geográficas. Su acción cultural a nivel internacional es sintomática del fenómeno, más amplio, de la emergencia de las ciudades como actores políticos globales que asumen responsabilidades que tradicionalmente han sido competencia de los estados-nación. La Unión Europea no puede ignorar esta reconfiguración de las relaciones internacionales si quiere que su estrategia de diplomacia cultural sea efectiva. A lo largo de las últimas décadas se han producido profundas transformaciones estructurales a escala global que han llevado a la pluralización del ámbito diplomático. Junto con la aparición de un escenario diplomático multiactor y multinivel, las ciudades y otros gobiernos subestatales han adquirido un papel cada vez más importante. Si antes solo se las veía como actores «paradiplomáticos», ahora cada vez más se reconoce el papel de las ciudades como interlocutores legítimos y socios importantes en todos los aspectos de la gobernanza global. Ello queda más patente en cuestiones como el cambio climático y la cultura, donde la acción a escala urbana resulta vital para la salvaguardia de un futuro más sostenible. El crecimiento exponencial de las redes transnacionales de ciudades desde principios de los años 2000 demuestra cómo las ciudades han redoblado sus esfuerzos para formar alianzas transnacionales alrededor de un creciente número de temáticas. Es especialmente remarcable que el 18 % de las redes transnacionales de ciudades que existen en la actualidad se centran en cuestiones relacionadas con la cultura y las políticas culturales. Entre las redes más influyentes se encuentran la Red de Ciudades Creativas de la UNESCO, el Foro de Cultura de la red Eurocities, la Comisión de Cultura de Ciudades y Gobiernos Locales Unidos (CGLU), la Red Europea de Hubs Creativos fundada por el Consejo Europeo y la red Culture Next, creada en 2017 e integrada por ciudades candidatas al título «Capital Europea de la Cultura» tanto del periodo actual como de periodos anteriores. Estas redes promueven a las ciudades como actores internacionales de las políticas culturales y ofrecen estructuras efectivas para compartir conocimientos y aprender entre pares en los ámbitos del desarrollo urbano y socioeconómico a través de la cultura, el uso de la cultura para mejorar el patrimonio local, el impulso del diálogo intercultural y la mejora del bienestar de la ciudadanía. 2. ¿Qué pueden aportar las ciudades? Existe una convergencia de intereses y visiones entre la acción exterior de las ciudades europeas en el ámbito de la cultura y la estrategia de la UE para las relaciones culturales internacionales. Por un lado, temáticas como el desarrollo local sostenible y la participación democrática, puestas de relieve por la UE, se ven claramente reflejadas en las prioridades de las ciudades. Por otro lado, las ciudades pueden contribuir a una implementación más efectiva de dicha estrategia y a la consecución de sus ambiciosas metas. El desarrollo de capacidades a través de las redes de ciudades La cooperación con las ciudades es esencial para una de las principales preocupaciones de la agenda de las relaciones culturales internacionales de la UE: dar apoyo a la cultura como motor del desarrollo social y económico sostenible. La Comunicación conjunta de 2016, que reconocía el papel importante de las ciudades en el nexo entre la cultura y el desarrollo, también subrayó la necesidad de apoyar la generación de capacidades de las autoridades locales de los países socios en este ámbito. Si tomamos esta propuesta seriamente, la cooperación con las ciudades europeas y sus redes transnacionales se vuelve fundamental. Estas últimas no solo sirven para compartir sus experiencias y conocimientos sobre la manera como la cultura contribuye al desarrollo económico sostenible y sobre modelos de políticas culturales emancipatorias que fomentan la igualdad social y la cohesión, sino que también ofrecen unas estructuras internacionales sólidas para el trabajo en red y la creación de alianzas, así como unas relaciones de confianza e intercambio en las que se apoyan dichas estructuras. Las ciudades europeas hace años que acumulan una gran cantidad de conocimiento reflexivo, experimentos urbanos e historias de éxito que pueden servir como fuente de inspiración y de referencias para ciudades de todo el mundo que quieran invertir en la cultura para el desarrollo urbano sostenible. En este empeño, las redes regionales de ciudades que, como ASEAN (Asociación de Naciones del Sureste Asiático) o Mercosur, tienen intereses similares en movilizar la cultura para el desarrollo y generar una identidad regional son unos aliados estratégicos potenciales para la Unión Europea. Huế, Vietnam: la cooperación descentralizada y la creación de la «Ciudad Festival» En 1992, la antigua ciudad imperial de Huế lanzó un festival de cultura que se convirtió en el catalizador de la mejora de la imagen y la transformación del paisaje urbano de la ciudad. Esta iniciativa se gestó gracias a los intercambios realizados con la región francesa de Poitou-Charentes, quien ofreció a la ciudad vietnamita su experiencia en el desarrollo de festivales urbanos como el conocido Festival Internacional del Cómic que tiene lugar en la ciudad de Angoulême. Desde los años 2000, el festival de Huế ha atraído anualmente a más de un millón de personas y ha ayudado a financiar la rehabilitación del patrimonio local. Además, se ha convertido en un modelo para otras ciudades vietnamitas que trabajan por el desarrollo local a través de la cultura. Abordar temáticas urbanas a través de la cooperación cultural Las ciudades pueden aumentar el impacto de la cooperación cultural si generan un diálogo entre ella y los principales retos urbanos. Las ciudades actuales se encuentran con muchos problemas nuevos relacionados con el cambio climático, el aumento de las desigualdades urbanas y el surgimiento de nuevos patrones de exclusión e intolerancia. En regiones que están experimentando una rápida urbanización, se les añaden retos urgentes como la falta de vivienda y la provisión desigual de servicios urbanos que van en contra del contrato social y reducen la confianza en las instituciones. Para que la ciudadanía perciba la cooperación cultural como un elemento clave para resolver sus preocupaciones y necesidades, ésta debe abordar todos estos retos. Así, la cooperación cultural debe mejorar la participación cívica y la vida cultural inclusiva para que contribuyan a la creación de sociedades urbanas más resilientes que sepan adaptarse mejor a estos riesgos. Los productores culturales se ven cada vez más involucrados en la gestión de estos retos urbanos, y los organismos financiadores como la UE los han integrado en su agenda. Por ejemplo, los programas de cooperación cultural de la UE para Oriente Medio y el norte de África (como el programa Med Culture, implementado entre 2014 y 2018, y el programa Tfanen-Tunisie Créative, que se desarrolló en Túnez entre 2016 y 2019) han estimulado el involucramiento de los actores culturales locales con el desarrollo urbano sostenible. Las ciudades europeas se erigen como socios lógicos para estos programas que abordan problemáticas a las que deben hacer frente a diario. Tfanen-Tunisie Créative: abordando temáticas urbanas a través de la cultura en Túnez Tfanen-Tunisie Créative es un programa de tres años de duración que tiene como objetivo apoyar al sector cultural tunecino a través de ayudas financieras y asistencia técnica para la generación de capacidades entre los actores culturales locales. Está financiado por la Delegación de la UE en Túnez y lo implementa el British Council en partenariado con el clúster EUNIC de Túnez. Dada la rápida urbanización de este país, igual que sucede en el resto de países de la región del Oriente Medio y el norte de África, muchos de los proyectos seleccionados para obtener subvenciones se centran en temáticas relacionadas con las nuevas desigualdades que surgen de estos cambios demográficos como son la exclusión de las periferias urbanas, el desempleo juvenil, el acceso a la educación y la cultura, y la participación cívica. Promover el diálogo a nivel de la ciudadanía Cuando se compara con la diplomacia cultural de los estados, el aspecto más innovador de las relaciones culturales internacionales de la UE es su ambición por ir más allá de la lógica de Gobierno a Gobierno y centrarse en una lógica basada en los contactos personales que pueda estimular «un nuevo espíritu de diálogo». Este objetivo plantea la pregunta de qué mecanismos de mediación podrían facilitar dichas interacciones. Los líderes locales y los actores de la sociedad civil pueden convertirse en mediadores de unas relaciones de base que vayan más allá de la lógica del poder blando y la creación de una marca de país. Tal y como demuestra un estudio de Eurocities, mientras que estos modelos innovadores de compromiso cultural internacional se consideran un «cambio de paradigma» a nivel nacional y europeo, ya se encuentran «integradas plenamente en las políticas y los métodos de trabajo de las ciudades europeas». Así, gracias a su trabajo enmarcado en la lógica colaborativa de los programas de hermanamiento de ciudades, redes de ciudades y cooperación descentralizada, las ciudades ya disponen de modelos de cooperación cultural que ponen en el centro la reciprocidad y los intercambios personales. Su proximidad a la ciudadanía los convierte en territorio de pruebas para nuevos modelos y estrategias de participación que intentan responder a las necesidades específicas de las diferentes comunidades e instituciones culturales en sus territorios. La diplomacia de la diáspora urbana La diversidad cultural de las ciudades europeas constituye un gran potencial para desarrollar intercambios culturales con terceros países basados en los intercambios personales. Recientemente se ha estigmatizado la autoorganización de las diásporas y se las ha acusado de diluir la identidad nacional de los países de acogida. Sin embargo, abrigan un gran potencial para mejorar la capacidad de Europa para comprometerse con el mundo desde una perspectiva horizontal. Muchas ciudades europeas acogen a comunidades de la diáspora que organizan proyectos culturales a fin de mantener la relación con sus países de origen. Buena parte de estos proyectos reciben subvenciones municipales pensadas para actividades de la comunidad local. A pesar de ello, los gobiernos de las ciudades a menudo dejan fuera estas actividades fuera de sus estrategias de relaciones culturales internacionales. Pocas ciudades reconocen que los vínculos que desarrollan con las comunidades de la diáspora en sus territorios pueden convertirse en puentes con terceros países. La estrategia de la Unión Europea para las relaciones culturales internacionales podría sensibilizar acerca de las prácticas de diplomacia con la diáspora urbana y convertirlas en uno de sus mecanismos oficiales. Rebatir la retórica nacionalista en las relaciones internacionales Muchos autores han empezado a dar una mayor relevancia a la emergente diplomacia cultural de la UE como bastión de la resiliencia contra el creciente Zeitgeist populista y nacionalista y los discursos aislacionistas de la cultura que difunde. No obstante, esta retórica nacionalista en aumento también constituye un obstáculo severo al desarrollo de las relaciones culturales internacionales. En este contexto, la diplomacia de ciudad a ciudad puede generar visiones políticas y mecanismos liberales y alternativos que vayan más allá de las tensiones interestatales. Por ejemplo, en países como Rusia y Turquía, donde sucesos recientes han generado antagonismo con la UE, gobiernos locales como Moscú (durante el mandato del máximo responsable de la cultura de la ciudad, Sergei Kapkov, 2011-2015) y Esmirna fueron capaces de establecer relaciones culturales con Europa que promovían los valores democráticos europeos. La Academia Mediterránea de Esmirna, a favor de mantener un espíritu de diálogo Esmirna, la tercera ciudad más grande de Turquía, siempre ha mostrado una mentalidad abierta y progresista. En octubre de 2009, el Gobierno metropolitano impulsó el taller Izmir Cultural Workshop. Como parte del proyecto se invitó a científicos, artistas y ciudadanos para que formularan su visión acerca de lo que es una ciudad innovadora y diseñaran y desarrollaran relaciones con otras ciudades mediterráneas. En un contexto en el que las relaciones entre Turquía y la UE se han visto dificultadas por la retórica nacionalista de ambas partes durante la última década, iniciativas como la de Esmirna muestran que a nivel de ciudad se puede fomentar el espíritu de diálogo, y que la sociedad civil puede seguir colaborando, intercambiando y celebrando su patrimonio y sus valores compartidos. Descentralizar la diplomacia cultural Involucrar a las ciudades también puede contribuir a ampliar y descentralizar el alcance de la diplomacia cultural de la Unión Europea. Las actividades de los institutos culturales de los Estados miembros a menudo se concentran en la capital y en las principales ciudades de los países socios, con lo que tienen dificultades para llegar a las zonas más remotas. Las ciudades europeas y sus redes transnacionales podrían hacer de intermediarias y conectar así con una diversidad mayor de territorios. Esta descentralización es urgente si la UE quiere responder a la realidad global de los flujos culturales de hoy en día y dejar de perpetuar el modelo de las relaciones culturales de la UE y los estados miembros, basado mayoritariamente en las tradicionales divisiones geopolíticas este-oeste y norte-sur. Más allá de este terreno ya conocido existen muchas ciudades con una escena artística innovadora y una visión cosmopolita. Los esfuerzos por descentralizarse del Goethe-Institut Los institutos nacionales de cultura de los estados miembros de la UE como, por ejemplo, el Goethe-Institut alemán, cuentan con redes de representaciones físicas cada vez más pequeñas. Atendiendo a su bajo presupuesto y a la transición hacia la expansión de la programación digital, el número de institutos se ha reducido drásticamente en los últimos años. Hoy en día existen pocos institutos más allá de los que están situados en las capitales y otras ciudades principales. A fin de alcanzar audiencias más allá de estas limitaciones geográficas, el Goethe-Institut financia con regularidad proyectos de organizaciones asociadas que se encuentran en otras ciudades y regiones. Así, el Goethe-Institut de México colabora con cines de todo el país para proyectar películas alemanas contemporáneas. A pesar del esfuerzo, este tipo de proyecto tiende a encuadrarse en la categoría de proyecciones culturales unilaterales y no de diálogos e intercambios culturales. Las alianzas con los gobiernos locales europeos que tienen relaciones con ciudades pequeñas y medianas más allá de las fronteras de la UE podrían ser una estrategia efectiva para alcanzar áreas más periféricas. Construir relaciones con hubsculturales a nivel regional Ciudades de todo el mundo se han posicionado como centros culturales para sus regiones. Hablamos, entre otros, de Singapur, Hong Kong, Estambul, Dakar, Doha o Ciudad del Cabo. Han invertido en instituciones y programas culturales bajo un prisma regional con el objetivo de convertirse en el principal vínculo de su región con el mundo del arte global. Y lo que es más importante, en ellas se están forjando nuevos enfoques de la cultura con una relevancia especial para las regiones en las que se encuentran. La Unión Europea debería reconocer la importancia de estas ciudades como socios de los que puede aprender y como hubs estratégicos para establecer relaciones culturales en un ámbito territorial más amplio. La Fundación Asia-Europa de Singapur Creada en 1996, la Fundación Asia-Europa agrupa a 39 países miembros de Asia y Europa. Promueve un mayor entendimiento entre estas dos regiones a través de la organización de conferencias y talleres y la preparación de publicaciones. Anualmente organiza 100 actividades que reúnen a 3.000 participantes de Asia y Europa. Tiene su sede en Singapur, lo que le permite llegar fácilmente a las ciudades y los países de la región. Su presupuesto proviene de las cuotas de los miembros, y las relaciones recíprocas de intercambios culturales que fomenta van más allá de la promoción de la cultura europea en Asia o viceversa. 3. Recomendaciones: hacia una diplomacia cultural multinivel de la UE La estrategia de la Unión Europea para las relaciones culturales internacionales, si quiere tener éxito, no deberá limitarse a duplicar el modelo de diplomacia cultural impulsado por los estados miembros. La manera más prometedora de evitar este riesgo es, en nuestra opinión, un enfoque multinivel que tome en consideración el valor añadido de cada uno de los niveles de gobernanza y, en particular, el potencial de las iniciativas existentes a los niveles urbano y regional. Las recomendaciones que se encuentran a continuación ofrecen vías para repensar la estrategia de la UE para las relaciones culturales internacionales desde una perspectiva multinivel. Apoyar el trabajo en red de las ciudades en el ámbito de la cooperación cultural. A fin de explotar mejor el potencial de las ciudades como actores culturales internacionales, se podría apoyar la creación de nuevas iniciativas de trabajo en red entre ciudades de la UE y ciudades de otros países. Estas redes culturales, siguiendo el modelo de las redes URBACT para el desarrollo urbano sostenible a nivel europeo, podrían centrarse en temáticas que conectan a las ciudades de todo el mundo y que promueven el entendimiento mutuo entre los continentes. Asociarse con redes de ciudades a nivel europeo y global que han establecido la cooperación cultural internacional como una prioridad. Una opción obvia sería la CGLU, la asociación mundial de gobiernos locales y regionales y sus redes, que cuenta con una Comisión de Cultura que impulsa políticas y programas internacionales en el ámbito de la cultura y el desarrollo sostenible. Otros socios potenciales serían Eurocities y la Red de Ciudades Creativas de la UNESCO. De manera adicional, la UE podría fomentar la creación de redes de intercambio y aprendizaje mutuo con otras redes regionales de ciudades, como ASEAN o Mercosur, que sitúen a las ciudades en el centro de los esfuerzos para crear una identidad cultural regional. Ampliar el programa Capital Europea de la Cultura. Varias ciudades de países candidatos han recibido este título para promover la integración cultural y la europeización. Siguiendo las recomendaciones de la acción preparatoria para la Comunicación conjunta, proponemos abrir una subsección del programa a terceros países1 . Esta ampliación del programa podría estimular el descubrimiento y la popularización de historias urbanas e influencias culturales compartidas. Así, en años alternos una ciudad europea y una no europea podrían ser los escenarios de intercambio. Además, la replicación del programa Capital Europea de la Cultura en otras regiones como América Latina y en el este y sureste de Asia ha generado oportunidades para establecer marcos para el intercambio y el aprendizaje mutuo. Involucrar a las representaciones de los gobiernos locales en Bruselas en la formulación y la implementación futuras de la estrategia de diplomacia cultural de la Unión Europea. La implicación activa de los gobiernos locales podría ser beneficiosa tanto para ellos como para la UE. Los gobiernos locales tendrían la oportunidad de entender mejor la estrategia de diplomacia cultural de la UE y apreciar su importancia para sus propias políticas y acciones en materia de cultura. A su vez, el acercamiento de la estrategia a la ciudadanía europea por parte de las autoridades locales generaría un impacto mayor del que también se beneficiaría la UE. La Unión Europea también podría aprovechar el conocimiento y la experiencia de los representantes de las ciudades para identificar los retos urbanos a los que deben hacer frente los países socios y entender cómo se pueden abordar dichos retos a través de la cooperación cultural internacional. Identificar las mejores prácticas de las ciudades europeas en el ámbito de las relaciones culturales internacionales.Dado que existe un elevado número de acciones culturales internacionales impulsadas desde el nivel local, identificar iniciativas de éxito podría servir para replicarlas en otros territorios y adoptarlas como una parte esencial de la estrategia de la UE para las relaciones culturales internacionales. La Comisión Europea podría destinar fondos a un proyecto que identificara y analizara las relaciones culturales internacionales de las ciudades europeas. Nota: 1- Isar, Y.R. Preparatory Action ‘Culture in EU External Relations’. Engaging the World: Towards Global Cultural Citizenship. Bruselas: Unión Europea, 2014 (en línea) [Fecha de consulta 20.02.2020] https://ec.europa.eu/assets/eac/culture/library/publications/global-cultural-citizenship_en.pdf * La versión original en inglés de este artículo fue publicada por el Global Governance Programme del European University Institute. Es fruto de los debates que tuvieron lugar durante el seminario «Cultural Diplomacy: What role for Cities and Civil Society Actors?» (La diplomacia cultural: ¿cuál es el papel de las ciudades y los actores de la sociedad civil?) que tuvo lugar en el European University Institute en mayo de 2019. Queremos agradecer a Yudhishthir Raj Isar y a Anna Triandafyllidou por la organización del seminario y por sus valiosos comentarios realizados a versiones anteriores de este artículo. |
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